Capítulo 1
Capítulo 1. Lejos de Casa
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
El día en el que Yoongi atravesaba la estación para tomar un atajo, el revuelo le hizo molestarse en girar la cabeza y detener desinteresadamente sus pasos. Él se asomó con el cabello negro y despeinado entre el puñado de gente, esperando que lo próximo que viesen sus ojos no fuera un cuerpo descuartizado. Algo así como la vez que vio saltar a alguien delante del metro cuando sólo tenía catorce años.
Después de su encontronazo con aquellos muchachos, Yoongi se preguntó si el tipo rubio llevaba lentes de contacto. Jamás vio unos ojos tan celestes y rasgados, tan profundos como si pudieran asomarse dentro de él. Su brillo ocular denotaba el cansancio acumulado, como si hubiera pasado las últimas veinticuatro horas de fiesta, seguidas de una interesante resaca. Sus iris avellanos fueron a parar al Hanfu del muchacho.
«¿No era un poco pronto para Halloween? —pensó mientras le acompañaba al auto, ayudando con su hombro al cuerpo desvanecido de Jeon Jungkook.
Puede que fuese estúpido invitar a dos desconocidos a casa, llegar tarde al trabajo, e incluso preguntarse a sí mismo si lo que estaba haciendo era contraproducente para su persona.
Taehyung sintió la fuerte presión del sol de mediodía sobre su cabeza, y mientras que aquella náusea amenazaba con derribarle, acompañó a Yoongi y a Jungkook hasta el coche, tumbándolo en la parte trasera. Después, Taehyung se inclinó sobre sus rodillas y se introdujo atrás, tratando de taparse con la chaqueta.
—Eh... ¿qu-qué estás haciendo? —preguntó Yoongi desconcertado, mientras el rubio se cubría con aspecto jadeante y musitaba un mantra extraño—. ¿Piensas quedarte ahí?
«El sol, el sol, el sol...».
—¿Eres alérgico o algo así? Bueno...
Cerró la puerta sin conseguir una respuesta directa por parte del muchacho. Se dirigió al asiento de piloto y condujo hasta su apartamento mirando hacia atrás de vez en cuando. Era extraño, pero había algo que le instaba a ayudarles, provocándole un hormigueo.
—Entonces, ¿venís de Ulsan? —preguntó Yoongi.
—¿Ulsan? —repitió Taehyung.
—Ya sabes... las fiestas de Ulsan —argumentó el humano—. Hay un montón a final de verano.
—Algo así —respondió el moroi.
—Y, ¿cómo te llamas?
—Kim Taehyung.
—¿Kim Taehyung? Oh.
Taehyung levantó la cabeza para mirarle, como si por un momento temiera porque le reconociese de algo.
—Bonito nombre —exhaló Yoongi despreocupadamente—. Conocí a un tipo que se llamaba Taehyun. ¿O era Daehyun?
El moroi cerró los ojos tratando de evadir los molestos rayos de sol que se reflejaban hasta en los condenados cristales del coche. Y a pesar del poderoso ansia por vomitar que intentaba dominarle, no podía dejar de preocuparse por el desmayo de Jungkook, quien parloteaba palabras sueltas e incomprensibles cubierto de sudor.
En unos minutos llegaron al apartamento de Yoongi, bajaron del coche cargando a Jungkook entre los dos y se introdujeron en el edificio de residencia del muchacho.
—Tengo algo muy bueno para cortar la fiebre —murmuró Yoongi, esperando el ascensor—. Pero si está muy mal, llamaré a una ambulancia. Por mucho que os hayáis metido algo ilegal, podríamos estar poniendo su vida en peligro si tiene una sobredosis.
—No es una sobredosis...
—¿Entonces? —dudó sarcásticamente—. ¿Gominolas?
—No sé lo que es, pero no son drogas —insistió Taehyung con una contundencia que le hizo dejar de repetirlo.
Entraron al ascensor, y bajaron en su planta mientras Yoongi rebuscaba sus llaves. El joven desbloqueó la puerta y ayudó a Taehyung a arrastrar a Jungkook hasta el sofá, donde le tumbó y se inclinó sobre su rostro con delicadeza, sujetando ambas mejillas son sus manos.
Yoongi cerró la puerta de su apartamento sin poder desviar la mirada del joven rubio. Ni siquiera sabía por qué estaba metiéndoles allí, él nunca dejaba pasar en su casa a desconocidos.
—¿Podrías darme algo para bajar su fiebre? —preguntó Taehyung con dos ojeras bien marcadas—. Por favor.
—Claro —Yoongi se movió forzándose a salir de su trance—. Dame un minuto.
Taehyung bajó las persianas lo suficiente como para que la luz no le molestara, y corrió las cortinas esperando que el dolor de cabeza y ojos disminuyese. Mientras tanto, Yoongi buscó una toalla limpia en el armario del baño y la empapó, ofreciéndosela a Taehyung junto a una bolsa de hielo que sacó del congelador.
