Capítulo 5
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 5. Colisión De mundos
—N-no puede ser cierto —exhaló Taehyung con voz temblorosa—. No puede ser... ¿ahora soy un enemigo público de la comunidad? ¿yo?
El dhampir le dio la vuelta al teléfono, desmontando la parte trasera para sacar la tarjeta de su número. La dobló entre los dedos mientras se levantaba en busca de unas tijeras con la que cortarla en pedazos. Lo hizo en la cocina, asegurándose de pasarlas por agua como respaldo, y deshaciéndose de ellas en la basura.
—¿Cómo van a tener a Namjoon vivo en un subterráneo? —musitó el moroi entrecortadamente, cuando su compañero regresó al salón—. ¿Qué sentido tiene que le hagan eso a su familia? ¿Nos matarán si nos encuentran? N-ni siquiera sabía que había un clan de strigoi intentando fulminar el trono. Tal vez e-ellos mataron a mis padres...
—Taehyung —Jungkook le detuvo bruscamente, agarrando sus dos manos y acuclillándose frente a él—. Para. Y escúchame atentamente. Me querían a mí, ¿recuerdas? El strigoi de la caballería. Nada de esto tiene sentido, pero si Hyun Bin dice que cerremos la boca y esperemos a su contacto, es lo que haremos. Confío en él, aunque sea un canalla. Y si decenas de strigoi han muerto en palacio, y el lugar está destruido, significa que el ministerio nosferatu tiene que estar sediento de venganza.
—Pero se han equivocado de objetivo —reclamó atormentado—, nosotros no somos sus enemigos, sólo somos víctimas...
—No sólo eso. Tú eres el príncipe, el hijo menor de la familia Kim —le dijo con menos dureza—. Y tienes el quinto elemento en tus venas, ¿recuerdas?
—Nadie sabe que tengo el quinto elemento.
—¿Y si los de la «luna como-se-llamen» sí? —razonó.
—¿Y por qué te van a querer a ti, entonces? —apuntó Taehyung astutamente.
Jungkook soltó una de sus manos para frotarse la frente con un par de dedos, trazando su cansancio ante toda la locura que era eso.
—¿Las sombras? —pensó en voz baja—. No lo sé...
—Ni siquiera te había ocurrido hasta que llegamos a Busan...
—En eso tienes razón —suspiró Jungkook—. Pero si apartamos a ese clan strigoi, nos queda lo del Círculo. Si Hyun Bin no confía en ellos, yo tampoco. Nos quedamos aquí, esperando. No hay más alternativas.
—Cómo puede ser que mi hermano... ¿me declare como enemigo contra el estado?
Clavando los codos en sus rodillas, el moroi hundió la cabeza entre sus dos brazos, amortiguando una voz que estaba a punto de romperse
—Ni siquiera tienen pruebas de que me haya convertido en strigoi —añadió en un repentino sollozo—, d-deben pensar que soy un monstruo...
Jungkook pasó una mano por su cabello acariciándole con afecto, se irguió y sentó a su lado, dejándose llevar por el mismo dolor que el de su protegido.
—No han encontrado el cuerpo de Jimin —murmuró Jungkook cuyos iris perdidos se posaron en la terraza que daba al exterior—, eso significa que...
Sus labios se sellaron, viéndose incapaz de pronunciarlo. Si Jimin era strigoi, significaba que era un monstruo, y aquello era incluso peor que saber que estaba muerto. Era un enemigo más, un asesino.
Y mientras Taehyung se frotaba los ojos irritados, el dhampir añadió en voz baja, a modo de promesa:
—Te protegeré hasta el final, no importa qué suceda.
Yoongi se asomó al salón captando el bajo ánimo de sus dos compañeros. Se cruzó de brazos en el marco de la puerta, clavando sus iris castaños claros sobre los chicos.
—¿Eso han sido malas noticias? —preguntó sin intención de involucrarse demasiado.
Jungkook se levantó del sofá y guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón cargo.
—No demasiado buenas... no cómo esperábamos —confirmó paseando lentamente por el lugar.
—Humnh, entonces, ¿cancelamos lo de los bolos?
Él se encogió de hombros, mientras la vista de Yoongi se posaba sobre Taehyung, cruzado de brazos con un evidente aspecto de estar conteniéndose el resto de su llanto y los iris perdidos en el suelo.
—Lo pensaremos —murmuró Jungkook—. Oh, eh... Yoongi.
—¿Sí?
—No tendrás que preocuparte demasiado —le dijo tratando de aliviarle—. En unos días nos marcharemos.
—¿Qué? ¿Por qué? —Yoongi no se mostró nada de acuerdo—. ¿No estáis bien aquí?
—Oh, no, no —negó rápidamente—. Estamos genial, pero...
El azabache apretó la mandíbula, volviendo a omitir información, y Yoongi levantó una ceja comenzando a sentirse cansado de todo aquel secretismo.
«No sabía por qué, pero, confiaba en ellos —pensó el humano—. Sin embargo, ¿por qué no funcionaba al revés?»
Jungkook ni siquiera levantó la cabeza, se sentó junto a la mesa clavando los codos en ella como si guardase un tipo de dolor indescifrable. Taehyung se levantó del sofá y desapareció en el baño unos instantes, mientras Yoongi se preguntaba por qué demonios sentía aquella desazón sabiendo que en algún momento iban a marcharse.
—Tío, este apartamento se va a quedar muy sólo como os larguéis... —comentó con una sonrisa vacía, mientras el silencio se extendía entre ellos.
Y Yoongi lo vio en sus ojos cuando el joven levantó la cabeza, exactamente igual, como un libro abierto.
—¿A quién has perdido? —intuyó Yoongi.
—A un amigo —le dijo el azabache—. Es una mierda, todo esto...
—Oh, más que amigo, creo yo... —murmuró.
—Un hermano —se corrigió Jungkook, mordisqueándose el labio—, alguna vez... ¿has perdido a alguien que te importase demasiado?
—¿Demasiado? —repitió Yoongi, rebuscando en sus recuerdos—. Sí. Eso creo.
—¿Quién?
El humano entrecerró los párpados.
—N-no... lo sé...
—¿No estás seguro?
