Capítulo 11
Capítulo 11. Hilos de la Verdad
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
La caída de la noche completó su ciclo, mientras los chicos se desplazaban entre la multitud de las calles nocturnas de Busan. Taehyung posó sus ojos sobre L., cavilando en lo familiar que se le hacía su aura, como una vibración que le envolvía.
Cargando con sus pertenencias hacia un destino incierto, cruzaron aceras llenas de gente, luces, locales abiertos, aromas a comida, perfumes mezclados, y el murmullo de los humanos interaccionando. En su trayecto, siguieron las grandes zancadas de aquel hombre, con Jungkook manteniéndose alerta y escudriñando con sus pupilas cada uno de sus gestos, tratando de buscar unas probables segundas intenciones. L. sostuvo una actitud pasiva y serena, guiándoles en el camino. Bajaron por la entrada del metro sintiéndose ajenos a la multitud que les rodeaba, tensos, cansados, esquivando los panfletos de publicidad. Jungkook agarró la mano de Taehyung de forma preventiva, como si pensase que fuera a perderle entre la oleada de personas que tomaban el metro de Busan a esa hora. Se aseguró de que no se alejase de él más de lo recomendable, a pesar de que no se dirigiesen la palabra desde la discusión que mantuvieron por la tarde.
Yoongi reconoció la parada que había tomado miles de veces para moverse por el área metropolitana.
—¿Por aquí vamos a la estación ferroviaria? —preguntó Jimin.
—Sí —respondió Yoongi.
—No debemos acercarnos a Seúl —mencionó Jungkook, mirando de soslayo al desconocido—. Es mejor que nos mantengamos lejos de los asentamientos de la comunidad nosferatu.
—No nos acercaremos, podéis estar tranquilos —aseguró sosegadamente L.
—¿A dónde vamos, entonces? —insistió el dhampir rubio.
El joven hombre no les dijo nada más, y sin abrir boca, Yoongi suspiró profundamente sabiendo que no iba a soltar prenda por mucho que lo intentaran.
—Alto secreto del estado —dijo el humano, dejando una palmadita amistosa en la espalda de Jimin—. Requiere de un nivel más de reputación, señor agente.
Cuando tomaron el metro, colocándose de pie y alerta en uno de los rincones cercanos a las puertas de salida, Taehyung emitió un jadeo, doblándose levemente.
—¿Estás bien? —le preguntó Jungkook en voz baja, pasando un brazo por su espalda.
—S-sí...
—Es mi culpa —mencionó Jimin, acercándose preocupado—. Lo siento.
—No. No lo es —negó en rotundo el moroi.
Taehyung y Jimin comenzaron a conversar en voz baja, mientras Jungkook se hacía a un lado. Sus ojos se posaron sobre el desconocido detenidamente, hasta que sus iris grisáceos se encontraron con los suyos. Él desvió la mirada, sintiéndose algo extraño.
Yoongi estaba tan en silencio como él, preguntándose mentalmente por qué les había pedido a sus amigos ceder en todo aquello.
En unos minutos más de silencio, llegaron a la estación de Busan, y en la misma zona subterránea compraron los pasajes y se embarcaron en un tren de alta velocidad. Tomaron un compartimento donde dejaron sus pertenencias, y se dirigieron conjuntamente al vagón restaurante. Compartían el cansancio y el hambre como bandera.
Taehyung se sentó en una mesa con un único compañero a su lado, Yoongi. Jimin se dirigió a pedir algo que cenar mientras tanto. Por otro lado, Jungkook se movió como un felino inquieto, incapaz de tomar asiento. Taehyung le miró en varias ocasiones, notando el distanciamiento mutuo. Ni una mirada en común, a pesar de haber agarrado su mano durante todo el trayecto hasta el tren, y poco más que una pregunta para asegurarse de su estado. No creía que Jungkook estuviera enfadado, pero hasta el momento se mostró como un témpano de hielo.
Jungkook se acercó a L., tomando su espacio en solitario junto a la barra del bar. Se sentó en el taburete contiguo fingiendo desinterés, y pidiéndose una bebida alcohólica. Mientras Jimin agarraba un par de platos con bocadillos especiales, y se los llevaba a la mesa situada en el otro extremo del vagón, apenas se miraron de soslayo.
—¿Es moroi? —dudó Jimin en voz baja, dejando la cena sobre mesa.
—No tengo ni idea —contestó el humano.
—Yoon —suspiró el dhampir—, ¿a qué venía lo que dijiste de él? Para no tener ni idea, casi nos has arrastrado.
Él se humedeció los labios, y tomó uno de los bocadillos, volvió a percibir aquel molesto pálpito mental ubicado en el centro de su borrosa laguna mental.
