Capítulo 10
Capítulo 10. Al Límite
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jimin empujó el pecho de Yoongi con una mano, lanzándole hacia el otro lado del salón. El chico cayó patosamente de espaldas, viéndose desorientado por momentos. El dhampir detuvo el mordisco de la strigoi con su antebrazo, gracias a los guantes de protección que impidieron la entrada de sus colmillos. Él clavó la estaca en su hombro y pateó su estómago para desestabilizarla. La mujer strigoi gritó, salpicándole con un montón de sangre.
Ella se hizo hacia atrás velozmente, focalizando su atención en Jimin como su más peligroso enemigo. Su estaca vibrante se iluminaba en destellos blanquecinos entre sus dedos, mientras él se desplazaba preparándose para su ataque. Las manos de la anciana se transformaron en afiladas garras lentamente, le atacó en una segunda embestida, tratando de estrangular y arañar al dhampir, hasta lograr trepar sobre el chico. Jimin jadeó bajo su agresor, mientras Yoongi se levantaba para buscar algo con lo que ayudarle.
Se vio paralizado en unas décimas de segundo, descubriendo que no tenía nada a mano con lo que atizarle.
«El bate de béisbol —pensó, sin encontrarlo por ningún lado— ¡Maldición!».
Escuchando el jadeo ahogado de Jimin, él apretó el puño donde portaba el anillo helado en alto. El frío penetró en sus huesos y se sintió decidido a hacerlo.
—¡Ahgr! —Yoongi desgarró su garganta embistiendo contra la strigoi y golpeándole con el puño en toda la coronilla.
El golpe fue seco, y sus nudillos se resintieron junto a aquella extraña energía helada que liberó su golpe. Súbitamente, la strigoi se quedó tan quieta como una estatua, y cayó al suelo de lado, con los ojos vacíos y clavados en algún punto inconcreto del lugar en el que se encontraban.
Jimin le miró jadeante, y se levantó a su lado inclinándose sobre sus propias rodillas.
—J-Joder, ¿yo he hecho eso? —dudó Yoongi impresionado, y mirando su puño helado.
El dhampir señaló el anillo doble de su mano, el cual emitía un resplandor helado.
—¿Le he dejado tonta con esto?
—Llámame loco —respiró Jimin agitadamente, incorporándose a su lado—, pero creo que le has dejado el encéfalo como un puto helado de vainilla.
Yoongi comenzó a reírse abiertamente. Jimin exhaló una sonrisa y empuñó su estaca para matar a la strigoi, sin embargo, una nueva presencia les saludó desde la puerta. Ambos se dieron la vuelta desconcertados. Se trataba de un par de strigoi de aspecto más joven, uno de cabello claro y otro oscuro, ambos con labios manchados de sangre y ojos dilatados como animales de caza, olfateándoles con avidez.
—Vaya por dios —ironizó Yoongi, encontrando el bate de béisbol justo junto al sofá volcado. Él lo tomó entre sus dedos y les señaló con el arma, en aquel lapso formado por varios tensos segundos antes de que se lanzaran a por ellos—. Jimin, tú eliges primero, ¿rubios o morenos?
Jimin sacó la granada de verbena de su bolsillo y la lanzó contra el suelo.
—Morenos.
El artefacto explotó como un spray pulverizador, liberando una brizna casi invisible de verbena. Se lanzó precipitadamente hacia uno de ellos, sin esperar a que estos les atacasen.
Yoongi parpadeó reconociendo a uno de ellos: su vecino del tercero.
—Oh, no, tú no, tío, ¡siempre saludabas en el ascensor! —exclamó retrocediendo.
El strigoi avanzó hacia él retorciéndose por la desagradable verbena.
Jimin clavó su estaca en el segundo, pateando su pecho para arrancar su única arma elemental del monstruo.
—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó el dhampir—. ¡El edificio debe de estar lleno!
—J-Jimin... ¡Jimin, cuidado!
La anciana de la sombrilla se levantó tras recuperarse de su congelamiento cerebral. Jimin se batió en duelo con ella, rodando por el suelo y pateando sus piernas para desequilibrarla. Ella le atacó encolerizada, mientras Yoongi se quedaba a un lado, viéndose arrinconado por uno de sus vecinos, convertidos en «vampiro malo».
