Capítulo 18
Capítulo 18. Un nuevo hogar
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—Vosotros, ¿os conocéis? —preguntó Seokjin, mirando entre ambos.
—Por supuesto —respondió Jungkook, dirigiéndose al chico—. Sihyun es un antiguo compañero. Jamás pensé que podría volverte a encontrar... aquí...
—Ahora trabajo aquí. Es una larga historia —dijo Sihyun—. Así que todo ese revuelo lo habéis causado vosotros.
—No exactamente —intervino Jimin cruzándose de brazos—. El revuelo nos persigue a donde vayamos.
Sihyun exhaló una sonrisa, en contraste a su habitual ánimo sarcástico. Yoongi se acercó a ellos, con Freyja alegando que todo estaba listo.
—Agarrad vuestros equipajes, os han dado el número de alojamiento —anunció la moroi—, vamos. Iré a recoger las llaves al edificio Institucional.
Mientras andaban por el pasillo del edificio en compañía de Sihyun, Freyja le pasó la indicación del lugar de alojamiento a Seokjin, y ella alegó que debía dirigirse a otro lugar para encargarse de algo.
Seokjin consultó con Sihyun sobre el lugar exacto de alojamiento en voz baja, en lo que Jungkook les miraba de soslayo. Sihyun estaba tan diferente desde la última vez que se vieron, que casi parecía otra persona. Había pasado casi medio año desde la graduación, y sin duda, él parecía mucho más adulto que cuando estaban en la academia.
Atravesando la instancia en la que se encontraban, llegaron a un enorme corredor desde el que se veía la ciudad de Revenant. El grupo perdió el aliento, aproximándose a los enormes paneles de cristal que se alzaban hasta la oquedad de la montaña. Se encontraban en una plataforma elevada a metros y metros de la superficie excavada, con media docena de ascensores de carga, y para civiles, que bajaban hacia la resplandeciente ciudad iluminada.
—Este lugar ha sido creado en el último siglo bajo la montaña, y gracias a la magia elemental de la tierra, podéis ver que hay árboles y plantas que se alimentaban de algo más mágico que solar —explicó Seokjin, mientras esperaban a uno de los ascensores—. El interior está formado por las zonas residenciales, zonas de ocio, el cuartel de seguridad de los renegados, el edificio Institucional, donde se reúne el Concejo para formar asamblea, y aquellos edificios de allí —señaló a varios enormes edificios de aspecto lujoso—, son los alojamientos privados.
—Esto es... increíble... —suspiró Jungkook.
Todos estaban alucinados, y frente a aquella visión de una ciudad iluminada bajo la montaña, el corazón de Taehyung latió muy rápido. Yoongi creyó que despertaría de aquel sueño en cualquier momento.
—¿Cuántas personas viven aquí? —preguntó Jimin, con los ojos muy abiertos.
—No más de mil —respondió Seokjin—. Como podéis ver, la superficie subterránea es limitada. Hay unos seis kilómetros de diámetro. Algunos de los edificios, como el Institucional y el cuartel, se encuentran dentro de la roca. Todos los miembros de Revenant han ayudado en la excavación, así como en la implantación de tecnología —el dhampir sonrió abiertamente, mientras el ascensor llegaba hasta ellos emitiendo el sonido de un ding—. Cuando yo llegué aquí, no había tantas lucecitas.
—Nunca pensé que existiría algo como esto —murmuró Taehyung—. Mirad, eso. ¿Hay gente paseando ahí abajo?
Las calles de la ciudad subterránea estaban adornadas con adoquines, asfaltadas como calles humanas, formando rutas peatonales.
—¿Dónde dejarán a los caballos? —preguntó Jungkook.
—Arriba, por supuesto —contestó el más mayor, entrando junto a los muchachos—. Hay niveles. Los caballos deben ser más accesibles, por lo que suelen estar en las caballerías situadas en las plataformas de salida. Ah, y también hay coches, pero todos son de mercancías, y vienen desde Daegu. Como ya os he dicho, todos se quedan en las zonas de descarga. No entran vehículos a la ciudad.
Yoongi se sintió mareado cuando pasaron al ascensor. Las paredes de cristal le hicieron ver con más claridad a la altura a la que se encontraban, y el vértigo no tardó en conquistar su ser.
—Joder —escupió el humano, agarrándose a la barandilla—. Hora de enfrentarme a mi vértigo. Alturas, vampiros malos, agujas y sangre, ¿me queda alguna otra fobia en el bolsillo?
Jimin exhaló una risita al escucharle. Ambos se miraron de soslayo, y estuvieron a punto de hablarse, si no fuera porque, técnicamente, sus labios se habían encontrado instantes antes, y la tensión entre ambos estaba a un nivel fuera de órbita.
«Sí, Park Jimin es mi última y nueva fobia», pensó Yoongi.
El ascensor les tomó algo más de un minuto, mientras se sumergían en la ciudad lentamente. Sihyun se fijó reservadamente en Jungkook y Taehyung, quienes se tomaron de la mano con distracción, y se soltaron poco después de que el ascensor llegara a la superficie en la que bajaron.
Cargando con sus bolsas de pertenencias, salieron al exterior del ascensor, pisando una acera de losetas. Jimin y Jungkook se acercaron a un cartel donde se señalizaba los lugares más relevantes de la ciudad.
—Me muero de hambre —dijo Jungkook señalando un restaurante—. ¿Y si hacemos una pequeña parada?
—¿Antes de dirigirnos a los alojamientos? —dudó Seokjin.
—Están en los edificios más altos —señaló Sihyun, levantando un dedo—. Si queréis almorzar antes, creo que será buena idea. Si no me necesitáis, debo retirarme.