—No, es que... no le recuerdo —argumentó lentamente—. Es como si se... hubiera difuminado... hasta desaparecer de mi cerebro.
Jungkook dudó seriamente de eso, y estuvo a punto de indagar en el tema, pero Taehyung retornó al salón diciéndoles algo.
—Podemos ir a los bolos, ¿por favor? —preguntó algo triste—. Quiero divertirme los días que nos queden en Busan.
El dhampir le comprendió, y lo hizo profundamente. Entendía que desease apartar aquella realidad hasta que no tuvieran más remedio que enfrentarse. Por el momento, no podían hacer mucho más que esperar, y no podían permitirse seguir sufriendo. Estaban en el mundo humano, muy lejos de la tríada de ciudades que ocupaba la comunidad nosferatu. Nadie sabía que estaban vivos. Tampoco les estaban buscando.
—Vamos, ¿Yoongi? —expresó Jungkook.
—Me muero por pegaros una paliza —argumentó, esbozando una lenta sonrisa—. Te vas a enterar por lo de los dardos.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Un rato después, los chicos se prepararon para salir por Busan, Jungkook se armó de nuevo, poniéndose la chaqueta de cuero sobre sobre una camisa sencilla. Y Taehyung con un fino jersey y pantalón de franela sobre unos tenis blancos. Salieron poco antes del atardecer, con el moroi cubriéndose de la mejor forma del sol, teniendo en cuenta que irían a estar en un lugar cerrado sin molestias solares extras. La bolera a la que asistieron era enorme, y el moroi abrió los ojos allí adentro, fijándose en la cantidad de grupitos humanos, parejas, y gente joven que pasaba a divertirse mientras la tarde iba cayendo.
Él nunca había jugado a los bolos, pero después de un par de tiros, entendió la técnica y llegó a disfrutarlo. Por otro lado, Yoongi y Jungkook se batieron en duelo.
Si Jungkook era bueno en los bolos (como en todo), podía decirse Yoongi era un maestro de los giros de muñeca y strikes. Y así mismo, derrotó al dhampir por una mínima puntuación como diferencia. Jungkook se lo tomó con deportividad, y ambos chocaron sus puños amistosamente, girando la cabeza por el espontáneo aplauso que arrancó en la pista de bolos.
Taehyung se marcaba su cuarto strike consecutivo, seguidamente inclinándose con un leve rubor hacia la oleada de admiración humana que comenzaba a acumularse viéndole jugar. Aquello sí que era éxito.
—Tu novio se ha vuelto influencer mientras no mirábamos —suspiró Yoongi, con Jungkook palideciendo a un lado—. Me pido ser el mánager.
El azabache bufó una sonrisa desenfadada cuando Taehyung les miró con una sonrisita de minúsculos colmillos y sus dedos en forma de «V».
Después tomaron algo en la bolera, y descartaron la cena para volver a casa. Yoongi se sentía cansado y necesitaba meterse en la cama religiosamente, después de una sencilla cena.
—¿Sabes cuál es el club de la playa? —preguntó Taehyung.
—Oh, sí. Estuve allí el verano pasado —contestó Yoongi—. ¿Por qué? ¿Os gustaría ir?
—Tal vez por... ir a algún sitio divertido —emitió el moroi—. Yo nunca he estado en un club.
—Os llevaré, entonces. Reconozco que llevo un montón de tiempo sin salir a tomar algo en condiciones.
Jungkook le miró de soslayo, y aceptó a regañadientes, admitiendo que tal vez en Busan podían sentirse mucho más relajados. Además, ¿a qué joven de diecinueve años no le apetecía visitar en club situado en la playa?
De vuelta en el apartamento, y tras compartir una olla de ramen, los tres vieron algo en la televisión juntos, hasta Yoongi que se marchó sin mucha demora a dormir. Taehyung se metió en la ducha para liberarse de todo lo vivido ese día, mientras Jungkook se repantingaba en el sofá. El agua en forma de lluvia arrastró aquel momento de felicidad recordándole al moroi algo que enterraba dentro de sí: el mundo al que pertenecía. Las muertes de sus amigos, las responsabilidades de la corona, la comunidad nosferatu no sólo pensaba que sería un monstruo; estaban decididos a matarles mientras ellos se refugiaban de un mal mayor, como aquel clan strigoi.
Tras sacudirse el cabello húmedo con una toalla, Taehyung se enfrentó a sí mismo en el espejo. Mechones claros, ondulados y revueltos se derramaban desde su cabeza. Un semblante tan circunspecto, que mostraba lo que emanaba desde su interior. No deseaba seguir enfrentándose a eso. Ése era el mundo que él conocía, y desde los doce años, extrañó a sus padres como a nada. Pero ahora se encontraba lejos de la comunidad, y Jungkook era su mejor bálsamo, era todo lo que le importaba.
«¿Y si no quería regresar? ¿Y si...? —pensó lentamente—. ¿Era más feliz sin responsabilidades? ¿Sin que le obligasen a casarse? ¿Sin temer a que Jungkook recibiese un castigo por amarse?»
«Era libre, allí, lejos de casa y de los privilegios de ser un príncipe moroi. Ahora podía ser quien deseaba ser: cualquier cosa, sin planes ni detalles, sin miles de personas esperando algo de él. Y amar a Jungkook puramente, sin restricciones. ¿No era eso lo que desearía cualquier ser humano?».
Saliendo del cuarto de baño con una muda de ropa limpia, se dirigió al dormitorio para dejar allí sus pertenencias. El salón aún resonaba levemente con la televisión encendida, sin embargo, la luz del dormitorio se encontraba prendida por sencilla una lámpara de pie, cuyo tono blanquecino desprendía una ínfima luz que iluminaba un rincón, ensombreciendo el resto dormitorio.
Taehyung se sentó en el borde de la cama, cuando percibió la presencia del dhampir en espera.
—¿Jungkook? —dudó en un pestañeo.
—Tienes que alimentarte —murmuró el pelinegro.
Con sus dedos deslizándose sobre los primeros botones de su propia camisa y abriendo mejor el cuello plegado de la prenda, los labios de Taehyung se resecaron, mandando unas punzadas directas en sus entonces dolorosas encías. Las clavículas del dhampir asomaron con gracia en un cuello abierto hacia la mitad del pecho, y la cadena plateada del amuleto que le mantenía emergido entre las sombras de ese Otro Lado, mostró la diminuta piedra palpitante y cargada de luz.
