Capítulo 2

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 2. Bendecido Por la Sombra

Una silueta oscura se movió hacia él, amenazante, mostrando colmillos superiores e inferiores con un bufido. Yoongi retrocedió, buscándole con la mirada. «¿Dónde estaba? ¿A dónde había ido?», se preguntó con el pavor bombeando en sus venas. Deseaba gritar su nombre, pero sus labios eran incapaces de pronunciarlo. Era como si lo hubiese olvidado, como si su lengua se viese obligada a no volver verbalizarlo. A alejarlo de su mente, de su corazón. De su completa vida, a pesar de que él jamás lo hubiese deseado.

—¡Detente! ¡No te acerques! —gritó con voz desgarrada, hasta que la bestia se lanzó sobre él como un hambriento y excitado león sobre una pobre gacela indefensa.

Mordió su brazo con afilados colmillos, atravesando su carne como un muslo jugoso donde su sangre caliente se deslizó en densos hilos, gruesas gotas que golearon el suelo bajo su grito.

Yoongi se despertó de un sobresalto.

—Hah, hah... —jadeó en su dormitorio.

La persiana a medio bajar y los rayos de sol colándose entre los huecos viéndose filtrados por el fino visillo.

«Por el amor de dios —pensó—. Otra vez esa pesadilla».

Se levantó de la cama lentamente, arrastrándose hacia el borde de esta para sentarse. Arremangó la manga derecha de su brazo sin tatuar, y volviendo a pasar los dedos sobre la marca en forma de media luna de su antebrazo, se preguntó de dónde demonios había salido eso.

«Un perro —se repitió a sí mismo—. Me mordió en un parque. Hace mucho tiempo».

Siempre tenía ese pensamiento recurrente, como un mantra de autoconvencimiento que a veces le hacía pensar que no se sentía tan convencido como decía hacerlo. Paseando por su cuarto en busca de una sudadera negra y unos tejanos holgados, pasó la mirada por encima de su montón de bocetos y lienzos amontonados y descartados.

Unos ojos dorados pintados con una hermosa acuarela. Colmillos, caras deformadas y demoníacas, diseños de cómics de vampiros, cientos de bocetos a lápiz de escenas que salían de alguna parte, como si estuvieran enterradas en su mente. Aún tenía una tira por ahí guardada, de esas que le habían permitido publicar en la revista mensual de cómics «Knightmares». A él le gustaban los comics gores y las películas de ficción. Sólo era eso.

Quitándose la camiseta de pijama y volviéndose a colocar su habitual sudadera negra, se pasó una mano por el cabello oscuro y desordenado, y salió de su dormitorio para dirigirse al baño. Tuvo un tropezón consigo mismo tras descubrir a Jeon Jungkook dormido en el sofá.

«Casi había olvidado que tenía a dos nuevos compañeros en casa, cuya presencia se sentía extrañamente emocionante».

—¿Has dormido ahí? —le preguntó cuándo le vio sacudirse soñoliento.

—Sí... —suspiró Jungkook frotándose el rostro.

—Oh, así que te ha echado de la cama —bromeó Yoongi—, qué salvaje.

El dhampir sonrió levemente. Parecía mucho más recuperado que el día de antes, y pese a que podía haber dormido con Taehyung, él se asomó un par de veces al dormitorio con dudas, pensando que era sería personal invadir su espacio mientras descansaba.

Yoongi preparó un café en la cocina y se lo ofreció a Jungkook, conversando brevemente.

—Tengo que ir al BCE —le dijo—. Estaré aquí a mediodía, ¿quieres que traiga el almuerzo de allí, para los tres?

—¿BCE?

—El Busan Chicken Express, pizzas, pollo frito, patatas de la casa, también hacemos bocatas —gruñó—. No me obligues a recitarte la carta. Lo odio.

—Me encantaría pollo frito —sonrió Jungkook—. ¿Te importaría dejarme unas llaves extras? Compraré algo.

—No es necesario que te hagas con nada —repitió atento.

—No quiero abusar de tu generosidad, Yoongi —insistió Jungkook en voz baja—. Además, creo que nos vendrá bien tomar algo de aire fresco...

—Está bien —el humano cedió en esa instancia, tomando un último trago de su taza.

Se dirigió a su dormitorio con Jungkook pisándole los talones, y allí el más joven se detuvo en el marco de la puerta, descubriendo su dormitorio por primera vez. Decenas de bocetos a lápiz acumulados, una bandera negra colgada, un viejo poster de ACDC sobre la pared, y lienzos amontonados a un lado. Varias cajas de pinturas acrílicas y acuarelas, entre un sinuoso olor a cuarto de artista empedernido.

—A ver... las tenía por aquí, eh.... ¡aquí!

Jungkook se acercó mientras tanto a sus dibujos, y se inclinó sobre su escritorio, pasando unas cuantas hojas renegridas. Sus iris se posaron sobre la mayor ironía del mundo: Van Helsing, Underworld y Blade.

—¿Dhampir, y...? —pasó una hoja más, encontrándose un puñado de dibujos de vampiros demoníacos—. Strigoi.

—¿Cómo dices? —dudó Yoongi levantando la cabeza.

—Humnh, ¿cazavampiros y vampiros? —sustituyó Jungkook, aparentando normalidad—. No esperaba un gusto tan... específico.