—Ggggggggghsss —su gruñido gutural erizó el vello de Yoongi, mientras sus pupilas se dilataban hasta convertir sus ojos en unos glóbulos oculares completamente negros, formados por un brillante iris rojizo.
El humano metió la mano en su bolsillo y sacó un puño lleno de verbena. Lo sopló inútilmente contra él, recibiendo un desagradable gruñido como respuesta.
—E-entiendo, sí. Respeto y comparto su ideología —balbuceó viéndose sin nada más con lo que protegerse—. ¡Fush, fush! ¡Largo!
El strigoi le arrinconó por completo, hasta que la espalda de Yoongi tocó el cristal de la ventana, viéndose sin escapatoria. Sólo entonces, cuando unos tímidos rayos solares acariciaron sus zapatos, una bombilla se encendió en su cerebro.
—Querido, ¿sabe usted lo que mencionó hoy el hombre del tiempo? —teatralizó, esperando que no le degollase antes de tiempo.
—Sssssssffffk.
—Sí. Exacto —añadió con una sonrisa ácida—. Que estaría mucho más despejado.
El strigoi se lanzó sobre él, y Yoongi tiró de la persiana levantándola por completo de un brusco movimiento. La luz solar se derramó dentro del apartamento, cegando los ojos de la anciana strigoi que luchaba contra Jimin a unos metros, y golpeando de lleno sobre su adversario. Un grito desgarrador alcanzó sus tímpanos, el strigoi comenzó a calcinarse inmediatamente, e incapaz de moverse, su piel se convirtió en grietas, y las ascuas le consumieron elevándose en un fuego hambriento. En unos segundos más, se deshizo de forma horrible delante de él, carbonizándose desagradablemente.
Yoongi se vio forzado a no perderse detalle alguno de la escena, jurándose a sí mismo, que buscaría atención psicológica cuando todo aquel asunto de la comunidad nosferatu terminara.
Jimin se vio despistado por la escena del strigoi carbonizado, y clavando la estaca en la espalda de su enemiga, sus dedos resbalaron de la empuñadura, perdiendo su control y dejándola allí enterrada. La punta no rozó su corazón, y Jimin tampoco pudo recuperarla a tiempo.
Se encontraba desarmado. Aquella era su única arma elemental.
Ella clavó las garras en el cuello del dhampir, perforándoselo lentamente, subiéndose sobre su pecho, mientras él intentaba deshacerse de su agarre. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sintiendo como su pulso se agolpaba en su cabeza, bombeando la sangre con fuerza, extrayendo el oxígeno de sus pulmones hasta provocar un picor desagradable. Probablemente, tendría segundos hasta que le partiese el cuello, sino es que le asfixiaba primero.
Yoongi corrió sin aliento hasta ellos, y le golpeó con el bate de béisbol, pero ella sólo intentó arañarle con una de sus garras sin soltar al chico, chillándole desagradablemente.
«Sería mucho peor si se lanzaba hacia él, puesto que podría matarle en segundos —pensó rápidamente. Sin embargo, no podía abandonar a Jimin, aunque tampoco supiera como ayudarle».
—Y-Yoon... —jadeó con voz ronca, sintiéndose incapaz de empujar todo el peso de su adversaria—. L-la estaca... s-su espalda... húndela.
Los iris del humano se posaron en el taco de madera incrustado en su espalda. La estaca había dejado de iluminarse, pero yacía insertada entre la ropa y la carne desgarrada. Yoongi entendió perfectamente su cometido, y apretando el puño de su anillo de acero helado, levantó la voz y se lanzó contra su espalda, golpeando el extremo opuesto con toda su fuerza.
La estaca se hundió por completo, y la strigoi chirrió como una bestia encolerizada, deteniéndose bruscamente. Sus garras dejaron de intentar perforar a Jimin, y el dhampir la soltó observando cómo se vaciaban sus ojos.
Yoongi intentó quitarle el pesado cuerpo de encima, y Jimin se levantó entre temblores, agarrando su muñeca para que se apartara.
—C-cuidado —jadeó—, las llamas.
Una llamarada boreal consumió su cuerpo en segundos, elevándose hasta el techo sin llegar a prender ningún otro elemento más que el cadáver, hasta consumirlo por completo. Miró a Jimin de medio lado, cubierto de arañazos, ropa destrozada, sudor y sangre.
—¿Te ha mordido? —le preguntó consternado.
