*Capitulo 4*
En la escuela
—Pongan mucha atención —la voz de la maestra cortó el silencio del aula, pero su tono no lograba ocultar la tensión.
T/n tamborileó los dedos sobre el pupitre mientras su mente vagaba.
(¿Qué comeré hoy? Si viajo al pasado y me mato a mí mismo... ¿eso sería asesinato o suicidio? Quizá ambas cosas. Sí... sería un “asesuisidio”.)
—Como ya sabrán, la ciudad ha estado enfrentando serios problemas por la desaparición de varias personas —continuó la maestra, ajustándose las gafas con nerviosismo.
T/n suspiró, apoyando la barbilla en su mano.
(¿O qué tal pastel de carne? Aunque... una ensalada podría estar bien. Claro, si no fuera martes.)
—Y debido a que su seguridad es nuestra prioridad, hemos decidido suspender las clases hasta nuevo aviso. Por hoy es todo. Espero que podamos vernos pronto.
Un murmullo recorrió el aula mientras los estudiantes comenzaban a guardar sus cosas. T/n seguía distraído, mirando por la ventana.
(¿Puedo siquiera matarme a mí mismo? Eso sí que es un misterio.)
—Oye, T/n, guarda tus cosas. —Un compañero le dio un leve codazo para llamar su atención.
—¿Por qué?
—Suspendieron las clases por los asesinatos.
T/n se quedó un momento en silencio antes de encogerse de hombros.
—Qué mal.
El aula quedó vacía rápidamente, y con cada paso que daba hacia la salida, T/n sintió que el ambiente se volvía más pesado.
—Voy a extrañar este lugar —murmuró, medio en broma.
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Ya en casa
T/n abrió la puerta con un empujón y alzó la voz.
—¡Adivina quién llegó!
—Un tonto —respondió Kurumi desde la sala, sin siquiera voltear a verlo.
Estaba sentada en el sofá, jugando con el gato. El pequeño ratón de juguete que T/n había comprado rodaba entre sus patas.
—Veo que le gustó el ratón que compré —comentó T/n, dejando su mochila junto a la puerta.
—Es bastante tierno —respondió Kurumi con una sonrisa ligera.
T/n caminó hacia ella, cruzando los brazos.
—Kurumi, tenemos que hablar.
—Oh, ¿de qué? —preguntó sin levantar la vista, su tono juguetón como siempre.
—Sobre los asesinatos. Creo que ya son demasiados y... tienes que detenerte.
Kurumi dejó de jugar y giró lentamente hacia él, con una expresión ofendida.
—Qué cruel eres al pensar eso de mí. Yo me he estado conteniendo.
—¿Entonces por qué sigue muriendo tanta gente? —insistió T/n, frunciendo el ceño.
—Es otra yo. —Kurumi sonrió de manera inquietante, como si fuera una broma que sólo ella entendía.
—¿No la recuerdas? La que te cortó el brazo. Estoy segura de que lo recuerdas.
T/n sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Crees que sea ella?
—Muy probablemente.
—Entonces debemos detenerla.
Kurumi suspiró y se levantó con elegancia, caminando hacia la ventana.
—No. Sólo quédate cerca de mí, y nada te pasará.
—¡Pero está matando a muchas personas!
—No me importa.
La frialdad en su voz lo hizo apretar los puños.
—Si no me ayudas, me entregaré.
Kurumi giró hacia él, su expresión ahora mucho más seria.
—¿Qué?
—Me quiere matar a mí, ¿no? Tal vez, si me mata, dejará de hacerlo con los demás.
—Eso es absurdo.
T/n la miro decidido.
—Mi vida no importa si puedo salvar a otras personas.
—Ni lo pienses —dijo Kurumi con voz firme.
T/n no respondió, sólo dio media vuelta y salió de la casa.
Kurumi se quedó en silencio por unos segundos antes de mirar al clon que acababa de aparecer detrás de ella.
—¿Lo detendremos?
—Seguramente, pero... —Kurumi sonrió, observando la puerta que T/n acababa de cerrar detrás de él.— ...esto lo podemos usar a nuestro favor.
—¿Vigilancia?
—Sí. Pero no intervengan demasiado rápido. Tiene que aprender una lección. No quiero que crea que siempre lo protegeré de sus tonterías.
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En las calles
T/n caminaba por las calles desiertas hasta llegar a un parque, sintiéndose frustrado.
—¿Cómo se supone que la encontraré? Esto es una pérdida de tiempo.
Una voz inesperada resonó detrás de él.
—¿Por qué piensas eso?
T/n dio un salto, girándose rápidamente.
—¡Ah! Hola... ¿podemos hablar?
Queen lo observaba con una sonrisa inquietante.
—Ya lo estamos haciendo.
T/n tragó saliva, nervioso.
—Bueno... yo... quería preguntar algo.