—Uh, Sihyun —le llamó Jungkook, aproximándose al muchacho—. ¿Nos veremos en otro momento?
—Claro. Estoy libre por las noches —contestó amablemente—. ¿Tomamos algo en el Valentine?
—No sé dónde es, pero, le preguntaré a Seokjin.
—Será mejor que descanséis —añadió Sihyun—. Acabáis de llegar, y en Revenant nunca amanece. Estirad un poco las piernas por los alrededores, y nos vemos mañana.
El joven se despidió de los chicos con una inclinación, y se marchó para seguir ocupando su puesto de trabajo. En cuanto a ellos, atravesaron una calle para dirigirse al restaurante, mientras Taehyung se quedaba atrás, reduciendo su paso paulatinamente. Sus iris se posaron en todos y cada uno de los moroi y dhampir que se cruzaban. Vestían de forma común, apartando el toque clásico que los moroi llevaban en la comunidad nosferatu. Había una pareja besuqueándose en lo que parecía ser una plaza asfaltada, con árboles y bancos metálicos.
Taehyung desvió la mirada mientras su corazón elevaba su ritmo en su pecho, reconociendo a las parejas de distintas razas que, probablemente, habían buscado refugio en aquel sitio hace años. Sólo los más afortunados habían sabido de ese lugar, habían encontrado un refugio auténtico, sin tener que ocultarse entre el mundo humano. Y todo lo que le habían contado era real. Allí podían ser libres. «Libres de verdad». Nadie parecía reconocerle, ni iban a hacerlo en un lugar tan distante a la comunidad nosferatu. Allí sólo era Taehyung.
El moroi continuó caminando distraídamente, con un bolso colgando del hombro, chocó contra el pecho de Jungkook por accidente. Él se detuvo entre el murmullo de los que paseaban ajenos a ellos, y se miraron.
Jungkook había escuchado su línea argumental de pensamientos, y no pudo evitar voltearse para esperarle, y confirmar que él se sentía igual de feliz en ese momento. Posó ambas manos en sus mejillas, y se inclinó para dejar un tierno y superficial beso sobre sus labios. Como si respiraran haciéndolo, sus iris volvieron a contemplarse en aquel corto espacio cuando se distanciaron.
—Estamos seguros aquí —le dijo con suavidad el azabache—. Lo conseguimos, Tae.
El ojiazul se sintió emocionado, avanzó el paso que les distanciaba y le estrechó con el brazo libre, apretándole con fuerza. El dhampir le devolvió el abrazo con más suavidad, compartiendo su felicidad.
No importaba quiénes eran. No importaba que Jungkook fuera considerado un criminal, o Taehyung un enemigo público declarado por la otra comunidad. Ahora podían enfrentarse a todo de otra manera, entrelazar sus dedos sin huir más, y sin ocultar sus razas. Su mano se entrelazó, y Jungkook tiró de él, alegando que tenía hambre. Taehyung le siguió con una palpitante felicidad que arrasaba su pecho a través de su vínculo psíquico y empático.
Los chicos acababan de entrar por la puerta de uno de los restaurantes, y ellos secundaron sus pasos, accediendo al local. El interior era espacioso, azulado, con paredes de terciopelo, toques dorados, y una rústica decoración iluminada por centros de mesa con luz. Dejaron sus equipajes a un lado, y se pusieron cómodos en la mesa circular, agarrando la carta para pedir algo que pudiera saciar su hambre y cansancio.
—Recomiendo el estofado de aquí —dijo Seokjin—. Si no han cambiado de cocinero, es delicioso.
—Aún estoy alucinando —suspiró Yoongi, reclinándose en su asiento mientras Jimin y Jungkook decidían el menú—. Este lugar es impresionante.
Seokjin le sonrió levemente.
—Deberías ver el exterior de la montaña, hay una zona, cerca de la catarata, donde subía muy a menudo cuando vivía aquí —le contó Seokjin, en voz baja—. Me gustaba salir a pasear, y haciéndolo, encontré una ruta desde la que se podían apreciar unas vistas increíbles.
Yoongi miró a Seokjin mientras le contaba aquello, sintiéndose aliviado por su acercamiento. De alguna forma, aquellos días habían sido algo extraños entre ellos. Pero había aprecio, viejos sentimientos, y otras cosas enterradas.
—¿Iremos a verlo? —preguntó Yoongi, con ánimo de compartir con él algún tiempo.
—Si quieres, sí —contestó Seokjin.
Los jóvenes pidieron el almuerzo, una parrilla de carne, y pasta como acompañamiento. Taehyung se levantó de la mesa sintiéndose hambriento y debilitado por la exposición solar de esa mañana, y mencionó que se retiraría un momento.
—¿A dónde vas? —formuló Jimin.
—A buscar a los proveedores...
Seokjin levantó la cabeza al escucharle. Por un segundo, había olvidado que en la comunidad nosferatu todos los restaurantes constaban de una zona de proveedores.
—Eh, no —intervino, deteniendo al moroi—. No hay proveedores aquí.
—¿Hmnh? —Taehyung se detuvo junto a su silla, posando sus ojos claros sobre él—. ¿No?
—La herramienta de los proveedores fue eliminada incluso antes de que yo abandonase la ciudad hace años —explicó Seokjin, apoyando un codo sobre la mesa—. Siento informarte, que en Revenant no se utilizan a los humanos como proveedores. No existen rangos jerárquicos, y tampoco se alimentan directamente de la vena por una ley equitativa, que protegió a la raza humana de ser utilizada como supletorios.
—¿Qué? —el moroi se sentó nuevamente en la mesa—. Oh...
Jimin y Jungkook se mostraron realmente sorprendidos con aquella información.