Jimin negó rotundamente con la cabeza, inclinándose sobre sus propias rodillas.
—¿A ti? —le devolvió brevemente.
—Tampoco... —exhaló.
—Esa era mi última arma —dijo Jimin—. Coge las bolsas y larguémonos... s-si vienen más... nos matarán...
Yoongi asintió con la cabeza, y colgándose varios bolsos deportivos, se preocupó por Jimin, quien también se cargó algunas pertenencias de los chicos a sus espaldas con dificultad.
—¿Crees que han infestado el edificio?
—Movamos el culo —respondió Jimin severamente.
—Jimin, esto podría causar una epidemia de strigoi en Busan...
—Lo sé, pero no podemos preocuparnos de eso ahora. No mientras la comunidad nosferatu me busca a mí, a Jungkook y al príncipe, ¿recuerdas? —exclamó, abandonando el apartamento—. ¡Vamos!
Y mientras abandonaban el apartamento destruido y escapaban del edificio, Yoongi supo que jamás recuperaría normalidad alguna en su vida.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Tumbado en el sofá, los iris de Jungkook se perdieron en el techo, mientras toqueteaba el broche de la flor de Tigridia desinteresadamente entre sus dedos. Apoyando el antebrazo sobre su propia frente, se perdió durante demasiado tiempo en sus pensamientos.
Taehyung dejó a un lado la revista que ojeaba, y se acercó al sofá, dando un alto al silencio que transcurría entre ellos desde hacía un buen rato. Él se sentó justo en el borde del asiento, mirándole de soslayo.
—¿Qué ocurre? —preguntó en voz baja—. ¿Estás molesto conmigo? ¿Es por lo de Yoongi?
Jungkook se guardó el broche en el pantalón y exhaló su respiración.
—No.
«Había captado perfectamente la indirecta de que un desconocido o Yoongi debían encargarse de su alimentación, en vez de él —pensó enfurruñado—. El problema era, que nadie parecía entenderle cuando él decía que se encontraba perfectamente como para hacerse cargo. Podía. Hacerse. Cargo».
—Eres un testarudo —añadió Taehyung—, siempre lo has sido.
El azabache entrecerró los párpados sin mirarle. No le apetecía hablar de eso.
—Gracias —respondió con acidez.
Taehyung se puso de medio lado, y apoyó una mano en su brazo.
—Kookie —insistió—, ¿puedes hablar conmigo? Por favor, no hagas esto ahora.
Jungkook se incorporó humedeciéndose los labios.
—¿Quieres saber qué me pasa? —comenzó airadamente—. Bien, estoy cansado de que los demás estén tomando decisiones por mí, como si pudieran protegerme. Lo de la sangre, lo de dejar que Yoongi y Jimin vayan solos al apartamento, incluso cuando dejamos a Jimin y Namjoon en Bucheon. ¡Fue mi culpa que les abandonáramos!
—Jungkook... me ha costado comprenderlo en estos años, pero, las personas que te quieren te protegen. Nos protegen —le explicó lentamente—. Tú haces lo mismo conmigo, y a veces te lastimas a ti mismo.
Jungkook bajó la cabeza.
—Sé dónde están mis límites. Me han instruido para hacer algo, no para huir —dijo con severidad—. No para quedarme sentado.
—Hablas así, porque ahora que hemos recuperado a Jimin, tienes miedo de que vuelva a repetirse lo mismo —mencionó el moroi—. Tienes miedo de saber que podemos perder a Namjoon de verdad, o incluso...
—Basta —chistó, deseando no escuchar aquel temor en voz alta—. Suficiente.
—Me da igual que te hayan instruido en esto, Jungkook —prosiguió Taehyung, frunciendo el ceño—. En la vida real, no hay pruebas, no es un entrenamiento que puedas fallar, pero también debes darte un respiro.
—Ah, ¿sí? —ironizó el dhampir—. No tenía ni idea de que no es un juego, sólo nos hemos jugado la vida tres veces en los últimos cuatro meses. E incluso hemos perdido amigos.
—¡¿Quieres dejar de ponerte a la defensiva por eso?! —exclamó Taehyung precipitadamente—. Te estás comportando como un crío por algo que nos preocupa a los dos, no todo puede ser como tú quieres, ¡no puedes pensar que todo siempre va a estar bajo tu control! ¡Hay cosas que simplemente, suceden!