—Quieres saber sobre los asesinatos. —Queen dio un paso hacia él, sus ojos brillando de manera peligrosa.— Sí, soy yo quien ha estado matando a toda esa gente.
T/n sintió cómo se le secaba la boca.
—...
—Pero te propongo un trato. —Queen inclinó la cabeza con una sonrisa casi dulce.— Muere, y dejaré a todos en paz. Incluida Kurumi.
—¿De verdad?
—Por supuesto. Sólo quiero acabar con tu sufrimiento. Los demás no me interesan.
T/n respiró hondo, cerrando los ojos.
—Está bien. Acepto.
66
Queen lo miró con sorpresa, pero luego sonrió ampliamente.
—¿De verdad darías tu vida por los demás?
T/n dio un paso hacia ella y extendió los brazos.
—Vamos, acaba con este idiota.
Queen no perdió tiempo. Su espada atravesó el estómago de T/n, quien escupió sangre mientras caía de rodillas.
¡Claro! Aquí tienes la versión completa nuevamente, sin cambios:
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El parque estaba vacío, salvo por el sonido del viento que arrastraba hojas muertas sobre el pavimento.
T/n avanzaba a paso lento, cada movimiento resonando en su mente como un eco de desesperación. La noche parecía más fría de lo habitual, o tal vez era su cuerpo el que empezaba a ceder bajo el peso de sus decisiones.
—¿Cómo se supone que la encuentre? —murmuró para sí mismo, su voz apenas audible entre el silencio que lo rodeaba.
—Esto es inútil... una completa pérdida de tiempo.
Pero entonces, una voz suave y escalofriante rompió la quietud.
—¿Por qué piensas eso?
T/n giró bruscamente, su corazón deteniéndose por un instante. Allí, entre las sombras, una figura femenina emergía lentamente. Sus ojos brillaban con un rojo intenso que parecía perforar su alma.
—¿Quién... eres? —preguntó, aunque ya lo sabía.
Queen sonrió. Una sonrisa vacía, desprovista de calidez o humanidad.
—Sabes quién soy. Y sé por qué estás aquí.
T/n tragó saliva, tratando de mantener la compostura.
—Entonces... ¿eres tú la responsable de los asesinatos?
Queen inclinó la cabeza, como si estuviera disfrutando de su reacción.
—Sí. Cada uno de ellos.
El silencio que siguió fue insoportable, cargado de una tensión que casi lo hacía imposible respirar.
—Pero no me interesan esas vidas insignificantes —continuó Queen, su tono frío como el hielo.— Sólo busco a una persona: tú.
T/n sintió un nudo en el estómago, más pesado que el dolor que ya llevaba consigo.
—¿Por qué?
—Porque tu existencia es un error. —Queen avanzó un paso, su figura oscurecida por la tenue luz de la luna.— Si desapareces, todo volverá a estar en equilibrio.
La lógica retorcida en sus palabras no tenía sentido para T/n, pero algo en su interior le decía que ella realmente creía cada palabra que decía.
—Entonces... si muero, ¿dejarás de matar? —preguntó con voz temblorosa.
—Exacto. —Queen sonrió, su tono ahora casi dulce.— Sacrifica tu vida, y todos estarán a salvo. Incluso Kurumi.
El nombre de Kurumi le provocó una punzada en el pecho. Cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro.
—Está bien. Acepto.
Queen lo miró por un momento, sorprendida por lo rápido que había tomado la decisión. Pero luego, esa sonrisa vacía volvió a su rostro.
—Eres más fácil de convencer de lo que esperaba.
T/n avanzó hacia ella, con los brazos extendidos. Su mirada estaba vacía, como si ya hubiera aceptado su destino.
—Hazlo rápido.
Sin más preámbulos, Queen levantó su espada y atravesó el abdomen de T/n. El impacto lo dejó sin aire, y un sabor metálico llenó su boca mientras caía de rodillas.
—Vaya... pensé que sería una trampa. —Queen lo observaba como un científico estudiando a su experimento.— ¿Dónde está Kurumi?
T/n intentó responder, pero todo lo que salió de su boca fue sangre. Queen suspiró, molesta.
—No te mueras tan rápido. Tú mismo pediste que te torturara, ¿recuerdas?
Con un movimiento lento y deliberado, Queen sacó la espada y la hundió en la pierna de T/n. Su grito de dolor resonó en la soledad del parque.
—Aún puedes sentirlo. Eso es bueno. Probemos otro lugar.
La espada atravesó su mano, clavándola al suelo. T/n apretó los dientes, luchando por no gritar. La oscuridad alrededor de su visión se hacía cada vez más densa.
—¿Qué pasa? —preguntó Queen, inclinándose hacia él.— ¿Esperas que Kurumi venga a salvarte? Eso no sucederá. Ella solo se preocupa por sí misma.
En ese momento, un disparo resonó en el aire, interrumpiendo las palabras de Queen.
—Ara... ara... —La voz de Kurumi llegó como un eco sombrío, su tono cargado de desdén.— Qué decepción eres, T/n.
