29
Me duele la parte trasera de mis muslos, quiero maldecir a Jimin por lo que me hizo, pero no deseo concentrarme en eso por el momento, ahora mismo estamos en un restaurante, pero todavía la escena de cómo me obligo a caminar a su lado para salir de la oficina, se queda en mi memoria, prácticamente me había tomado del antebrazo en cuanto me vio vestido y habíamos salido de la oficina, él había empujado la puerta haciendo que los demás empleados pusieran atención, aunque algunos de ellos se veían asombrados, otro ni siquiera se veían del mismo modo, inclusive podría decir que parecían ya saber lo que significa, pero debo decir que me sentía extraño, salir de ese modo con mi jefe, con el hombre que quiere que me convierta en su sumiso, ni en mis más locas fantasías pensaría que algo como esto me sucedería.
—Disfruten de la comida —el mesero logra que mis pensamientos se esfumen, miro frente a mí, ahora está un delicioso trozo de carne junto a una ensalada de verduras, además de que hay jugo de naranja y agua para tomar.
—Gracias —respondemos al unísono y es cuando de nuevo nuestras miradas conectan, desvió la mirada de nuevo a la comida.
No me siento incomodo, al menos en este sitio no saben lo que aconteció en la oficina, y seguramente nadie más lo sabe más que yo y él, pero eso no quitaba el hecho de que definitivamente me sintiera extraño, el ardor sigue en aquella zona afectada por los azotes que él me había proporcionado, a pesar del ungüento que me había dado el ardor seguía presente.
—¿Sigues molesto por lo de hace unos minutos? —su pregunta me obliga a levantar la vista.
—No lo sé —dije—, es decir, no me siento enojado, pero —suelto un resoplido—, tus demás empleados allá, no parecieron extrañados al verte salir conmigo.
Min Yoongi, ¿es acaso que te sientes celoso? No, no, no.
—Es normal —me dijo en respuesta—, seguramente pensaron que estaba a punto de despedirte y que te saque a la fuerza de mi oficina, además, ellos saben que suelo despedir a mucho de mi personal.
—¿Por qué lo haces? —pregunte, me siento idiota por hacerlo, es el jefe, él sabe quién es o no competente en su empresa.
—Personas que no llegan a superar mis expectativas merecen salir del empleo —dijo en respuesta, lleva su mano a la copa servida con agua, la toma y la dirige a sus labios, antes de siquiera beber me ve—, no creas que no lo note, pero no debe de importarte lo que opinen los demás, lo tuyo conmigo es distinto, Yoongi —y por fin le da un trago a esa agua dentro de la copa.
Tan distinto que me asusta, relamo mis labios y llevo mi mano derecha hacia el tenedor, el aroma de la carne recién cocinada llega a mis fosas nasales, y la boca se me hace agua, tengo hambre, podrá inclusive devorarme más de cuatro de estos trozos de carne, sonrió ante mi pensamiento.
—¿Te ha gustado lo que hicimos? —me hace mirarlo de nuevo, ¿qué si me gusto lo que hicimos? También en eso estaba en duda.
—No puedo decírtelo con certeza —llevo un poco de carne a mi boca, mi cuerpo se derrite, demonios, esta carne es tan suave y jugosa, esta estupenda—, te he dicho que no me he metido nunca a algo como esto.
—Lo sé —dijo y observo como traga el bocado que tenía en la boca—, pero eso no quita el hecho de que me sienta curioso, no lo has experimentado, pero ahora que sabes algo, por lo menos déjame saber lo que opinas al respecto.
Sus profundos ojos oscuros brillan ante la curiosidad que siente por saber lo que acontece por mis pensamientos. No estaba seguro de como sentirme en realidad con respecto a lo que ocurrió en su oficina, ni siquiera sabía que pensar cuando me mostro ese pequeño cuarto de juegos en la cabaña, todas esas cosas, de sólo pensar en lo que él podría llegar a hacerme hacía que mi piel se erizará por completo.
—Pienso que es extraño —dije por fin—, quiero creer que esto no me pueda llegar a fascinar tanto —sonrió, me burlo de mí mismo—, pero no puedo —niego con la cabeza—, me gusta, y me encantaría poder saber más sobre todo esto, sobre ti, sobre esos gustos tan peculiares que tienes, Park Jimin.
Él me dedica una sonrisa antes de comenzar a comer de nuevo.
—Eres el primero que dice esa respuesta —vuelve a mirarme a los ojos—, si te ha gustado, entonces ¿cuándo será el momento en que vengas a mí, y me digas que firmaremos el contrato?
El contrato, me había olvidado de ese contrato.
—Puedes esperar —no se lo pregunto, se lo estoy diciendo, porque no quiero que esto acabe, me siento como un niño mimado que quiere seguir siendo consentido por sus padres, y no quiero que Jimin deje de tratar de convencerme.
