57

Después de nuestro pequeño encuentro, me había dado una ducha al igual que él, pero esta vez separados, cada quien tomo su turno, y yo fui quien primero se había alistado para quedar en la cama de Jimin, sentándome, mi retaguardia dolía un poco, solamente en algunas zonas, aunque sentarme no ayudaba mucho para sentirme del todo bien.

Solté un resoplido, mientras la toalla en mi cabeza seguía acumulando algo de agua de mi cabello, coloque mis manos sobre la cabeza, e hice que la toalla dejase de estar sobre mis cabellos húmedos, cuando termine con mis acciones, la puerta del baño se abrió, y allí fue cuando escuche los pasos de mi amante aproximándose, salió del pequeño pasillo que dirigía al baño, secaba su cabello con una toalla pequeña, mientras que su cintura era cubierta por otra toalla más grande que cubría casi por completo sus piernas, su torso estaba descubierto, dejándome deleitar por sus marcados músculos del abdomen, su fornido pecho, mis ojos no podían dejar de mirarlo a detalle, sus brazos estaban tonificados haciendo que inclusive sintiera que mi boca se hacía agua por completo, demonios.

¿Por qué este hombre era tan perfecto?

Parecía que inclusive era sacado de uno de esos libros de romance, pero no lo era, Park Jimin era tan real que ni siquiera podía creer que estaba con él, me sentía como en un cuento, uno lleno de fantasía, uno en el cual él es el encantador príncipe, pero aquí el encantador príncipe escondía muchos fetiches detrás de su sonrisa.

—¿Quieres dormir aquí? —la pregunta de Jimin me saco de mis pensamientos, deje de mirarlo al percatarme que él me miraba esperando mi respuesta.

—P-planeaba irme en cuanto salieras... —no mentía, debía descansar, mañana sería un nuevo día, uno en el cual tendríamos que ver si acaso se lleva a cabo un acuerdo después de la platica que tuvimos, esperaba que todo saliera conforme a lo planeado, además, estaba el hecho de que necesitaba de una buena pomada para la piel, me dolía todavía mi zona afectada por los azotes que ese salvaje me brindo.

—Puedes quedarte si gustas —menciono Jimin y volvió a su andar, dejando de secar su cabello para después sacudir la cabeza un poco, haciendo que las hebras húmedas de su cabello se separasen un poco, llevo su mano a sus cabellos y se dirigió hacia el frente, justo para tomar el control remoto de la televisión que se encontraba sobre el centro de entretenimiento—, pero en verdad me gustaría que te quedases.

—¿Por qué? —pregunte—. ¿Tienes de nueva cuenta segundas intenciones?

Camino de nuevo hacia la cama, del otro lado, sonriéndome ladino, y apunto al televisor con el control remoto para después encenderla.

—Jamás he tenido unas segundas intenciones contigo —rodé los ojos por su comentario.

—¿Y qué me dices de lo que paso hace rato?

—Tu te lo buscaste, encanto —de nuevo aquel apodo, me encanta esa palabra saliendo por sus labios—, debes saber que no me gusta que desobedezcan mis ordenes, soy tu amo, debes obedecer.

Suelto un pequeño suspiro en cuanto escucho esa respuesta, era extraño escuchar eso a pesar de que yo inclusive le decía amo, pero aún se me hacía muy extraño, quisiera que fuera otra palabra la que remplazase aquello, pero era imposible.

—¿No quieres que veamos una película? —me pregunto.

—La última vez que estábamos viendo una película, terminamos enredados en las sábanas, Park —él me mostro una radiante sonrisa por mi comentario, y no pude evitar sonreír en el proceso al verlo.

—Tienes razón —dijo en voz baja para después soltar un resoplido—, supongo que con tu sola presencia solamente me dan ganas de querer volver a hacerte mío, una y otra vez.

Demonios.

Me removí incomodo, juntando un poco mis muslos, ¿qué carajos pensar? No lo sabía, Jimin es demasiado para mí, este hombre lograba de todo en mi interior, lograba hacerme sentir pequeño, lograba que me sintiera sumamente enamorado por él, lograba hacerme enojar por sus actitudes, lograba que quisiera besarlo por toda una eternidad, ¡me volvía completamente loco!

—Me quedaré si prometes no tocarme —dije haciendo que él dejase de mirar la televisión.

—¿No tocarte? —soltó una risa en un resoplido—. Es como si le pidieras a un pino que te dé una manzana, es imposible.

—¿Imposible? —sonreí ladino, crucé mis brazos por sobre mi pecho—. Pensé que Park Jimin podía controlar mejor sus impulsos.