Taehyung se levantó sinuosamente de la cama, con unos iris ensombreciéndose entre adoración y algo mucho más denso.
—Quién diría que tú lo deseas más que yo —pronunció en un tono lúgubre—. Que mi propia hambre, clavándose en mis dientes.
—Sólo cumplo con mi deber —respondió en un respiro, su espalda apoyándose contra el armario emportado y sus iris fundiéndose en los del otro bajo la penumbra del dormitorio.
—Me cuidas tanto como para permitir que me alimente de ti como una sanguijuela —manifestó en voz baja—, ¿sabes lo valioso que eres para mí?
El moroi se acercó tanto como para que su corazón se disparase y viéndose arrastrado por un vendaval emocional, su nariz le rozó la mejilla. Jungkook desvió su rostro, mientras el moroi inclinaba el suyo, reproduciendo su tibio y húmedo aliento sobre la dermis de su cuello.
No obstante, no hubo mordisco, sus tiernos labios acariciaron el borde de su mandíbula con la irregular respiración de Jungkook, y las dos manos de Taehyung sujetaron su rostro obligándole a ver sus ojos.
—Dime, ¿lo sabes? —repitió con desespero.
—¿S-sí?
—No quiero volver, Jungkook —confesó, deslizando sus manos hasta el cuello de la camisa ajena—. No quiero tener que demostrarle nada más a la comunidad nosferatu. Se acabó.
Jungkook se vio golpeado por lo súbito que sonó aquello, y mientras los dedos de su compañero se hundían en el cuello de su prenda, se miraron en un trémulo silencio.
—¿Taehyung? —formuló con suavidad, sin comprender la rigurosa profundidad de aquellas palabras—. ¿Qué dices?
—No quiero ver más muertes, no quiero seguir perdiendo a las personas que amo —agregó decididamente—, porque si volvemos, la próxima persona a la que perderé es a ti.
—¿Qué estás diciendo, idiota? —pronunció el dhampir en un mascullo, pensando si zarandearle—. Es de dónde venimos. Eres el príncipe.
—¿Qué nos queda allí? —exclamó Taehyung—. Nada. No nos esperan, no confían en ti, y mi hermano me ha declarado como un strigoi que golpearía el trono para derrocar la monarquía moroi sin remordimientos. ¡No tenemos a nadie!
—Escúchame, no podemos permitir que la comunidad nosferatu crea por siempre que...
—Jungkook —le detuvo sin aliento—. Quiero ser libre. Libre, contigo. Te amo.
—¿Nosotros dos? —pronunció con el corazón cabalgando bajo su pecho—. ¿Solos?
Taehyung le abrazó con tanta fuerza que sus pechos se unieron, reconociendo los pálpitos del compañero, cálidos, intensos. Jungkook estrechó su cintura mientras el moroi hundía el rostro sobre su hombro. Como si aquel abrazo pudiera hacerles olvidarlo todo. Todo lo que habían escuchado, todo lo que habían aprendido. Borrar el miedo y comenzar una cuenta desde cero.
¿No era lo que su corazón más egoísta deseaba? Tenerle para él. Disfrutar de un amor que una vez consideró imposible. Sin escenas oníricas, sin el terror de dejarse llevar por lo que sentía, obligándose a enterrarlo bajo una cordura que lentamente se disipaba como una neblina.
—T-Tae, ouch, n-no puedo respirar —jadeó mientras sus comisuras se curvaban en una débil sonrisa—. Ay.
Taehyung le soltó lentamente, y acarició su rostro con unos delgados dedos llegando hasta el lóbulo de su oreja. Su pulgar e índice se detuvieron en los finos aros que pendían, en una lenta caricia donde sus iris ensombrecidos se dirigieron a él con un genuino anhelo.
—M-me dijiste que sólo deseabas estar conmigo —dijo con la voz de terciopelo—. Eso es lo que yo quiero.
El dhampir, sin aliento, y sin articular palabra, se vio nublado por sus propios sentimientos cuando Taehyung fundió sus labios contra los suyos. Presionando con ellos en un intento mullido por entreabrir los suyos, el pelinegro se dejó llevar por un beso mimoso que le despegó del suelo. Labios contra labios, sin ningún impedimento. Sus dedos enterrándose en la nuca del contrario, separándose décimas de segundo en una caricia de respectiva nariz, mientras su compañero suspiraba contra sus más rosados belfos, para besarle de nuevo desde la perspectiva contraria.
Bajo un hechizo incontrarrestable, su conciencia desapareció en minutos, dejándose ser besuqueado, repentinamente mimado y querido por el joven vampiro.
—¿Sientes eso? —formuló el rubio sobre sus labios—. ¿Esto?
Su mano se deslizó sobre el agitado pecho del dhampir, con los iris castaños oscuros travesándole como los de un felino excitado.
—Mi corazón.
—Nosotros —continuó Taehyung—. Siendo libres. Sin pensar... en ellos...
—¿Libres? —repitió irregularmente.
—Sólo Jungkook y Taehyung —pronunció con valía, bajando la cabeza, tragando saliva y apretando la mandíbula—. Sólo nosotros. Juntos.
Jungkook alzó su mano, y tomando la que el moroi había puesto sobre su pecho, entrelazó sus dedos lentamente, contemplando como su mirada se empañaba bajo una súplica.
—Quiero amarte sin miedo, decírtelo delante de todos, besarte cuando quiero —le contó con estremecimiento—. Quiero dejar de escuchar qué es lo que debo hacer. No nos necesitan. No necesitamos al mundo nosferatu. Nadie tiene por qué amenazarnos, o apartarte de mi lado, o castigarte por algo que siento. No tienes por qué ser mi guardián, y yo no tengo por qué seguir siendo Kim Taehyung. Podemos vivir con humanos, y ellos nos verán como uno más, como... Jungkook... y Taehyung...
—Taehyung...
El corazón de Jungkook ensordeció sus oídos, gritándole con fuerza todo lo que deseaba hacer por encima de lo que debía.
—No podemos quedarnos aquí —continuó.
