Capítulo 22
Capítulo 22. Setecientos Caballos
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
En su intento por cocinar algo de aspecto comestible, Taehyung se acuclilló y abrió el horno con un grueso guante de cocina, comprobando cuánto le quedaba a la lasaña. Era la primera vez que hacía pasta en toda su vida, y que intentaba cocinar algo sin el peligro de quemar una cocina. «No era su culpa que siempre hubiera vivido en un palacio con servidumbre, o en una academia con un restaurante de cinco estrellas, gratuito para novicios», pensó frunciendo los labios. «Ahora quería ser un adulto responsable de sí mismo (y de paso, alimentar a Jungkook con una de sus comidas favoritas)».
Mientras volvía a cerrar el horno, el sonido del timbre del apartamento resonó en los oídos del moroi. Taehyung se incorporó pensando en Jungkook y se quitó uno de los guantes, abrió la puerta con la mano desnuda, topándose con una figura muy distinta a la que esperaba.
—¿J-Jimin?
El dhampir atravesó el marco de la puerta y abrazó su pecho sin decir nada. Taehyung se quedó estático unos segundos, y después envolvió su espalda con unos brazos cálidos.
—¿Qué pasa? —preguntó en voz baja.
—¿Puedo quedarme aquí? —le pidió con voz amortiguada contra su pecho.
Taehyung asintió, y sin insistirle demasiado, mantuvo su abrazo unos segundos, hasta que Jimin le soltó lentamente. Él cerró la puerta mientras el dhampir se dirigía al salón. Jimin se dejó caer en el sofá repantingado, abrazando un cojín y mirando a las figuras móviles de la televisión.
El moroi se liberó del delantal, y el guante extra, y apareció a su lado para escudriñarle con una mirada preocupada. Jimin tenía los ojos vidriosos, y un aspecto afligido enterrado bajo su seriedad. Le conocía desde hacía demasiado tiempo, y supo que había pasado algo. Cuando sus ojos se encontraron, Taehyung flexionó una rodilla a su lado y le abrazó de medio lado, clavándose el hombro del dhampir en el pecho.
—¿Es por Yoongi? —le preguntó Taehyung en voz baja.
Jimin tardó en abrir la boca. Era algo a lo que Taehyung estaba acostumbrado a esas alturas; él y Jungkook eran tan herméticos, que les costaba una barbaridad dejar ir sus sentimientos.
—Es ese tipo viejo, de cuatrocientos años.
—¿¡Seokjin!? —repitió el moroi con incredulidad.
—Me dijo que me culparía si a Yoongi le pasaba algo —le contó lentamente—. Nos vio ayer... y creo que aún siente algo por él. Me odia. Y Yoon... sólo está jugando...
Taehyung guardó silencio unos segundos en los que reflexionó en sus palabras.
—Yo... hace no mucho, discutí con Jungkook —expresó su compañero—. Me di cuenta de que a veces, cuando quieres a alguien, le haces daño intentando protegerle.
Jimin se relajó y se dejó caer en su regazo, apoyando la coronilla en su pecho. No dijo nada, por lo que Taehyung prosiguió:
—Estoy seguro de que Yoon necesita recapacitar sobre sus sentimientos —le dijo en voz baja, tratando de animarle—. ¿Quieres quedarte a comer con nosotros? Si el horno no explota, habrá lasaña.
Jimin levantó la cabeza para mirarle, y sintiendo a su estómago rugir por su mención, tuvo clara su respuesta.
—¿Me adoptas? —bromeó el dhampir casi pareciendo adorable.
Taehyung se rio de forma agradable, haciendo retumbar su pecho. Su mano acarició su brazo fraternalmente, y Jimin se sintió mucho más conciliado en esos minutos a solas.
Entendía por qué Jungkook no podía sacarle los brazos de encima. Taehyung era un osito abrazable. Justo lo que necesitaba en ese momento, en el que el pelinegro regresó al apartamento.
—Tengo algo para ti —dijo el pelinegro distraídamente, mientras se quitaba la chaqueta junto a la puerta—. Ah, y he estado con Sihyun. Empezaré a trabajar mañan-
Avanzando hacia el salón, Jungkook se topó con que su novio y mejor amigo estaban abrazados como un par de ositos de peluche en el sofá.
—¡Kookie! —saludó Taehyung con voz aguda, y levantando una mano.
—Okay, ¿interrumpo algo? —emitió el azabache levantando una ceja, y arrastrando su mirada entre ambos.
—Sí, ¡he decidido que me voy a casar con Kim Taehyung! —declaró Jimin enterrando la cabeza en el pecho del moroi—. Llegas tarde.
Su respuesta fue lo suficientemente convincente como para que a Jungkook esbozara una cara de malas pulgas, en la que, si se tratase de otra persona en vez de Jimin, se hubiera encargado de patearle personalmente el culo. No obstante, se deshizo de su cara rápidamente, percibiendo el olor al delicioso almuerzo.
