Extra 2

Extra 2

Lesson learned it's history when all is said and done

Despertó cuando el cielo estaba oscuro. Hera tardó en darse cuenta de dónde estaba, reconociendo las cortinas de su cama incluso en la oscuridad. En sus aposentos los muebles y la decoración era distintiva. Sus colores no se encontraban en ninguna otra parte de la casa y los detalles de los muebles tampoco. Era su pequeño espacio.

—¿Mi señora?—Hera se giró, Iris estaba a su lado luciendo tan aliviada al verla abrir los ojos.

—Al fin despertaste, mi pequeña flor—dijo su hermano Calix a su otro costado.

No tardó en recordar lo que había ocurrido, el dolor en su vientre por la daga que ascendió cortando su carne. Los recuerdos luego de que Odín la dejara en el suelo desangrándose se hicieron difusos. No podía entender cómo llegó a su palacio o cómo siquiera la encontraron.

—¿Cómo llegué?—preguntó, su voz pastosa y su lengua cansada.

Debió pasar un largo rato desde que cayó inconsciente.

—Buda te encontró y envió al dios Zerofuku a llevarte a la enfermería. Fue este mismo dios el que recomendó traerte aquí. En mi opinión fue lo mejor antes de que se desatara el caos en la arena del Valhalla—contó Iris tomando suavemente su mano.

—¿Qué pasó?

—Invocaron a los dioses primordiales, la lucha fue intensa—informó Calix, al verla querer hablar de nuevo la detuvo—. Ha terminado hace un día, todo está bien, no tienes que preocuparte por nada. Tu estúpido esposo está bien, solo se ha quedado a ayudar con los destrozos. Mis sobrinos también están a salvo.

—Bien. ¿Cuánto tiempo llevó inconsciente?

—Tres días. Dijeron que la señora debe tener cuidado con la herida porque todavía está fresca, pero que está fuera de peligro—Iris apretó su mano—. Señora, no sabe cuánto temí por su vida. Me alegra tanto que esté bien. Estoy tan agradecida con los dioses Buda y Zerofuku por ayudarla.

Hera sonrió, agradeciendo la preocupación sincera de su sirvienta más fiel y la de su hermano. En todo ese enorme palacio, los sirvientes y Calix eran los únicos amigos que se podía decir que tenía. Fuera de eso solamente tenía trato con otros dioses por temas de negocios.

—¿Ha habido destrozos fuera de la arena del Valhalla?

—Nada malo ha pasado fuera de la arena, las divinidades en el Valhalla están a salvo.

—En ese caso solo debo retomar mis tareas—Hera intentó levantarse, pero el tirón en su vientre la detuvo.

—Hera, por favor, quédate aquí, puedo encargarme de tus tareas con ayuda de Iris mientras descansas.

—Lo siento, debo insistir. No puedo quedarme aquí sin hacer nada, como esposa de Zeus mi deber es administrar y ayudar a nuestra gente. 

Calix no estuvo de acuerdo, Iris tampoco, pero al final fue gracias a su insistencia que aceptaron que siguiera con su labor, solo que esta vez Iris la ayudaría a caminar para que pudiera transportarse por el palacio sin que la herida tirara demasiado. Calix, por su parte, ayudaría con gran parte de las reuniones que debieran llevarse a cabo.

No fue sencillo. Hera sentía el dolor en su vientre pero se negaba a simplemente dejar las tareas en manos ajenas. Era su deber como esposa de Zeus y aunque su esposo no valoraba su esfuerzo, no quería decir que las demás divinidades del Valhalla no lo hicieran. Además, era mejor hacer algo que simplemente quedarse sin hacer nada en su enorme palacio solitario.

Las tareas de siempre, administrar los archivos y ayudar a los funcionarios de las ciudades cercanas mantuvieron su mente lo suficientemente distraída como para pensar en el dolor de su cuerpo o en la soledad de su alma. Solo cuando la noche volvió a caer se dio cuenta de que había estado todo el día de un lado a otro atendiendo diferentes asuntos. Y si bien ella no necesitaba exclusivamente dormir como los humanos, sí debía tomarse un pequeño descanso, más ahora que su cuerpo estaba herido.

Iris la ayudó a caminar, rumbo a sus aposentos, mientras su hermano iba leyendo unos documentos. Pasaron por la sala donde la chimenea estaba encendida. Se detuvo un momento, mirando el sofá enfrente de la chimenea. El lugar donde siempre esperaba a Zeus cada vez que este salía a tener sus aventuras. El lugar donde esperaba a su esposo con la esperanza de que un día decidiera quedarse y demostrar que era un dios digno de desposar a su frágil hermano.

Una semana antes de que se casaran, a escondidas de su familia, Hera fue a visitar a las moiras para saber el futuro de su matrimonio. Ella aceptaría y respetaría a su esposo, pero su duda era saber si él era su alma gemela o bien solamente era un hombre con el que compartiría su eternidad. Las moiras le dijeron que su matrimonio no sería agresivo, pero sería muy solitario. Su futuro esposo no era su alma gemela, pero sí era la de su hermano Calix. Lo malo de toda esta situación, era que la negligencia de Zeus para con ella haría que su hermano lo odiara y sintiera rechazo hacia este dios. Algo que solamente lo alejaría de su alma gemela.

Fue frustrante. No porque su esposo no sería su alma gemela, sino porque arruinaría la oportunidad de su hermano de estar con su alma gemela. Hera mantuvo la esperanza de que Zeus no fuera un cretino y la tratara correctamente, esperando que su hermano viera que se trataba de alguien decente.

Pero luego de lo ocurrido en la arena del Valhalla, se dio cuenta de que lo mejor era que su hermano nunca tuviera que enredarse de ninguna forma con Zeus.

