Capítulo 21
Capítulo 21. A flor de piel
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Taehyung se despertó antes que Jungkook, quien yacía profundamente dormido a su lado. El moroi se movió por el apartamento adormilado, y tras enfrentarse a la bolsa de sangre que observó en el interior del refrigerador con desgana, volvió a cerrar la puertecita y suspiró frotándose los ojos.
Decidió darse una ducha y aprovechar la hora de la mañana para sentarse frente a la mesita de café, ojeando los documentos informativos que Freyja les había cedido. Descalzo, y con las piernas cruzadas sobre la alfombra de algodón, arrastró los dedos sobre la suave textura deshilachada, leyendo por encima algunos datos interesantes sobre Revenant.
El ojiazul se detuvo en la parte de responsabilidades sociales asignadas a los miembros de la ciudad, entre ellas se encontraba la obligación de guardar la ciudad de Revenant como una joya, con una condena perpetua en caso de traición. Otra ley sobre la que sus ojos se detuvieron, fueron las específicas para moroi, como la de demostrar su utilidad en una sociedad conjunta, logrando habituar su alimentación al racionamiento de bolsas de sangre sin utilizar ninguna vida.
Se sintió un poco mal por eso, llegando a pensar que él parecía una sanguijuela.
En cuanto a la parte de derechos, las bodas se encontraban legalizadas entre todas las razas y sexos. Su estómago se sacudió con un puñado de mariposas inquietas, pasando a la siguiente página.
«El Concejo de Revenant se encuentra compuesto por miembros moroi, dhampir y humanos», leyó. «Con el interés de velar por unos derechos equitativos entre las especies, siempre se tiene en cuenta el reparto igualitario y la ayuda por parte de la comunidad de Revenant para atender a todas sus condiciones».
Taehyung encontró una lista con un total de dieciséis nombres, liderados por la presidenta Yong Freyja, quien llevaba seis años a la cabeza, por voto unánime de los miembros. Según una breve nota, Freyja se había dedicado a la comunidad poniendo toda su disposición para atender cada una de las necesidades de la comunidad.
El moroi se detuvo ahí, levantando su vista de los documentos y pensando en las características de Freyja. Por muchas diferencias que aparentemente parecían distanciar a la hermana gemela de Nira, también guardaba aquel espíritu de liderazgo como el de la Directora de la academia en la que cursaron. Parecía que había pasado una eternidad a esas alturas, desde la última vez que vio en acción a Nira, levantando aquel fuego zafiro que les protegió de los strigoi que atacaron el bosque.
Jungkook se despertó en algún punto de su lectura, en los que el moroi ojeaba algo más en busca de Freyja.
—Buenos días —le saludó Jungkook adorablemente adormilado.
—¡Hola! —Taehyung sonrió distraídamente, sin apartar la mirada de aquellos papeles—. ¿Qué tal?
—Hmnh —emitió Jungkook a modo de «estupendo, gracias».
El dhampir se desplazó desde el salón a la cocina, donde se sirvió un cuenco de cereales, y estiró los brazos espabilándose. Poco después de tomar su desayuno, se metió en el baño, donde echó algo de agua helada en la cara, y cepilló sus dientes.
Pasándose una mano por el cabello, pensó en vestirse y salir a buscar a Sihyun para hablar sobre qué trabajo podía comenzar a hacer por Revenant.
Sin embargo, regresó un poco antes al salón echando un vistazo rápido a Taehyung y su concentración sobre la documentación que había extendido sobre la mesa.
—¿Qué haces? —preguntó el dhampir.
—Leo la redacción de leyes en Revenant y su puesta en marcha —comentó sosegadamente, levantando la cabeza—. Se podría decir que aún están en construcción, pero buscan la libertad de los derechos entre razas. Es una forma muy amigable de buscar la conciliación de las brechas que se han creado en el último siglo.
—Oh —Jungkook se inclinó sobre la mesa, y pasó unos cuantos documentos con los dedos, mirándolos muy por encima.
Podía hacerse una idea por los datos que Seokjin y Freyja le habían contado, pero él nunca había el tipo de persona que se detenía a leer teorías, ni letras pequeñas. Eso se le daba mejor a su compañero (por eso siempre le consideró como un ángel cuando pasaron tiempo en la biblioteca de la academia).
Taehyung se concentró de nuevo, sumergiéndose en la excavación que se produjo a principios del siglo pasado, para comenzar a vaciar la montaña y crear las galerías que, en esa fecha, mantenían a la perfección una ciudad segura sin peligros de derrumbamientos.
Jungkook clavó las rodillas tras él, apoyando el mentón en su hombro para mirar la lectura de su compañero por encima.
—¿Sabes que, inicialmente, tenían planeado sólo cavar en la roca? —formuló el moroi—. Sin embargo, la ahuecaron cuando quisieron edificar. Adquirieron un tipo de tecnología arquitectónica por medio de...
Su hilo argumental se diluyó en el primer beso que sintió en el lóbulo de su oreja, el cual se extendió suavemente sobre su cartílago. Taehyung cerró la boca, mientras Jungkook se empeñaba en besar la línea de su hombro, elevándose por el cuello lentamente, arrastrando los labios hasta su oreja.
El moroi exhaló, entrecerrando los ojos. Se mordió el labio desorientado, echando la cabeza hacia atrás, en lo que Jungkook mordisqueaba juguetonamente el lóbulo del que colgaba su pendiente largo.
—Jungkook...
—¿Sí? —suspiró el dhampir en un ronroneo, envolviéndole desde atrás con sus brazos.
