Capítulo 25
Capítulo 25. Ínfima Felicidad
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—¿Y Kookie?
La primera pregunta con la que Taehyung abordó a Seokjin, le hizo apretar la mandíbula.
—Está haciendo unas cuantas cosas —le respondió sin dilación—, me dijo que te llevase hacia donde él estaba más tarde.
—¿Hmnh? —dudó caminando a su lado—. ¿Y dónde está? Pensé que me recogería él. Creo que dijo algo sobre que quería ir a cenar, o...
Seokjin trató de cambiarle de tema, paseó con Taehyung por la ciudad y después se dirigió a tomar los ascensores sectoriales que subieron a la salida superior de la montaña. Se alegró de ver que el moroi llevaba guantes, porque tras la puesta de sol, el frío arreciaba entre los copos de nieve que habían decidido dejar de caer durante la tarde.
—¿Vamos afuera? —formuló el moroi observando la salida de la montaña.
—Así es.
—Huh.
Taehyung siguió sus pasos, el camino exterior daba a una colina donde habían apartado la nieve. Generalmente, servía como entrada a cazadores y montañeses de Revenant.
—Por aquí —dijo Seokjin, extendiendo el brazo hacia él—, dame la mano. Saltemos ese trozo de hielo.
Taehyung agarró su antebrazo, y subió tras él, bordeando la colina hasta la zona más alta. Los pinos se encontraban abrigados arriba, y Seokjin utilizó una linterna para guiarle el camino durante minutos, mientras Taehyung comenzaba a sentirse algo inseguro por andar por allí a esa hora.
El cielo estaba limpio, plagado de estrellas, pero hacía un frío que comenzaba a helar la punta de su nariz, y a hacerle dudar de dónde se encontraba su dhampir.
—¿Queda mucho? —preguntó con inseguridad, caminando tras los pasos del mayor—. Jin...
—No. Es allí —señaló Seokjin—. ¿Ves la luz de las antorchas? Ve hacia allá. Me quedaré aquí.
—¿Qué? —Taehyung le miró de soslayo, teniéndose sobre la nieve—. ¿Por qué?
—Tengo que montar una guardia más abajo —le dijo, seguidamente guiñando un ojo—. ¡Hasta mañana!
Taehyung se quedó anonadado. Sus botas de piel de visón se hundieron en la nieve, guardó las manos en los bolsillos del cálido abrigo, y avanzando hacia la zona más iluminada sin terminar de perseguir el destello de las antorchas, sus iris encontraron a Jeon Jungkook.
Avanzó hacia él con un semblante de asombro, observando sus alrededores. Un pequeño claro rodeado de coníferas, donde se encontraba una cabaña de madera con un pequeño porche. Había un par de palos de antorchas clavadas en la nieve.
Jungkook estaba guapo. Vestía una camisa blanca bajo una chaqueta fina y oscura, que llegaba hasta la mitad de su muslo. Llevaba pantalón negro ajustado, sobre unos zapatos pulidos que jamás le había visto usar. Su cabello se veía impecable, con un lado peinado hacia atrás, y el flequillo largo bien amoldado.
Taehyung se detuvo antes de subir la escalera del porche, y pestañeó en los metros que les distanciaban, como si por un momento, temiese acercarse hasta el dhampir.
—¿Tae? —dudó Jungkook, observándole detenido sin expresión aparente.
El moroi tragó saliva, y bajó la cabeza con un rubor.
—¿N-no tienes frío? —formuló en tensión, comparando su jersey de lana y abrigo de piel con las elegantes prendas de su compañero.
Incluso sus manos estaban enguantadas con unas calentitas manoplas rellenas de algodón. Él parecía un oso de peluche al lado del sexy de su novio.
—No —respondió Jungkook bajando las tres escaleras que les distanciaban—. ¿Quieres pasear?
El azabache le ofreció una mano, que Taehyung estrechó sintiendo la calidez de sus dedos a través de los guantes.
«Ventajas de ser un dhampir», pensó admirando su alta temperatura.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó, sin recibir ninguna respuesta aparente.
Siguió su paso amortiguado sobre la nieve, en una noche llena de estrellas. Alejándose lentamente de la zona de antorchas que iluminaban el exterior de la cabaña, Taehyung desvió la cabeza observándola.
—No sabía que había una cabaña aquí arriba —expresó con curiosidad.
—Seokjin me lo dijo —manifestó el dhampir—. Hay varias por aquí. Las pusieron en propiedad de humanos de Revenant, para contar con el glamour protector.
—Oh —exhaló Taehyung—, ingenioso.
—Están vacías... alguna gente las alquila para pasar los días fuera de la montaña —le contó Jungkook—, o extender sus horarios de caza.
Taehyung estrechó su mano mientras caminaban, y le miró de soslayo en un par de ocasiones, sintiéndose empequeñecido por lo guapo que estaba. El suave susurro de sus emociones rozó la psique de Jungkook a través del vínculo, y él enmudeció durante unos segundos.
El cielo estaba tan estrellado, que atrajo los iris claros del moroi en lo que se acercaban al murmullo de la catarata.
—¿A dónde vamos? —preguntó Taehyung en voz baja, sintiendo las mejillas y la punta de la nariz helada.
—No te preocupes, voy bien armado —expresó Jungkook, mostrándole las estacas y la daga de hielo que llevaba bajo la chaqueta—. No iremos lejos.
Taehyung no dijo nada, pero él no lo decía por temer a la noche, sino porque tenía frío y comenzaba a sentir mucha curiosidad por saber el motivo de por qué se encontraban allí. No obstante, no podía preocuparse si Jungkook estaba a su lado, a pesar de que llevasen semanas sin salir al exterior en un horario nocturno.