—Entonces, ¿cómo demonios se alimentan los moroi de esta ciudad? —preguntó Jungkook.
—Bolsas de sangre, importadas de zonas de suministro —respondió el dhampir mayor—. Desde hace tiempo, los moroi de aquí no dependen de nadie para alimentarse. Además, también se evitan así las consecuencias adictivas que generalmente se producían en la especie humana. Si alguien de la comunidad quiere donar sangre, se la extraen por métodos convencionales. Aunque la mayoría es importada de centros hospitalarios que mantienen acuerdos e intercambios de otras materias, con el Concejo.
—¿B-bolsas de sangre? —Taehyung se sintió nauseabundo pronunciándolo—. N-no sé si podría hacerlo...
«Ni siquiera quería pensarlo». Taehyung hundió la cabeza entre sus dos manos, sabiendo que tenía que hacerse a la idea de cambiar su alimentación, si quería estar en Revenant. Por otro lado, a Jimin y a Jungkook les pareció que la idea de cambiar a los proveedores por importaciones de mercancías de sangre era muy conveniente. Pero claro, ellos no se veían afectados por esa ley reguladora.
Jungkook sabía perfectamente que Taehyung, un moroi de sangre pura, perteneciente a la tradicional y antigua realeza de la comunidad nosferatu, jamás había probado (ni se le había pasado por la cabeza hacerlo) sangre que no fuera directamente de una vena palpitante. Aquel privilegio era algo a lo que su organismo se había acostumbrado, y estaba seguro de que Taehyung podría pasar una buena temporada con náuseas y ganas de vomitar, por el sabor de la sangre empaquetada hasta que se acostumbrase. No obstante, el dhampir pensó en que, si su compañero sentía demasiado pudor, no tendría problema en ofrecerse como su exclusiva fuente de alimento. «Por mucho que la fugaz idea de Taehyung probando una bolsa de sangre con pajita, le atravesase haciéndole pensar que se vería demasiado adorable».
—No tienes más remedio, Taehyung —insistió Seokjin suavemente—. Puede que la idea te resulte incómoda de momento, pero en tu tarjeta de moroi tienes un racionamiento bien repartido. Te suministrarán de sangre gratuita. Además, en los clubs de copas, hay bebidas alcohólicas y hemoglobínicas.
Taehyung suspiró, y guardó silencio, manteniéndose respetuosamente discreto con aquel asunto.
«Tal vez, le vendría bien dejar de cargar a Yoongi y Jungkook con la responsabilidad de alimentarle», pensó, pese al instintivo rechazo que le causaba pensar en probar una bebida con alcohol, hielo y hemoglobina.
En los minutos más hambrientos que Jimin había pasado en su vida, les sirvieron finalmente la comida, y los jóvenes disfrutaron de un suculento almuerzo algo más tarde de la hora a la que acostumbraban a comer. Eran las cuatro y media de la tarde cuando terminaron de devorar los platos de pasta carbonara, carne en su punto y unas bebidas dulzonas.
Taehyung comió alegremente, deseando no tener que equilibrar su dieta con una posterior ración de sangre que no le apetecía probar por nada del mundo. El culpable de que acabase más lleno que de costumbre, fue su dhampir irremediablemente mimoso, quien le ofreció probar algo más, sujetando la comida con sus palillos. Él se llenó las mejillas de pasta, y también de unas gambas con cebolla caramelizada.
Jimin se frotó la frente, y desvió la mirada tratando de evitar el rubor que le provocaba presenciar lo dulce que se habían vuelto sus dos amigos. Sus ojos y los de Yoongi colisionaron, y se apartaron a la misma velocidad, creándole una agitación similar a la que había sentido en el control de registro.
«¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Ahora le gustaba Yoongi?», se preguntó molestándose consigo mismo. «Todo era su culpa, por su maldita forma de compartir confidencias. Ni siquiera entendía muy bien de donde salía aquella inesperada atracción. En realidad, se había comportado con él como hacía generalmente con Jungkook. Nunca le trató de forma distinta. ¡A él ni siquiera le apetecían romances! Nada de eso se le daba bien. No supo cómo hacerlo correctamente cuando dejó a Tess por su convicción de ser un guardián dhampir sin distracciones, y tampoco sabía cómo hacerlo bien con un humano. Tener relaciones no era lo suyo».
Jimin suspiró sonoramente, y volvió a posar sus iris castaños sobre el pelinegro de Yoongi, mientras este compartía algunas palabras con Seokjin. Él acababa de recuperar los tormentosos recuerdos de una relación. Y a Jimin sólo le apetecía divertirse. Sólo quería pasárselo bien, ahora que era libre lejos de la comunidad nosferatu.
—Por fin os encuentro. Sihyun me dijo a dónde habíais ido —Freyja apareció en su mesa, levantando un par de llaves plateadas—. Ya tengo la copia de vuestras llaves. Pero han introducido un sistema de huella digital en aquel edificio, así que he corrido tanto para nada.
—Oh, vamos, Frey, ¡siéntate un rato! —inquirió Seokjin—. Ya hemos almorzado.
—Comeré más tarde —dijo la mujer, pasando una mirada por encima de los chicos—. Os enseñaré el lugar. Creo que os gustará, vamos. Moved el culo.
Jungkook levantó una ceja, mientras se levantaban de la mesa estirando las piernas.
—Pues sí que tiene genio la muñequita —musitó Jimin levantándose a su lado—. Es igual a Nira, pero más ruda.
—¿Es normal que me duela tanto el trasero por haber montado a caballo? —se quejó Yoongi frotándose el trasero—. Por el amor de dios, ¿es normal estar tan cansado?
