Capítulo 21

Capítulo 21

Karma's gonna come collect your debt

Las heridas de Qin Shi Huang lo habían dejado al borde de la muerte. Si no fuera por la medicina de los dioses, probablemente el humano hubiera muerto. Su valquiria no estaba tan mal, pero claramente estaba debilitada luego de la exhausta pelea que llevaron a cabo. Hades también estaba herido, pero las heridas que tenía en su cuerpo no eran tan graves como lo habían sido las de Qin Shi Huang, quien había perdido demasiada sangre durante el enfrentamiento. Las enfermeras lo curaron en un cuarto separado al del humano, por lo que Hades tuvo que preguntar sobre el cuarto del rey humano.

Como se esperaba, estaba en un lugar más alejado donde podía recuperarse. Hades ya estaba mejor, solo con un par de vendas, por lo que podía ir a ver a Qin Shi Huang.

—Disculpe, rey del inframundo—llamaron detrás de él.

Hades se giró, notando una mujer con rasgos similares a los de Qin Shi Huang acercarse a él con algo en sus manos y un pequeño niño prácticamente pegado a sus piernas.

—¿Usted es...?

—Un placer, soy Chun Yan. Vi su pelea contra los dos dioses y solo quería agradecerle por luchar al lado de nuestro rey—la mujer sonrió amablemente y dio una leve inclinación—. Nuestro rey es muy apreciado por su pueblo, así que en nombre de ellos quería agradecerle por cuidarlo.

—No hay nada que agradecer—dijo Hades mirando a la pequeña mujer.

El pequeño niño detrás de sus piernas lo miraba con una mezcla de admiración y miedo. Algo que podía ser muy normal en niños humanos.

—Por cierto, no sabemos dónde se encuentra, pero imagino que usted sí lo sabe. Así que... ¿le molestaría llevarle esto? Son unos bollos de carne, necesitará comer algo luego de la pelea por la que pasó. También hay suficientes para usted, solo espero que sean de su agrado.

Hades notó el cariño de esta mujer hacia su humano y el respeto con el que le hablaba, así que por Qin Shi Huang tomó el paquete que la mujer tenía en brazos. Ella sacó algo más también y lo colocó sobre el paquete con los bollos. Era la venda que Qin Shi Huang se había sacado para la pelea.

—La he lavado, así que no tendrá que preocuparse de si está sucia o no.

—Gracias—dijo Hades.

—Un placer—la mujer se inclinó una vez más antes de mirar al niño contra sus piernas—Chun Ou, vamos cariño.

—Sí, mami.

Hades vio a la mujer alejarse, pensando en que la sonrisa de ella se parecía un poco a la de su rey.

Dejando de lado eso, siguió su camino hacia la habitación donde Qin Shi Huang estaba.

***

Poseidón se sintió aliviado al saber que no solamente los humanos habían ganado el punto que perdieron, sino que también su hermano continuaba con vida. Aunque nunca dudó de que Hades continuara con vida, pero estando en compañía de un humano en el que no confiaba, no sabía cómo podían terminar las cosas. Como se esperaba del rey del inframundo, terminó sobreviviendo aunque con algunas heridas. Nada de gravedad como el rey de los humanos con el cual Hades parecía...demasiado cercano. Bueno, tal parecía ser que este gusto por los humanos venía de familia.

Kojiro suspiró aliviado al ver el resultado. Desde que había comenzado la pelea no había hablado demasiado y solo se centró en ver la pelea contra los dioses sumerios. No sabía por qué, pero sentía que el humano no estaba muy cómodo a su lado. Incluso ahora parecía estar igual.

—¿Qué ocurre?—preguntó mirando al humano.

Kojiro jugó con sus dedos, mirando hacia abajo y no conectando sus miradas. Sabía por qué le preguntaba lo que le preguntaba, solo parecía dudar en decirle.

—Yo...lo siento.

—No hiciste nada por lo que debas disculparte.

—Yo...—Kojiro suspiró—Si hubiera aceptado pelear, tu hermano no tendría que haber participado de una pelea donde corría el riesgo de morir.

—¿Te arrepientes de tu decisión?

A Poseidón no le molestaría si ese fuera el caso porque le había dado la opción a Kojiro de matarlo. Él le había dicho que pelearan y que Kojiro lo matara con su volundr. Una estocada en el pecho, justo en su corazón, mataría a Poseidón sin dudar. Pero Kojiro prácticamente se enojó con él por decirle su decisión.