—No estoy... seguro... se me hace familiar.
—No lo es —respondió Taehyung, atrayendo sus miradas—. No es moroi. Es dhampir, su olor es mortal. Como el vuestro.
—¿Se te hace familiar? —cuestionó Jimin dirigiéndose a Yoongi—. ¿Le conoces?
—¿Yo? N-no... es...
—A mí también se me hace familiar —intervino Taehyung—. Es como una...
—Vibración —respondieron Yoongi y él al unísono.
—Genial —ironizó Jimin—, pues yo no siento nada. Pero confío en vuestras sensaciones, aunque si os equivocáis con esto, primero, estamos jodidos; y segundo, Jungkook se va a poner como una fiera. No me responsabilizo.
—Bueno, es tu contacto, ¿no? —mencionó Taehyung—. Se supone que es a quien estábamos esperando.
—Sí, pero esperaba que nos explicase algo más en vez de... todo este misterio —dijo Jimin—. Además, ¿cómo nos ha encontrado en el motel? Ni siquiera me preguntó por nuestra ubicación primero.
Los tres se sintieron lo suficientemente confusos como para apartar el tema temporalmente. Intentaron cenar los sabrosos bocadillos y probaron sus bebidas llenando sus estómagos, sin poder evitar notar la falta de Jungkook. Después de la cena, Taehyung fijó sus ojos en él, entre aquellos metros. Seguía al lado de L., tomando algo en un riguroso silencio.
—Me quedaré aquí —se ofreció Yoongi cuando se levantaron—. Iros a descansar, regresaré más tarde al compartimento.
Taehyung dudó brevemente, pero Jimin le agarró del brazo sintiéndose convencido.
—Estaremos allí... —dijo el dhampir—. No os demoréis.
Saliendo del vagón restaurante, buscaron el compartimento de su vagón y se introdujeron en él. Taehyung se sentó sintiéndose muy cansado. Escurrió su espalda en el asiento, hundiéndose levemente mientras se cruzaba de brazos. En el silencio compartido, Jimin se sentó frente a él, resopló e intentó cerrar los ojos tras patear con la punta de sus botas el equipaje.
—¿Ha ocurrido algo entre Jungkook y tú? —preguntó esporádicamente, fijándose en el exterior oscuro a través de la ventanilla—. Estáis distantes desde que Yoongi y yo fuimos a su apartamento.
Taehyung sintió un molesto pálpito en el pecho. Giró la cabeza para observar su perfil con unos iris claros y perdidos.
—No es nada —murmuró, restándole importancia.
Jimin agarró uno de los bolsos de ropa, y lo usó como almohada, tumbándose en el sillón frente a él.
—O sea que... habéis discutido —emitió mirando al techo, bostezando y estirando los brazos para después flexionarlos tras su coronilla.
—Jungkook ha discutido él solito —dijo Taehyung—. Eso es todo.
—Oh, huh —expresó Jimin, cerrando los párpados—. Típico de él. Pero sigue siendo lo mejor que tenemos, ¿no? Nuestro león-Kook.
Taehyung guardó silencio durante unos largos segundos. Tantos que, Jimin casi se quedó dormido en lo que el moroi decidió reproducir con palabras lo que estaba revolviéndose en su pecho.
—Para ti... ¿Jungkook es lo mejor que tienes? —preguntó humildemente.
Jimin abrió los ojos y clavó sus iris oscuros sobre él, descubriendo una expresión que no esperaba para nada.
—¿Perdón? —pronunció con perplejidad—. ¿A qué te refieres?
El moroi se humedeció los labios, sintiéndose algo introvertido.
—Que... tú... ¿tú amas a Jungkook?
Jimin casi se atragantó con su propia saliva. Bufó una risita descarada, y se pasó la lengua por los dientes como si creyera que Kim Taehyung era un buen humorista.
—Taehyung, amo a Jungkook, pero no como para meterlo en mi cama, créeme —explicó con diversión, lentamente serenándose en un tono más grave—. Él es como mi hermano. No tengo familia. Bueno... le tengo a él...
Taehyung se mostró levemente ruborizado, tomó aire intentando no sentirse muy estúpido por preguntarle eso. Había índices de que Jimin no le quería de esa forma, pero él siempre se sintió personalmente aislado de aquella química amistosa, envidiando sanamente una hermandad que jamás pudo igualar.
«Claro, que quizá era porque Jimin y Jungkook eran dhampir, y habían estado revolviéndose como cachorros desde pequeños».
—Y Jungkook es... genuinamente puro —pronunció Jimin, mirando al techo—. Cuando le conocí en la academia de Incheon pensé que era un idiota más. Pero la verdad es que le envidiaba en secreto.
—¿Le envidiaste?