Cerca de la catarata, se detuvieron observando el cielo y las vistas nocturnas que daban a una lejana ciudad de Daegu, de altos y lejanos rascacielos. El resto era campo, bosque, zonas rocosas y cordilleras. El cielo nocturno se veía espectacularmente limpio en las pupilas del moroi, con nebulosas púrpuras y celestes, centenares de racimos estelares formando constelaciones y algunas tímidas nubes oscuras que se acercaban para derramar los futuros copos de nieve que lloverían durante la madrugada. En sus iris reflejaron la luz que atrapaba del cielo, como en un trozo de vidrio líquido que se posó lentamente sobre Jungkook.
—¿Has visto ese cielo? —masculló Taehyung casi sin aliento—. Jamás lo había visto tan hermoso.
Los ojos de Jungkook estaban ciegos en comparación a la superioridad de las pupilas de un moroi, pero, aun así, el pelinegro pudo apreciar la belleza de una despejada noche de invierno, aunque admiró profundamente más la de su compañero.
—Sí —suspiró Jungkook, liberando un cálido vaho que escapó de entre sus rosados labios—. Es espectacular.
Sus dedos apartaron unos mechones rebeldes de la suave cabellera clara del moroi, entonada del color albino bajo la luna de plata. Su corazón comenzó a estremecerse sabiendo que había llegado el momento de decírselo.
—Desde que estamos aquí... —comenzó el dhampir con un temblor de voz, que consiguió serenarse con el paso de los segundos—, las cosas han cambiado.
—¿Eres feliz? —le preguntó Taehyung atentamente.
—Claro que lo soy —contestó sujetando sus manos—, ¿cómo no iba a ser feliz a tu lado?
Taehyung sonrió con dulzura, y bajó la cabeza apretando los dedos de sus manos afectuosamente.
—Kookie, yo... —murmuró el ojiazul—, nunca me había sentido así...
El corazón de Jungkook latió con fuerza en su pecho.
—Escúchame —le detuvo Jungkook, recuperando sus iris vidriosos—. Hace meses, te prometí que estaríamos juntos, sin importar lo que sucediera. Sé que aún tememos por lo que haya ahí afuera, pero tenemos ayuda, a Seokjin, a Jimin, a Yoongi... a Freyja y Revenant... la comunidad nosferatu debe saber la verdad, y no podemos olvidar a mi padrino, o Namjoon, o incluso a... Xiumin...
Taehyung tragó saliva pesada, escuchando con atención sus palabras. El tono de voz de Jungkook era sereno, decidido, seguro, y advirtió que trataba de transmitirle un mensaje muy importante.
—Pero hasta el día de hoy, y desde el momento en el que te conocí, he sabido bien donde estaba mi lugar —prosiguió el pelinegro lentamente, ahondando en su corazón—. No se trataba de ser dhampir, o de convertirme en tu guardián. Se trataba de estar contigo. Me atrapaste Taehyung, y no tiene que ver con el vínculo que nos une, con que me regresaras de la muerte, o con que estuviéramos prometidos desde niños; he nacido para seguirte. Caí en ti desde el primer día en el que pude verte, y hubiera soportado tu rechazo por miedo u odio, sólo porque necesitaba conocerte. No sé si eres tú, o el espíritu, o tu poder nació contigo por ser tan especial como eres... pero mi amor por ti es incurable. Mis deseos por cumplir los tuyos son inefables. Y no sé si encontraremos el momento exacto, pero hasta entonces, prométeme algo.
Los ojos de Taehyung se encontraban empañados, y en aquel silencio acompañado del murmullo de la catarata, y el paisaje de la montaña que les envolvían en una clara noche, el moroi asintió sin pronunciar ni una palabra.
—¿El qué? —jadeó el moroi con una emoción que retenía sus lágrimas.
Su corazón zumbaba en sus oídos con fuerza, y sus dedos temblaron cuando Jungkook soltó sus cálidas manos.
Rebuscó algo en el bolsillo interior de su chaqueta, deslizando fuera de este una diminuta caja de terciopelo negro. Taehyung perdió el aliento, sus ojos se hicieron más grandes y se clavaron sobre los iris castaños de Jungkook. Con labios entreabiertos, sintió que el tiempo se ralentizaba durante esos segundos, que el murmullo del agua y del viento rozando las hojas de las coníferas acallaron para escucharles. Que las estrellas detuvieron la oscilación de su luz, echando un vistazo sobre ellos para grabarles desde el firmamento.
Jungkook clavó una rodilla en el suelo, mientras el pecho de Taehyung subía y bajaba con la fuerza de su respiración y pálpitos, y su mirada se derramó sobre él desde los centímetros que les separaron. El dhampir recuperó el habla, esclareciendo las intenciones de su promesa:
—¿Te casarías conmigo? —pronunció suavemente, sosteniendo con la misma fuerza aquel anillo de pedida, como su nerviosismo, pavor y honrada timidez.
Taehyung ni siquiera miró el anillo, dejó caer sus rodillas en el suelo amortiguado por la nieve, y le abrazó con tanta fuerza, que ambos estuvieron a punto de derrumbarse. La cajita se escurrió entre los dedos del pelinegro y tocó la nieve, y sus brazos, envolvieron lentamente al moroi, percibiendo el temblor de su cuerpo. Taehyung enterró el rostro en su hombro y derramó unas indescriptibles lágrimas de felicidad.
Ni en sus mejores sueños se había imaginado que Jungkook le pediría matrimonio. Él nunca se mostró interesado en eventos tan tradicionales, e incluso cuando Taehyung se lo dijo meses atrás en Busan, Jungkook pareció prometérselo a regañadientes por lo emocionado que el moroi estaba suplicándole ocultarse en el mundo humano, y vivir su relación como tanto habían esperado.
Sin embargo, allí estaban. Y Jungkook nunca se había sentido más emocionado, recibiendo la oleada de conmoción de su compañero a través de la estrechez de su vínculo, las lágrimas de felicidad en su hombro, y su aprisionador abrazo del que no logró deshacerse hasta pasados los minutos.
—Tu falta de respuesta comienza a preocuparme —murmuró Jungkook con cierta burla, sosteniendo su rostro con una tibia mano—. ¿Estás bien?