—Dijiste que respetarías mis decisiones siempre y cuando no me afectaran. Y matarte lo hace, Poseidón.

Fue una discusión donde ninguno de los dos quería ceder. Pero al final, con la negativa de Kojiro, Poseidón no tuvo de otra que ser el primero en dar su brazo a torcer. Luego de eso Kojiro buscó a Brunhilde y fue ahí cuando fueron por Qin Shi Huang.

—No, no lo hago. Me hubiera dolido más matarte que...—Kojiro se detuvo y suspiró—Tu hermano no debió verse involucrado en esto.

—Él mismo lo eligió.

—De igual manera fue injusto, incluso para Qin Shi Huang. La humanidad ya había ganado, los dioses realmente jugaron sucio.

Poseidón no podía negar eso, era un hecho que los dioses jugaron sucio. Pero con la situación en la que estaban, quejarse no servía de nada. No ahora que la mayoría de los dioses parecían estar a favor de exterminar a toda la raza humana sin importar el precio a pagar.

La última pelea, si los humanos ganaban, no sabía qué podría pasar. Si seguían con sus tontas ideas, posiblemente entrarían en guerra y Poseidón tendría que enviar a Kojiro a su palacio submarino para que estuviera a salvo.

Kojiro se apoyó contra su costado, parecía pensativo. Poseidón tomó su mano y la apretó, buscando ayudarlo de alguna manera. Aunque realmente lo único que ayudaría en ese momento sería asesinar a todos los dioses molestos que habían complicado innecesariamente el ragnarok.

—Todo estará bien, no lo pienses tanto—dijo viendo sus manos unidas.

Las manos de Kojiro tenían callos y se notaba el entrenamiento con espada, pero eran todavía más pequeñas que las de Poseidón. Sus dedos entrelazados contrastaban en color, temperatura y tamaño, lo que le resultaba bonito al dios.

Kojiro apretó su mano, manteniendo el agarre.

—Solo quiero que todo esto termine de una vez.

Poseidón quería decirle que todo terminaría pronto, pero realmente no lo sabía. Solo podía desear que todo terminara también.

***

—Thor, ¿qué pasa?—preguntó Lü Bu acercándose al dios luego de que la lucha terminara.

Thor se había alejado prácticamente en un rincón, donde parecía estar pensando. Lü Bu se lo imaginó lanzando rayos por la cabeza luego de pensar durante demasiado tiempo. Una imagen estúpida, pero lo había divertido un poco.

—El último luchador de los dioses es mi padre—soltó Thor, como si fuera poca cosa que Odín fuera el último luchador de los dioses.

El dios que había querido que su propio hijo repitiera la lucha con un humano solo porque estaba "inconforme" con los resultados. La sospecha de Lü Bu, de que Odín tuvo que ver con el viaje de Thor, crecía más. Claramente ese dios no lo quería, independientemente de su fuerza, el problema parecía radicar en su raza. Como un dios que parecía conocerlo todo, no sería extraño que supiera sobre los encuentros de su hijo con un humano y deseara alejarlo del mismo usando a su insoportable hermano. No sabía si Thor lo había notado o no, posiblemente no habría querido pensar mucho al respecto.

Como fuera, no era importante ahora.

—La humanidad no lo tendrá tan fácil, ¿verdad?—Lü Bu se apoyó contra la pared, viendo a Thor que parecía pensativo todavía.

—Es uno de los dioses más fuerte que he conocido. También es similar a Loki en cuanto a locura, creo que incluso es peor.

—Vaya suegro el que me tocó.

Thor sonrió y golpeó suavemente su brazo.

—Al menos tu suegra es más agradable.

—¿Freya?

—Freya no es mi madre, yo hablaba de mi madre.

—No la conozco, así que no puedo decir mucho todavía.

Thor sonrió apoyándose también en la pared.

—Es mucho menos prejuiciosa que mi padre. Le caerás bien, de eso estoy seguro.

Lü Bu sonrió girándose hacia Thor.

—Si es como tú, no tengo ninguna duda de que me caerá bien.

—Mm...es algo así.

Lü Bu alzó su mano y acarició el rostro de Thor con el dorso de sus dedos.

—La humanidad ganará, ya lo verás. Y matarán al bastardo de tu padre.