Jungkook se levantó del sofá, liberando un jadeo. Giró la cabeza y le miró con muy malas pulgas, sintiéndose realmente molesto por sus palabras.
«¿En serio Taehyung esperaba que no se sintiese responsable de que tuviera que estar curándole hasta que le sangrase la nariz? ¿Por frenar su deseo de entregarse? ¿Saber que pasaba hambre, porque no tenía de quién alimentarse? —se preguntó profundamente frustrado—. ¿Y qué había de esa parte en la que le pedía que tirasen la toalla? ¿O se casasen entre los humanos? ¿O que le hiciera el maldito amor contra una pared de ladrillo?».
—Todo bajo mi control... —repitió amargamente—. Sí. Será que estar enterrando durante toda mi vida lo que siento por ti, es pensar que tengo todo bajo control, Taehyung.
Jungkook se largó del salón, dejándole casi sin aliento. Su corazón palpitó dolorido, y dejó caer la espalda sobre el sofá, sabiendo que ahí acabaría su conversación, sin más oportunidades.
Mientras Jimin conducía a toda velocidad al otro lado de la ciudad, con la luz de la tarde sumergiéndose lentamente en el horizonte marítimo de Busan, le pasó su viejo teléfono a Yoongi con una solicitud.
—Escríbeles un mensaje. Te diré el número del cuartel militar, me lo aprendí de memoria hace años —dijo—. Si damos la alerta y nos creen, enviarán varios escuadrones para limpiar el edificio, y si no lo hacen...
Algo desagradable atravesó la espina dorsal de su compañero.
—¿Quieres que me ponga en contacto con el ministerio nosferatu? —dudó Yoongi—. ¿No será demasiado peligroso? ¿Y si os ubican a vosotros?
—Ese teléfono tiene veinte años —respondió Jimin, mirándole de soslayo—. Créeme, no pueden detectar un ladrillo de esas dimensiones.
Yoongi escribió lo que Jimin le dictó, resumiéndolo en un sencillo mensaje de alerta. Escribió las coordenadas del edificio, y lo envió al número que le dijo.
Su corazón aún palpitaba en su garganta con nerviosismo, y no pudo evitar fijarse en que Jimin estaba herido y ensangrentado mientras conducía sin ni siquiera quejarse por eso. Era un tipo duro, después de todo.
—Tenías que haber dejado que yo condujera —dijo el pelinegro en voz baja—. No tienes muy buena pinta.
—Me las he visto en peores situaciones, créeme —sonrió débilmente, sin desviar su atención de la carretera.
—Oye, ¿por qué se estaban comportando como zombies? Los de la otra noche parecían mucho más... sofisticados...
—No lo sé —respondió Jimin—, supongo que... el tiempo...
—¿Tiempo?
—Me refiero a la cantidad de tiempo que lleven transformados. No tengo ni idea, la verdad —prosiguió el dhampir—. Supongo que si están recién convertidos son mucho más incontrolables. Pero nunca había visto a unos strigoi tan hábiles y con un aspecto tan humano como a los que maté en aquel párking.
Yoongi suspiró lentamente.
—Si han matado a la gente de ese edificio... habrá cientos de strigoi recién creados —razonó en voz baja—. Esos de la guardia matarán a decenas de vampiros... que antes fueron personas...
Jimin le miró de nuevo, advirtiendo el cambio de su ánimo. Tras unos segundos de silencio, intentó dirigir la conversación a un mejor puerto.
—Oye, siento haberte acusado allí dentro... y-yo... fuiste muy amable conmigo un rato antes. Te lo agradezco —expresó Jimin—. Y siento lo de tu apartamento.
Y por primera vez, Yoongi se sintió tan destrozado, y perturbado, que se dio una tregua en su sentido del humor, y aceptó el agradecimiento de su compañero en silencio.
—Hemos sido un buen equipo allí dentro —mencionó—. Reconócelo, he sido tan útil como un dhampir.
Jimin rodó los ojos brevemente. Era evidente que no podía compararle con Jeon Jungkook (nadie estaba a la altura de su gemelo parabatai), pero era la primera vez que luchaba con un humano a su lado, y podía decir que no lo había hecho tan mal.
—Has matado a tu primer strigoi —le dijo el rubio orgullosamente—, te felicito. ¿Qué tal si tomamos una cerveza para celebrarlo?
—¿Te gusta la cerveza? —sonrió Yoongi lentamente—. Punto extra.
