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Los gritos del acero entrechocando, junto al crepitar de las llamas y la batalla entre los espíritus, favorecieron a que la sala de estar fuese abandonada. Todo para dejar a dos monstruos matarse entre sí y no ser otro cuerpo sin nombre a su alrededor.

Ambos seguían danzando, ignorando sus propias heridas. Los intercambios fueron parejos, ninguno lograba imponerse al otro.

Banhui fue la primera en ganar algo de ventaja al lograr cortar una de hachas, segando el hombro y dejando que la cabeza quedase incrustada en una de las paredes. Cuando el aire chillo al ser rasgado por la hoja en otro corte directo al cuello se terminó deteniendo al contacto del Aura de Pelayo. Tiempo aprovechado en contraatacar con un golpe de leñador hacia el torso de la asiática, mientras esta se obligaba a tomar distancia.

— ¡Me llevas molestando mucho tiempo, demasiado! ¿Por qué no desistes de una vez y me dejas casarme?!

— ¿Por qué el gatito lleva casado cómo veinte años?

— ¡Mientes!

Con aquel grito la pelea se retomó entre ambos, cada uno empuñando sus armas o lo que quedaban de ambas. Banhui sostenía con firmeza una espada jiang, deslumbrante y letal. Su destreza con la espada era impresionante, moviéndose con agilidad y precisión mientras buscaba la manera de derrotar a su oponente.

Por otro lado, Pelayo se defendía valientemente con el hacha y restos, empleados los cómo una porra. Su fuerza y determinación eran evidentes en cada golpe que lanzaba. Aunque sus armas no eran tan refinadas como la espada de Banhui, compensaba con su habilidad para manejarlas.

El choque de las armas resonaba en el aire, creando un ambiente tenso y lleno de adrenalina. Banhui intentaba aprovechar la velocidad de su espada para superar la fuerza de Pelayo, mientras que este último buscaba abrirse paso con golpes poderosos y precisos.

El sudor corría por sus frentes mientras luchaban sin descanso. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. Cada uno defendía con fiereza su honor y su objetivo. El sonido de los golpes y los gritos de esfuerzo llenaban el lugar, manteniendo a todos los espectadores en vilo.

— Nos juramos amor bajo la Doncella del Verano, ¡no me trago tus sucias mentiras!

Entre jadeos su voz se elevó en el silencio, solo acompañados por los de su rival. Ella amaba a quien fue su primer rival y su único amigo, aquel con quien juró amarse nunca creería palabras tan viles.

— Fui a su puta boda, el cabrón pensó que lo mejor era nombrarme cómo el padrino de la boda. Si no confías en mi palabra tengo las fotos en mi teléfono, incluso las subió a su mierda pared de la red.

— ¡Mientes, mientes, mientes!

Las lágrimas caían de sus ojos y eran evaporadas por sus propias llamas, dando paso a que las llamas se extendieran a su melena. Con un último grito se abalanzó hacia Pelayo, elevando sus llamas hasta cubrir su cuerpo. Ambos volvieron a chocar sus armas, todo mientras seguían tratando de superarse mutuamente.


El enfrentamiento parecía no tener fin, ninguno de los dos daba tregua. La determinación y el orgullo se reflejaban en sus ojos mientras seguían luchando con todas sus fuerzas. El cansancio se hacía presente, pero ninguno de los dos se rendía fácilmente. Ella luchaba por mantener el único hilo de cordura emocional que le quedaba y él luchaba para evitar morir.

La pelea entre Banhui y Pelayo era un verdadero espectáculo de destreza y coraje. Ambos guerreros se enfrentaron con sus armas, mostrando su habilidad y determinación. Solo el destino decidiría quién saldría victorioso de esta batalla épica. Todo terminó cuando él sintió un puñetazo caliente directamente en su pecho. Su propia experiencia ya le informaba sobre la realidad, había sido demasiado lento al reforzar su cuerpo.

Fueron también los que le brindaron la información necesaria para reconocer sus movimientos. Golpeando con su brazo armado, obligándola a doblar su codo y acercarse a él para terminar enterrando la cabeza del hacha en su generoso pecho. La sorpresa en aquellos ojos celestes, liberados de las llamas, dieron la oportunidad que necesitaba. Concentrando todo su poder en la cabeza del arma profundizó en su cuerpo, expandiendo la herida al estallar la cabeza en el interior de su torso.