El horno sonó con un limpio ding que provocó que Taehyung saltase como un resorte del sofá, y se precipitase hacia la cocina deseando que su lasaña no se hubiese convertido en una bandeja carbonizada.
Jungkook se acercó al asiento, y golpeó amistosamente el hombro de Jimin.
—¿Todo bien? —le preguntó.
—Sí, sí... —bostezó el rubio humildemente—. ¿Y tú? ¿Te gustó dejarme colgado toda la mañana?
Jungkook dejó una cajetilla con algún tipo de medicación sobre la mesita, y se sentó en el sillón sorbiendo un líquido dulce de un vaso de plástico con pajita que había comprado en algún lado. Su auténtica intención era camuflar la sangre para Taehyung en ese vaso, pero el sabor de la cereza mezclada con hielo y azúcar le estaba dejando enganchado.
Jimin posó sus iris sobre la caja de aditivos sin mucho interés, y después le miró a él con el ceño levemente fruncido.
—Lo siento —le dijo Jungkook—. Fui a buscarte un poco más tarde, ¿dónde te habías metido?
—Discutí con Jin —liberó Jimin—. Da lo mismo...
El pelinegro le observó en detalle, mientras Jimin desviaba la mirada e intentaba no extender más aquel tema.
—¿Necesitas que hable con él? —formuló Jungkook.
Su amigo se ofreció como intermediario, pero Jimin negó rápidamente con la cabeza.
—Será mejor que no —respondió, cruzándose de brazos—. No te metas demasiado, por si...
Jungkook suspiró profundamente y le dio unos instantes de silencio antes de contarle algo.
—Estuve en el cuartel de Revenant y entrené con Sihyun —le contó Jungkook para animarle—. Podemos empezar mañana. Sihyun me dijo que sólo tienes que presentar tu credencial para que te acepten.
Jimin se mostró algo más interesado en eso.
—Oh, genial —dijo con sinceridad—. Me muero por hacer algo.
—¿Te quedarás a comer? —preguntó el azabache, levantándose del sillón perezosamente.
—Sí —respondió con un toque malicioso—. No voy a perderme la lasaña de tu príncipe azul.
Jungkook sonrió, y sintiéndose pegajoso por haber sudado, se puso en disposición de darse una ducha rápida. Taehyung les interceptó en el salón, mostrándoles una bandeja de lasaña con queso derretido y algunas motas oscuras, producto del buen horneado.
—¡Lo tengo! —celebró felizmente, sujetándola entre los enormes guantes.
A Jimin se le hizo la boca agua, y Jungkook se sintió feliz de ver su primer logro. El azabache se dio una ducha rápida, alegando que la necesitaba, y cuando regresó con una muda de ropa limpia y el cabello húmedo, Jimin ya había puesto la mesa, y Taehyung estaba sirviendo la comida.
Comieron los tres felizmente a la hora del almuerzo.
—¡Hmnh! ¡Mmnh! —mugió tanto Jimin como Jungkook probando la comida.
Taehyung no podía estar más contento, pese a que su adorable rostro y colmillitos retráctiles en aquella sonrisa, se desvanecieron rápidamente, en cuanto Jungkook mencionó lo de los aditivos.
—¿Aditivos? ¿Es artificial? —repitió el moroi en un mascullo, comenzando a quejarse como un niño enfurruñado—. ¡Yo no quiero tomar eso!
Cuando terminaron sus platos, Jungkook se levantó y se llevó la cajetilla y el vaso de plástico que había comprado. Lo lavó en la cocina, abrió la caja de aditivos y descubrió que eran unas píldoras. Seguidamente, tomó una bolsa de sangre, llenó el vaso el plástico y dejó que la píldora efervesciera en el espeso líquido. Cerró el vaso con su correspondiente tapadera y pajita, y lo mantuvo entre sus manos, esperando a que se volviese más tibio.
Regresó al salón y se lo ofreció a Taehyung.
—Pruébalo —le dijo con suavidad—. Freyja me dijo que te ayudaría.
—Oh, ¿tienes problemas con la sangre de bolsa? —observó Jimin levantando ambas cejas.
El moroi tomó el vaso entre sus dedos, se forzó a no olfatear el contenido.
—A-algo así... —balbuceó indeciso.
Echándole un vistazo, pensó que era útil que estuviese en un vaso de plástico, que ocultaba el contenido. Se llevó la pajita a los labios bajo la atenta mirada de Jungkook, y tomó un sorbo lento que humedeció su labio inferior.
A Jungkook le pareció adorable presenciar la escena.
El sabor que llegó a las papilas gustativas del moroi no fue tan desagradable como el de la bolsa. Su apetito se abrió tímidamente, y tomó un sorbo más a través de la pajita sin sentirse nauseabundo.
«No tenía ni punto de comparación con la sangre fresca y tibia de la vena», pensó. «Pero no le daba asco».
Y tras saborearlo, miró a Jungkook con los ojos muy abiertos y en señal positiva.
—Podría acostumbrarme —confirmó, provocando que el dhampir estallase en un salto y abrazase sus hombros.
—¡Por fin! —se alegró genuinamente—. Ah, dios. No sabes cuánto me alegro.