Taehyung casi se echó a llorar en sus brazos, sus lágrimas se desbordaron como en un manantial, humedeciendo sus mejillas sobre aquellos iris de vidrio fracturado.
—Por favor —suplicó—. Olvidemos Bucheon. Q-quiero estar contigo. Estar contigo de verdad, aquí podemos ser humanos, p-podemos casarnos...
Jungkook sintió como aquello le atravesaba. Jamás esperaba escuchar algo así de los labios de Taehyung, y mientras volvía a abrazarle en un temblor, el dhampir suprimió sus propias lágrimas con una gran fuerza de voluntad. Acarició su cabello con los dedos, permitiéndole recuperase lentamente, y sintiéndose abrumado por la intensidad de sus propios sentimientos.
—Yo también deseo estar contigo, así, y de todas esas formas... —le dijo con suavidad—. Sin embargo, ése no es el camino, Tae.
—¿Qué? —exhaló con pestañas húmedas, mirándole de nuevo.
—Te amo —le dijo Jungkook con una suave sonrisa—. Pero no vamos a escondernos. No vamos a dejar que piensen algo que no somos, y por supuesto, no vamos a vivir con miedo, ni a ocultarnos todo el tiempo. Solucionaremos esto. Le haremos frente a lo que ha sucedido, y entonces, cuando todo el mundo sepa la verdad, tú y yo estaremos juntos. Y no sólo entre humanos. No sólo a expensas del mundo nosferatu.
Taehyung respiró observando cada uno de sus gestos, parpadeos, sus labios pronunciándolo algo tan importante que le hizo sentirse mucho más seguro.
—Estaremos juntos y lo sabrá todo el mundo —le prometió Jungkook.
—¿De verdad? —se aseguró el moroi.
—Esto es una promesa —musitó con una sonrisa—, y también te casarás conmigo.
Su compañero soltó unas débiles carcajadas, y Jungkook, deslizando unos dedos bajo su mandíbula, sujetó la orientación de su rostro con firmeza.
—¿Crees que voy de farol? —repitió con una increíble seriedad.
Taehyung deshizo lentamente su sonrisa, y posó sus labios sobre los de Jungkook con aprecio. Su tierno beso, dulce, y salado por sus lágrimas, les arrastró una hilera de besos compartidos y más acalorados que les fundieron en un vaivén de sensaciones. Jungkook sujetó su cintura y le empujó hacia atrás, liberándose a sí mismo de su encierro contra el armario. Llevó a Taehyung hasta el borde de la cama, donde sus mejillas ardían y sus labios, más rosados, se inclinaron en su rostro, musitando más confesiones.
—Eres todo lo que tengo —murmuró—. Y todo lo que quiero.
Taehyung se aferró a su cuello como si no encontrase una labor más importante, y tendió su espalda sobre la cama, volviéndose momentáneamente más dócil bajo la pantera excitada de Jungkook. Se besaron hasta que sus labios y colmillos ardieron por el hambre de probarle. Y arrastrándose hasta la almohada, el moroi agradeció mentalmente que su amado compañero hubiera nacido sin colmillos con los que desgarrarle. Pues sus besos resultaban lo suficientemente intensos, en una mezcla de saliva, dulce y tibia lengua explorándole y robándole la respiración, más las caricias bajo el suave jersey que usaba sobre el pantalón de pijama.
Jungkook se sintió irreconocible, acariciándole como quería, y marcando una autoritaria presión sobre sus labios correspondidos. Más allá de los besos que hubo en el salón, y lo distante que se sentía de aquel lejano momento de palacio, esa vez fue la primera en la que se enfrentaron el uno contra el otro; con movimientos irreflexivos y productos del ferviente estrés por desear catarse, con una pasión desatada producto de sus confidencias. El dhampir jamás se había visto tan diluido, dejándose llevar por el oleaje de sus besos seguidos de caricias que no iban más allá, su mano escalando por una de sus muslos hasta la rodilla que se flexionaba junto al costado de su propia cintura. Sumiéndose en las respiraciones agitadas y eventual calor que comenzaba a volverse demoledor.
Entonces, Taehyung reaccionó como un felino no tan apaciguado, y rodando sobre su espalda, se posicionó sobre él con una emergente fuerza moroi que había surgido de algún lado. El pelinegro liberó un jadeo bajo sus labios, sus iris castaños y dilatados se clavaron bajo los claros y vidriosos del otro.
—Ahora, me toca a mí —ronroneó el moroi peligrosamente.
Tomando el control del momento, Taehyung clavó un codo en la mullida cama, sobre sus hombros, inclinándose junto a su rostro con sus instintos vampíricos palpitantes. El aroma de Jungkook le inundaba mientras sus colmillos se afilaban clavándose en su propio labio inferior, deseando con vehemencia probar la esencia del delicioso dhampir.
Un jadeo escapó de sus labios entreabiertos y hambrientos cuando Jungkook estiró la garganta, ofreciéndole su vulnerabilidad por completo, mostrándose con una pasividad llena de deseo. La nariz de Taehyung le acarició en su tenue olfateo. La respiración irregular del azabache le habló de que se sentía preparado, le esperaba, y lo necesitaba. Pero el moroi esbozó una sonrisa apagada, dedicándose a desvalijar sus sentidos antes de probarle su cuello marmoleo. Posó sus labios húmedos sobre la dermis de su cuello, y Jungkook exhaló un jadeo amortiguado, producto de la falsa sensación de ser mordido, y la tenue adicción que comenzaba a recobrar por la saliva moroi de su compañero. Taehyung pasó la punta de su lengua por el arco de su cuello, trazando una línea tibia que hizo desesperar a Jungkook por el ansiado pinchazo. Mordisqueó lentamente su blanca piel sin llegar a perforarle, provocando que el dhampir se quejase por lo bien que se sentía su juego.
Jungkook pensó que debía ser el ser más hipócrita del planeta por temer y rechazar los colmillos de la raza vampírica durante años, mientras encontraba su nirvana en el dueño de aquellos. Y Taehyung lo disfrutó, devorando el envoltorio antes de clavar sus dientes en el bombón, tirando con los labios levemente de los plateados pendientes situados en el lóbulo de su oreja.
—¿Nunca te han enseñado que no se juega con la comida? —respiró Jungkook con voz ronca.