—Pagaré la cuenta —expresó Seokjin, distanciándose brevemente—. Esperad aquí.
—El tito Seokjin invita, ¡sí! —celebró Jimin con voz aguda, seguidamente bajando su tono—. Ahora que lo pienso, estamos jodidos. No llevo ni mil wons encima.
—Podremos hacer algún trabajo —dijo Jungkook—. Supongo que sería la mejor forma de integrarnos aquí.
—¿Qué? Yo quería vivir la vida —ironizó Jimin—. Ponerme moreno bajo el sol en una hamaca. Ir en un descapotable hasta Daegu, y regresar después de una noche de fiesta.
—¿Qué sol? —soltó Yoongi, arrugando la nariz—. Esta ciudad está cubierta, ¿sabes?
Jimin le miró con malas pulgas. Los chicos cargaron una última vez con sus pertenencias, y salieron del restaurante tras pagar el almuerzo. Mientras volvían a ponerse en marcha, Jungkook se sintió especialmente cansado.
«Yoongi tenía razón, todos estaban cansados tras un trayecto de casi seis horas a caballo», pensó el dhampir.
—Señorita Yong —Jungkook alcanzó a Freyja acelerando el paso.
Freyja le miró de soslayo, desviando su mirada rápidamente. El pelinegro le escudriñó con unos iris castaños, aprovechando el momento para hablar con ella.
—Le agradezco que nos haya introducido en la ciudad con esta facilidad —dijo Jungkook con nobleza—. No debe haber sido fácil, especialmente teniendo en cuenta nuestras circunstancias.
—Nadie sabe quién sois aquí, muchacho —respondió restándole importancia—. Podéis estar tranquilos.
—Ya, pero el Concejo sí que lo sabe —agregó el más joven—. Es evidente que saben quiénes somos...
—Hmnh —asintió con su vista puesta al otro lado de la calle—. Lo sabe, pero como líder del Concejo, puedo asegurarle que esta ciudad sólo será su refugio. No permitiremos que se queden fuera de la comunidad, mientras podamos acogerles.
—Gracias —emitió Jungkook en voz más baja, pasándose distraídamente una mano por el cabello—. ¿Cómo...? ¿Cómo puedo devolvérselo?
Freyja le miró de soslayo, y sus iris grisáceos se posaron en el inesperado broche que Jungkook llevaba en el puño de su muñeca. La moroi se detuvo en seco, en la misma parada cardíaca que su lento corazón emitió, percutiéndole seguidamente el pecho.
«La flor de Tigridia», pensó Freyja. «¿Por qué la guardaba? ¿Sabía Jungkook el significado de aquella joya?».
Jungkook bajó la mano tras peinarse unos mechones de cabello, y la miró en un pestañeo.
—¿He dicho algo malo? —dudó, advirtiendo su reacción—. Disculpe si...
Ella tragó saliva pesada, reanudó el paso y liberó lentamente su aliento.
—Huh... no. No es eso —respondió con una voz temblorosa—. No estáis en deuda conmigo, Jungkook.
El joven caminó a su lado unos instantes más, dejándose llevar por la incertidumbre que le causaba aquella mujer. Jungkook hubiese deseado conversar un poco más con ella, y preguntarle sobre Yong Nira, pero en su paseo, el grupo se acercó al edificio donde se alojarían, y Freyja carraspeó, moviéndose hacia Seokjin.
El edificio donde se alojaban tenía un pequeño restaurante y cafetería en la zona inferior, un local diminuto de suministros de plasma sanguíneo, y un pequeño cajero. Era muy alto, de ventanas resplandecientes y una construcción arquitectónica sorprendente para el estilo clásico que Jungkook había observado en la comunidad nosferatu.
—Vuestra planta es el número seis —les dijo Freyja, quién les pasó las llaves a los chicos, indicando que había dos apartamentos—. Podéis repartíroslo como queráis, casi todos los apartamentos de este edificio son similares. Pero la 62 tiene mejores vistas, mientras que la 64 tiene una cocina más grande.
Jungkook tomó la 62, y jugueteó con ella entre los dedos, sin opciones a réplicas por parte de cualquiera de sus compañeros.
Yoongi tomó distraídamente la otra, musitando:
—¿Dos apartamentos?
—Así es, uno para ellos dos, y otro para... vosotros —respondió Freyja, echándole un vistazo a Jimin y a él.
Yoongi quiso gritar internamente, pero se contuvo.
—Genial, había olvidado que ahora somos oficialmente novios —soltó Jimin.
—Jin, ¿no estarás con nosotros? —formuló Taehyung.
Seokjin negó con la cabeza.
—No os preocupéis, Seokjin estará en el edificio del Concejo —dijo Freyja, con una leve sonrisa—. Si se porta bien, puede que incluso sus antiguos compañeros le vuelvan a dejar formar parte del órgano de gobierno.
—Uh, lo dices como si incluso tuviera que daros las gracias por hacerlo —ironizó el dhampir mayor.
—Nos dejaste colgados, cielo —le recordó la moroi con una sonrisita, y agarró su brazo para tirar de él—. Vamos, ven conmigo.
Seokjin apretó los labios. «En eso tenía razón», pensó con desgana, dejándose arrastrar.
—¡Nos vemos más tarde! —se despidió de ellos levantando una mano.
Jungkook, Taehyung, Jimin y Yoongi entraron en el edificio. Sus primeros pasos en el brillante suelo de mármol le hicieron saber que eran uno de esos sitios de lujo. Jimin pulsó el botón del ascensor con un suspiro, en el que todos se detuvieron aun cargando con sus pertenencias.
—¿No es increíble que sigamos estando en un sitio subterráneo, a pesar de todo? —reprodujo Yoongi en voz baja.