Thor se apoyó contra la caricia, cerrando sus ojos. Era un dios tan grande y musculoso, pero en ese momento se veía tan indefenso. Amaba esa dualidad en él.

—Solo espero que todo termine con su pelea—dijo Thor, su mirada agraviada, temerosa.

Lü Bu asintió, apoyándose en Thor para darle consuelo.

***

Hércules no estaba feliz, incluso con la nueva victoria de la humanidad. El estado del rey Qin Shi Huang había sido deplorable y solo terminó así porque su tío Hades estuvo limitado en sus movimientos. Hércules estaba seguro de que de poder pelear, Hades hubiera eliminado a Enlil y Erra de una sola vez. Pero estas trabas que los dioses estaban poniendo a la humanidad eran demasiado injustas.

Will estaba a su lado, pensativo luego de la última pelea. Megara y Hölk habían salido para buscar unos bocadillos para acompañar el té, dejándolos solos. Hércules apretó los puños, incapaz de hacer algo para ayudar. Si él hubiera llegado a rendirse en su pelea, ¿lo hubieran obligado a repetir su pelea con Will hasta matarlo? De ser así, Hércules estaba seguro de que no hubiera podido hacerlo. No a Will, no a su pequeño y poético humano.

Mister Hércules, por favor, cálmese—dijo Will tomando su mano—. Molestarse, en este momento, no servirá de nada. Los dioses ya han realizado una elección injusta, lo único que queda es volver a ganar.

—Los humanos no deberían pasar por esto. Ya ganaron, ¿por qué hacerles esto?

—Usted mejor que nadie debería saberlo, en especial usted que es un semidios. Vivió en ambos mundos, sabe cómo son los dioses y estoy seguro de que ha notado que, a pesar de todo, no son muy diferentes a los humanos. Son egoístas, mezquinos, crueles, malvados y caprichosos. Si algo no sale como ellos lo desean, entonces buscarán la forma de que así sea sin importar lo que tengan que hacer.

—Lo sé, pero no deja de ser injusto—dijo Hércules sintiendo una gran tristeza por esta desgracia.

William acarició su rostro, levantándolo para que mirara sus ojos tranquilos.

—El mundo nunca será justo, my beloved god, pero todavía podemos luchar para equilibrar las cosas—Will acarició su rostro con cariño—. Luchar por la justicia es algo muy humano, así que no tema, my dear, todo saldrá bien.

Hércules puso sus grandes manos sobre las pequeñas que sostenían su rostro. Eran suaves y delicadas, a pesar de los trabajos a los que fueron sometidos, pero eran más suaves y delicadas que las suyas propias. Su tacto era cálido, el más cálido de todos, lo hacía sentir tranquilo

—Eso espero, Will.

William lo abrazó, dejando que su cabeza descansara sobre el pecho del humano. Su corazón latiente generando una música tranquila que calmaba los nervios del semidios.

***

Belcebú miró la pelea en su laboratorio, acompañado de Nikola y sus amigos científicos. Luego de mostrarle sus inventos y explicarles sobre algunas cosas, se tomaron sus pausas para mirar las peleas del ragnarok. Todo había sido felicidad hasta que comunicaron sobre las dos rondas invalidadas que descontaba dos puntos a la humanidad. Madame Curie fue la primera en quejarse sobre esto, hablando de lo injusto que era que descontaran esas dos peleas solo porque habían perdido. Solo porque eran dioses y tenían el control de la situación era que hacían todo esto.

Fue luego de la décima segunda ronda del ragnarok que Nikola se levantó para mirar detenidamente los inventos de Belcebú. El señor de las moscas se le acercó, notando el interés del humano sobre los repuestos del cuerpo de Adamas.

—¿Algo interesante?

—¿Cómo conseguiste hacer esto? Parecen anatómicamente funcionales, ¿cómo es eso posible?

—No es complicado con los materiales correctos—comenzó a explicar Belcebú, tomando una de las piezas para ir señalando las partes a medida que detallaba el procedimiento.

Nikola lo escuchó todo ese rato en que estuvo hablando, haciendo preguntas varias sobre cada cosa nueva que veía.

—Comprendo—Nikola sonrió, mirando a Belcebú—. Tengo un mal presentimiento con todo esto que está pasando y voy a necesitar que me ayudes en algo.

—Lo que sea—respondió al instante Belcebú.

Nikola sonrió tomando su mano.

—Bien, hagámoslo.