Y a pesar de las pestañas castañas del moroi, de sus rodillas heladas sobre la nieve y sus rasgados ojos entrecerrándose sin dejar de mirarle, musitó una melodiosa respuesta:
—Debería estar loco para negarme —expresó con suavidad—. Sí. Claro que sí, Jungkook.
Su rostro se inclinó hacia un lado, y pasando unas manos enguantadas por su nuca, besó sus labios ejerciendo la presión exacta como para marcar su respuesta con un indudable sello. Sin respiración, se mantuvieron así por unos segundos, en los que volvieron a escuchar el sonido de la catarata, y el viento helado que acariciaba las hojas lineales de los pinos verde oscuro. La nieve derretida bajo sus rodillas, comenzó a calar sus pantalones, y Jungkook tiró de su mano cuando se separaron, instándole a levantarse conjuntamente.
Los ojos del pelinegro se encontraban vidriosos cuando se agachó para recoger la caja de terciopelo abierta, y con un par de dedos, apartó las motas de hielo del anillo de oro rosado, ofreciéndoselo a su compañero en un segundo intento. Él sacó cuidadosamente la sortija, y Taehyung la observó en detalle la flor de diamantes y el par de delicadas alas sobre la montura, mientras el dhampir le quitaba uno de sus guantes calientes.
—Es precioso —exhaló con asombro—, ¿de dónde lo has sacado?
—De Revenant —contestó Jungkook cálidamente—, Freyja me hizo un préstamo. Mira el interior.
Taehyung sonrió lentamente cuando descubrió sus nombres grabados en la parte interna, dejó que el pelinegro se hiciera cargo de sus dedos, apoderándose del anillo y vislumbrando como la pieza encajaba perfectamente en el delgado dedo anular de su mano derecha. Jungkook sujetó su mano y lo admiró puesto, estrechando sus dedos con un pasivo orgullo que burbujeó en su pecho.
—No sabía que tenías tan buen gusto —sonrió Taehyung, picándole levemente.
—S-sólo pensaba en ti cuando lo elegí —murmuró el dhampir con un adorable rubor en las mejillas—. ¿Eres tonto?
Taehyung se rio melodiosamente, y posó la mano desnuda en la que portaba el anillo en la mejilla de su compañero, atrayendo los iris castaños a los suyos. Momentáneamente, advirtió el destello de los astros en los vértices de los diamantes que formaban la flor abierta de la delicada joya. Y después, arrastró sus pupilas hasta el dhampir, con una profunda sensación de promesa y compromiso. De un amor sempiterno entre ambos.
—Te amo, Jungkook —expresó genuinamente, transmitiendo unos pulsos rítmicos en el corazón del otro—. Ahora y siempre.
Su mano se deslizó por su sien, arrastrando unos mechones de cabello oscuro y suave entre sus dedos, que se enterraron en su nuca.
—Tal vez ahora tengamos que estar aquí —prosiguió Taehyung—, pero cuando nos casemos, viajaremos en nuestra luna de miel.
Las comisuras de los ojos del dhampir se arrugaron en la iluminadora sonrisa que atravesó su rostro.
—¿A dónde quieres ir? —formuló con diversión.
—A París, a Nueva York, a Barcelona, a Tokio —enumeró cómicamente—, tengo una lista de lugares que he de conocer.
Jungkook se rio alegremente.
—Me lo has contado mil veces —reconoció el pelinegro, recordando la vez en la que fueron novicios, y pasando sus brazos alrededor de su cuello delicadamente, atrajo su pecho al suyo en la fría noche—. ¿Cuándo va a bajar tu cabeza de entre las nubes?
—Cuando dejes de quererme —murmuró Taehyung junto a la comisura de sus labios.
—Entonces, volará para siempre —suspiró el dhampir.
Taehyung le dejó un beso en la comisura, y sintió la brisa invernal arreciar en su espalda. Se encogió de hombros levemente bajo los brazos de Jungkook.
—Huh, Kookie... hace frío.
—Sí, lo sé —respondió el otro, liberándole de sus brazos, y agarrando su mano—. Me extendí demasiado, y tienes la nariz helada. Vamos.
El moroi siguió sus pasos, alegrándose de volver a entrar en movimiento. Sin embargo, notó que, en lugar de descender por el camino iluminado de la montaña, los pasos de Jungkook distaron de buscar el camino de vuelta que daba lugar a la salida superior de la montaña y se dirigieron hacia la cabaña junto a la que le había encontrado.
Mantuvo los labios cerrados, evitando insistir en la recurrente pregunta de «hacia dónde iban». Sus ojos volvieron a ver la cabaña en unos minutos, mientras el brazo de Jungkook envolvía sus hombros para resguardarle del frío bajo su ala.
—Tengo algo más para ti —le dijo discretamente, rebuscando en el bolsillo contrario unas llaves.
Subieron al pequeño porche de robusta madera, y Jungkook le soltó para desbloquear la puerta. Cuando la rendija se abrió, Taehyung percibió un leve resplandor en el interior, y el dhampir empujó la puerta haciéndole una señal con la cabeza para que pasase primero.
Las botas húmedas del ojiazul resonaron en los pasos que le sumergieron en el interior de la cabaña, cuyo ambiente se sentía mucho más resguardado. Las llamas de la chimenea ardían con timidez, entre el carbón y la madera, creando un aura cálida. Frente a ellas, se encontraba un discreto sofá, una alfombra mullida, varias mantas dobladas en una pequeña mesita, estanterías con algunos objetos de decoración, un colgador de abrigos y gorros, una diminuta cocina rústica a un lado, y una mesa circular con una cena preparada en la que se detuvieron sus pupilas.
Bajo la cubertería y las copas de cristal, se extendía un delicado mantel de algodón rojo con unos bordados, al que le hacían compañía dos sillas.
Jungkook cerró la puerta, y quitándose la chaqueta junto al paralizado de su prometido moroi, percibió su asombro.
—Estaremos seguros aquí —le dijo pausadamente, colgando su chaqueta larga y acercándose a él para deshacerse de su abrigo—, te dije que hay un glamour de protección.