Taehyung frunció los labios y se relamió, con un rubor natural en sus mejillas. Se liberó de sus brazos enfurruñado. Casi se sentía como un crío de cinco años, probando por primera vez la verdura. Y, a decir verdad, aquello era como ser vegetariano, en comparación a la sangre de Jungkook que había probado esa mañana.
Jimin se rio en voz baja, y se alegró interiormente. Se levantó y comenzó a recoger la mesa mientras Taehyung terminaba con su ración de sangre.
Yoongi llegó al apartamento buscándole. Jungkook abrió la puerta y le invitó a pasar.
—Pensé que estabas comiendo con Seokjin —comentó el dhampir—, si no te habría avisado.
—Qué va —contestó Yoongi permaneciendo en la puerta—. ¿Dónde está Jimin?
—Eh. Qué pasa —Jimin apareció cruzado de brazos.
—Huh... ¿te pasa algo a ti?
—¿A mí? —repitió Jimin con tirantez, esbozando una sonrisa irónica—. Oh, sí. Creo que tu ex está más celoso de lo que esperaba.
—¿Qué? —Yoongi se sintió desconcertado—. ¿Qué dices?
—Se ha puesto como un gilipollas —concretó molesto—. Deberías correr para consolarle. Aunque alguien debería contarte primero que no quiere que estés aquí, y que piensa que tenemos la culpa de que no puedas regresar a Busan con normalidad.
Yoongi enmudeció contemplando su rostro. Jungkook se hizo a un lado, comenzando a entender que había algo más de lo que no se había enterado.
—No tengo la culpa de lo que Seokjin piense —contestó Yoongi sosegado—. Estoy aquí porque quiero. Y eso no va a cambiarlo.
—¿Y sabes qué es lo que quieres, exactamente? —inquirió el rubio—. Porque comienzo a pensar que no tienes ni idea.
—¿Qué es lo que quiero? —emitió Yoongi confuso—. ¿A qué te refieres?
—Es evidente que no te ha olvidado... —exhaló Jimin—. Y tú tampoco.
—Jimin... —pronunció cansado y avanzando hacia él—. Escúchame...
—No —le detuvo el dhampir—. No me digas que es una escenita de celos. Me importa una mierda si te arrepientes de lo que ha pasado. Yo estoy libre, y hago lo que quiero. ¡No tengo por qué ofrecerle explicaciones a una tercera persona!
—¡¡¡No es mi culpa!!! —le gritó Yoongi, perdiendo los nervios—. ¡No estoy en su cabeza! ¡Yo no le he pedido que haga eso!
—¡¡Pues dile lo que de verdad sientes!! —exclamó el segundo—. ¡Cuéntaselo de una vez!
Ambos respiraron en un silencio encrespado. Jungkook no abrió la boca, pero no pudo evitar sentirse conmocionado por el cruce de palabras que estaba presenciando.
Yoongi le dio la espalda y se largó allí sin decir nada. Y Jimin sintió que aquello era el final de algo que ni siquiera había tenido tiempo para empezar.
—Lo siento por la escenita —dijo Jimin, mirando de soslayo a Jungkook.
Su amigo le apoyó, sintiéndose preocupado por ambos. Cerró la puerta y le invitó a pasar la tarde juntos haciendo cualquier cosa. Taehyung trató de diluir el tema con cualquier otra conversación.
Y Yoongi, por su lado, bajó las escaleras del edificio, negándose a tomar el ascensor, y salió al exterior, encendiéndose un cigarro. Sabía por dónde quedaba más o menos la casa de Seokjin, por lo que se dirigió hacia allí sin demorarse, con la sangre hirviendo en sus venas.
No iba a permitir que la situación siguiese así, y mucho menos, que su actitud lastimase a uno u a otro.
«Jimin le había dicho que se lo contase. Iba a hacerlo», pensó. «Y si el estúpido de Jimin le hubiera escuchado, en vez de gritarle, habría sido más fácil no llegar a eso».
Yoongi tuvo toda la suerte del mundo, encontrándose a Freyja, al tal Archivald seguido de su hermano Craig, y Seokjin junto al edificio institucional. El humano tiró el cigarro dirigiéndose hacia ellos, y Seokjin le vio de soslayo. Su mirada le hizo comprender que necesitaba un instante en privado.
Abandonó al grupo de adultos para acercarse a Yoongi.
—¿Podemos hablar? —le sugirió, empezando a caminar en otra dirección.
—Eh... sí —titubeó Seokjin—. Vamos.
El mayor siguió sus pasos guardándose las manos en los bolsillos del pantalón, recibiendo el largo silencio que se extendió durante más de un minuto mientras caminaban.
—No debiste decirle eso a Jimin —inició Yoongi.
Sus ojos se encontraron de soslayo, en lo que se introducían en uno de los pequeños parques asfaltados.
—Sabía que era eso —suspiró Seokjin—. Mira, Yoongi, yo no quería...
—No, no —le interrumpió el más joven—. Ahora vas a escucharme. Tienes que saber algo muy importante.