—Sí —respondió sin tapujos—. Porque era un recién llegado, y casi todo el mundo le reconocía por su apellido. Era ingenuo y no conocía nada de la comunidad nosferatu, pero, de alguna forma, tenía un objetivo muy claro. Tú.
Taehyung parpadeó, y se sintió sorprendido por aquella mención mientras Jimin continuaba:
—Con sólo 12 años ya estaba comprometido con el gran apellido de tu familia, y él siempre se esforzaba por no quedarse atrás, por mejorar entre los novicios —dijo pausadamente—. Al principio le costó trabajo coger el ritmo, pero después, nos destronó al resto sin compasión. Se convirtió en el mejor mientras Seojun estaba demasiado ocupado como para hacerle caso, Hyun Bin se la jugaba en cada clase, y Mingyu y yo le mirábamos en la distancia. Por eso le envidio. Porque estuvo sólo durante años, y, sin embargo, jamás creyó que no iba a alcanzar algo por lo que tanto luchaba. Jamás se rindió, ni aunque su cuerpo acabase exhausto.
El dhampir se detuvo unos instantes, como si razonarse algo más en su mente.
—¿Sabes...? El día en el que llegaste a la academia, sus ojos cambiaron —continuó Jimin, sumergido en una nube de recuerdos—. Ya lo habían hecho tras el accidente de ese verano. Quizá es por eso que dicen que, vivir una experiencia cercana a la muerte te cambia, pero él siempre tuvo esa mirada contigo. Sabía que estaba enamorado, y no sabes el miedo que sentí mientras esperaba a que madurase lo suficiente como para que se diese cuenta de lo peligroso que era —suspiró con aflicción—. Es realmente frustrante ver como la persona a la que más quieres está dispuesta a joderse la vida de esa manera. Quise culparte, Taehyung. Créeme... pero no pude... así que le culpé a él porque soy tan testarudo como el propio Jungkook.
—Jimin... —pronunció el moroi—. Lo siento. Y-yo... jamás pensé que...
Jimin le miró de soslayo.
—Hmnh —emitió lentamente—. Bueno, no es como si Kook fuera un libro abierto. Él sólo habla de sus sentimientos cuando le empujas hacia el borde de un precipicio. Así de idiota ha sido siempre.
—Quiero ser parte de tu familia, como Jungkook —confesó Taehyung—. Y quiero que sientas que tú eres parte de la mía.
Jimin se incorporó lentamente al contemplar cómo sus ojos se empañaban.
—Tae, eres parte de mi familia —le dijo con dulzura—. Jamás lo he dudado, lo siento...
Taehyung se levantó del asiento y se inclinó frente a él, tomando una de sus manos.
—Escúchame, Jimin. No importa que no tengamos un vínculo, o no existiese un compromiso, o un contrato —dijo el moroi—. Eres mi amigo, y eres parte de mi familia. No te dejaré atrás.
Jimin esbozó una sonrisa, y abrazó a Taehyung.
—Sé que no necesitamos un estúpido trozo de papel que lo confirme —expresó—. Que le jodan a la ley nosferatu, Tae. Siempre estaré con vosotros.
Taehyung le estrechó con emoción sintiéndose reconfortado.
—No llores —le ordenó Jimin, con un quejido—. Porque entonces, Jungkook me va a querer lanzar por la ventanilla de una patada en el culo.
El moroi se rio alegremente, limpiándose las lágrimas a la par que Jimin.
—Perdón —se disculpó—. Mejor hablemos de otra cosa.
Taehyung se incorporó y se sentó repantingado a su lado, cruzándose de brazos.
—Sí... —suspiró el dhampir, con cierta diversión—. Mejor dime lo primero que se te pase por ese brillante cerebro moroi.
—¿Te gusta Yoongi?
Jimin estuvo a punto de atragantarse por segunda vez, hasta el punto de inclinarse sobre sí mismo y toser exageradamente.
—P-pero, ¿¡qué dices!? —soltó frunciendo el ceño.
—Chim, ¿estás bien? —su compañero pestañeó ingenuamente—. ¿Qué ocurre?
—¿Por qué no dejas de preguntarme por mis gustos amorosos? —le increpó Jimin con fastidio.
—¿Oh? Me refería a que si te cae bien —aclaró Taehyung—. He visto que habéis congeniado. Además, luchasteis juntos en su apartamento, ¿no es así?
El dhampir se pasó una mano por el cabello, sintiéndose sofocado.
—Huh, e-es eso. Sí. Claro que sí —resopló nervioso—. Es un buen tío.
Taehyung sonrió, afinando su mirada.