—Oh, eso —le ofreció la copia de sus llaves en la mano, y mientras el chico la tomaba, añadió—. Verás, tiene una explicación, trabajo en la revista mensual Knightmare. Han aceptado mis tiras de cómics de horror y vampiros. En realidad, es por lo que sigo trabajando en el BCE mientras tanto... ser dibujante no es sencillo, y... el alquiler no se paga solo, ¡huh! ¡arriba la república surcoreana!

—Wow —Jungkook se sentó en el borde de la cama, con rostro suspicaz—. Casi... parecen reales...

«¿A caso Yoongi había visto strigoi antes? Era imposible —pensó Jungkook—. Los humanos no sabían nada de eso. Y él aparentaba demasiada normalidad como para conocer aquel mundo nocturno».

—Bueno, lo son —declaró Yoongi, alertando a su compañero—. A veces sueño con eso. Yo que sé, será que tengo una imaginación bestial, ¿sabes? Pero al final sólo son... sueños... y, tiras de cómics. Pero existen ahí dentro.

—Oh... —Jungkook respiró lentamente—. Ya.

Yoongi se arremangó el brazo izquierdo para mostrarle sus tatuajes, tenía una manga completa hasta su muñeca formada por sinuosas figuras, ficción vampírica, afilados colmillos, humo negro y cigarros, y el dibujo de dos punzantes mordidas sangrando. Él no sabía de dónde había salido su afición, sólo supo que desde hacía un año se había sentido obsesionado por grabarse ese tipo de dibujos, como si algo emanase dentro de él, como si su interior estuviese gritándole algo que estaba en otro idioma e incluso sus oídos se negaban a escuchar.

—Voy a llegar tarde —emitió, agarrando su uniforme y preparando las cosas para salir—. Hablamos luego. Llámame si pasa algo, oh, ¿me das tu teléfono?

—¿Teléfono? —Jungkook se sintió estúpido en ese momento, recordando que él y Taehyung estaban completamente incomunicados—. Hmnh, n-no llevo ninguno encima, pero... pasaré por una tienda de telefonía más tarde para hacerme con uno.

—¿No tienes teléfono? —dudó Yoongi levantando una ceja.

Jungkook se frotó la frente.

—Lo perdí en una fiesta —argumentó con maestría.

—Ah, sí —asintió conforme con su respuesta—. Eso es una mierda. Bueno, pues no la lieis mientras que no estoy. Nada de fiestas clandestinas, los vecinos llamaron la última vez a la policía.

—Descuida, no lo haremos.

Yoongi se metió en el cuarto de baño y tardó unos minutos en salir con un look más decente, le recordó a Jungkook que traería varios menús del BCE para almorzar a mediodía. Y poco después, se largó del apartamento dejándole a solas.

Taehyung aún estaba durmiendo cuando Jungkook se quedó parado en mitad del salón, toqueteando la piedrecita que colgaba de su cuello. No podía dejar de pensar en Jimin, aquella noche había soñado con él de numerosas formas, así como con Namjoon y su muro de hielo.

«¿Había perdido a sus mejores amigos? ¿Podría ver a los muertos en esa extraña realidad paralela?».

Sólo tenía una forma de comprobarlo, y se aventuró a ello tratando de aliviar su estrés y ansiedad, arrancándose la piedra lunar del cuello. Nada sucedió al principio, cuando depositó el amuleto sobre la mesa y se distanció esperando que los efectos del espíritu le abandonasen.

«¿Qué esperaba? ¿Ver a Jimin delante de él? —se preguntó molestándose consigo mismo.

—Debe ser que se me está yendo la puta cabeza —mascullo rodeándose como si buscase algo más que el mundano salón del apartamento de Yoongi.

Sin embargo, no tardó en percibir una neblina oscura en sus talones. Un susurro en la distancia, que se arrastraba hasta él murmurando su nombre.

«Jungkook. Jungkook. Jungkook. Jungkook».

«Puede verte. Te descubrirá dentro de poco».

«Ponte el amuleto, Jungkook».

«Las sombras te harán daño».

Como si un opiáceo estuviera haciéndole efecto, su entorno se distorsionó lentamente, apagándose como una vela, introduciéndole en un plano paralelo, cubierto de sombras, sin color, pesado, asfixiante.

Jungkook sintió una gran carga sobre sus hombros, como si el oxígeno estuviese cargado, hasta el punto de sofocarle.

—¿Qué son esas voces? —preguntó en un susurro, contemplando las sombras que le rodeaban—. ¿Namjoon? ¿Jimin?

Un agudo siseo se aproximó hacia él, como una sombra arrastrándose, una figura irguiéndose y tomando forma humana.

—Jungkook, no utilices este canal —le avisó—. No va a beneficiarte, si no sabes controlarlo.

—¿Qué? ¿Por qué? —jadeó—. ¿Quién eres tú?

Mingyu cobró la nitidez frente a él, como si volviesen a estar en la academia. Como si aquella noche del bosque jamás hubiera pasado.

—Mingyu...

Su amigo entrecerró los ojos con afecto, sin terminar de aproximarse.

—¿Qu-qué es esto? ¿qué está pasando...?

—¿Esto? —repitió con una voz resonante, formando un eco en aquel espacio—. No estoy seguro. Creo que es El Otro Lado. Escuché a alguien más decirlo.

—¿El Otro Lado?