T/n levantó la vista con esfuerzo, sus ojos empañados por el dolor y el agotamiento.
—Kurumi... llegaste.
—Llegué porque no quiero que nadie más juegue con mi propiedad. —Kurumi avanzó con paso firme, rodeada de un grupo de clones que emergían de las sombras como fantasmas. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad casi inhumana.*
—No permitiré que mates a este idiota —declaró, apuntando su rifle hacia Queen.
—¿No lo permitirás? —Queen sonrió con burla.— Mira su estado. Está a punto de morir, y no hay nada que puedas hacer.
—Eso es porque es un tonto. —Kurumi bajó el arma por un instante y lo miró con desprecio.— Pero sigue siendo mi tonto.
Uno de los clones recogió a T/n del suelo, con poco cuidado, y lo dejó a un lado.
—Ara, ara... ¿estás molesto, Queen? —Kurumi ladeó la cabeza, burlona.— Si querías matarlo, debiste hacerlo de una vez. Pero torturarlo... eso no lo permitiré. Sólo yo puedo hacer que sufra.
Queen apretó los dientes, su sonrisa vacía transformándose en una mueca de irritación.
—Tienes una forma muy peculiar de reclamar lo que es tuyo, Kurumi. ¿De verdad crees que podrás salvarlo esta vez?
Kurumi ladeó la cabeza, una expresión que mezclaba burla y desprecio adornando su rostro.
—¿Salvarlo? Ara, ara... eso suena tan noble. —Hizo una pausa, levantando su rifle con delicadeza mientras sus clones se acercaban, rodeando a Queen.— No quiero salvarlo. Solo estoy aquí para asegurarme de que su dolor sea mío.
Queen soltó una carcajada seca.
—Eres aún más patética de lo que pensaba.
Sin previo aviso, levantó su arma y la apuntó directamente hacia uno de los clones de Kurumi. Un destello iluminó la oscuridad mientras un disparo rompía el silencio.
El clon se desintegró en sombras antes de que el ataque la alcanzara, pero Kurumi no parecía inmutarse. En cambio, sus labios se curvaron en una sonrisa peligrosa.
—¿De verdad piensas que puedes eliminarme de esa manera? —Kurumi susurró, su voz cargada de veneno.— Qué ingenua eres, querida.
De las sombras, más clones emergieron, armadas y enojadas? Cada uno de ellos apuntó hacia Queen con una precisión letal.
T/n, apenas consciente, observaba la escena con dificultad. La vista se le nublaba, pero podía sentir el peso de la tensión en el aire.
—Kurumi... —susurró con voz quebrada, intentando moverse.— No... no tienes que...
—Cállate. —Kurumi ni siquiera lo miró.— Ya hiciste suficiente al ofrecerte como sacrificio. Ahora siéntate y observa cómo resuelvo tus problemas.
Queen miró alrededor, notando cómo los clones la tenían completamente rodeada. Su sonrisa se desvaneció por un instante, reemplazada por un destello de preocupación.
—¿Qué pasa? —preguntó Kurumi con una sonrisa ladina.— ¿Te estás dando cuenta de lo inútil que es luchar contra mí?
—¡Cállate! —gritó Queen, su voz temblando por primera vez. Con un movimiento rápido, levantó su espada, que comenzó a brillar con una energía oscura y desbordante.— ¡No me subestimes!
El suelo bajo sus pies comenzó a agrietarse, y un aura opresiva se expandió a su alrededor, obligando a los clones a retroceder ligeramente.
—Interesante... —murmuró Kurumi, su tono lleno de curiosidad, aunque su rifle seguía apuntado con firmeza hacia Queen.— ¿Esa es toda tu fuerza?
Queen cargó hacia ella con un grito de rabia, balanceando su espada con un poder devastador. Los clones se interpusieron en su camino, disparando en perfecta sincronía, pero sus balas rebotaban contra la energía que rodeaba a Queen.
T/n, desde el suelo, observaba impotente cómo las dos se enfrentaban. Una parte de él quería intervenir, pero sabía que no era más que un estorbo en esa lucha.
(Soy inútil... No debería estar aquí.)
Un clon se acercó a él, ayudándolo a recostarse contra un árbol mientras la batalla continuaba.
—No deberías moverte demasiado. —La voz del clon era sorprendentemente neutral, casi indiferente.— Eres más útil como distracción que como participante.
T/n dejó escapar una risa amarga.
—Gracias por recordármelo...
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En el centro del parque, la batalla alcanzaba su punto crítico.
Queen, cubierta de heridas menores, seguía peleando con una ferocidad implacable. Kurumi, rodeada por sus clones, mantenía su sonrisa, pero su respiración comenzaba a hacerse más pesada.
—Admito que eres persistente. —Kurumi levantó su rifle, apuntando directamente a la cabeza de Queen.— Pero este juego termina ahora.