Seokjin detuvo sus pasos, y bajo el espeso árbol en el que se miraron, Yoongi bajó la cabeza y tomó aire. Trató de serenarse, apretando la mandíbula y los párpados. Cuando levantó la cabeza se lo dijo, ni espacio para arrepentimientos.
—Te quiero, Jin —pronunció atormentado—. Y no te voy a negar que, en todo este tiempo, no he pensado que tú y yo tal vez pudiéramos... —su voz se desvaneció, y tragó saliva pesada para que su tono no temblase tanto—. ¿Sabes qué? Después de lo que me sucedió, creía que necesitaba volver a la normalidad. Después de saber lo que hubo entre nosotros, pensé que quería volver a Busan, recuperar mi trabajo, y seguir con mi vida. Encontrar tranquilidad, curarme, ya sabes. Algo mucho más rosa, que una ciudad de vampiros e híbridos, y una sociedad secreta, soldados, bestias sedientas de sangre...
Se dio unos instantes, en los que él mismo entendió qué quería decirle a Seokjin con todo ese discurso.
—Pero apareció Jimin —declaró honestamente—. Y sé que Jimin no es lo que necesita alguien con el corazón roto. Sé que este mundo no es para un humano. Y Jimin no es de color rosa, ni es un bálsamo que cure las heridas. Tampoco es alguien paciente. Por el amor de dios, es un puto crío de diecinueve años. Pero va como un jodido Ferrari, a setecientos caballos, con el nitro a tope, y unas llantas tuneadas. De esos con doble aceleración, y un motor de los que rugen cuando metes las llaves. Es de esos tipos a los que miras, sin esperar a que ellos si quiera puedan verte. Y cuando te miran, asustan, porque crees que no estás preparado —explicó con vehemencia, clavando sus ojos sobre los suyos mientras gesticulaba—. Jin, tienes razón. Yo no debería estar aquí. Esto no es para alguien como yo. Jimin no es lo que necesito, pero es lo que he estado esperando toda mi puta vida, porque siento que «está muy vivo». Y yo he estado muerto desde que te fuiste.
Seokjin sostuvo su aliento, comprendiendo sus palabras. Yoongi se acercó a él, levantó la cabeza bajo los centímetros de diferencia que separaban su altura, y pasó una delicada mano por su rostro.
—Te quiero —le dijo al dhampir—, y siempre voy a quererte. Pero necesito dejarme llevar por lo que siento por Jimin. Y me da igual no saber conducir un Ferrari.
Su mano se deslizó por su rostro, y Yoongi retrocedió unos pasos preparándose antes de largarse.
—Lo sé —emitió Seokjin de repente—. Sé que estoy siendo egoísta. Me he dejado llevar por mi desconcierto y mis celos. He vuelto a meter la pata contigo —reconoció con aflicción—. Yo... quiero ser tu amigo, Yoon... Y quiero ayudarte, sin meter las narices en tus cosas —suspiró—. Pero si ese mocoso te hace año, si ocurriese algo fuera de Revenant, que te pusiera en peligro, créeme, seré la primera persona con la que podrás contar.
—Creo que deberías decírselo a él —dijo Yoongi cruzado de brazos, a unos pasos de distancia—. No se merece tu rechazo, Jin. Y es un buen tío, lo sabes perfectamente.
—Él también ha estado tenso conmigo, antes de que yo le dijera nada —se excusó el dhampir.
—Bueno, creo que es normal que se sienta en desventaja... —murmuró Yoongi—, teniendo en cuenta quién eres. Y qué hemos sido antes.
—¿Eso es lo que le pasaba? —Seokjin alzó una ceja, y soltó un ligero bufido—. ¿En serio?
Yoongi suspiró, y descruzó sus brazos mirándole.
—Tengo que irme, aún no he comido —dijo.
—Espera —Jin le detuvo una última vez—. ¿Está... enfadado conmigo...?
—Te sorprendería saber que es un mochi a pesar de su aspecto de tío macizo —contestó Yoongi sin tapujos—. Ha descargado su enfado conmigo. Pero yo que tú, me disculparía.
Seokjin anotó mentalmente su consejo y asintió con la cabeza. Sin resentimientos, se separaron tras de su conversación. El resto de la tarde trascurrió con relativa calma. Taehyung fue a los invernaderos subterráneos de Revenant, se llevó a Jimin con él, y perdieron la noción del tiempo observando parte de la cosecha que crecía rápidamente gracias a la magia moroi de la tierra. Jimin pudo pasar a ayudar a Tae a trasplantar algunas macetas a otros recipientes ofreciendo su credencial en los invernaderos, a pesar de que su labor en Revenant no estuviese aún asociada a nada. Se le hizo relajante estar allí y compartió una agradable tarde con el joven.
Cuando atardeció, y se quitó los guantes y el delantal de plástico, pensó en que debía haberse metido a jardinero dhampir, en vez de sufrir tanto para ser guardián.