—Mi señora, ¿quiere que la ayude a llegar al sofá para esperar al señor Zeus?—preguntó amablemente Iris siguiendo con los planes de siempre.

Hera miró ese solitario sillón en silencio, recordando las noches que esperó a su esposo con la esperanza de que demostrara que era alguien digno de tener el corazón de su frágil hermano.

—¿Otra vez vas a esperar? Hera, vamos a tus aposentos—dijo Calix dejando de leer los archivos en su mano—. Necesitas descansar, no esperar a alguien que seguramente estará divirtiéndose en la cama de alguien más. Sabes cómo es Zeus, no vale la pena gastar tu tiempo en alguien así.

Hera sonrió mirando a su hermano.

—Tienes razón. Vamos a mis aposentos, Iris. Calix, ve a descansar—con un rápido movimiento, le quitó los archivos que sostenía—. No soy la única que debe descansar.

Su hermano sonrió antes de despedirse de ambas y encaminarse al cuarto de invitados donde estaría quedándose por unos días. Por su parte, Iris la ayudó a llegar a sus aposentos, donde Hera pidió estar sola. En su lugar sería sencillo moverse, lento pero seguro. Se dirigió al sillón ubicado cerca de la gran ventana de su cuarto, donde podía ver el cielo estrellado. Todo estaba tan tranquilo que sintió la necesidad de tomar su lira antes de sentarse para tocar una melodía. Hera amaba la música, era una de sus pasiones y siempre que podía tocaba en la privacidad de sus aposentos, principalmente cuando tenía tiempo libre.

Tocó una melodía que alguna vez creó cuando Ares, su único hijo biológico, era un niño. Ares solía pasar bastante tiempo con ella cuando no estaba entrenando o estudiando, Hera se había encargado de su educación artística y, aunque su hijo era un desastre en todo lo relacionado al arte, amaba escucharla tocar instrumentos o verla pintar. Hermes incluso disfrutaba de tocar la lira o el violín con ella, luego de una agradable tarde de té.

Mientras sus dedos pasaban por las cuerdas, Hera dejó fluir sus recuerdos. Observó al pequeño Ares, el cual apenas podía caminar sin caerse, preguntándole qué era eso que ella tocaba. Escuchaba su suave vocecita y sentía sus regordetas manos apoyadas contra su pierna. Tan pequeño, tan frágil, tan dulce. Su único hijo, el único que tuvo con Zeus antes de que sus aventuras comenzaran.

Escuchó la vocecita de Hermes también, un año menor a su pequeño Ares. Hijo de una amante de Zeus y criado bajo su tutela luego de que su madre muriera. Hermes era más pequeño que Ares, menos ruidoso, pero igual de tierno. Hera lo amaba como a su propio hijo y lo educó de igual forma en que había intentado con Ares, la diferencia estuvo en la capacidad de cada uno. Ares era mucho más parecido a su padre que Hermes, así que las actividades más delicadas no eran su fuerte. Tal vez por eso su hermano Calix también pudo enseñarle a Hermes lo que a Ares no.

Hera sonrió. Su pequeño hijo se había frustrado tantas veces por ello, alegando que quería ser como su mamá. Ella prefería que no lo fuera, estaba bien si Ares quería ser él mismo, sin seguir sus pasos o los de su padre. Su hijo debía encontrar su propio camino, no caminar el de otro. Y ella estaba orgullosa de Ares por seguir a su corazón.

Los dedos dejaron de tocar las cuerdas de la lira y Hera suspiró. Al menos su hijo estaba bien. Hermes también estaba bien, pero al cumplir su papel como mensajero personal de Zeus entonces era normal no verlo.

—Eso fue muy hermoso.

Hera abrió los ojos, girándose para ver a Zeus en sus aposentos de pie cerca de su cama. No esperaba verlo ahí, principalmente porque él jamás iba a sus aposentos. No dormían en la misma habitación, cada quien tenía su propio lugar, y en todo su matrimonio Zeus jamás se molestó en conocer su espacio. Ni siquiera ella conocía los aposentos de Zeus.

—Si Apolo te escuchara tocar seguramente elogiaría tu talento—comentó Zeus despertándola de su sorpresa.

—Él ya me escuchó tocar—respondió lo primero que pensó, antes de dejar la lira y con esfuerzo ponerse de pie para darle la bienvenida correctamente a su esposo—. Querido, bienvenido de nuevo.

Apretó suavemente los labios ante el tirón en su vientre. No era nada, podía soportarlo.

—No es necesario—dijo rápidamente Zeus acercándose a ella a tal velocidad que la asustó—, tienes que descansar, estás herida.

—Estoy bien, no es nada grave—dijo sentándose de nuevo al sentir las manos grandes de su esposo en sus hombros—. ¿Ha pasado algo? Es la primera vez que vienes a mis aposentos.

—Todo está bien, solo...quería saber cómo estabas—Zeus se arrodilló ante ella pero incluso así seguía siento tan alto que no necesitaba bajar la mirada para verlo—. Iris me dijo que estuviste inconsciente un par de días.

—Fue una herida mala, pero nada que no pudiera sanar. Todavía pude hacer el trabajo acumulado. Los archivos están ordenados y las reuniones ya se han hecho, no tienes nada de qué preocuparte respecto al Valhalla—Hera sonrió suavemente, cortés y educada como había aprendido a ser con su esposo.

Incluso si él no la respetaba como su esposa, eso no quería decir que no debiera respetarlo. Después de todo, Hera no podía ser como Zeus.

—A la mierda el Valhalla—dijo Zeus sorprendiéndola—. Esos idiotas no necesitaban nuestra ayuda de urgencia. No me preocupaban ellos, me preocupabas tú. ¿En verdad estás bien?