***

Ya mejor, Buda pudo regresar a su habitación en la arena del ragnarok donde veía cada pelea acompañado de Zerofuku. El pequeño dios parecía distraído, metido en sus propios pensamientos y sin prestar demasiada atención a las peleas que se efectuaban. Incluso si no notaba el malestar de Buda por la injusticia de los dioses, seguramente no se hubiera enterado de lo que le habían hecho a la humanidad. Ahora, incluso con la nueva victoria (completamente innecesaria porque ya habían ganado), Zerofuku no reaccionó. Buda se sentó a su lado y acarició su cabello, despertándolo de su letargo.

—¿Qué es lo que pasa, Zerofuku-chan?

—Yo...solo estoy preocupado.

—¿Por tu amigo?—Zerofuku asintió, Buda sonrió acercándolo a su cuerpo para abrazarlo—Oh, Zerofuku-chan, no tienes de qué preocuparte. Kin-chan es de confianza, él cuidará muy bien de tu amigo.

Zerofuku se encogió en su lugar, como si no quisiera recibir el abrazo. Eso desconcertó un poco a Buda quien terminó apoyando su mano sobre el hombro del dios.

—Yo...te mentí en algo.

—Zerofuku-chan, está bien, no tienes que ponerte así, puedes contarme todo con confianza—el pequeño dios seguía hecho una pequeña bola mientras desviaba la mirada—. ¿En qué me mentiste?

—Yo...antes que nada, quiero disculparme por eso. Solo que pensé que necesitabas ayuda y que si te decía la verdad sobre la identidad de mi amigo no lo aceptarías—Zerofuku se escondió entre sus rodillas—. Me siento fatal por eso porque te dije que debíamos ser sinceros entre nosotros y fui el primero en romper con mi palabra. Y no quiero que pienses que es algo que se repetirá seguido porque no es mi intención.

Buda vio al pequeño dios agraviado y escondido. Sonrió enternecido y se levantó para sentarse detrás de Zerofuku, dejándolo en medio de sus piernas para poder abrazarlo y rodearlo por completo. El pequeño capullo de loto se removió al notar la posición, sus ojos grandes miraron a Buda quien sonreía amablemente.

—Está bien, te perdonaré por esta vez. Pero la próxima vez que lo hagas tendremos una charla muy, muy, muy seria. ¿Eso te parece bien?

Zerofuku volvió a medio esconderse entre sus rodillas, pero asintió de acuerdo. Buda acarició su cabello mientras lo seguía rodeando con sus brazos. Abrazar a Zerofuku se sentía tan bien que podría hacerlo todo el día.

—Te mentí con la identidad de mi amigo, no es alguien a quien no conoces.

Buda frunció el ceño confundido.

—¿Lo conozco?—Zerofuku asintió—Y si lo conozco, ¿por qué no me dijiste quién era?

—Porque...pensé que estarías en desacuerdo con que acompañara a Sakata.

—¿En desacuerdo?—Buda lo pensó hasta llegar a una conclusión—Un momento, ¿acaso enviaste a uno de los siete dioses de la fortuna?

—¿Eh? No—Zerofuku se giró para mirarlo, sorprendido por esa deducción—. Yo no hablaba de ellos, yo me refería a Jataka.

—Ah, ¿mi hermano Jataka?—Buda asintió antes de caer por completo en el nombre—¡¿Mi hermano Jataka?!

—Sí...yo...hablé con él antes. Consideré que era de los pocos de confianza para esta misión así que hablé con él al respecto. Él aceptó.

—¡¿Jataka aceptó?!

—Síp, al parecer en estos años estuvo aprendiendo sobre técnicas explosivas.

—¡¿Técnicas...?!—antes de terminar la pregunta, Zerofuku le cubrió la boca con la mano.

—Buda, vas a dejarme sordo—Zerofuku suspiró, bajando la mano lentamente—. Sí, técnicas explosivas. Jataka se veía emocionado por ir, me dijo que conocía el Helheim así que no sería complicado para él. Sé que es tu hermano, pero de todas las personas lo consideré el más confiable. Ya que yo no podía ir, prefería que en mi lugar fuera alguien que pudiera ser de ayuda para Sakata.

Buda asintió, frunciendo el ceño mientras pensaba en la respuesta para el pequeño dios.