Taehyung esbozó media sonrisa.
—¿Vas a oponerte a mis métodos? —musitó, y en un ronroneo se deslizó hasta el lugar adecuado, hundiendo finalmente los colmillos en el chico.
Lo hizo con delicadeza a pesar de su hambre, y el subidón de dopamina inundó las venas de Jungkook como la mayor droga, solamente comparable con otras sustancias tan peligrosas como adictivas, o con una larga sesión de sexo que ambos desconocían.
La molesta y punzante succión de sangre se vio acompañada de un sonidito húmedo de drenaje que escapó entre los carnosos labios del moroi, mientras Jungkook exhalaba la insonoridad de sus jadeos profundos, deslizó los dedos sin fuerza por la espalda de su compañero vampiro.
El placer llegó despacio, como una ola irrefrenable que recibió entre sus brazos abiertos. Por su lado, Taehyung sintió el frenesí poco frecuente de su raza, mareándose levemente. La sangre de su dhampir era como el vino, embriagadora y tan complaciente como la más fresca de las fuentes. Y tomando la ración justa y necesaria para saciarse con el manjar de su sangre, soltó el cuello del joven extasiado, y redirigió sus labios manchados del carmín de su hemoglobina, a los más rosas, besándole sin permiso.
Jungkook se encontraba inducido al edén por el subidón adictivo, pero la bajada de este se le hizo más fácil, percibiendo el sabor del hierro diluyéndose entre su saliva y labios. Sólo había probado su propia sangre en las ocasiones en las que alguien en la academia le golpeó la mandíbula, magullándose las encías durante los entrenamientos. Pero incluso entonces, supo que preferiría los gruñidos de su gatito con colmillos, a los puños de un novicio.
Sosteniéndole entre sus brazos con una evidente erección bajo el pantalón, la puerta del dormitorio resonó por unos nudillos. Taehyung se irguió sobre él, mientras la puerta era levemente empujada por la cabeza de Yoongi. Error. Las dos hendiduras de los colmillos en el cuello del dhampir, donde su sangre se derramaba en dos finos hilos, se mostraron claramente ante su visión. Y, por si fuera poco, Taehyung presentaba unos colmillos salientes bajo su labio rojizo superior.
—O-oh, joder —exhaló el humano—. ¡Joder!
Yoongi salió disparado hasta la otra punta del pasillo. Taehyung se levantó de la cama en un movimiento, con Jungkook a punto de tropezarse consigo mismo y caerse de boca al suelo.
—¡Yoon! ¡Espera! —exclamó saliendo del dormitorio—. Puedo explicártelo.
Cuando atravesó el marco de la puerta del dormitorio del chico, Yoongi le señaló con un bate de béisbol pintado con las palabras «Back To The Hell».
—¡Quieto ahí! —le ordenó amenazante.
El ordenador portátil del humano estaba colocado sobre su cama, con Spotify activo y algún grupo de rock en un hilo musical que llegó hasta sus oídos.
—¿Yoongi? —pronunció Jungkook, levantando las manos en son de paz—. Dame un minuto.
Taehyung apareció en la puerta junto al pelinegro, y Yoongi se puso aún más nervioso en la presencia del rubio.
—Vampiro, no te muevas —le escupió con chulería, seguido de una breve inseguridad—. Dios, ¿por qué tuve que deshacerme del rosario que me dio la bendita diabla de mi madre?
—Yoongi, no somos peligrosos —explicó Taehyung serenamente—. Tienes que tranquilizarte. Te lo explicaré.
—¡Sabía que ocultabais algo! ¡Pero, tú! ¿¡Tienes poderes mágicos!? —farfulló—. Espera, no. Eso no es posible. ¡¡¡¡Vampiros en mi apartamento!!!!
—No somos vampiros —soltó Jungkook—. Bueno, yo no. Él sí.
Yoongi les miró con el rostro desencajado.
—Yoongi, por favor... no me obligues a... —le pidió Taehyung lentamente.
—¿¡Me estás amenazando!? —exclamó, dirigiéndose después a Jungkook—. ¿Te tiene hechizado? ¡¿Está alimentándose de ti?!
—¡No! —Jungkook se aproximó al humano con un paso lento, bajando las manos—. Escucha, lo hago voluntariamente. Taehyung es inofensivo.
Taehyung levantó una ceja al escuchar su irónico «inofensivo». Tan irónico que hasta hacía un minuto estaban comiéndose a besos.
—¿Y tú que eres? —cuestionó con los ojos bien abiertos—. ¿Sólo humano?
—No, humano no —respondió con genuina sinceridad, mirando a sus ojos castaños—. Soy dhampir. Un híbrido entre humano y vampiro, pero tengo casi las mismas características que las de uno. Soy similar a ti, y Taehyung es mi protegido.
—¿Protegido? —dudó bajando el bate de béisbol, mientras la guitarra eléctrica resonaba en su portátil—. ¿Por qué demonios iba alguien a proteger a un vampiro?
Jungkook abrió la boca, y seguidamente la cerró, mordiéndose el labio inferior en silencio.
«Una historia demasiada larga —pensó—. Tanto, que casi había estado 7 años de su vida en una academia para aprender cómo funcionaba aquel mundo, y no ser un completo inútil contra los vampiros a los que de verdad había que tener miedo».
—Porque soy un príncipe —dijo Taehyung con voz clara—, y tengo el quinto elemento. Huimos de Bucheon tras un ataque en palacio. Y ahora estamos aquí, ocultándonos del lugar donde provenimos.
Jungkook le miró de soslayo, casi como si hubiera recibido un latigazo cuando pronunció lo del quinto elemento. Pero sabía por qué lo hacía; si Yoongi les rechazaba, no tendría más remedio que hacerlo. Borrar su memoria e irse de allí sería su mejor alternativa.
Sin embargo, Yoongi abrió la boca, y les dejó atónitos.
—Bien, pues entonces, vais a tener que explicarme de donde sale esto —emitió arremangándose para mostrarles algo—. Y por qué sigo pensando que es un perro, mientras sueño todo lo contrario.
Taehyung vislumbró la cicatriz de su antebrazo, grande y en forma de media luna, producida por una mandíbula, como los atroces mordiscos de strigoi.