Ambos estaban más allá de los poderes de sanación de sus espíritus, él era incapaz de mantener estable las llamas infernales alrededor de la hoja mientras que ella no lograba regenerarse de los daños internos. Uno terminaría calcinando sus entrañas y la otra entraría en un ciclo eterno de curarse hasta quedarse sin energías.

— Te lo dije... él se casó hace más de veinte años. Aun siendo una puta loca... te mereces saber la verdad.

Su voz se veía interrumpido por los gemidos que producían sus pulmones al tratar de respirar, cediendo al colapso del izquierdo, pero fueron sus ojos, calmados y sinceros, los que brindaron la última gota para empezar a derrumbar los cimientos de la torre que había construido con los años. Una torre basada en una promesa rota y su deseo egoísta de atar a alguien hacia ella misma.

— Sigo sin creerte...

— Haz lo que quieras entonces, pero esta es nuestra última noche y Nairsh está en lo alto para contemplarlos.

Su fin se acercaba, implacable, ya fuese por sus heridas o por el cargamento que silbaba en caída libre sobre ellos, y quedaba poco por lo que ambos pudiesen disfrutar. Morir con dolor o irse por sus propios medios.

Concentrándose en mantener la poca consciencia, mientras luchaban contra el shock y el naciente dolor por el fin de la adrenalina en sus cuerpos, desenfundaron sus armas de fuego y lentamente apoyaron la boca del cañón en la sien del contrario.

— Vinimos cómo el mundo y la suerte quiso, pero nos iremos cuando y como queramos.

Si hay una vida después de la muerte, o si la rueda de la reencarnación existe, juro que, si nos volvemos a encontrar, lo haré cómo un amigo. — Los fríos ojos de Banhui se abrieron suavemente al reconocer el principio del juramento, tanto que por una vez desde que ambos se conocieron aquellos ojos se ablandaron en una suave mueca de confort. — No importa qué camino hayamos seguido, si nuestros destinos se cruzan nuevamente, te recibiré con los brazos abiertos.

— "El Juramento de los amantes", no creí que fuera posible que fueras tan cursi. — Su débil voz mantuvo los últimos trazos de calidez, incluso llegando a demostrar los indicios inacabados de una broma. — Tu reputación se esfumará si la gente se enterase.

— Solo cállate y sigue el juramento, ¿qué es lo peor que te puede pasar?

— Que se haga realidad.

— Cállate y jura.

Sus actos los estaban calificando como un matrimonio anciano, casi tierno si se olvidaba el hecho que se habían malherido mutuamente.

Lentamente, ambos recitaron el resto del juramento al unísono, sus voces se mezclaron mientras el silbido se hacía más penetrante hasta que ellos mismos fueron incapaces de escucharse.


"Prometo dejar de lado cualquier resentimiento, cualquier dolor del pasado. Siempre recordaré los momentos felices que compartimos y los guardaré en un rincón especial de mi corazón. No importa lo que hayamos pasado, lo que hayamos enfrentado, si nuestros caminos se vuelven a unir, estaré allí, listo para brindarte mi amistad incondicional.

En este juramento, Nairsh es testigo de mí compromiso. Sí existe un plano espiritual más allá de nuestra existencia terrenal, que estos deseos sean escuchados y que mi promesa sea cumplida. Si nos encontramos nuevamente en esta vida o en la próxima, te aseguro que nuestra relación será de amor y amistad sincera.

Que así sea, en nombre de Nairsh, hago este juramento."


Con movimientos lentos y cuidadosos, hicieron la última comprobación a sus armas. El silbido se convirtió en un grito, informándoles que estaban en el descuento. Ella cerró los ojos, murmurando una última oración.

— Para ser un sarnoso, eres mejor persona de lo que aparentas.

— Para ser un pajarraco frío, tus ojos son bonitos.

Sus últimas palabras se perdieron entre el estruendo de la destrucción del edificio, ante sus ojos las cortinas de fósforo consumían la fachada externa del edificio y los pisos superiores. Los gritos de los supervivientes fueron consumidos por las llamas mientras los cristales explotaban hacia el interior.

La habitación rápidamente se había transformado en un horno, todos sus pensamientos se detuvieron cuando sus miradas se conectaron y apretaron el gatillo al unísono.

Fueron unos pequeños instantes, suficientes para apreciar cómo aquella máscara se desprendía y logrando ver por unos últimos momentos el rostro de Banhui. Uno realmente hermoso.

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