Taehyung se quitó el otro guante, permitió que le ayudara con el abrigo, y le miró con un rostro tan fascinado que casi perdió la voz.
—¿Has preparado todo esto tú?
Jungkook colgó la prenda junto a la suya y exhaló una sonrisa, acercándose a la chimenea e inclinándose para agarrar unos trozos más de leña cortada.
—Todo menos la cena —reconoció a regañadientes, avivando las llamas para calentar un poco más el lugar—. Qu-quería que fuera especial... no más ramen y brochetas.
Taehyung se acercó a la mesa con un brillito en los ojos, y destapó un plato descubriendo su contenido: carne del lomo con un aroma a cebolla caramelizada y puré de pera. Se sintió emocionado y fue a descubrir el segundo plato sin dilación, hasta que Jungkook le interceptó antes de arruinar la sorpresa.
—Oye, ¡no seas tramposo! —exclamó el dhampir atrapando su cintura, y produciendo una risita en el otro—. Siéntate aquí —dijo tras su oreja—. Ven.
Le escoltó solemnemente hasta su silla, y Taehyung se sentó con cara de niño bueno y las manos cruzadas sobre sus rodillas. Siguió con la mirada al dhampir, mientras agarraba un encendedor y prendía las velas de la mesa. En la tibia penumbra, se ahorró la necesidad de pulsar ningún interruptor, y tomó una botella de vino tinto con el que rellenó dos copas, y otras dos con agua tibia.
Taehyung se sintió tan feliz, que no supo cómo podría devolverle algo así. Pero esperó pacientemente, sin apartar sus iris del dhampir, hasta que Jungkook se sentó frente a él y fundió su mirada sobre la suya, transmitiéndole la curiosidad que abrasaba sus entrañas, tras el rostro de asombro que mostraba su compañero.
—¿Esto es una manipulación para que me case contigo? —masculló Taehyung a traición, evitando expresar sus verdaderos sentimientos—. Porque eres un maestro de la manipulación.
Jungkook soltó unas carcajadas divertidas.
—Podemos empezar, si quieres —contestó sin tomárselo en serio.
Destapó su cena, revelando un segundo plato que radicaba en una caldereta marinera de mariscos, y un exquisito postre que consistía en una taza de mousse de café en forma de caracola, con cacao en polvo por encima y una cereza rellena de licor coronándola.
Taehyung tomó los cubiertos tratando de probarlo todo, disfrutando de lomo y su salsa, del marisco que compartió con el dhampir, y de varios sorbos de un exquisito e intenso vino durante su conversación. Estaba todo tan delicioso, que se llenó las mejillas y disfrutó de ver a Jungkook comer felizmente en aquella cena íntima.
Saboreó el postre con una cucharilla de plata, y arrastró su silla hacia el lado de Jungkook saltándose las normas de protocolo. Clavó un codo en la mesa observándole, mientras su otra mano se posaba cariñosamente sobre el muslo contrario.
—¿Cómo has podido hacer todo esto sin que me enterase de nada? —sonrió Taehyung con dulzura, mientras el pelinegro finalizaba con su postre—. Estuve a punto de mandar a Seokjin al infierno cuando me hizo subir todo ese camino.
Jungkook limpió los labios con una servilleta, y dirigió sus iris de chocolate a los suyos.
—He hecho lo que un príncipe se merece —manifestó con dignidad—, hubiera sido una falta de respeto no hacer algo como esto.
Taehyung se inclinó a su lado, peinando unos mechones de cabello con sus dedos.
—Sólo soy príncipe por cómo me has tratado esta noche —le dijo, apartando sus reales cargos a un lado.
Jungkook agarró su mano derecha, y besó por encima del anillo de pedida. Se levantó de la silla, y Taehyung le siguió pausadamente, observándole poner un pequeño tocadiscos de música.
Cuando volvieron a mirarse, mientras una tenue música de jazz y piano comenzaba a resonar lentamente, el dhampir se inclinó cortésmente, y le ofreció la mano para bailar.
—¿Me concedes este baile?
Taehyung sonrió y tomó su mano sin dudarlo. Bailar era algo de ellos, esa sensación mágica que compartían mientras el mundo que les rodeaba se difuminaba, sin importar el tipo de música. Vals, pop, rock, o música contemporánea, frente a una brillante hoguera de otoño en la academia de Incheon, en el salón de palacio que jamás pudieron compartir, y en un alegre bar humano en el que se sintieron libres. Incluso allí abajo, en Revenant, no importaba la melodía desconocida, como el jazz que acompañó el aura de la cabaña, y de esa noche en la que bailaron pegados. Con sólo la luz de las velas y las resplandecientes llamas de una cálida chimenea, y el aroma que se perdió en los restos de cena, carbón y leña, los brazos del moroi se enredaron en el cuello del pelinegro y sus labios se unieron en su baile lento innumerables veces.
Unas cuantas, bajo unos halagos en voz baja, otras tantas, por unas confesiones bajo las que palpitaron sus corazones y el vínculo del espíritu.
Sus labios se fundieron con los ajenos, uniéndose en un caramelo de besos y respiraciones. Los dedos de Taehyung acariciaron el cuello de la camisa del dhampir, y descendieron hasta su sólido pectoral, notando los rítmicos pálpitos a través de su tórax, la calidez de la fina prenda que cubría su piel y el suave y familiar aura del dhampir, que le mecía en la intimidad de aquel momento compartido.
—¿Será que conoceré el día en el que me canse de tus labios? —musitó el pelinegro sosteniendo el mentón del moroi con unos dedos—. He esperado tanto por ellos.
Taehyung se mordisqueó el labio, y con unos iris mucho más líquidos, susurró:
—¿No has traído mis aditivos?
Jungkook se vio desbarajustado, y sus ojos rodaron hacia el otro extremo del salón de la cabaña unas décimas de segundo antes de retornar a los suyos.
