8. Respuestas

Zatu no entendía lo que estaba pasando, su expresión facial lo hacía más notorio. No sabía que pasaba por la mente de la asiática, tenía otras cosas importantes en su mente como para descifrar que era lo quería Camelia. Javier corrió, llegó todo sudado y agitado, luego se colocó frente a su jefe para empezar a informarle de todo lo que ignoraba.

—¿Qué está pasando? —interrogó Zatu con el ceño fruncido, miró a los ojos a Javier esperando una pronta respuesta del hexahumano de mayor longitud que la suya.— ¿De qué verdad me hablas?

De repente varios gritos de dolor se escucharon por toda la bodega, al igual que muchos disparos, se cayeron unas cuantas cajas y al mismo tiempo se rompieron otras. Las paredes metálicas y de ladrillos también se vieron afectadas por el ataque de una sola mujer, por el ataque de Camelia.

—Camelia ya sabe que Kanata está muerta —contestó Javier, al terminar de hablar tragó saliva, él sintió el enojo que su jefe estaba empezando a manifestar.— Ella me obligó a decírselo, hasta me cortó mi brazo, mire, esa mujer es muy peligrosa.

Javier le enseñó su brazo todo mutilado, Zatu no pudo observar muy bien la herida porque todo estaba a oscuras.

—¡Maldición! —exclamó molesto Zatu apretando sus puños.— Ahora entiendo todo, quiere vengarse de mí por lo que hice, es razonable pero no se lo permitiré.

Muchos más gritos de dolor se escucharon, pero en esa ocasión se escucharon más cerca que la vez anterior, Camelia estaba asesinando a la mayoría de los hombres de Zatu, aquellos hombres con los que alguna vez trabajó.

—Necesito mi espada —Zatu quién estaba serio miró a Javier.— Anda y traela hacía mi si quieres seguir viviendo.

—¿Solo eso señor? —preguntó con cierta timidez Javier antes de marcharse. Era la primera vez que Javier sentía temor por su jefe, al estar tan cerca de él pudo sentir su sed de sangre.

—Es lo único que puedes hacer por mí ahora —mencionó Zatu tronando los dedos de sus manos, él se estaba preparando para pelear contra Camelia.— Ya abriste tu bocota, tienes suerte de qué aún te quiera en mis filas.

El hexahumano se fue en busca de la espada, por su lado Zatu estaba transformando su cuerpo en humo, el haber pasado mucho tiempo con ella le brindó el conocimiento necesario para saber que armas usaría y también que técnicas de defensa emplearía.

Del aire un daga voló a toda prisa hacía un solo objetivo, Zatu, él hexahumano ni se inmutó, ni siquiera retrocedió o esquivó el arma, sabía que no podía salir herido con su cuerpo siendo solo humo, el arma de punta filosa quedó clavada en el suelo detrás del tobillo izquierdo de Zatu.

La asiática no tardó en aparecer frente a Zatu, la expresión de su rostro era única, se notaba claramente que tenía sed de venganza, sus manos estaban ya manchadas de sangre al igual que la otra daga que cargaba en su mano derecha.

—¡Maldito! —Camelia estaba furiosa, trató de asestarle una patada en el torso, estuvo por resbalarse pero se mantuvo estable y de pie, de nuevo intentó golpear a Zatu con otra patada, solo que la segunda fue una patada giratoria, prosiguió a usar la daga que le quedó e intentó clavarla en múltiples zonas del cuerpo del asesino de su hermana, tales cómo cabeza, tórax, genitales y abdomen.

Zatu reía, se movía un poco para esquivar los intentos de ataque de la asiática, tan solo lo hacía para hacerla cansar y poder así matarla con mayor facilidad.

—Es inútil Camelia —mencionó Zatu mostrando una sonrisa maléfica, disfrutaba verla enojada.— Ya no me sirves, te mataré igual que a tu hermana.

La asiática retrocedió un poco, se tomó unos segundos para recobrar fuerzas, matar a los hombres de Zatu tampoco había sido algo fácil para ella, de hecho una bala rozó su hombro izquierdo.

Zatu elevó sus manos al aire, las volvió tangibles y prosiguió a aplaudir. Su cuerpo formado por humo se esparcio alrededor de Camelia, aprovechó esa ventaja para darle puñetazos en su abdomen y espalda.

—Lamento tener que matarte —Zatu miró los ojos de la máscara de geisha y luego le dio un puñetazo en su mejilla izquierda, la máscara soportó el golpe.— Pero tengo que hacerlo, es justo y necesario, después de todo así lo acordamos, yo mantenía cautiva a tu hermana Kanata mientras tu trabajabas para mí pero al estar muerta ella, no recibirías más mis órdenes, solo puedo darte las gracias por todo lo que hiciste bajo mi mando.