Taehyung sonrió, y mientras entraron en el ascensor dorado, Jungkook dijo que necesitaba darse una ducha y dormir, y Yoongi secundó que él iría directo a la cama, sin importarle demasiado su olor a mono. En un minuto, el silencioso ascensor llegó a la planta seis, caminaron hacia la puerta y se separaron introduciendo la llave en el alojamiento.
—Que descanséis, chicos —les deseó Taehyung.
Entraron en el apartamento con Jungkook cerrando la puerta a sus espaldas, y Taehyung adelantándose en el interior tras pulsar el interruptor de luz.
Era una vivienda en tonos salmón, con un diminuto mueble y enorme espejo junto a la puerta, un corto pasillo que desembocaba en un arco que daba al salón, el suelo de madera clara, una alfombra de lana blanca deshilachada e intacta, un sofá de dos plazas de color crema junto a una lámpara de pie, y la pantalla de un televisor sobre un pequeño mueble blanco. Varios paneles de luz daban al exterior del edificio, en donde las cortinas corridas se encontraban sellando la visión y el murmullo exterior, otorgándoles una mayor intimidad.
En cuanto a la cocina, Taehyung se asomó en su dirección al segundo arco que conectaba el salón con aquel espacio. Era pequeña pero armoniosa. Moderna, con un refrigerador especial donde guardar las bolsas de sangre, y en el que se hallaba una bien sellada. Él observó de mala gana la bolsa y la tomó entre sus dedos, perdiendo el apetito por la sangre. Volvió a dejarla donde estaba y abrió la puerta de uno de los muebles colgados de la pared, donde encontró varios paquetes de ramen y uno de arroz. El resto estaba vacío.
Jungkook no le acompañó, puesto que él pasó por el salón y se dirigió directamente a los dormitorios. Una de las dos habitaciones era individual, y la otra, bastante más amplia, con una cama doble. El pelinegro dejó caer el bolso junto al marco de la puerta y se detuvo para contemplar el lugar. En tonos beige, la cama se encontraba justo en el centro bajo un fino dosel. El papel de pared era romántico, con motivos vintage y en tonos rosados. Dos mesitas de noche en sus respectivos lados, con un par de bonitas lámparas, y una tarjeta blanca con letras doradas, sobre los almohadones.
El dhampir se sintió agitado frente a todo eso. No sabía por qué, pero la previa noche que había pasado con Taehyung le acusó con un dedo, señalando esa esponjosa cama y aquel ambiente de nido de pareja hasta hacerle sonrosarse. Se acercó a paso lento a los almohadones y tomó la tarjeta entre los dedos, desplegándola con un nervioso suspiro.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
«Bienvenido a Revenant. Disfrute de su espacio personal».
«Se incluye servicio de limpieza de 11 a.m. a 12.30 p.m. Puede solicitar un cambio de hora, o la anulación de este en caso de que lo requiera».
Jungkook la dejó en una de las mesitas de noche, y se sentó en el borde de la cama, sintiéndose sobre una nube.
«¿Aquel lugar era realmente suyo?», se preguntó con un corazón rítmico. «¿Taehyung y él vivirían juntos?».
Su felicidad le paralizó por momentos, creyendo que las cosas serían muy diferentes desde ese momento. Se sintió exaltado, nervioso, asustado durante unos segundos en los que su felicidad lo disipó tan rápido como vino.
«Podían ir en serio», se dijo mentalmente.
—¡Kookie, ven!
El dhampir se levantó y salió sosegadamente del dormitorio siguiendo la voz de Taehyung, con un pulso cálido en su pecho. La luz del cuarto de baño llamó su atención. En el interior encontró al ojiazul, acariciando la mampara rosada de la amplia ducha con unos dedos. El dibujo de la mampara era rugoso, con bonitas flores grabadas. Y en una esquina, se encontraba una bañera triangular de hidromasaje. Sobre los estantes había varios tarros de sales de baño y pastillas de jabón de diferentes colores.
—Es precioso, ¿verdad? —comentó Taehyung distraídamente—. Mira esto.
Y como un niño, abrió uno de los tarros percibiendo el olor a canela y clavo. Después, volvió a dejarlo en su lugar y rebuscó por el mueble del lavabo si había algo más que toallas dobladas o albornoces.
Jungkook no dijo nada. Se aproximó al moroi y abrazó su espalda con una caricia en su cintura, que detuvo a Taehyung provocándole un hormigueo.
—¿Por qué no tomas un baño? —la suavidad de la voz de Jungkook erizó el vello de su nuca.
Taehyung se ruborizó ligeramente sólo por su tono.
—Ahora estamos a salvo —prosiguió el pelinegro—. De verdad.
—Me siento muy feliz —manifestó Taehyung con la respiración entrecortada.
Jungkook estrechó sus hombros, y hundió su rostro tras uno de ellos.
—Y yo. Descansemos hoy —murmuró su voz amortiguada contra su chaqueta—. Debemos ponernos al día con Revenant mañana.
El moroi asintió con la cabeza, inundándose por la calidez de su compañero. En unos segundos más, Jungkook deshizo su abrazo con suavidad y le dejó en el cuarto de baño. Podía haber tomado provecho de la situación, y probar algo como compartir aquel espacio, pero el azabache sabía que era demasiado pronto, y ahora, constaban con todo el tiempo del mundo si querían explorarse de forma más física.
No iba a engañarse, le temblaban las manos por intentarlo. Aquel alojamiento le hacía inspirar un instinto que desconocía. Y los galopantes pálpitos de su corazón, el revuelo de su estómago, y la efervescencia de sus venas, le hizo temer porque sus alas se deshicieran bajo el sol de sus emociones.
