Capítulo 19

Capítulo 19. Sentimientos Encontrados

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Yoongi abrió los ojos tras la noche más rápida que, probablemente, todos habían vivido en esos últimos meses. Durmió como un bebé en la habitación individual del alojamiento que compartía con Jimin. Él le cedió la cama doble al dhampir por el fugaz gesto de ilusión que vislumbró en su rostro una vez estuvieron dentro del apartamento, y porque, además, no pensaba compartir esa cama con él mientras siguiese viviendo aquella persistente taquicardia que le atacaba cuando Jimin sonreía.

«No podía engañarse, estaba colado del estúpido mocoso dhampir hasta las cejas, y lo había hecho más rápido de lo que creía». La caída no había sido forzosa. Es más, había saltado al agujero casi voluntariamente. Sólo le faltaba darle las gracias al ridículo karma, el cual le restregaba en toda su cara la montaña rusa que era Park Jimin, mientras los trozos de su corazón aún seguían recuperándose del que conocía como su expareja de cuatrocientos años.

«¿Cómo diablos iba a ponerse a pensar en otro tipo, mientras su ex seguía preocupándose por su vida?», se preguntó mirándose al espejo.

Tenía el cabello alborotado por haberse acostado con el pelo húmedo, y se sentía ligeramente desorientado por la falta de sol, a pesar de que el reloj marcase las 11.47 a.m. Yoongi se peinó con los dedos y algo de agua, se puso su habitual camiseta negra, cazadora de cremallera plateada, y un pantalón vaquero y desgastado sobre sus botas. Paseó por el apartamento distraídamente y tras comprobar que no había nada de café que prepararse, estuvo a punto de abandonar el apartamento por su propia cuenta, hasta que recibió el adelanto del timbre resonando en sus oídos. Él se dirigió a la puerta sin dudarlo.

«Por favor, que sea un vecino sexy y moroi», se dijo interiormente. «A ser posible rubio. ¡No, no, no! ¡Rubio, no!».

Abrió la puerta y contra todos sus deseos, se topó con Jeon Jungkook con energía renovada, apoyándose en el marco.

—¿Qué tal tu primera noche? —le preguntó con una sonrisita.

—Mira mi cara —Yoongi se señaló a sí mismo—. ¿Qué te parece?

—¿Debería tomarme eso como que te gusta mi mejor amigo? —bromeó Jungkook eventualmente, dándole de lleno casi sin percatarse.

Yoongi esbozó el peor rostro posible, le maldijo interiormente y deseó que, de entre los dos, él fuera el dhampir macizo que pudiera zurrarle con los nudillos sin partírselos.

—Tu mejor amigo es un capullo —exhaló sacando un cigarro de su bolsillo, y poniéndoselo entre los labios—. Voy a desayunar algo abajo.

—¿Disculpa? —soltó Jungkook con un parpadeo.

—Me besó —indicó Yoongi con neutralidad, atravesando el marco de la puerta y pasando junto a su hombro de largo.

Jungkook quiso seguirle y preguntarle qué había pasado. Sin embargo, decidió entrar en el piso y despertar a Jimin para que asistiese a la reunión en la que habían quedado.

«¿No le gustaba el apartamento? ¿Se trataba de Jimin?», dudó el azabache con aturdimiento. «Hasta el momento, él pensaba que aquellos dos se llevaban realmente bien a pesar de que, al principio, Jimin fuera algo ácido. Pero siempre lo había sido con todo el mundo. Después de eso, se convertía en un pastelito de fresa y pimienta».

Jungkook se dirigió a la habitación y sacudió uno de sus hombros para que espabilase. Jimin era el típico al que siempre se le pegaban las sábanas, y esa mañana, se levantó bastante perezoso. La insistencia de Jungkook fue la que de verdad le animó a ponerse la camisa bien, y elegir cualquier pantalón ajustado.

—Vamos, Taehyung está abajo —le repitió su mejor amigo por decimoquinta vez, chasqueando con la lengua—. Y Seokjin también.

—¿A dónde dices que íbamos? —formuló Jimin algo desorientado, echándose las llaves al bolsillo mientras salían del apartamento.

Jungkook se guardó ambas manos en sus respectivos bolsillos mirándole por encima de su propio hombro.

—A la cafetería —suspiró avanzando por el pasillo.

Jimin cerró la puerta y se acercó al dhampir mientras esperaban al ascensor de plantas.

—Oye, esto de que nunca sea realmente de día, suena genial —comentó distraídamente.

—Sabes que ahí fuera, sigue saliendo el sol, ¿verdad? —articuló Jungkook con pedantería.

Jimin le miró mal, repitió su frase con el mismo tono de voz y con un exceso de íes que satirizó su comentario. Seguidamente, entraron en el ascensor con una risita.

—Ahora sé por qué pones de los nervios a Yoongi —expresó el azabache, lanzándole una pulla directa—. Lo tuyo es de formación profesional.

—Oh, es verdad, ¿dónde está Yoon? —dudó Jimin.

—Se ha largado antes. Creo que le has asustado —musitó regodeándose en su burla—. No deberías haberle besado.

—¿¡Qué!? —Jimin casi se atragantó con su propia saliva—. ¡¡¿Te ha dicho eso?!!

—Huh, no exactamente —dijo Jungkook, para su alivio—. Pero mencionó algo así un rato antes, cuando me lo crucé.