—¿Se puede saber qué haces...? —se quejó Taehyung ruborizándose.
—Tomar mi segundo desayuno —respondió descaradamente, con una sonrisita burlona que Taehyung observó de soslayo.
Llevaba demasiados años viéndole leer algo, mientras frenaba el impulso de besar todos y cada uno de sus ángulos.
—Déjame leer esto —le exigió el moroi, recuperando brevemente la cordura.
—Lo que tú digas —dijo Jungkook, fingiendo docilidad.
Con las mejillas sonrosadas, Taehyung trató de volver a su lectura informativa en lo que su sangre se le acumulaba en la cabeza. Jungkook se portó bien durante medio minuto, respirando junto a él, y apoyando su mejilla junto a la suya como si quisiera comprobar hasta donde alcanzaba su febrilidad.
Después de una cortísima tregua, ronroneó en su oreja, mordisqueando su lóbulo muy suavemente, y humedeciéndolo con la tibieza de sus labios.
«Le tenía justo donde quería». Y aquello de tomárselo con calma le pareció un buen chiste a esa hora de la mañana.
El moroi dejó caer los papeles sobre sus rodillas sintiéndose irritado, y se dio la vuelta empujando los hombros de Jungkook hacia el suelo y subiendo sobre él con un beso hambriento. El pelinegro exhaló una sonrisa bajo sus labios en señal de victoria. Su sangre hirvió en sus venas, en los ansiosos besos entrecortados que ejerció Taehyung. Permitió que su compañero mordiera sus labios, besara una de sus comisuras, y mordisquease un lado de su mandíbula mientras sus manos levantaban la camiseta, acariciando torpemente su abdomen.
Jungkook se sintió satisfecho, aceptando que Taehyung liderase sus furiosos besos.
«Pero no iba a aceptar que le besase como le placiera, sin tener consecuencias», pensó con una dosis sarcástica.
El fuego se prendió en su espina dorsal, sintiendo como aquella corriente liberada por su pasión despertó algo mucho menos pasivo. Jungkook enterró los dedos en su nuca, deteniendo sus besos en una oscilación de labios. Y sin poder esperar a tomar las riendas de la situación, gruñó en sus labios y volcó a su compañero sobre la alfombra.
Taehyung parpadeó y los iris castaños del dhampir se derramaron sobre los suyos, demostrándole quién era el auténtico depredador entre ambos. Clavando una rodilla en el suelo, contempló el cabello esparcido del moroi, y sus grandes y rasgados ojos. El cuello de su camisa abierto, sus carnosos labios respirando su aliento.
Acarició su rostro con una mano, deteniendo el pulgar en su labio inferior como si de una golosina se tratase. Su otra mano descendió por su cintura, encontrando el pliegue de su camisa con unos dedos, que levantó en una delicada caricia revelando su dermis canela.
Taehyung se sintió tímido a pesar de haber compartido la desnudez con él, en una ocasión. Sin embargo, sus ojos ardieron en el contacto de aquellos iris de chocolate negro, en lo que las yemas de sus dedos cálidos acariciaron su vientre.
Jungkook deslizó sus manos por su cintura desnuda, inclinando su frente sobre la suya. Con un roce de su redondeada nariz, levantó al moroi entre sus brazos para su desconcierto.
No fueron muy lejos, pues su espalda volvió a posarse en el sofá, ofreciéndole un sitio mucho más cómodo que el suelo.
—Mejor así —murmuró Jungkook de forma tan grave, que erizó su vello—, mi príncipe.
La sangre subió hasta la cabeza de Taehyung, creando un ideal mareo que le debilitó bajo los brazos del dhampir. Jungkook se inclinó para besar su liso abdomen, disfrutando de la textura con sus labios. Levantando la holgada camisa, arrastró la tibia almohadilla de estos hasta uno de sus pezones erizados. La punta de su lengua acariciándolo, provocó un ligero y lastimero gemido en Taehyung, quien se llevó una mano a la boca sintiéndose rápidamente avergonzado.
«No había forma de aguantar los besitos de Jungkook ahí, sin ruborizarse exageradamente».
Jungkook le atendió con parsimonia, regresando a él, y apartando su mano con gentileza.
—Está bien... —susurró sugestivamente—. Déjame escucharte.
Taehyung se sintió temblar bajo su siguiente beso, más lento y sugerente de lo que nunca habían compartido. Su excitación no tardó en hacerse notar, en lo que Jungkook retomó su trabajo en su precioso ombligo, delineándolo con unos besos hacia la zona inferior.
Acariciando el lado exterior de su muslo, abrió sus piernas un poco más con una gentil mano. Retrocedió levemente, desabrochando los botones del pantalón vaquero de talle alto de Taehyung.
Taehyung le observó casi sin aliento, el pelinegro se mordisqueó la lengua, divertido, pasando una mano por encima de su erección para explorar la dureza provocada por él.
—Kookie... —murmuró el moroi con una enfurruñada timidez.
—Hmnh, así que tú puedes morder donde te plazca, y volverme loco a besos, pero —rebatió el azabache, ladeando la cabeza mientras sus pendientes oscilaban en sus orejas—, crees que vas a resistirte a mis caricias.
El ojiazul liberó un suspiro.
—Llevo tiempo sin intentar resistirme, créeme —confesó a su pesar.
Jungkook sonrió divertido, y tiró del borde de su pantalón para deshacerse de él, con la ayuda de su compañero.
—No hace falta que...
—Ssshh —le chistó, entrelazando los dedos de una de sus manos—. Déjame disfrutar de esto.