—¡Cállate! —Queen gritó, lanzándose hacia ella con toda su fuerza.— ¡Si voy a caer, te llevaré conmigo!
En un instante, el tiempo pareció detenerse. La bala de Kurumi disparada desde se dirigió hacia Queen con una precisión letal, mientras la espada de Queen descendía hacia el cuerpo principal de Kurumi.
Un destello cegador envolvió el parque, seguido por un silencio sepulcral.
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Cuando el polvo se asentó, Kurumi estaba de pie, aunque ligeramente inclinada, con su rifle apuntando hacia el suelo. Frente a ella, Queen yacía en el suelo, respirando con dificultad. La sangre goteaba de su boca mientras intentaba levantarse.
—¿Ya terminaste? —Kurumi murmuró, su tono frío como el hielo.
Queen intentó responder, pero las palabras murieron en su garganta. Finalmente, se desplomó, incapaz de moverse.
Kurumi suspiró, girándose hacia T/n.
—Ya te lo dije, ¿no? No necesito que te sacrifiques.
T/n la miró con ojos vidriosos, sin saber si sentirse aliviado o humillado.
—Gracias...
—No me des las gracias. —Kurumi lo interrumpió, caminando hacia él con pasos lentos y calculados.— Si sigues metiéndote en mis asuntos, me aseguraré de que la próxima vez realmente sufras.
T/n bajó la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que no estaba en posición de discutir.
Kurumi se detuvo frente a él, inclinándose ligeramente para mirarlo a los ojos.
—Ahora, ven. Te dije que no te dejaría morir... todavía.
Kurumi se acercaba lentamente, intentando disimular el cansancio que pesaba sobre su cuerpo. Cada paso era un desafío, pero mantenía su porte elegante, como si nada pudiera derribarla. La luz de la luna iluminaba sus ojos, reflejando un brillo efímero que contrastaba con la oscuridad a su alrededor.
De repente, un hilo de sangre brotó de su boca, interrumpiendo su impecable imagen.
—Kurumi... —murmuró T/n, alarmado al ver cómo tambaleaba.
Antes de que él pudiera moverse, Kurumi levantó su rifle y, sin vacilar, le disparó una bala negra que cerró sus para después hacer lo mismo con T/n.
—¡Llévatelo de aquí, ya! —ordenó con un grito ahogado, casi desesperado.
Uno de sus clones obedeció de inmediato, apareciendo entre las sombras y desapareciendo con T/n en un parpadeo. La ausencia de su figura dejó un vacío inquietante en el lugar.
Kurumi se giró lentamente, con una mano sobre su abdomen, solo para sentir un dolor agudo que la hizo jadear. Queen estaba detrás de ella, su espada clavada profundamente en su espalda.
La sonrisa de Queen se veía forzada, y sus movimientos, lentos. Ella también estaba al borde de colapsar.
—Esto... está lejos de terminar —susurró Queen, antes de ser apartada de un golpe por dos clones de Kurumi.
Queen cayó al suelo, agotada, incapaz de levantarse para continuar peleando. Pero Kurumi tampoco estaba en mejores condiciones.
Kurumi se mantuvo de pie, tambaleándose, con la mirada cansada y perdida. El brillo en sus ojos se apagaba poco a poco, dejando solo un vacío doloroso mientras observaba a su enemiga.
—¿Quién... eres? —preguntó con un hilo de voz, sus palabras impregnadas de incredulidad.
Queen la miró con una sonrisa amarga, mientras las manchas de sangre en su rostro parecían mezclarse con lágrimas.
—¿No me recuerdas...? Amiga.
La palabra atravesó a Kurumi como una daga. Su respiración se detuvo por un instante mientras su mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Qué...? No... Esto no puede ser... —Kurumi retrocedió un paso, el miedo y la negación reflejándose en su rostro.— Tú no...
Queen ladeó la cabeza, sus ojos llenos de una mezcla de burla y tristeza.
—¿Qué te pasa, Kurumi? ¿Por qué te sorprende?
—Porque... tú estás... —Kurumi apretó los puños con fuerza, su voz quebrándose.— Tú estás... muerta.
—Exacto. —Queen sonrió con un destello de ironía en su mirada.— Y tú me mataste.
Kurumi se quedó paralizada, sintiendo que las palabras de Queen la aplastaban como una montaña.
—No... no puede ser...
—Recuerda esto, Kurumi. —Queen dio un paso hacia ella, tambaleándose.— Tú destruiste mi vida cuando me asesinaste. Y ahora, yo destruiré la tuya... matando a la única persona que de verdad te quiere.
Las palabras resonaron en el aire, cada una más pesada que la anterior. Kurumi cerró los ojos con fuerza, intentando no derrumbarse. Pero el dolor era insoportable.
—No... —murmuró entre dientes, su cuerpo temblando.— Me niego a aceptarlo.