—Y el pollo frito —añadió felizmente, para después fruncir el ceño por el rugido de su propio estómago—. Ah, por favor, qué hambre... me comería una parrilla de pollo ahora mismo.
—Mira, trabajo en el Busan Chicken Express —intervino Yoongi con desagrado—, y detesto el pollo frito, el cual me he visto obligado a comer durante años por culpa del descuento que hacen por empleados. Por eso aprendí a cocinar en mi apartamento ahora destruido y lleno de chupasangres enfadados. Por lo que: sí. Acepto esa cerveza, pero cambiemos la parte del pollo por una bandeja de bolitas de pulpo.
Jimin pareció satisfecho con su oferta, pese a que cuando llegó hasta la zona de apartahoteles de la ciudad, su sonrisa se extinguió, recordando que tal vez no tendrían demasiado tiempo para tomar algo despreocupadamente.
Salieron del coche, agarrando los pesados bolsos con sus pertenencias, y volvieron al apartahotel subiendo la escalera del rellano común. Sólo con entrar por la puerta, Taehyung clavó sus iris sobre ellos, esbozando una terrible preocupación en su rostro.
—Jimin, ¿Qué os ha pasado? —expresó, mientras dejaban aquello en el suelo—. Oh dios mío.
—Tranquilo —le dijo cerrando la puerta tras su espalda—. No nos han mordido.
—¿Estáis bien? —Jungkook apareció rápidamente, con el corazón acelerándose en su tórax.
Su mirada se arrastró por encima de los cortes y rasguños de ambos chicos.
—Mi apartamento... estaba infestado —respondió Yoongi con seriedad—. Creemos que el edificio entero lo está.
—¿Qué? —jadeó Jungkook.
—¿Cuántos strigoi eran? —preguntó Taehyung, quien seguidamente tomó la muñeca de Yoongi y tiró de él hasta el sofá—. Déjame que te vea.
—Tres, en principio —respondió Jimin.
—Os dije que no podíais ir solos —gruñó el dhampir pelinegro, agarrando el brazo de Jimin—. Lo sabía... sabía que algo así pasaría...
—Jungkook... —masculló su mejor amigo—, no lo sabías. No nos ha ocurrido nada grave, ¿vale? Sólo he gastado mi última granada, y... m-mi única estaca.
Jungkook le soltó y se frotó la frente. Aquello sólo empeoraba las cosas.
Taehyung eliminó los rasguños de Yoongi cuidadosamente, emitiendo un resplandor por las yemas de sus dedos.
—¿Y ahora que hacemos? —formuló Jungkook—. ¿Abandonar la ciudad?
—Salir de aquí antes de que anochezca —dijo Jimin—. Hemos enviado un mensaje de auxilio a la milicia dhampir, y si llegan a tiempo, tampoco deberíamos andar por Busan. ¿Qué tal si algún dhampir reconociera a Taehyung? Sabemos que os buscan por los dos bandos.
Jungkook se acercó a la ventana y miró a través del cristal, apartando el fino visillo.
—Apenas queda luz afuera —dijo—, el sol se ha ido demasiado rápido.
—¿Prefieres que nos quedemos en una ciudad llena de strigoi hambrientos? —discutió Jimin con él—. Esa gente está despertándose convertida ahora mismo, y van a utilizar a varias manzanas completas como tentempié para calmar su apetito.
—¿Y qué hacemos? ¿ponernos en carretera? —dudó Taehyung—. Si nos cruzásemos con un destacamento dhampir, nos atraparían, como a ellos.
Jimin se mareó brevemente, y tuvo que sujetarse en la puerta, emitiendo un débil jadeo. El moroi se levantó del sofá y se acercó a él preocupado. Pero él le rechazó restándole importancia.
—¿Jimin?
—No, no —suspiró—. Son rasguños, no te preocupes por eso.
Jungkook tiró de su cazadora, comprobando que estaba manchado de sangre fresca. Ocultaba varias heridas debajo de la ropa, que se negaba a reconocer en voz alta.
—Joder, Jimin... —escupió, quejándose de su amigo—. No puedes llevar en silencio esto.
Entre los dos, le arrastraron hasta el sofá para dejarle en reposo. Le quitaron la cazadora y camiseta, hasta quedar en unos simples tirantes.
—Hay vendas —mencionó Yoongi volviendo del baño.
