Capítulo 23
Capítulo 23. Dueños de nuestro destino
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
En un par de semanas, el invierno en Revenant se hizo notar con ganas. El interior de la montaña se encontraba helado, y el exterior, tan nevado que transformó sus paisajes en un páramo blanco. La catarata caía con una fuerza irrefrenable la tarde en la que salieron para respirar aire puro. Seokjin les llevó cerca de ella, en una caminata en la que Yoongi se escurrió dos veces colina abajo como si fuera un monigote al que Jimin tuvo que agarrar del chaquetón para que no se deslizara.
Jungkook no soltó a Taehyung de la mano, y su rostro fue inapreciable cuando llegaron a una de las zonas más altas, apoyándose contra el tronco de un árbol para descansar. Aún jadeante, observó el paisaje con sus pupilas empequeñecidas por la luz solar del resplandeciente atardecer que retiraba lentamente sus rayos. El bosque que rodeaba la montaña, desde ese lugar, les regalaba una visión sumergida en tonos claros y grisáceos, acolchados por la nieve, cuya capa más superficial se derretía por los cálidos rayos solares del atardecer. A kilómetros de allí, se podía ver la ciudad de Daegu en el horizonte difuminado por la luz y la distancia.
—Es precioso —suspiró Taehyung —. Ojalá pudiéramos subir aquí por la noche. Si fuese seguro para nosotros...
Jungkook apretó su mano con afecto.
—Vendremos alguna noche —le aseguró—. Aunque tendremos que traer a Seokjin como niñera.
En esos días en los que se habituaron a la ciudad subterránea, el pelinegro entrenó con Seokjin en los cuarteles, volviendo a retomar sus sesiones de meditación para percibir el Otro Lado y controlar el don de las sombras sin que le afectase tanto.
Algunas tardes, Taehyung les acompañaba para entrenarse un poco y usar el espíritu. Repitió las nociones básicas de las que Seokjin le había hablado cuando estuvieron en el poblado de licántropos, y liberó algunos pulsos de luz cuando entrenaron en privado. Después, Seokjin tuvo que marcharse para ir una reunión con los integrantes del Concejo, y Jungkook y él se quedaron a solas practicando algo más físico.
Acostumbraban a hacerlo en días salteados de la semana, y repetían los mismos entrenamientos una y otra vez para que el moroi se habituara. Taehyung recordó sus posiciones de combate, actuó de forma defensiva, tal y como le había enseñado, y asimiló formas de contraatacar a su enemigo.
Esa tarde, incluso se atrevió a contraatacar a Jungkook en algún punto de su duelo. El pelinegro le esquivó, y detuvo uno de sus brazos en el aire.
—No está mal —exhaló por tercera vez, soltándole y volviéndose a posicionar—. Vuelve a intentarlo.
El moroi se dirigió a él con varios ataques en los que Jungkook le dejó fuera de juego. Lo intentó más duro, y el dhampir chasqueó con la lengua mencionándole que no era suficiente.
—Utiliza el espíritu contra mí —le exigió con voz grave—. El factor sorpresa te ayudará.
—No sé si debería —dudó Taehyung volviendo a levantar los puños.
—Lo has hecho contra Seokjin —rebatió el dhampir—. ¿Por qué no ahora?
—Seokjin no eres tú —dijo el rubio, mostrándose preparado para luchar.
—Da igual quien sea —renegó Jungkook con fastidio—. ¡Ahí afuera cualquiera podría atacarte! ¿Y si un día tuvieses que protegerte de mí? ¿Y si yo fuera tu enemigo?
Taehyung sintió la boca amarga con su mención.
«Algo como eso nunca sucedería», pensó. Pero Jungkook le atacó con algo más de irritación, Taehyung paró el movimiento en el aire con el antebrazo, contraatacó y logró que el dhampir se cubriese.
—Puedes hacerlo mejor —le soltó, contra su pronóstico.
El moroi trató de desestabilizarle con una pierna, golpearle al mismo tiempo y fue él mismo el que terminó tambaleándose por la respuesta de Jungkook. El azabache le agarró de la muñeca y desnudó su posición defensiva clavando sus dedos en ella, y pasó un brazo por su cintura para estabilizarle antes de que acabase patosamente en el suelo.
Y de cerca, volvieron a encontrar sus iris con una chispa de enojo y escarmiento, en la que el dhampir aprovechó para hostigarle con algo más.
—Sé más cuidadoso —masculló a unos centímetros de su rostro—. Te dejas llevar por tu frustración, sin embargo, que no uses tu poder es aún más frustrante. Entrenas al cincuenta por ciento, y yo quiero el cien por cien de ti.
Ambos estaban envueltos en una fina capa de sudor, y el rostro de Taehyung era el de alguien frustrado, enfadado. El ojiazul se deshizo de su agarre con un tirón brusco y le dio de lado. Estaba cansado y mareado, y le apetecía golpear un cojín para maldecir su nombre en voz alta.
Admiraba profundamente a Jungkook en las artes físicas, pero sus entrenamientos siempre se volvían «demasiado personales», igual que sus comentarios.
—¿Te vas? —formuló el azabache observando su espalda alejarse.
—Sí —respondió el otro con voz grave.
