Capítulo 12
Capítulo 12. L.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—Luka... ¿el primer guardián? —jadeó Jimin.
Jungkook ni siquiera podía creerse que aquella persona fuese quien decía ser. Pero, ¿cómo era posible que portase el espíritu, si sólo era un dhampir?
—Es imposible que estés vivo... Saint Anna se suicidó —añadió el pelinegro—. Han pasado siglos, ella debía ser tu ancla. ¿Cómo es posible?
Seokjin pasó la mirada sobre el grupo, observando el desconcierto general. Yoongi era el único que no reaccionó ante el nombre de Luka, pese a sentirse profundamente conmocionado por otros motivos.
—No hay tiempo para charlas —dijo Seokjin—. Hablaremos de todo esto en otro momento. Ahora, marchémonos.
Taehyung recuperó la conciencia débilmente, y Jungkook lo cargó en su espalda pidiéndole que no le soltase en ningún momento.
—¿¡Cómo salimos de aquí!? —exclamó Jimin sujetando la estaca que Seokjin le había cedido.
El joven hombre señaló a la trampilla del techo.
—Subamos arriba —sugirió con voz grave—, tendremos una mejor visión.
Y mientras todos utilizaron una mesa del restaurante, Seokjin se mantuvo abajo comprobando que ningún otro strigoi se acercaba a su vagón. La luz del espíritu les había ahuyentado, y el resto, debía estar dándose un festín en los vagones contiguos.
Jimin subió el primero, y se arrodilló para ayudar a subirse a Taehyung y Jungkook. El moroi subió delante de Jungkook gracias a su impulso y el tirón de Jimin, y clavando los codos en el techo de aluminio, levantó la cabeza mientras el fuerte viento exterior golpeaba en su rostro. Aún sin levantarse, sus iris se perdieron en el paisaje, el cual se movía a gran velocidad a sus alrededores.
El sabor de su propia sangre se encontraba en su boca, con sus labios manchados por su excesivo uso del elemento. Atravesaban el viento a tanta velocidad, que casi no podía respirar. El aire chocaba contra su rostro mareándole, asfixiándole, haciéndole pensar que iría a escurrirse de aquel techo y morir en cualquier momento.
Jungkook subió tras él, y clavando una rodilla en el suelo, tocó su espalda llamando su atención.
—Tae, tus brazos —le dijo levantando la voz—, ponlos alrededor de mi cuello.
Mientras se hacía con su lazo de seguridad, Jimin volvió a asomarse al vagón restaurante ofreciéndole su mano a Yoongi. Él titubeó, dirigiendo sus ojos hacia Seokjin, quien amontonaba varios bolsos con sus pertenencias sobre la mesa.
—¡Yoon, la mano! —exclamó Jimin—. ¡Vamos!
—¿Y tú? —le preguntó al dhampir mayor.
Seokjin le miró de soslayo, con cierto pudor por su preocupación, y un pretendido distanciamiento.
—Iré el último —dijo con voz grave.
Yoongi suspiró, estiró los tobillos y subió por la trampilla agarrando el antebrazo de Jimin. Cuando Jimin tiró de él, sus rostros se encontraron de cerca.
Jimin percibió el primer cambio en sus ojos. El Yoongi que había conocido se había disipado. Sin bromas, ni ironías. Hacía unas horas que apenas había sido sarcástico. Estaba compungido y creía saber por qué. Le ayudó a subir en silencio, mientras Seokjin subía sus pertenencias de una en una.
Él se colgó un bolso, y le pasó a Yoongi un segundo que colgó en su espalda. Después, el humano se acercó a la trampilla y le ofreció su mano a Seokjin, quien subió en quinto lugar, soltando la mano del humano casi de un sobresalto. Yoongi perdió su aliento allí arriba, mientras la alta velocidad del tren descendía lentamente en algunos de los cruces de vías y sus pupilas se fundían.
Seokjin desvió sus ojos y se hizo con el otro par de pesados bolsos de viaje, colgándoselos en forma cruzada, mientras el resto se preparaba para escuchar la locura de su idea:
—Saltaremos en el próximo cruce —exclamó Jin elevando su tono de voz por encima del viento que les cortaba—. Quedan seis kilómetros.
—V-vale... no me han hecho demasiada gracia las montañas rusas... —exhaló Yoongi, clavando una rodilla en el techo de aluminio e intentando no marearse demasiado fijándose en el suelo—. Y-yo era más del carrusel mágico.
Seokjin posó su rodilla a uno de sus lados.
—No pasa nada —le dijo tratando de tranquilizarle—. Tú sólo piensa que, si caes en vertical, tendrás 22 metros de largo para rodar.
Yoongi tragó saliva, descartando inmediatamente el reírse con su ocurrencia.
«Estaba demasiado cerca de la muerte como para echarse más risas —pensó—. Ya había suplido el cupo de ese día».
—Buena esa —expresó el humano—, ahora háblame de qué pasaría si cayera en horizontal.
Seokjin esbozó una leve sonrisa, la cual pudo anotar como la primera vez que le había visto sonreír en las horas que llevaban de viaje.
—Saltaremos en una buena zona —le aseguró, comprobando el dispositivo de su teléfono, y dirigiéndose al grupo—. ¡Dos kilómetros!
—Taehyung —Jungkook, apretó su cintura y le habló tratando de espabilarle—. Saltaremos, agárrate bien a mí. ¿Podrás?
El moroi asintió con la cabeza, pasando sus piernas por su cintura, esperando que sus fuerzas no quebrasen en el momento del salto.
—Tendremos que rodar, no te sueltes de mí por nada del mundo, ¿vale? —le pidió severamente.
—S-sí —respiró debilitado.
—Yo me encargo de ti —Jimin se aproximó a Yoongi, agarrando uno de sus brazos—. Ven.
—¿Q-qué? —dudó sin incorporarse.
Yoongi llevaba unos instantes intentando lidiar con su naciente vértigo. Su estómago se revolvía y la sensación de saber que en unos segundos estarían saltando a una velocidad potencialmente peligrosa, se le hizo peor que ver a más de veinte strigoi deshacerse en sus narices como las cenizas.
—¿Confías en mí? —preguntó Jimin, tirando de su muñeca para que se levantase.
El humano se levantó temblorosamente, y Jimin pasó un brazo por su cintura acercándole aún más a él. Sus párpados rasgados le mostraron unas pupilas oscuras de cerca, nariz suave, y labios gruesos y rosados.