—Hoy sólo te ofreceré buenos platos —expresó de forma sensual, deslizando sus propios dedos para desabotonar el cuello de su camisa—. Ahora eres mi prometido.
Taehyung lo celebró internamente, liberando un aliento ansioso mientras el pálpito de sus encías empujaba sus colmillos superiores e inferiores. Permitió que sus irises se deslizasen por el cuello marmóreo del dhampir, y se detuvieron en las clavículas que asomaban bajo el cuello abierto de la camisa.
—¿Alguna vez te he dicho lo sexy que estás en camisa? —le adoró Taehyung con una voz de terciopelo, tomándose la libertad de encargarse del resto de botones lentamente—. Y aún más sin ella. Si fuese strigoi, me volvería un caníbal por tu causa.
—Eso suena como una amenaza —murmuró el dhampir extendiendo su juego.
Contempló bajo una densa capa de pestañas, cómo Taehyung deslizó la prenda por sus hombros y brazos, desnudándole sin complejo. Acariciando sus esculpidos hombros con la yema de los dedos, descendiendo hacia su pecho de pectorales marcados, y adornado por unos pezones oscuros y erizados. Su abdomen insertado en remarcados abdominales, simuló ser una tersa seda bajo sus yemas.
—Lo es —pronunció el ojiazul con una vehemente pasión que volvió su voz más ronca—. Te deseo.
Jungkook deslizó una mano por su nuca para besarle, dejándose llevar por la chispa y el hormigueo de un amor mucho más pasional, que llevaba cociéndose a fuego lento durante minutos. Ambos gimieron en sólo un beso lastimero, pero lejos de devorarse con ansiedad, el roce de labios de esa noche se convirtió en un compás lento.
Se tambalearon por la presión de sus labios sobre los del otro, y por la oscilación de un oleaje de fuertes emociones. La zona baja de la espalda del moroi tocó el borde del respaldo del sofá, y el dhampir sólo se distanció de sus labios para acomodar el lugar. A falta de una habitación, y con una única puerta que dirigía al diminuto cuarto de baño, Jungkook había tenido en cuenta que pasarían la noche allí, por lo que se había aprovisionado anteriormente con varios almohadones y unas mantas extras para el sofá-cama.
Sin embargo, el calor de la chimenea y la alfombra despejada frente a esta, se les hizo mucho más atractiva. El pelinegro tiró gentilmente de su mano, y le pidió que se descalzara. Taehyung se arrodilló y lo hizo, gateando posteriormente sobre la alfombra cuando su compañero le dejó varios cojines para que se acomodara.
Esperó sentado, y Jungkook llegó hasta él en unos segundos en los que se reencontraron. Taehyung llevó sus manos a él. Pasó las yemas de sus dedos por encima de la tinta plateada del tatuaje del dragón chino que recorría su brazo, desde la parte baja de su hombro, hasta salpicar sus nudillos. Permitió que sus dedos acariciasen cada centímetro de piel, deteniéndose en la cicatriz en forma de media luna de su hombro, donde posó sus labios con mimo.
Sus yemas perfilaron la fibrosa y delgada musculatura de su cuerpo, bíceps alargados y pectorales griegos, por donde se deslizó la almohadilla tibia de sus labios. Sus finos colmillos acariciaron la piel sin rasguñarla, y sus labios se detuvieron en uno de sus pezones, mordisqueando suavemente y besando con encanto. Jungkook dejó ir lentamente su profunda respiración, se sintió halagado por su interés en besarlos, humedecerlos y acariciarlos con su suave lengua en una sinuosa succión que jamás había sentido. Su mano acarició los largos mechones de su cabello, mientras Taehyung invertía el tiempo en adorar algo más de él, como su ombligo, la forma más estrecha de su cintura, y la uve en la que su cadera se hundía bajo el pantalón oscuro.
Deshizo su cinturón acariciando la erección bajo la tela y cremallera, y besó por encima antes de liberarla. Jungkook no quería tomárselo como una recompensa por lo que había hecho, ni porque el moroi le «debiese» un encuentro oral, pero se sumergió en una ráfaga de jadeos lentos en lo que su lengua acarició la longitud de su miembro y lo probó con cierta timidez. Sintió sus alargados colmillos en su boca, sin llegar a rozar la piel, en un juego cuidadosamente lento, húmedo y satisfactorio tanto para uno como para otro.
Taehyung lo acompañó de una mano, cuando sus labios fueron ocupados por los besos del dhampir. El pelinegro besó su cuello, mordió su barbilla cuando se desnudaron, y sus manos navegaron en un mar de piel explorable.
No fue sexo rápido, como la vez en el apartamento, pues entre caricias surgió una admiración mutua y unos versos que se extendieron durante más tiempo del que se interesarían por contar. Las llamas de la chimenea se reflejaron en sus oscuras pupilas, el aura cálida del fuego abrazó su desnudez en la distancia, y el murmullo de la leña quebrándose y el carbón incandescente reflejó la pasión que refulgía en sus corazones.
Taehyung subió sobre él, y sintiendo las firmes manos de Jungkook contornear su cintura, cabalgó sobre el dhampir a un agradable ritmo que liberó descargas de placer y lujuria por su espina dorsal. Extendió el cuello hacia atrás, y cerró los ojos, disfrutando de la sensación exclusiva de sus cuerpos, posando una mano sobre el abdomen de su compañero, y otra sobre su propia cadera se movió con la perfecta sintonía de sus deseos. Sus colmillos mordieron su propio belfo inferior, percibiendo el sabor a sangre. Gimió dulce y suavemente, mientras su encuentro sexual se volvía más salvaje. Jungkook se dejó llevar, y perdió la cordura uniéndose a él en corazón en cuerpo y alma, con el corazón desbocado y entre jadeos.
Taehyung se inclinó sobre él para besar entrecortadamente sus labios, para abrazarle y respirar dificultosamente, entrecerrando los ojos sobre su hombro, sintiendo sus manos trepar por su espalda. No recordó bien en qué momento terminaron, si el clímax llegó en alguno de sus besos, o cuando los dedos de Jungkook le pellizcaron como si fuera a moldear la sinuosa curva de su trasero.