Taehyung entró en el vestuario y agarró una toalla que se pasó por el cuello y frente, retirando los mechones de flequillo húmedo de su sudor. Se sentó en un banquillo central y se quitó la sudadera, quedándose en camiseta. Su corazón bombeaba con fuerza por el esfuerzo físico, sus pulmones oxigenaban sus tensos músculos, y su aliento trataba de controlar aquellos jadeos sumidos en cansancio y molestia. Mientras se serenaba, se preguntó si algún día podría mejorar tanto como para unirse al cuartel de seguridad de Revenant.
«¿Acaso él tenía talento? No estaba haciéndolo tan mal», pensó. «Pero entrenar con Jungkook le hacía pensar que deseaba que durmiese en una cama que no fuese la suya».
En un minuto el dhampir apareció en la solitaria sala con una botella de agua fresca que acababa de sacar de una máquina expendedora.
—Ten —se la ofreció, sabiendo de su enojo por culpa del vínculo chivato que les unía, y que no paraba de taladrar su consciencia—. Refréscate un poco.
Taehyung desvió la mirada, y no aceptó su botella. Se levantó con altanería, sin decir nada, y se echó la sudadera sobre el hombro.
—Me largo. Estoy cansado —musitó dirigiéndose a la puerta.
Jungkook abandonó la botella en el banquillo, y se interpuso en su camino clavando sus iris oscuros en su semblante enfurruñado.
—¿Ah? —emitió el dhampir—. ¿Ahora vas a molestarte conmigo? Sólo estoy ayudándote. Intento que mejores.
—Estoy haciéndolo lo mejor que puedo —contestó con el ceño fruncido—, ¿qué parte no entiendes?
—Puedes hacerlo aún mejor —insistió Jungkook con arrogancia—. Estás excusándote.
—¡No, pero tú tiras por el suelo todos mis intentos! —exclamó el moroi con voz aguda y diminutos colmillos de frustración—. No quiero seguir entrenando contigo, ¡nunca más!
El pelinegro levantó las cejas, contempló su expresión en silencio sintiéndose disgustado por su rechazo, y volvió a interponerse en su paso cuando Taehyung trató de pasar por su izquierda, y seguidamente por su derecha.
Taehyung golpeó con las manos en su pecho en un extra de frustración.
—¡Quítate! —le ordenó, deseando que la compulsión funcionase sobre el estúpido del dhampir.
—¿Te he ofendido? —formuló Jungkook con una voz mucho más grave, insistiéndole para que respondiese—. Tae.
Taehyung se cruzó de brazos, y retrocedió unos pasos mirándole fríamente. Apoyó su espalda contra las taquillas metálicas y entrecerró los párpados.
—Eres demasiado duro.
Esa fue su única respuesta, sin un tono lastimero, ni de réplica. Era una valoración realista, donde apreció su objetividad. Jungkook serenó su rostro, y liberó un profundo suspiro manteniéndose cabizbajo y aceptando su parte de culpa.
—Sólo quiero protegerte —manifestó, volviendo a mirarle—. Necesito ser duro para que mejores. Si creyera que no pudieras hacerlo, que has llegado a tu verdadero límite, no te presionaría en absoluto. Pero puedes. Estás mejorando cada día.
—Mhmnh.
Taehyung sacudió la cabeza lentamente, dirigió sus ojos al suelo bajo un semblante circunspecto, sin descruzar la protección de sus brazos sobre el pecho. Jungkook se aproximó a él y apoyó un brazo sobre la taquilla, enfrentándose a su rostro. El olor a sudor, el brillo de su piel húmeda, y los mechones de cabello oscuro enroscados, se interpusieron en los iris claros del dhampir.
—Lo siento —se disculpó con voz de terciopelo—, ¿es algo que dije?
Taehyung tardó unos instantes en hablar, manteniéndose tenso y distante, mientras abría las compuertas lentamente.
—No —le dijo—. Pero prefiero entrenar con Jimin. Vendré cuando él esté.
—Jimin se ha largado con Yoongi a Daegu —comentó Jungkook, ladeando la cabeza. Sus pendientes plateados oscilaron bajo los lóbulos de sus orejas, donde las pupilas de Taehyung se deslizaron unos segundos, antes de volver a posarse sobre sus iris castaños.
—Me refiero a otro día —mencionó con soberbia—. Prefiero hacerlo con él. Nos llevamos bien.
Jungkook presionó el interior de su propia mejilla con la punta de la lengua en un gesto irritado, y sin permitir que su compañero recuperase su espacio personal, se dejó llevar por el punzante recelo que le provocó su enfado y rechazo.
Su nariz se deslizó con suavidad por la línea de su mandíbula, posando los labios en el hueco de su cuello. La punta de su lengua acarició su piel salada, donde besó y succionó con ánimo, enrojeciendo su dermis.
Taehyung sólo se descruzó de brazos para sujetar el cuello de su camiseta, enterrando los dedos bajo este en una especie de intención por alejarle y mantenerle cerca.
—K-Kookie... —suspiró con labios resecos—. N-no...
—¿También prefieres que Jimin haga esto? —preguntó el dhampir, besuqueando su cuello sonoramente.
Su respiración húmeda le envolvió e hizo cerrar los ojos, dejándose llevar por cada beso. La respiración de Taehyung delató sus sensaciones, satisfaciendo el repentino apetito de Jungkook. Unos suaves dedos levantaron la camiseta del moroi hasta su ombligo, acariciando su abdomen y erizando su vello mientras sus dientes mordisqueaban la piel de su cuello de cisne.