—D-depende de la tarea —masculló Yoongi en la corta distinta.
—¿Disculpa? —bufó el dhampir, esbozando una lenta sonrisa.
—A ver, encanto, no te dejaría en la cocina de mi apartamento —argumentó el humano con perspicacia—. No si quiero protegerla de las llamas.
—El único lugar de todo tu apartamento en el que saldrían llamas conmigo —bromeó Jimin, mordisqueándose la punta de la lengua—, es en tu cama.
—Oh —a Yoongi se le subieron los colores exageradamente, exhalando unas despreocupadas carcajadas—. Qué pena que mi apartamento esté ardiendo.... Literalmente.
Jimin se rio levemente, y vio acercarse la gran y mullida explanada de hierba donde el tren cambiaba giraba entre dos vías, aminorando su ritmo.
—¡A la de tres! Iré yo primero, utilizaré el akash lo mejor posible para ayudaros —gritó Seokjin, poniéndose en posición para saltar—. ¡Tres!
Jungkook agarró bien a Taehyung, observando la zona en la que saltarían.
—Por cierto, ¿sigue en pie lo de la cerveza? —le preguntó Yoongi a Jimin, ajenos al resto.
—¡Dos! —prosiguió Seokjin.
—No, si no te agarras a mí —le respondió el dhampir frunciendo el ceño—. ¿Quieres tomar esa cerveza de una pieza?
—¡Uno!
Yoongi estrechó a Jimin, agradeciendo mentalmente tener a un cazavampiros buenorro en mitad de todo aquel drama. Pecho contra pecho. La misma altura, ambos algo más bajos que el resto. El humano presintió que, mientras él era esencialmente delgado y poco musculoso, Jimin se encontraba mucho más musculado y proporcionado, sin perder su esbelta figura. Brazos firmes, muslos apretados en unos sexys jeans oscuros, y a su maldito lado, casi le hacía sentirse algo más pequeño de lo que en realidad era.
—¡Vamos! —el dhampir mayor dio el pistoletazo de salida, lanzándose en primer lugar.
Su salto fue magistral, tocando el suelo con la mejor posición, sin dar más de cuatro o cinco vueltas de campana. Jungkook le siguió con Taehyung, y aunque su caída fue mucho más complicada por llevar encima a alguien, Seokjin liberó un pulso que amortiguó su golpe contra el suelo.
En último lugar, Jimin y Yoongi cayeron siendo frenados por su fuerza sobrenatural, sin que dieran muchas más vueltas, ubicándoles a unos metros de ellos.
Seokjin se arrodilló tras usar el espíritu, pasó sus iris por encima de sus compañeros, preocupándose por el estado general.
Jungkook se incorporó débilmente, sin soltar a Taehyung.
—¿Estás bien? —le preguntó a su moroi atentamente.
El ojiazul se dejó caer sobre su hombro, completamente desgastado. Jungkook sabía que había dado demasiado de sí mismo ese día. Todos lo habían dado.
—S-sangre... —murmuró junto a su oreja.
—¿Quieres sangre?
—N-no... e-estás herido... —jadeó Taehyung—. Hueles a sangre.
Jungkook comprobó su pierna en mal estado, se hizo a un lado para rajar un trozo de su chaqueta y anudarse la herida, mientras Seokjin se aproximaba.
—¿Es grave? —le preguntó.
—No... estaré bien, si no tenemos que andar demasiado.
La mirada grisácea del dhampir le hizo saber que lo harían.
—Yo cargaré con él —se ofreció Seokjin brevemente.
—No —declaró Jungkook.
Seokjin le miró de soslayo, sabiendo que iba realmente en serio. No insistió, a pesar del mal estado del joven. Algo le dijo que Jeon Jungkook era duro de pelar, y, aunque se hubiese ganado su confianza peleando a su lado en el tren, e incluso salvándole la vida de aquel strigoi, dejarle en sus manos a alguien más importante que su propia vida se alejaba mucho de la dosis de confianza que acababa de otorgarle.
En la distancia, el tren retumbó con una explosión que iluminó sus rostros y pupilas bajo el cielo nocturno.
—¿Eso ha sido una explosión? —formuló Jungkook—. ¿El tren acaba de explotar?
Seokjin se incorporó fijando sus pupilas en la lejana distancia. El brillo del fuego y el humo negro formó una hilera.
—Iban a volarnos como el cisco —mencionó Seokjin lentamente—, hemos tenido suerte de saltar a tiempo.
—P-pero... había más adentro. Strigoi y humanos, ¿acaso no les importa suicidarse a esos seres...?
—Se ve que no —contestó, seguidamente moviendo la cabeza hacia sus otros dos compañeros—. Al menos, no los que os siguen.
Jimin y Yoongi se encontraban exhaustos, juntos y revueltos a unos metros, aun sin ser capaces de levantarse del suelo tras la caída, y perdiendo el sentido de donde comenzaban sus respectivas extremidades, entre las de uno y las del otro.
—J-Jimin... —jadeó Yoongi, bajo el peso del dhampir rubio, y con los ojos clavados en el cielo—. Por muy emocionante que sea lo de que te pongas encima de mí, n-no puedo respirar...
—Idiota —escupió Jimin, arrastrándose con debilidad a una distancia prudencial, hasta incorporarse sobre sus codos y rodillas en el suelo—. D-dios... y me quejaba con las tablas de entrenamientos de Hyun Bin...
—No te preocupes, juraría que vi esta posición en alguna página del Kamasutra —argumentó Yoongi, comprobando que tenía todas las extremidades y terminaciones nerviosas en su sitio.
—Vosotros dos —Seokjin se acercó a ambos con un tono mucho más circunspecto—. Levantaos, debemos introducirnos en el bosque. Aún es de noche, estaremos en peligro mientras no encontremos una zona segura, y lo único que se me ocurre es...
La voz de Seokjin se desvaneció mientras el grupo se incorporaba sintiéndose magullado. Él comprobó el dispositivo de su teléfono, temiéndose que no tendría más remedio que llevarles al poblado. Estaban más cerca de Ulsan que de Daegu, y, aun así, quedaban kilómetros hasta lo que consideraba como zona segura.
«No quiero hacerlo —pensó Seokjin, conociendo que expondría algo demasiado importante para sí mismo—, es mi única morada. Pero... estos jóvenes están... destrozados. No tengo más remedio».