—Ten —dijo, regresando a la cocina—. Le prepararé una infusión, ya verás cómo se pone mejor...
—Gracias —respondió el muchacho, ocupándose de Jungkook.
Pasó la toalla húmeda por su cuello y sienes, y humedeció sus muñecas, dejando la bolsa de hielo sobre la toalla doblada en su frente. Mientras percibía el olor a infusión de camomila y alguna otra medicina, Taehyung pensó que estar en casa de un humano era más seguro de lo que jamás hubieran planeado.
En una de sus clases de cuando era novicio, Seojun les contó que los humanos producían un amparo natural con sus auras, y estas protegían sus hogares de las bestias nocturnas. No sabían muy bien por qué era así, pero las casas y apartamentos humanos eran más seguros que las de los dhampir y moroi, puesto que se generaba una especie de aura en el hogar que evitaba que un strigoi pudiera entrar caminando por la puerta. Era como un refugio, la única ventaja de la que disponían los humanos (considerados como el eslabón más débil de la cadena) contra la raza inmortal y más letal de todas.
Sin embargo, a pesar de aquella magia invisible e incomprensible que les beneficiaba, los strigoi sí que podían entrar en sus casas: sólo tenían que ser verbalmente invitados por el propietario, para que aquella protección se desvaneciese.
Taehyung se sentó en el borde del sofá, acariciando su rostro e intentando utilizar el espíritu para ayudarle, sin éxito.
—Despierta, Kookie... —susurraba a su lado—. Por favor...
Yoongi volvió al salón y dejó la infusión en la pequeña mesa, clavando sus ojos en ellos.
—¿Aún no despierta?
—No... —suspiró Taehyung, sujetando la mano del pelinegro y dejando un beso sobre sus nudillos.
«¿Acaso eran pareja? —se preguntó por el apego y afecto del rubio—. Hablaba como si Jungkook fuera lo más especial que existía».
Yoongi levantó las cejas, mientras Taehyung razonaba en silencio: «no podía curarle —se dijo mentalmente—. No era algo común, como una enfermedad o una herida. Había algo más, algo que estaba afectando a Jungkook desde su viaje en tren y no a él.
Unas voces. Unas sombras. Unos ojos.
«Te vi morir», pronunció Jungkook en su cabeza, a punto de perder el conocimiento en la estación de Busan.
—Las sombras, las sombras... —repitió Taehyung en voz baja, sintiéndose repentinamente sacudido por una frase que aún recordaba—. Bendecido por la sombra.
«¿Jungkook estaba sufriendo por las sombras?».
Taehyung no lo sabía, pero pasando la mano por su frente para tranquilizarle, pensó en que tal vez lo que sufría de Jungkook no era su cuerpo. Podía ser su mente. Quizá su alma.
«Pero, ¿cómo podía él protegerle de eso? Si seguía así de enfermo, le perdería para siempre. Y no podía permitir que Jungkook sufriera de ese modo. Tenía que hacer algo».
—Yoongi, ¿me proporcionarías un pergamino y una pluma? —le preguntó cortésmente—. Lo necesito con urgencia.
Yoongi titubeó brevemente.
—¿Pergamino? —repitió incrédulo—. ¿Qué te parece una hoja y un bolígrafo?
Taehyung aceptó con buenos modos su respuesta, y Yoongi desapareció en su dormitorio para hacerse con el material apartando sus bocetos de dibujos a mano y tomando un bolígrafo de tinta negra.
Regresó al salón y se lo ofreció a Taehyung, quien utilizó el folio colocándolo sobre la mesa y garabateando algo. Una circunferencia redonda y una estrella de cinco puntas en el centro.
Taehyung desenganchó el colgante de Jungkook y lo agarró entre los dedos, suspirando profundamente y colocándolo en el centro del dibujo con un semblante muy serio.
«Está bien —se dijo a sí mismo—. Esto no es el pentáculo que los hechiceros elementales dibujan en la tierra, o en una plataforma preparada para encantamientos. Pero mi elemento tampoco es lo esperado. No existen normas y tampoco conozco mis límites. Puedo hacerlo».
Namjoon había podido encantar una daga para Jungkook con el hielo, igual que el anillo doble que le dio a Jimin por la graduación.
Taehyung colocó las manos por encima del pentáculo y el amuleto, cerrando los ojos e inspirando. Trató de buscar la piedra con su psique, localizar la vibración lunar del amuleto. Todos los elementos inanimados tenían una vibración molecular, muy similar a la de los seres vivos, pero infinitamente más apacible. Concentrándose y localizando la llama interna de su poder, Taehyung se sintió tan débil como para lastimarse a mismo. Pero necesitaba hacerlo. Jungkook le necesitaba.