—Eres demasiado adictivo como para querer dejarte, gatito —¿debería sentirme halagado? Porque en verdad me estaba sintiendo muy complacido por sus palabras—, Entiende esto, Yoongi, pedirme que no te toque, es como un castigo para mí, quiero tenerte para mí, tocar tus manos, abrazarte cuando me plazca, besar tus labios en el momento perfecto, te estás convirtiendo en esa adicción que es difícil de dejar, pero que no es mala para mí.

Mi corazón estaba como loco, ¿por qué me dijo todo eso? No lo entendía, me han dicho cosas como esas, pero no todas al mismo tiempo, no de esa manera, y por más que me quería sentir en las nubes porque este hombre me consideraba prácticamente su todo, sabía que no era del todo cierto, ese contrato es lo que nos mantiene atados, y cuando se termine, aquellas palabras inclusive se las llevaría el viento, de algún modo, por más que quería sonreír, sentirme contento por sus palabras, no podía.

No debí demostrar tristeza, pero simplemente no podía evitarlo, mire a mi amante, quien había dejado de sonreír al verme, su semblante cambio tan drásticamente, que me hizo querer maldecirme por haber denotado lo que sentía en mi interior, deje de mirar a Jimin y me concentre en otro punto.

—¿Yoongi? —escuché su voz, pero no quise voltear a pesar de su llamado—. Yoongi...

—Creo que... —carraspee mi garganta—, creo que debo irme.

Cerré mis ojos por unos momentos, cálmate, Min Yoongi, no puedes demostrar que te afectaron sus palabras, no fueron malas palabras, lo sé, pero mi corazón se oprime de sólo recordar el maldito contrato.

—Yoongi —me levante de la cama, no quería estar más allí, pero ni siquiera di un paso, sentía que si lo hacía me terminaría por desmoronar en el suelo, demonios, debía controlarme.

—T-te veo mañana —dije, pero no me moví.

Carajo.

Sólo eran unos cuantos pasos, no era para tanto, abrí mis ojos, enfocando la puerta, pero demonios, parecía que mis pies estaban en contra de mi voluntad, no podía, no quería irme, pero sé que debo hacerlo, no dejaré que ese tonto me vea llorar, porque si lo hago me preguntará la razón, y no quiero decírsela, todavía no estoy listo para decírselo.

—Yoongi —maldita sea, escuche sus pasos más cerca y cando menos lo espere él ya estaba frente a mí, sus ojos analizaban mi rostro con cuidado, buscando algo, sus labios estaban levemente apretados, y seguía buscando en mi rostro—, ¿dije algo malo? —pregunto.

Entreabrí mis labios, pero no dije nada, no estoy listo para decírselo, no estoy listo para decirle que me gusta, que estoy enamorado de él, no estoy listo para recibir su rechazo, no, todavía no.

—N-no —dije apenas en un susurro.

Sus manos sostuvieron mis hombros, y se deslizaron de abajo hacia arriba, brindándome caricias suaves y con un leve apretón, como indicándome que todo iba a estar mejor.

—Cariño —maldición, cerré mis ojos con fuerza—, pequeño, ¿qué pasa?

¿Por qué, Park Jimin?

—Vamos, puedes decírmelo —insistió, pero no quería decirle nada—, cariño...

—¿P-por qué? —solté, apreté los dientes con fuerza.

—¿Qué?

—¿Por qué lo haces? —pregunte, maldición, mis emociones me estaban ganando de nuevo, pero demonios, quería que dejase de decirme esos apodos, sólo estaba causando que lo quisiera cada vez más, y eso era un problema.

Lo miré a los ojos.

—¿Por qué tú...? —¿por qué haces que me enamore de ti? Quería soltar aquella pregunta, pero de sólo pensar en su posible reacción, yo... no quería.

Baje la cabeza, solté un resoplido, estaba harto, harto de que mi corazón siguiera palpitando por él, harto de imaginar que él aceptaba mis sentimientos. Pero mis malos pensamientos se esfumaron cuando él acuno mi rostro entre sus manos, elevándolo para que lo mirase de nuevo a los ojos, me sonreía levemente, una sonrisa pequeña y llena de dulzura, mientras que sus pulgares se encargaban de acariciar mis mejillas con suavidad.

No hubo palabras, y no eran necesarias, no cuando él acorto más la distancia entre nuestros rostros para depositar un beso en mis labios, cerró sus ojos bajo mi atenta mirada, y me permití hacerlo de igual forma, mientras que él movía sus belfos sobre los míos con delicadeza, con ternura y sin prisa alguna.

"Besar tus labios en el momento perfecto."

Más bien en el momento imperfecto.

Ese beso solamente había hecho que volviera sentir mariposas revoloteando en mi estómago, este hombre me estaba matando internamente y ni siquiera estaba enterado de ello.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top