—Bien, caminaremos durante dos horas —declaró Seokjin—. ¿Podréis hacerlo?
—Sí —respondió Jimin.
—Sí... —secundó Yoongi—, supongo.
Recolocándose el bolso de viaje, Jimin se movió hacia Jungkook, inclinándose junto a él y al moroi.
—Estás herido —dijo—, yo le llevaré.
—Jimin...
—Kook, durante un rato —insistió en voz baja—. Tu pierna está en mal estado. Vamos.
Jungkook cedió con su mejor amigo. Y sólo porque era su mejor amigo. Cargó a Taehyung en su espalda, dejándole el equipaje al azabache, y se prepararon para desplazarse hacia el bosque.
—Estamos destrozados, Luka —dijo Jungkook, dirigiéndose directamente a Seokjin—. Necesitamos algo más que una zona segura... necesitamos descanso y una garantía de que estaremos bien.
—Lo estaréis —les aseguró Seokjin—. Os llevaré a un lugar de confianza. Estoy seguro de que podremos hacer una parada allí, antes de lo de Daegu.
Todos guardaron un riguroso silencio, y sintiendo la fría brisa de la noche, comenzaron su travesía a pie, acompañando al balanceo de los árboles. Sentían los pies cansados, estaban sucios, exhaustos, e incluso hambrientos. En la oscuridad de la noche, se vieron guiados únicamente por la luz de las estacas que empuñaron. El frío comenzó a calar hasta sus huesos, y su caminata fue silenciosa, tan sólo acompañada por el sonido de sus respiraciones.
Se detuvieron en una ocasión para descansar, y Jungkook insistió en cargar el resto de la travesía a su moroi. Jimin cedió, sintiéndose demasiado cansado.
—¿No tenemos agua? —preguntó el dhampir rubio.
—No —respondió Jungkook—, pero vendría genial.
Él y Yoongi toparon sus iris brevemente, antes de ponerse en marcha de nuevo. Continuaron durante un rato más, hasta salir del bosque.
—Queda un kilómetro —dijo Seokjin, señalando—. Allí, se ve la luz.
—¿Una aldea? —preguntó Yoongi.
—Un pequeño asentamiento.
Aproximándose al lugar iluminado Jungkook vislumbró varias casas de campo, de estilo asiático, vallados de madera, cultivos, tejados en forma de pico y columnas. Su visión no se extendió mucho más allá, pero el asentamiento incluía las suficientes personas con vida como para que les detectasen.
Pisaron el camino labrado en tierra, y en cuestión de unos minutos, se vieron interceptados por dos hombres con lámparas de aceite.
—Seokjin —dijo uno muy alerta—, ¿traes a estos muchachos contigo?
Seokjin sólo se detuvo lo justo y necesario para abrir su paso.
—Están heridos, estarán bajo mi responsabilidad ahora.
Sin embargo, el hombre no se movió, se interpuso en su camino, seguido de otro joven que acompañó sus pasos.
—Huele a chupasangre —masculló desagradablemente, pasando una mirada por encima de los otros cuatro y ubicándole con un dedo—. Ese de ahí. No entrarán con él.
—Es moroi, no un chupasangre —defendió Jungkook—. ¿Quiénes son ustedes?
Los ojos del desconocido se clavaron sobre el pelinegro.
—Y tú... ¿guardián del vampiro? —adivinó con agilidad—. Los nosferatu sois indeseables en mi familia, y en mi territorio.
—Ben —Seokjin posó una mano en su codo, haciéndole entrar en razón—, estos jóvenes necesitan un refugio. Un grupo de neo strigoi atentó el tren que tomamos desde Busan. Llevamos horas andado, están heridos y sin fuerzas. Necesitaremos hacer una parada antes de escoltarles hasta...
Ben asintió a regañadientes.
—Está bien —dijo con voz grave—. Pero estarán todos contigo. Que Cecil se responsabilice de tres dhampir más y un moroi al que alimentar. Si es que soporta su olor a sanguijuela.
Les ofreció la espalda junto a su acompañante, y se dirigieron hacia la zona dejándoles atrás.
—He colado como dhampir —celebró Yoongi—. Que nadie diga nada.
Jimin sonrió levemente, pero se vio distraído por la eventual voz de Taehyung.
—Licántropos —pronunció el moroi con debilidad, sobre el hombro de Jungkook—. Yo también puedo olerles.
—¿Hombres lobo? —escupió Yoongi—. Espera, esto es una broma, ¿no? ¿esta gente son lobos?
—Vamos —Seokjin comenzó a caminar en dirección a una de las grandes casas, y todos les siguieron.
—Es la primera vez que sé de un asentamiento de hombres lobo, y es aún más sorprendente que un dhampir confraternice con ellos —razonó Jimin en voz baja.
Seokjin le miró de soslayo, mientras se acercaron a su hogar. Una cuadra con un par de caballos, una entrada porticada por columnas y puertas corredizas de tela dibujada. Él abrió la puerta y les dejó pasar encendiendo una luz en el interior.
—Pasad —dijo—, avisaré a...
Jungkook se detuvo en la entrada cuando una segunda lucecita se encendió, iluminando el rostro de una mujer mayor. Todos dieron un brinco, sintiéndose sorprendidos por la presencia de aquella.
Su cabello era grisáceo, recogido tras su nuca, con un batín anudado a la cintura, y una montura de gafas plateadas sobre su pecho, que colgaban de una cadena.
—¡Tan tarde! ¡Tan tarde y con amigos! —exclamó con voz rasposa—. ¡¿Qué horas son estas, Kim Seokjin?! ¡Es que ni una anciana puede descansar!
El pelinegro parpadeó, y tanto Jimin como Yoongi se vieron paralizados en su entrada. Fue cómico que, a pesar de la seriedad y adultez de Seokjin, pudiera verse brevemente regañado por alguien mayor que él.
—Cecil... —masculló Jin, gesticulando para que bajase la voz—. No son amigos... necesitan nuestra ayuda... unos strigoi nos han atacado.
Ella se acercó a los muchachos, escudriñando sus ropas ensangrentadas y aspectos desaliñados, emitió un profundo suspiro serenando su rostro.
—Está bien —dijo—, pero el moroi será tu responsabilidad. Aquí no alimentamos a vampiros.