Requería de una luz que alejase las sombras, y su poder era pura luz. Algo que debía ayudarle a salir a la superficie de aquel profundo oleaje oscuro que le asfixiaba. Y si no se equivocaba, algo dentro comenzó a prenderse en ese momento. Sin alas, sin luz, sin ninguna representación física o llamativa, Taehyung escuchó la carga de la piedra absorber su energía y encenderse como una titilante vela.
Cuando abrió los ojos, vislumbró el suave destello que provocó un pálpito en la piedra, como el de un corazón tornasolado que reflejaba el mismo color boreal de aquellas llamas plateadas.
Taehyung agarró el amuleto entre sus dedos, acariciándolo con las yemas. Y Yoongi no pudo evitar presenciarlo todo con un café en la mano.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó lentamente.
El rubio posó sus ojos sobre él, como si casi hubiera olvidado que él seguía ahí.
—Creo que esto podrá ayudarle —dijo irguiéndose de rodillas y posando el amuleto cargado sobre el pecho de Jungkook—. Espero que despierte...
Apartó la toalla y el hielo, volviendo a tocar su frente con delicadeza, y peinando el flequillo oscuro de Jungkook, mientras Yoongi se preguntaba si Kim Taehyung era un mago, o él mismo era el que estaba drogado.
«¿Cuándo tiempo llevaba con esa marca de café en la despensa? —dudó de sí mismo, alucinando al máximo.
—Eh... —exhaló moviéndose por el salón—. Os traeré algo de ropa, tengo un cuarto de invitados vacío que a lo mejor os sirve si... bueno, en seguida regreso.
—Está bien, gracias — Taehyung asintió con una débil sonrisa, mientras el humano desaparecía.
Creyó que era agradable recibir la ayuda de alguien desinteresado sin haberse visto forzado a manipular sus actos con el espíritu. Y mientras el moroi esperaba que Jungkook regresase a su mundo apoyando la mandíbula en el borde del sofá y sujetando sus bonitos dedos, pensó en la forma en la que le había besado en palacio.
Parecía que habían pasado semanas desde eso, si bien apenas habían transcurrido veinticuatro horas desde que sus irrefrenables sentimientos detonaron. Reparó en que Jimin y Namjoon se habían sacrificado por ellos, en que tal vez decenas de moroi habían perecido y el palacio habría sido probablemente consumido por las llamas.
¿Qué sería de la comunidad nosferatu? ¿Quién deseaba tanto matarles? ¿Existía algún otro motivo por el que les buscasen? Taehyung estaba seguro de que, si no encontraban sus cuerpos, harían todo lo posible por saber en qué parte de Incheon o Bucheon se habían escondido. Pero Jungkook había tenido el mejor movimiento de todos tomando aquel tren que les hizo cruzarse el país entero.
«Tal vez así tendrían tiempo para saber qué era lo que estaba sucediendo».
—¿Querrías tomar una ducha? —Yoongi le alertó con su presencia, sujetando una muda de ropa limpia—. Lo digo por... tu aspecto...
—¿Hmnh?
Dudó brevemente sin separarse del dhampir, pero Yoongi le aseguró que le echaría un ojo mientras tanto. Taehyung agarró la ropa ejerciendo una inclinación de agradecimiento, y Yoongi le indicó en qué lugar quedaba el cuarto de baño, aún desconcertado por sus modales.
En lo que se alejó del salón introduciéndose en el baño, descubrió su horrible reflejo en el espejo. Cansado, hambriento, sucio y con manchas de sangre, aún llevaba las valiosas joyas de la corona entre su cabello y bajo el cuello.
Taehyung se deshizo de ellas dejándolas junto al lavabo, y se liberó de su ropa para introducirse en la ducha. Fue un veloz remojón de agua temblada, que le hizo recuperar la cordura y advertir el persistente cansancio físico que le recorría. Secándose con una toalla, se enfundó en unos tejanos y una sudadera celeste excesivamente grande que llegaba hasta sus muslos. Se sintió extraño consigo mismo, puesto que no acostumbraba a vestir ese tipo de prendas tan mundanas, e incluso su reflejo en el espejo le hizo parecer un joven normal de diecinueve años.
Los gritos de palacio regresaron a su memoria, y su horror por haber perdido a sus amigos le hizo sentir una cicatriz incurable en el pecho. Cuando salió del cuarto del baño, Yoongi le interceptó por el pasillo.
Taehyung y él se miraron en una especie de incómodo silencio. El humano se había quitado la chaqueta, mostrando un brazo entero tatuado con tinta negra, y Taehyung pensó que se veía como un dhampir, pues el exceso de pendientes y tatuajes se le hacía familiar por la academia.
—Bueno... ¿quieres que lave esa ropa? —preguntó repentinamente.
—Huh, de acuerdo —aceptó el ojiazul, ofreciéndole sus pesados ropajes—. Agradezco tu bondad, ¿cómo podría pagarte?