Jungkook deseaba conocerle por completo, explorar su cuerpo. Sintiéndose motivado por lo satisfactorio que era escucharle jadear en sus intentos, arrastró las yemas de sus dedos por una de sus piernas, deteniéndose pausadamente en su longitud, en lo largas y delicadas que eran, con muslos bien bonitos y formados, de piel suave bajo su mano.
Empezó por una de sus rodillas flexionadas, posando allí los labios. Moldeó su muslo a su antojo, reparando en la delicada ropa interior que sólo usaría un moroi. Un encaje suave, que enterraba una erección nada discreta. Los dedos de Jungkook, marcaron la textura de su piel bajo la yema, y acompañaron el ritmo de sus labios, en una lenta descendencia sobre uno de los muslos del moroi hasta llegar a su miembro. Jungkook besó por encima de la delicada tela, apartándola con su consentimiento, en lo que un suave gemido le acompañó cuando sus dedos lo atraparon.
No necesitaba realizar un estudio para saber cómo funcionaba un miembro, y dejando unos primeros besos en su longitud, pasó la lengua tibia desde la base hasta la punta, introduciéndoselo en la boca para el gozo de ambos. Jungkook jamás pensó que disfrutaría tanto haciéndolo, y tan sólo necesitó sentir la contracción de sus músculos, la mano en su cabello, y la respiración entrecortada del moroi, para esmerarse en su succión, acariciándolo con los dedos posteriormente, y deteniéndose en la punta que humedeció a conciencia.
Los jadeos de Taehyung le hicieron detenerse antes de llegar a su punto climático. Regresó a él abandonando su miembro lentamente, y tomando el control de sus piernas, alrededor de su cintura.
—¿Quieres que te lleve a la cama? —le preguntó en el suave beso que posó sobre él.
—No —suspiró bajo sus labios.
Sus dedos corrieron por su mejilla, pensando en que, si él también fuera un príncipe, le hubiera llevado a su excelente y acolchada cama para estrenarla como era debido. Pero como sólo era un guardián dhampir de diecinueve años, irresponsable, impulsivo, y poco disciplinado (según Hyun Bin), tomó nota de sus palabras, y procedió a deshacerse de su camiseta, con unos dedos nerviosos ajenos a los suyos, y de los botones de su pantalón por iniciativa propia.
Taehyung abrazó su cuello, en lo que Jungkook se recolocaba. Lentamente, se preparó para entrar en él sujetando su cintura con un brazo, y su propio miembro con la otra. Lo hizo muy despacio, otorgándole el tiempo necesario para que su moroi que aclimatara y acostumbrase al ritmo, en una primera y suave embestida en la que ambos gimieron ahogadamente.
El ojiazul se quejó un poco más, mientras Jungkook siseaba, tranquilizándole en sus primeras embestidas suaves y arrítmicas, que buscaban regular la intensidad, y la mejor posición para ambos. Taehyung no tardó demasiado en acostumbrarse, y apretando el abrazo de su cuello, sus piernas se afianzaron alrededor de su cintura con unos labios que capturaron los del pelinegro.
Se besuquearon entre jadeos, marcando un ritmo mucho más satisfactorio en el que creyeron rozar el cielo con la yema de los dedos.
—¿Está bien así? —preguntó el dhampir suavemente, con una delicada atención que distaba mucho de la agitación de su encuentro físico.
—Sí, sí —gimió Taehyung acorde al ritmo de sus embestidas—. Mnh, Jungkook, dios...
Para su satisfacción, fue aún más placentero descubrir que si aceleraba, sus jadeos y respiraciones también lo hacían. Piel con piel, y labios entreabiertos sin rozarse, en un espacio donde se sentían completamente íntimos. Las uñas de Taehyung deslizándose por unos de sus bíceps, creando unos caminos de piel raspada, y pura adoración por parte del resto de sus sentidos.
—Si paras, me muero —le contó con vehemencia, esperando que jamás lo hiciera.
«No estaba tan mal de la cabeza como para dejarle en la mejor parte», pensó Jungkook.
Y en cada roce, en cada gruñido en el que se deleitaban, Taehyung le arañó como un gatito de exquisitos colmillos, creyendo que su único centro de gravedad era el que le sujetaba. El compás que les meció no les permitió extenderse durante mucho más, y pensando que se desvanecerían en las contracciones de éxtasis de su cuerpo, apretó los párpados dejándose llevar por el chorro de pasión que inundó su organismo.
Puede a que Jungkook se le dieran bien absolutamente todas las artes físicas conocidas, incluyendo el sexo, el cual se juró a sí mismo que comenzaría a convertirse en uno de sus ejercicios favoritos. Sin mordiscos, y sin mucho más que su encuentro apasionado, ambos se encontraron incapaz de retenerse mucho más, perdiendo la razón en el momento de su orgasmo.
Su corazón se precipitó en su pecho, golpeándole ajetreadamente, mezclando la respiración agitada con la del otro.
«Era demasiado bueno», pensó el pelinegro. «Navegar en la piel de su compañero, y conectar en unas caricias que sólo ellos comprenderían.».
El dhampir trató de recuperar su aliento con dificultad, mientras las piernas de Taehyung temblaban alrededor de su cintura. Se dejó caer de medio lado, mientras los iris claros del moroi se posaban en el techo, en la suave penumbra del salón. Sus dedos recorrieron los previos trazos de sus uñas, acariciándolos con las yemas por encima de los arañazos, perdiendo la fuerza lentamente en una caricia. Sus iris se derramaron sobre los del otro en un instante, tragando saliva. La última vez que lo hicieron lloraron como si hubieran creído que jamás irían a vivir el momento de tenerse. Pero en esa ocasión, sólo habían liberado pasión acumulada. Sexo más intenso y apasionado, dejándose llevar por el pálpito de sus venas, como el par de jóvenes que eran.