El moroi intentó no morderle, no arañarle como si fuera una criatura fuera de control. La pasión, el placer, y sus sensaciones físicas les arrasó durante largos minutos, y cuando se detuvieron, con la extraña sensación de sudor evaporándose de sus pieles, se abrazaron bajo una delicada manta de lino, escuchando el rumor de la chimenea que les calentaba bajo su cálida ala.
Las luces de las velas de la mesa se habían extinguido en alguna parte de la noche, junto a las copas de vino vacías, y las sobras de la cena. La música del tocadiscos había finalizado un buen rato antes, cuando el disco dejó de girar perezosamente.
Taehyung reposó su cabeza bajo el cuello del dhampir, deslizando unos dedos que trazaron lentos dibujos sobre su pecho. La paz y calma les inundó. Desnudo, lo único que existía era la tibieza de la piel de Jungkook, el precioso anillo en su dedo, y la manta que envolvía sus piernas enredadas. Cerca de la alfombra deshilachada, se encontraba la fina cadena de plata cuya piedra lunar resplandecía en un pálpito lento, próxima a Jungkook a modo de salvaguardas, sobre la madera pulida del suelo de la cabaña, y frente a la titilante luz de la chimenea.
El ojiazul deslizó seguidamente sus dedos sobre el tatuaje ya curado de su brazo. Adoró el dibujo en silencio, delineándolo hasta que Jungkook atrapó sus dedos a modo de reclamo. Volvieron a mirarse en la corta distancia de esos centímetros de forma íntima y familiar, con los dedos entrelazándose lentamente en una armonía.
—¿Lo haremos algún día en una cama? —formuló Taehyung en voz baja.
Jungkook soltó una agradable risa, adorando su inesperado comentario.
—Suena como un buen plan —reconoció felizmente.
El moroi posó sus labios en su mandíbula, y apoderándose de la situación, deslizó sus cortos besos por su cuello desnudo, buscando el lugar donde morder con apetito. Jungkook liberó un jadeo suave cuando los colmillos del vampiro se hundieron en su cuello. Acarició su cabello en el sonido húmedo de sus labios. El ojiazul no tomó demasiado, pues gruñó suavemente contra su piel y mordió en distintas zonas de su cuerpo, convirtiéndolo en un juego que liberaba dopamina en la sangre de su amado. Pasando por su hombro y clavícula y dejando unos bonitos colmillos marcados, mordiendo en la flexión de su antebrazo, y descendiendo hacia su costado. Hundiendo los colmillos por encima de su rodilla, y en la zona interior de su muslo, desde donde tomó más sangre disfrutando de su excelente sabor y flexionando la pierna sólo para él.
—Estás abusando de tu condición de prometido —jadeó Jungkook observándole bajo el hechizo de sus mordiscos—, tendrás que devolverme el favor en algún momento.
Hasta esa noche, nunca había visto a Taehyung tan desatado. Pero era un juego que disfrutaban los dos, y que sólo volvía a incrementar la pasión de una noche que ninguno de los dos deseaba que acabase. El moroi deshizo suavemente el mordisco de su muslo, y pasó delicadamente su lengua con labios manchados del carmín de su sangre, mimando la zona.
Jungkook se retorcía de placer a esas alturas por el chute de saliva moroi, emitiendo un jadeo en el que sus dedos temblaron por él, hundiéndose entre las mantas. Taehyung se detuvo tratando de no enardecer en exceso a su organismo.
—Sólo disfruto de ti —pronunció el rubio de forma ladina, arrastrando las sílabas—, en todos tus aspectos...
Y deslizándose de nuevo sobre su pecho, se mantuvo sobre él con más cuidado y le observó desde arriba relamiéndose con colmillos crecidos. Deteniendo sus iris claros sobre el reflejo del cálido fuego en los oscuros ojos del dhampir, en cada marca de sus mordiscos irritados sobre su piel, en las suaves cicatrices por las que pasó las yemas unos suaves dedos. Dejó un besito en su pómulo blanco, y abrazando su cuello, adoró a Jungkook sintiéndolo como algo suyo. Sus latidos, su respiración, su sangre, la calidez de su piel y aura envolviéndole. Sus piernas entre las suyas.
—¿Dónde nos casaremos? —preguntó apoyando la cabeza junto a la suya, y observando su perfil sobre sus mechones de cabello oscuro desperdigado.
—¿Qué importa? —susurró Jungkook con los iris perdidos en el techo—. Lo importante es que lo hagamos.
—A mí me importa —agregó Taehyung, tratando de sonsacarle su opinión—. Desearía dejar atrás las tradiciones de la realeza, iglesias, cientos de invitados, ceremonias largas y aburridas... tener que estar horas quieto mientras me toman las medidas para un hanbok ceremonial... ugh.
—Seguro que estarías precioso en un hanbok blanco —comentó el dhampir sin poder evitarlo—. Entonces, ¿nada de capillas?
—Hmnh... ¿eso es lo que tu querrías? —le preguntó el ojiazul, pasando unos dedos por su mentón—. Una capilla perdida en un pueblo de arquitectura romana, en una noche fresca de verano. Me gustan los edificios altos y de roca tosca, las calles apretadas y serpenteantes, y los pueblos pequeños donde aún existen las leyendas de brujas y vampiros.
—No —reconoció Jungkook, esbozando una sonrisa que arrugaba las comisuras de sus párpados—. Eso es más para moroi, vosotros sois más... románticos y clásicos... y románicos.
Taehyung soltó una risita agradable.
—¿Romántico y clásico? —repitió el rubio con diversión—. ¿Así es como te atreves a decirme que mis gustos son como los de un abuelo? ¿Llamándome románico?
Jungkook se rio suavemente, entrelazando los dedos de una de sus manos. Sus ojos se derramaron sobre los del otro, en los centímetros que les separaban.
—Una playa —declaró el dhampir con voz clara—. Eso es lo que quiero.