Yoongi se tambaleó cuando lo agarró todo entre sus brazos, y echando un vistazo a las joyas que brillaban como diamantes en las manos del chico, se preguntó si estaba de broma con eso.
—N-no te preocupes, con que me invites a una cerveza... —mencionó reprimiendo su desconcierto, y seguidamente llevándole hasta la habitación—. Ah, por cierto, este es el dormitorio. Nadie duerme aquí. Sólo me he dedicado a dejar aquí los lienzos y algunos materiales de pintura. Los acabo de sacar para que no os molesten.
Taehyung contempló el dormitorio sin aparentes quejas. Era una habitación sencilla, con una cama grande con edredón recién colocado, tonos azul cobalto y un armario empotrado. La ventana estaba cubierta por una cortina, pero su brillo era lo suficientemente deslumbrante como para que Taehyung retrocediese unos pasos, cubriéndose del resplandor visual con una mano.
—Sé que no es muy grande, pero... —musitó Yoongi advirtiendo su reacción—. ¿Te molesta la luz?
—Hmnh, u-un poco... —reconoció Taehyung, sin saber muy bien si debería explicárselo—. Me duele la cabeza.
Yoongi resolvió el asunto por su propia cuenta, y sin hacerle demasiadas preguntas:
—Ya. Las resacas son horribles —profirió en tono despreocupado, saliendo del dormitorio con la intención de poner una lavadora—. Baja todas las persianas si molestan.
Taehyung asintió silenciosamente y siguió sus pasos instantes después dirigiéndose al salón. Allí se acuclilló junto a Jungkook, y tocó su mejilla con el dorso de una mano.
—Ha bajado la temperatura. Ya no está sudando —emitió enormemente aliviado—. Dios, gracias... Jungkook...
Tomó la toalla húmeda y la empapó en el lavabo del baño de nuevo, regresando al dhampir para humedecer una vez más su frente y cuello con gentileza. El colgante seguía palpitando sobre su pecho, volviendo a traer la psique de Jungkook hacia ellos.
Yoongi cubrió a Jungkook con una fina manta alegrándose de no tener que llamar a una ambulancia (ni cargar con el peso de que el joven que refugiaba en su casa estuviera sufriendo una sobredosis). Desapareció del salón mientras Taehyung se sentaba en la pequeña mesa de café, clavando sus ojos esperanzados en Jungkook, hasta el momento en el que humano pelinegro volvió mostrándole algo en la mano.
—Eh, mira esto —dijo con una sonrisa—. Sabía que lo tenía en algún lado. Tengo un viejo álbum de fotos con cosas del colegio.
Taehyung se incorporó extendiendo los dedos, y tomando la foto rectangular en su mano, advirtió una cara muy conocida de los dos pequeños niños juntos.
—¿Es Kookie, contigo? —preguntó sosteniendo la polaroid, mientras el otro asentía—. Oh dios, es adorable. ¡Qué pequeñito!
Yoongi ensanchó una sonrisa nostálgica.
—Entonces, ¿eres su pareja?
—¿Huh? —Taehyung levantó la cabeza, consternado por su esporádica pregunta—. ¿Yo?
—Quiero decir, ¿es tu novio? —insistió Yoongi, tomando la fotografía que el joven le devolvió sin demorarse.
—N-no, no. No es eso —respondió con timidez, y un inevitable rubor asomando en su rostro.
—Eh, no te preocupes —expresó Yoongi—. No soy del tipo homofóbico. Puedes decirlo con naturalidad.
Taehyung se mordisqueó el interior de la boca, «¿cómo diablos iba a decirle que ellos dos ni siquiera podían salir juntos?».
—No es tan sencillo... hay muchas trabas, y no creo que...
—Oye, estamos en el siglo XXI —intervino Yoongi—. El ser humano es libre. Y sea como sea, estoy seguro de que aquellas personas que más os quieren aceptarán vuestra relación. ¿Sabes qué? El año pasado estuve saliendo con alguien, y cuando mis antiguos colegas del instituto se enteraron, casi se volaron la cabeza —dijo más serio—. Así que no me dejaron más remedio: yo me encargué de acabar con ellos.
Taehyung parpadeó atónito.
—Eh, eh, no pongas esa cara —soltó rápidamente, esbozando media sonrisa—. Es una forma de hablar, quiero decir que «pasé de ellos». No soy un psicópata asesino. Creo.
El moroi sonrió lentamente, percibiendo la genuina personalidad de Yoongi. No pudo evitar recordar a Jimin o Namjoon con una mueca de tristeza, actuando como si no tuviera barreras con él, como si no le reconociera de nada. Y francamente, esa era la realidad, Yoongi no sabía quién era Taehyung.
Pese a que el moroi no ofrecía su confianza fácilmente, se sintió cómodo en su compañía. Era la primera vez que se relacionaba con un humano de forma natural, puesto que todos los humanos que previamente había conocido a lo largo de su vida, siempre habían sido proveedores, y jamás se hablaba con los proveedores más allá de alguna frase cortés o muestra de agradecimiento por sus servicios.