Taehyung extendió una mano y acarició su nuca, con un brillo de ojos en la bóveda de sus iris. Jungkook tenía el cabello oscuro despeinado, las mejillas sonrosadas y un rosa intenso en la forma delineada de sus labios. Estaba precioso, así, semidesnudo, con hombros contorneados y voluminosos bíceps marcados por sus uñas.
—Lo siento —fue lo primero que Taehyung pronunció—. No volveré a arañarte, lo prometo.
Jungkook exhaló una sonrisa que iluminó su rostro, manteniendo una respiración entusiasta en su pecho.
—Te amo —susurró, sujetando su rostro de nuevo. Desenterrándolo desde lo más profundo de su ser, como si necesitase liberarlo antes de asfixiarse con ello—. Te adoro. Eres mi vida.
Taehyung se sintió sobrecogido, y no pudo corresponder a sus palabras, pues sus labios fueron interceptados por los del pelinegro, recibiendo un beso mucho más delicado, tan dulce como para robarle la respiración de nuevo. Mucho más manso y grato, estrechándole contra él, en el incómodo espacio del sofá que compartían. Jungkook pensó que no lo entendería si se lo explicase. Él era su edén, lleno de azúcar, un picante bombón de colmillos. Un bálsamo que curaba todas sus heridas, a quien deseaba de tantas formas, que ni siquiera podría verbalizarlo con palabras.
—¿Sabes? Me gusta estar aquí —murmuró Taehyung contra su pecho.
—A mí también —concordó el pelinegro—. La ciudad es mejor de lo que esperaba.
—Me refiero a ti —insistió con suavidad, acurrucándose—. Estar así.
Jungkook esbozó una suave sonrisa, dejándose envolver por la calidez de sus cuerpos. En silencio, las yemas del moroi recorrieron la marca de colmillos que la noche previa había dejado en su cuello. A esa hora se encontraba difuminándose con suavidad. Y él subió sobre su regazo delicadamente, y besó la marca, dejando suaves besos por la longitud del cuello marmolado de Jungkook con esmero.
Seguidamente, hundió los colmillos en el lado contrario de su cuello sin ofrecerle una explicación al pelinegro. El dhampir entreabrió los labios, dejando escapar su respiración en el inesperado y satisfactorio mordisco que invadió su sistema nervioso.
«Tomar lo que quería como quería», era parte del instinto vampírico que había intentado domar durante toda su vida. No obstante, era agradable morder sin permiso, eludiendo su responsabilidad por acostumbrarse a las bolsas de sangre.
Otra persona se hubiera quejado, pero Jungkook, encontraba el paraíso en aquellos afilados colmillos perforándole, succionando su sangre y equilibrando sus corazones al unísono. Con labios rojizos, Tae le besó con apetito hasta que sus dedos se enterraron en los suaves mechones de cabello claro mientras navegaba en sus labios. Pupilas dilatadas, respiraciones mezcladas, y unas terribles ganas de llevarse a su moroi a la cama para no salir de allí en toda la mañana fueron su siguiente objetivo.
—¿Aún sigues con ganas de tomar un segundo desayuno? —preguntó el moroi con una voz aterciopelada y diversión.
—Podría comerme a dos Kim Taehyung más como tú —amenazó el pelinegro como un felino.
Taehyung se rio suavemente cuando Jungkook estrechó su cintura bajo él, hundiendo la cabeza en su cuello para morder juguetonamente su piel.
—¡Auh! —liberó Taehyung sonriente—. Lo tuyo es ser caníbal, no vampiro.
Esa mañana, estuvieron mimándose como dos ositos de golosina permitiéndose ser simplemente felices.
Yoongi se encontraba en su respectivo apartamento, trabajando en algo que Seokjin le había dado la tarde de antes. Cuando Jimin se levantó de la cama vestía una camisa blanca y pantalón holgado. Su cabello claro se encontraba peinado por sus dedos, y apareció en el salón con un bostezo, estirándose como un gato.
—Buenos días —le dijo a Yoongi, echándole un vistazo por encima.
—Buenos días.
La noche previa alcanzó fugazmente sus recuerdos: una sesión de besos y coqueteo, bailando en el club juntos, divirtiéndose entre la música y tomando algo más, para posteriormente devorar los excelentes Hotdogs dobles que servían en el mismo bar. Volvieron al apartamento tarde, conversando, y con cierto mareo por haber tomado unas cervezas de más que les llevó a besuquearse en el ascensor, prendiendo algo mucho más fogoso. No iba a engañarse a sí mismo; él era impulsivo y se hubiera llevado a Yoongi a la cama la primera noche. Pero el pelinegro parecía algo más cuidadoso que sus tonos irónicos y seductores, y a pesar de su forma de desafiarle como si fuera un crío, fue el que alejó sus labios del dhampir, marcando un alto en silencio. Como un elegante gato, le apartó gentilmente, y algo le dijo a Jimin, que Yoongi no estaba muy acostumbrado al afecto, y a los roces que hacían a su corazón percipitarse.