Jimin se mordisqueó el labio. Sólo esperaba que Jungkook fuera un tonto y estuviera exagerando su comentario.

«Yoongi siempre había sido un tipo especial», pensó Jimin. «A veces característico por su verborrea, y otras tantas, por el silencio indescifrable que sumía a su persona en una actitud pasiva, pero, ¿por eso estaba tan distante la noche de antes? Por el amor de dios. No iría ahora a decirle que se había asustado por un estúpido pico en los labios. ¡No tenían diez años!».

Jungkook y Jimin descendieron de las plantas superiores y salieron de la zona de alojamientos para acercarse a la cafetería que había bajo el edificio. En el interior encontraron a Taehyung, Seokjin y Freyja sentados en una mesa.

—Aquí, chicos —les saludó Seokjin con la mano, cuando los dos dhampir entraron.

Los jóvenes se acercaron a ellos, vislumbrando de soslayo a Yoongi solitariamente cómodo junto a la barra. Jimin se sentó junto a Taehyung por ofrecimiento de Jungkook, quien agarró un taburete de otro lado y lo arrastró con un brazo hasta un extremo de la mesa.

—¿Queréis tomar algo? —dijo Freyja, cruzándose de brazos y piernas—. Antes de empezar a hablar de esto.

Jungkook posó sus iris sobre ella, advirtiendo lo mucho que distaba su aspecto del día previo. Su cabello blanco se encontraba suelto, esponjoso, en ondulaciones que se derramaban sobre sus hombros y espalda. Y el tenue maquillaje que resaltaba la forma europea de sus ojos le hacía verse más juvenil.

—Hmnh, ¡sí! —intervino Jimin animadamente—. ¡Yo quiero un batido de helado doble!

—Yo quiero uno de chocolate, y un... —manifestó desviando sus iris y mirando por encima la carta—. Sándwich doble con huevo y beicon.

El camarero no tardó en tomarles nota, y servirles el desayuno-almuerzo mientras conversaban.

—Bien, voy a lo importante —comenzó Freyja, apartando su café solo con hielo—. Llevo cuatro días sin saber nada de Jung Hoseok. Mis mensajes no han vuelto a entrar en su buzón, y he decidido deshacerme de la tarjeta telefónica por lo que pudiera pasar.

—¿Qué...? —Taehyung fue el primero en reaccionar—. ¿Estás diciendo que...?

—Han cortado el grifo —dijo Seokjin—. Es normal, teniendo en cuenta la situación.

—¿Y cuál es la situación? —inquirió Jungkook con un tono grave—. ¿Qué es exactamente lo que sabéis?

—No mucho más que vosotros —contestó Freyja, tamborileando en la mesa con unos dedos distraídos—. Hicieron una redada en la academia de Incheon. Sé que hay algunos dhampir que fueron investigados, como el señor Bin. Creo que estaban buscando inculparles.

—Kim Namjoon fue encarcelado sin ningún motivo aparente —dijo Jimin en voz baja—. Espero que Hoseok y Hyun Bin se encuentren en otro lado...

—La mayoría de ellos deben estar en la Seúl subterránea a estas alturas —añadió la mujer moroi—. Si Jung Hoseok no vuelve a contactarme en una semana más, sabremos que hay algo que no va bien. Mientras tanto, sólo debemos seguir esperando. Si ese clan strigoi del que la comunidad nosferatu sospecha, de verdad es el culpable de los ataques a la comunidad humana y de vuestra persecución, deberán estar esperando a encontraros. Mi teoría es que, si no os encuentran, porque creedme, dentro de Revenant jamás lo harán; volverán a atacar a la comunidad nosferatu tal y como hicieron hace meses en el palaciego de Bucheon, y previamente, en la academia de novicios en la que os graduasteis.

—Respecto a Revenant, hay algo que quería preguntar —Jungkook carraspeó y apartó su desayuno por el momento.

—¿Sí?

—¿Es cierto que...? ¿confraternizáis con ellos? —preguntó el joven—. ¿Con neo strigoi?

Freyja se tomó un instante para responder algo con fundamento.

—No todas las vidas de strigoi pueden ser salvadas, Jungkook —explicó la mujer—. Los neo strigoi no saben controlar sus impulsos, pero si algunos de ellos reciben la atención necesaria, sus conciencias despiertan.

—Oh, venga ya —Jimin exhaló su respiración y gesticuló en su comentario—. No puede decirnos que esas cosas son animales asustados que pueden domesticarse. Son strigoi, la criatura más peligrosa y poderosa que existe ahí afuera.

—Aquí, en Revenant, no se ha intentado —prosiguió Freyja—. Pero hace más de quince años, hubo un grupo de miembros militantes, que utilizaron técnicas antiguas como la sedación y el aislamiento en strigoi recién convertidos. Funciona. Pero depende de la conciencia previa de la persona. Su estado de strigoi sólo potencia lo que ya había. Dolor, resignación, rebeldía. Pero si hay amor, si hay un vínculo afectivo al que se puedan agarrar, consiguen dominar sus sentidos.

—Jamás nos han enseñado algo como eso en Incheon —Jungkook se reclinó en la silla, mordisqueándose el labio—. Jamás se ha hablado de que tengan la capacidad de sentir afecto, o alma, o como quieras llamarlo.