Hera observó a Zeus frunciendo el ceño confundida. Llevó su mano hacia el rostro de su esposo y lo acarició suavemente, buscando un aumento de calor significativo que delatara el estado de este dios que tenía frente a ella.

—Estás raro. Creo que necesitas descansar, seguro has estado muy ocupado allá. Puedo pedirle a Iris que te prepare el baño para que puedas relajarte.

La repentina actitud de Zeus era extraña y Hera solo podía atribuirla a días de intenso trabajo. Posiblemente la mente cansada de Zeus no estaba funcionando bien, en ese caso un baño y una siesta podrían solucionarlo.

—No estoy cansado—Zeus tomó su mano que empequeñecía al lado de la de él y frunció el ceño pensativo—. Sí, fueron días duros, pero no estoy cansado. Hera, yo...—Zeus parecía estar pensando en algo, dándole vueltas a un asunto en su mente que parecía demasiado difícil—Quiero pedirte disculpas.

—¿Disculpas?

Zeus asintió todavía sosteniendo su mano, pero no la miraba.

—Quiero disculparme contigo por ser un esposo negligente. Fallé como padre y como esposo, no valoré tu esfuerzo ni tu dedicación. Te falté el respeto innumerables veces y aun así jamás me devolviste el favor a pesar de que estabas en todo tu derecho. Al contrario, criaste a mis hijos y les diste la educación y el cariño que yo no pude darles. Fuiste mucho mejor reina y madre de lo que yo seré nunca y nunca te agradecí por eso. Los cimientos del Valhalla se mantienen porque te tienen a ti como reina, si dependieran de mí hace mucho tiempo todo se hubiera ido a la mierda. Yo...perdóname, Hera, por haberte fallado.

De todas las cosas que se hubiera esperado de Zeus, jamás hubiera sido una disculpa de rodillas en sus aposentos. Ni en sus mejores sueños su esposo reconocía sus errores y le agradecía por su esfuerzo. Hera pensó que viviría este matrimonio toda su vida sin escuchar nunca un Lo siento o un Gracias de parte de Zeus.

O Adán lo había golpeado demasiado fuerte o este no era su esposo.

—Ahm...—¿qué se supone que decía?

Aceptar sus disculpas podría ser una opción, incluso si en su corazón no lo perdonaba por haberle puesto los cuernos más grandes del Valhalla y haberla desautorizado como esposa innumerables veces. Pero era una situación inaudita y ella no sabía qué hacer.

—¡No tienes que perdonarme todavía!—se apresuró a decir Zeus—No lo puedo aceptar. Estás en todo tu derecho de negarte a perdonarme y esperar a que haga algo. Es más, ¡mi intención es demostrarte con acciones que estoy siendo sincero!

La verdad sea dicha, si antes Hera no tenía mucho para decir, ahora menos. Este Zeus arrodillado frente a ella en verdad no parecía el dios con el que se casó.

Sin embargo, una pequeña chispa de esperanza se encendía en su corazón y deseaba mantenerla viva. Pero conociendo lo cambiante que podía ser Zeus lo mejor fue apagarla y no esperar nada de él.

La decepción sería nula si no tenía esperanzas en él.

—Está bien, creo que es lo correcto—dijo ella, sonriendo un poco más sincera.

Agradecía que Calix no supiera que este dios desastroso era su alma gemela. No quería imaginarse la gran decepción que se llevaría si lo supiera.

Zeus la miró antes de sonreír también. Tomó la otra mano de Hera, para tener ambas en sus manos, y volvió a hablar.

—Gracias por tu trabajo. No te preocupes por lo demás estos días, solo relájate y sana.

—Está bien, gracias por tu preocupación.

*

Al otro día, una hora antes del desayuno, Iris llegó para informarle que su hermano Calix no se sentía muy bien y estaría encerrado en su habitación. No era un evento extraño. Desde que nació la salud de Calix siempre fue frágil. Había días en los que podía estar bien, no excelente, pero sí podía caminar y moverse con libertad. Pero había otros donde su cuerpo se debilitaba tanto que debía estar acostado durante todo el día. Hoy era uno de esos días en los que no podría salir de la cama.

—Llévame con él—pidió a Iris quien rápidamente aceptó ayudarla a caminar.

El cuarto de su hermano se encontraba en el segundo piso, por lo que debía subir una escalera para llegar. Pensaba en pedirle a Iris que preparara un desayuno caliente y nutritivo para su hermano, cuando se encontró con Zeus a mitad del pasillo.

—Hera, ¿qué haces levantada? Deberías estar descansando en tu situación.

—Querido, no pienses que no he considerado tu consejo. Es solo que me estoy dirigiendo al cuarto de mi hermano para visitarlo.

—¿Tu hermano?—Zeus parecía desconcertado—¿Tienes un hermano?

—Medio hermano menor—aclaró porque parecía ser que Zeus no sabía nada de ella—. Ha venido a verme luego de enterarse de mi estado y se está quedando en una de las habitaciones de invitados. Estoy encaminándome a su cuarto porque su salud no es buena el día de hoy.

—¿No lo es? ¿No necesita que una sanadora vaya a verlo?

—No es necesario. La salud de mi hermano siempre ha sido frágil por lo que estos episodios no son anormales en su vida. Solo iré a pasar tiempo con él ya que ayer él me ayudó con algunas tareas que debía realizar.

—¿Tu hermano te ayudó?

Zeus parecía completamente desconcertado con cada dato nuevo que Hera le presentaba.

—Calix es un erudito con una gran habilidad para la palabra. Su destreza ayudó mucho en las reuniones a las que no pude asistir. Los funcionarios ya lo conocen, no es la primera vez que me presta su ayuda.