—Eres tan suave —expresó el azabache con voz ronca, moldeando la textura de uno de sus muslos con una mano—. Y tan cálido.
—Hmnh —Taehyung casi gimió en sus labios, cuando sus bocas se fundieron en un beso apasionado.
El dhampir le presionó contra la taquilla, donde sus pechos palpitaron contra el del otro, y su entrepierna se vio irritada por el roce de sus movimientos. En unos segundos más, decidieron dar de lado su enfrentamiento por un motivo más importante como el de enrollarse escandalosamente entre mordiscos en los labios y jadeos.
Seokjin tuvo que carraspear desde el marco de la puerta, alertándoles de que, por desgracia, la reunión del Concejo había sido cancelada y volvía antes de tiempo, con la intención de invitarles a una cena con Freyja.
El dhampir y el moroi se retiraron jadeantes, echándole un vistazo bastante irritado a Seokjin.
—D-disculpad... —profirió el mayor, sintiéndose algo sofocado—. Pensé que incluso os habíais marchado ya.
—Ya ves que no —escupió Jungkook con aspecto de pantera, agarrando la botella de agua del banquillo y echándole un largo trago.
—Bueno, ¿queréis... cenar algo? —preguntó desviando la mirada para no importunar sus aspectos acalorados demasiado—. He quedado con Freyja en un restaurante de la avenida.
—N-necesito una ducha fría —confirmó Taehyung, con las mejillas prendidas.
—Podemos usar las duchas de aquí —le recordó Jungkook distraídamente, compartiendo su sonrojo—. E-es decir, t-tú puedes usarlas. Yo iré más tarde.
El dhampir le señaló donde quedaban las duchas, y Taehyung desapareció unos minutos. Jungkook se dejó caer en el banquillo, detestando profundamente a Seokjin, cuyos iris grises y los suyos se encontraron en el silencio.
—¿Quieres otra botella de agua fría? —bromeó Jin, señalándole—. Creo que la vas a necesitar.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Yoongi y Jimin se habían ido a Daegu ese día, y volvieron por la noche sin mayor problema tras una visita a la ciudad en una de las motocicletas de los renegados.
Yoongi pensaba que Jimin era sanador. Su personalidad era fresca, divertida y rejuvenecedora. Y en alguna ocasión, llegaron al apartamento besándose y estuvieron a punto de hacerlo, pero Jungkook apareció con ganas de molestar, y el busca de Jimin saboteó su segundo intento, requiriendo su presencia para el cambio de turno en su horario de seguridad.
Taehyung y Jungkook desearon irse con ellos, pero Seokjin les mencionó que sería mejor que se mantuvieran en la ciudad por «ser quienes eran».
El cumpleaños de Taehyung se acercaba y el dhampir comenzaba a perder la tranquilidad. Aún no había olvidado el asunto del anillo, pero cada vez que pensaba en acercarse a la joyería, una bandada de mariposas aterrizaba en su estómago, disponiéndose a ponerle de los nervios.
«¿Cómo demonios iba proponerse a Taehyung sin tartamudear? ¿O sin hacerle un lío?», se preguntaba. «Ni siquiera sabía a qué lugar de la ciudad llevarle, ¿un restaurante? ¿una cena íntima en el apartamento?».
Todavía podía recordar aquella amarga sensación que le inundó el día que prometieron su mano y la de la menor de los Moon en la ceremonia de palacio.
Él sabía perfectamente que Taehyung sería feliz si le regalaba un anillo; pues como buen moroi de la realeza, las tradiciones de contraer matrimonio era una fantasía romántica que sólo ellos comprendían. Jungkook jamás había sentido el deseo de comprometerse, o contraer nupcias, hasta que se lo prometió el día que el moroi le sollozó que sólo deseaba ser libre y casarse con él, cuando llegaron a Busan destrozados.
Desde entonces, era un deseo que necesitaba cumplirle, y que inconscientemente, comenzaba a convertirse en algo que deseaba profundamente. Taehyung tenía esa forma de hacerle cambiar sus pensamientos, y de hacerle descubrir que deseaba muchas cosas que hasta que se sintieron realmente libres, no se había permitido reflexionar.
Después de la cena, Taehyung y Seokjin caminaban delante de él y conversaban sobre algún asunto de Revenant, que el moroi le había preguntado lleno de curiosidad. El azabache aprovechó para tomar su momento con Freyja, ralentizando sus pasos para mencionarle aquello que recorría en su interior.
—Quería pedirle un favor —comenzó a decir discretamente—, apenas llevo unas semanas trabajando en Revenant, por lo que necesitaría un préstamo de una cantidad elevada. Es dinero que le devolvería.
Freyja parpadeó.
—Claro, pero, ¿de qué se trata? —cuestionó fijando su mirada en su tímido perfil mientras caminaban.
—Huh... hay una diminuta joyería...
—Oh —exhaló la moroi sorprendiéndose.
—Q-quiero comprar un anillo para Taehyung —finalizó, con las mejillas claramente ruborizadas y las manos entrelazadas tras su propia espalda.