—Uh, ya —musitó.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Yoongi se acercó a la barra, levantó un dedo pidiéndose un whiskey para sí mismo, mientras el bar se vaciaba lentamente de la gente que regresaba a los compartimentos tras una agradable cena. Sentándose al lado de Jungkook, escuchó el inicio de un buen intento de conversación con L.
—¿Eres del ministerio? —preguntó el pelinegro—. No te ofendas, pero, ya no confiamos demasiado en...
—Sé que os están buscando —intervino el hombre dhampir—. Sé que no estáis en las mejores condiciones, y, sé que quien es el moroi que os acompaña. Pero debéis mantener vuestra guardia, esto no ha acabado hasta que lleguemos a puerto seguro.
Un silencio se extendió entre ellos.
—Lo que ha ocurrido en Busan es solo el principio, si son capaces de infestar un edificio de inocentes con tal de acabar con vosotros, quién sabe... —masculló lentamente, tomando un trago y posteriormente mirándole de soslayo—. El grupo con el que yo he contactado llegará mucho antes que los auxilios de la comunidad nosferatu. Ellos se encargarán mejor de los neo strigoi, y si alguno de ellos mantiene su conciencia y humanidad... podría salvarse. Tal vez incluso aún queden humanos ahí dentro.
—¿De qué grupo hablas? —Jungkook se sintió aturdido por sus palabras—. ¿Existe una organización que contemple la compasión por la raza strigoi? La comunidad nosferatu quemaría el edificio entero para erradicarlos, pero tú hablas de...
—¿Misericordia? —formuló el otro—. La esperanza es lo último que se pierde, Jungkook. Son seres vivos, aunque a veces difíciles, y puede que majestuosamente inhumanos y crueles.
—Son seres sin alma... sin humanidad —rebatió el menor en un susurro—. ¿Por qué deberíamos sentir misericordia por ellos? Sólo llevan la falsa máscara de un rostro que una vez fue inocente.
—Sus mentes se encuentran perdidas entre la tormenta —defendió con serenidad—, pero permanecen dentro de la persona, esperando a no sentirse tan sobrecogida por sus nuevos sentidos, como para recordar lo que una vez fueron en sus vidas humanas. Quizá sus corazones sean fríos por naturaleza, pero todo ser ansía agarrarse a algo, por mínimo que sea. A alguien. A una emoción humana que arroje la suficiente luz como para mantener la cordura.
Yoongi recibió su copa sobre la barra, y posando sus iris almendrados sobre L, se preguntó: «¿Qué tipo de emoción humana arrojaba la suficiente luz, cuando la oscuridad se hacía con el alma de esos seres?».
—¿Cuál? —preguntó con voz grave.
L. le miró unos segundos con unos iris tan grises como el ojo de una tormenta.
—El amor, por supuesto —respondió con suavidad—. Es lo único que nos salva a todos... y también a ellos...
Jungkook se inclinó sobre la barra, con la mirada perdida en su vaso casi vacío.
«¿El amor lograba que un strigoi mantuviera su humanidad? —se preguntó mentalmente—. ¿Podía lograr que sus mentes se sostuviesen entre la oscuridad de su incontrolable sed? Tal vez era demasiado romántico, pero algo le decía que aquellos strigoi del párking tenían aspecto humano por eso».
Yoongi sintió un pinchazo que atravesó su pecho, y sin poder evitarlo, insistió en su pregunta.
—¿Quién eres? Te conozco, ¿no es así?
Jungkook supo que no iba a responderle. No todavía. Sin embargo, ahora que había logrado iniciar una conversación con L., pensó en su mejor carta para tratar de orientar la conversación hacia otro lado.
«Un grupo exterior a la comunidad nosferatu, ¿que actuaba con una distinta ideología? —pensó—. ¿Por qué no conocía nada como eso?».
Él había sido instruido severamente en una serie de normas e ideales. Todo lo que había conocido lo creyó como cierto, como algo incuestionable. E incluso enamorarse de Taehyung le había hecho sufrir por saber que estaba saltándose los límites morales. Pero, ¿y si ya no creía en esos límites? ¿Y si estaba comprendiendo lo reprimido que había sido su raza? ¿Y si algunos strigoi también fueran... distintos a lo que pensaba?
¿Existía un grupo de gente ajena a la comunidad nosferatu? ¿Sin peldaños entre dhampir y moroi? ¿Sin jerarquías?
—Disculpa, pero, ¿A dónde vamos? —preguntó Jungkook, atrayendo la atención de su compañero.
Él suspiró lentamente, esbozando una débil sonrisa. Casi como se sintiera algo forzado a tomar aquella dirección en su destino.
—A Daegu.
—¿Daegu? —repitió Yoongi—. ¿Qué hay en Daegu?
—Lo entenderéis más adelante. Nos quedaremos en los exteriores de la ciudad —contestó el joven hombre—. Deberíais descansar mientras tanto.