—Comprendo—Zeus asintió—. Eh...cuando termine me pasaré por el cuarto de tu hermano para agradecerle también por esta ayuda.

—No es necesario, querido, imagino que estás ocupado, es mejor si te concentras en tus tareas.

—Debo insistir—dijo Zeus sonriendo—. Tu hermano te ha ayudado en muchas ocasiones, lo que quiere decir que ha ayudado al correcto funcionamiento del Valhalla. Es mi deber agradecerle por su esfuerzo y ayuda desinteresada.

Hera no estaba segura de que Calix quisiera tener mucho contacto con Zeus. Su hermano no estaba feliz con el hecho de que su esposo la hubiera humillado como esposa infinidad de veces, realmente lo odiaba y le disgustaba. Que Zeus hubiera "cambiado" no significaba nada para Calix. Su hermano la amaba mucho y la protegía tanto como le era posible. Su matrimonio con Zeus le resultaba molesto porque no podía hacer nada por su hermana. El cuerpo de Calix era débil y el esposo de su hermana resultaba ser el dios más fuerte de todos. Calix siempre estaría en desventaja por más que quisiera hacer lo que deseara.

Hera aceptó el capricho de Zeus y siguió su camino hacia el cuarto de su hermano. Calix estaba sentado en la cama, leyendo un libro. Una bata gruesa lo cubría sobre su pijama, su cabello peinado y acomodado para que no le estorbara mientras leía. Hera se sentó a su lado, dándole un suave abrazo.

Esta situación en la vida de su hermano era bastante normal. En un mes solía pasar al menos la mitad del mismo en cama. Esos eran los malos días. En los buenos días su hermano podía estar de pie y tener una vida medianamente normal. En los peores ni siquiera podía sentarse en la cama a leer como ahora. Tantos estos como los días excelentes eran escasos, pero solían estar.

Su hermano no tenía una enfermedad conocida, en realidad nadie sabía qué le pasaba. Su cuerpo no presentaba anomalía alguna, tampoco presentaba una enfermedad que se pudiera mantener con medicamentos. Era una especie de malestar que lo afectaba desde que nació. Su cuerpo tendría días en los que perdería fuerza y no le permitiría ponerse en pie. Por eso generalmente estaba en cama, porque apenas podía sentarse y estar despierto. Esto hizo que Calix terminara volviéndose un amante de la lectura, lo que le dio una gran habilidad con la palabra y una sabiduría inmensa. Esta sabiduría fue muy útil para su pequeño Hermes, quien aunque era un dios fuerte no podía ser como su hermano Ares, así que su tío Calix se encargó de enseñarle todo lo que sabía.

Estaban conversando respecto a unos datos que Calix recolectó de un libro cuando Zeus llegó al cuarto. Hera apretó los labios porque esta sería la primera vez que su hermano y Zeus tendrían un contacto directo, el primero en todo su matrimonio. Su hermano solía ir a verla seguido, pero su esposo no era de estar en casa por estar distraído con sus miles de aventuras. Por lo que los únicos que conocían a Calix eran sus hijos Ares y Hermes, y los sirvientes.

Zeus miró a Calix, quien le devolvió la mirada. Hubo un completo silencio en el cuarto antes de que Zeus se acercara, con su enorme y joven cuerpo, lo que lo hacía más agradable a la vista que el pequeño viejo en el que se había disfrazado.

—Calix, ¿verdad? Un placer conocerte.

Su hermano miró a su gigante y tonto esposo. No le dedicó una sonrisa, incapaz de ser simpático con un hombre que trató de forma denigrante a su hermana.

—No quiero ser grosero, pero me gustaría que fuera directo y me dijera qué es lo que quiere aquí.

—Oh, vaya, qué carácter—Zeus rio—. Hera me ha contado que la has ayudado y que no es la primera vez que lo haces. Quería agradecerte por la ayuda que le has brindado, no solo a ella, sino también al Valhalla.

Calix no se impresionó en lo más mínimo, mirando a Zeus con indiferencia.

—De nada.

Zeus pareció notar esa mirada en Calix y en lugar de irse sin decir más, tuvo que agregar:

—¿Por qué esa cara? Parece que no soy de tu agrado.

—Querido, por favor, mi hermano no se encuentra bien, sería bueno si nos vamos ahora—intervino Hera, intentando desviar la atención de ambos.

—Hera—su hermano tomó suavemente su brazo—, está bien, por favor, cálmate—Calix miró a Zeus tan indiferente como lo había mirado en un inicio—. Y la verdad no, no eres de mi agrado. Has humillado a mi hermana acostándote con la mitad de seres vivos del Valhalla y más, todos hablan de ella por eso. No puedes esperar que me agrades luego de que la dejaras como la cornuda más grande de todo el Valhalla.

—Calix—intentó decir Hera, pero su hermano sostuvo su mano para tranquilizarla.

Hera siempre admiró que a pesar de la fragilidad de su cuerpo, Calix nunca fue un cobarde. Zeus miró a Calix, su mirada era ilegible por lo que Hera no sabía si temer por su hermano o no.

—Lo sé, sé lo que dicen de tu hermana y sé que es mi culpa—dijo Zeus sin ningún borde agresivo ni nada parecido—. Me he disculpado con tu hermana ya y quiero demostrarle que seré un esposo diferente. Sé que no es motivo para que empiece a agradarte, pero solo quería que lo supieras, para que sepas que tu hermana estará en buenas manos a partir de ahora.

—Mi hermana debió estar en buenas manos desde el inicio—Calix frunció el ceño—. Pero no se te puede culpar de todo, después de todo los mayores negligentes fueron nuestros padres por casarla con alguien solo por poder.