—Por supuesto —aceptó Seokjin, avanzando por la casa—. Seguidme, por favor.
Cecil acompañó al grupo, detectando que necesitaban una mano para lavarse y limpiar aquellas heridas.
—Vamos, niños —expresó—, os traeré algo con lo que puedan encargarse de sus heridas.
Ella desapareció en unos instantes, mientras los jóvenes entraban en un gran salón asiático de tonos rojizos. La decoración evocaba al estilo más tradicional de Corea del Sur, con una chimenea, junto a la mesa rodeada por mullidos almohadones.
Se sentaron en el suelo de madera, dejando a un lado sus pertenencias. Taehyung mostró un rostro terriblemente pálido. Pero si alguien les preocupaba de verdad, eran los dos que le habían estado cargando hasta allí.
—Cecil es la licántropo con la que vivo —dijo Seokjin.
—¿Licántropo? —enunció ella, reapareciendo con el ceño fruncido—. ¿Así es como me presentas después de cuarenta años viviendo conmigo?
Seokjin se rascó la frente.
—Eh... bueno.
Cecil dejó junto a los chicos un kit lo suficientemente extenso como para que curasen sus heridas, tijeras puntiagudas para cortar la ropa, gasas, algodones, vendas y agua oxigenada.
—¿Os han seguido? —preguntó la anciana.
—No lo creo —suspiró Seokjin, colocando un balde de agua templada sobre la mesa—. Pero, Jungkook, deberás limitarte a no usar las sombras hasta nuevo aviso.
Él asintió, aunque no comprendió demasiado bien qué tenía que ver lo de las sombras, con que les hubieran estado persiguiendo.
—Bien, les preparé unas habitaciones para que descansen —comentó Cecil desapareciendo del salón.
—Kook, te ayudaré —Jimin se arrodilló a su lado, y entre los dos deshicieron el nudo de su muslo.
Un gran corte le atravesaba, con sangre reseca y ropa pegada sobre su piel, que tuvieron que cortar para no empeorar su estado. Taehyung previno una arcada por el fuerte olor a sangre de Jungkook, y se vio forzado a gatear a unos metros de él, para eludir el aroma de sus heridas. Puede que tuviese hambre, pero era monstruoso saber que estaba herido.
Yoongi se acercó a él, advirtiendo su estado sudoroso y mal aspecto.
—¿Tienes fiebre? —le preguntó.
Seokjin se aproximó a Taehyung por primera vez, y sus ojos conectaron en un silencio.
—Son los efectos de la luz del akash —expresó—. Deberás alimentarte si no quieres que te haga daño.
Yoongi se arremangó y le ofreció su muñeca sin dilación.
—En su estado, hay posibilidades de que rechace tu sangre humana —murmuró Seokjin—. Lo único que satisface su desgaste es la sangre de Jungkook.
—¿Por qué? —dudó Yoongi.
—Porque un vinculado no sólo ofrece su sangre, si no su energía vital al portador del espíritu —explicó brevemente—. Sus efectos de regeneración son... sorprendentes...
Taehyung supo que era verdad, pese a que hasta entonces no sabía que las venas de Jungkook resultaban tan satisfactorias por aquel detalle. No obstante, se sintió tan enfermo como hambriento, sabiendo que no iba a alimentarse de su dhampir mientras estuviese herido.
—T-tengo que curarle...
—No —dijo Yoongi—, no puedes hacerlo.
—Te harás daño —Seokjin se levantó, y se acercó a los dos dhampir, acuclillándose junto a ellos—. Lo siento, la sanación no está en mi mano... hubiera deseado poder hacerlo, pero...
Jimin y Jungkook desearon saber por qué Seokjin no podía utilizar el espíritu de esa forma.
—Está bien —musitó Jungkook, terminando su desinfección y vendaje con la ayuda de Jimin—. Me recuperaré.
—¿Necesitáis puntos? He cosido heridas toda mi vida —se ofreció el mayor.
—No, no... —respondió Jimin—. Está bien así.
—De acuerdo, si necesitáis ropa, os ofreceré lo que sea —dijo levantándose de nuevo.
Cecil regresó al salón.
—Síganme, jóvenes —dijo la mujer—. En esta casa tenemos un horario diurno. Será mejor que descansen antes de que amanezca. Pueden tomar un baño cuando quieran, el aseo más próximo se encuentra ahí.
Los muchachos siguieron sus pasos, descubriendo que la casa era tan enorme como para mostrar varias habitaciones vacías y puertas abiertas. Cortinas corridas que daban al jardín exterior, lleno de árboles y estanques.
Cecil les ofreció dos habitaciones, en las que se separaron respectivamente, dejando que Jungkook acompañase a Taehyung. Dejaron sus pertenencias allí dentro, y extendieron el par de futones sin complicaciones. Cuando el moroi se tumbó en el futón, Jungkook se percató de su mal estado escuchando su respiración entrecortada.
Se inclinó junto a él y pasó la mano por su frente, percibiendo la fiebre de su compañero. Yoongi se asomó al marco de la puerta con una muda de ropa limpia.
—¿Debería alimentarle? —dudó con preocupación—. Quizá deberíamos intentarlo.
—¿Quieres intentarlo? —le preguntó Jungkook con dulzura al moroi.
Taehyung asintió, e incorporándose débilmente, esperó a que Yoongi se sentase frente a él y desnudase su muñeca nuevamente.
Jungkook trató de apartar su pequeño recelo, marchándose al cuarto de baño. Allí se aseó tratando de no perjudicar su vendaje, y tras una ducha de agua templada se cambió de ropa y regresó al dormitorio encontrando a Taehyung tumbado.
Yoongi debía haberse marchado en algún momento inconcreto, y el moroi había cerrado los ojos, encontrando su descanso.
Jungkook arrastró su futón hasta su lado, y después de inclinó posando los labios sobre su mejilla. Esas últimas cuarenta y ocho horas habían sido tan difíciles, que sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que le vio sonreír. Extrañaba probar sus labios, su abrazo, mimarle en silencio explorando nuevas caricias. E incluso su discusión le parecía una nimiedad después de todas aquellas complicaciones. Taehyung les había salvado la vida en el tren.
Él se mantuvo a su lado, al tanto de su fiebre. Seokjin tocó a la puerta detectando la luz del interior, y pasó con una toalla húmeda.