Camelia tan solo se enfureció más, Zatu estuvo por darle otro puñetazo en la cabeza sin embargo la asiática actuó rápido y aprovechó su filosa daga para hacerle un corte en los nudillos de su puño.

El hexahumano de cuerpo de humo dio dos pasos hacía atrás, gritó levemente, hizo una mueca de dolor, miró con odio a la asiática, miró cómo sus nudillos sangraban, pocas veces era herido por sus contrincantes.

—Esas tan solo son las primeras gotas de sangre que vas a derramar —Camelia miró cómo el líquido carmesí caía al suelo.— Así que ya anda acostumbrándote.

—¡Jamás! —exclamó furioso Zatu, nuevamente todo su cuerpo se volvió humo, no quería salir herido de nuevo.

Camelia sonrió pero por dentro ella estaba muy triste por el deceso de Kanata, de uno de sus bolsillos sacó tres de sus ya muy utilizadas agujas, que luego lanzó directo hacía Zatu, las agujas atravesaron el cuerpo intangible del hexahumano y luego quedaron clavados en el suelo muy cerca de dónde él estaba, segundos más tarde el trío de agujas explotó una detrás de otra.

Zatu se alejó aún sabiendo que en ese estado las explosiones no le afectaban pero lo hizo solo porque reaccionó al estímulo que llegó a su sentido del oído.

Camelia corrió hacía él para tratar de herirlo con su daga, tan solo tenía que esperar que volviera a poner sus manos o pies tangibles, esos eran los puntos débiles de Zatu, a ella no le tardó tanto tiempo en descubrirlo. Siempre quiso enfrentarlo, era por ese mismo motivo que lo había estudiado un par de veces, aprendió ciertos movimientos que Zatu solía usar en repetidas ocasiones en sus combates.

—Señor tome su espada —gritó Javier quién estaba corriendo en dirección hacía los dos contrincantes, luego lanzó la gran espada.

Camelia se agachó y luego esquivó puesto que ella estaba frente a Zatu, pudo haber muerto sino lo esquivaba pero sabía que no podía morir, aún no, tenía que vengarse antes de hacerlo, tenía como misión principal matar a quién le mató a su hermana.

Zatu volvió su mano derecha tangible, para con esa misma sostener la gran espada.

—Ahora si veamos quién mata a quién —mencionó Zatu, se mostró más seguro y confiado al tener en sus manos ya a su arma predilecta.— Es mi turno de hacerte sangrar.

Comenzó su ataque con una estocada, Camelia esquivó la primera estocada, con la segunda su método de protección fue usar su daga, al chocar la espada de Zatu, su arma fue despedida unos centímetros hacia atrás producto de la gran diferencia de peso entre las dos armas.

La mujer no tuvo más opción que retroceder, saltó hacía atrás sin mirar, sacó cuatro agujas, las dos primeras las lanzó directo a la cabeza de Zatu pero el se protegió de la explosión su espada, las dos agujas más fueron lanzadas a los pies de Zatu, el cuál reaccionó a tiempo y no se vio afectado tan solo dio tres pasos para atrás, fue en ese momento en el que se tropezó con la daga que Camelia lanzó cuando apenas comenzaba la pelea.

—¡Pendejadas! —gritó furioso, sacó la daga que había estado clavada en el suelo durante la mayor parte de la pelea, se la lanzó a su contrincante esperando herirla pero no tuvo éxito, él nunca ha sido tan bueno con el estilo de pelea de lanzar armas. Lo único que logró fue darle un arma más a Camelia puesto que ella atrapó la daga en el aire, tenía sus dos dagas para contrarrestar los potentes ataques de la gran espada de Zatu.

El hombre de humo se abalanzó contra Camelia, tratando de matarla, ella apenas podía protegerse con sus dagas, los filos de las dagas y la espada chocaban constantemente hasta que la mujer de cabello negro recibió un disparo directo en su tobillo, Zatu aprovechó el momento para acercarse a ella, que estaba en el suelo bocarriba, caminó hasta quedar lo más cerca posible, la miró con malicia.

Zatu levantó su gran espada para matarla de una vez por todas, pero Camelia actuó rápido y giró su cuerpo a pesar de su herida, todo para clavarle una de sus dos dagas en el pie derecho de Zatu, quién gritó muy fuerte, sentía tanto dolor que estuvo a punto de soltar su arma, Camelia no se rindió y así trató de clavar su otra daga en una de las manos de su rival pero el sonido de una bala impactar el suelo la detuvo, miró hacía atrás y pudo observar cómo una docena de hombres estaban apuntando hacía ella con sus armas.