—¿De qué conoces mi nombre? —disparó Jungkook—. ¿Cómo nos has encontrado?
L., se mostró levemente divertido, y dentro de aquellos ojos grisáceos e imperturbables le miró con curiosidad, reconsiderando sus inevitables maneras de interrogarle.
—En realidad, tú me encontraste —contestó.
—¿Qué...? —respiró Jungkook—. ¿Yo?
—Sí. Tú —dijo con voz clara, girándose en su dirección sobre el taburete—. Tus poderes oníricos son fuertes, a pesar de que no sepas ni siquiera cómo controlarlo.
Jungkook se quedó sin aliento.
—Pero deberías tener cuidado... he sentido algo —prosiguió—. A alguien, en el Otro Lado. No estoy seguro de cómo te rastrea, quizá comparte algo contigo, un vínculo filial, o...
El dhampir más joven se sintió perdido en aquel argumento. «¿De qué estaba hablando?».
—¿Tú eres el que trató de despertarme?
L., extendió los dedos, y eventualmente, tiró con gentileza de la plateada cadena que había bajo su cuello, sacando de la camiseta de Jungkook el amuleto lunar. Lo miró como si reparase en ello. El hombre llevaba un rato escuchándolo tintinear en sus oídos, como si reconociese el elemento escondido bajo su camiseta.
—Curioso. Qué sutil forma de usar el elemento, como aguja y dedal —dijo acariciándolo entre un par de dedos—. Taehyung es... ingenioso... tiene talento.
Jungkook se distanció, agarrando el amuleto entre sus dedos y apartándose del joven hombre.
—¿Qué sabes tú del quinto elemento? —preguntó con desconfianza.
—Jungkook, la única forma de que las sombras no te devoren, es formar parte de ellas —expresó mirándole a los ojos—. Yo necesité años para controlarlo, y con el tiempo, podrás hacerlo sin ayudarte de un amuleto.
—Sabes lo de Taehyung, lo de las sombras y mis sueños... —masculló Jungkook, levantándose del taburete y enfrentándose a él con decisión—. Ya está bien, L. ¿Quién eres? ¿Cuál es tu nombre, y a donde nos llevas? No te acompañaré a Daegu sin una explicación, jamás expondré el elemento de mi moroi, ni...
Un fuerte temblor sacudió el vagón restaurante, haciendo que casi cayeran al suelo. Jungkook se agarró a la mesa con los dedos, y Yoongi casi se escurrió del taburete sintiéndose perplejo. Las luces del vagón parpadearon, desapareciendo durante unos segundos y volviéndose a encender inmediatamente.
El hombre que trabajaba en la barra levantó la cabeza.
—¿Qué demonios? —exclamó, acercándose a ellos—. Debe haber sido algún problema en la vía, supongo. Espero que no afecte al trayecto.
—¿Problema en la vía? —exhaló Yoongi—. Algo me dice que es mucho peor.
Jungkook se llevó una mano al cinturón, recordando que sólo tenía una estaca. Las voces de los vagones llegaron a sus oídos, cuando varios gritos se elevaron en tono agudo.
—¿Q-qué...?
Un segundo impacto aterrizó sobre el techo del vagón restaurante, hundiendo la capa metálica sobre sus cabezas.
—Debe ser un desprendimiento —dijo el camarero con una gran inquietud—. Iré a avisar a mantenimiento.
Jungkook giró la cabeza, fijándose en las ventanillas. Acababan de entrar a un túnel, y no se veía nada más que oscuridad. No era un desprendimiento de montaña.
—No lo es —dijo L., levantándose junto a ellos—. No puedo creer que estén controlando las salidas de la ciudad.
—¿Qué? —exclamó Jungkook—. ¿Quiénes?
La trampilla del techo se abrió en mitad del vagón restaurante, y de ella, cayeron varios strigoi vestidos de ropajes oscuros. Sus pupilas dilatadas se clavaron sobre ellos, provocando una sacudida en el corazón de Jungkook.
—¡Strigoi! —gritó Yoongi.
El humano de la barra gritó en el mismo instante que estos les mostraron sus dientes, lanzándose hacia los chicos. Jungkook sacó su estaca y embistió a uno con un estacazo en el abdomen, rodando posteriormente por el suelo e incorporándose en una posición de pelea.
Los demás strigoi se esparcieron por el vagón, atacando a cada uno de ellos. Jungkook se movió con agilidad, esquivando las garras de las bestias, y perdiendo la cuenta de cuantos enemigos acumulaban. Los gritos provenientes de otros vagones le hicieron reparar en que el tren completo estaba siendo atacado. Y Taehyung y Jimin se encontraban separados de ellos.