Jungkook tomó el bolso de Taehyung y lo llevó hasta el dormitorio, justo cuando el moroi regresó para llevarse una muda de ropa limpia, mientras él abría el propio. Jungkook sacó sus pertenencias y las colocó tímidamente en el armario empotrado. Tenía menos de lo que podría rellenar aquel espacio, pero fue agradable comprobarlo. Se deshizo de su cinturón de estacas y paseó por el apartamento escuchando el sonido de la lluvia de la ducha.
Tras darle una vuelta a la cocina, retornó al salón y se dejó caer en el sofá cómodamente, reposando la cabeza.
«Demasiado cómodo», pensó, comparándolo con su traqueteo muscular que sentía tras el viaje en caballo.
Su mente navegó por la marea de cosas que había vivido ese día mientras toqueteaba la piedra lunar que colgaba de su cuello: el misterio de Freyja, una persona que le instaba tanta confianza como desconfianza. Su fortuito encuentro con Sihyun en aquel lugar. La comunidad de Revenant, en la que ahora se encontraban.
Taehyung no tardó demasiado en salir de la ducha. Avisó a Jungkook con el albornoz puesto, y se metió en el dormitorio para otros asuntos. Jungkook se levantó a regañadientes. El baño estaba lleno de vapor cálido, y olor a gel. Él se duchó de forma mecánica, sintiéndose exhausto. La temperatura del agua relajó sus músculos y le hizo suspirar profundamente, después, dejó toda su ropa de dhampir a un lado y se vistió cómodamente con una camisa holgada de dos botones bajo el cuello y pantalón cargo. Mirándose en el espejo, descubrió que tenía el cabello algo más largo de lo natural.
«Tal vez necesitaba un corte de pelo», pensó, recordando que había visto un lugar de peluquería en su breve tránsito por la ciudad.
Cuando salió de allí con el cabello húmedo, Taehyung estaba sentado sobre la alfombra y sus propias rodillas, ojeando unos libritos que había sacado de una de las estanterías. El dhampir se sentó en el sofá, tras su espalda, reconociéndose mentalmente que iría a desfallecer en cualquier momento. Su relajación superaba sus expectativas, pero había algo importante que no iba a dejar pasar sin mencionárselo.
—Tae.
—¿Hmnh? —emitió levantando la cabeza.
—Ven —Jungkook le ofreció una mano para que fuese hasta él—. Hablemos de algo.
El moroi se levantó perezosamente, tomó su mano, y se dejó arrastrar hasta el sofá. Se sentó a su lado, flexionando una de sus piernas para mirarle.
—¿Qué? —pestañeó lleno de curiosidad, observando el rostro redondo y besable de su compañero.
—Sobre la sangre de bolsa, ¿qué has pensado hacer? —le preguntó acariciando el dorso de su mano con el pulgar.
—Oh, pues... —el ojiazul titubeó levemente, bajando la cabeza—. Me acostumbraré. Si los moroi que hay aquí lo hacen, yo también puedo hacerlo... l-lo intentaré más... tarde...
Jungkook exhaló una leve sonrisa.
—Eres como un crío que no quiere probar la verdura —comentó el pelinegro divertido.
Taehyung infló las mejillas y volvió a mirarle con unos rasgados ojos entrecerrados.
—¿Tomarías tú agua de una botella que lleva precintada dos semanas? —contraatacó sin mucha eficacia.
—Huh... ¿sí? —soltó Jungkook seguido de una breve risita.
—¡No lo entiendes! —exclamó Taehyung adorablemente enfurruñando.
Jungkook soltó su mano, se llevó los dedos al cuello de dos botones de la holgada blusa que vestía, y lo deshizo lentamente, incrustando sus iris de chocolate sobre él.
—Sshhh... —chistó suavemente—. Calla. Sabes que mientras que esté yo, te alimentaré como es debido.
Taehyung se ruborizó notablemente, y necesitó tragar saliva para que, número uno, no se le hiciera la boca agua; y número dos, apartar el deje sensual de su voz y dedos deshaciendo aquel par de botones.
—¿N-no crees que deberías dejar de consentirme? —preguntó Taehyung, fijándose en el cuello de su camiseta, mientras Jungkook se inclinaba hacia él con una imponente aura—. ¿De darme todo lo que quiero?
—Sólo te ofrezco lo que es tuyo —murmuró Jungkook—. Y estoy seguro de que no te quedan réplicas para eso.
El moroi se mordisqueó el labio, percibiendo el crecimiento de sus colmillos. Jungkook era estúpidamente sensual, y adorable que siempre controlase la situación de esa forma. Estiró una pierna rodeando la cadera de Jungkook, y sin cambiar de posición, pasó unos dedos por el cuello de la camisa, advirtiendo la fina cadena de plata de su amuleto. Taehyung se reclinó, acariciando con su aliento el cuello de su compañero.
Jungkook cerró los ojos suavemente, sintiendo el tirón de dopamina de su sangre. Los esponjosos labios de Taehyung le proporcionaron una caricia pausada y tibia, que se extendió en forma de suaves besos sobre su dermis.
—¿Te gustaría más morder en otros sitios? —suspiró el pelinegro, con una voz ronca.
Las mejillas del moroi se calentaron recordando sus mordiscos previos de la otra noche. El interior de sus muslos era un sitio envidiable en el que estaría dispuesto a dejar un mayor número de esas marcas que se difuminaban rápidamente, pero la situación elevaría demasiado el tono entre ellos.
«Jungkook era deleitable en todos sus aspectos». Y su cuello era «sólo» suyo.