—Puedo curarle —Taehyung se puso manos a la obra, exprimiendo la fuerza de su espíritu.
Las heridas de Jimin se regeneraron rápidamente, hasta lograr una hemorragia nasal propia que manchó su labio superior. Sus ojos se iluminaron levemente, seguido del temblor de todo el salón que alertó al grupo durante unas décimas de segundo.
—Y-ya... —jadeó Jimin, deteniéndole—. Ya está... no quiero que enfermes por esto...
Jungkook apoyó las manos tras los hombros del moroi, sintiendo su extenuación. Demasiado uso de su sanación en apenas veinticuatro horas.
—Vendaré lo que queda —se ofreció Yoongi, acuclillándose frente a Jimin con una toalla húmeda.
Taehyung cedió finalmente, apartándose a un lado. Y mientras el dhampir se limpiaba la sangre reseca, las rodillas de Taehyung flaquearon al levantarse, hasta el punto de que los reflejos de Jungkook tuvieron que intervenir para sujetarle a tiempo. Pasando un brazo por su cintura, le llevó al asiento de nuevo.
—No podemos salir así —expresó Jungkook, tratando de razonar con ellos—. Todos estamos al límite. Esto acabará con nosotros.
Yoongi guardó silencio vendando el brazo de Jimin. Deseó ser más útil para ellos, protegerles como lo necesitaban, pero no podía hacer mucho más que permanecer al lado del grupo.
Todos permanecieron en silencio, hasta que de repente, una fuerte jaqueca punzó la cabeza del pelinegro. No duró más de unos segundos, pero él liberó un jadeo, y al abrir los ojos, miró instintivamente a Taehyung como si le creyese responsable.
—¿Taehyung? —preguntó Jungkook, temiendo por él.
—¿Qué ha sido eso? —dudó el moroi.
—Pensé que eras tú —comentó en voz baja.
—¿Qué? ¿Tú también lo has sentido?
Jungkook se sintió estupefacto, y entonces, una alta figura pasó por delante de la ventana del rellano exterior y se detuvo frente a la puerta del apartamento. Todos percibieron la sombra. Cada uno de ellos giró la cabeza en dirección a la opacidad de la figura. Por debajo de la puerta cerrada, una desconocida sombra permaneció estática. Sin tocar a la puerta, sin moverse. Esperándoles con tal silencio y secreto, que sus vellos se erizaron.
Jimin se levantó lentamente del sofá, poniéndose en alerta.
«¿Les habían seguido? —se preguntó—. ¿Estaba esperándoles para matarles? ¿O capturarles?».
—Que nadie se mueva —murmuró Jungkook, desenfundando la única estaca elemental que tenían—. Ssshh...
Era poco, pero aquella estaca representaba la fuerza de los cuatro por protegerse, por seguir luchando sin pasividad, por revelarse a lo que fuera que estuviese a punto de presentarse. Yoongi tragó saliva, maldiciendo a su propio corazón, el cual latía con tanta fuerza, que pensó que terminaría delatándoles. Todos retuvieron sus respiraciones. Ni siquiera parpadearon, cuando unos nudillos tocaron el contrachapado de la puerta.
Jimin y Jungkook se miraron de soslayo, casi como si pensasen que el sonido de unos nudillos, en un momento como ese, resultaba demasiado perturbable.
«Toc, toc, toc». Resonó lenta y pacíficamente.
«Si van a matarnos, ¿por qué no tirar la puerta? —pensó Taehyung—. ¿Por qué ni siquiera tomarnos antes por sorpresa?»
—Park Jimin —pronunció una voz masculina, al otro lado de la puerta. Una articulación clara, limpia, que les hizo sentirse tan sobresaltados como desorientados—. Jeon Jungkook, Kim Taehyung... y vuestro cuarto acompañante. Debemos salir de aquí. Os han localizado.
Todos dirigieron a Jungkook sus iris, como si él tuviera la última decisión grupal de abrir o no aquella puerta. Su voz se le hizo tan conocida como desconocida, pero si había alguien que realmente creyó saber de quién se trataba, fue ese cuarto acompañante con ánimos de irrelevancia.
Su mente se nubló por un segundo, su corazón saltó contra su pecho, sus párpados se cerraron, mientras su pecho se encogía.