El camarero se escondió bajo la barra entre gritos, atrayendo a un strigoi ansioso por desgarrar su garganta. Con halos rojizos y gran olfato, se acercó a él como un felino, se asomó tras la barra con una sonrisa perversa.
Pero Yoongi agarró un taburete y se lo lanzó sobre la espalda, atrayendo por completo su atención.
—Eh, tú, ¡cara limón! —vociferó con chulería—. Hoy no es tu día, de hecho, nunca es tu día. A vosotros os va más la noche.
El strigoi le miró con ojos inyectados en desprecio. Y mientras su ceño se fruncía deformando por completo su rostro demoníaco, Yoongi retrocedió rápidamente, tratando de buscar algo con lo que protegerse.
—Vale, no tienes sentido del humor. Lo capto —apreció usando su buena labia—. No pasa nada, a algunos les pasa, es humor para inteligentes.
Yoongi se fijó en que Jungkook estaba demasiado ocupado peleando contra dos strigoi a la vez, como para socorrerle. Y mientras L., mataba a otro strigoi arrancando su estaca con clase, volvió a dirigir sus pupilas a su propio adversario, adivinando que estaba solo.
Su subidón de adrenalina se acompañó con el bufido de la criatura. Él salió disparado hacia la barra y saltó sobre ella apoyándose con un brazo. Buscando la manguera de cerveza fresca, abrió el grifo y lo dirigió hacia el strigoi como si fuera una pistola.
«Sí. Sólo era cerveza. Pero su plan era tan bueno como ese líquido de los dioses».
—Bueno, qué, ¿te pongo una ronda? —se ofreció antes de apretar el gatillo.
El strigoi se lanzó sobre él, y Yoongi hizo su movimiento maestro apretando el puño de su anillo helado. La presión de la cerveza que salió disparada hacia el strigoi, se congeló en el aire, golpeándole afiladamente con miles de puntillas heladas.
No hirió al strigoi, pero le desconcertó lo suficiente como para cegar sus ojos. Yoongi bajó rápidamente de la barra dándole las gracias mentales al tal Kim Namjoon y su joyita de anillo.
Se inclinó mirando al humano asustado, y tocó su hombro.
—No se mueva de aquí y cierre la boca —le ordenó con valía.
Al otro lado del restaurante, L. le buscó con la mirada, y se encargó del strigoi que les amenazaba velozmente cuando ubicó la posición de los dos humanos. Sus ojos y los de Yoongi se encontraron a unos metros de distancia.
—Por qué han tenido que traerte... —gruñó L., desconcertando aún más a Yoongi—. Maldición...
Mientras tanto, Jungkook recibió un corte en uno de sus muslos, sus jadeos se incrementaron hasta que una fina capa de sudor le envolvió. Con la estaca en mano y su daga helada en otra, luchó contra los vampiros incesantemente. El vagón se sacudió con violencia entonces, y la puerta del restaurante se abrió de par en par, mostrando a más enemigos.
Entre las llamas boreales y la sangre, un strigoi se abalanzó hacia Jungkook. En el pasillo del vagón continuo vio cadáveres humanos, el suelo enmoquetado manchado del color escarlata, y los gritos de cientos de personas tratando de encerrarse en los compartimentos.
El tren salió del túnel y el cielo oscuro y campo abierto acarició las ventanillas.
Jungkook esquivó los ataques de varios vampiros más, liberando un fuerte jadeo. Se mantuvo de cuclillas en el suelo, apoyándose con una mano y observando la escena.
«Eran demasiados —pensó—. Estaban arrinconados».
—¡Jungkook, Jungkook! —los gritos de Yoongi llegaron a sus oídos.
Giró la cabeza detectando el peligro y corrió hacia Yoongi, con la estaca en su mano. La velocidad del viento penetró en sus huesos, saltando sobre una mesa e impulsándose en ella, aterrizó con ambas piernas sobre la espalda del strigoi que le amenazaba. Con un preciso golpe, atravesó su carne, justo por bajo del omóplato.
Jungkook rodó hacia atrás, y su estaca se deshizo en sus manos. Yoongi se apartó rápidamente del cuerpo strigoi, que estalló en brillantes y cegadoras llamas.
Sin más estacas elementales, los dedos del dhampir fueron a parar sobre la granada de verbena en su cinturón.
—Yoongi, detrás de mí —le gritó, arrancando la anilla con los dientes.
La lanzó contra el suelo, provocando la familiar explosión pulverizante de verbena. Todos los strigoi gritaron y se retorcieron.
—Tenemos que salir de aquí —jadeo Yoongi, agarrando su codo.
—Estoy sin armas.
—¡Jeon!