Jungkook y Yoongi fueron a recogerles a la salida laboral, y mientras esperaban afuera a los chicos, el humano se fumó el último cigarro de su cajetilla y unos minutos después, lo pisó con la puntera de la bota.
—Voy a entrar. Quiero hablar con él —dijo Yoongi, dejando a Jungkook con la boca abierta y completamente plantado afuera.
Yoongi ni siquiera sabía por dónde tenía que meterse, o en qué zona de los invernaderos se encontraban exactamente. Pero vio a Taehyung al fondo, hablando con una mujer moroi que se encargaba de esa zona, y a Jimin a unos cuantos metros, colgando sus delantales y devolviendo los guantes.
Se dirigió a él sin miramientos, Jimin posó sus ojos sobre él con fastidio, y antes de que dijera nada, Yoongi se aproximó tanto que pensó que iría a zurrarle.
—¿Qué...? —emitió antes de que sus labios fueran sellados por los del humano—. Mmh-
Jimin se sintió tan desconcertado, que incluso tardó en comprender por qué demonios estaba Yoongi besándole, cuando se habían gritado horas antes. El pelinegro sujetó su nuca entre sus dedos, y presionó sus labios sobre los suyos en una perfecta mezcla de molestia, que dio lugar a algo mucho más apasionado. Se sintió mareado por un segundo, su corazón se precipitó contra su pecho, y sus ojos se entrecerraron lentamente bajo la insistencia de su compañero.
Cuando Yoongi le soltó, Jimin tardó unos segundos en recuperar su respiración, con unos labios gruesos y rosados por el beso.
—Antes de que abras la boca —procedió Yoongi—, eres un imbécil.
—Me gusta tu estrategia —ironizó Jimin—, primero me besas y después me insultas. Estoy empezando a adorar el carácter de nuestra relación.
Yoongi le miró con dureza, y entrecerrando sus ojos almendrados, se mantuvo en silencio a una corta distancia prudencial que le cedió al dhampir para que recuperase su respiración. A pesar del duro caparazón de Jimin, sus iris descendieron al suelo, y tomó aire tratando de buscar una disculpa por su encontronazo en el apartamento de Jungkook.
—Siento haberte gritado, yo...
—Está bien —aceptó Yoongi rápidamente.
Jimin levantó la cabeza, y alzó una ceja.
—Wow —exhaló—. Eso ha sido más rápido de lo que esperaba.
—¿Sabes lo que quiero hacer? —formuló el humano—. Tomar una de esas motocicletas que guardan en los garajes subterráneos, y visitar Daegu a un horario donde un puñado de strigoi sanguinarios no intenten matarnos.
Jimin esbozó media sonrisa con un toque pícaro.
—¿Qué importa si es de noche? —se burló en voz baja—. Yo te protegeré de los vampiros malos.
—Necesito un nuevo bate de béisbol —dijo Yoongi con ocurrencia, haciendo soltar unas carcajadas huecas a su compañero—. ¿Qué? Es mi mejor complemento.
Ni siquiera vieron necesario volver a mencionar el tema por el que discutieron. Jimin entendió el cambio radical en la actitud de Yoongi, quien volvió a mostrarse como el mismo de siempre y eso le hizo sentirse aliviado.
Jungkook apareció tras él tímidamente, esperando no interrumpir algo importante. Cuando les vio sonreír, se alegró interiormente por ellos.
«¿Su mejor amigo, y su amigo de la infancia tonteando? Aquello sí que era sorprendente», pensó el azabache.
—¿Qué tal los invernaderos? —le preguntó Jungkook despreocupadamente.
—¿Sinceramente? No está nada mal, es relajante estar aquí —contestó mordisqueándose el labio—. Creo que te dejaré a solas con tu nuevo mejor amigo, Sihyun.
Jungkook golpeó su hombro con el suyo, y ambos se rieron suavemente en lo que Taehyung se aproximó a ellos, alegrándose de ver a Jungkook y Yoongi esperándoles.
—¡Hola! —saludó alegremente.
El dhampir pelinegro pasó un brazo por encima de sus hombros y besó su sien en un gesto natural, ofreciéndoles salir a cenar los cuatro a algún sitio que no conocieran de Revenant. Jimin, Yoongi y Taehyung se mostraron de acuerdo. Pero como aún tenían tiempo hasta la cena, Jimin ideó algo que atravesó fugazmente su cabeza.
—¡Tengo una idea! —saltó emocionado—. ¿Y si nos tatuamos?
—Huh —Yoongi arrugó la nariz, y miró a Tae con complicidad—, otra vez el asunto parabatai. Tú y yo sobramos en esto.
Taehyung se rio levemente, y Jungkook se mostró de acuerdo con lo del tatuaje. Su única condición era encontrar un dibujo acorde que les gustase a ambos. Salieron durante la hora nocturna por Revenant y sus calles, atravesando la avenida llena de locales resplandecientes, y un ambiente animado en cada rincón. Taehyung vio a un par de niños, probablemente serían dhampir y moroi, y les siguió con una mirada curiosa viéndoles unirse con sus padres. En esa hora de paseo, se sintió feliz. Jungkook estaba tan sonriente, que le dolía el pecho de verle así. Jimin y Yoongi eran como dos personas más de la familia. Y el ojiazul se sentía tan lejos de todo, tan apartado de aquel otro mundo que habían vivido anteriormente, que supo que deseaba permanecer ahí para siempre.
