Capítulo único

Escuchá. Vení, sentate conmigo y leete este relato, porque te voy a contar una historia. Es cortita.

¿Escuchaste alguna vez hablar sobre la garra charrúa? Quizá te suena por el fútbol, pero va mucho más allá de Luisito Suarez y su pasión por el fútbol.

Mi país está ahí, escondido debajo de la tierra del carnaval. El río de la plata besa sus costas. ¿Te ubicás? Sí, soy de Uruguay. Mi querido, queridísimo Uruguay. La tierra de los gauchos, de los ceibos; de las calles de adoquín, de los cerros; del gurí o la gurisa que sale a andar en bicicleta, del mate con tortas fritas en las tardes lluviosas. Soy parte de ese pequeño pedacito de mundo que tiene forma de corazón, y que está lleno de gente solidaria. Gente linda que está dispuesta a darte una mano para que remarla no sea tan complicado.

Somos chiquitos, pero gigantes. Nuestra garra charrúa no se compara con nada; le metemos el pecho a la vida con el matecito abajo del brazo y la ilusión a flor de piel. Así somos nosotros.

El uruguayo te invita a la casa un domingo a comer un asadito a las brasas. Te hace parte de su familia aunque otras tierras te hayan visto nacer. Porque en el momento en el que pisás Uruguay, te hacés parte de nuestra esencia, de lo que somos, porque para nosotros sos como un yorugua más desde el momento en el que llegás.

A veces la gente se siente un poco intimidada porque en algunos lugares no se acostumbra a saludar con besos y abrazos, pero nosotros te saludamos así aunque no te conozcamos de nada, porque acá somos todos hermanos de corazón.

Si me preguntás a mí, lo más lindo de ser uruguayo, es escuchar a lo lejos los tambores de las comparsas, y ver cómo la gente se anima a bailar candombe en la calle. O recordar aquellos días, en los actos de la escuela, cuando los nenes de sexto año bailaban el pericón nacional para despedirse de la primaria, o cuando cantaban el himno. En ese momento uno no le daba mucha bola a todo eso, porque cuando uno es gurí las prioridades son otras, pero cuando crecés y te das cuenta, el "¡tiranos, temblad!" cobra mucho sentido. Y sí, ¡no por nada tenemos uno de los himnos más bonitos del mundo!

Y ojo, que todo esto que te cuento es solo un pedacito de todo lo que somos. Nuestra inmensidad no está en el tamaño de nuestra tierra, sino en nuestro espíritu. Porque llevamos el blanco y el celeste en el corazón. Portamos nuestra bandera con orgullo a dondequiera que vayamos, y todo aquel que se cruce con un uruguayo se va quedar con un poquito de lo que somos.

Y bueno, eso es todo lo que tengo para contarte por esta vez. Te dije que era una historia cortita, ¿viste? Por si no quedó claro, estoy orgulloso de mi país. Soy Uruguayo, soy blanco y celeste. Y al que quiera celeste, ¡que le cueste! 

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