Lo besó con mucho mimo, enredando los brazos alrededor de su cuello, y trazando una satisfactoria senda hasta la línea de su mandíbula. Allí se detuvo por momentos, desviándose hacia una de sus orejas, donde mordió con suavidad el cartílago.
El dhampir perdió su razón, dejándose diluir en la sensación de ser besado por su compañero mientras trepaba hasta su regazo. Supo que más que una fase preliminar para alimentarse, Taehyung estaba insistiendo en hacerle perder los estribos. Con éxito.
«Consecuencias por haberle seducido para que le mordiese de una forma tan descarada», pensó con índole incriminatoria.
Fuera como fuese, la cabeza comenzaba a darle vueltas, su tensión física andaba más que despierta, y aquel camino estaba extraviándole hacia un lugar que no sabía si debía pisar la primera noche en su alojamiento compartido en Revenant.
Jungkook presionó el interior de su mejilla con la lengua, preguntándose si de verdad a su moroi no le habían enseñado que «no se jugaba con la comida».
—T-Taehyung —murmuró Jungkook sin aliento, sintiéndose inmediatamente culpable por abrir la boca—. M-me estás... poniendo...
«¿Cachondo? ¿Demasiado caliente?», pensó inmediatamente, apretando los labios.
El moroi mordió con suavidad su barbilla, y volvió a mirarle con pupilas dilatadas e iris celestes más oscuros. Sus tiernos labios se encontraban más rosados por sus besos, a pesar de que ni siquiera había atendido a la boca del pelinegro.
—Sé que te encanta —expresó Taehyung en un susurro mimoso, seguido de una risita en la que volvió a introducirse en el hueco de su cuello con un suave ronroneo—. Puedo percibir el aroma de tu dopamina liberándose en la sangre. ¿Sabes que me encanta tu olor?
Jungkook tomó aire profundamente, mientras el ojiazul amasaba con los dedos sus hombros.
—Podría obsesionarme contigo —confesó el rubio de una forma que nunca antes había presenciado—. No me faltan motivos.
El dhampir se sintió acalorado, asediado por la succión de su piel en lo que sería una diminuta marca rosada bajo su mandíbula. El agradable chupetón le hizo retener la respiración por segundos, mientras Taehyung volvía varias zonas de la dermis de su cuello de un tono rosado sin llegar a perforarle.
—¿Qué te lo impide? —refunfuñó Jungkook poco después, sintiéndose débil, perdido, sin ánimos de seguir deteniendo sus impulsos, y con una respiración entrecortada.
Sus rostros se encontraron de cerca, su nariz se acarició suavemente con la de Taehyung, y sus labios estuvieron a punto de fundirse, si no fuera porque, el moroi se apartó de su boca en el primer intento de beso en el que Jungkook trató de dejar llevarse.
«Si era un juego, iba a matarle», pensó el azabache.
—Ah, ah —negó Taehyung con una maliciosa diversión—. Esto te pasa por intentar manipularme para que te muerda. ¿Crees que no sé lo mucho que te gusta?
Jungkook le miró como si fuese la cosa más pérfida que había conocido en su vida. Estuvo a punto de jurarle que le odiaba, pero Taehyung enterró los dedos en su nuca y atrajo sus iris castaños a los suyos más claros, derramando sobre él una mirada sosegada.
—Jungkook —pronunció suavemente—. No creas que no adoro tu sangre, pero temo causar problemas de adicción en tu organismo, como Seokjin mencionó en el restaurante. ¿Crees que podría lastimarte si lo hago?
—N-no —respondió el azabache sintiéndose tan ofendido como sofocado—. No soy adicto a tus mordiscos, Tae. Pero las sensaciones son...
—Son fuertes, lo sé —completó el moroi—. Se debe a nuestra conexión emocional, los colmillos moroi también se hunden en nuestro vínculo afectivo —expresó lentamente, dirigiendo una de sus manos a las de Jungkook—. Yo... sólo quiero dejar de ser una obligación para ti.
—No eres una carga, ni nada como eso —le dijo Jungkook con dulzura—. Sabes que jamás permitiría que pasases hambre. Y siento que estas últimas semanas, tu alimentación ha sido algo... complicada...
—Así es —afirmó Taehyung sin recriminaciones—. Hmnh...
—Escucha —intervino el dhampir razonando con él—, Tae. Deberás esforzarte por acostumbrarte a esas bolsas de sangre. Sé que jamás has probado algo que no sea una vena, pero mientras estés esforzándote por ser más autosuficiente, puedes permitirte el lujo de probarme.
Taehyung asintió con la cabeza, y se sintió convencido por su argumento. «Esfuerzo a cambio de alguna recompensa».
—Está bien —aceptó el moroi con una sonrisita que arrugó sus ojos, estrechando adorablemente los brazos que enredaba alrededor de su cuello.
Jungkook le miró levantando una ceja.
—Bueno, ¿tienes hambre o no? —soltó molestándose por su adorabilidad—. No puedes andar jugando conmigo todo el día.
—Huh, mucha —le aseguró Taehyung humedeciéndose los labios.
—Pues venga —le ordenó en tensión, con un leve rubor—. H-hazlo ya.
—¡Sí! —Taehyung dejó un besito sobre su mejilla, que elevó aún más los colores de su dhampir.
Jungkook ladeó ligeramente la cabeza y él se dirigió a su cuello. Buscó brevemente con sus labios el lugar donde el pulso de Jungkook se enterraba y aproximaba más a la superficialidad de su piel, y hundió allí los colmillos con apetito. El pelinegro reprimió un jadeo inicial basado en la forma en la que su saliva golpeó sus sentidos.