—¿Un mordisco de strigoi? —masculló Jungkook con escepticismo—. No puede ser cierto, ¿cuándo te ha ocurrido eso?
—¿Stri-qué? —preguntó sintiéndose atontado, arrastrando sus pupilas desde las Jungkook hasta el ojiazul.
—Strigoi —repitió Taehyung—. Los vampiros de los que sí hay que preocuparse.
—Genial, más nombres raros —bufó sarcásticamente—. Vais a tener que explicarme quién cojones sois, si no queréis que llame a Protección Civil.
—Y tú a nosotros —declaró Jungkook, cruzándose de brazos.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
En la mesa del comedor, Yoongi se sentó con un segundo botellín de cerveza y una cabeza con una revuelta sopa de letras.
—Entonces tú eres el vampiro bueno —concordó señalando a Taehyung—, tú eres el tipo híbrido cazavampiros, y luego están los vampiros malos.
Jungkook se masajeó la sien con un par de dedos, armándose de paciencia.
—Moroi, dhampir y strigoi —le repitió fatigado—. Llámalo por sus nombres, por el amor de dios.
Yoongi se mordisqueó la punta de la lengua con pasividad, dirigiéndose al rubio.
—Vale, pero, ¿dices que tú estás vivo?
—Sí —afirmó Taehyung—. La diferencia es que envejezco lentamente, el sol muy directo puede lastimarme, y necesito comida humana, como cualquier otro mortal.
—Pero... estabas alimentándote de él...
—Yo nunca le he hecho daño a nadie para hacerlo—le explicó de nuevo, con otras palabras—. Los moroi necesitamos una ración de sangre diaria para controlar el apetito, por eso contamos de proveedores humanos, quienes se someten voluntariamente a cambio de...
—En serio, ¿cómo puede haber tantos imbéciles que se preste a eso? —bufó una carcajada con descaro—. Quiero decir, dices que es como un trabajo a tiempo completo, ¿o algo así?
—Bueno, reciben los mejores cuidados y todos sus caprichos —añadió el moroi pacientemente—. Ellos viven en el límite de la sociedad, pero no se relacionan más allá con nosotros.
—¿Y tú ahora eres su proveedor? —le preguntó a Jungkook, sintiéndose despistado.
—No, no. S-sólo... estoy ayudando a que no muera de hambre —contestó con cierta timidez, agradeciéndose mentalmente que Yoongi no supiera más allá sobre el tabú de los mordiscos—. Mi genoma dhampir me convierte en un híbrido entre humano y vampiro. Soy algo superior de constitución a la gente como tú; constamos de mejores sentidos, algunas diferencias más beneficiosas en nuestros organismos, y podemos soportar el peso elemental de unas armas especiales sin que nos hagan daño, como... bueno, eso una larga historia.
—¿Y qué es eso de «guardián»?
—Soy el guardián de Taehyung —respondió el dhampir contundentemente—. Oficialmente, cerramos un contrato donde se pactaban nuestras condiciones.
—Los guardianes se instruyen desde que son novicios en numerosas técnicas, se preparan para conocer a los enemigos, y proteger a la raza moroi de la brutalidad strigoi —Taehyung se unió a su explicación, intentando resumirlo.
—O sea, que eres un puto cazavampiros —razonó Yoongi alucinándolo—. Con licencia y todo.
A Jungkook le apeteció arrancarle la cerveza de la mano y pegarle con ella en la cabeza. Aunque a lo mejor la necesitaba antes de seguir escuchando todo aquello.
—Pero, ¿cómo has podido ser mordido por un strigoi y no recordarlo? —redirigió Taehyung astutamente—. Los has estado dibujando, he visto que tienes un don con eso.
—No me mordió un strigoi, recuerdo que... lo... lo hizo un perro, un perro que...
—Pero has soñado con uno. Lo dijiste —le recordó el rubio—. Y por cierto, las marcas de strigoi se quedan así por el veneno que inyectan, queman la piel alrededor, casi como si fuera un químico. La raza moroi no está dotada de tales glándulas en las encías.
—Yo... siempre me ha gustado la ficción vampírica, pensé que...
—Yoongi —intervino Jungkook—, los strigoi no pueden moverse por el día, el sol les fulmina. ¿Te has movido por algún sitio especial por la noche? ¿Te sucedió aquí, en Busan?
Yoongi apretó los párpados tratando de recordar algo, pero siempre se topaba con la misma laguna. Una laguna blanca, vacía, que se interponía entre todo haciéndole retroceder de nuevo.
—No sé.
—Puede ser un método de protección de tu cerebro —argumentó Taehyung, compartiendo una mirada con Jungkook—, tengo entendido que algunos traumas profundos se eliminan de la memoria para evitar más problemas en el sujeto. Lo sé porque, cuando mis padres... b-bueno, mi instructor de magia me dijo que yo había omitido mi elemento en su lugar.
—¿Qu-qué demonios es eso del quinto elemento? ¿Eso es lo que le hiciste a Jungkook? —preguntó Yoongi con un parpadeo.
—Los moroi nacemos dotados de uno de los cuatro elementos, pero yo... desarrollé algo completamente distinto —dijo, omitiendo el secreto de su vínculo mental y otras decenas de datos que consideraban demasiado íntimos—. Por eso le llamamos así.
—¿Quién te mordió? —Jungkook insistió esporádicamente en lo mismo—. ¿Dónde ocurrió?
—Un perro —respondió Yoongi casi sin pensárselo—. Estaba en un parque.
El dhampir levantó las cejas pensando en algo más allá de eso.
—Qué —formuló Taehyung, adivinando la expresión de su rostro—, ¿qué pasa?
—¿Desde cuando estás obsesionado con dibujar vampiros, y todo ese rollo gótico? —le preguntó a Yoongi de nuevo, apartando la curiosidad de Taehyung brevemente.
—No estoy obsesionado —gruñó Yoongi—, siempre he dibujado. Pero lo hago más desde el año pasado. De hecho, mis tiras de cómics las aceptaron en Knightmare después de...
—¿Después de qué?
—Insistiera —finalizó.
—¿Por qué insististe? —interrogó el pelinegro.
—Porque... tengo talento y es mi futuro... —dijo casi sin pensarlo.
Jungkook entrecerró los ojos, mirándole fijamente.