Los dos dhampir entraron en la tienda de tatuajes con el corazón agitado. ¿Cuántos años llevaba Jimin deseando tatuarse? ¿Cuántas veces lo había soñado Jungkook? Las paredes del local eran de una mampostería grisácea, luces de neón brillantes, y fotografías colgadas que mostraban tatuajes realizados en clientes.
Jungkook se quedó embobado mirando alguna de las muestras fotográficas, y después, posó sus ojos sobre unos finos tubos de una tinta brillante que burbujeaba. Una era dorada, la segunda plateada, y la última tan negra como un manto nocturno. Las dos primeras parecían resplandecer por sí mismas.
—Disculpe, ¿estas tintas también funcionan en moroi? —preguntó Jungkook para asegurarse.
El tipo emitió una respuesta afirmativa, seguida de una sugerencia para no aplicar en humanos, debido a que podían quemar la dermis en su inserción bajo la piel.
—Lo pillo —exhaló Yoongi con las manos en los bolsillos—. Tuve suficiente tatuándome en mi época. No lo haré aquí.
—Puede usar la tinta negra —le informó amablemente el otro—, no tendría problema con esa.
—¿Podemos ver cómo trabajan? —solicitó Jimin con curiosidad.
Con su asentimiento, guio a los cuatro chicos tras unos biombos donde observaron a varios dhampir siendo tatuados. A uno le dibujaban una marca en el pecho, y al otro, tras uno de los omoplatos.
—Eh, chicos —les saludó uno de los tatuadores, aproximándose a ellos—. ¿Buscáis algún diseño concreto? ¿os marcaréis los cuatro?
—Oh, no, no —Taehyung se quitó de en medio rápidamente, tratando de no interferir en los planes de Jimin y Jungkook—. Nosotros... estaremos afuera... ¡chao!
«Era algo especial para ellos», pensó.
—Somos parabatai —dijo Jimin, señalando al azabache—. ¿Podría aconsejarnos algún diseño?
El tatuador les mostró unas nuevas plantillas de diseño que habían recibido, y entre los dibujos de marcas gemelas, encontraron a un dragón chino que escupía fuego y se rodeaba de humo serpenteante. El tono de la tinta era plateado. El hombre comentó que la tinta de Revenant era resistente a los mordiscos venenosos de strigoi, por lo que no tendrían problema. Y, además, les ofreció la emocionante información sobre que la dorada y plateada se iluminaban cuando tomaban una estaca elemental entre los dedos. Los dos dhampir se decantaron por aquel, decidiendo tatuárselo en el mismo brazo. El dibujo descendería desde uno de sus hombros hasta los nudillos, y en su saludo parabatai, se conectarían como un tatuaje gemelo a pesar de que sus mitones de protección cubriesen la visión. Jimin se emocionó cuando lo decidieron, y mientras se liberaron de las chaquetas y la prenda superior, ambos se miraron de soslayo.
—¿Recuerdas lo que una vez nos prometimos? —preguntó Jungkook ocasionalmente—. En el palacio, sobre lo de protegernos, y evitar que el otro se convirtiera en strigoi. Aún recuerdo lo enfadado que estaba cuando firmaste el contrato con Namjoon... pensé que jamás volveríamos a estar juntos. Fui un testarudo apartándote de mí...
Jimin sonrió con cierta timidez, manteniéndose cabizbajo.
—Creí que me odiabas —contestó en voz baja, mientras el tatuador cargaba la tinta para ellos—. Pero eres mi hermano, Jungkook. No importó que quisieras golpearme, o que me mandases al infierno. Seguías siendo mi hermano sin lazos de sangre, mi amigo y parabatai. Siempre te seré leal, no importa cómo.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jungkook entrecerró los ojos, guardándole un gran afecto. No era el momento para ponerse emotivos, pero para él, sentirse así de conciliado con los errores que cometieron en Incheon y Bucheon, con el miedo que pasó en Busan creyendo que Jimin estaba muerto, era suficiente como para saber que jamás volvería a dejarle atrás. El tatuaje se convirtió en una reminiscencia de su juramento para ellos. De su fidelidad como parabatai, marcando sus pieles con afiladas agujas que, en un principio, hicieron cerrar los ojos a Jungkook. En unos minutos, su piel se irritó suavemente, acostumbrándose paulatinamente a la molesta sensación. En comparación a los afilados colmillos de Taehyung, Jungkook podía decir que aquella aguja de punción era más molesta, y mucho menos extasiante que su amado.
El dibujo del dragón soplaba con fuerza, y se veía envuelto por llamas mágicas que acariciaban los nudillos de una mano.
—¿Cicatrices de strigoi? —formuló el tatuador, cuando pasó por encima de las marcas de mordiscos que adornaban a Jimin.