—Sé que debería haber sido diferente en muchos aspectos, pero he aprendido de mis errores recientemente—dijo Zeus quien por algún motivo quería aclararle esto a su hermano—. Así que si te preocupa el futuro de tu hermana, puedes quedarte aquí en el castillo y ver que lo que te digo es cierto.

—Un cambio que me brinde seguridad sería uno que sea consistente y dure para siempre. Si quiero ver eso, debería quedarme milenios aquí para asegurarme de que no volverás a cometer los mismos errores. Pero sinceramente, aunque amo a mi hermana y haría lo que sea por ella, también tengo una vida a la cual regresar. Sin embargo, todavía puedo saber sobre si tu "cambio" se mantuvo o no gracias a los rumores o viniendo otra vez de visitas.

Zeus parpadeó como si intentara procesar algo en su cabeza.

—Insisto en que puedes quedarte en el castillo todo lo que desees. Tu hermana me ha hablado de tu frágil salud, aquí tenemos los mejores sanadores, tal vez eso te sea más útil. Además, imagino que Hera se sentirá más segura contigo aquí.

—Mi frágil salud me ha acompañado desde que nací, llevo milenios viviendo de la misma manera y Hera sabe que no es algo de gravedad como para preocuparse tanto por mí. Así que agradeceré por cortesía tu invitación, pero la rechazo completamente.

Zeus asintió pero Hera vio que parecía querer decir algo.

—Está bien. Un placer conocerte.

Y se marchó del cuarto, dejándolos solos de nuevo. Hera quiso regañar a Calix, pero este se apoyó contra las almohadas suspirando cansado.

—Maldita sea, odio esto—dijo él cerrando los ojos—. Her, lo siento, pero necesito descansar. El odio que le tengo a tu esposo hizo que mi cuerpo se debilitara más.

—Lix, ¿seguro no necesitas que algún sanador venga a verte?

—Mi dulce reina—sonrió Calix—, no es la primera vez que un exabrupto me deja así. Una siesta y estaré mejor.

Hera asintió. Se levantó de la cama y se inclinó hacia su hermano para besar su frente, recordándole que cualquier cosa siempre podía llamarla. Iris la ayudó a regresar a su cuarto para seguir descansando.

*

Calix se fue del castillo dos días después. No era nada raro en él pasar poco tiempo en el castillo, lo inusual fue ver a Zeus raro. No solo porque se lo veía más tiempo en su propia casa, sino porque parecía un poco reacio a dejar ir a Calix. Incluso Hermes notó esa diferencia en su padre, pero como siempre no dijo nada.

La vida siguió casi con normalidad. Como Zeus estaba decidido a ser alguien responsable y un buen esposo, se encargaba de las tareas que mayormente Hera hacía y compartía tiempo con ella hablando de cualquier cosa que se les ocurriera. Fue extraño el primer año porque rompía la rutina que prácticamente Hera se había impuesto, pero fue agradable. Había comenzado a tener alguna especie de amistad con su esposo, lo que ayudaba a su relación y la tranquilidad de Hera. Zeus parecía interesado en saber cosas de ella, como su esposa tenía que conocerla. Pero con el correr del tiempo, comenzó a hacer preguntas sobre Calix. Al principio fue sutil pero mientras más pasaba el tiempo, las preguntas aumentaron. Había un interés inusual de Zeus por su hermano, quien no había regresado al palacio. Hera lo entendía, su hermano se encargaba de administrar la biblioteca más grande del Valhalla, eso no era un trabajo sencillo.

Con el tiempo pasando y la relación de ella y su esposo creciendo, Zeus se tomó algunas libertades. Esa libertad consistía en enviarle una invitación a Calix para que pasara por el castillo a visitarlos. Hera sabía que su hermano la única vez que se quedó por bastante tiempo en el castillo fue cuando Hermes y Ares eran pequeños porque estaba ayudando en su educación y todavía no se había hecho cargo de la biblioteca del Valhalla. Fuera de eso no le importaba, por lo tanto no aceptaba las invitaciones y solo pasaba a verla por un par de horas, en sus días buenos, antes de marcharse del palacio a seguir con su vida.

Miró las flores del jardín que ya estaban en su mejor momento. Iris estaba a su lado, acompañándola en su paseo en silencio. A Hera le gustaba su presencia, siempre que Iris estaba a su lado ella se sentía en paz. Desde que la conoció, siempre se sintió así. Iris era una divinidad menor que fue asignada a ella por su madre para que fuera su sirvienta personal. Para Hera fue alguien mucho más cercana, con quien podía compartir todos sus pensamientos y con quien podía sentirse segura. Iris incluso la había consolado cuando había explotado a solas en su cuarto.

Iris siempre estaba con ella y Hera no podía pensar en un futuro sin ella.

Hera se detuvo al notar que Iris se inclinó para arrancar una flor roja. La contempló en silencio, acariciando con su pulgar los pétalos antes de girarse hacia ella y sonreírle.

—Mi señora, ¿me permite?

Hera asintió, sin saber qué era lo que ella quería hacer. Iris se acercó y colocó la flor en su cabello con cuidado.

—¿Iris?

—El rojo favorece a la señora, resalta su piel y me recuerda a las flores que usó el día de su boda. Aunque no hayan sido sus favoritas, de todas formas se veían muy hermosas en usted.

Hera nunca antes había hecho un comentario al respecto. Sí, esas flores no fueron sus favoritas, pero ella nunca había dicho nada porque había sido una estupidez. Eran solo flores que usaría el día de su boda no deseada. Usar algo que no le gustaba no era malo en un evento que poco le importaba.