—Una especie de limbo donde nos hayamos —le informó Mingyu—. Pero, Jungkook. Aquí sólo hay seres sobrenaturales, no es seguro que juegues con esto. Ni siquiera deberías estar aquí, si no estás...

—Muerto —finalizó Jungkook, y se aproximó a él clavando sus iris sobre el chico—. ¿Por qué estás en un limbo?

—No lo sé —reconoció su amigo—. Pero tú me has llamado, y por eso pude encontrarte.

—¿Yo?

—Usas un ancla —señaló su muñeca—. Esa.

—¿Un ancla? —dudó vacilante, y arremangándose la mano izquierda descubrió la pulsera de su amigo, anudada—. Tu pulsera...

—Tal vez por eso puedes hablar conmigo, quizá por ese motivo sentí como si me llamaras —razonó sintiéndose algo confuso—. Es como si tú estuvieras entre los dos mundos.

Jungkook parpadeo, sin entender cómo podía estar sucediéndole eso. Pero se dirigió a Mingyu apartando todo lo demás, para decirle lo que de verdad sentía.

—Lo siento —emitió Jungkook, reprimiendo sus lágrimas—. Soy responsable. S-si hubiera reaccionado a tiempo...

—Jungkook —le detuvo Mingyu—, no. No digas eso. La situación fue incontrolable para nosotros. Ahora estoy mejor en este lado. No importa lo que sucediese.

—P-pero, tú...

Mingyu se acercó a Jungkook colocando una mano en su hombro, la sensación de su mano fue inexistente, ni cálida, ni fría. Como si no existiese.

—Tú tienes que seguir adelante, sin importar lo que suceda, Jungkook —le dijo—. Puedo verlo, hay algo grande, esperándote. No podría decir que es exactamente, pero hay tanta luz como oscuridad en tu futuro... y eso te cambiará para siempre.

—Min —exhaló el pelinegro—. ¿Está Jimin ahí? ¿Namjoon ha muerto?

Mingyu se encogió de brazos.

—No puedo asegurártelo —respondió lentamente—. No lo sé.

—¿Cómo puedo saberlo?

—Tal vez, un objeto personal de ellos, o... no estoy seguro, Jungkook —pronunció asustado—. Pero no deberías usar esta dimensión para eso.

—¿Por qué?

Mingyu bajó la voz, retrocediendo unos pasos entre la densa neblina oscura que atraía más susurros sobre ambos.

—Porque ayer lo vi... esos ojos...

—¿Qué ojos? —preguntó en tensión.

—Afilados, amarillos... están buscando algo, a alguien... —le avisó—. No vuelvas aquí, o irán a por ti.

Jungkook jadeó levemente, inclinándose sobre sus rodillas mientras la atmósfera de las sombras le aprisionaban.

—¿Por qué dices que estoy entre los dos mundos? —le preguntó, quedándose sin aliento.

La voz de Mingyu se distorsionó, mientras las sombras agarraban las rodillas de Jungkook, intentando succionarle hacia algún otro lado.

—Porque estás ligado a alguien más.

—¿Ligado?

—Es como una luz —dijo, alejándose del azabache—. Como una fuerza.

Jungkook se vio al límite y buscó rápidamente la piedra lunar. Se movió por el salón como si sus piernas atravesasen denso barro, y encontró una tibia luz depositada sobre una mesa. Mientras sus dedos se extendían para agarrar el amuleto, escuchó la voz de Taehyung.

El dhampir agarró el colgante como un salvavidas entre aquella pesada oscuridad.

—Jungkook —Taehyung se aproximó a él velozmente, agarrándole de un codo—. ¿Qué demonios era eso? ¿Qué está pasando?

Él necesitó unos instantes más para percibir como la carga de las sombras aminoraba, se difuminaba y desaparecía lentamente hasta que su dimensión física recuperaba la nitidez a la que estaba acostumbrado.

Posó sus ojos sobre Taehyung, aún jadeante. Él parecía realmente asustado, como si hubiera visto algo horrible.

—¿Taehyung?

—Me desperté, y vi una sombra moverse —expresó—. Te llamé varias veces, pero no aparecías, hasta que... me di cuenta de que eso eras tú.

—¿Qué? —Jungkook tragó saliva y trató de recuperar su aliento, y apretando el amuleto entre sus dedos, le dijo—. ¿Has visto eso desde fuera?

—Sólo a ti —respondió el moroi—. Estabas atravesando los muebles.

—¿Atravesé cosas?

—Sí —contestó severamente—. Jungkook, no vuelvas a quitarte el amuleto. No sabemos qué demonios es eso. ¿Y si te ocurre algo?

—Espera —le interrumpió—. Sé algo. He visto a Mingyu de nuevo.

—¿Cómo...?

—Me ha dicho que está en El Otro Lado. Es una especie de dimensión sobrenatural, purgatorio, o limbo... o yo que sé qué cosa... —le contó tembloroso—. Y que yo estoy entre los dos mundos.

Taehyung parpadeó en silencio, y después sujetó su rostro para que le mirase.

—¿Será porque te reviví? —pronunció en voz baja, reflexivo—. Pero nunca antes te había pasado algo así, ¿verdad?

Jungkook negó levemente, y Taehyung le soltó deslizando sus brazos para abrazarle.

—Dios... —murmuró junto a su oreja—. Me habías asustado tanto...

