Capítulo 49

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-Oh vamos, no seas blando conmigo, siento que me subestimas y me desquicio -Itachi sonrió divertido deteniendo los ataques del menor con velocidad -cada día tu shunshin es más veloz -Shisui sonrió con emoción levantando su pie en una patada. Itachi lo tomó del tobillo, lo lanzó lejos -demonios, eres demasiado rápido y ni siquiera veo brillo rojo en tus ojos -se dejó caer respirando agitado -oye, vas por buen camino, no creo que debas presionarte tanto -Shisui sonrió divertido -tengo mucho que superar aquí, no puedo perder tiempo -Itachi sonrió sentándose a su lado -entonces ¿yo fui tu maestro en aquella vida? aún no lo digiero, debí ser genial -el mayor sonrió -lo eres y también lo eras en ese futuro, era tú admirador -Shisui rio con diversión -gracias por ayudarme con mis entrenamientos, no es que muchos se presten para apoyarme, he tenido que aprender mucho solo y es complicado -Itachi levantó su mano, golpeó con dos dedos su frente -eres mi primo, con gusto lo hago -el Uchiha sonrió, el mayor lo ayudó a levantarse, ambos caminaron con calma de regreso al clan.

Mientras caminaban, unos ojos los veían a lo lejos con molestia, un sentimiento de sentirse reemplazado por ese chico lo hacía sentir un hoyo en el estómago, vio a Shisui hablar con admiración con el azabache, el pequeño siempre había rechazado su ayuda para entrenar. Los siguió lentamente por el barrio oculto entre las sombras. Al llegar a la mansión Uchiha tras una ventana se ocultó observando como el azabache de cabello largo era recibido -Itachi, mi niño -Mikoto besó su mejilla con amor -tenías días sin venir, hablaré con Minato, tanta misión me roba tu tiempo -Itachi sonrió con cariño dejándose hacer -no te preocupes madre, llegué ayer por la noche -la matriarca lo abrazó con amor. El cabello de Itachi fue jalado hacia abajo -ani… kii… Ani… kii… -Itachi sonrió, tomó a Sasuke de su silla de comer, besó sus mejillas suavemente -pequeño otouto, haz crecido mucho -Sasuke se acostaba en su pecho con cariño sintiendo las caricias en su espaldas -hijo, me da mucho gusto verte, siéntate, comeremos aprovechando que estás aquí -Itachi sonrió a su padre que llegaba, asintió, tomó su lugar -te agradezco que apoyes a Shisui en su entrenamiento, no he tenido mucho tiempo y siento que por mi culpa puede retrasarse -Itachi negó -lo hago con gusto padre, no debe agradecer, me hace feliz ayudarlo -

Itachi besó la mejilla de Sasuke, lo elevó en el aire suavemente haciéndolo sonreír -Sasu-chan sólo sonríe de esa forma contigo, es don gruñoncito, igual que tío -Shisui levantó un puchero ofendido, Mikoto e Itachi rieron con diversión ante el ceño indignado del patriarca. El extraño desde la ventana veía a su familia sonreír y tratar a Itachi como si fuera uno más, cómo si fuera su hijo ¿qué demonios sucedía? su hermano era un completo amargado, no lo reconocía, esa convivencia no existía cuando él estaba. El maldito Itachi le robaba a su familia, apretó la madera con coraje entre sus manos.

Madara le había ordenado seguir a Itachi, al inicio cuando fue secuestrado quiso regresar a Konoha, pero el maldito anciano le había puesto un sello títere jurando lealtad ante el sujeto, pero ahora mismo se daba cuenta que nadie lo necesitaba, sentía celos y dolor. Al final de la cena Itachi salió de la mansión, corrió por los árboles a gran velocidad con una sonrisa ligera en su rostro, no corría hacia su casa, corría a la casa Namikaze. Al llegar tocó la puerta de inmediato arreglando su cabello, con velocidad la puerta se abrió, el pequeño rubio se lanzó a sus brazos, descaradamente besó sus labios, jaló de su mano y lo introdujo en el hogar. Obito abrió sus labios ligeramente, sus onix se llenaron de dolor, apretó el ceño bastante, sus puños dolieron ¿también le arrebata a ese pequeño que había robado su corazón? No podía ser cierto, negó con coraje apretando sus puños. Todo este tiempo se había dado cuenta que el Uzumaki le gustaba bastante, que lo de Rin había sido un capricho, no se lo iba a permitir, Naruto era suyo, no dejaría que también se lo arrebatara, le pertenecía, encontraría la forma de obtenerlo en esas circunstancias, ya le había robado a su familia y la atención del maldito que lo tenía preso, no más, era su rubio.

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