—Ten. Por si necesitas bajar su temperatura —le dijo, dejándole la toalla.
—Gracias.
—Estaré en la habitación de al lado —añadió Seokjin—. Deberías descansar un rato antes de que amanezca. Si sucede cualquier cosa, avísame.
—Está bien —aceptó Jungkook.
Los iris de Seokjin se desplazaron hasta el moroi.
—Ha aguantado demasiado, e incluso después de haber utilizado el espíritu para matarles —expresó en voz baja—. Eso habla de su fuerza, a pesar de su juventud.
Jungkook se mostró curioso por aquel comentario, e intentó hacerle algunas preguntas, pero Seokjin le prometió hablar por la mañana, repitiendo que estaría en el dormitorio de al lado, en caso de que necesitase cualquier cosa.
El dhampir, se acostó, y se relajó lentamente, observando a su compañero durmiente. Se quedó dormido en unos minutos, dejándose arrastrar por los brazos de Morfeo.
En la habitación de enfrente, Yoongi se recostó en su respectivo futón, mirando al techo. Jimin apareció instantes después, cuando salió de otro de los baños tras asearse y ponerse algo más cómodo.
—¿Te ha mordido Taehyung? —preguntó el dhampir en el dormitorio, dejándose caer sobre el futón con un horrible dolor muscular.
La estufa portátil estaba encendida, aunque nada pudiese apartar el frío de sus huesos.
—Sí —respondió Yoongi con sequedad.
—Hmnh —expresó estirando sus extremidades.
El silencio se extendió entre ellos durante varios minutos en los que comenzaron a relajarse.
—Es extraño, ¿no? —dudó Yoongi en una exhalación—. Todo esto. Ni siquiera dormiré más en mi apartamento, y ahora que estoy aquí, a cientos de kilómetros de Busan. Con un vampiro con el quinto elemento, dos cazavampiros, y un tipo que... es tan conocido como desconocido para mí...
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jimin le miró de medio lado.
—¿Él borró tu memoria?
—No lo sé —respondió Yoongi con simpleza—. ¿Quién se supone que es Luka?
—Pues... un tipo que vivió hace cuatro siglos con una moroi que inició el movimiento a la creación de la comunidad de vampiros, y...
—V-vale. Detente —gruñó Yoongi, hundiéndose entre las mantas—. Quiero intentar pegar ojo antes de escuchar las batallitas de abuelo.
Jimin exhaló una sonrisa.
—Duerme, pues —murmuró.
Y como su conversación se detuvo ahí, ambos cayeron dormidos en unos minutos más. Pero el dhampir no pegó ojo demasiado, puesto que, a pesar de su cansancio, cada vez que cerraba los ojos sintió miedo. Y no por el lugar donde estaban, o porque se encontrasen lejos de cualquier asentamiento conocido. Jimin sentía pavor por perder a más gente. Las muertes de sus compañeros, su abandono a Namjoon, Jungkook herido... sus ojos se abrieron, incluso recordando la novia que una vez tuvo con diecisiete años. Tess.
Se sentía frío a pesar del calefactor, tenía miedo de estar solo. De volver a correr por aquel bosque sin aliento, huyendo de la incierta muerte.
«Y él, que pensaba que la vida era fácil, cuando aún estaba en la academia».
Las pocas horas de oscuridad que quedaron transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos. Jungkook se despertó, la habitación se encontraba fría, pero el edredón resultaba caliente y su suavidad era reconfortante. Apoyó los codos y se acercó a Taehyung para comprobar su temperatura.
Estaba profundamente dormido, pero al menos parecía que había superado la fiebre. Y como los claros rayos de luz asomaron bajo el visillo, Jungkook se levantó para oscurecer todo lo posible la habitación y así evitar el malestar de su moroi. Sintió el cansancio de sus músculos, sus huesos golpeados y extenuación acumulada mientras estiraba las piernas.
Cuando salió del dormitorio, se topó con Jimin paseando por el pasillo, cuya tarima de madera se dirigía hacia uno de los extremos de la casa, que daba al jardín exterior.
—Chim... —le llamó Jungkook—. ¿Qué tal?
—Ha sido una noche horrible —respondió con voz ronca y brazos cruzados.
—Demasiado corta —concluyó Jungkook.
—¿Cómo está Tae?
—Despertará pronto —dedujo el pelinegro—. ¿Cómo te encuentras tú?
—Bien... supongo... —exhaló—, excepto porque creo que mis piernas van a salir en una dirección, y mis brazos en otra.
Jungkook se rio levemente. Pasó una de sus manos por su cabello oscuro, peinando los mechones hacia atrás seguidamente de un suspiro.
—Seokjin me dijo que podríamos estar aquí lo suficiente como para recuperarnos.
Jimin asintió en silencio, sin poder evitar reparar en todo aquel misterio sobre Luka y el exterior de Daegu.
—¿De verdad crees que este tipo es Luka? —dudó Jimin.
—No sé si es quien dice ser. Sin embargo, creo que alguien como él, que convive entre lobos, sabe lo de mis sueños y el vínculo, y utiliza magia, es lo suficientemente especial como para escucharle —argumentó Jungkook—. Veamos cuál es su explicación.
Cecil apareció al escuchar sus voces, y les ofreció tomar algo como desayuno. Los jóvenes la siguieron con un rugido de tripas, olisqueando el aroma a salchichas y huevos caseros. Se sentaron en una mesa mientras Seokjin regresaba a la casa trayendo una bolsa de legumbres, carne recién cortada y especias para el almuerzo.
—Miraremos esa herida después —dijo Seokjin—. Descansad unos cuantos días, no os preocupéis por los lobos. Son gente pacífica.
—Es la primera vez que conocemos un asentamiento —expresó Jungkook—. ¿N-no será peligroso para nosotros?
Cecil se echó a reír mientras servía la mesa.
—Peligroso, dice —bufó con diversión, regresando a la cocina—. Joven, la mayoría de los licántropos no se encuentran activos.
—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Jimin.
Seokjin se sentó junto a ellos, ofreciéndoles una explicación.
—Sus genes se activan cuando hay demasiados strigoi concentrados en una zona concreta. Es un método de protección familiar, la mayoría de ellos son descendientes de licántropos que jamás se han activado ni han cambiado de fase en su vida. Sólo poseen gran olfato, y cualidades similares a las de un dhampir —explicó—. En este asentamiento sólo hay dos lobos activos, y fue por un incidente que ocurrió años atrás. Ben es uno de ellos, y su hijo mayor, el segundo.