El dhampir sonrió suavemente, y estrechando su espalda con ambos brazos le preguntó si había descansado. Taehyung asintió como si nada cuando se separaron, pero Jungkook le notó más pálido de lo habitual.

—¿Yoongi se ha ido? —preguntó el moroi desviando su atención.

—Tiene un trabajo.

—Oh, ¡no! —se quejó Taehyung precipitadamente—. ¡Hoy es tu cumpleaños! ¡casi lo había olvidado!

Jungkook liberó unas suaves carcajadas, restándole importancia.

—Da igual, tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.

—Eso es importante —reiteró el moroi—. Hoy cumples diecinueve.

—¿Eso quiere decir que te sientes mejor?

Taehyung asintió débilmente.

—Listo para salir a la calle —emitió con una traviesa maestría.

—No puedes salir con este sol. Busan es demasiado soleada —aconsejó Jungkook—. Quédate aquí. Conseguiré un teléfono y algo de comida.

—¿Un teléfono?

—Tenemos que averiguar qué ha sucedido en palacio. Estaremos unos días aquí antes de volver a Bucheon —planeó el dhampir—. Tal vez debamos contactar con Seojun primero.

—De acuerdo —asintió Taehyung, agarrándole de una manga—. ¿No puedo ir contigo? Por fi.

Jungkook le atrajo con un brazo sobre sus hombros y dejó un beso en su sien como respuesta negativa.

—No.

Taehyung no tuvo más remedio que esperar allí (si había alguien con quien debía ser obediente, debía ser su guardián).

El dhampir salió por la mañana sintiéndose despistado en una calle repleta de gente, llevaba tanto tiempo viviendo en un horario nocturno que se le hizo nostálgico que los rayos de sol abrazasen sus hombros mientras caminaba. Ubicó una tienda de telefonía y se hizo con un número activo sin mayor problema, después sacó una suma más importante de dinero que guardarse de su tarjeta personal, en un cajero que le identificó como guardián dhampir. De vuelta al apartamento pasó frente a un supermercado. Llevaba muchísimo tiempo sin entrar a los mercados humanos, y casi había olvidado el consumo exagerado de azúcares, comida preparada y fritos que existían en estos. Si había algo que los moroi odiaban, debido a su refinado gusto por la comida y el rechazo a todo lo que fuera empaquetado o con conservantes (incluso detestaban las bolsas de sangre), eran los productos humanos. Ellos eran más de obtener materias primas desde sus propios cultivos, como en palacio, de trabajar con productos frescos y de preocuparse por la exquisita alimentación de los suyos.

Sin embargo, Jungkook se hizo con ramen instantáneo, con una caja artesana de pasteles de arroz, y algo de fruta fresca que Taehyung agradecería si volvía a recuperar el apetito. Pasó por caja, advirtiendo que la tipa del cajero le deseó un buen día con una sonrisa curiosa.

Regresó poco después al apartamento, con una bolsa del supermercado y otra con algunos complementos del teléfono que ni siquiera se preocuparía en usar.

—Me has abandonado aquí —se quejó Taehyung enfurruñado junto a la puerta, posteriormente siguiendo sus pasos hasta la cocina—. No te lo perdonaré, ¡quedas oficialmente destituido!

Jungkook soltó unas suaves carcajadas.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

—No te he abandonado... —repitió con un deje divertido—. La exposición solar es peligrosa para ti, y salir de noche, puede ser incluso peor para los dos...

—Blah, blah, blah —refunfuñó el rubio—. ¡Oh! ¿Eso de ahí es un teléfono? Nunca he tenido uno.

Jungkook lo levantó entre los dedos y volteó sobre sus propios talones dirigiéndole unos iris juguetones a Taehyung.

—No, esto de aquí es una lámpara mágica —vaciló mordisqueándose el labio—. Cumple deseos, como entregas rápidas, pagos instantáneos, y videojuegos súper chulos que todavía no has probado.

Taehyung se aproximó a él y abrazó su cintura hundiendo la cabeza en su cuello. El pelinegro se quedó estático, sintiendo el hormigueo de su cercanía mientras su corazón bombeaba en su nombre.

«Buena evasión —pensó sonrosándose lentamente.

—Deseo que todo esté bien —murmuró Taehyung bajo su mandíbula.

Jungkook bajó el teléfono, y acarició su espalda lentamente con una mano.

—Y yo —secundó el dhampir.

—Kookie —pronunció Taehyung, levantando la cabeza para mirarle a tan sólo unos centímetros de su rostro.

—¿Sí?

—¿Y si...? ¿Llamamos a alguien que no sea Seojun? —dudó de cerca, y con índole reflexivo prosiguió compartiendo sus pensamientos—. Confío en tu padrino. Pero hay algo raro entre todo esto —expuso—. ¿Qué pasó con la seguridad del palaciego? ¿Por qué dos ataques similares, en dos noches tan distintas? Primero el bosque, y dos meses después palacio, la primera noche que se ofreció la entrada a invitados. La primera noche que todo el mundo bajó la guardia.

Jungkook valoró su idea silenciosamente, otorgándole la razón. Taehyung era intuitivo, más inteligente de lo que mucha gente pensaba. Y cuando decía algo, nunca lo hacía por simplemente decirlo.