—Tiene sentido que me mintieras porque realmente no me hubiera gustado que Jataka fuera a esa misión. Sin embargo, tienes razón en que es de las pocas personas confiables que tenemos para esto. Lo que me preocupa es que no sé el alcance de sus habilidades y no sé qué tanto podría perjudicarlo eso en el Helheim.

—La verdad, mi mayor problema será el castigo que me dé Hades por destruir parte de su palacio—dijo Jataka ingresando al cuarto de Buda.

Detrás de él iban Sakata y un hombre que se cubría de pies a cabeza. Buda se levantó con Zerofuku siguiéndolo. Solo cuando estuvieron solos, el hombre se quitó la capucha y mostró un rostro joven de cabello pálido.

—¿Sigfrid?

—Tú debes ser el dios que envió a estos caballeros a buscarme—contestó el hombre sonriendo amablemente.

Buda miró a Sakata y a su hermano, quienes suspiraron cansados.

—No fue nada fácil sacarlo del Helheim—dijo Kintoki cruzándose de brazos—. Tu hermano destruyó tantas cosas que tuvimos a la mitad de la guardia de Hades persiguiéndonos.

—En realidad, me persiguieron por más tiempo a mí que a ti—Jataka se encogió de hombros—. Y por eso tendré que pagar varias multas a Hades cuando se dé cuenta de lo que pasó en su palacio.

—Corre a cuenta de Buda—dijo Kintoki sentándose en el montón de almohadas más cercanas que funcionaban como un sillón—. Estoy cansado, ¿llegamos a tiempo para presentar a Sigfrid?

—Yo creo que llegaron muy a tiempo—Buda se acercó a Sigfrid—. No sé si estás interesado en luchar en el ragnarok.

—Si es por la humanidad, lo haré con gusto.

—Será contra Odín, ¿estás bien con eso?

El semblante de Sigfrid se oscureció, fue una reacción interesante.

—Si él es mi oponente, entonces mejor todavía.

—Perfecto. Kin-chan, ¿qué dices si lo preparamos para la pelea?

***

La familia de Sigfrid era de la nobleza por lo que vivir rodeado de riquezas y ocio era algo ya común para él. Esforzarse por ser el mejor caballero de todos no debería de haber sido una prioridad para él como el seguir con el legado familiar, pero Sigfrid no servía para eso y decidió que ser un buen guerrero sería su prioridad.

Eso hizo que a los trece años se separara de su familia y se embarcara en un viaje sin rumbo para fortalecerse. Fue un viaje duro porque fue la primera vez que el pequeño noble pasaba por frío, hambre y situaciones en las que dudosamente podría salir con vida. Pasar por eso a tan corta edad no fue fácil, pero lo ayudó a aprender a sobrevivir y conocer más sobre los límites de su cuerpo. De alguna forma, había sido de ayuda.

Su viaje fue un sinfín de aventuras que con cada día cambiaba. Los pueblos a los que llegaba tenían sus diferencias y lo enriquecían en conocimiento. Sigfrid disfrutaba mucho de conversar con los pueblerinos y conocer sus historias. Muchas eran interesantes y otras exageradas, pero de cierta manera todas eran entretenidas. Lo ayudó a conocer personas que eran realmente geniales...y también conoció a las más bastardas.

Los encuentros con ladrones ayudaron a Sigfrid a ser menos ingenuo y a detectar a ese tipo de estafadores y ladrones. Le costó unas cuantas cosas, pero al menos había conseguido ser hábil en ese aspecto.

De esta manera, el joven noble Sigfrid llegó a los veintiún años, más fuerte y sabio con cada año que pasaba. Vagando de un pueblo a otro y ayudando en los trabajos de cacería para ganar unas monedas.

Ese día había ganado unas cuantas monedas, por lo que fue a la posada más bulliciosa del pueblo para cenar. Hacía frío y un estofado de carne caliente era lo más delicioso en lo que Sigfrid podía pensar. La amable señora, esposa del dueño de la posada, lo atendió amablemente, hablando un rato con él, opinando que sería un buen yerno y que ellos no tendrían problema de tenerlo como tal. Sigfrid rechazó la oferta, de nuevo, con gentileza antes de observar a su alrededor, esperando a que su estofado llegara.

A unos metros vio a unos hombres sacándole unas monedas de su bolsa a un joven que tomaba algo en la barra. Sigfrid odiaba a este tipo de personas, así que se levantó e intervino, reclamándole a estos tipos por su osadía. Si no fuera porque casi todos lo conocían y sacaron a esos tipos del lugar, Sigfrid hubiera tenido que enfrascarse en una pelea con ellos.