—Hay demasiadas vendas que tapan los ojos de la gente que vive en la comunidad nosferatu —dijo ella—. No todo lo que conocéis es verdad. La raza strigoi es difícil, son un gran peligro para la sociedad, pero existen nidos de strigoi pacíficos por el país, y nosotros hemos comerciado con ellos.

—¿Es eso verdad? —preguntó Jimin apretando los nudillos, con rasgados ojos dubitativos—. ¿Qué es pacífico para usted, señorita Yong?

Freyja respiró lentamente, y posó sus ojos perlados sobre Park Jimin.

—Crean su propia ley en la noche —respondió con voz grave—. No están bajo el control de nadie, ellos se regulan a sí mismos. No asesinan, y controlan su propia alimentación. Conozco algunas jerarquías, pero no se mezclan para nada con otras razas vampíricas. Algunos nidos, aceptan acoger a otros strigoi, pero si no cumplen con las normas... ellos mismos los erradican —se detuvo brevemente, formando una pausa—. Quizá quieran reinar la noche, pero no quieren ser expuestos. La comunidad nosferatu siempre ha sido un peligro para los nidos pacíficos. Odian tanto a los moroi, como los moroi a ellos. Su exposición, si les descubriesen, podría acabar en la muerte de todo el nido, si es que a la comunidad nosferatu le quedan escuadrones de dhampir que enviar para fumigarles como ratas, claro. Para ellos, es una suerte que los nosferatu sólo estén al otro lado del país.

—Es tan extraño... —masculló Jungkook con aturdimiento—. Es tan diferente a como lo hemos conocido durante ocho años, que la simple idea de verlo desde otro punto de vista, resulta...

—Antinatural —concluyó Jimin—. ¿Estás diciendo que existen mafias y mercados negros llevados por esas criaturas?

—Yo los he conocido —intervino Seokjin—. Sólo he sacado una cosa de todo esto: lo mejor es no meterse entre strigoi. Siempre hay algún colgado que disfruta coaccionando a los de otras razas. Algunos juegan con el miedo que provoca saber que tratas con criaturas nocturnas.

—No os equivoquéis —agregó Freyja, ofreciendo una contrapartida—. El nivel de consciencia lo es todo. Y que la tengan o no, no les exime de su maldad. Los neo strigoi despiertan tan sobrecogidos por la masiva amplificación sus sentidos, que se comportan como bestias hambrientas. No reconocen a sus seres queridos, atentan contra todo lo que esté vivo, sin consideración. Algunos pierden su nivel de consciencia por el hambre, sólo se sacian con el premio de la carne, y como perros de cacería, se dejan llevar por la satisfacción instintiva que produce la caza. El terror de la presa llena sus sentidos. Matan, comen, y vuelven a hacerlo hasta perder la cabeza —explicó, pasando sus pupilas por encima a los tres jóvenes—. El hambre les vuelve locos. Cuanto más densa sea esa oscuridad que nubla sus corazones, más difícil es salvar a uno de ellos. Pero hay otros tantos, que eligen ser así. El camino fácil. Siempre es más sencillo dejarse llevar por el frenesí característico de sus razas.

—A los dhampir sólo nos entrenaron para matar —dijo Jimin con severidad—. No para ser psicólogos, no para pensar en la penosa esclavitud que sufren bajo sus sentidos. Señorita Yong, cuando estamos ahí afuera, cuando alguien está jugándose la vida delante de una docena de ellos, créeme, no me paro a pensar en si hay alguien enterrado en su conciencia o no —exclamó llenándose de rabia—. ¡He visto morir a amigos! ¡Mis botas han pisado la sangre de inocentes, mientras ellos acababan con todo lo que construíamos! ¡Los dhampir tenemos suficiente trabajo protegiéndoos a vosotros como para también preocuparnos por ellos!

Jungkook sintió cómo su corazón se elevó mientras escuchaba la exaltación de Jimin. El tono de su voz provocó que alguna persona extra mirase en la dirección a su mesa, incluyendo a Yoongi, quien le miró de soslayo, desde la barra de la cafetería. Taehyung bajó la cabeza y permaneció en un solemne silencio, sintiendo el dolor y ansiedad de Jimin como propios.

—Los dhampir habéis cargado con el peso de proteger a vuestra sociedad en esa comunidad. Pero en Revenant, Jimin, los moroi también se entrenan para ayudar —explicó Freyja con suavidad, tratando de rebajar la tensión—. No estáis solos. Ellos no entran a esta ciudad, como os he dicho, los nidos pacíficos jamás se mezclan por el desprecio que existe entre razas. Pero nuestros contactos comerciales de los mercados nocturnos, han estrechado lazos y contactos. No somos amigos, pero tampoco enemigos. Nos consideran un punto neutral y eso es útil. Es una herramienta de futuro.

—Bien, aclarado esto —Jungkook apartó la conversación con un suspiro—, ¿hay alguna labor que podamos hacer mientras nos alojamos en Revenant? Andamos escasos de fondos.

Freyja sacó de un bolso varios documentos que les repartió a los muchachos.

—Podéis encontrar el funcionamiento básico de la ciudad, y solicitar cualquier función —le explicó por encima—. No somos muchos, por lo que siempre hay plazas para el que quiera prestar su tiempo.