—Si alguien está intentando atentar contra nuestras vidas, o persiguiéndonos, deberíamos hacer precisamente lo contrario a lo que se supone que esperarían que haríamos.

—Contactar con alguien de confianza —razonó Jungkook—, mi padrino.

—Exacto.

—Está bien —expresó el dhampir—. Y, ¿en quién se supone que confiamos, sin que ese alguien detectase nuestra asociación? No sabemos nada de Jimin o Namjoon, ni siquiera sabemos si ellos están...

—Hyun Bin —declaró Taehyung.

—¿Hyun Bin? —repitió el otro con desconcierto.

—Es perfecto —añadió el moroi, soltándole y cruzándose de brazos—. Piénsalo así, parecía que te odiaba en la academia. Es un profesional en su trabajo, él no es corruptible. Y a estas alturas, toda la comunidad debe conocer lo que ha sucedido, deben estar investigando en ello... él podría decirnos qué ha pasado, y nadie sabría que ha sido nuestro contacto.

El pelinegro asintió lentamente.

—Mi pregunta es, ¿confías en él? —cuestionó Taehyung—. Tú tienes la última palabra en esto.

—Confío —confesó Jungkook en un pálpito—. Confío en ese hijo de puta.

—Bien.

Casi no habían reparado en la hora de mediodía, hasta que Yoongi regresó a su apartamento con un ridículo uniforme amarillo chillón. Los dos chicos clavaron sobre él sus ojos, sintiéndose repentinamente lejos de la seria conversación.

—Ahorraos los comentarios. Yo también lo odio —aconsejó Yoongi en respecto a su uniforme, y soltando un par de bolsas de comida sobre la encimera—. He traído el almuerzo. Hay pollo frito y alitas.

—H-hola, Yoongi —le saludó Taehyung inclinándose cortésmente.

—Eh, Yoon —exhaló Jungkook—. ¿Qué tal?

—Oh, ¿has hecho la compra? Mira que te dije que no era necesario ... ¡Ah, joder, pastelitos de arroz! —celebró brevemente—. Huh, eh, ¿he interrumpido algo?

—Huh, no, no —carraspeó Jungkook, compartiendo una mirada de soslayo con Taehyung.

—Esto es para ti —Yoongi le ofreció inesperadamente una caja—. Feliz cumpleaños.

—¿Para mí? —Jungkook parpadeó sorprendido.

—Un pajarito me dijo ayer que hoy era tu cumpleaños —masculló sin mover los labios.

—Oh, me pregunto qué pajarito habrá sido...

«Culpable —pensó Taehyung pasándose una mano por la mandíbula para ocultar su sonrisita.

El dhampir abrió la caja llenándose de curiosidad, y descubriendo en su interior reveló una pequeña tarta de queso y frambuesa helada.

—Definitivamente, no me sentiré culpable por perder mi dieta —sonrió Jungkook, seguido de una risa del moroi.

Cuando pusieron la mesa y repartieron el pollo frito del BCE, Jungkook atacó las bandejas como un animal, y Yoongi le acompañó con apetito reconociendo que en dos años que llevaba trabajando allí, aquella era la segunda vez que se llevaba algo de almuerzo para compartir con alguien.

—¿Cuál fue la primera? —preguntó Jungkook despreocupadamente.

—Pues fue con... —Yoongi abrió la boca y se detuvo en silencio, percatándose de algo—. Pues no... no lo recuerdo.

—¿No lo recuerdas?

—No —reafirmó algo más serio—. Recuerdo que me llevé dos cajas de pizza con extra de queso y... no sé para qué.

Yoongi tomó otra alita dudando de sí mismo en silencio. Jungkook no se tomó su comentario como algo importante, pero lo cierto era que Yoongi estaba jurándose a sí mismo que no lo había olvidado. Era imposible que lo hiciera. No conscientemente. Había como una condenada laguna en ese recuerdo, y hasta esa tarde ni siquiera lo había advertido. Como si alguien hubiese rascado el esmalte con la uña hasta borrarlo, y mientras él sabía que ese esmalte había estado ahí, con restos que iban y venían recordándole que había olvidado algo, se preguntaba de dónde diablos salía aquello.

—¿No vas a comer, Tae? —le preguntó Jungkook mientras tanto.

Taehyung negó con la cabeza como un niño.

—¿Es por los fritos? O...

—Oh, ¿no te gusta lo frito? —exclamó Yoongi—. Podíamos haber preparado algo para ti.

—No, no. No es eso —le detuvo—. Es que... aún m-me siento un poco indispuesto. No tengo apetito.

Jungkook se hizo consciente en ese mismo instante de que Taehyung llevaba casi dos días completos sin comer, y lo que fue peor, y no se percató hasta entonces, era de que no había vuelto a tomar ni una ración de sangre.

Él detuvo su almuerzo clavando los ojos en el moroi.

—¿Seguro? —insistió Yoongi.

—Sí —afirmó él, restándole importancia.

«¿Cómo podía haberlo olvidado? ¿Por qué Taehyung ni siquiera se lo había mencionado? —pensó Jungkook, sintiéndose culpable por no haber pensado antes en sus necesidades.

Casi perdió al apetito después de eso, recordando cómo en sexto curso Taehyung sufrió una intensa inanición durante los días posteriores a su incremento en el uso del espíritu. Y ahora, estaba sucediéndole lo mismo mientras se lo guardaba para sí mismo, con la probable intención de no preocuparle más entre todo lo que les había ocurrido.