L. llamó su atención, lanzándole una estaca que el azabache atrapó con una mano ágilmente. El arma portaba una empuñadura muy diferente, pero vibró y se iluminó entre sus dedos con unas runas en forma de estrella. Jungkook compartió una mirada cómplice con el otro dhampir. L. se lanzó hacia los strigoi más desprevenidos, sin embargo, Jungkook se encontraba demasiado agotado como para seguir su ritmo. Eran demasiados, estaba herido, llevaba más horas de las recomendables con aquel dolor físico.
Y con una nueva arma en su mano, supo que «tenía que volver hacerlo».
Jungkook introdujo su mano en su camiseta y tiró de su amuleto. La piedra palpitó en sus dedos, mientras las tinieblas se acercaban a él a una velocidad nunca antes conocida. En décimas de segundo, se encontró de pie entre aquella niebla.
Las sombras eran sus aliadas, a pesar de todo.
«Bendecido por la sombra».
Sus iris oscuros se iluminaron de ascuas, mientras sus adversarios se presentaban nítidamente en el contraoscuro de ese Otro Lado. El tiempo se ralentizó para Jungkook, desplazándose entre la marea oscura, y asestando otro preciso estacazo, un segundo golpe, un rápido esquive, desvaneciéndose entre las sombras y evadiendo los golpes de sus enemigos.
Entre el polvo brillante de los cadáveres de strigoi y las llamas que les devoraban, agarró la daga helada de nuevo, y la lanzó contra uno de los que se acercaban a Yoongi, insertándola en su pecho.
—¡¡Ghhhsss!! —el chillido se detuvo cuando la daga congeló su pecho y garganta.
Yoongi perdió su aliento, movió los ojos en dirección a la sombra en la que Jungkook se convertía, la cual a veces le mostraba envuelto entre nieblas, y otras veces le desvanecía ante él como si cambiase de fase.
—B-buen lanzamiento, tío —jadeó—. Vas a tener que enseñarme a lanzar cuchillos.
Jungkook se materializó y mató al strigoi con soltura, pateando el cuerpo lejos de ellos.
Los susurros del Otro Lado se clavaron en sus oídos precipitadamente, y el dhampir se inclinó liberando un quejido.
—¡Cuidado! —gritó L. al otro lado del vagón restaurante.
Un strigoi se movió a gran velocidad hacia el dhampir, y en lo que hubiera sido un golpe donde agarraría su cabeza entre las uñas sin que Jungkook tuviera tiempo para reaccionar, un brillante resplandor empujó al strigoi hundiéndolo contra la pared.
Jungkook jadeó sonoramente, levantó la cabeza sintiéndose aturdido y posó sus iris castaños y llenos de ascuas sobre L. Su mano se encontraba extendida, y sus dedos, se apagaron allá donde la luz emitió el pulso que le había salvado la vida.
«¿Magia? —pensó Jungkook—. ¿Un dhampir? Imposible».
L. se introdujo en el mismo plano espacial que él, y acercándose a él entre las sombras, con las mismas ascuas brillantes haciéndose paso en sus pupilas, le ofreció su mano, para que se incorporase.
Jungkook la tomó, y después él se miraron, mientras los susurros se alejaban su cabeza.
—Luchemos juntos —le pidió el joven hombre—. ¡Vamos!
El dhampir reparó en sus enemigos, percibiendo que eran una completa docena. Debían unirse muy bien para matar a tantos, sin morir en el intento.
—¿Parabatai? —masculló Jungkook, ofreciéndole su método más efectivo—. ¿Cuál es tu rol?
—Sígueme —asintió L. sin miramientos—. Llevo más tiempo que tú en esto.
Y sin dudar de él (por mucho que lo hubiese hecho instantes antes), Jungkook y L. atacaron al resto de strigoi ferozmente. Jungkook siguió sus movimientos como si los adivinase, mezclándose con él entre las sombras y desapareciendo ante los ojos strigoi. Ellos se replegaron hacia atrás con perplejidad, y tanto Jungkook como su compañero se llevaron sus vidas por delante. Desgarrándoles, hiriéndoles.
L. volvió a emitir un fuerte pulso de luz, que empujó a dos strigoi más que intentaban atacarles por las espaldas, portando unos peligrosos puñales en sus manos.
Sus estacas ardieron en llamas tras consumir las cargas elementales, y entonces, cuando Jungkook supo que no darían mucho más de sí, sintiendo su respiración arañar sus propios pulmones, perdiendo el sentido de la realidad por el cansancio, el fuerte bombeo de su corazón en sus oídos, y sus heridas, escuchó el eco de un chirrido que se extendió hasta las yemas de sus dedos.