El dhampir deseaba actuar por libre. Conocía sus instintos viriles, y no era muy difícil insistir un poco más si quería sexo. Pero a Jimin se le cruzaban los cables cada vez que pensaba en Seokjin, y decidió no abusar de su credulidad. Tal vez, era la primera vez en la que creía que debía ser más cauto a la hora de divertirse con alguien.
«Por mucho que hubiera deseado despertar en una cama deshecha, después de practicar otros ejercicios. ¿Sentía algo más por él?», se preguntaba. «¿O sólo tenía miedo a que Yoongi lo hiciera por otra persona, mientras él se pillaba?».
—¿Qué haces? —le preguntó Jimin con voz ronca, rodeándole e inclinándose tras su espalda.
Yoongi levantó la cabeza, en el mismo momento en el que Jimin deslizó un brazo lánguido por su pecho, apoyando el mentón sobre uno de sus hombros. El humano le miró por encima de su hombro, adquiriendo un tono sonrosado de mejillas que le hizo sentirse frustrado. Desvió la mirada creyendo que Jimin cariñoso era lo peor que podía pasarle esa mañana, después de haber pasado una excelente noche divirtiéndose con él como si todo el peso del mundo se desvaneciese. Comenzaba a saber que tenía un terrible crush en él, y no encontraba demasiados métodos para frenar la inminente colisión contra el muro de ladrillo al que iba a comenzar a desplazarse a 100 kilómetros por hora.
«¿Era normal que se encontrase tan asustado desde que tenía la certeza de que le gustaba?», se preguntaba con nerviosismo.
—Un trabajo de arquitectura. Los planos de una galería que abrirán en la montaña —contestó Yoongi—. Freyja me los pasó. Seokjin me consiguió el trabajo.
—Huh —emitió Jimin con desgana—. Pensé que dibujabas cómics, no planos.
—Estudié dibujo técnico —explicó brevemente—. No soy un profesional, pero sólo estoy revisando los bocetos... además...
—¿Además? —repitió el dhampir.
—Si quiero quedarme en Revenant, tengo que hacer algo, ¿no? —razonó la madurez de Yoongi.
Jimin admiró en silencio su forma de buscarse el pan.
«A decir verdad, él sólo tenía lo de ser guardián. No creía que fuera alguien útil en nada más», pensó fugazmente.
—Hmnh —él exhaló una sonrisita, y le soltó lentamente tras el mimoso roce de su pecho en la espalda del pelinegro—. Ya veo...
El dhampir se metió en el dormitorio, teniendo la leve sensación de que había algo extraño en la actitud de Yoongi. Si bien el corazón del humano se encontraba disparado a esa hora de la mañana, su semblante marcaba un rostro impasible que le confundía. Y Jimin tenía ciertas dudas de hasta qué punto estaban jugando, o podían permitirse las confianzas físicas.
—¿Te vas? —preguntó Yoongi cuando le vio regresar al salón vestido con otra ropa, y subiéndose la cremallera de las botas—. ¿Ya?
—He quedado con Jungkook —dijo con neutralidad, poniéndose la cazadora—. Nos vemos.
Yoongi sintió un pinchazo en el pecho, esperando que Jimin no se molestase con su actitud pasiva.
—Huh, oye... —su voz le detuvo en el salón.
El dhampir rodeó sobre sí mismo, posando sus iris castaños sobre el muchacho.
—¿Sí?
—Una pregunta —comenzó el pelinegro, volviendo a ser el Yoongi que conocía—, ¿eso de ser parabatai incluye el roce? Porque de así serlo, estaríamos elevándolo a una categoría magnífica. Ya sabes, lucháis juntos, os tatuáis juntos, hmnh...
—El roce está fuera de la categoría —respondió Jimin con una sonrisita—. Además, tengo de seguro que Kim Taehyung me aplastaría como a un strigoi si se me ocurriese mirar a mi mejor amigo con otros ojos. Y la muerte prematura no está en mis planes.
Yoongi soltó una risa leve, volviendo a concentrarse en el boceto de los planos en los que se hallaba retocando. Jimin se despidió desde la puerta, y salió del apartamento sintiéndose mejor con aquella leve sensación que le había hecho pensar, por segundos, que Yoongi se arrepentía de algo. «¿Y si lo hacía?», su desconcierto le acompañó bajando la escalera.
Jungkook y él habían quedado en la cafetería. Sin embargo, el joven azabache llegaba tarde. No apareció, y le hizo esperar durante más de media hora en la que se tomó un café en su nombre, y estuvo a punto de descartar seguir esperándole junto a la barra. Sin embargo, él giró la cabeza y vio a Seokjin. Acababa de entrar por la puerta, con unos iris que se posaron sobre los suyos como en un vibrante imán.
Seokjin no vio a Jungkook por ningún lado, y recibió de brazos abiertos la impulsiva idea de dirigirse al rubio para decirle algo que consideraba importante.
Quizá no era el mejor momento, pero esa mañana se había levantado con la reminiscencia de lo que había visto la previa noche entre ellos. Puede que él no debiese abrir la boca sobre lo que los demás debían hacer o no, después de pasar la noche retomando las viejas costumbres que compartía con Freyja. Pero, cuando se trataba de Yoongi, no podía evitarlo. Su instinto protector estaba desquiciándole.
—Eh —Seokjin le saludó aproximándose a la barra, seguidamente dirigiéndose al chico que se movía entre la barra y el par de mesas ocupadas—. Un café solo, por favor.
Jimin respondió a su saludo con un sencillo movimiento de cabeza.
—Si quieres hablar con él —emitió Jimin, sin la necesidad de nombrar al azabache—, creo que está viviendo el momento de su vida. Yo que tú no le molestaría.