Él asintió con la cabeza, tratando de apartar el recuerdo de aquella amarga noche que le perseguía, y en más ocasiones de las que deseaba, interfería en sus sueños.
—Es un orgullo tener a supervivientes entre nosotros —agregó el hombre discretamente—. A Revenant sólo han llegado los más valientes.
Sus palabras no se extendieron mucho más, pero Jimin agradeció aquel comentario, recordando lo que Jungkook le dijo una vez sobre sus cicatrices. «Eran un orgullo para los que se consideraban guerreros». El relleno del dibujo le molestó un poco más que el perfilado, y en cuestión de dos horas, se dio por finalizado el repaso.
Taehyung y Yoongi les esperaron afuera de la tienda, haciéndose con unas brochetas de pollo con salsa agridulce, y un cono relleno de bolitas de pulpo. Los dhampir salieron un poco más tarde de lo que esperaban, y lo hicieron cubiertos, con un plástico protector en sus brazos irritados, y las camisas y cazadoras por encima.
—¡Eh! —Yoongi les saludó alegremente—. ¿Cómo ha ido eso?
—Dragones —respondió Jungkook.
—¿Un dragón? —Taehyung abrió la boca, muriéndose de ganas por verlo—. ¿¡Es un dragón chino?!
Jimin levantó una mano, mostrándole los nudillos hasta donde se extendía la tinta plateada.
—¡Tadá! —canturreó.
El moroi agarró el cuello de la camisa de Jungkook, tratando de ver algo por dentro, y cerca de su hombro. Jungkook agarró sus manos, deteniéndole con un leve rubor.
«¿Es que no podía esperar a que no estuvieran en público?».
—Tae, ¡ahora no! —masculló a unos centímetros de su rostro.
—¡Pero quiero verlo! —se quejó el ojiazul en voz baja, haciendo un puchero lastimero—. Debía haberme quedado adentro con vosotros.
—Lo verás en casa... —insistió, deteniendo su intento de desnudarle en mitad de la acera—. Después te lo enseño.
—¡Huh!
Taehyung se mostró en desacuerdo por tener que esperar para ver el dibujo. Y Jimin se frotó la frente, odiando profundamente lo adorables que eran. Yoongi y él se miraron de soslayo, mientras el humano acababa uno de sus cigarros.
—¿Qué tal si vamos a cenar algo? —sugirió el dhampir rubio, sintiendo un rugido de tripas.
—¿Cenar? ¿ahora? —dudó Yoongi.
—Me muero de hambre.
—Yo no —declaró el humano, señalando al Taehyung como acusación—. Es su culpa, me obligó a devorar unas brochetas mientras esperabais.
—Sí, claro —ironizó Jimin—. Te sacó los dientes y te amenazó con su maldad implícita de cachorro vampiro.
—Yo también tengo hambre —secundó Jungkook, pasando un brazo alrededor de los hombros del «malvado cachorro vampiro»—. Vamos a buscar algún sitio.
Paseando por Revenant en busca de su cena, Jungkook reparó en la pequeña tienda que vendía piedras preciosas y joyas preparadas, cuyos cristales habían sido extraídos de la montaña. Su corazón emitió un pálpito, haciéndole detenerse frente al diminuto escaparate. Sus ojos se deslizaron sobre la joyería, pensando en su pareja.
—¿Quieres algo de aquí? —dudó Taehyung, levantando la cabeza y mirándole de medio lado.
Jungkook casi se sintió abofeteado, recordando que aún llevaba a Taehyung bajo su brazo.
—Ah, n-no, no —balbuceó arrancando el paso y llevándoselo de allí—. Sólo estaba mirando.
Taehyung sonrió suavemente, y no volvió a mencionar el tema. Jungkook se mordisqueó el labio con un nerviosismo que revoloteaba en su estómago.
«Era algo que no quería comentarle», pensó el dhampir. «Pero, ¿a quién le podía pedir consejo si deseaba comprarle un anillo a Taehyung? Ni siquiera sabía si le alcanzaría el dinero para conseguir algo digno para él».
—Mira ese de ahí —Jimin señaló a un restaurante diminuto que aún no habían probado—. ¿Qué os parece?
Como todos se mostraron de acuerdo, se dirigieron hacia allá y se sentaron cómodamente para cenar un estofado delicioso y algo de kimchi. Tomaron vino de arroz después de la cena, y se acercaron a un local con música más tarde.
Taehyung y Jungkook estuvieron bailando un rato varios ritmos animados, y Yoongi, además de explicarle el significado de sus tatuajes a Jimin (con un toque de inevitable flirteo), compartió unas cervezas con él, postergando la ansiedad por intercambiar besos.
Se separó del joven dhampir para ir al baño, dejándole a solas en la barra. Con el brazo aún palpitante por el tatuaje bajo su manga, Jimin posó sus ojos en la pista, donde se encontraban Jungkook y Taehyung bailando. Les miró desde allí, sin poder evitar esbozar una sonrisita por lo felices que se les veía juntos.