—Oh, vaya...
—Y eso de la luna llena lo llevan bien, generalmente no se ven forzados a cambiar de fase, toman un brebaje que tranquiliza sus hormonas y pasan la noche en casa —concluyó felizmente, sirviéndose unos huevos revueltos—. ¿Me pasáis el beicon?
Yoongi apareció en el salón con un aspecto adormilado. Se sentó junto a los demás para desayunar, mientras Jimin y Jungkook devoraban las salchichas, provocando que Cecil preparase una segunda bandeja repleta de ellas.
—Seokjin —inquirió Jungkook pausadamente—, ¿cuál es esa comunidad ajena a la nosferatu?
Él finalizó su desayuno con tranquilidad, mientras Jungkook insistía en que le prometió dar respuestas.
—Son repudiados —dijo—. El nombre suena peor de lo que en realidad es. He tenido noticias esta mañana de los dhampir que alerté. Se dirigieron a Busan durante la noche, pero cuando llegaron, la guardia real dhampir ya había prendido el edificio para salvar a la ciudad de los neo strigoi.
—¿Han... matado a esa gente...? —murmuró el pelinegro.
—Es una medida drástica, pero efectiva —contestó—. Previene un mayor número de contagios, tal vez la gente a la que yo avisé no hubiera podido hacer mucho más.
—¿Esto pasará desapercibido a los ojos del mundo humano? —dudó Jimin—. Un edificio en llamas que arrasa con la vida de la gente, y un tren completo explotando. Eso sólo implantará la semilla del miedo en la comunidad humana.
Todos guardaron silencio, y Yoongi no pudo evitar pensar en todas las cosas que perdió en su apartamento. Llevaba días sin mirar su teléfono, y a esas alturas incluso sabía que habría perdido su puesto de trabajo.
«¿Querrían los del Knightmare seguir recibiendo sus tiras de viñeta?».
Jungkook miró a Jimin de soslayo, y le hizo un imperceptible gesto con la cabeza, para que se retirasen disimuladamente. Necesitaba hablar con Seokjin a solas de muchas cosas, incluso antes de que ofreciese el resto de sus explicaciones al grupo.
Jimin le entendió, y se levantó con diligencia, ofreciéndole a Yoongi salir un rato. Él lo hizo a regañadientes, pero siguió al dhampir con la intención de tomar algo de aire fresco.
Una vez que Seokjin y Jungkook se quedaron a solas, el joven hombre se levantó y agarró una botella de vino de arroz que sirvió en un par de vasos, como si supiera que irían a hablar de aquello.
—Vino, ¿ahora? —cuestionó Jungkook, recibiendo su vaso entre los dedos.
—Ayuda a calmar la mente, templar tus venas... y relajar los músculos en una fría mañana como esta —argumentó Seokjin, clavando sus rodillas en el suelo, y sentándose serenamente frente a él.
Jungkook comprobó su vaso, mojó sus labios levemente y posó sus pupilas castañas sobre el otro dhampir.
—¿Luka? —comenzó a hablar—. Han pasado cuatrocientos años. Si eres un dhampir, ¿Cómo puedes seguir con vida?
—Annie me salvó la vida, Jungkook —respondió Seokjin, tras tomar un trago—. Ella fue un ángel... mi ancla en esta vida. Cuando se quitó la vida, su bendición llegó hasta mí y el akash me abrazó para que no me desvaneciera.
—¿Heredaste su espíritu?
—Algo así —asintió.
—O sea que, el portador del espíritu puede, ¿regalar su poder a alguien?
—No, no —suspiró, esbozando una leve sonrisa—. Sólo se transmite a través del vínculo, a alguien como yo... o como tú.
—Entiendo, pero, ¿cómo sabías dónde nos encontrábamos? ¿y por qué sabes todas esas cosas de mí? —preguntó Jungkook—. Dijiste que yo fui quien te encontré.
—No eres consciente de tu poder onírico —le dijo, cruzando las piernas bajo la mesa—. Me llamaste, como si prendieses una linterna en la oscuridad. Presentí esa tercera presencia. Hay alguien más que no reconozco, un infiltrado que aparece y desaparece. La primera vez, le detecté en sueños. Pero llevo demasiados años con esto, él no me ha visto a mí... pero a ti...
—¿M-me viste en sueños?
—A veces traspasas la barrera —dijo Seokjin—. Supe de ti hace sólo unas semanas, hasta entonces, sólo vi una luz en sueños. Un fogonazo que me despertó. Por primera vez, en siglos, pensé que era Anna...
—¿Taehyung? ¿presentiste su espíritu?
Seokjin bajó la cabeza y guardó silencio durante unos segundos. Jungkook detectó su dolor y nostalgia.
«¿La amaba después de tantos años?».
—Lo siento —murmuró Jungkook—. Pero, ¿de dónde salió ese fogonazo del que hablas?
—De él, reviviéndote —contestó—. Desde entonces supe que había alguien más. Pero como te digo, no te sentí hasta hace poco. Debiste haber salido de la zona de la que te revivieron.
—¿Qué? —el azabache parpadeó, con el corazón agitándose en el pecho—. Jamás pude entrar en ese plano hasta que llegué a Busan. ¿Qué tiene que ver con...? ¿Por qué ha empezado a ocurrirme todo esto cuando escapamos de Bucheon?
—¿Dónde moriste exactamente, Jungkook?
Jungkook meditó sobre aquello, ubicando el lugar y la carretera mentalmente, como algo imborrable que yacía en su memoria.
—Una carretera exterior de Bucheon, cerca de su ciudad gemela, Incheon —respondió.
—Verás... —Seokjin suspiró levemente—, el destello del akash no sólo deja una marca en el alma de la persona que arrastra desde el otro lado. También deja una marca física en el terreno. Como una huella. Es algo temporal, por supuesto. Debe haber estado desvaneciéndose durante años. Lo llamé «ceguera mística» en mis tiempos. El fogonazo del espíritu ciega tus sentidos, por lo que debes haber ido lentamente introduciéndote en la mente del portador durante varios años, comprendiendo tus habilidades psíquicas mientras la huella se borraba, así como vuestra conexión en sueños.