—¿Quieres casarte con un príncipe? —emitió la mujer en voz baja—. Es muy noble por tu parte, he admirado vuestra relación en secreto. Nunca había visto a dos jóvenes así... como... si ambos fueran la gravedad del otro...
—Aquí no es un príncipe —se defendió Jungkook, con aquel tic nervioso que arrastraba desde la comunidad nosferatu—. Y-yo... tengo mis dudas, porque...
Freyja se detuvo y sujetó el codo del dhampir con una mano, deseando transmitirle algo muy importante.
—Si quieres casarte, hazlo, Jungkook —pronunció con claridad—. Si eso va a hacerte feliz, no importa lo joven que seas, no permitas que nadie pise lo que sientes, ni que la comunidad nosferatu te separe de la persona que amas. No importa quién seas, y quién sea ese chico. El amor debe romper esas barreras. Demuéstraselo a todo el mundo, porque si no lo haces... te arrepentirás en el futuro...
Jungkook se quedó sin aliento, observando el rostro de Freyja, de unos intensos ojos claros que parecieron echar chispas por algo. Puede que no existiese una gran confianza entre ellos, pero el dhampir se sintió impulsado por su apoyo y mucho más seguro de hacer algo que deseaba tanto.
—Entonces... —masculló el más joven, sin abandonar su timidez—, ¿podría hacerme un préstamo?
Freyja soltó su codo y asintió, mencionando que la próxima mañana le dejaría el dinero.
Deseó profundamente decirle a Jungkook que no necesitaba que le devolviera el préstamo, pero se contuvo para no desconcertar al joven. Ella nunca había sentido eso, pero Jungkook era «su hijo», y la viva imagen de Jeon Jungseo. Puede que fuese demasiado tarde para hacer algo por él, puede que jamás pudiese saldar lo que le debía como esa madre que nunca estuvo, pero ayudarle en eso, era algo que fugazmente le atravesó, sintiéndose terriblemente identificada por la reminiscencia de sus recuerdos y deseos del pasado, en los que quiso escapar con el único dhampir que le hizo comprender qué era el amor.
Jungkook y Freyja quedaron a la siguiente mañana, en la que el dhampir se escaqueó del apartamento mientras su compañero seguía adormilado. Freyja se tomó un café con él, elegantemente vestida para la postergada reunión del Concejo, con el cabello recogido en una elegante trenza francesa, y un pincel negro que había delineado sus ojos, le dejó un sobre de dinero para que tomase cuanto considerase necesario.
El dhampir tomó el sobre y contó el dinero. Había más de lo que creía que llegaría a gastar, o incluso ganar en Revenant. Pero la mujer insistió en que lo tomase.
—Te haré una rebaja por lo honrado que has sido uniéndote a la seguridad de Revenant con tu amigo —le dijo, restándole importancia a su favor—. Me ha llegado información estos días. Están muy contentos con vuestra incorporación y vuestra disciplina.
Jungkook se lo agradeció tímidamente, se guardó el sobre en su chaqueta y se levantó de la mesa tras su despedida. Caminó a paso desgarbado por la calle, sintiendo aquel nerviosismo atacarle nuevamente. Cuando encontró la pequeña joyería, entró con los ojos muy abiertos y fue recibido por un hombre moroi de aspecto anciano que esbozó una sonrisa al descubrir la juventud de su cliente.
Su cabello estaba pulcramente recogido en un lazo tras la nuca, vestía una chaqueta de seda, sus iris eran de un tono oliva, y sus manos se mostraban arrugadas.
—¿En qué puedo ayudarle? —le preguntó amablemente.
—Busco anillos de pedida —manifestó Jungkook.
—Oh, acérquese por aquí, por favor —dijo el moroi—. Le enseñaré algunas piezas.
El anciano, le mostró gratamente varias bandejas de anillos únicos, de piedras preciosas y minerales que extraían de la montaña. Sus pupilas se deslizaron sobre las joyas, unas más gruesas y pesadas, otras con un aspecto soberbio y delicado.
Sus ojos se detuvieron sobre un anillo de oro rosado, cuya joya central se encontraba formada por una delicada flor de pétalos abiertos, llenos de diamantes y acabados en pico. Y lo llamativo de esa flor, era que desprendía dos finas alas sobre la montura, también recubiertas de minúsculos diamantes que brillaban como estrellas bajo la luz artificial de la tienda.
Jungkook se inclinó sobre el mostrador, recordando la bella flor de la Dama de noche que observaba crecer en los arbustos junto a la capilla de la academia de Incheon. Y las alas, le hicieron recordar el elemento de Taehyung.
—¿Puedo? —preguntó el dhampir extendiendo sus dedos.
El hombre asintió, y Jungkook sacó el anillo insertado en la bandeja de terciopelo, para observarlo entre sus yemas. Era precioso, el tipo de joya que podía robar el aliento hasta a alguien más tosco y poco ambicioso como él.
—Es oro rosado —le informó el hombre—. Una variante atípica, y el único que tengo. La montura está formada por veintidós diamantes, entre la flor y las alas, y pesa ocho quilates.
—Me quedaré con este —decidió Jungkook.
El anciano casi enmudeció por su decisión, tomó la sortija entre sus dedos mientras el pelinegro sacaba el dinero, y él le detuvo con un titubeo.