Que Iris lo recordara, luego de tanto tiempo, le resultaba inusual. Pero de todas formas, Hera se sintió cálida por dentro al saber que Iris podía recordar este pequeño detalle de ella.

—Gracias—Hera sonrió sincera, retomando su paseo con Iris siguiéndola.

La tarde se sintió agradable a su lado.

*

Con las tareas compartidas con su esposo y con más tiempo libre del que había tenido, Hera comenzó a notar la atención de Iris hacia ella. Al principio pensó que era algo nuevo, pero entonces recordó que Iris siempre había sido así con ella, solo que no lo había notado hasta ahora.

Gracias a este tiempo libre y esta oportunidad de pensar en algo más que en el Valhalla, Hera se dio cuenta de la forma en que Iris la trataba. No era algo que no hubiera visto antes, pero era ahora cuando lo notaba. Iris siempre era suave y gentil con ella, buscando su comodidad por sobre todas las cosas. Pero la forma en la que buscaba hacerla sentir bien si bien no era diferente a la forma en que cualquier sirviente la trataría, no dejaba de ser inusual. La manera en que sus manos buscaban ser delicadas con ella, como si en lugar de tener cuidado al tratarla por ser la reina, tuviera cuidado de tratarla por ser frágil. Como si Hera tuviera que ser tratada de la manera más dulce y suave posible porque de lo contrario se rompería. También la forma en que le hablaba, tan devota y dulce, no parecía ser porque era su sirvienta, sino porque realmente deseaba tratarla de esa manera. No era una devoción por obligación, sino por...Hera no podía decir exactamente por qué. Lo único que sabía era que Iris conocía todo de ella, incluso podía deducir su reacción a algo mucho antes de que Hera reaccionara. Era una conexión que no tenía con nadie, salvo su hermano Calix. Pero lo de Iris parecía más, mucho más de lo que tenía con su hermano. No solo conocía cada detalle de su vida, lo que era normal para alguien que vivía para servirle, sino que también recordaba todo eso como si fuera algo valioso. Hera no le había prestado atención hasta hacía unos meses, cuando se dio cuenta de que en cuatro ocasiones Iris le pidió a los sirvientes que cambiaran ciertas cosas porque no eran del gusto de Hera.

—Mi señora no se siente cómoda con la tela de esos almohadones, por favor, cámbienlos por almohadones más mullidos y suaves.

Fueron esas palabras las que habían hecho que Hera se diera cuenta del conocimiento de Iris sobre su persona. Ella nunca mostró inconformidad ante los almohadones que usaba, fueran de su agrado o no siempre los utilizaba sin quejarse. Las únicas veces que se quejaba era cuando su hermano venía de visitas. Que ella recordara algo tan tonto como eso, le había resultado sorprendente y bonito.

Luego de eso fue que comenzó a notar los detalles de Iris. Las cosas que cambiaba porque sabía que le resultaban de mal gusto o simplemente no le gustaba. El trato suave que le brindaba y la devoción con la que se refería a ella. Como si fuera mucho más que la reina del Valhalla.

Era extraño, pero Hera se sentía complacida cada vez que Iris le hablaba o cambiaba algo porque sabía que no era de su gusto. Era una situación inusual en su vida y por eso terminó por hablarlo con Calix un día, luego de pedirle a Iris que se encargara de un mandado para que la dejara a solas con su hermano. Bien podría pedirle que la dejara irse sola, pero Hera sentía que eso era ser demasiado brusca y prefirió ser más sutil.

—Creo que el abandono de tu esposo te hizo mucho daño—dijo Calix luego de que ella le contara toda la situación—. Esa atención fue la que siempre mereciste, encandilarte porque tu sirvienta tiene ese trato contigo solo demuestra la poca atención que recibiste durante tus años de matrimonio con Zeus. Creo que antes de comenzar a pensar en cosas que no son debes sanar tu corazón herido por la soledad, Her.

—No soy una niña inexperta, Calix, no me hables de esa manera como si no conociera el mundo que me rodea—pidió Hera con fingida diversión, pero a este punto comenzaba a molestarle un poco la sobreprotección de Calix.

Había ocasiones donde su sobreprotección llegaba a molestarle un poco. Ella era la mayor de los dos, se supone que como hermana mayor era su deber proteger a su hermano menor, no al revés. Además, a pesar de todo, ella había ayudado a gobernar el Valhalla. Era lo suficientemente capaz de hacerse cargo de su vida sin problemas.

—No eres una niña—dijo Calix tomando su mano—, pero tantos años de indiferencia y soledad pueden hacer que el corazón se confunda con la mínima muestra de cariño. Solo quiero que tengas cuidado, Her.

—Calix, solo te estaba contando sobre algo que descubrí de Iris, nada más.

—Tú no ves tus ojos cuando hablas—Calix se levantó y tomó las tazas donde habían estado bebiendo té—. Por cierto, dile a tu esposo que ya deje de venir a la biblioteca a molestar. Pensé que luego de darle esos recuerdos de Hermes y Ares dejaría de venir, pero solo se volvió más insistente. Dile que su compañía me fastidia y que tenerlo frente a mí solo me resulta repugnante.

Más tarde esa noche, Hera le dijo a Zeus sobre lo que Calix le pidió que le dijera, solo que modificó un poco sus palabras para no sonar demasiado brusca.

*

La vida de Hera no tuvo demasiadas modificaciones. Las reuniones seguían siendo muy similares, la paz en el Valhalla se respiraba en cada rincón y los momentos alegres no eran escasos. Su relación con Zeus mejoró considerablemente y aunque ninguno parecía interesado románticamente en el otro, no dejaban de tratarse con respeto y amabilidad.