—¿Qué hay de ti? —redirigió Seokjin con maestría—. Así que tú... y Yoongi...
Jimin parpadeó durante unos instantes, fijando sus pupilas sobre el rostro del mayor.
«No era algo que pretendiese ocultar. En realidad, no eran nada», pensó el dhampir. «Pero, ¿cómo diablos lo había sabido tan rápido?».
—¿Qué? —exhaló con sorpresa.
El camarero sirvió su café solo, y se alejó de la barra, otorgándoles una mayor intimidad en aquel cruce de palabras que agitó el pecho de Jimin.
—Bueno, ya sé... —Seokjin apoyó un brazo sobre la barra, mirándole de cerca—. Debía haberlo visto venir. Era evidente que le gustabas.
—¿Disculpa? —inquirió el rubio, levantando una ceja.
Seokjin se pasó la lengua por los dientes, antes de soltárselo como si fueran cuchillas.
—Me he esforzado por mantener a Yoongi seguro, después de lo que le sucedió —sus ojos grises volvieron de un tono tan duro como el hormigón—. Conozco a los dhampir como tú, sois jóvenes y os gusta jugar. Rozáis lo irracional y lo insensato. He aprendido a respetar la decisión de Yoongi por quedarse, pero no voy a darle alas entre nosotros, como si fuera un dhampir. Porque no lo es. Es humano. Y tus discursos le han introducido en mitad de todo eso. ¿Has pensado en su seguridad en algún momento?
—Pero, ¿qué dices? —exclamó Jimin, seguido de una carcajada seca—. Estás de broma, ¿no? ¿A qué viene todo esto?
—Jimin, sólo soy lógico —prosiguió con dureza—. Si sucede algo, si le haces algo que le lastime, le alejaré de nosotros. ¿Queda claro?
—Oye, oye —Jimin comenzó a borrar la sonrisa de su rostro con incredulidad—. Dame un segundo para que lo entienda, ¿a ti que más te da lo que haya entre nosotros? No es tu problema —gesticuló con molestia—. Te recuerdo que le alejaste de ti de una forma sucia y rastrera. Tú fuiste el que le hizo daño, ¿y ahora vienes a amenazarme a mí con que no se lo haga? —elevó su tono de voz hasta la exclamación—. ¿Es que estás mal de la puta cabeza, Seokjin? ¡No puedes controlarlo todo!
—No interferiré en lo vuestro —declaró Seokjin—. Pero sé quiénes sois. Sé que tus amigos y tú tenéis a la comunidad nosferatu detrás, así como una carga enorme por guardar el quinto elemento en secreto. He prometido protegeros, pero no creas que no he temido por Yoongi mientras os sacaba de aquel tren infecto, o nos desplazábamos desde la aldea de licántropos. No creas que no lamento que haya perdido su hogar en Busan, e incluso tenga miedo de volver por si alguien le rastrea para matarle y enviaros una señal con eso. Él no entraba en mis ecuaciones, Jimin. No debía estar aquí. ¡No debía estar en mitad de todo esto!
—Creo que tu acusación deja mucho que desear —rebatió Jimin con frialdad—. A lo mejor crees que le estabas protegiendo, pero le habías jodido la vida. Le habías abandonado, y por mucho que le obligases a olvidarlo, ¿sabes qué...? seguía soñando contigo.
—No pretendo que alguien como tú lo entienda —emitió el mayor, desviando la mirada—. No necesito tu opinión en todo esto, nunca te la he pedido. Sólo me importa su perdón.
—Vete a la mierda, Jin —escupió Jimin, levantándose del taburete—. Sigues sintiendo cosas por él y no eres capaz de enfrentarte a ello. ¡Pero cuando quieres a alguien no le abandonas!
—¿Y tú qué hiciste, abandonando al amigo moroi del que habláis, en Seúl? —Seokjin le atacó en su punto débil, recibiendo el silencio de Jimin como consecuencia—. ¿No dejaste a alguien a quien querías entre rejas?
Durante unos segundos, el rostro del rubio se mostró patidifuso, sus ojos se volvieron vidriosos, tratando de asimilar el golpe bajo del mayor.
—Jin —pronunció Jimin, clavando sus ojos sobre los suyos—. Me da igual lo que pienses de mí. Pero no puedes jugar a ser Dios en su vida. Es su vida. Las personas deben tomar sus propias decisiones. No se trata de que Yoongi esté en peligro, sabes que el auténtico peligro ya ha pasado —argumentó con una mayor serenidad—. Él quiso venir. Él quiso seguir aquí, y no por ti. Por él mismo. Y eso es lo que te asusta.
Seokjin bajó la cabeza, apretando los nudillos sobre la barra.
—¿Te asusta verle con otro dhampir? Muy bien —agregó Jimin aproximándose a su oreja—. Entonces juega bien tus cartas y recupérale. Pero yo no voy a echarme atrás por el hecho de que estuvierais enamorados. Sé muy bien lo que quiero. ¿Lo sabes tú?
En unos segundos más, Jimin salió por la puerta de la cafetería sin que el mayor levantase la cabeza. Seokjin sabía que tenía razón en todo lo que había dicho, desde la primera hasta la última palabra.
«Y sí, puede que sintiese cosas por Yoongi, que aún enmascaraba en una sobreprotección», pensó. «Pero aquello no le daba razón para amenazar a Jimin».