—¿Una playa? —Taehyung se incorporó un poco, escuchándole.
—En una ceremonia íntima —agregó el azabache, con un brillo especial en sus ojos—, sólo con la gente que queremos. El susurro del mar... bajo un arco ceremonial lleno de flores blancas y rosas...
El corazón del moroi palpitó junto al suyo, y entrecerrando los ojos por la dulzura de su mención, suspiró lentamente.
—Entonces será así —le prometió Taehyung—. Será como tú deseas.
—¿En serio? —el dhampir se sintió recompensado por su promesa—. ¿Qué hay de ti...?
—En realidad, sólo me interesa casarme contigo —le dijo el ojiazul repentinamente, con un tono de voz más grave—. Todo esto ha sido una manipulación para que me contases cuál era tu sueño. Ahora que lo sé, no podrás esquivarlo.
Jungkook volvió a reírse melodiosamente.
—¿Me haces hablar todo esto para ahora decirme que sólo quieres casarte? —preguntó elevando el tono de voz—. Eres increíble.
—Jungkook, si es contigo, cualquier lugar del mundo será suficiente —confesó el moroi, recordándoselo con dulzura—. Cualquier lugar del mundo...
El pelinegro tomó su rostro con una mano y le atrajo hasta sus labios. Su beso fue suave, unió sus respiraciones en un roce de tibios labios que se mantuvieron bajo los del moroi durante largos segundos de paz y calma. Su mano acarició sus hombros en un hormigueo de yemas, mientras su brazo estrechaba gentilmente su cintura.
Jungkook jamás pasó una noche tan maravillosa, y supo que podía anotarlo en su mente como uno de los mejores momentos que había vivido con el moroi, contando la noche que le conoció cuando sólo eran niños, y la primera vez que lo hicieron sin temor a expresar lo que sentían. Se guardó aquello para sí mismo, relajando sus músculos y sus brazos, deshaciendo su mano lentamente y guardando silencio en la fría noche donde su corazón actuó como la chimenea que les calentaba.
Se quedó dormido con el pasó de los minutos, los dos cubiertos por unas mantas y diluidos en la calma.
Taehyung deseó profundamente que el tiempo se congelara, porque su corazón siempre había sido como el capullo de una blanca flor cerrada. Sus pétalos se habían abierto lentamente con el paso de los años, recobrando el deseo de sentir algo más desde la muerte de sus padres. Y ahora sentía que estaba a las puertas de todo un mundo nuevo: el mundo que deseaba compartir con Jungkook.
Durmió a su lado, y las horas de la madrugada se escurrieron entre sus dedos entrelazados velozmente, apartando la oscuridad de la noche, cegando lentamente la chimenea, y dando paso a un nuevo día que despertó al moroi con una extraña inquietud que se sobrevino inesperadamente.
«Ya había tenido esa sensación antes», pensó. «Como cuando se quedó dormido en la bañera».
Jungkook se levantó perezosamente, agarró el colgante de piedra lunar y buscó su ropa para vestirse. La cabaña aún se encontraba cálida, pero comenzaba a enfriarse como los restos de ascuas apagadas bajo las cenizas de la chimenea.
Mientras Taehyung metía los pies en sus botas sentado en el borde del sofá, el dhampir recogió los platos de la cena y se preparó para salir, observando al moroi algo abstraído.
—¿Estás bien? —le preguntó aproximándose a él.
—Sí... —suspiró Taehyung, frotándose los ojos humildemente y levantándose—. Tengo un pálpito en la cabeza.
—Ponte la capucha, el sol brilla ahí afuera —dijo el dhampir, subiendo la cremallera de su abrigo.
Salieron poco después tomando la mano del otro y cerrando la cabaña con llave. Jungkook se la guardó en el bolsillo y descendió por la montaña siguiendo el camino cubierto de esponjosa nieve que se hundió bajo sus zapatos.
Tomaron la entrada superior, cuya galería porticada resonó bajo sus pasos, bajaron unas escaleras más introduciéndose en la montaña de Revenant, pasando junto a unos agentes de seguridad a los que saludaron amablemente, y acercándose a la zona de ascensores para descender aún más a la zona periférica.
El corazón de Taehyung se arrojó contra su pecho mientras esperaban junto a los ascensores de cristal, desde los que podían ver toda la ciudad subterránea. Sintió aquella sensación abrazarle como un ala de inquietud, y se deshizo de la mano de Jungkook sintiéndose aún más extraño.
—Kookie... —pronunció, recibiendo la atención del dhampir fugazmente—. Tengo una mala sensación.
—¿Te encuentras mal? —Jungkook se acercó a él y tocó su frente.
Taehyung tenía la misma temperatura, y no parecía tener los ojos hundidos, ni aspecto pálido, como las veces que pasaba hambre, o vivía una insolación por la exposición solar.
—No... es... no sé —volvió a tomar la mano del pelinegro como si fuera de vital importancia—. Creo que sucede algo.
Cuando uno de los ascensores de movilidad llegó hasta ellos, lo tomaron y descendieron hacia Revenant con una inexplicable preocupación. Jungkook no sentía nada, pero percibía la inquietud de Taehyung a través del vínculo, como un factor externo incidiendo sobre él y susurrándole algo indescifrable. «¿Se trataba de la clarividencia del espíritu?».
Llegaron a Revenant y se movieron por las calles, dirigiéndose directamente hacia el edificio institucional. A unos metros, pudieron ver a Jimin, Yoongi y Seokjin con los brazos cruzados, y como si estuvieran esperando algo. Había más gente en el exterior, y la mayoría de ellos, Jungkook los reconoció del cuartel de la ciudad.
—¿Qué está pasando? —musitó Taehyung.
Sihyun se topó con los chicos y los detuvo brevemente.
—Aquí estás, Kook —enunció con un suspiro, posando sus ojos sobre el dhampir—. Escúchame, la mayoría de los renegados quieren atender a la urgencia de la comunidad nosferatu. No obligaremos a nadie a ir, pero creo que él debería quedarse aquí —dijo, apuntando a Taehyung con la cabeza.