Zeus no mintió al decir que cambiaría. Luego de tantos años, siguió cumpliendo con su palabra de respetarla como esposa y no volvió a tener aventuras extramaritales con nadie más. Se había convertido en el esposo fiel que debió haber sido desde un inicio.

Pero ahora era ella quien dudaba sobre sí misma.

Incluso en contra de su voluntad, Hera siguió los consejos de Calix y buscó despejar su corazón nublado por la soledad antes de confundirse. Buscó alejarse y sanar su corazón, se dijo a sí misma que el trato de Iris era normal, que era su sirvienta personal y que eso hacía que conociera cada cosa de ella. No era nada especial, solo un trato de sirvienta y ama. Iris no la veía de ninguna manera especial, solo hacía su trabajo y nada más.

Sin embargo, Hera no fue demasiado fuerte y comenzó a ver a Iris de manera diferente. Incluso cuando se decía a sí misma que el trato que le brindaba era el esperado en una sirvienta, aun así no podía evitar que su corazón latiera desbocado cada vez que Iris la despertaba con el desayuno por la mañana o cuando tomaba su mano para ayudarla a bajar del carruaje. La mente de Hera viajaba mucho en esos momentos, imaginando una vida en donde Iris no fuera su sirvienta sino su esposa. Se imaginaba despertando con ella a su lado, recibiendo un beso de buenos días y comiendo juntas el desayuno. Se veía con Iris a su lado, atendiendo asuntos importantes, quizás ayudando a Calix con la biblioteca, quizás a Zeus con el Valhalla. No importaba mientras ambas estuvieran juntas. En sus ratos libres tal vez pasearían juntas, tomadas de la mano, mientras conversaban sobre cualquier cosa que tuvieran en mente. Luego irían a descansar, quizás haciendo alguna actividad por separado antes de volver a pasar tiempo juntas en la habitación que compartirían. Lo que sea que hicieran, dependería mucho de esa noche. Y por más imaginación que tuviera, Hera se negaba a imaginar situaciones comprometedoras que involucraran a Iris o no podría verla a la cara por días.

—Mi señora, el señor Zeus la espera en su despacho tal y como lo pidió—le comunicó Iris.

Hera dejó el libro que estaba leyendo y se levantó del sillón.

—Termina de acomodar los archivos financieros de los comercios del este mientras converso con él, por favor.

—Sí, señora.

Iris le dedicó una suave sonrisa antes de marcharse a realizar la tarea dada. Hera agradeció que se diera la vuelta tan rápido o se hubiera quedado como estúpida mirando su sonrisa.

Con paso firme de dirigió al despacho de su esposo, en su mente tenía las palabras justas que le diría. Ella esperaba que Zeus no tomara a mal la decisión que tenía en mente o las cosas podrían complicarse más de lo que hubiera esperado. Incluso después de cuatro décadas del cambio de Zeus, ella seguía sin saber cómo reaccionaría ante ciertas cosas su marido.

—Hera—Zeus dejó a un lado un pergamino que había estado leyendo—, Iris me informó que querías hablar conmigo, ¿ha pasado algo?

—No me ha pasado nada malo, solo...quería hablar de algo importante contigo—Hera apretó los labios mirando hacia un costado pensativa—. En realidad, hay algo que necesito pedirte.

Extrañado por sus palabras, Zeus se acomodó en su asiento.

—¿Qué es eso que quieres pedirme?

Hera se sentó lentamente, sus dedos repiqueteando en el escritorio de Zeus.

—Yo...quisiera el divorcio, Zeus.

El dios la miró, asintiendo lentamente mientras su mente parecía procesar sus palabras.

—Bueno...comprendo perfectamente ese pedido. Yo...no puedo negarme al respecto, luego de todo lo que has pasado creo que es justo que quieras el divorcio. Ahm, lo siento si no te di la confianza suficiente antes para pedírmelo y gracias por darme este tiempo para redimirme mínimamente contigo—Zeus parecía algo perdido al respecto, posiblemente porque sus palabras fueron algo que no esperaba escuchar de su parte—. Pero antes me gustaría saber por qué me pides el divorcio. Y antes de que lo digas, sé que tienes mil motivos para querer divorciarte de mí. Solo quiero el motivo que te impulsó a pedírmelo justo ahora, nada más.

Hera estaba agradecida de que, por el momento, Zeus no parecía enojado con ella por su decisión y la estaba aceptando más amablemente de lo que esperó.

—Sé que no debería sentirme mal, no luego de todo lo que hiciste a mis espaldas sin hacerlo tan a mis espaldas porque siempre me enteraba. Pero realmente no sirvo para una aventura extramatrimonial como tú. En mi caso, me gustaría hacer las cosas bien desde el inicio y no complicar innecesariamente las cosas.

—¿Te has enamorado de alguien?

—Sí, así es.

Hera fue firme al decirlo, miró a los ojos a Zeus incluso para que supiera que estaba siendo sincera. Su aún esposo la observó antes de desviar la mirada pensativo.

—Si te soy sincero, de cierta manera me alegra que hayas encontrado a alguien que se ganara tu corazón. Yo realmente, a pesar de todos estos años, nunca pude verte como mi esposa. Eres una mujer brillante e increíble, pero no eres para mí, Hera. Tú realmente te mereces a alguien que te vea como la mujer maravillosa que eres.

—Gracias, Zeus—Hera sonrió suavemente ante las palabras de su todavía esposo.