—Verá, joven... es uno de los más caros, creo que debería volver al oro amarillo, o incluso blanco... —le aconsejó cautelosamente—. ¿Qué le parece el zafiro? Tengo un excelente ejemplar por aquí. Incluso hay de menos quilates que este.
—Sólo quiero ese —le aseguró el dhampir—. ¿Puede grabarlo?
—Eh. Sí —dudó el anciano.
El hombre creyó que Jungkook no podría pagarlo, pero cuando musitó la suma de wons, comprobándola en un documento de color sepia, el dhampir contó el dinero y se lo ofreció con gentileza para que lo revisara.
Completamente sorprendido por su liquidez, y por tal cantidad de dinero que jamás había visto junto, se disculpó con un sonrojo y se predispuso a grabar su anillo y cobrárselo.
—Oh, excelente. Excelente elección —le halagó brevemente, soltando un comentario sin importancia—. Una joya sólo digna para alguien de la realeza. ¿Qué desearía grabar en el interior del aro?
—Taehyung y Jungkook —expresó con un rubor.
—Necesitaré unos minutos —solicitó el hombre—. Espere aquí.
Jungkook se apoyó en el mostrador cuando el moroi desapareció de la tienda. Esperó casi media hora, en la que creyó que al anciano le había pasado algo. Sin embargo, regresó poco antes de que el dhampir perdiese su paciencia, y le mostró el grabado en el oro rosado.
Después, lo introdujo en una caja de terciopelo en la que Jungkook pudo decidir la forma y el tamaño, eligiendo finalmente una negra y cuadrada, que cabía en su mano. Se la guardó en el bolsillo descartando llevarse una bolsa, con un revoloteo en el corazón y una vorágine de sentimientos que hizo hasta temblar sus dedos.
—Gracias, ¡buenos días! —se despidió el azabache abandonando la joyería.
Con la cajita del anillo aún entre sus dedos, y en el bolsillo, caminó por la calle mientras su corazón se aceleraba en unos pálpitos felices. «Le debería dinero a Freyja toda su vida, pero aquella joya era la cosa más preciosa que había visto, y sólo un príncipe se merecía una joya de tal calibre».
—¡Eh, Kook! —Jimin le saludó junto a la puerta de una cafetería, y le escudriñó con la mirada al advertir el brinco que acababa de dar el pelinegro—. ¿Dónde estabas? Pensé que me ibas a dejar colgado otra vez, como cuando...
—Sí, sí, venga, entra —soltó empujándole del brazo—. Tengo que enseñarte algo.
En el interior de la cafetería, se cercioraron de encontrarse sin ningún conocido de por medio, y tras tomar unos batidos de helado, Jungkook sacó la pequeña cajita de su bolsillo y se la mostró a su mejor amigo.
—¿Vas a proponerte? —Jimin esbozó un gesto de sorpresa, y llevó una mano a la boca cuando vio la sortija—. Oh, dios mío.
Inesperadamente, abrazó a Jungkook y se emocionó más de lo que tenía planeado. Sus ojos se humedecieron, e incluso el azabache tuvo que apretar su hombro con una mano, soltando una risita y esperando que se tranquilizase.
—Venga ya, no es para tanto —comentó divertido, volviendo a guardarse la joya—. Llevo esperándolo tanto tiempo, que hasta me siento extraño...
—Y-yo jamás pensé que... —Jimin se hundió entre sus propios brazos apoyados sobre la mesa, provocando un parpadeo en su amigo.
—¿J-Jimin? —balbuceó.
Cuando el rubio levantó la cabeza, empezó a llorar cómicamente jurándole un montón de cosas ininteligibles. Él volvió a romper a reír sintiéndose halagado, y de alguna forma, esperó que, si Taehyung aceptaba, pudiesen encontrar una fecha mucho más feliz para casarse, cuando todo el estrés que les había perseguido desde Bucheon cesase.
Un rato después, volvieron a caminar por la calle dejando atrás la escenita del lloriqueo de Jimin.
—No sé cocinar nada realmente elaborado —emitió Jungkook—, ¿debería preguntarle a Seokjin por un lugar en Revenant?
—Oh, tengo una idea —manifestó Jimin, acompañándole con las manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta—. ¡¿Por qué no le dices a él que te prepare algo?! Yoongi también tiene una cocina excelente.
—¿Hmnh? —el pelinegro le miró de medio lado—. ¿Estás seguro de que quieres juntarlos en una cocina? ¿Has superado ya tus celos por...?
Jimin le dio un golpe en la nuca con la palma de la mano a su amigo.
—¡Calla, capullo! —soltó con arrogancia—. ¡Yo no estaba celoso!
—Ya, claro que no —ironizó Jungkook—. Era un efecto de la polución.
—Además, ahora estamos juntos —agregó Jimin con engreimiento, levantando la cabeza con mejillas sonrosadas—. O algo de eso...
—¿O algo de eso? —repitió el segundo—. ¿Has probado a decírselo?
—Kook, no tenemos tres años —se defendió Jimin—. Nadie en el siglo veintiuno le pide salir a alguien.
—Yo se lo pedí a Taehyung.
—Taehyung y tú sois como un pastel de fresa —le acusó con cara de desagrado—, ¡demasiado azúcar para la gente normal!
—Oh, disculpa, motero —carcajeó su amigo pelinegro—. Había olvidado que tú sales con un rockero.