—Me alegra encontrar a alguien que piense así —dijo Taehyung con honestidad—. Es agradable. Nosotros no vivimos en Busan.
—Ah, lo suponía —suspiró—. ¿Estabais de viaje? Ulsan es una pasada.
—Eh... sí —mintió levemente, sintiéndose sin argumentos.
—Hmnh, ¿quieres que prepare algo para cenar? —sugirió Yoongi, restándole importancia—. Tengo que revisar la despensa, un momento.
—Puedo ayudarte, si lo necesitas —se ofreció el otro.
Y mientras Yoongi se retiraba enérgicamente hacia la cocina, los oídos del moroi captaron un cambio en la respiración de Jungkook y varios ruidos irregulares escapando de sus labios. Taehyung se vio golpeado por una abrupta taquicardia nerviosa, dirigiéndose rápidamente hacia el dhampir.
—Kookie —se acuclilló junto a él peinando su cabello con los dedos—. ¿Estás ahí?
Jungkook abrió los ojos lentamente, con un parpadeo repetido que posó sus iris desorientados sobre los de Taehyung. Mientras el difuso entorno recobraba la nitidez a su alrededor, percibió el techo del salón, la persiana bajada donde asomaban los rayos de la tarde, la caricia de Taehyung en su frente, el olor a champú allá donde los mechones húmedos del moroi se deshumedecían, y la suave voz cerca de su oído.
—Estoy aquí —murmuró—. Estamos en un lugar seguro.
—Tae... —pronunció Jungkook—. ¿Qué... ha pasado...?
Taehyung negó con la cabeza.
—No estoy seguro —respondió en voz baja, con una gran reflexión en sus palabras—. Dijiste que había sombras. Así que pensé en encantar el amuleto con el espíritu... para que te alejara de ellas... y ha funcionado.
Jungkook le miró fijamente con ojos ligeramente enrojecidos.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—Sombras —repitió, casi como si lo hubiera olvidado—. Mingyu...
—¿Mingyu?
—Le vi en la estación —expresó consternado.
—No era Mingyu, Jungkook —argumentó—. Es Yoongi, estamos en su casa ahora.
—¿Yoongi? —Jungkook trató de incorporarse en el sofá lentamente, con el auxilio de Taehyung—. ¿Qué...?
—Es un humano —le contó rápidamente, sentándose en el borde del sofá y pasándole el colgante por encima de la cabeza—. Dice que te conoce, me ha enseñado una fotografía de vosotros dos cuando erais pequeños.
Jungkook se sentía tan desorientado que casi se le escapaba el sentido de las palabras del moroi. Reparó en el brillo del amuleto, que iluminaba suavemente sobre su camiseta de cuero.
«¿Esa era la luz del espíritu? —se preguntó, sujetando la piedra lunar entre los dedos—. «La luz que le había ayudado a despertarse».
—¿Cómo sabías que funcionaría? —formuló volviendo a mirarle.
—No lo sabía —contestó Taehyung—. Pero confiaba en que lo hiciera.
—Oh, ¿y-ya has despertado? —Yoongi se aproximó con las manos en los bolsillos, y Jungkook posó sus ojos sobre él inmediatamente.
Le reconoció. Por supuesto que lo hacía. Sólo que habían pasado demasiados años, cuando entonces apenas fueron unos niños.
—¿Yoongi?
—Jeon Jungkook —pronunció Yoongi, con un gesto burlón—. Demasiados años sin verte el pelo.
Jungkook exhaló una sonrisa, seguido de unas débiles carcajadas levantándose del sofá para saludarle. Yoongi le ofreció una mano que estrechar, pero Jungkook tiró de ella para abrazarle como a un viejo amigo.
—Me alegra verte —dijo honestamente, dejando unas palmaditas en su espalda.
—¿Dónde demonios te habías metido? —preguntó el humano sonriente, después de soltarle—. Recuerdo que quedamos en que nos veríamos en el instituto, y después... desapareciste. Literalmente.
—Huh, mi padrino Seojun me llevó con él a Incheon —contestó lentamente—. Continué mis estudios allí.
—¿No me digas? —dijo Yoongi—. Pensé en lo de que te habías trasladado, pero jamás te imaginé en la otra punta del país. Y luego te encuentro ocho o nueve años después con una sobredosis tirado en mitad de la estación de trenes de Busan —masculló entrecerrando los ojos—. ¡Eres un animal!
—¿Sobredosis? —repitió escéptico—. No estoy drogado.
—Te lo dije —le apoyó Taehyung, acercándose y abrazando sus hombros por detrás—. Yoongi ha sido muy amable ayudándonos.
Jungkook asintió levemente, sintiendo a Taehyung estrecharle y lanzar su corazón bien lejos.