—Adiós... amiga. —Queen dejó escapar un suspiro casi melancólico, antes de desvanecerse entre sombras. Lo último que quedó de ella fueron unas manchas en el suelo que se asemejaban a lágrimas.
El clon de Kurumi dio un paso hacia adelante, rompiendo el silencio.
—¿La iremos a buscar?
—¡Déjenme sola! —gritó Kurumi, con una voz cargada de rabia y dolor.
El clon asintió lentamente, retrocediendo hasta desaparecer, dejando a Kurumi completamente sola en el parque.
Kurumi cayó de rodillas, sus fuerzas finalmente abandonándola. Las lágrimas comenzaron a caer sin control mientras apretaba el suelo con las manos temblorosas.
—Sawa... no... —susurró, su voz rota por la culpa.— Por favor... no.
(No puede ser. Esto no puede estar pasando. Yo... yo misma la maté. No debía regresar. No así.)
—¡No! —gritó de repente, golpeando el suelo con ambas manos. La fuerza del impacto levantó una pequeña nube de polvo, pero no logró disipar la opresión que sentía en el pecho.
Sus lágrimas caían silenciosas, mezclándose con la sangre que aún manchaba el suelo. Cada gota parecía un recordatorio cruel de su pasado
casa de T/n
T/n estaba sentado en el suelo, con las muñecas sujetadas por las sombras de varios clones de Kurumi. Aunque no estaban siendo agresivas, la sensación de estar atrapado lo hacía sentirse inquieto.
—De verdad, qué molesto eres —comentó uno de los clones, cruzando los brazos mientras lo miraba con una mezcla de exasperación y burla.— Pareces una lombriz retorciéndose.
—¿Y si lo mandamos a dormir de un golpe? —sugirió otro clon, inclinándose hacia él con una sonrisa maliciosa.
—¿Quieres que mi otra yo nos mate? —interrumpió una tercera, su tono más serio mientras daba un paso hacia atrás.— Sabes lo que pasa si hacemos algo así.
Antes de que pudieran continuar discutiendo, un ruido suave interrumpió la tensión. Todos se giraron hacia el rincón donde Churri, el gato de Kurumi, estaba olfateando algo con curiosidad.
Un segundo gato había aparecido. Era blanco como la nieve, con ojos azules que parecían cristal. Pero lo más llamativo era la herida en su costado, que todavía sangraba ligeramente.
T/n aprovechó el momento para levantarse, las sombras que lo sujetaban aflojaron por un instante.
—¿Qué demonios...? —murmuró, acercándose al gato herido con cuidado. Se arrodilló frente a él, observando la profundidad de la herida.*
—No te muevas tanto, idiota —espetó uno de los clones, pero su tono no tenía tanta dureza como antes.
T/n ignoró el comentario y rasgó un trozo de su camisa. Con movimientos delicados, limpió la herida del gato y comenzó a improvisar un vendaje.
—Tranquilo, estarás bien —susurró, como si el animal pudiera entenderlo. Su rostro reflejaba una concentración inusual, mezclada con una ternura que los clones parecieron notar.
—Hmph, parece que eres mejor cuidando gatos que cuidándote a ti mismo —murmuró un clon, cruzando los brazos mientras observaba.
T/n no respondió, sus manos seguían trabajando con cuidado hasta que estuvo satisfecho con el vendaje. Finalmente, acarició suavemente al gato, quien respondió con un ronroneo débil.
T/n se puso de pie y se dirigió hacia la puerta, recogiendo una chaqueta antes de abrirla.
—Voy a salir.
—¿Para qué? —preguntó un clon, que estaba recostada en el sofá, jugando con el gato blanco.
—Necesito medicinas para su herida. No tardaré mucho.
—¿No está ya mejor? —insistió otro clon, levantando una ceja.
—Sí, pero podría estarlo aún más. —T/n hizo una pausa, mirando al gato.— Su herida es grande, aunque no creo que le pase algo malo... o eso espero.
Los clones intercambiaron miradas antes de que una de ellas respondiera:
—De acuerdo. Pero aún así te acompañaremos. No podemos arriesgarnos.
T/n frunció el ceño ligeramente.
—¿Qué pasó? ¿Kurumi está bien?
—Ella escapó. —El clon hizo una pausa, como si estuviera evaluando cuánta información debía compartir.— Eso es todo lo que sabemos por ahora.
T/n sintió un nudo en el pecho.
—¿ Y su herida?
—Estoy perfectamente bien. Gracias por preocuparte. —La voz de Kurumi resonó desde la oscuridad, su tono firme, aunque algo distante.*
T/n la buscó con la mirada, pero solo encontró uno de los clones observándolo con una sonrisa irónica.
—Entonces, mientras no estoy, ¿puedes cuidar del gato? —preguntó, intentando sonar despreocupado.
—Por supuesto —respondió el clon con un tono que casi sonaba amable.