Después del almuerzo, Taehyung se ofreció a lavar los platos. Jungkook le siguió hasta la cocina sin quitarle el ojo de encima, y planeando un futuro sermón para cuando Yoongi se quitase de en medio.

—Tengo que pasarme por la oficina de la revista Knightmare para dejarles mi trabajo —suspiró el humano mientras se mordisqueaba levemente el labio—, será mejor que lo haga cuanto antes. Ya me han llamado dos veces esta mañana... Oh, si os apetece, podemos salir a tomar una cerveza esta noche. ¿Conocéis Busan? Hay varios clubs en la costa.

—¿Esta noche? —dudó Jungkook levemente—. ¿Qué tal... al atardecer?

—Está bien, uh, al atardecer —tarareó Yoongi—. No vaya a ser que más tarde nos coman los lobos.

El dhampir apretó los labios tratando de omitir una risotada.

—Si tú supieras —soltó como broma, pese a que iba totalmente en serio.

Yoongi salió del apartamento prometiendo que no tardaría demasiado. Y cuando Jungkook volvió a verse a solas con Taehyung, agarró su codo con una mano.

—Estás muriéndote de hambre y no has dicho nada.

—¿Hmnh? —Taehyung se secó las manos, y salió de la cocina con Jungkook siguiéndole en pasos lentos—. No tengo apetito, te lo he dicho antes. Supongo que debería descansar más... ayer abusé del espíritu.

—Taehyung, necesitas sangre —murmuró Jungkook—. El uso de la magia moroi crea algo más de sed en el portador del elemento. El espíritu no es tan distinto en eso.

El moroi se sentó en el sofá, y masajeándose la frente lentamente.

—Ni siquiera puedo pensar en sangre. He sentido náuseas durante el almuerzo.

—No hay proveedores en el mundo humano —añadió el pelinegro, sentándose a su lado—. Escucha, si no te alimentas a pesar de que no tengas apetito, podrías perder el control de tu sed. Podrías terminar atacando a alguien. Y te recuerdo que estamos en el apartamento de un humano.

—Y-ya lo sé... —jadeó Taehyung sintiéndose afectado y dirigiéndose hacia él con un quejido—. No hace falta que me regañes por eso.

Jungkook entrecerró los ojos contemplándole con lástima, y Taehyung entonces se inclinó precipitadamente sobre sus propias rodillas como si estuviera a punto de vomitar. Por suerte, no había comido nada en todo el día y su estómago se vio vacío a pesar de la intensa náusea seguida de una arcada.

El pelinegro se inclinó a su lado, y pasando una mano por su espalda, trató de tranquilizarle.

—Ya está... Tae... —le dijo percibiendo su temblor—. Tranquilo.

La desagradable sensación retornó hasta su organismo, mientras Jungkook se levantaba para traerle un vaso de agua de la cocina. Después, Taehyung probó el agua con los labios descoloridos, mientras el dhampir razonaba que haber mencionado la sangre delante de él le había hecho querer vomitar. «Debía ser muy serio».

—Déjame ver —murmuró en un gesto.

Jungkook hizo lo más inesperado e íntimo hasta entonces, y deslizando un dedo para levantar el labio superior de Taehyung, se aseguró de que sus colmillos retráctiles permanecían alargados y más afilados que de costumbre, con un distintivo característico de un claro hambre.

Perdió la única duda que le rondaba en ese momento, sentándose a su lado y aproximándose. Por mucho que tratasen de no mencionarlo, por mucho que ambos estuviesen evadiendo lo que era necesario, Jungkook agarró una de sus manos cuando Taehyung soltó el agua en la mesa de café, y mientras el murmullo de la televisión siseaba en el salón del apartamento, ambos fundieron sus iris en el otro.

—Tienes que alimentarte —le dijo Jungkook cálidamente—. Tu organismo lo necesita. Me necesita.

—H-huh... —Taehyung bajó la cabeza—. Crees que...

El dhampir se posicionó frente a él doblando las rodillas, y arremangándose la sudadera a la altura de una de sus blancas muñecas.

—La última vez funcionó —le recordó—. Y sabes que esta vez, es exactamente igual que la anterior. No es la primera vez que te afecta de esa forma. Y mientras estemos aquí, deberías alimentarte así que... seré el responsable de eso.

Taehyung se mostró aturdido con la simple mención de alimentarse de él, mientras la mano de Jungkook volvía a la suya, entrelazando los dedos con serena calidez.

—Te pondrás mejor.

—Pero, tú...

—Sabes que estoy bien con esto —contestó con seguridad—. No te preocupes por mí. Tú me cuidas, y yo te cuido, ¿de acuerdo?

El moroi se hundió profundamente en el castaño oscuro de sus ojos, e inspiró el aire de su alrededor dejándose llevar por la letanía de su recuerdo. Había pasado más de año y medio, desde la última vez que le mordió, y aquellos mordiscos reprimidos fueron una de las mejores degustaciones que había probado en el planeta.

Taehyung se ruborizó lentamente, sin poder evitar recordar que Jungkook le había confesado su amor. Tomar su muñeca entre los dedos se le hizo algo distinto conociendo sus sentimientos, y mientras pasaba el dedo pulgar por encima de su rítmico pulso, descartó su muñeca y se irguió de rodillas instintivamente.