—Es curioso cómo funciona la vida, ¿verdad? —emitió repentinamente el humano—. Llevaba años sin verte, y de repente, nos cruzamos en una situación tan extraordinaria.
—Sí —respondió en un suspiro.
El silencio se extendió levemente entre ellos, y Yoongi pensó que sobraba por un instante, advirtiendo el afectuoso gesto de apego entre ambos.
—Hmnh, voy a volver a calentar esto —se predispuso, agarrando la taza de camomila que se había enfriado, y después dirigiéndose a Taehyung—. Por cierto, he dejado algo más de ropa en el dormitorio. Por si...
—Oh, sí, sí —asintió Taehyung—. Vamos, Jungkook. ¿Puedes andar bien?
El dhampir siguió con la cabeza a Yoongi mientras volvía a desaparecer, consintiendo que Taehyung le llevase hasta un dormitorio.
—Yoongi lo ha preparado para nosotros —le dijo en voz más baja, agarrando el extra de ropa—. Ten.
—Espera, espera... Tae —le llamó, recibiendo la atención completa del moroi—. ¿Le has obligado?
—¿Hmnh?
—Que si has... usado el espíritu con él... ya sabes.
—No, no —respondió con sinceridad—. Él se ofreció a ayudarnos. Me dijo que podíamos quedarnos, sin que yo le comentase nada.
Jungkook se sintió dichoso por eso, sin llegar exactamente a sorprenderse. Puede que llevase años sin ver a Yoongi; pero él era así. Siempre lo había sido. Cuando era pequeño, recordaba perfectamente que Yoongi tenía la asombrosa capacidad de confiar en personas que repentinamente se le hacían dignas de confianza. Como si distinguiese con asombroso acierto cuando alguien era digno de su confianza.
Taehyung sujetó su rostro con delicadeza y se acercó a Jungkook, dejando un beso superficial junto a la comisura de sus labios. Jungkook se ruborizó velozmente cuando separó su rostro del suyo.
—¿Qu-qué haces? —dudó, provocando que Taehyung se sonrosase, y distanciase bruscamente de él—. Taehyung...
—Y-yo sólo... —balbuceó adorablemente—. ¿Por qué no tomas una ducha? Te sentará bien. Pero no te quites el amuleto.
Después de intercambiar sus sentimientos en palacio (o más bien gritarse para después besarse apasionadamente), sentía una especie de fino velo invisible fácilmente de atravesar entre ambos. Jungkook asintió, y salió del dormitorio sin demora con sus cremosas mejillas tintadas. Se introdujo en el cuarto de baño para tomar una ducha, mientras Taehyung se dirigía a la cocina para ofrecerse como ayuda a Yoongi.
Entre los dos prepararon algo de ramen mientras atardecía, pescado a la plancha y unas tiernas patatas hervidas.
—¿Sueles cocinar? —le preguntó con admiración.
—Sí, bueno —reconoció Yoongi humildemente—. No soy chef, pero trabajo en una cadena de comida. También llevo desde los dieciséis años viviendo solo.
—Oh.
—Prueba esto —Yoongi le ofreció probar el ramen con unos palillos metálicos.
Taehyung se inclinó para probarlos, pero se vio forzado a retirarse repentinamente antes de llevárselo a los labios, advirtiendo la náusea que le invadió por la comida.
—¿Qué pasa? ¿No te gusta? —dudó el humano—. Le he echado pimienta, a lo mejor es eso.
El moroi jadeo lentamente, apoyándose en la encimera con ambas manos.
«¿El uso del espíritu le estaba afectando de nuevo? —pensó Taehyung—. Llevaba años sin sentir esa repugnante sensación de rechazo, a pesar de que en el tren pudiera comer algunos bocados. Tal vez había abusado de él en el último día».
—N-no es eso... p-puede ser alergia —se excusó—. El sol, ya sabes...
—Oh, ¿quieres una medicina?
—Descansar será suficiente —le aseguró, distanciándose de la comida.
—Oye, Taehyung, ¿puedo preguntarte algo? —dijo Yoongi, apagando el horno y mirándole directamente.
—Eh... ¿sí?
—¿Eres un mago?
Taehyung se atragantó con su propia saliva. Tosió varias veces, golpeándose el pecho hasta que se fijó en el semblante serio de Yoongi.
—¿Qué si soy qué? —preguntó con voz aguda.
—Pues... —Yoongi se cruzó de brazos, liberando su aliento lentamente—. Hace unas horas vi cómo llenabas de luz una piedra, y hasta donde sé, dejé de fumar hierba el año pasado. Periodo en el que mi ex rompió la relación conmigo y... en fin. Prefiero que me digas que Jungkook y tú escapáis de un colegio de Magia y Hechicería, en vez de que os persigue una mafia nipona.
—N-no soy mago. Y no nos persigue ninguna mafia... exactamente...