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En las calles
El aire nocturno era frío, y las calles parecían más vacías de lo habitual. T/n caminaba con las manos en los bolsillos, pero sentía una presencia detrás de él. Al voltear, vio a uno de los clones siguiéndolo de cerca.
—¿Por qué me sigues? —preguntó, deteniéndose para enfrentarla.
—Es tu culpa —respondió el clon con una sonrisa burlona.— Si no tuvieras esas conductas suicidas, no tendría que hacerlo.
T/n desvió la mirada, su expresión cargada de culpa.
—...Lo siento.
El clon soltó una risa ligera, aunque no había verdadera diversión en ella.
—No sé en qué estabas pensando. Era obvio que morirías. O... ¿eso era lo que buscabas? ¿Querías que te dejaran solo?
T/n apretó los puños, pero respondió con honestidad:
—No. Solo quería que dejara de matar personas. No soporto que tanta gente sufra.
El clon lo observó con atención, su expresión cambiando levemente.
—Las demás personas no importan. Son normales. No tienes que sentir pena por ellas.
—Yo también soy normal.
El clon negó con la cabeza, cruzando los brazos.
—No, tú no lo eres. Tienes algo distinto, algo en ti es... único.
T/n la miró confundido.
—¿Algo distinto?
—Incluso llegamos a pensar que eras un espíritu. —El clon hizo una pausa, sus ojos brillando con una chispa de curiosidad.— Es como si Zafkiel estuviera relacionado contigo.
T/n permaneció en silencio, pero su mente estaba llena de preguntas.
—Pero no lo eres. —La voz del clon se endureció.— Eres un humano peculiar, nada más.
—¿Qué puedo hacer para volverme un espíritu? —preguntó T/n, casi en un susurro.
El clon lo miró sorprendida antes de soltar una carcajada seca.
—No puedes decidir eso. Es algo que otros deciden por ti.
—¿Quién?
—Nadie. Porque yo, Kurumi, voy a matarla antes.
—¿La Kurumi blanca...? ¿Es un espíritu?
—Ella no es más que un desecho. —El clon habló con desdén.— Es inferior a mí, ¿no lo notaste? Es inexperta.
—Parecía fuerte —admitió T/n.
—Nadie es más fuerte que yo. —El clon se acercó, su mirada fija en él.— Nightmare, el espíritu más malo y caótico. El mal hecho persona.
T/n sonrió levemente, a pesar de sí mismo.
—Para ser el mal hecho persona... eres sorprendentemente tierna a veces.
El clon parpadeó, sorprendida, antes de desviar la mirada con un ligero sonrojo que intentó disimular.
—Cállate, idiota.
T/n caminó con calma hacia la puerta de la tienda
—No tardo —dijo con voz despreocupada mientras se ajustaba la bufanda.
—Compra arena para gatos.
T/n frunció el ceño al detenerse en el marco de la puerta.
—¿Arena? Pero si compré hace unos días.
—Ara ara, olvidas que ahora tenemos dos gatos —respondió el clon con una sonrisa burlona.
T/n suspiró, resignado.
—Me van a dejar pobre.
El mercado estaba más lejos de lo que recordaba, y el viento frío hacía que la caminata fuera incómoda. Salió de la tienda con las manos llenas de bolsas y un par de premios para los gatos, pensando que tal vez estaba malcriándolos demasiado.
—Es un suplicio venir hasta aquí —se quejó el clon al materializarse a su lado.
—Sí, pero es el único lugar con lo que necesitamos —respondió T/n, sin darle demasiada importancia.
El clon señaló una de las bolsas.
—¿Y eso?
—Es para calmar el dolor —murmuró, su mente divagando hacia un recuerdo lejano.
Un pequeño T/n se acercó a su madre con una sonrisa llena de inocencia.
—Mamá, ¿puedo comer más helado?
Ella le devolvió la sonrisa, pero con un gesto de advertencia.
—Claro, pero no mucho. Si no, te dolerá el estómago.
El niño asintió con entusiasmo y corrió hacia la nevera, pero en ese instante un dolor repentino lo hizo detenerse. Cerca de su hombro, una herida apareció de la nada, como si algo invisible lo hubiese atacado.
T/n apenas pudo reaccionar cuando un dolor agudo atravesó su hombro. Las bolsas cayeron al suelo con un ruido seco mientras un agujero se abría en su carne, dejando salir un chorro de sangre.
—¡Aaah! —gritó, tambaleándose hacia atrás.
El clon se acercó rápidamente, con los ojos llenos de alarma.
—¿Qué fue eso? ¿De dónde vino? ¿Una bala?
—No lo sé, pero duele mucho —jadeó T/n, llevándose una mano al hombro mientras la sangre empapaba su camisa.
—¡No te mueras, T/n! —El clon trató de contener la hemorragia mientras desaparecían de la escena.
En Casa de T/n
El cuerpo de T/n cayó al suelo tan pronto como llegaron. Se retorció, intentando contener el dolor que parecía consumirlo.