La mujer de forma rápida sacó diez de sus agujas y las lanzó en un santiamén provocando una explosión lo suficientemente potente para poder huir del momento, no pasaron más de dos segundos cuando los secuaces de Zatu comenzaron a disparar para matarla.

Javier fue a auxiliar a su jefe.

—Se encuentra bien señor? —Javier estaba preocupado por él, se le acercó pero Zatu se mostró reacio y tan solo lo despreció.

—¡Apartate! —gritó Zatu tratando de aguantar el dolor que sentía por sus pies heridos que no dejaban de sangrar. No quería mostrarse como alguien débil frente a sus hombres, no ante ellos, eso no lo haría nunca.

Javier se apartó un poco temeroso de que Zatu intentara matarlo tan solo para descargar su enojo por todo lo que la mujer asiática le hizo mientras estuvieron peleando.

—Ustedes... —el furioso y herido hombre miró a cuatro de sus secuaces, ellos asintieron mientras lo miraban fijamente a sus ojos— Vayan a buscarla y me la traen, no importa si viva o muerta pero me la traen.

—¡Sí señor! —los cuatro hombres después de gritar se marcharon inmediatamente.

—Y tú anda a buscarme a alguien que cure esta mierda —exclamó mirando a Javier y luego señaló su pie sangrante.

—Señor pero la única persona de todos nosotros que hacia eso era Camelia —contestó Javier temeroso.

—¡Maldición! —gritó furioso Zatu golpeando el suelo con su mano derecha— Entonces sal y traeme a una doctora o a una enfermera.

Javier se marchó inmediatamente, tenía que cumplir con su misión, no podía regresar solo o moriría a manos de su jefe.

Los demás hombres de Zatu se encargaron de vigilar las zonas para estar prevenidos de otro posible ataque por parte de Camelia, tenían que estar preparados, Zatu y sus hombres vieron como una sola mujer con sed de venganza pudo hacer grandes desastres sin necesidad de tener algún poder hexahumano, eso la convertía en alguien peligrosa, debían eliminarla al igual que a Tigre.

Javier se demoró aproximadamente dos horas en encontrar a una enfermera, la cuál secuestró cuándo ella salía de su turno, ella estaba a punto de llamar a un taxi sin embargo no lo logró y cayó presa de las garras de Javier.

—Señor aquí la traje —dijo Javier cuándo llegó a la bodega mientras llevaba a la fuerza a la joven mujer, la sostenía muy fuerte del brazo izquierdo, ella se mostraba muy temerosa, reconoció el rostro de Javier y también de Zatu, ya que ambos salieron en las noticias.

Zatu estuvo esperando impaciente, y en todo ese tiempo él tenía todo su cuerpo hecho humo para apaciguar el dolor que sentía.





Al día siguiente Alan se despertó pensativo, abrió sus ojos y lo primero que hizo fue mirar fugazmente a su amada Karla, la cuál estaba bien arropada con una gran sabana, para luego mirar el techo de su habitación.

En su mente se quedaron grabadas las palabras que le dijo su mejor amigo Saúl, sobre que debían hacer algo para dar con el paradero de quiénes intentaron matarlo, deslizó la sabana cubría su cuerpo y la dejó a un lado, se levantó de la forma más sigilosa que pudo para no despertar a su amada, sabía cómo se comportaba ella cuándo se despertaba muy temprano en las mañanas.

Se colocó sus zapatillas color café y camino hacía un pequeño closet de dónde sacó una camisa blanca, se la colocó al igual que lo hizo con una pantaloneta de color azul marino, luego fue hacía el baño de la habitación, se lavó su cara lo más rápido que pudo y acto seguido se dirigió a la sala.

Se sentó en la mesa de la sala de la casa, prendió su laptop y esperó unos minutos a que el wi-fi funcionara, rápidamente comenzó a escribir con el teclado, un sinnúmero de páginas aparecieron cuando presionó la tecla "enter", pero él sabía que la primera página mostrada por el buscador era la idónea.

Al cargar la pagina que seleccionó, la cuál era la página oficial de la policía nacional, al intentar iniciar sesión en su cuenta no lo consiguió, le salía error, repitió la contraseña en su mente la cuál era su número de cédula más dos letras y un símbolo, se molestó ya que intentó cinco veces y no obtuvo éxito alguno.

—No creo que me hayan cerrado la cuenta -dijo para sí mismo— ¿O quizás sí?

Sabía que no podía hacer nada, así que cerró la laptop, frustrado estaba porque su plan no funcionó.

Regresó a su habitación para lavarse los dientes, mientras se aseaba pensaba en otra idea para conseguir el registro de los policías, sabía que había uno o más policías involucrados en su intento de asesinato.

—Si tan solo pudiera hackear esa base de datos —habló en voz alta al termino de su lavado de dientes, dejó su cepillo en un vaso de plástico de color amarillo, junto al cepillo de su amada.