El moroi se inclinó sobre él, agarrando el cuello de la sudadera y humedeciéndose los labios como si estuviera a punto de devorarle. Su apetito se disparó de tan sólo mirarle, y Jungkook contempló la sombra que derramaban sus pestañas bajo sus rasgados párpados, oscureciendo el levemente cian de sus ojos.

—¿Q-qué haces? —balbuceó cuando su compañero clavó una rodilla entre sus piernas como un gato, haciéndose un espacio sobre él.

—Me preguntaba si... —pronunció tímidamente, esbozando un mohín en sus labios—. ¿Puedo probar tu cuello?

Jungkook se sintió repentinamente abochornado. Ambos sabían que para la comunidad nosferatu, los mordiscos entre moroi y dhampir eran un tabú, hasta el punto de soportar connotaciones irremediablemente eróticas por las intensas sensaciones que se compartían entre especies. Ofrecer la muñeca era más impersonal. Sin embargo, el cuello simbolizaba intimidad, el ofrecimiento de su vulnerabilidad al descubierto, en un espacio tan exclusivo y personal que sólo se consideraba entre los amantes.

Taehyung jamás había mordido a un proveedor en el cuello, aquello no era apropiado, y pensar en Jungkook de esa forma le hacía temblar por lo estimulante que resultaba.

—Pensé que, podríamos hacerlo así... —se excusó el moroi, cuyos afilados colmillos como agujas asomaban entre los labios—. Si tú también lo deseas.

Taehyung delineó el cuello de su prenda lentamente con los dedos, mientras Jungkook tragaba saliva reteniendo su propio aliento. El rubor se asomó por sus mejillas, hasta el punto de desear apartarle de su rostro para que no descubriese lo estúpidamente estimulado que le hacía pensar en que tomase su cuello sin marcar.

—Qu-quiero que lo hagas —farfulló Jungkook, desviando sus ojos brillosos—. Puedes hacerlo, si lo consideras adecuado.

Con su corazón bombeando en sus venas con fuerza, y el rubor salpicando su rostro, Taehyung le observó con un pasivo hambre entrando en efervescencia. Su boca se secó en segundos, sintiendo el pálpito de sus propias encías desesperadas por la obtención de su alimento.

Taehyung atrajo a Jungkook sujetando el cuello de su sudadera entre los dedos, y percibió el acelerado pálpito de su carótida enterrada en el cuello. Su olor disparó su apetito, igual que cuando le abrazaba, reparando en aquella esencia natural que se escondía bajo el olor a champú de su cabello. No quedaban rastros del malestar físico, ni su sesgo de apetito.

Sólo existía Jungkook y sus latidos, su embriagador olor y su docilidad bajo sus colmillos. La pequeña fiera enterrada en su interior deseó clavar las uñas en su dhampir con posesividad, antes de hundir los dientes en su cuello. Pero se mantuvo con una serenidad pasmosa, fruto de un pensamiento.

«Jungkook nunca había sido marcado en el cuello. Era su primera vez, e iba a ser suyo».

El dhampir cerró los ojos cuando Taehyung ladeó la cabeza y su tibio aliento acarició su cuello. Se preparó mentalmente para el doloroso pinchazo inicial, el cual creyó que sería más molesto que la primera vez que le sintió drenar en su muñeca, diluyéndose posteriormente en el sublime placer químico de su saliva. Pero contra todo pronóstico, su respingo se vio fundado por los esponjosos labios de su compañero.

Taehyung besó su cuello sujetándole, presionando con labios tiernos y húmedos sobre su dermis, y elevándose por su cuello pausadamente para tranquilizarle.

—Relájate, baja los hombros —murmuró contra su mejilla—. También es mi primera vez, pero no te haré daño.

Jungkook liberó su aliento en una exhalación gradual.

«Si Taehyung pensaba que con esa forma de hablarle iba a bajar las pulsaciones de su corazón, error —se dijo ruborizado—. Sólo iba a lograr que se le subiera toda la sangre a la cabeza».

Con el belfo inferior, el moroi acarició detenidamente el arco de su cuello, detectando el punto más deseable, donde su carótida y pulso le saludaban abiertamente bajo una capa de fina piel, decidiendo que sería el lugar idóneo donde alimentarse, evitando derramar ni una sola gota de su sangre.

«Jungkook era demasiado valioso para ser derramable».

Y bajo el temblor de su respiración, y el esponjoso trato de sus labios derritiéndole, el dhampir sintió cómo sus colmillos se hundieron en la dermis en un necesitado mordisco. Jungkook liberó un suave jadeo que ahogó apretando la mandíbula, y percibió cómo la leve succión comenzaba a provocar un hormigueo en su organismo. Apenas necesitó unos segundos para sensibilizarse con la inyección emocional que les conectó a través de su vínculo.

Escuchó los pálpitos del moroi coordinándose con los suyos, en un lejano eco en el que el mundo que les rodeaba se acallaba para escuchar la melodía de sus corazones. La sensación de servidumbre y anhelo por ser utilizado invadió a Jungkook con fuerza. «Deseaba satisfacerle, colmarle de vida con el líquido de sus venas, acurrucarse en su lecho mientras era succionado hasta perecer por él —pensó con masoquismo—. Pertenecerle, llenarse de mordiscos y marcas que indicasen su propiedad y que sus colmillos jamás probasen algo más que su espesa esencia».