—Lo dices como si no estuvieras convencido.
—Estoy convencido, sólo es que —se detuvo con un balbuceo—, no suelo hablar así sobre mí mismo. De hecho, yo ni siquiera sabía si me aceptarían...
—Huh, ya —musitó Jungkook sinuosamente—. ¿Quién te ha convencido para que lo consiguieses?
—Nadie.
—¿Qué ocurre en tus sueños? ¿En los de los vampiros?
—Alguien me muerde, y... —Yoongi soltó un extraño jadeo, tocándose en un tic nervioso el brazo—, m-me despierto.
—¿Quién más había allí? —insistió advirtiendo su gesto—. ¿Y dónde estabas?
—S-sólo yo... en... en un parque.
—Entonces era un strigoi.
—¡No! ¡Me mordió un perro! —exclamó el humano repentinamente.
Jungkook y él se miraron en la breve distancia separada por sus respectivos asientos, mientras el propio Yoongi advertía su brusca alteración.
—P-perdona, Kook, yo...
—Ahí estás... exasperado —masculló Jungkook—. La planta de verbena que tienes en la cocina, ¿quién te dijo que la pusieras ahí? He visto que a veces la tomas en el té.
—Le da un buen sabor...
—Yoongi, la verbena no sabe a nada en nuestros paladares —le informó Jungkook gesticulando—. Sólo Taehyung se daría cuenta de su sabor amargo, o... un strigoi... para ellos sería puro veneno.
—Mira, tío —soltó algo irritado, negando con la cabeza—, me estás poniendo muy nervioso. No quiero seguir hablando de esto, ¿podemos volver a lo de los elementos?
—No.
—Jungkook —pronunció Taehyung, deteniéndole—. ¿Qué estás haciendo?
Jungkook se reclinó en la silla, soltando un suspiro.
—Hay algo que no me cuadra —razonó inquisitivamente.
—¿Qué?
—Sus respuestas cognitivas no son normales. Fíjate en sus expresiones —señaló el pelinegro con gran observación—, hay cosas que rebusca en su mente, y otras veces las responde como si fuera algo automático. Se contradice a sí mismo como si tuviera dos opiniones muy diferentes dentro de sí. Y ni siquiera es consciente de que las tiene.
Yoongi levantó la cabeza con una expresión muy distinta, y su corazón se elevó con inquietud, golpeando bajo su garganta.
—Jungkook... ¿qué dices? —respiró Taehyung—. ¿Estás hablando de... compulsión?
—Sí —respondió.
—¿Compulsión? —repitió Yoongi—. Un momento, ¿qué demonios es eso?
Taehyung se precipito negándolo rotundamente.
—No. Eso es imposible, sólo alguien con el quinto elemento puede hacer... —sus palabras se disolvieron abruptamente, mostrándose completamente perplejo.
—Alguien ha tocado su memoria —pronunció Jungkook decididamente—. Dijiste que no le convenciste para traernos aquí, pero él nos trajo casi como si lo necesitase.
—¿Estás poniendo en duda mi generosidad? —le preguntó molestándose.
—Yoongi, no pongo en duda que te alegrases de verme ocho años después, pero, ¿has reparado en que sabes que Taehyung tiene un poder, y ni siquiera te ha importado? —formuló el joven dhampir—. Es como si formaras parte de esto. Has confiado en nosotros casi como si lo necesitases.
—¿Crees que alguien más tiene el quinto elemento? —le preguntó Taehyung, como si Yoongi fuera un mero espectador—. ¿Que alguien ha jugado con sus recuerdos?
—¿Cuál podría ser la explicación, sino? —reiteró el azabache con un chasquido—. ¿Un trauma?
El moroi se levantó de la silla y se aproximó a Yoongi.
—Eh, qué haces —soltó el humano con desconfianza.
Yoongi le miró con ojos abiertos e iris castaños y limpios, percatándose de lo hipnotizantes que resultaban los del moroi. Aquella aura especial que ya había percibido y flotaba alrededor de él, en suspensión, robándole los segundos como si su quintaesencia le atrajese como un mosquito a la miel.
—Creo que puedo intentarlo —dijo Taehyung con serenidad—. Déjame intentarlo.
—¿Intentar qué?
El moroi extendió una mano, pero Yoongi le detuvo. Sin embargo, el simple toque de su mano en el antebrazo del humano, le hizo percibir una sensación inusual: un muro. Un bloqueo.
—Algo ha alterado tu mente —le dijo, sin apartar su mano sobre brazo ajeno—, no voy a hacerte daño, sólo quiero comprobarlo. Creo que puedo hacerlo.
—Yoongi... —musitó Jungkook.
Yoongi les miró a los dos, y tras unos segundos, bajó sus defensas deseando descubrir qué era lo que pasaba. Fuera como fuese, él sabía que eso estaba allí desde hacía tiempo. Aquel extraño grito silenciado, que estaba construyendo un vacío que cada vez ocupaba más.
Taehyung extendió los dedos y tocó sus sienes como si creyera poder leer su mente. Inspiró profundamente y cerró los ojos, concentrándose en Yoongi, percibiendo su psique, apartando el cordón latente que le unía a Jungkook y le hacía presentir sus pálpitos. Escuchó como en un susurro la fina capa de inseguridades superficiales provenientes del humano, el temor a sí mismo, a ellos, la confianza genuina en Jungkook, y su agrado por él. La cotidianidad de su pasado, gritos, su familia, su madre echándole de casa, su actitud rebelde y forma de aislarse del mundo.
Y... el bloqueo. Como una estrella entorno a la que giraban un montón de elementos, donde la gravedad existía, pero la luz no entraba ni salía. Estaba ahí, tan visible como invisible, y contra más intentase arañarla para desgarrar el envoltorio, más le dolían los dedos.
Yoongi gimió con voz ronca, y Taehyung sintió como si unas agujas se clavasen en su cerebro. Abrió los ojos bruscamente, y se alejó del humano jadeante.
—¿Estáis bien? —preguntó Jungkook.
Taehyung asintió en silencio, tragando saliva. Yoongi clavó un codo en la mesa y se pasó una mano por la frente y cabello sintiéndose mareado, perturbado, como si alguien hubiese hundido la cabeza en un espacio demasiado personal.