«¿Quién era? ¿Quién era? —se repitió Yoongi a sí mismo—. ¿Por qué volvía a tocar a esa puerta? Una puerta, que una vez deseó cerrar con todas sus fuerzas».
—¿Quién eres? —preguntó en voz alta.
Jimin le miró como si estuviera a punto de estrangularle por hablar sin permiso. Pero a esas alturas, era demasiado evidente que esa desconocida persona sabían que estaban ahí, y ellos estaban cerrando la boca como si fueran a acribillarles a balazos.
Yoongi avanzó hacia la puerta, mientras Jimin intentó agarrarle por la camiseta, y Jungkook le avisó de que no lo hiciera.
—No, Yoongi, espera... —le avisó Jungkook, levantando la voz.
Pero su mano giró la manilla sin vacilación, y abrió la puerta frente a todos. Capucha oscura, flequillo de negros mechones, rostro aparentemente blanco y cremoso, ovalado, sombreado por la prenda, labios gruesos y rosados, sin barba, y una nuez marcada. Su larga túnica con capucha llegaba a cubrir su ropa oscura, hasta los dedos de sus manos.
Jungkook se colocó instintivamente frente a Taehyung, casi como si hubiera nacido para interponerse entre él y todo lo que no reconociese a tiempo.
—Min Yoongi, por supuesto, ¿Cómo podría haberlo dudado? —dijo el desconocido—. Siempre consigues acabar justo en el centro de todo.
Yoongi abrió la boca.
—¿Quién eres? —preguntó sin aliento.
—L. —respondió con rostro ensombrecido.
—Llegas tarde, L. —recriminó Jimin, acercándose a la puerta con un rostro pálido y evidentes vendajes y magulladuras en sus brazos—. Estamos en horas bajas.
—Baje esa estaca elemental, Jungkook. No le hará falta conmigo —le pidió el joven hombre con seriedad, casi como si le conociera de toda la vida. Posteriormente, se dirigió a Jimin adivinando quién era quién—. No llego tarde, Jimin. Llego justo a tiempo. Y nuestro único problema será la falta de luz solar —argumentó con soltura—, recojan sus cosas, tomaremos el tren para salir de la ciudad. No hay tiempo que perder.
—Espera, ¿a dónde vamos? —dudó Jungkook con desconfianza.
Taehyung arrugó la nariz, olfateándole a unos metros. Puede que su olfato no fuera tan preciso y exacto como el de un strigoi, pero en esa breve distancia, percibió su mortalidad. Su sudor, su semblante perecedero.
«Era dhampir, o humano, en el menos útil de los casos —pensó el moroi.
—A un lugar seguro —respondió con media sonrisa—. Me apuesto un brazo a que ni siquiera me creeríais si os hablase de ese lugar. Será mejor que nos vayamos.
—Jimin —pronunció Jungkook—. No...
No tuvo que decir mucho más para que todos permanecieran estáticos. L. era «ese» contacto de Jung Hoseok. Pero no sabían nada de él. Absolutamente nada, más que era un hombre que jamás habían visto en su vida, con aspecto de dhampir y acento de Seúl.
—No sé si es lo correcto que salgamos ahora... —dijo Jimin con desconfianza—. Como te he dicho, estamos en horas bajas... no podemos seguir arriesgándonos... y, ¿quién eres exactamente?
L. levantó las cejas, sorprendiéndose de la reticencia grupal. Sin embargo, Yoongi exhaló el aire de sus pulmones lentamente, girándose hacia sus amigos.
—Mirad, sé que esto va a sonar súper rarito —comenzó a decir, sintiéndose extraño—. Es más, ni siquiera comprendo por qué narices estoy a punto de decirlo, pero sinceramente, creo que deberíamos ir con él.
Jungkook tragó saliva. Sabía que si Yoongi decía aquello era por algo. Podía estar chalado, pero él nunca les traicionaría, y por mucho que fuese un humano... confiaba en su juicio.
—Bien, muestra tu rostro —le pidió el azabache al joven hombre.
L. se bajó la capucha, mostrándoles los ojos más grisáceos que jamás habían conocido. Limpios, sosegados. Iris llenos de ceniza apagada, antiguos, como un manto de ascuas que había vivido demasiado.
Sin embargo, parecía casi tan joven como cualquiera de ellos. Y aún sin saber quién era L., aceptaron acompañarle.
—Está bien —expresó Jungkook, guardando su estaca—. Vayamos.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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