Jimin le miró con un toque de fastidio, sin embargo, apartando aquello, Jungkook aceptó la sugerencia de pedirle a Seokjin y Yoongi que le ayudasen a preparar una cena, y hablar del sitio al que podría llevarle.
Cuando fueron al cuartel de Revenant, estuvieron allí viendo a varios jóvenes que habían crecido en la ciudad entrenarse. Ellos se unieron, y les enseñaron algunas técnicas, llevándose unos cuantos halagos. Seokjin apareció un poco después por el lugar y habló con los chicos.
Y Jimin, con su habitual lengua larga, le soltó junto a las taquillas que Jungkook había comprado un anillo de pedida. El azabache casi se atragantó con su propia saliva, y se ruborizó tanto que quiso estrangular a Jimin y zarandearle como un muñeco de paja.
—¿En serio? ¿Puedo verlo? —Seokjin se mostró encantando, sorprendido, y realmente curioso por ver la joya que Jungkook se negó a volver a sacar de su bolsillo por vergüenza.
Un rato después, el dhampir mayor tuvo una idea cuando Jungkook le preguntó sobre algún restaurante o zona íntima donde llevarle.
—Conozco un sitio —ingenió sin llegar a darle detalles—. Tendréis que salir de aquí, pero... seguiréis en la montaña...
—¿Salir de Revenant? —reflexionó Jungkook—. No, no quiero arriesgarle por una estupidez como esta. Nos quedaremos aquí.
—No, Kook —le detuvo Jin, repitiendo bien sus palabras—. Seguiréis en la montaña, ¿entiendes? Sigue siendo terreno de Revenant, y hasta donde sé, es seguro. Pero tendría que conseguir un permiso para alquilar una de esas cabañas. Usualmente, los cazadores de la ciudad suelen parar por ahí y... tienen un glamour de protección humana... y no están lejos. Sólo hay que subir la montaña.
Jungkook se mostró interesado cuando escuchó lo del glamour, le miró con atención, escuchando su oferta.
—Hay varios propietarios humanos en Revenant que poseen unas sencillas escrituras que el Concejo elaboró para crear las auras de protección humana —prosiguió Seokjin—. Son zonas seguras, pero...
—¿Pero? —insistió Jimin.
—No hay cama —pronunció el mayor, esbozando una sonrisita pervertida.
Jungkook casi se cayó de espaldas.
—¿¡Se puede saber qué más da que haya o no cama?! —exclamó cómicamente, al borde de golpearle con un puño.
Jimin se rio abiertamente, acompañando el sonrojo de su amigo con un rubor rosado propio.
—Bueno, siempre se puede idear algo que sustituya una cama —mencionó, levantando las manos en señal de paz—. L-lo digo para que paséis la noche allí, lo normal es que queráis dormir juntos, ¿no?
—Mhmn —asintió Jungkook apretando los labios.
—Bien, creo que el sofá se puede desplegar como cama —argumentó Seokjin reprimiendo una risa—. Preguntaré esta tarde en el gremio de cazadores, y me haré con un permiso para el viernes. ¿Te parece?
—S-sí —aceptó Jungkook—. G-gracias.
Seokjin sonrió gentilmente como respuesta.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Esa mañana, Taehyung se había despertado como un gato abandonado en la cama, y percibiendo la falta de algo cálido y firme a lo que abrazarse, se levantó algo despistado y con un extraño dolor de cabeza que le obligó a parpadear hasta enfocar las pupilas.
Se levantó y rellenó un vaso de sangre que remezcló con una píldora aditiva, esperando que sólo fuese un bajón de hemoglobina. Estuvo sorbiéndolo con una pajita mientras comprobaba que debían rellenar la despensa de nuevo, si querían almorzar o cenar en casa.
Taehyung se vistió, bajó de la sexta planta de su lujoso apartamento, e ideó una lista de la compra con la que subió más tarde al apartamento, bien cargado de bolsas. Aprovechó para ofrecer su tarjeta credencial en la zona de provisiones de plasma, y recibió dos nuevas bolsas de sangre para su próxima semana.
Una vez regresó a su piso, soltó las cosas con un extraño pálpito en los ojos. Se detuvo frente a la encimera, pensando en qué era lo que había comido, o si su previo uso del espíritu los días de antes, estaba regresando con efectos adversos.
Sin esperar una respuesta clara, tomó aire por la boca y lo expulsó por la nariz, y se dirigió al cuarto de baño para preparar la bañera de hidromasaje. Tapó el desagüe y abrió el grifo de agua caliente con el que empezó a rellenarse el cubículo con forma triangular. Mientras tanto, le echó un vistazo a las sales de baño, agarró dos puñados de dos tarros distintos y los dejó caer en el agua, eligió un aceite esencial que chorreó mientras el vapor llegaba hasta él, y después, lo acompañó de un poco de gel que formó una bruma espumosa llena de burbujas de jabón.
Cuando cerró el grifo, el espejo del cuarto de baño y la mampara de la ducha, con rosas de relieve, se encontraban empañados por la diferencia de temperatura del exterior. Su olfato se vio inundado por una agradable mezcla de olores, como el del jazmín y la canela, y otras especias relajantes.