Ellos ojearon la documentación, y poco después de finalizar con los cafés, Seokjin se levantó mencionando que, en ese caso, le deberían además de un almuerzo, un desayuno completo. Jungkook exhaló una sonrisita.

—¿Tenéis huertos subterráneos? —formuló Taehyung, sosteniendo el listado de trabajos disponibles—. Mhmn, me gustaría ver cómo funcionan aquí abajo.

—Claro, ¿cuál es tu elemento, Taehyung? —le preguntó Freyja.

Jungkook y Jimin clavaron sus ojos sobre él, como si fuera a soltarlo de buenas a primeras. El moroi se mordisqueó la lengua, apretó la mandíbula y trató de rescatar a unas cuantas neuronas que le arrojasen la respuesta más rápida posible.

—Tierra —ingenió astutamente.

—Pues, podrías pasarte por los huertos —le dijo la mujer moroi—. ¿Qué tal si te muestro donde quedan esta tarde? Podrás tomar los guantes y el mono de trabajo allí. ¿Alguna vez has recogido fresas?

—Oh, claro —contestó esbozando una sonrisa—. Sí que lo he hecho.

Taehyung se contentó con su ofrecimiento, y Jungkook creyó sería beneficioso para él, teniendo en cuenta lo mucho que los moroi conectaban con la tierra y naturaleza. «Además, su elemento podía hacerse pasar por el de la tierra sin mayor problema».

En los minutos que esperaron a que Seokjin pagase la cuenta junto a la barra, Jimin posó sus iris sobre el dhampir mayor y Yoongi. Se encontraban conversando distraídamente en algo que sus oídos no captaban, ofreciéndoles la espalda a unos metros de distancia. Jimin se sintió un poco receloso en aquel espacio. No entendía muy bien el qué, pero algo comenzaba a fastidiarle ampliamente.

—Ten —Seokjin le ofreció algo de dinero a Yoongi, tras haber aceptado el acuerdo al que llegaron—, te daré otra parte más tarde.

—Gracias... —Yoongi se guardó el dinero después de contarlo—. ¿Seguro que está bien así?

—Oh, por supuesto —respiró el mayor—. Déjame ayudarte, ¿vale? Si necesitas cualquier otra cosa, házmelo saber.

—Debo agradecértelo —dijo el segundo en voz baja—. Jin, yo...

—No, no —le detuvo, desviando la mirada y apoyando los codos sobre la barra—. Ahórratelo, por favor. Quiero hacer esto. No es un favor, ni nada así. Deseo... hacerlo...

Yoongi asintió, y recibió una punzada de algo cálido atravesando su pecho. No se trataba del dinero, pues en realidad, eso sólo era una forma más en la que Seokjin intentaba ayudarle.

«Seokjin se preocupaba por él, a pesar de todo, y eso era lo cálido».

Cuando pagó la cuenta y guardó la cartera en el bolsillo interior de su chaqueta, la mano del mayor tocó su hombro en un suave apretón.

—Vamos, los chicos quieren ir a comprar —le dijo, mientras los otros chicos se acercaban—. Supongo que no querrás tener esa despensa vacía durante mucho más tiempo.

—La despensa me da igual —rebatió Yoongi levantándose—. Lo que necesito es café.

Nada más bajar del taburete, casi se topó con Jimin de bruces, quien le arrojó mentalmente que «podía tener más cuidado». Ambos se miraron en una especie de tensión silenciosa, incrementada por la inexplicable cara de malas pulgas que Jimin presentaba desde hacía un buen rato. Yoongi parpadeó, y Jungkook mencionó que debían haber preparado una lista de la compra.

Todos salieron de la cafetería dirigiéndose hacia el supermercado. Freyja se separó de ellos para acudir a algunas obligaciones que tenía pendientes. Y en el mercado, los jóvenes compraron lo básico para preparar el almuerzo en casa, y poder desayunar a gusto. No mucho más tarde, subieron la compra a los apartamentos (Yoongi subió la suya, pues Jimin había desaparecido sin que nadie se diese cuenta de en qué momento exacto se produjo su escaqueo) y se vieron de nuevo abajo.

Dieron una vuelta por la calle principal de Revenant, descubriendo que había una tienda de tatuajes de una tinta muy especial, específica para dhampir y moroi. Otras con ropa confeccionada, joyas y armas (había que tener un permiso para la última), además de una peluquería.

Jungkook pasó por allí para repasar las puntas de su cabello antes de que sus mechones largos se descontrolasen. Sólo fue un poco, lo suficiente como para que su flequillo a un lado volviese a tomar forma sin convertirse en un revuelo oscuro. Cuando salió de allí, se encontró a Sihyun conversando superficialmente con Taehyung, quien se había topado con los chicos de casualidad. Yoongi y Seokjin se sentaron en un banco metálico mientras tanto.

—Ahí estás —le saludó Sihyun con las manos guardadas en los bolsillos—. Ahora pareces un tipo decente y todo. Mírate... quién lo diría.

Jungkook exhaló una sonrisa.

—¿Qué hay de tus pintas? —le devolvió con humor.

—Estás guapo —Taehyung se aproximó a él, dejó un rápido beso en su mejilla que desconcertó ligeramente a Sihyun, y se dirigió hacia los otros dos—. Yoon, ¿almorzaremos en tu apartamento?

—Huh, ¿sí? —dubitó Yoongi.