Seokjin se había prometido a sí mismo no volver a interferir en las decisiones del chico. Sabía que estaba siendo egoísta. Pero él ya había perdido a muchas de las personas que quería, empezando por Anna. Y aunque nada excusase su comportamiento, era difícil pensar en que podría volver a perder a alguien que le había aceptado tal y como era.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jungkook no sólo se retrasó por aquella especie de «luna de miel», que estaba viviendo con su moroi. Esa mañana, salió tarde del apartamento, y se topó con Sihyun.
—¿Quieres que te lleve al cuartel de seguridad de Revenant? —formuló invitándole a hacerle un tour por el lugar donde la gente prestaba su servicio.
El pelinegro aceptó, sugirió en ir en búsqueda de Jimin, a quien no lograron encontrar en la cafetería (tampoco a Seokjin), y se dirigieron al lugar sin mucha demora.
Jungkook conoció las instancias y a un par de moroi y dhampir que llevaban el lugar de entrenamientos. También se encargaban del aprovisionamiento de armas, entre otros asuntos. Estuvo varias horas con Sihyun, y se permitió el lujo de entrenar con él, haciendo una demostración frente al resto. El resultado fue tan bueno, que le ofrecieron rápidamente unirse para hacer guardia en Revenant en diferentes días de la semana.
—Puedes utilizar el uniforme militar de Revenant —le explicó Sihyun, ofreciéndole algo de ropa—. Pero también puedes ir con tu ropa. Te averiguaré algunos horarios que encajen en el cuadrante.
—Perfecto, gracias —respondió el azabache—. Por cierto, ¿podría introducir a Jimin? Estoy seguro de que le hubiera gustado pasarse por aquí.
—Sí, claro —dijo Sihyun—. Díselo, si se pasa esta tarde y conoce a Edmund, seguro que le dejarán unirse. Por cierto, deberíais haceros alguna marca de parabatai.
—¿Una marca? —parpadeó el otro dhampir.
—Muchos miembros de aquí la tienen, sobre todo los que se unen al cuartel —respondió sin darle mayor importancia—. Sus guardias suelen ser conjuntas por motivos evidentes. Todo el mundo sabe que dos parabatai es mejor que un dhampir o moroi solo. ¿Taehyung querría unirse?
—Hmnh —Jungkook exhaló una sonrisa—. Creo que los invernaderos le gustan más. Pero si se lo digo... estoy seguro de que se picaría tanto conmigo, que se uniría sólo para desafiarme.
Sihyun se rio en voz baja.
—Ya veo...
Sihyun le acompañó hasta el exterior del edificio mientras se acercaba la hora del almuerzo. Aún con una fina capa de sudor envolviéndoles, estrecharon la mano, justo cuando Freyja entraba al cuartel para entregarle una documentación al directorio.
Ella pasó de largo, y Jungkook se detuvo. Sihyun se despidió del muchacho, y él se quedó allí, fijando sus ojos sobre la moroi. Aprovechó para acercarse sosteniendo en su mente una idea.
—Señorita Yong, ¿podría hablar con usted sobre algo?
Freyja le miró de soslayo.
—Claro, sí —respondió amablemente—. Dame unos minutos.
Cuando resolvió todo el asunto que tenía pendiente en el cuartel, atendió a Jungkook. Ambos salieron del edificio paseando tranquilamente, mientras Jungkook enlazaba sus manos tras su propia espalda.
—¿Vas a unirte? —le preguntó la mujer.
—Sí —reconoció Jungkook—, puede que muchos dhampir prefieran liberarse del estigma de que seamos soldados. Pero yo...
—Lo llevas en la sangre —comentó distraídamente, provocando que el dhampir le mirase de soslayo—. Te gusta, quiero decir.
El joven asintió, y le quitó importancia humildemente.
—¿Qué era lo que querías preguntarme? —insistió Freyja mientras caminaban.
Sus iris se perdieron levemente en las facciones de Jungkook. Era guapo. Más maduro de lo que esperaba para su edad, a pesar de que los dhampir maduraban rápido y con dieciocho años se les trataba como adultos. Tanto, que le hizo pensar que las circunstancias que debía haber vivido de joven, le habían hecho crecer necesariamente.
—Se trata de la alimentación de Taehyung —le dijo Jungkook en voz baja—. Verá, tiene algunas dificultades para... ya sabe. Me preguntaba si había alguna forma de ayudarle con...
—Oh, sí —intervino ella, guardando discreción—. No es el único moroi que ha tenido problemas para adaptar su dieta. Pero vuestra llegada ha sido tan rápida, que he olvidado comentaros algunas cosas —se disculpó—. Lo lamento. Existen unos aditivos especiales, para abrir su apetito con las bolsas.
—¿Aditivos? —repitió Jungkook.
—Le daré a Jin una cajetilla, para que te la lleve más tarde —dijo Freyja—. Sigue sin ser sangre directa de una vena, pero disfraza bien los aromas y el sabor.
Jungkook le tomó la palabra, esperando que aquello pudiera ayudar un poco a Taehyung.
—Freyja —añadió Jungkook, bajando la cabeza—. Puedo... ¿puedo preguntarle algo más?
—¿Sí? —ella se detuvo en la intersección de la calle peatonal.
Las lucecitas de la ciudad, la penumbra y los árboles junto a la calzada, y el murmullo de una pareja pasando por su lado extendió el momento durante unos segundos más, en los que Freyja pensó que Jungkook le pondría en un compromiso. Su pregunta señaló a una rama distinta a la que pensaba, aunque de la misma forma sacudió sus entrañas.
—Usted y Nira, ¿mantienen una relación cordial?
Freyja respiró profundamente, y desvió su mirada hacia el solitario parque frente al que se encontraban.