Comprobó que la sensación de su mordisco y la unión del vínculo se producía con más fuerza en el cuello, que en otras zonas físicas. Sus dedos se deslizaron por el sedoso y espeso cabello de su compañero en una extensa caricia, mientras aquella oleada de placer le inundaba.
—Dios, Taehyung... —murmuró Jungkook en un suspiro, seguido de su respiración entrecortada.
«Él sí que iba a obsesionarse si continuaban con aquello de los besos seguidos de un mordisco», pensó aturdido.
Sus corazones se unieron al unísono, en unos oídos que se silenciaron bajo la densa sensación de su mordisco. Sin ataduras, Taehyung tomó su ración satisfaciendo sus instintos vampíricos durante poco más de un minuto. Posteriormente, dejó unas lamidas por encima de la marca de sus dientes, y un par de besos tiernos, llevándose los rastros de sangre que no derramaría de su dhampir favorito, mientras Jungkook volvía a pisar la tierra.
—Delicioso —susurró el moroi frente a su rostro, sujetando su nuca con dulzura.
Sus colmillos se exhibieron como agujas bajo sus labios, y una sensación de serenidad abrazó a su organismo vampírico tras complacer sus instintos con un ser tan amado.
—¿Me privarás de tus labios si intento besarte ahora? —pronunció Taehyung con cierta diversión, aludiendo a su anterior juego por apartarse del ansiado beso que el dhampir necesitaba.
Jungkook fundió sus iris más oscuros sobre los de su compañero, y observando a algo que ahora consideraba suyo, sin respuesta, tiró del cuello de su camiseta, imprimiendo los labios sobre los suyos sin darle opciones a más aplazamientos.
Sus dulces y atentos besos expresaron la delicadeza de su cariño y aprecio. No se extendieron demasiado, pues antes de prender la llama de algo más, ambos sabían debían asentarse en la realidad. Descansar, y encontrar el momento en los próximos días, sin sentirse tan ansioso.
Terminaron viendo un programa de la televisión, y acurrucándose juntos en el sofá, con Taehyung encontrando un confortable hueco bajo el brazo del pelinegro, el cual bordeaba la orilla superior del sofá, ligeramente reclinado hacia su lado. De un momento a otro, ambos compartieron una conversación sobre Revenant, su encuentro con Sihyun, finalmente, fueron a parar a Yong Freyja.
Jungkook le contó que sentía curiosidad, y deseaba preguntarle sobre su gemela Nira.
—¿No es curioso que jamás supiéramos nada sobre ella? —mencionó en voz baja—. Su hermana me dio este broche.
Taehyung meditó sobre ello, sin encontrar ninguna respuesta.
—Sí... me pregunto qué suceso habrá provocado que ella fuera exiliada de la comunidad nosferatu —comentó el moroi—. O quizá, ¿ella la abandonó?
—¿Sin su hermana? —formuló Jungkook con incertidumbre—. No lo creo. ¿Cómo iría un hermano a abandonar a su...?
El dhampir cerró la boca inmediatamente, trasladando repentinamente la situación a Taehyung. Él percibió aquel silencio de Jungkook, comprendiendo su enmudecimiento.
«A él le había abandonado su hermano. ¿O era él mismo, el que estaba abandonando a Xiumin en Seúl?», se preguntó el moroi. Taehyung apretó los párpados, y sacudió la cabeza seguidamente tratando de deshacerse de aquel pensamiento. No quería pensar más en Xiumin. «Puede que fuese un egoísta, pero quería ser feliz con Jungkook».
—Freyja nos ha hecho un gran favor introduciéndonos en la ciudad sin complicaciones —expresó el azabache—. Que Jimin y Yoongi también hayan podido acceder, ha sido un favor... Se lo mencioné mientras nos acompañaba hasta aquí, pero no quería hablar sobre eso. Me pregunto, si realmente lo hace por Seokjin, o hay algo más...
Taehyung le escuchó con atención, y trató de no mencionar la ocasional noción de que había advertido en cómo la moroi miraba a Jungkook. No quería sonar celoso; Jungkook era un bombón (su bombón), con esa vitalidad dhampir y una sonrisa que iluminaba su rostro.
Para Taehyung, se encontraba implícito en sus sentidos lo de hallar con sus astutos ojos a esas personas que posaban su vista durante «más tiempo del habitual» sobre Jeon Jungkook. Ya lo había hecho durante la academia, descubriendo con asertividad a aquellos que le admiraban, como las chicas moroi de séptimo que suspiraban por él y por clavarle los dientes mientras él cursaba quinto y sexto, y a otros tantos, que le detestaban recelosamente por ser alguien tan sobresaliente entre los novicios dhampir que cursaban.
Él no le dijo nada, se acurrucó junto a su pecho escuchando la oscilación de sus pensamientos, lentos pálpitos y cálidos brazos que rodearon sus hombros.
«¿Acaso a Freyja le gustaba Jungkook?», se preguntó tontamente, esperando no tener que competir contra una mujer tan preciosa.
Durante las horas de la noche, ambos se sintieron lo suficiente cansados como para dirigirse a la cama y dormir a pierna suelta. Taehyung fue el primero en marcharse a dormir, Jungkook se rezagó, asomándose a los paneles de la ventana mientras apartaba la cortina con una mano.
«Revenant no sólo era una nueva oportunidad. Estaban en casa. En un nuevo hogar, acompañados de personas de confianza», pensó el azabache, antes de decidirse por ir a dormir junto a la persona que amaba. «Pero aún tenían a alguien de vital importancia ahí afuera: Seojun, Namjoon, e incluso Hyun Bin y Nira».
Jungkook esperaba que estuviesen bien, y que fuera como fuese, pudiera volver a reencontrarse con aquellas personas que de alguna forma les habían protegido en la distancia.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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