El nirvana le obligó a sentirse tan dócil como un cachorro, mientras los minutos en los que sus dedos transitaban el cabello de Taehyung transcurrían demasiado rápido.

Taehyung percibió sus endorfinas en vena, allá donde el placer por ser mordido le invitaba a prologarlo, advirtiendo que, Jungkook no sólo era delicioso sino terriblemente adictivo para sus sentidos vampíricos. La sangre caliente invadía sus papilas gustativas como el manjar más exquisito, denotando lo mucho que llevaba sin disfrutar tanto de un bocado. Y en la mansa caricia del pelinegro, el moroi deshizo cuidadosamente su mordisco, mimando con nuevos besos la reciente herida, y eliminando los rastros de sangre con la suave punta de su lengua para asear el enrojecimiento. Después se detuvo para no perturbar la reciente aparición de plaquetas en las preciosas hendiduras producidas por sus colmillos.

—Taehyung...

Cuando volvió a dirigir sus ojos a Jungkook, su compañero le miraba con unos oscuros iris tan brillantes como si encerrase un puñado de estrellas, y sus labios entreabiertos e irregular respiración obligaron al moroi a ocupar su ruego de una vez por todas.

Besó a Jungkook en un impulso, sin soltar el agarre del cuello de su sudadera, y negándose a dejarle ir después de todo ese tiempo. Jungkook reaccionó en unos segundos, y a pesar del entumecimiento de su mordisco, correspondió a sus labios con anhelo. Sujetándole por la cintura, Taehyung terminó de trepar sobre él apoderándose por completo de su espacio.

El calor hormigueó entre ambos, donde saliva y besos se mezclaron y diluyeron en caricias, en susurros, en toda la pasión reprimida que habían estado soportando.

Taehyung incluso mordisqueó el labio inferior de Jungkook jugando, y perdiéndose por completo en su amado.

—Cuidado —masculló el dhampir con media sonrisa y labios rosados.

—Un pago por tus servicios arteriales —murmuró con malicia sobre tus labios—, Kookie.

—Entonces, tendrás que pagarme por los favores que te cedí hace unos años —le devolvió en un contrataque, provocando una risa compartida entre ambos.

La suave caricia de sus dedos sobre el pómulo del vampiro descendió hasta la forma de sus labios curvados en una leve sonrisa, cuyo tono se encontraba más rojizo, casi difuminado por su previa mordida. Taehyung sujetó su cálida mano y besó la almohadilla bajo su pulgar delicadamente.

—¿Por qué algo que está tan mal, se siente tan bien? —pronunció con culpabilidad.

—¿Importa ahora lo que está mal o bien entre nosotros? —dudó Jungkook, recibiendo una caricia contigua de su respectiva nariz.

—No —reconoció Taehyung sobre su rostro—. Sólo estamos nosotros, queriéndonos.

Jungkook estiró el cuello capturando nuevamente sus labios, y a pesar de que se hubiera arrancado una extremidad por derretirse bajo unos besos que había ansiado tanto, Yoongi abrió la puerta del apartamento con las llaves, alertándoles a ambos. Taehyung liberó su regazo de sus piernas y se incorporó a tiempo, pero no tan rápido como el fugaz vistazo de Yoongi.

—Huh —exhaló en una burla, sujetando las llaves en una mano y una caja de materiales de dibujo bajo el otro brazo—, si queréis, puedo hacer como si... nunca hubiera entrado.

—¿Qué? No, no.

—S-sólo estábamos hablando —se excusó Jungkook aclarándose la garganta, sin poder pasar por alto el avivamiento físico que estaba sufriendo (respiración agitada, labios palpitantes, un molesto recelo en su entrepierna... poco disimulable).

—No pasa nada, mientras que no acabéis en bolas sobre mi sofá, está permitido enrollarse en el ámbito privado de mi apartamento —comentó Yoongi soltando la caja sobre la mesa del comedor—. Aunque tenemos que hablar de la pequeña tasa de impuestos que ejerzo por daros amor en mi salón mientras yo sigo soltero.

Jungkook sonrió algo avergonzado, pero supo que no tenía más importancia para Yoongi. Aunque Taehyung estuviera muriéndose de vergüenza, al fin y al cabo, para él eran humanos. Dos humanos amándose, sin importar el sexo, o su raza. Y sentir su cero discriminación se le hizo agradable. Algo demasiado bueno a lo que hubiera deseado acostumbrarse.

—B-bueno —Taehyung se levantó del asiento sacudiéndose el cabello con una mano—. ¿Podemos salir al atardecer? Me encantaría ver algo de Busan.

—¡Claro! ¿Qué os apetece? —Yoongi pareció entusiasmado.

Jungkook se dejó convencer mientras Taehyung nombraba que le gustaría cambiarse de ropa. Una ropa más «apropiada», y no algo prestado.

—Oh, pues aún estamos a tiempo —añadió el humano, mirando su reloj—, la calle comercial suele cerrar después de las diez, y ahora apenas son... las seis.

Taehyung miró a Jungkook como si estuviera a punto de arrodillarse para suplicarle.

—¿Podemos ir?

—¿Estás mejor? —le preguntó al moroi, centrándose en el hecho de que acababa de alimentarse.

—Mucho mejor —reconoció Taehyung con sinceridad—, prometido.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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