—Lo siento—le dijo Taehyung—. Sólo estaba buscándolo. Y lo he encontrado, pero no puedo saber qué es.
—¿Te refieres a su memoria? —le preguntó el dhampir.
—Así es... Sea como sea, esa persona no te ha hecho daño. Creo —analizó lentamente—. Piénsalo así, una planta de verbena, un propósito para seguir con su vida... suena a que deseaba protegerle. Pero no sé por qué te ha obligado a que le olvides. Ha eliminado todos los elementos sobrenaturales.
—¿Alguien me ha borrado la memoria? —formuló Yoongi tan inquieto como perturbado—. ¿Con una magia como la tuya?
El moroi asintió con cierta lástima.
—Taehyung, no puede haber más de un portador del espíritu en la misma era —exhaló Jungkook—. Deberíamos preocuparnos por esto. ¿Un moroi en Busan? ¿Sin que la comunidad nosferatu le conozca? Es imposible, ¿qué hay de su familia? ¿qué hay de su poder? Sé que tú no lo usarías para manipular tu entorno, pero, ¿qué hay de esa otra persona?
—Tal vez tenga años... centenas de años... —pensó Taehyung—. No lo sé. Pero si se ha mantenido en secreto es por algo...
—¿Puedes obligarme a que recuerde todo?
La pregunta de Yoongi fue tan directa, que casi dejó perplejos al dúo que conversaba frente a él. Taehyung se sintió triste por no poder ayudarle, mientras que Jungkook, comenzaba a preocuparse por esa otra persona desconocida con un poder tan peligroso como el del espíritu.
—No creo que pueda anular la orden de otro espíritu —le dijo el moroi—. No sin hacerte daño. No sin... hacernos daño...
—P-puedo resistirlo —insistió con osadía—. Quiero saber qué es lo que me ha pasado.
—Yoongi, nunca he hecho algo así... ¿y si destruyo tu mente? —dudó el otro—. ¿Y si pierdes la razón por mi culpa? ¿Y si yo la perdiese? Ni siquiera conozco el alcance de mi poder, es la primera vez que percibo la mente de alguien.
—No. No lo harás —sentenció Jungkook de forma protectora—. Fin de la historia.
Yoongi le miró mal, aunque supo que él lo hacía por proteger a su moroi, no por cortarle las alas a su pobre amigo de la infancia. Él se levantó de la mesa y salió a la terraza a tomar el aire. Debía estar durmiendo a esa hora, sino fuera porque se había desvelado, finalmente pillándoles en una situación comprometida.
«Tan sólo si hubiesen apagado esa maldita televisión en vez de dejarla encendida —se dijo, tan frustrado como aliviado por conocer finalmente los detalles.
Taehyung y Jungkook le dieron su espacio, un corto tiempo de unos minutos en los que Taehyung se sentó en el sofá, y cedió a que Jungkook saliera a hablar con su amigo.
—Siento que te hayamos metido en todo esto —le dijo tras su espalda, aproximándose a la barandilla a uno de sus lados—. No queríamos involucrarte, pero... supongo que ya estabas más que involucrado desde el principio...
—Tranquilo —contestó Yoongi, mirándole de medio lado—. Sé que aquí os sentís seguro, pero, ¿por qué?
—Bueno, al menos sabemos que eres humano —le dijo algo más despreocupado—. Los apartamentos de los humanos constan de un aura natural que evita la entrada de monstruos nocturnos, a no ser que...
—A no ser que, ¿qué?
—Que sean invitados.
—Oh, genial —ironizó Yoongi—, así que tengo que pagar en el rellano.
—O en el marco de la puerta —sonrió Jungkook—, nada de mencionar que puede pasar mientras tanto. Las invitaciones son irreversibles.
Yoongi exhaló unas carcajadas sinceras, pese a que su amigo iba en serio.
—Entonces... ¿vais a marcharos?
—No si no nos pegas con un bate de béisbol —señaló divertido—, ¿qué te parece el trato?
—Yo... oye, quiero saber qué es lo que me ha pasado —reflexionó—. Pero... ¿puedo preguntarte algo más?
Jungkook se apoyó en la barandilla.
—¿Sí?
—¿De qué estáis huyendo? Dijiste que Taehyung era un príncipe, ¿dónde está toda esa gente?
—Sufrimos un ataque de strigoi, pero todo es mucho más complicado que eso —explicó bajando la cabeza—. Hemos perdido a demasiada gente, hemos... pasado por demasiado. Y cuando más lo necesitamos, las cosas sólo siguen complicándose. Debemos mantenernos unidos, Yoongi.
—El primer día que estuvo aquí, Taehyung me dijo que no podíais estar juntos —murmuró—. ¿Esa gente no os permite tener una relación?
Jungkook negó con la cabeza.
—Nuestras razas no pueden mezclarse, y aún menos con un príncipe... podrían... encarcelarme por esto —pronunció lentamente—. Podrían alejarme para siempre de su lado.
—Pues permíteme que te lo diga, pero los de esa comunidad son unos cerdos —agregó Yoongi en voz baja—. Y puede que yo no sea un híbrido macizo como tú, pero, te aseguro que te ayudaré a zurrarles si vienen a por vosotros. Esos strigoi, o quienes sean esos los de la comunidad Nefertiti.
—Nosferatu... —le corrigió suprimiendo una risotada.
—Jungkook —insistió Yoongi, recuperando su aliento—. Si piensas que estáis solos, te estás equivocando. Yo soy vuestro aliado. Y tengo un bate de béisbol en mi dormitorio con el que no me importa batear más de un culo.
El dhampir inspiró profundamente, y se acercó para darle un abrazo. Un abrazo que provocó una afilada emoción agridulce por recordar a su gran amigo Jimin, por conocer todo lo que tenían a las espaldas y probablemente aún desconocían, mientras Taehyung le besaba en aquel dormitorio, susurrándole que cambiaría su forma de vida por estar a su lado.
No era fácil enfrentarse a las adversidades, pero a pesar de todo y de haberse encontrado perdidos, no estaban tan solos. Ya no.
—Gracias —musitó Jungkook sobre su hombro, sabiendo que tenían un nuevo amigo—. Gracias por todo. Y averiguaremos lo que te ha pasado.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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