Ellos intercambiaron sus planes en lo que Sihyun le murmuró algo a Jungkook.

—Así que... Kim Taehyung —dijo el castaño—. Un príncipe. Ya veo en qué terrenos tan pantanosos te has metido.

—No es lo que piensas que es —pronunció Jungkook en voz baja, afinando su mirada—. No estamos aquí por eso.

—Ya —suspiró, añadiendo algo más en tono grave—. Debes tener cuidado. Crees que les has dejado atrás, pero ellos a ti no. No si te llevas a Kim Taehyung.

Jungkook posó sus ojos sobre Sihyun, y le escudriñó con la mirada. No iba a contarle todo lo que había sucedido. «Él no era el tipo de personas que escuchaban». Sin embargo, una duda recorrió al azabache.

—¿Cómo llegaste tú aquí?

—Ellos me encontraron —le contó, mirándole de medio lado y cruzándose de brazos—. Fue en agosto. ¿Sabes? ese par de meses que viví entre los humanos no fue nada fácil. Estuve en... problemas... viajé a Daegu y me metí donde no debía meterme. Tuve suerte de conocer a unos dhampir que venían de Revenant. Yo estaba sólo. En una ciudad desconocida. Pero aquí, me dieron un trabajo, y un techo bajo el que sentirme seguro.

—Me alegra que hayas podido conocerles, entonces —manifestó Jungkook—. Has encontrado el consuelo que buscabas, sin tener que seguir ocultándote.

—¿Consuelo? —repitió Sihyun en voz baja, con la mirada perdida—. No hay consuelo sin venganza.

—La venganza no nos lleva a ningún lado —argumentó Jungkook con decisión.

—Dices eso porque has llegado hasta aquí sin perder nada —emitió el castaño sin mirarle—. Tienes a tu parabatai, y a ese moroi, mientras los demás pagan un precio.

Jungkook apretó los labios.

«No iba a tenérselo en cuenta», pensó. «A pesar de que Sihyun siempre hubiese sido un imbécil, con la boca demasiado grande, entendía su forma de hablar. Él había perdido a demasiadas personas de importancia».

—Si crees que todos los que estamos aquí no hemos pagado un precio, te equivocas, Sihyun —le dijo Jungkook—. Hemos vivido tanto, que esta ínfima felicidad es lo primero que conocemos.

Sihyun guardó silencio. No conocía sus motivos, pero sabía que Jungkook hablaba con la verdad, y jamás deseó poner en tesitura sus razones.

—Uh, Jungkook. Si quieres trabajar en seguridad exterior, o en el aprovisionamiento... puedes hablar conmigo —manifestó ocasionalmente, cambiando el tono de su conversación—. Te ayudaré a adaptarte.

—De acuerdo —aceptó Jungkook—. Estaría bien empezar por algo sencillo.

Ambos compartieron una mirada sin tensiones, sin auténticos rencores por sus palabras. Sihyun se despidió, con cierta timidez, sin atreverse demasiado a entrar en confianzas con el joven.

—Nos vemos, entonces —dijo, evadiendo despedirse del resto—. Hasta luego.

—Hasta luego —Jungkook guardó las manos en los bolsillos en un gesto despreocupado.

Taehyung, Yoongi y Seokjin se acercaron a él de nuevo.

—¿Nos vamos? —preguntó Taehyung.

—Hmnh —asintió Jungkook, echando un brazo por encima de sus hombros.

De vuelta hacia la zona de sus enormes edificios, en aquella aura fresca y resplandeciente que emitía la ciudad subterránea de Revenant, Jimin se topó con ellos regresando al apartamento.

—Kook —le llamó rápidamente—. He visto una zona de tatuajes, ¿nos hacemos uno?

—Yo también los he visto —dijo exhalando una sonrisa—. ¿Por qué no?

Jimin se mostró emocionado.

—¿Queréis tatuaros juntos? —formuló el moroi, con una leve punzada de recelo por lo especial que era la relación entre ellos.

—Taehyung, tú también puedes —expresó Jimin con emoción—. Esa tinta está preparada para que la piel moroi no la queme en el proceso. He hablado con el tipo que estaba tatuando, y también he visto que tienen un montón de diseños.

—Espera, ¿queréis un tatuaje juntos? ¿en serio? —Yoongi intervino levantando una ceja—. ¿Es que eso de ser parabatai es como ser novios?

—Exacto —concretó Jimin con acidez—. Novios sin roces.

Taehyung frunció los labios.

—¿Qué vais a tatuaros? —preguntó el moroi.

Jungkook y Jimin se mostraron indecisos en su respuesta, por lo que dejaron pasar la ocasión mencionando que deberían mirar entre los diseños antes de decidirse por algo. Regresando al apartamento, Yoongi se quedó fumándose un cigarro afuera. Los chicos se digirieron al piso de Yoongi y Jimin, y comieron juntos algo que Seokjin y el humano cocinaron juntos.

Jungkook juró en voz alta que iría a contratarles como chefs el resto de su vida. Seokjin se retiró más tarde, percibiendo que Jimin estaba algo tirante con él, asunto que dejó pasar esperando que no tuviera que ver por lo que «pensó que podía ser».

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

—Creo que Jimin... está molesto conmigo —le murmuró Seokjin a Yoongi antes de largarse.

—¿Hmnh? —Yoongi se vio desprevenido en su comentario.