Paseó por el apartamento, y agarró una de las novelas desconocidas que había en las estanterías del salón, y regresó al cuarto de baño para desnudarse. Se introdujo en el agua caliente hasta la nuca, flexionando las piernas y percibiendo la caricia de las sales y el aceite de baño que se diluía entre la espuma.
Durante unos minutos, trató de leer el librillo sin mojar las páginas, pero la relajación fue tal que terminó soltándolo nuevamente en el borde, y dejándose hundir hasta la nariz mientras aquella sensación de molestia en su cabeza le abandonaba.
Taehyung cerró los ojos, escuchando el más absoluto silencio a su alrededor. Lo único que le acompañó fue el líquido que le envolvía, mientras unos pasos de zapatos en un suelo de mármol resonaban en sus oídos.
«¿Zapatos?», se preguntó sin abrir los ojos. «Jungkook usaba botas, o tenis. Nunca zapatos».
En unos instantes, se dejó llevar por aquel suelo de mármol, y olvidó la bañera en la que se encontraba, abriendo los párpados en un lugar muy lejano al abrazo cálido de casa.
Sobre el mármol negro y pulido, su reflejo le hizo detener sus pasos con acongojo. Su cabello era negro, sobre llamativos ojos claros que parecían asustados. Vestía de un negro impoluto, con botines elegantes manchados de sangre, pantalón ceñido y camisa de cuello entreabierto.
«¿Botines manchados de sangre?», pensó comprobando sus propios zapatos.
Una hilera de sangre se extendía por el camino por el que avanzó. Eran densas gotas como las de una herida abierta, y siguió su dirección, sintiendo como su olfato vampírico se activó ante una esencia familiar que detectaba.
—¿Jungkook? —preguntó formando un extraño eco con su voz.
Aceleró los pasos en el interminable pasillo de mármol, cuyas paredes negras apartaron la luz de sus pupilas, y su desconocido aspecto de cabello negro se vio reflejado ante él haciéndole ver más adulto.
—¿¡Jungkook!? —repitió otra vez, sonando desesperado—, ¿¡Kookie!? ¿¡Dónde estás!?
Su corazón se arrojó contra su pecho, aprisionó su garganta y secó su boca mientras le buscaba. Girando el interminable pasillo, encontró una pesada puerta del mismo mármol que arrojaba un rayo de luz en su abertura.
El rastro de sangre continuaba hacia el interior, y un sonido seseante y desagradable resonó en sus tímpanos. Un gruñido. Un jadeo. Un sonido viscoso de succión. El moroi empujó la pesada puerta con una mano temblorosa y posó sus pupilas en el interior.
Jungkook le daba la espalda, con una rodilla clavada en el suelo. Su espalda se encontraba encorvada, sobre un cuerpo que yacía tumbado.
—Jungkook... —suspiró Taehyung sosteniendo su aliento y el puñado de nerviosismo en el titubeo de su voz—. ¿Q-qué ha pasado?
Se aproximó a pasos lentos hacia el dhampir, sintiendo la descarga de adrenalina disparándose en sus venas. Yoongi estaba pálido, con los ojos abiertos y vacíos clavados en la nada. Su cuello yacía partido, desgarrado, con grandes arañazos que liberaban la sangre carmesí de su carótida. Su ropa estaba manchada de sangre húmeda y seca, hecha jirones, y la vida parecía haber abandonado su rostro mucho antes.
—¿C-cómo...? —balbuceó el moroi, llenándose de lágrimas que enturbiaron su mirada—. ¿Y-Yoongi...?
Se llevó una mano a la boca, reteniendo su propio aliento y el aroma de aquella sangre fresca que provocaba un pálpito en sus encías.
—Jungkook... —sollozó el rubio, posando una mano en su hombro sin poder creerse aquel trágico suceso—, ¿dónde le has encontrado?
Jungkook giró la cabeza, y se incorporó lentamente. Taehyung posó sus iris por primera vez sobre él, recibiendo una oleada de terror que entumeció sus extremidades impidiéndole echar a correr. Su corazón se encogió hasta desaparecer, su pecho deseó hundirse para siempre cuando observó el rostro del desconocido dhampir. Sus labios estaban manchados de escarlata, hasta la chorreante barbilla. Sus ojos oscuros se encontraban inundados por una pupila negra y dilatada que eclipsó su mirada acompañada por un halo brillante y rojizo. Y sus colmillos, asomaron entre sus labios como los de un depredador fuera de sí mismo.
El vello de Taehyung se erizó, retrocediendo aquellos pasos que electrificaron su espina dorsal y le inundaron de pánico.
—¿Kookie...? —jadeó aterrorizado—. Tú...
Jungkook no dijo nada, ladeó la cabeza observándole juguetonamente y exhaló una sonrisa maníaca que despertó el sistema de Taehyung, antes de atacarle para devorarle.
El moroi salió corriendo en el último instante, sintiendo un disparo en sus venas, una terrible sensación inundándole, sus pasos rápidos sonaron por el pasillo de mármol en el que sus pies se escurrían por el espeso camino de sangre.
—¡No! —chilló, sintiendo que le alcanzaría para matarle—. ¡Para! ¡Por favor!
Su aliento se volvió enfermizo en sus pulmones, mientras corría. Sabía que Jungkook le dejaba unos segundos de ventaja para convertir su persecución en algo más divertido.