—¡Me duele! ¡Me lastima! —gimió, apretando los dientes.
El clon lo miró con desesperación, pero antes de que pudiera actuar, una voz fría y serena interrumpió.
—¿Qué está pasando aquí?
Desde la puerta del cuarto, Kurumi apareció cargando al gato entre sus brazos. Sus ojos escarlata brillaron al posarse sobre la sangre que teñía el suelo.
—¡Ayúdame, por favor! —suplicó T/n, con la voz quebrada.
Kurumi frunció el ceño, pero mantuvo su postura imperturbable.
—¿Qué sucedió?
—No lo sé —respondió el clon, temblando—. Sólo apareció ese agujero, como si hubiera sido atacado.
Kurumi dejó al gato a un lado y se inclinó hacia T/n.
—Está perdiendo mucha sangre... Dalet.
El tiempo pareció detenerse, pero la herida no mostró señales de cerrarse.
—¡No funciona! —exclamó el clon con desesperación.
Kurumi repitió el conjuro, pero el resultado fue el mismo. Un brillo de frustración cruzó su rostro antes de desaparecer tras una máscara de calma.
—Esto no tiene sentido...
T/n respiró con dificultad, aferrándose al poco aliento que le quedaba.
—Todavía... no voy a morir. Eso espero... —murmuró, casi inaudible.
Kurumi apretó los puños mientras desviaba la mirada.
—No digas tonterías. No voy a dejar que mueras.
Dos horas después
T/n yacía en el suelo, su hombro derecho vendado de manera rudimentaria. Aunque seguía pálido, su respiración se había estabilizado.
—Ya no duele tanto —dijo, intentando levantarse con dificultad—. Iré por unas vendas nuevas.
—No te muevas más de lo necesario —ordenó Kurumi, con un tono más frío del habitual. Cuando T/n se perdió en su cuarto, sus ojos se endurecieron al volverse hacia el clon.
—Reúne a todas ahora.
En lo alto de un edificio
Decenas de clones se reunieron bajo la luz tenue de la luna, todas murmurando entre sí. En el centro, Kurumi permanecía estoica, con la mirada fija en el horizonte.
—Algo está mal —comenzó, con voz firme—. ¿Qué acaba de pasar?
—¿Zafkiel falló? —preguntó una de las clones.
—Eso es imposible —respondió otra, negando con la cabeza.
—¿Y si fue... Sawa? —sugirió una tercera, con un tono de inquietud.
Kurumi se giró hacia ella con una mirada peligrosa.
—No la nombres.
—Pero piénsalo. Ella también tiene una versión de Zafkiel. Tal vez su versión invertida tiene habilidades que desconocemos.
Kurumi negó con frustración.
—Eso no tiene nada que ver. Yo misma he sobrevivido a heridas similares provocadas por ella .
—¿Y si fuimos nosotras? —dijo otra clon, rompiendo el silencio.
Kurumi la miró con desconfianza.
—¿Nosotras?
—Quizás, sin saberlo, le estamos transmitiendo nuestra energía de algún modo. T/n tiene esa peculiaridad... se siente como si usara a Zafkiel.
El murmullo creció entre las clones, pero Kurumi alzó la voz para silenciarlas.
—No importa cómo o por qué. Sólo sé que no podemos repetir este día.
Las clones asintieron en silencio, pero una de ellas sonrió con picardía.
—¿Sabes? Al menos lo tenemos a él.
Kurumi cerró los ojos, intentando no perder la paciencia.
—No se enamoren de él. Sólo estamos aquí porque desbloquea nuestra sexta bala.
Otra clon se encogió de hombros.
—Eso dices, pero pareces demasiado interesada en protegerlo.
Kurumi la fulminó con la mirada, pero no dijo nada. En el fondo, sabía que algo en T/n la inquietaba. Algo que, por más que intentara ignorar, la hacía dudar de sus propias intenciones.
Casa de T/n
Kurumi entró al nuevo cuarto de T/n, mirando alrededor con una expresión de desagrado. El espacio era pequeño, apenas iluminado, con muebles viejos y un colchón tirado en el suelo.
—¿De verdad duerme aquí? —murmuró, cruzándose de brazos—. Es tan feo y pequeño... Pobre tonto.
Desde la sala se escuchaba el sonido bajo de la televisión. Kurumi arqueó una ceja.
—Seguro está en la sala viendo algo inútil —susurró antes de salir del cuarto.
Al llegar, lo encontró recostado en el suelo, con los gatos dormidos encima de su estómago.
—¿Qué haces ahí?
—Aquí estoy —respondió T/n, apenas girando la cabeza hacia ella.
Kurumi lo observó por un momento, conteniendo una sonrisa.
—¿Qué te pasó ahora?
—Me usaron de cama —dijo con tono resignado, señalando a los gatos que seguían plácidamente dormidos.
Kurumi no pudo evitar soltar una risa suave.
—Fufufu, siempre tan patético.