—Le he notado algo extraño hoy —dijo el mayor—. ¿Ha pasado algo?

—Eh... ¿no?

Su conversación se detuvo ahí, cuando Seokjin se puso la cazadora alegando que debía reunirse con la gente del Concejo en quince minutos. Yoongi se quedó pensativo, con el ritmo de su corazón palpitando en sus oídos hasta sentirse mareado.

«¿Jimin estaba molesto? ¿con Jin?», se preguntó el humano. «Lo dudaba mucho. Más bien, estaba seguro que era con él, aunque...».

Yoongi se forzó a detener su línea de pensamientos por el bien de su estabilidad mental. Taehyung había quedado con Freyja para ir a los huertos de Revenant durante la tarde, por lo que Jungkook le dijo a Jimin de salir a entrenar juntos.

La tarde se pasó muy rápida, salir a correr con normalidad por Revenant se les hizo realmente agradable. Los dos dhampir se detuvieron en un parque, y practicaron algo de combate hasta que rompieron a sudar. La hora de la tarde se les pasó de largo sin darse cuenta, a causa de los entrenamientos y la falta de horas solares dentro de Revenant. Jimin fue el primero en reparar en la hora que era cuando miró un reloj, y Jungkook se lamentó recordando que le había dicho a Taehyung que se pasaría a por él para regresar juntos al apartamento.

—¿Vas a ir a los invernaderos? —dudó Jimin, pasándose una mano por el cabello claro.

—Sí, ¿vienes? —le ofreció Jungkook.

—Eh, no —respondió su amigo en un suspiro—. Voy a casa, estoy sudado y quiero darme una ducha.

—De acuerdo, nos vemos mañana, Chim —se despidieron brevemente, y separaron sus caminos en diferentes sentidos.

Jungkook comprobó la ubicación de los huertos e invernaderos de la ciudad, en uno de los carteles informativos, y se dirigió hacia allá en un pequeño sprint que relajó sus músculos trabajados. En una de las zonas laterales de la montaña, cerca de la roca madre, se encontraba una zona completamente verde, cuidada por la magia moroi de la tierra, y una luz artificial que suplía el resto de sus necesidades solares. Había un total de cinco invernaderos contiguos, cubiertos por un cristal vidrioso de una tonalidad blanquecina.

Una moroi que estaba junto a la puerta advirtió su entrada con semblante desorientado.

—Hola, ¿buscaba algo? —le preguntó con un delantal verde.

—Eh, sí, a un chico rubio y... —los iris de Jungkook fueron a parar a Taehyung, quien se encontraba a unos metros de distancia, junto a Freyja—. Ese de ahí.

—Está bien, pase —le indicó la moroi.

Jungkook se acercó a Taehyung, quien le captó velozmente con la mirada, enfundado en el mismo delantal esmeralda, y se quitó los enormes guantes con los que había estado trasladando las raíces de unos diminutos tomates, a otra maceta.

—¡Kookie! —Taehyung esbozó una sonrisita de diminutos colmillos, advirtiendo la fina capa de sudor que envolvía al dhampir.

—Pensé que ya habíais terminado —Jungkook le quitó tiernamente unas motas de tierra del pómulo con el dorso de un dedo—. ¿Todo bien?

—Se nos ha ido el tiempo —pronunció Freyja aproximándose—. Está bien así, Taehyung. Podemos dejarlo por hoy. Llevaba mucho tiempo sin pasarme por los invernaderos.

—Oh, ha sido agradable —le dijo educadamente, inclinando la cabeza—. Gracias por acompañarme.

—Formáis una pareja adorable —comentó la moroi entrecerrando los ojos—. ¿Alguna vez os lo han dicho?

—Gracias.

Taehyung se quitó el delantal con un rubor, y Jungkook agarró su mano, arrastrándole hacia el exterior mientras Freyja se deshacía del suyo, y liberaba la redecilla que envolvía su cabello. El pelinegro omitió su respuesta, pues ya sentía lo suficientemente rítmico su corazón ese día como para permitir que alguien más le ruborizase.

—¿No la esperamos? —dudó Taehyung mientras Jungkook se lo llevaba con él.

—No —respondió su compañero abiertamente.

Tae abrió la boca, pero no dijo nada más. Caminó con Jungkook de su mano, sintiéndose tan terriblemente cotidiano, que creyó que podría acostumbrarse a eso el resto de su vida.

A la tranquilidad que sentían allí, mientras esperaban noticias del exterior. A que Jungkook y él pudieran darse mimos delante de todo el mundo, tener una relación real, un lugar privado donde vivir juntos.

Cuando su pasó aminoró, le preguntó al pelinegro qué tal había pasado la tarde. Él se mostró contento con perder el tiempo entrenando, y Taehyung le comentó que había decidido quedarse a trabajar en los invernaderos.

—Me recuerda a casa —dijo en voz baja, con cierta dulce nostalgia, mientras sus dedos se entrelazaban—. Freyja me dijo que plantarían fresas en el quinto invernadero. Me presentó a la encargada, ya que ella no estará por allí mucho. Huh, es una moroi mayor, muy amable. Me contó que... había perdido a sus hijos en El Siego. Por eso abandonó la comunidad nosferatu.

Jungkook estrechó su mano, caminando a su lado.

—¿Crees que debería contarle a Freyja lo de mi elemento? —dudó Taehyung, ante el silencio de su compañero.