«La caza excitaba a los strigoi», pensó viéndose abordado por el pánico. «Debía usar el espíritu para matarle. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Jungkook le hubiera pedido que lo hiciera si estuviese en sus cabales».
Trató de esconderse entre los salientes de unas columnas oscuras, agachándose y tapándose la boca entre las manos para omitir su respiración mientras escuchaba sus pasos, buscándole. Apretó los párpados deseando que aquello terminase. No podía atacar a Jungkook, ni a pesar de que estuviese a punto de matarle. «No podía». Era superior a sus sentidos, a su corazón convertido en espinas y al grito que retenía en el nudo de su garganta. Moriría antes de matarle.
Pero, ¿sería aquel strigoi con el rostro de su amado capaz de aniquilarle?
Supo que iría a comprobarlo, cuando Jungkook, o aquel ser que parecía ser él, se asomó en su escondite para mirarle.
Taehyung se quedó inmóvil, inundado por el terror. Percibiendo el deseo de suplicarle que se detuviera. Deseando que su psique permaneciese dentro de él, que su alma le reconociera antes de arrancar su cabeza.
Y lo siguiente que ocurrió, fue...
Una mano zarandeándole y un puñado de agua entrando en su garganta que detuvo el grito que profirió.
—¡Tae! —Jungkook le sujetó por los hombros desnudos, zarandeándole—. ¡¿Tae, estás bien?!
El dhampir se encontraba sentado en el borde de la bañera de hidromasaje, con las mangas de su camiseta negra empapadas de agua. Había vuelto a casa en algún punto de su breve viaje mental, y Taehyung abrió los ojos desorientado, tosió el agua con nerviosismo, y tiró de él para abrazarle precipitadamente, comenzando a hipar en un lloriqueo que asustó al pelinegro.
Jungkook estuvo a punto de escurrirse dentro de la bañera, pero se agarró con una mano y evitó el deslizamiento hacia el interior (además de ir vestido, aún llevaba puestas las botas).
—Ya está... —murmuró con suavidad, acariciando su espalda desnuda y húmeda, e introduciendo el codo en el agua tibia—. No pasa nada... te habías quedado dormido, ¿verdad?
Se retiró del moroi unos centímetros, lo suficiente como para apartar sus lágrimas de sus mejillas húmedas con los dedos, vislumbrando el brillo de su piel por el vapor y la calidez del agua. Su cabello se encontraba mojado, con mechones de flequillo endureciéndose por la espuma, que retiró delicadamente para dejar un beso en su frente y volverle a envolver entre los brazos.
—No llores más —le pidió serenamente, logrando tranquilizarle en unos segundos—. O vas a asustarme.
Taehyung hundió la cabeza en su pecho, abrazándole con un temblor que hizo pensar al dhampir que tal vez se trataba de la tibieza del agua.
—N-no sé qué ha pasado... —confesó con voz temblorosa—. M-me dolía la cabeza, y...
Él se separó del moroi y agarró un albornoz al otro lado del baño, regresó a su lugar instándole a salir del agua.
—No pasa nada —le dijo en tono conciliador—, ven. Sal.
El chico se levantó junto al borde, y Jungkook le ayudó a colocarse el albornoz y anudarlo en su cintura mientras el moroi detenía lentamente su hipeo.
No le dio importancia a su desnudez, no podía hacerlo con su lastimero compañero llorando. Él extendió los brazos húmedos, y agarró su cintura para facilitarle salir de la bañera tibia, llevándoselo en brazos hasta la cama por decisión propia.
Le dejó sobre el borde de la cama cuidadosamente, y se acuclillo frente a él con una sonrisa cálida. Taehyung aún tenía las pestañas húmedas cuando sus tristes iris claros se fundieron en los suyos.
—He visto las bolsas de la compra en la cocina —le dijo, pasando una cariñosa mano por su suave mejilla—. Lo siento, me ocupé toda la mañana y olvidé ir a comprar. Yo me encargaré hoy de hacer la comida, ¿vale?
Taehyung entrecerró los ojos y se inclinó para abrazarle sin decir nada. Su humedad y olor a sales estrecharon a Jungkook, quien aceptó su abrazo y se lo devolvió gentilmente, percibiendo su presencia apaciguando el nerviosismo que sentía a través del vínculo.
—Ahora pongo la calefacción —agregó Jungkook suavemente, estrechando su espalda—. Y yo recojo lo del baño, no te preocupes.
—¿Puedes hacer kimchi? —le pidió tímidamente el moroi volviendo a mirarle.
Jungkook liberó una risita y besó cariñosamente los dedos de su mano.
—Por supuesto —contestó levantándose.
Le dejó en el dormitorio para que se secase y vistiera. Taehyung tardó unos segundos en incorporarse, sintiendo el cuerpo extrañamente pesado. El dolor de cabeza había cesado, pero jamás le había ocurrido lo de quedarse dormido en medio de un baño. Era peligroso, e incluso podía haberse ahogado.
Pero lo que más le asustó fue recordar el contenido de su sueño, el cual apartó de su mente, reconociendo cuáles eran sus mayores miedos. Sentirse irreconocible, perder a un inocente, que Jungkook dejase de...
«Porque era eso, ¿no? Un sueño», pensó liberándose del albornoz y vistiéndose con un jersey de puños largos. «A veces, incluso en un lugar tan seguro como Revenant, sólo tenía miedo».
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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