—¿Qué base de datos quieres hackear? —escuchó del otro lado de la habitación. Miró hacía atrás y observó como Karla, estaba de pie en la puerta del baño.

—¿Acaso sabes hackear? —preguntó Alan esperando un respuesta positiva.

—De hecho no —contestó Karla sonriendo al ver el rostro de decepción que su amado mostró— Pero conozco a alguien que sí, se llama Felicia y trabaja conmigo en la empresa.

—Pero ¿cómo vas hacer con tu barriga? —preguntó Alan acercándose a ella.

—Ya no importa, a estas alturas ya es imposible ocultar mi embarazo ya muchos lo han de saber.

—¿Pero qué le dirás? —interrogó Alan.

—No te preocupes ya pensé en un plan —Karla guiñó su ojo.

Dos horas después la pareja comenzó a moverse para poner en marcha su plan, Karla lo tenía todo pensado, ella iría a la empresa en dónde trabajaba, había dejado de hacerlo por un tiempo para "guardar" luto por su amado, aunque luego dejó de hacerlo porque recibió una gran cantidad de dinero por parte del gobierno por el supuesto fallecimiento de Alan.

Karla llamó a Felicia, la cuál terminaba de trabajar a las siete de la noche, la citó a un restaurante para poder conversar.

Felicia se mostró extrañada, aunque felíz de volver a compartir con su gran amiga del trabajo, felicitó a Karla por su bebé, aunque también le dio sus condolencias por Alan. Karla no tuvo más opción que fingir su pena.

—¿Qué quieres qué? —preguntó Felicia asombrada y a la vez alzando su tono de voz.— No Karla no puedo hacerlo.

—Sí, Felicia lo que te dije —contestó Karla insistiendo en su ayuda— Por favor tienes que hacerlo por mí, es muy importante, necesito saber quién mató a Alan.

—Sé que debes estar triste y enojada por aquello pero eso es un delito —mencionó Felicia— Además si consigo esos nombres ¿Qué piensas hacer?, en tu estado no puedes ponerte en peligro.

—Por eso me he aliado con Tigre —contestó Karla, ella miró a los ojos a su amiga, esperando que accediera y así ocurrió Karla convenció a Felicia, quién miró hacía arriba, luego a la derecha y a la izquierda y al final aceptó con un poco de inseguridad.

Las dos mujeres se marcharon del restaurante, Felicia llevó a Karla a su departamento.

La mujer de cabellos castaños y lentes prendió su laptop instantáneamente luego de sentarse en una silla de madera.

—¿Segura de que puedes confiar en Tigre? —preguntó la mujer de estatura baja que miraba a su computador más no miraba a su amiga embarazada.

—¿Y por qué no confiaría en mí? —dijo Tigre apareciendo de la nada en el departamento de la mujer de lentes.— Si soy todo un encanto.

Felicia se sobresaltó.

—Porqué apareces de la nada asustando a la gente —contestó con sarcasmo Felicia llevando su mano derecha hacia la región de su corazón.

—Perdón eso no era mi cometido —contestó el héroe acercándose a las dos mujeres.— Pero puedes confiar en mí, mi objetivo es ayudar a las personas que más me necesitan y Karla es una de ellas.

—Ya, pero alto ahí gatito —dijo Felicia moviendo uno de sus dedos de un lado a otro.— Ella aún ama a su novio aunque no esté presente, así que no le coquetees...aunque yo si estoy disponible...

—Por favor Felicia a eso no vinimos —dijo Karla mirando a su amiga, la cuál no dejaba de observar de pies a cabeza al héroe.

—¡Perdón! —Felicia volvió a usar el computador, escribió un par de cosas, tan solo se demoró un minuto con tres segundos en hackear la base de datos de la policía nacional.— Estuvo algo difícil aunque lo conseguí.

Felicia estaba felíz por su cometido al igual que Karla y Alan.

—Ahora me siento como una delincuente —mencionó Felicia mientras sostenía una hoja recién impresa en dónde se mostraba un registro de asistencia policial.— Espero que Tigre no me lleve presa.

Karla intentó no fulminarla con la mirada.

—Aquí está un registro de la asistencia de los policías que no llegaron ese día —Felicia le entregó la hoja impresa a Karla.— Solo dos policías faltaron ese día, algo sospechoso.

Tigre se acercó para observar los nombres de los dos policías.

—Jorge Jiménez y Julio Alvarez —Tigre leyó el papel. Él los conocía muy bien, quedó sorprendido en ese momento.

—¿Y ahora qué vas hacer? —preguntó Felicia tratando de indagar quién podría ser el héroe con tan solo observarlo.

—Es hora de ir por respuestas.

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