Y contra todo pronóstico, casi se atragantó con su último trago de cerveza cuando alguien tocó su hombro. Nada más girar la cabeza, descubrió a Kim Seokjin posando los codos sobre la barra, justo a su lado.
A Jimin se le hizo irónico repetir la posición de su último encuentro. Pero en esa ocasión, no tuvo miedo del mayor.
—¿Cómo sabías que estábamos aquí? —le preguntó carraspeando.
Seokjin suspiró, y pidió una copa para él mismo. Seguidamente miró a Jimin con unos ojos grises muy distintos a los de la otra noche.
—Es el único club donde se puede bailar —respondió, distraídamente dirigiendo sus iris hacia Jungkook y Taehyung, para después volver a mirarle—. Además, necesitaba tomar algo. El Concejo de Revenant ha aceptado mi reingreso. Llevo toda la tarde reuniendo papeles sobre proveedores de sangre.
—Oh. Ya —expresó Jimin sin mayor interés por lo que le contaba.
Su corazón se mantuvo inquieto a pesar de todo. «¿Acaso ahora eran amigos?», pensó el rubio. «¿Después de la que le había liado?».
—Yoongi vino a hablar conmigo —comenzó a decir el mayor—, por la tarde...
Jimin sintió un vuelco en su corazón.
«Quizá se esperaba algo como eso», agregó en su mente. «Cuando le gritó a Yoongi que le contase sus verdaderos sentimientos, lo dijo con la intención de que reconociese que aún quería a Seokjin. No tenía esperanzas de que Yoongi le eligiese a él, por encima de su antiguo amor. Y mucho menos, esperaba saber que había ido a hablar con él esa misma tarde».
—Mhmn —musitó Jimin—, ¿y bien?
—Sólo quería disculparme por lo que te dije —expresó Seokjin con sinceridad—. No debí haberte acusado así. Fui injusto.
Jimin entrecerró los ojos, y sosteniendo el botellín helado entre sus dedos, miró a Seokjin con cierta aflicción.
—Me gustaría decirte que le cuidaré mejor de lo que hiciste tú —soltó el más joven de manera punzante—. Pero, ¿sabes lo que descubrí hace unas semanas hablando con él? Que sabe cuidarse solo. No teme por hacerlo.
Seokjin bajó la cabeza, y a pesar de que encontrase formas de rebatir su argumento, conocía el pasado de Yoongi, y sabía que se había cuidado solo desde los dieciséis años.
—Quiere estar contigo —dijo Jin en una exhalación—. No me preguntes por qué, pero piensa que eres un Ferrari, de esos que corren a setecientos caballos.
Jimin apretó los labios y trató de suprimir una sonrisa.
—¿Qué mierda dices? —soltó con diversión—. ¿Te dijo eso?
—Así que... trátale bien... —le aconsejó el mayor, más amigablemente—. Y no corras demasiado...
—¿Tregua temporal? —sugirió Jimin, ofreciéndole una mano.
Seokjin sonrió lentamente, sintiéndose muy estúpido por desconfiar del chico.
—Tregua temporal —aceptó estrechando su mano.
«Y puede que más que temporal», se dijo a sí mismo.
—Bien, abuelo, cuénteme algún chiste si quiere que empecemos a llevarnos bien —le exigió Jimin deshaciéndose del momento edulcorado—. Me gusta la gente que me hace reír.
Seokjin se mordisqueó la lengua, y contemplando su vaso de cristal relleno de licor dorado, ingenió algo.
—No te lo vas a creer, pero, ¿sabes dónde vive Iron Man? —formuló con un rostro circunspecto.
—¿Huh? —Jimin parpadeó, sintiéndose algo confundido—. Pues... ¿no?
—Exacto —declaró—. Iron Know.
Jimin se llevó el botellín de cerveza a los labios, y casi se atragantó con su propia saliva. Era tan malo, que Seokjin necesitaba una colleja como compensación.
No obstante, el mayor comenzó a reírse él solo, y provocó que Jimin sonriera negando con la cabeza.
—No sabéis la de cola que había en el baño... —suspiró Yoongi, deteniéndose bruscamente al percatarse de que Jimin y Seokjin estaban en la barra, y sonriendo—. Un momento, ¿he tomado demasiado? He tomado demasiado. Es imposible que haya pasado tan rápido.
—Uh, me he bebido la tuya —anunció Jimin levantando el botellín—. Tenía sed.
—¡¿Te has terminado mi cerveza?! —exclamó Yoongi, quitándole el botellín de las manos—. Okay, se acabó. Hay límites que no estoy dispuesto a atravesar.
Jimin se rio alegremente, y a lo largo de la noche, se pidieron unas cervezas más entre los tres. Jungkook y Taehyung se unieron un poco más tarde a ellos, cuando vieron que Seokjin también había aparecido junto a los chicos. Disfrutaron de aquellas horas unidos, hasta bien entrada la madrugada compartiendo chistes, música, conversaciones entre los cinco. Sin resentimientos, y con un motor en sus corazones que rugía a setecientos caballos.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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