—Puedo esperar lo que gustes —dijo—, pero tampoco hagas tan eterna la espera, Yoongi, quiero tenerte solamente para mí.
Aprieto mis piernas una contra la otra, trago en seco, tenerme sólo para él, eso suena tan bien que solamente está haciendo que mi corazón se aceleré al mil.
—Ese contrato tiene un lapso de tiempo —era cierto, lo tiene—, dependerá de ti si quieres que sigamos con esto o no.
Desearía que esto no fuera por un contrato.
—¿Eso hiciste con los demás? —deja de cortar la carne para mirarme.
No puede mentirme, él ha tenido más sumisos, sé que no quiere hablar de los demás, no sé cuántos ha tenido durante todo este tiempo, no sé casi nada de él, de todo esto, y quiero saberlo, sé que no debería de involucrarme de este modo en esos asuntos, pero no puedo evitar sentir la curiosidad en mi cuerpo.
—Los demás ya no tienen importancia.
—Entonces yo tampoco la tendré —aprieta la mandíbula—, no tienes por qué enfadarte.
—Hablar de los demás no está en tema de conversación, mucho menos aquí —me regaña y yo bajo la vista a mi comida, todavía debo de terminarme la ensalada.
—¿Por qué te disgusta hablar de los demás? —lo ataco de nuevo con otra pregunta.
—¿Tanto quieres saberlo? —di un asentimiento pequeño en respuesta—. Bien, lo sabrás.
Da un largo trago a la copa de agua dejándola casi vacía, suelta un carraspeo y luego me mira a los ojos.
—Come y disfruta de la historia, gatito —ese apodo de nuevo, no quiero obedecer, pero recordar lo que me hizo por no haberlo obedecido hace que mis manos vayan a los cubiertos de inmediato y que comience a comer esa ensalada de rúcula, queso y tomate de inmediato—, comencé con esto cuando recién había cumplido los diecinueve años —¿tan joven? No me lo esperaba—, mis deseos iban más allá de sólo sexo, un amigo de confianza lo supo, y entonces me ofreció algo que no creí que disfrutaría más —sus ojos brillan en cuanto dice eso—, él fue quien me consiguió a mi primer sumisa.
Una mujer.
—Tres meses —continuo—, ella detestaba que la mandase, poco a poco se acostumbró, hubieses durado más el contrato de no ser porque ella era una descuidada total en su salud, decidí que lo mejor era terminar con el contrato y le dije que no volviera a contactar conmigo nunca más —vaya, eso tampoco lo esperaba, aunque es obvio.
—¿Hubo más? —pregunto y él da un leve asentimiento.
—Mi segundo sumiso —ahora un hombre—, no duro más que un mes —se veía fastidiado por decir eso—, no obedecía en nada, creía que el mundo estaba a sus pies solamente porque lo había elegido, por supuesto estaba totalmente equivocado, cuando lo despojé de lo que tenía por su ambición, dejo de sentirse superior a los demás.
—Nunca me imaginé que alguien pudiera sentirse así.
—Es obvio que sí, te doy privilegios por lo que me das a cambio —su feroz mirada estaba sobre mí en todo momento—, pero hay personas que creen que, por tenerlos, tendrán todo a sus pies, y ese era uno de esa clase de personas, y detesto ese comportamiento.
—Puedo entenderlo —dije sin más, seguí disfrutando de la ensalada.
—Decidí después intentarlo de nuevo, otro sumiso, pero no me dejaba hacer casi nada, tenía miedo, inclusive una vez me quiso acusar por mis gustos.
—Supongo excediste sus límites —él me dedico una sonrisa.
—Sólo digamos que le aplique un castigo similar al tuyo, gatito —no sé si odiar o amar ese apodo, me gusta cuando él lo dice—, pero él parecía no poder resistir un poco de dolor.
—¿Hay alguien más?
—No —dijo de inmediato—, no quise intentar de nuevo nada, hasta ti —no sé si regocijarme en mi interior por escuchar eso, pero debo mantener la compostura, después será la celebración—, y por el momento, no me siento nada decepcionado, gatito.
Mis mejillas son golpeadas por la vergüenza al escucharlo decir eso, está halagándome y me siento sumamente avergonzado por ello, joder ¡qué alegría me da esto!
—Por eso me encantaría que firmases ese contrato, así, tú y yo, estaríamos totalmente dispuestos a todo lo que allí se estipula, y sobretodo, te haré tener los mejores placeres de tu vida, gatito.
¿Debería aceptarlo? Dentro de mi hay un debate enorme, pero la curiosidad siendo moderador de aquel debate no me está ayudando en nada, quiero estar a favor de aceptar ese contrato en lugar de rechazarlo, necesito una buena taza de té negro, y mi almohada para poder pensar mejor las cosas.
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