—Y ya que estás sincerándote conmigo, creo que es justo que lo haga contigo. Yo...durante todos estos años, juro que carnalmente te fui fiel y leal como no lo fui nunca en el pasado. Sin embargo, mi corazón no pudo serte fiel y cayó rendido por alguien desde hace tiempo. Pensé en hablar contigo sobre el divorcio, pero entonces pensé que al divorciarnos perderías tu estatus de reina y gran parte de tus privilegios y eso no sería del agrado de tu hermano. Así que me abstuve de hablar al respecto para no generar conflictos con tu familia. Pero ahora que vienes tú a pedirlo, simplemente no puedo negarme.

Un momento, ¿Zeus se había enamorado de alguien? Hera sintió un pequeño pinchazo de inquietud. ¿No que Zeus era el alma gemela de su hermano? ¿No había siquiera una mínima oportunidad en el futuro para ellos ni siquiera divorciándose de su esposo? Su hermano merecía ser feliz al lado de alguien, ¿acaso lo había hecho perder su oportunidad?

—Me alegra que seas comprensivo con mi situación. Realmente aprecio tu cambio y tu sinceridad, Zeus, y espero que continúes de esa manera. Sea quien sea que tenga tu corazón, espero que seas capaz de respetarla y amarla como nunca hiciste ni conmigo ni con ninguna de tus demás amantes. Tanto ella como tú se merecen ser felices.

Zeus hizo una mueca de incomodidad.

—Aunque yo me haya enamorado, eso no quiere decir que él también lo haga.

Él. Desde que lo conocía, Zeus solamente había tenido amantes femeninas, nunca se le conoció un amante masculino.

Hera no quería ilusionarse, pero la esperanza ya estaba en su corazón.

—¿De quién te enamoraste?

—Es un tema delicado, Hera. Si quieres podemos comenzar a hablar de la división de...

—Me enamoré de Iris—confesó dejando mudo a Zeus—. Puedes decirme ahora.

—Iris...¿tu...?

—Sí, la única Iris que conoces que va conmigo de un lado a otro.

—Oh...eso...no me lo esperaba—Zeus pareció quedarse sin palabras un momento antes de volver a hablar—. Yo...estoy enamorado de tu hermano.

—De... ¿Calix?

—De Calix.

La mente de Hera se bloqueó por un momento, repitiendo una y otra vez la misma oración: Zeus está enamorado de Calix. Era como si un sueño perdido de aquella vez que visitó a las moiras se estuviera haciendo realidad en este momento. Zeus finalmente se había fijado en su hermano y se había enamorado de él, se había interesado en la pobre deidad encerrada en la gran biblioteca del Valhalla que parecía no tener vida.

Su hermano se había ganado el corazón de su alma gemela.

—Y-yo ¡entiendo si te sientes disgustada!—dijo de repente Zeus llamando su atención—Tu hermano es un gran hombre, muy inteligente y sabio, todo lo contrario a mí. Sé que se merece a alguien mejor que yo y juro que no estoy intentando nada con él. ¡Ni siquiera se ve feliz con mi presencia! Puedes estar tranquila, dudo mucho que algo pase entre nosotros alguna vez.

Hera no quería imaginarse la cara que puso mientras pensaba que llevó a Zeus a malpensar todo.

—Zeus, no estoy en contra de que estés enamorado de mi hermano—aclaró—. En realidad, me hace feliz que alguien más se interese en mi solitario hermano. Siempre creí que necesitaba encontrar a alguien más que le hiciera compañía y lo cuidara. Calix es un desastre cuidando de sí mismo.

—Dudo mucho que quiera que yo lo cuide. Por cierto, dijiste que alguien más se interese en él. ¿Tu hermano tiene pretendientes?

—Solo supe de una mujer que le propuso casarse con ella. Sé que fueron meses de insistencia antes de que Calix le dejara en claro que no quería casarse con ella porque se negaba a formar parte de su familia. Incluso sé que ella, si bien aceptó no casarse con él, le propuso de tener un hijo juntos. Nunca supe su nombre o quién era, ni siquiera supe a qué familia pertenecía, solo supe que Calix se negaba rotundamente a estar con ella.

—Bueno, no creo ser mejor opción que esa mujer, así que es muy probable que me acepte menos que a ella—Zeus rio en un intento de broma aunque Hera notaba que claramente no le parecía graciosa la situación—. Yo...creo que deberías hablar con él sobre nuestro divorcio. Estoy seguro que no le caería muy bien enterarse de la noche a la mañana sobre esto.

—Sí, estoy de acuerdo—Hera sonrió levantándose de su asiento—. Espero que después de todo podamos mantener esta pequeña amistad.

—Realmente también lo espero—Zeus la imitó, acercándose a ella y poniendo una de sus manos en su hombro—. Gracias por tu ayuda y perdón por las miles de decepciones, Hera.

—Está bien, te perdono siempre y cuando no hagas pasar a mi hermano por lo mismo.

—Eso contando con que él acepte una relación conmigo.

—Lo hará, solo dale tiempo.

Hera se encaminó a la puerta del despacho, deteniéndose un instante para dedicarle una suave sonrisa a Zeus y salir.

Título del capítulo parte de la canción When all is said and done de ABBA

La canción que toca Hera con la lira la imaginé como Slipping through my fingers de ABBA tambien. ABBA salvando el día con sus canciones 

Recordandoles la apariencia de Hera:


Dejando por primera vez la apariencia de Calix: 

Como ya he dicho, las imagenes son generadas por IA por si ven algo raro jajajaja

Los extras de Zeus y Calix están en proceso jaja así que no sé cuándo los traeré, solo pueden tener por seguro que terminarán juntos. Y por la pretendiente de Calix, ya lo verán jajaja Es una deidad conocida, no sé si lo adivinarán pero si quieren intentar son bienvenidas

Nos vemos en los proximos cuando los tenga! Si no llego a verlos, feliz fin de año y prospero año nuevo!

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