—Llevamos demasiado sin hablar —contestó con un tono muy lejano—. Hui, por lo que no se me permite ponerme en contacto, ni regresar a cualquiera de la tríada de ciudades que ocupa la comunidad nosferatu. Yo... —sus ojos se entornaron llenándose de nostalgia—. Estoy segura de que, si volviéramos a vernos, intentaría antes golpearme que abrazarme.
—¿Por qué... huyó?
Freyja se quedó muy quieta, y clavando sus ojos en el menor, sintió como su respiración le abandonaba sin darle opción a una respuesta.
«Seokjin tenía razón», pensó. «No estaba preparada».
—Quiero decir —corrigió Jungkook, tratando de suavizar lo complicado de su pregunta—, no suena enfadada. ¿Cómo podría alguien renunciar a una hermana?
—Un cambio del... corazón, Jungkook —respondió sin exactitud—. Fue mi elección la de no regresar cuando tuve la oportunidad.
Jungkook guardó silencio. Yong Nira parecía una señora distinguida, bien posicionada. Y Jungkook estaba seguro de que Freyja tendría sus motivos para no regresar. ¿Fue por amor? ¿un amor mayor que el de su hermana? ¿fue por rebeldía? ¿por miedo a alguna represalia?
Tal vez no lo sabría, pues advirtió que Freyja cambió de tema decididamente, mencionando que le acompañara.
—Te daré yo los aditivos —le dijo, retomando el paso—. Seokjin es capaz de extraviar cualquier cosa que no le incumba demasiado.
A pesar de que no volvieron a retomar el tema, Jungkook se sintió mucho más cómodo con Freyja. Le causaba aquella sensación maternal, similar a la de Nira. E incluso logró borrar aquel extraño recelo que sintió hacia la mujer al principio. Concluyó que sólo era reservada, pero tan agradable, centrada y profesional como había visto ser a Nira en la academia.
En su contraste, Freyja no solía llevar recogidos repeinados, ni moños estirados. Tampoco sombreros, ni faldas, ni zapatos refinados. Lo suyo eran los pantalones estrechos hasta la cintura. Las botas de piel, y los colores verdosos y tierra, que contrastaban contra el delicado tono blanquecino de su piel.
Jungkook llegó a lo que pensó que sería la casa de Freyja. Se detuvo en el marco de la puerta por petición de la moroi, y esperó pacientemente afuera. En el par de minutos de espera, ojeó la entrada con curiosidad, contemplando que era una casa de un clásico aspecto europeo. Creyó ver unas flores de Tigridia desde la puerta, que chasquearon en su cerebro como una bombilla.
«¿Flores de Tigridia?», se preguntó recordando el broche. Bajo el cuello doblado de su camisa, llevaba abrochada la pequeña joya con un par de flores de oro y rubí.
Freyja regresó al exterior y le ofreció la cajetilla.
—Remuévelas bien —le sugirió—. ¿Has estado alimentando a Taehyung tú mismo?
Jungkook bajó la cabeza sintiéndose algo tímido, y Freyja alzó una ceja tomándoselo como una respuesta afirmativa. Estuvieron a punto de despedirse, pues la hora del almuerzo se les había echado encima. No obstante, el dhampir le desconcertó con una última pregunta.
—Please, love me —pronunció Jungkook, arrojándole una descarga directa a la moroi sin ni siquiera apuntarla con los mismos iris de su padre—. ¿Qué cree que significa esa expresión? Su hermana... me hizo un regalo el día de mi graduación con un grabado así...
Freyja sabía perfectamente a lo que Jungkook se refería. Pero se mantuvo con una pretendida calma y como si no supiera nada. Y le respondió la auténtica realidad, sabiendo que el joven se lo tomaría como una simple opinión.
—Creo que... solicita que alguien te ame, sin importar quién o qué seas —contestó pausadamente—. ¿No es así como debían haber sido todos los bebés, al margen de la raza con la que se concibieran? ...Amados.
—Suena hermoso —murmuró Jungkook, toqueteando el broche entre los dedos—. Y triste para los dhampir que nunca tuvimos familia.
La moroi apretó la mandíbula, y le ofreció la espalda. Jungkook no vería sus ojos vidriosos, arrastrados por una nueva vorágine de melancolía, que Freyja jamás había pensado que recuperaría.
«¿Así era como se había sentido Jungkook?», se dijo. «¿Sólo? ¿sin familia?».
—No obstante, yo tuve a Taehyung —añadió el pelinegro más animado—. Y a mis amigos, no estaría aquí si no fuera por ellos.
—Supongo que por eso te lo dio. Hay innumerables broches con distintos grabados —razonó Freyja volviendo a mirarle, y emitiendo un profundo suspiro—. Todo lo que se graba en una joya, permanece para siempre.
—¿Cómo lo sabe? —le preguntó Jungkook.
Ella pestañeó unos instantes.
—¿Lo de los grabados?
—Que es un broche —apuntó el joven astutamente—. Creo que no lo he dicho en ningún momento.
Ella se encogió de brazos y le quitó importancia, mencionando que se lo había visto puesto antes. Jungkook pensó en sus palabras: grabar una joya con la intención de que algo permaneciese para siempre, sonaba como una idea preciosa. Y cuando se despidieron, se dirigió a casa sumido en sus pensamientos.
«Deseaba regalarle algo grabado a Taehyung. Algo con sus nombres», pensó. Y su corazón se aceleró cuando consideró hacerse con un anillo. «Si lo hacía, debía ser muy especial».
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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