—Aún no —respondió el azabache rápidamente—. Esperemos un poco más.

—Creo que es alguien de confianza, Jungkook —debatió el ojiazul.

—Puede ser, no lo dudo, pero... lo del quinto elemento es una información demasiado importante —le dijo de forma protectora—, y ella es la presidenta del Concejo. Lo consultaremos primero con Seokjin.

Taehyung le miró de medio lado, esbozando una sonrisa.

—¿Qué? —dudó el pelinegro cuando levantó la cabeza.

—Gracias.

—¿Huh? —Jungkook se mostró confuso.

—Por... —aclaró el moroi desviando la mirada—, ser tan cálido y protector conmigo.

—Tú también me cuidas, ¿no es así? —le dijo Jungkook—. Eres mi bebé vampiro.

Mientras se acercaban al apartamento Taehyung tiró de su mano con un rubor de mejillas, y abrazó el cuello de Jungkook con fuerza, con un vínculo palpitante que se estrechó entre ambos pechos.

Jungkook se sintió más cálido que nunca, sin embargo, utilizó su toque de humor para serenar sus corazones.

—Ah, Tae —balbuceó el dhampir sintiéndose débil bajo su adorabilidad—. Voy a tener un coma de azúcar, basta.

—Quiero volver a hacer el amor contigo —confesó Taehyung en su oreja, como traición.

El pelinegro casi le lanzó en la dirección opuesta al escucharle, ruborizándose exageradamente.

«Con Taehyung no se podía bajar la guardia», pensó frotándose la frente y con el corazón zumbando en sus oídos, mientras el moroi liberaba una risita.

—¡Vamos a casa! —dijo el ojiazul tirando felizmente de su mano, con unos colmillitos más crecidos—. ¡Aún no he tomado mi ración!

Se introdujeron en el edificio, y durante el tiempo de espera en el que ascensor subía hasta la sexta planta, Taehyung estaba tan contento que abrazó su pecho como un koala. Jungkook pasó unos dedos por su cabello recordando los comentarios de todos: eran pareja, vivían juntos, no tenían por qué ocultarse de nadie.

—¿No te sientes emocionado? —preguntó Taehyung con agitación—. Apenas puedo creerme que vivamos juntos. Que ese sea nuestro espacio, y que vayamos a trabajar aquí, y...

Sus iris se veían tan brillantes y sus mejillas sonrosadas, que Jungkook se inclinó en aquel espacio de unos centímetros para sellar sus labios con los suyos. Podía sentir la ilusión de Taehyung como propia, y tampoco podía creerse que esa mañana hubieran despertado juntos, a pesar de la inquietud que le acosó antes de dormir.

«Sí. Se sentía tan emocionado que casi se había levantado de un salto aquella mañana de la cama en la que entró a oscuras para abrazar su espalda. ¿Era su paraíso? ¿Un sueño? ¿Estaba obteniendo todo lo que había deseado definitivamente entre sus brazos?».

Su beso se extendió en el ascensor, Jungkook enterró los dedos en su cabello, y Taehyung aprisionó su pecho entre sus brazos, dejándose llevar por sus tiernos y rosados labios. Su pulso se elevó en el roce de la punta de la lengua del dhampir sobre su labio superior. Y sujetándole adecuadamente, Jungkook presionó con más fuerza su boca, besándole más y con mayor intensidad. El hormigueo se esparció entre ambos, caldeándoles y provocando un temblor en sus sistemas nerviosos. Un jadeo compartido en el que sus pies se tambalearon cuando el ascensor resonó inoportunamente, abriendo sus puertas metálicas en la planta de su apartamento.

—Vivimos juntos, podemos... —suspiró Taehyung—. Deberíamos...

—Podemos ir con calma —musitó el pelinegro ruborizado—. No hay prisa para...

—Sí. Pienso lo mismo —secundó el moroi, soltando lentamente su pecho—. Tenemos todo el tiempo del mundo.

Jungkook carraspeó mientras salían del ascensor, y rebuscaba las llaves en su bolsillo. Fue irónico que guardasen aquel prudencial silencio en lo que desbloqueaba el piso, puesto que cuando entraron, la puerta se abrió viéndose empujada por sus espaldas y una aparatosa tormenta de besos.

«Estaban tomándoselo con calma».

El dhampir se distanció para cerrar la puerta, y después de eso, levantó a su compañero por la cintura, encontrando la superficie de reposo más cercana como el mullido sofá de dos plazas. La espalda de Taehyung cayó sobre el sofá, y Jungkook clavó una rodilla entre las suyas, observándole desde arriba con los labios entreabiertos y la cadena de su amuleto colgando entre ellos. Los colmillos de Taehyung se encontraban tan largos que arañaban sus labios, y el dhampir se inclinó para dejar unos besos descendentes por su cuello, levantando en segundo plano la prenda que vestía como blusa con el dedo pulgar, acariciando su abdomen.

Taehyung cerró los ojos, clavando los dedos en su ropa, y apretando los labios para no liberar un tonto gemido de satisfacción por sus caricias. Pero cuando Jungkook descendió para besar su ombligo, levantando la prenda por encima de sus pezones erizados, el moroi se quejó abiertamente por su forma de «tomárselo con calma».