—¿La urgencia? ¿qué urgencia? —repitió Jungkook—. ¿De qué estás hablando?
Taehyung soltó la mano del dhampir y avanzó rápidamente hacia Seokjin y el resto, atravesando entre la multitud que se reunían frente al edificio institucional, y comenzaba a clavar sus ojos en la nuca del moroi, reconociéndole.
—¿Qué está pasando? —preguntó Taehyung dirigiéndose al mayor.
Seokjin posó sus ojos sobre él, y arrastró su mirada hasta el pelinegro, quien se acercó tras su espalda seguido de Sihyun.
—No queríamos perturbaros —habló Jimin, con una voz grave—. Sucedió hace unas horas, durante la madrugada.
Yoongi mantuvo la boca cerrada, con un rostro circunspecto.
—Seguidme, antes de que se acumule más gente —anunció Seokjin, arrancando el paso hacia la puerta del edificio.
—¿Qué está haciendo toda esta gente aquí? —cuestionó Jungkook.
—Decidir su participación en el rescate —respondió el dhampir mayor, sin entrar en detalles.
Los cinco se introdujeron en el edificio, y siguieron los pasos de Seokjin. Pasando a un salón de oficina donde se encontraba Freyja con un rostro desencajado.
—Aquí están, Frey —dijo Seokjin.
Ella trató de tranquilizarles en la medida de lo posible. Nadie les había avisado porque sólo había ocurrido hacía unas pocas horas, y todos habían supuesto que la pareja no tardaría en regresar a Revenant por la mañana.
Freyja suspiró profundamente, apoyando las manos sobre una de las mesas digitalizadas que exponían hologramas.
—Recibimos un mensaje de alerta cinco procedente de la comunidad nosferatu —contó la moroi con calma—. El clan de la luna invertida ha dado un golpe de estado en el ministerio, y han tomado la ciudad de Seúl. Cientos de inocentes se encuentran en peligro.
Taehyung sintió una punzada en el pecho, y como si una mano estrangulase su garganta, guardó silencio mientras el resto hablaba.
—¿Podemos ver el mensaje? —solicitó Jungkook.
—Es un vídeo —dijo Jimin—, lo han retrasmitido en todas las señales de frecuencia que no utiliza el mundo humano.
—Freyja, muéstrales el vídeo —sugirió Seokjin a la mujer.
Ella le miró muy seria y una aparente indecisión por el impacto que el video podría causar en los chicos. Sin embargo, manipuló las pantallas de hologramas y un video se desplegó frente a los chicos.
En la grabación, el edificio del ministerio nosferatu se mostraba con altos muros pulidos y grisáceos. En ellos se encontraban las letras escritas en sangre: «El régimen de la noche se instaurará en vuestro sistema. El rey perecerá, y con él, vuestra última década de paz».
El siguiente corte dirigió la grabación al interior subterráneo de los ministerios nosferatu, donde se mostraron una multitud de moroi y dhampir asustados, buscando refugio con niños y ancianos, en la zona búnker de alta seguridad.
El mármol negro del suelo hizo que el vello de la nuca del moroi se erizase, y su corazón se sacudió antes de saber que vería su rostro.
Xiumin se encontraba sentado en un trono, bajo las instalaciones de alta seguridad. Su rostro se mostraba más pálido de lo que recordaba. Estaba más delgado, casi demacrado, con ojos hundidos y una fina capa de maquillaje que tapaba su malestar. Su cabello se encontraba más largo, rubio y peinado hacia atrás, con la pesada y resplandeciente corona de la monarquía sobre su cabeza.
Taehyung tragó saliva percibiendo su dolor de garganta.
—Ciudadanos nosferatu, y externos a la comunidad —pronunció el rey con una extraña voz—. Hoy, durante la media noche, hemos perdido a los miembros del Círculo. Sus hogares fueron atacados, tal y como el palacio de Bucheon fue destruido hace meses —explicó con claridad, hablando directamente hacia la cámara—. Las puertas del búnker se abrieron para el resto de miembros del ministerio y sus familiares, dando cobijo a los inocentes moroi y sus guardianes dhampir, del clan de pieles frías que intentan destruir el último resquicio esperanzador de nuestra comunidad. Las galerías subterráneas se encuentran ahora clausuradas, y las puertas del búnker se han cerrado para proteger la vida de nuestra gente. Los alrededores están infestados, hemos perdido la vida de la mayoría de nuestra gente. Y desde el corazón de este refugio, os suplico; ayudadnos. Socorred a este pueblo. Mi petición es desesperada, pues somos más de un centenar de personas con vida, esperando la ayuda de guerreros exiliados, de guardianes que se encuentran en las ciudades próximas a Seúl... por favor, necesitamos un rescate.
Jungkook observó con detenimiento la mirada de Xiumin. Desesperado, con ojos tan claros y similares a los de su hermano menor, que casi podía olvidar la típica frialdad que había conocido en su persona. Sus glóbulos oculares estaban enrojecidos, como si las últimas horas de esa noche se hubiesen convertido en un infierno.
—Hermano —escuchó a Xiumin rogar, sin apartar la vista de sus ojos a través de aquella proyección holográfica—, sé que estás ahí afuera, escuchándome. Por favor, detén la masacre de este pueblo, que también te pertenece. Tanto si formas parte de ellos, o si no, ayúdanos... te lo suplico.
Taehyung liberó su respiración contenida, creyendo que estaba mareándose. Jungkook se vio inundado por su sensación a través del vínculo que les conectaba, y que arañó su pecho sin compasión. Por un momento, y en aquella previa noche, creyó que serían felices sin mayores trabas. Olvidó quién era la persona con la que se había prometido, y que gente por la que aún sentían aprecio, se encontraban en la comunidad nosferatu, esperando ser salvados de una matanza que se había extendido, y contra la que no podían seguir defendiéndose.
—Sálvame, Taehyung.
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