Él se inclinó entre temblores, observando cómo las tinieblas se deshacían. Presenciando como los strigoi recibían el pulso más letal que hasta entonces hubo visto, consumiéndose como rosas secas, deshaciéndose en polvo de diamante que tan sólo el viento barrería. Se inclinaron apretando los párpados, gritando mientras sus gargantas se deshacían. Jungkook reconoció el resplandor de aquellas alas en la oscuridad de sus sombras. Alas que consumieron a los strigoi que quedaban como si fueran trozos de fino papel, arrasando con los centímetros de aluminio de las paredes del vagón, y derritiendo parte del techado como consecuencia.
Luz pura, como la de una estrella, con la misma fuerza y pureza que la de una enana blanca. Inagotable, inalterable, tan poderosa como para controlar a todos los elementos.
Cuando sus alas se desvanecieron, sus pupilas encontraron al ángel que se apagaba entre la oscuridad, mientras sus alas de la quinta esencia se replegaban en su espalda.
Taehyung dio unos pasos hacia ellos, mientras su hemorragia nasal corría en un fino hilo hasta su barbilla. Sus rodillas flaquearon, y sus piernas cedieron, desvaneciéndose hasta caer al suelo.
Jimin se agachó tras él rápidamente.
—¡Taehyung, Taehyung! —exclamó, mirándoles seguidamente con un terrible desconcierto.
Jungkook sorbió el aire con fuerza, y metió la mano en su bolsillo volviendo a tocar la piedra lunar para estabilizarse. Se la colgó lentamente, mientras Yoongi corría hacia Jimin y el moroi como si pensase que no iba a volver a verles.
—¿Estáis bien? —les preguntó—. Jimin...
—Estoy desarmado. Taehyung insistió en regresar a este vagón...
—Ten —L. le ofreció la última estaca de su cinturón—. Cargad con el moroi, saldremos de aquí ahora.
—¡Seguimos en marcha! —exclamó Yoongi, observando los trozos de aluminio destruido.
Los alrededores avanzaban a gran velocidad, regalándoles fuertes ráfagas de viento.
—Entonces, saltaremos en marcha —concluyó L. con dureza.
Jungkook se incorporó lentamente. Estaba tan herido como L., sucio, y envuelto en sudor y sangre. Pero no había tiempo para detenerse.
—¿Eres moroi? —preguntó Jimin—. Te he visto hacer eso de...
—No —intervino el azabache, acercándose al grupo e inclinándose junto a Taehyung para cargarle—. Esa forma de pelear... es un dhampir veterano.
—Pero ha usado magia —insistió su compañero—. ¿Cómo lo has hecho?
—Tienes el espíritu —argumentó Yoongi, mirando directamente a L.—, y no sólo eso...
—¿Qué? —soltó Jimin.
Jungkook y él se miraron de soslayo.
—El akash —mencionó L. pausadamente—. Sí. No soy moroi, soy dhampir. Y no es mi elemento, sólo me lo han prestado. Fui el guardián de alguien en el pasado, compartiendo el mismo vínculo que unió a Jeon Jungkook con el nuevo portador del espíritu en esta era.
Jungkook se levantó y se aproximó a él, con unas llamaradas intensas en sus iris. Sus ojos castaños se volvieron duros, su corazón latió bajo su esternón, susurrándole la respuesta que hasta entonces no pasó por su cabeza.
—¿Quién eres? —preguntó en voz grave—. ¿Cuál es tu verdadero nombre, L.?
El hombre entrecerró su mirada de iris ceniza, conociendo que no podría guardar mucho más el secreto de su identidad. Todos estaban cansados, necesitaban respuestas para seguirle, y para comprender que él era alguien de confianza.
Tal vez un poco más de lo que esperaban.
Kim Taehyung y Jeon Jungkook necesitaban saber más sobre el espíritu.
Min Yoongi merecía saber la verdad sobre su pasado.
Y Park Jimin... bueno, Park Jimin iría a patearle el culo, si no respondía rápido.
—Mi nombre es Kim Seokjin —contestó.
Yoongi se sintió removido, recordando y olvidando al mismo tiempo su nombre, cada vez que pestañeaba, como si se encontrase grabado bajo sus párpados.
Le conocía. Claro que le conocía. Pero le había olvidado. Y mientras sus emociones luchaban por desenterrarse dentro de su pecho, mil preguntas se clavaron en su corazón, deseando recriminarle por qué le había abandonado.
«¿Por qué, Seokjin? ¿Por qué?».
—¿Quién? —dudó Jungkook, sin reconocer su nombre—. Pensé que empezaría por L.
—Oh, es cierto —añadió Seokjin, despreocupadamente deshaciéndose de su capa—. Casi lo había olvidado. La comunidad nosferatu registró mi nombre europeo en vuestros libros. Quizá vosotros me reconozcáis mejor como... Luka.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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