Jungkook se sintió sorprendido por su acierto. Incluso aquello de los sueños, sólo le ocurrió cuando volvió a palacio. Pero las vivencias físicas, como si se trasladase de cuerpo llevaban algún tiempo acosándole, por no hablar de lo que tuvo que esforzarse a aprender cómo no entrar continuamente en la mente de su compañero moroi.
—Quieres decir, que... al alejarme de las ciudades de Bucheon e Incheon, ¿he recibido todo de golpe?
—Así es. Esa marca sobre el terreno debe haber estado apartando el Otro Lado de tu mente. En el momento que has viajado a la otra punta del país —prosiguió Seokjin—, boom. Las sombras cayeron sobre ti, y no has tenido tiempo para acostumbrarte, y ni siquiera has podido aprender a utilizarlas sin que te perjudiquen.
—Me dijiste que no usase las sombras, porque habías presentido a alguien más —añadió Jungkook—. Pude ver a un antiguo amigo, y me dijo algo muy similar. ¿De qué se trata?
—Oh, así que puedes contactar con muertos —exhaló Seokjin—. Interesante, muy interesante... verás, yo... he visto algo extraño. Y hasta que no descarte mis dudas, sobre si eso es lo que os está persiguiendo. Será mejor que no vuelvas a utilizar las sombras para pelear. Tendré que entrenarte, al menos para que no caigas en ellas cada vez que te quedes dormido.
—Algo más nos está buscando, ¿verdad? —musitó Jungkook—. A mí y a Taehyung.
—No lo sé, Jungkook... pero eso que presentí cuando traté de despertarte, no es como nosotros. Es algo nuevo —reflexionó profundamente—. Y es la primera vez, en siglos, que siento algo tan distinto como esto. Agárrate a tu amuleto, y no pongas en peligro mi hogar, ¿de acuerdo? Este asentamiento es demasiado importante como para atraer a lo que sea que os esté persiguiendo. El quinto elemento es un dulce que todos desearían degustar, quién sabe si obtener a Taehyung, a través de ti, es tu mayor peligro.
Jungkook asintió decididamente.
—No le pondré en peligro. Y a vosotros tampoco.
—Bien, te enseñaré algunos métodos de meditación y relajación mental, para que notes el velo que te separa de eso. Sígueme —expresó Seokjin, levantándose de la mesa—. He estado años lidiando con las sombras, y nunca he utilizado algo tan ingenioso como una piedra encantada. Supongo que Anna no fue tan delicada con su elemento como ese moroi.
Jungkook se levantó, y le siguió hasta el exterior de la casa. Compartió con él algo más de una hora intensiva, en la que Seokjin le habló de cómo concentrarse en sí mismo, hasta encontrar la paz absoluta. Sentándose junto a unos estanques, y entre los árboles, escuchó el sonido de la naturaleza, en el llano y tranquilo asentamiento en el que se encontraban. Seokjin le habló del velo que le separaba a su persona, de su bendición por las sombras. Era como respetar una pared fácilmente de travesar, evitar deslizarse en su interior, detectar la vibración de ese lado. Se le hizo similar a lo que él había practicado a solas para evitar invadir la mente de Taehyung.
Y mientras se relajaron en el exterior, Jungkook se preguntó:
«¿De quién eran esos ojos dorados? ¿Y por qué resultaban tan amenazantes para todos?».
Fuera como fuese, supo que haría lo posible por no volver a caer en aquel plano. No si estaría poniendo en peligro a todos.
—¿Por qué tus poderes del espíritu están delimitados? —le preguntó Jungkook instantes después de finalizar su sesión.
—Huh... he aprendido a utilizar el akash en mi beneficio. La compulsión, con la práctica, aunque sin la perfección con la que la dominaba Anna —respondió enumerando alguno de sus logros—, los pulsos de energía son realmente útiles en combate. Y la clarividencia sólo en mis sueños.
—¿Clarividencia? ¿Puedes ver el futuro? —cuestionó el dhampir, realmente sorprendido.
—Anna podía verlo —contestó Seokjin, caminando a su lado—. Es una facultad complicada, pero nuestro poder onírico, como vinculados, ha complementado bastante bien el trabajo. Así es como apareciste en mis sueños, y cómo supe que había un nuevo portador del espíritu.
—Entonces, tú tocase la mente de Yoongi —exhaló Jungkook—. Le conocías...
Seokjin detuvo su conversación ahí, ofreciéndole una única explicación.
—Que acabaseis con Yoongi sólo ha sido voluntad del destino, Jungkook —pronunció con dureza—. Él no tenía que saber nada de esto. Tenía que estar a salvo...
—¿Por qué lo hiciste?
—Ese asunto sólo nos corresponde a él y a mí —dijo, cambiando ágilmente de tema, para centrarse en algo que consideraba más importante en ese momento—. En todos estos años, sólo he encontrado susurros en ese Otro Lado. Algún fantasma molesto que intentó conversar conmigo, pero nada más lejos. Entonces, apareciste tú, y el akash, emitiendo su resplandor... cuando pude sentirte de nuevo, te seguí mentalmente. Supe dónde os encontrabais en Busan, a pesar del contacto con Park Jimin. Pero debes saber, Jungkook, que yo soy sólo el mandatario. Conozco a Jung Hoseok, pero él sabe poco sobre mí, más que no he envejecido en todos estos años. Sabe que soy un intermediario. Y su auténtica intención es que te escolte a ti y al príncipe Kim al lugar al que debo llevaros. Debéis ocultar el quinto elemento mientras tanto.
Jungkook le siguió en silencio, tan sólo levantando la cabeza para preguntarle sobre algo más.
—¿Cómo era Saint Anna? Ella no nació en el seno de la realeza, ¿no es así?
—Oh, no. Agradecería que omitieses los prefijos nosferatu. Anna era huérfana, su apellido se lo puso ella misma —respondió Seokjin—. El abuso del akash la consumió, hasta acabar con su estabilidad mental. Ella quería protegerlos a todos. Dhampir, moroi, incluso strigoi. El akash en su versión más pura, es un elemento escudo. Pero si se invierte... no tiene límites.
—¿El espíritu puede invertirse? —dudó Jungkook, sintiendo un pálpito molesto.
—Sí. Eso fue lo que terminó con su cordura —dijo—. No pude ayudarla mucho más después de eso. Su mente era... frágil... y nosotros...
Jungkook guardó sus palabras, esperando que terminase su frase. Pero Seokjin no dijo mucho más.