—Kookie —soltó con voz aguda y enfurruñada, sintiendo la almohadilla de sus labios delinear la forma ovalada de su ombligo.

Él levantó la cabeza con un rostro juguetón. Dejó un cariñoso beso sobre su mejilla, torneando con la otra mano la pierna del moroi que rodeaba su cintura, desde el muslo hasta la rodilla.

—Con calma —murmuró cálidamente, recordándoselo a sí mismo.

Después, se levantó del sofá acalorado, y dejó a Taehyung allí plantado. Con las mejillas febriles, la blusa levantada por encima del pecho y los labios tan tibios por sus besos, que necesitó volver a humedecérselos antes de tomar aire.

—Definitivamente, te odio —soltó el moroi con voz ronca.

Jungkook se perdió en la cocina, y Taehyung se incorporó sobre el sofá, peinándose el pelo con los dedos.

«No iban a sobrevivir con aquella tensión sexual mucho más tiempo», pensó el moroi.

Su dhampir favorito regresó al salón a paso desgarbado, con una inesperada bolsa de sangre en la mano, y una pajita de plástico que había introducido en la válvula de extracción. Taehyung levantó las cejas como un niño de ocho años cuando Jungkook se la ofreció.

—Ten. Deja que se temple un rato —le insistió afectuosamente—. Voy a darme una ducha. Huh, ¿la prefieres en un vaso?

Taehyung tomó la bolsa entre sus dedos y negó con la cabeza, frotándose la nariz humildemente con los nudillos.

Jungkook se acuclilló frente a él, posando una mano en su rodilla.

—¿A qué viene esa cara de cachorro vampiro? —formuló con dulzura—. Me dijiste que lo intentarías.

—No es nada —se defendió Taehyung.

Jungkook se incorporó de nuevo e intentó no presionarle demasiado. Se fue hacia el dormitorio, para después meterse en el baño. Cuando salió de la ducha con una camiseta y un pantalón de chándal holgado, pensó en saltarse la cena para no coger peso en Revenant.

De regreso al salón, Taehyung tenía los ojos llenos de lágrimas y la bolsa aún en la mano, apretada entre los dedos. La televisión estaba puesta de fondo, en un suave murmullo. El dhampir se aproximó a él y comprobó la temperatura de la bolsa con la yema de los dedos, advirtiendo el brillo lacrimal de sus ojos.

—¿La has probado? —le preguntó suavemente.

Taehyung asintió, con una muestra más rojiza en su labio inferior.

—Toma un poco más —le dijo Jungkook con cierta lástima—. Tienes que cumplir con tu ración, Tae.

El moroi desvió la mirada, y como si estuviera armándose de valor, volvió a acercarse la pajita a los labios lentamente. Sorbió y la sangre oscureció el plástico reptando por él, hasta sus labios. Tomó un trago que arrugó su nariz, y el pliegue de sus ojos cómicamente. Y después, volvió a mirar a Jungkook como si acabase de probar la cosa más desagradable del mundo.

—¡Es asquerosa! —exclamó en un sollozo que certificó su degustación.

Jungkook rompió a reírse abiertamente, y no es que estuviera riéndose de él, pero se le hizo demasiado adorable presenciar una escena como esa. Sin embargo, Taehyung comenzó a lloriquear como un crío, y el rostro del dhampir se volvió más sereno al verle tomárselo tan en serio.

«Después de todo, tenía hambre».

—Dame.

Jungkook le quitó la bolsa de entre los dedos, se levantó y se fue a la cocina. Seguidamente sacó la pajita y la tiró al cubo de basura, con índole reflexiva. Bloqueó la válvula, y dejó la bolsa en el refrigerador de sangre. Pensó en lo duro que debía ser para Taehyung, por lo que comenzó a idear mentalmente alguna estrategia en la que pudiera camuflar el sabor hasta que se acostumbrarse. «Tal vez podía ayudarle».

Cuando regresó, Taehyung se estaba frotando los ojos con un semblante lastimero, en el que trataba de clavar sus iris en la difusa pantalla televisiva.

Jungkook se sentó a su lado, invadiendo su espacio personal con la presuntuosa costumbre que compartían, y tiró de uno de sus brazos instándole silenciosamente a acurrucarse en su pecho.

—Solucionaremos lo de la sangre de bolsa —murmuró tranquilizándole—. Ven...

Taehyung encajó perfectamente en el hueco de su cuello, y Jungkook apartó unos suaves y ondulados mechones de su cabello claro, ofreciendo que tomara su alimento. El moroi se sintió tímido al principio, pero se estiró ligeramente, y en la breve acaricia de sus labios, encontró el punto en el que había hundido los colmillos el día de antes. Repitió un poco más abajo, probando con gusto el exquisito manjar de Jungkook. Su sangre inundó y avivó sus sentidos escuchando el cálido pálpito del dhampir. Tomó lo necesario sin soltar el agarre del cuello de su camiseta, gentilmente cedido por su compañero.

Él liberó un único gemido apagado, seguido del temblor de su respiración mientras el drenaje actuaba en su cuello. Taehyung terminó de alimentarse en un corto periodo de tiempo, en el que dejó algunos lentos besos sobre su dermis irritada. Estrechó a Jungkook sintiéndole como algo valioso.

«Sí, Jungkook tenía la mala costumbre de mimarle», pensó el moroi. «Pero perdería la cabeza si no estuviese a su lado».

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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