—¿Y podemos valorar las sectas? —prosiguió—. Qué tal si eres un taumaturgo, y, ¿Jungkook tu mascota del diablo?
—No somos de una secta —le aseguró Taehyung con firmeza—. En serio, Yoongi. No puedo explicártelo sin romper las normas de la comunidad, pero te prometo que no te pondremos en peligro. Nos marcharemos de aquí cuanto antes.
—Oh, no, no —dijo levantando las manos en señal de paz—. Yo no os estoy echando.
—Eh —Jungkook se asomó a la cocina con apetito, el cabello húmedo, y la muda de ropa prestada encima—. ¿Qué tal?
—Kookie, ¿estás mejor? —preguntó Taehyung, contento por verle aparecer.
—Sí... cansado, pero...
—Tío, ¿por qué has crecido tanto? —se quejó Yoongi enfurruñándose—. Estás más grande que yo, caray. Relájate un poco con el gimnasio. Menos mal que esa ropa fue de mi antiguo compañero de piso, porque, mis camisetas sufrirían contigo.
Jungkook se pasó una mano por la coronilla, advirtiendo la presencia de unas cuantas plantas de cocina sobre un extremo de la encimera: Hierbabuena, perejil, verbena... «¿verbena?»
—¿Usas verbena? —señaló Jungkook.
Yoongi posó sus iris sobre la planta medicinal, cuyas hojas se encontraban liberando unas florecillas púrpuras esos días. Taehyung y Jungkook compartieron una mirada de soslayo.
«¿Un humano con verbena? Extrañísimo».
—¿Sí? No sé, siempre la he tenido ahí —contestó con la mayor simpleza del mundo—. Me gusta más el perejil.
—Huh...
Yoongi se enfundó los guantes de cocina y sacó del horno el pescado. Jungkook sintió el estómago rugir, y se ofreció a ayudarle a Yoongi para poner la mesa y servir la cena.
—¿No te encuentras bien? —le preguntó a Taehyung.
—Me sentaré un rato —respondió en voz baja, quitándose de en medio.
Cuando el sol se puso en el horizonte de Busan, Taehyung elevó la persiana y salió a la terraza respirando el aire fresco y salado. Los rayos anaranjados del sol calentaban el horizonte, mientras su extenuación física se hacía cargo de calar en sus huesos.
Escuchó a Yoongi y Jungkook conversar en el salón animadamente, como si el dhampir se reencontrase con un viejo amigo olvidado. Tan distinto a ellos, tan ajeno al mundo del que ahora provenían, que se le hizo como una ráfaga de viento fresco.
—Ha pasado mucho tiempo, ¿qué hiciste en el instituto? —formuló Jungkook atiborrándose de patata, pescado, y un segundo bol de ramen—. Eras súper mal estudiante en primaria.
—Eh, eh, eh, para el carro —le frenó Yoongi a punto de atragantarse con la cena—. No era tan malo. Y ahora estoy trabajando. Y vendo mis dibujos.
—¿Dibujas?
—De todo —afirmó Yoongi—. A veces tengo... inspiraciones. Soy artista a tiempo parcial, autoproclamado.
Jungkook se rio levemente.
—A Taehyung también le gusta dibujar —mencionó enfocándose en sorber su ramen.
—¿Y tú? —le devolvió Yoongi, acompañando su sonrisa de una más suspicaz—. ¿Qué has estado haciendo? A parte de casi morir... bajando de un tren...
—Oh, pues... —meditó lentamente, jugando con los palillos en su plato.
«Instruirme en las artes marciales, el manejo de todo tipo de armas, matar bestias sanguinarias capaces de arrancarte la cabeza o aplastarte de una —pensó sarcásticamente, sin llegar a pronunciarlo—, y cerrar un contrato con la cesión de mis derechos como ser humano a un príncipe vampiro del que estoy enamorado».
—No mucho —respondió en su lugar—, realmente.
—Entiendo. Es una edad complicada esta —le apoyó Yoongi—, aún no sabemos quiénes somos en el mundo, y si realmente el espacio que creemos que nos pertenece es nuestro, o... encajaríamos mejor en otro lado.
—Yoongi... —Jungkook se reclinó en la silla, dirigiéndole una mirada significativa—. Tengo algo de dinero, puedo ofrecértelo a cambio de...
—¿Qué? —se sorprendió golpeando la mesa con la mano—. No, no. Guárdate eso. Por el amor de dios, ¿qué sois? ¿ex-convictos? No necesito que me pagues nada. Podéis quedaros aquí el fin de semana, además, llevo demasiado tiempo solo, me vendrá bien recordar lo que significaba sociabilizar con alguien.
Jungkook exhaló una débil sonrisa.
—¿Seguro? —insistió con amabilidad—. Bien, me encargaré entonces de llenar esa nevera, porque... no te imaginas el hambre que tengo.