—¿Me ayudas? —pidió T/n, tratando de moverse.
—Ara ara, siempre necesitas ayuda para todo. Ya me estoy cansando de salvarte tanto.
—Es que me duele el brazo... —respondió con un ligero quejido.
Kurumi lo miró con una mezcla de burla y preocupación.
—Puedo llevarte al hospital si quieres.
—No hace falta, estaré bien.
El gato blanco se levantó con pereza y caminó hasta sentarse junto a Kurumi. Ella lo miró detenidamente antes de acariciarlo.
—¿Cómo lo llamaremos?
T/n se encogió de hombros.
—No lo sé, aún no pienso en un nombre.
Kurumi sonrió.
—Mientras tanto, le diremos Neko-san.
T/n hizo una mueca.
—¿En serio? ¿Le vamos a decir “gato” al gato?
—Sí, es práctico.
Un rato después
Como cada noche, T/n preparó la cena y la comida para los gatos. Kurumi lo observaba desde el marco de la puerta de la cocina, con una expresión traviesa.
—Oye, T/n —llamó de repente.
—¿Qué? —preguntó sin mirarla, concentrado en los platos.
Kurumi levantó un objeto curioso que había encontrado.
—El otro día compraste esto, ¿verdad?
T/n giró la cabeza y, al ver lo que sostenía, su rostro se puso rojo.
—¡E-esas son...!
—Orejas de gato —dijo Kurumi, con una sonrisa maliciosa—. ¿Son para ti?
—¡No! —respondió apresuradamente, apartando la mirada—. Es decir, sí... pero no es lo que piensas.
—Seguro que es un fetiche tuyo —añadió, disfrutando de su reacción.
—¡No es nada de eso!
Kurumi se acercó lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y provocación.
—Hmm... ¿Acaso querías verme con ellas? ¿Para hacer cosas indecentes?
—¡No! Es solo que tu clon dijo que le gustaban... —respondió T/n, cada vez más nervioso.
Kurumi inclinó la cabeza y fingió sorpresa.
—Ara ara, T/n. ¿Dármelo todo? Qué atrevido.
—¿Eh? ¡Eso no fue lo que dije!
—Fufufu, no necesitas decirlo. Es obvio que eres un pervertido.
Sin esperar más, Kurumi se colocó las orejas de gato y se giró hacia T/n con una sonrisa burlona.
—¿Y bien? ¿Cómo me quedan?
T/n, aún más rojo, balbuceó:
—E-están bien...
Kurumi lo miró fijamente mientras se inclinaba hacia él, acortando la distancia entre ambos.
—Tu mente pervertida está pensando cosas malas, ¿verdad?
—¡N-no es eso! Estás demasiado cerca.
Kurumi ignoró sus palabras y siguió acercándose. En su intento por retroceder, T/n tropezó y ambos cayeron al suelo, con Kurumi encima de él.
—¡Ahh! Mi brazo... —se quejó T/n.
Kurumi lo miró desde arriba con una sonrisa traviesa.
—Ara ara, hiciste esto para sentir mis pechos, ¿verdad?
—¡No! Tú fuiste la que se acercó demasiado.
Kurumi se inclinó aún más, rozando su nariz con la de él.
—Cálmate, T/n.
Sin previo aviso, comenzó a frotarse ligeramente contra él.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó T/n, completamente desconcertado.
—Marcándote. Eso hacen los gatos, ¿no? —respondió con un tono juguetón.
—¡No eres un gato!
Kurumi se apartó ligeramente, mirándolo con una expresión divertida.
—¿Estás seguro? Nya nya.
Antes de levantarse, mordió suavemente la oreja de T/n, provocando un pequeño quejido de sorpresa.
—Ay...
Kurumi sonrió.
—Si necesitas ayuda para bañarte, no dudes en llamarme.
T/n desvió la mirada.
—Sí, claro...
—Fufufu, pareces un tomate —dijo Kurumi antes de desaparecer por el pasillo.
Hora de dormir
—Kurumi, ya me voy a dormir. Descansa —dijo T/n desde la puerta de su cuarto.
Ella lo miró desde el sofá con indiferencia aparente, pero luego asintió ligeramente.
—Mm.
—¿Qué? —preguntó él, deteniéndose.
—Nada —respondió, antes de añadir en voz baja—. Que descanses.
T/n sonrió un poco.
—Descansa tú también.
Cuando T/n finalmente se fue, Kurumi se quedó en silencio, acariciando al gato blanco que estaba en su regazo.
—Ahora dime, Neko-san... ¿Qué eres realmente? —susurró, mirándolo fijamente.
El gato respondió con un simple:
—Miau.
—¿Me estás siguiendo? —preguntó, mirando al animal con una ceja levantada.
El gato respondió con un simple "miau".
—Está bien, pero te estaré vigilando —dijo Kurumi, esbozando una sonrisa antes de dejarlo en el suelo.
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