—¿Por qué quería proteger a los strigoi? —continuó Jungkook.
—Creía que podía curarlos.
—Curar, ¿Cómo si fueran una enfermedad? —formuló el joven.
—Bueno, en nuestros mejores años, encontramos un tipo de madera blanca, una muy especial —mencionó Seokjin despreocupadamente—. La única que soportaba una carga del elemento sin fracturarse. La llamamos estaca astral. Anna la encantó tras muchos intentos en otro tipo de maderas, y yo la probé en algunos strigoi que deseaban volver a ser humanos. Trágicamente, todos perecieron. Así que ella se desmoronó cuando les matamos.
—Así que... una madera blanca —reflexionó Jungkook—. Qué curioso.
—Sí. El Akshayavat. El árbol de la vida en India —mencionó—, me llevé unas ramas en nuestro viaje. Una lástima que matase a uno de mis amigos con eso.
Jungkook le miró de soslayo.
«¿Seokjin tuvo un amigo strigoi? —se preguntó el más joven.
Era extraño pensar en algo así, si bien aún se le hacía más extraño pensar en un strigoi con la suficiente conciencia como para desear regresar a su vida humana. Sin embargo, algo le hizo pensar a Jungkook que la eternidad en soledad debía ser horrible, y que Seokjin debía haberse sentido muy solo. Los strigoi eran los únicos que podían transcurrir en el tiempo sin verse afectados por sus efectos.
—Siento tu pérdida. Y también siento que la perdieses a ella —expresó Jungkook con sinceridad—. Has sido inmortal todo este tiempo, ¿sin desearlo?
Seokjin esbozó una leve sonrisa, rebajando el tono de su conversación.
—Anna me dio una oportunidad —le dijo—. Ella siempre pensó que mi vida había estado maldita a su lado. Que yo me sentía obligado de seguirla. Pero, yo también era huérfano. Mi madre era moroi, y la quemaron en una hoguera. En mi pueblo había hambre. Cazaba y robaba para sobrevivir, hasta que la guerra llegó y unos cascotes de iglesia se derrumbaron. Quedé atrapado bajo las rocas, y fallecí. Entre el olor a fuego y pólvora, ella me trajo de vuelta, como un ángel. Salvó mi vida, y me dio una razón para vivir —se detuvo unos instantes, tomando aire—. Ella no me abandonó, Jungkook, me pidió perdón cuando se quitó la vida. Y se fue, regalándome la fuerza del akash para que yo no pereciera. Desde entonces supe que mi vida debía tener muchos más sentidos. Tenía que valer para algo más. No podía suicidarme, por mucho que desease haber corrido tras ella, ¿entiendes?
Jungkook comprendió su profundo dolor.
—No has podido verla en el Otro Lado, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
—No —contestó con seguridad—. Es mejor así. Al menos sé, que no hay una dimensión que la retenga. Y aunque desease reencontrarme con Anna, sabía que apareceríais. Que el ciclo se repetiría. El akash es como un eco, aparece en un alma cada varios siglos, y marca el comienzo de una nueva era, de un cambio. No esperé que naciese en un príncipe moroi, claro.... Estoy seguro de que el destino prepara algo —respiró, posando sus ojos sobre él, detuvo su paseo—. Cuando vi los ojos de Taehyung, supe que esa es una de sus características. Sus miradas son especiales: ojos claros y grandes, preparados para compadecerse de este mundo, y de los demonios que los habitan. Su vibración conectó con la mía. Él me hubiera terminado reconociendo, aunque yo no hubiese hablado.
El dhampir más joven esbozó una sonrisa, por su dulce forma de expresarse.
—Protegeré a Taehyung, no importa qué —dijo Jungkook con una apabullante seguridad—. No dejaré que sufra como ella, ni que el elemento le consuma. Siento decirlo así, pero, sé que él es fuerte. Mucho más fuerte que Anna.
—Lo sé —admitió Seokjin—. No todos los portadores son iguales. Su sangre es de la realeza, y es probable que su brote de akash también sea especial. Legendario. Pero tu coraje no ayudará en nada. Él es el único que controla su propia fuerza, Jungkook, y tú debes lidiar con lo tuyo, que no es poco.
—Bien, confía en nosotros —añadió el joven—. Sólo quería hacerte una pregunta más, Seokjin. ¿O debería llamarte Luka?
Jungkook se dio una breve pausa, arrastrando sus pupilas sobre él. ¿Por qué alguien con tanta sabiduría había desaparecido del mundo? ¿Qué sentido tenía mantenerse oculto? ¿Y por qué aparecía ahora, como un adalid que prometía ayudarles?
—¿Dónde has estado todo este tiempo? —le preguntó al mayor.
—Perdiéndome en este mundo. Viajando, reposando, encontrando lugares en los que quedarme durante no el suficiente tiempo como para sentirme a gusto. He conocido a demasiadas personas, y reconozco que he sido egoísta huyendo del mundo. Me he ocultado bajo una capucha, y he abandonado mis hábitos, mis disciplinas de lucha, mi honor de guerrero, y a aquellos que me querían, por el miedo al tiempo, y a perderles sin que pudiera hacer nada para evitarlo —explicó con el corazón en la mano—. El mundo se ha vuelto más oscuro estos años, pero tú me has llamado entre esa oscuridad. Tu subconsciente me ha buscado, y Kim Taehyung ha nacido con el akash. No dejaré que cometáis los mismos errores que Anna y yo cometimos. Y sea cual sea vuestro bando, Jeon Jungkook, contad conmigo.
Jungkook entrecerró los ojos, se inclinó respetuosamente, agradeciéndole aquellas palabras.
—Gracias, Luka.
—Oh, y nada de Luka, o Seokjin. Llámame Jin, por favor —le pidió con media sonrisa—. Odio las cortesías, me hacen sentirme como un viejo dentro del cuerpo de un joven.
El más joven se rio levemente, y sólo entonces comprendió los ojos de Jin. Ancianos, formados por un telón de cenizas. Innumerables vidas y formas de vivir vistas, miles de estrellas apagarse y encenderse tras las frías mañanas de eterna soledad.
Y una profunda convicción de que él y Kim Taehyung eran el futuro de unas comunidades difíciles de unir. Quizá su destino sería repararlas y unirles a todos, pese a los cientos de cosas que aún no habían conocido.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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