Yoongi empujó su cuenco de ramen en su dirección con una ceja levantada.
—Ese cuerpo no puede mantenerse solo —bromeó, prendiendo unas carcajadas agradables en Jungkook.
Taehyung sonrió desde la terraza, escuchando su conversación mientras contemplaba la calle humana desde las plantas superiores. Se sentía extraño estar allí, viendo pasear a humanos con críos que llevaban de la mano despreocupadamente. Un perro corriendo por el parque detrás de una pelota de tenis, y una pareja de chicas sentándose bajo un árbol. La calle oscureciéndose lentamente y las farolas iluminándose con una luz amarillenta.
El pelinegro pasó a la diminuta terraza después de su cena y animosa conversación con Yoongi. Posó una mano sobre su hombro, y deslizó el brazo completo sobre ambos hombros acercándose a Taehyung con familiaridad.
—¿No comerás nada?
—Me siento... decaído —respondió lentamente—. Debe ser el bajón del espíritu.
—Deberías descansar —le dijo—. Casi no has pegado ojo desde ayer, tuviste que curarme, y después de lo del colgante...
—Estuve pensando en lo que dijiste —añadió Taehyung evadiéndole—. Lo de «bendecido por las sombras». ¿Dijiste que pudiste ver a Mingyu?
—Así es —musitó Jungkook, perdiendo levemente la seguridad en sí mismo—. Eso creo, me dijo algo como que... me harían daño...
—¿Y si tiene que ver con el vínculo? Mingyu está muerto, Jungkook —le recordó—. Si le has visto, estás diciendo que puedes ver a los muertos.
—Ya, pero, por qué ha sucedido ahora, ¿y no antes? —emitió Jungkook en voz alta como una gran incógnita.
—Tiene que haber algo que lo haya activado —dedujo Taehyung, pasándose la mano por la mandíbula—. Como un interruptor, o algo...
Jungkook se deshizo del brazo sobre sus hombros y los sujetó con ambas manos, enfrentándose al moroi.
—Sea como sea, ahora debes descansar —insistió cálidamente—. Estoy bien, de momento. Resolveremos eso, e intentaremos averiguar que ha sucedido en palacio cuando amanezca, ¿de acuerdo?
Taehyung asintió lentamente, avanzó un par de pasos para fundirse en un estrecho abrazo con el dhampir, en el que cerró los ojos y se dejó llevar cada segundo.
—Hmnh, espera —musitó, separándose, y rebuscando en el bolsillo de la sudadera—. Esto es tuyo.
El moroi le dejó el broche de la flor de Tigridia entre los dedos, recordándole que la llevaba encima.
—Lo llevabas enganchado en la manga —le contó, sonriendo un poco—. Casi lo metemos también en la lavadora.
Jungkook sonrió levemente apretando el broche en su mano, y después se llevó a su compañero de la muñeca hasta el dormitorio, advirtiendo que Yoongi seguía fregando los platos en la cocina.
—Duerme —le exigió observándole sentarse en la cama—. Ayudaré a Yoongi con algunas cosas, ¿de acuerdo?
—Jungkook —Taehyung le detuvo brevemente.
—¿Sí? —dudó el azabache desde el marco de la puerta.
—Te amo.
El corazón de Jungkook se arrojó contra su pecho, cabalgando sin ningún destino concreto y removiendo sus más profundos sentimientos. Se mantuvo estático en aquella inocua distancia de metro y medio donde sus iris castaños se fundieron con los del otro.
—¿Tienes miedo de que exista un «nosotros»? —dubitó Taehyung en voz baja—. Por las leyes nosferatu... y por todo lo que nos han enseñado...
—No tengo miedo si estás tú —le devolvió Jungkook, destrozándole por dentro.
—Jamás permitiré que te castiguen por...
—¿Amarte? —susurró el dhampir interrumpiéndole y sacudiendo su corazón en una tormenta.
Jungkook se acercó unos pasos, y se acuclilló frente a él posicionándose a unos centímetros por debajo de sus ojos.
—Mi auténtico castigo sería negarme a hacerlo, Taehyung.
—Entonces, ¿q-quieres luchar por esto? —le preguntó temeroso, con voz oscilante y ojos redondeados.
—¿Por ti? —formuló Jungkook con dulzura—. Lucharía, aunque tú te resignaras.
—Estamos lejos de casa —pronunció Taehyung, acariciando su nuca con unos delgados dedos—. Debería estar asustado, sin embargo...
Jungkook deslizó el dorso de su mano sobre su mejilla como si fuera algo frágil, y en lo que Taehyung la tomó dejando un tierno beso sobre sus dedos, repitió suavemente:
—Se siente como si tú fueses una.
El dhampir apretó su mano incuestionablemente confundido por el contraste de emociones ese día.
—Siento lo mismo —confesó con predilección, dejándole su espacio para que descansase—. Siempre.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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