—Ten cuidado, amigo, esto no es normal aquí pero todavía quedan aquellos que hacen este tipo de cosas—palmeó suavemente la espalda del joven muchacho el cual giró a mirarlo—. Disfruta tu estadía aquí.

—Solo vine a pasar un rato. La noche está demasiado fría, pero debo continuar mi camino.

Eso llamó la atención de Sigfrid.

—¿Continuar tu camino? ¿Con esta noche helada? Veo que eres joven, pero eso no te salvará de la helada. Deberías quedarte aquí—aconsejó.

El joven frente a él debería tener su edad, no era muy grande, pero eso no quería decir que pudiera soportar las temperaturas tan bajas de afuera. Incluso el hombre más fuerte podría caer congelado a las pocas horas.

—No es la gran cosa.

—Mm...si es por tema de dinero, yo tengo un cuarto aquí, podemos compartirlo.

Sigfrid había pasado por tantas cosas solo que no podía pensar en que un joven así, que le recordaba a él de cierta manera, pasara por las mismas cosas. Sigfrid ya había dormido afuera en noches nevadas y sabía lo mierda que era.

El joven lo miró desconcertado por su oferta. Sigfrid le sonrió y se sentó en uno de los bancos al lado del chico.

—Ni siquiera me conoces.

—Ni tú a mí.

—Y aun así invitas a un desconocido a pasar la noche contigo.

—Amigo, si lo dices así suena raro—Sigfrid rio—. Solo dormiremos en el mismo cuarto, nada más. Por cierto, me llamo Sigfrid, ¿tú?

El joven miró el líquido en su vaso antes de responder.

—Gunther.

—Gunther. Bien, ya no somos desconocidos. ¿Comiste algo? Pedí un plato de estofado de carne, puedo pedir uno para ti si quieres.

Fue el primer amigo que Sigfrid tuvo.

De haber sabido cómo terminarían las cosas, Sigfrid jamás hubiera entablado una conversación con ese joven.

***

Brunhilde había hablado con Rasputín para esta última ronda del ragnarok. Como parte de los pocos humanos que quedaban en la lista, él debería luchar en esta última ronda para desempatar. Ella realmente había dudado de usar a Rasputín para esta pelea contra Odín, pero entre él y Kintoki había considerado que el monje ruso era mucho mejor. Odín era un dios poderoso que usaba la magia como arma principal, por lo que combatir contra él no era nada sencillo. Era un bastardo loco y cruel capaz de hacer cualquier cosa para conseguir lo que quería. Necesitaba a alguien a su nivel y para ella no había nadie mejor que Rasputín.

—Hilde one-sama, ¿estás segura?—preguntó Göll cuando ambas se pusieron en sus lugares para ver la arena del Valhalla donde todo era preparado para la pelea.

—Es nuestra única opción, Göll. Esta jugada de los dioses nos dejó con pocas opciones y Rasputín es la más apropiada.

—Tengo miedo, one-sama. Odín es el último luchador de los dioses y esta lucha es para desempatar. ¿Qué tantas posibilidades tenemos de ganar?

Brunhilde apretó los puños. Las posibilidades estaban cincuenta/cincuenta. Realmente no tenía idea de quién podría ganar y quién no. Odín todavía podía perder, pero estaba la posibilidad de que Rasputín lo hiciera también. No tenía manera de saber quién sería el ganador de la última ronda y quién no.

—Ganaremos, Göll, solo debes confiar en eso.

***

Gunther y Sigfrid terminaron viajando juntos por años. Sigfrid descubrió que Gunther era en verdad un hombre muy sabio y conocedor, por lo que lo consideró una buena compañía. En los caminos escuchar hablar a Gunther era reconfortante porque siempre tenía una historia diferente para contar. Era entretenido escucharlo hablar de tierras lejanas, gigantes agresivos y armas poderosas. Le contaba sobre palacios llenos de oro, piedras preciosas de las cuales nunca escuchó hablar, tesoros divinos que solo se hallaban en lugares remotos, criaturas maravillosas que escupían fuego. Cada palabra que salía de él era interesante y hacía sentir a Sigfrid como si estuviera en casa otra vez. Ese calor familiar de la hoguera, acompañado de su familia en una noche de invierno. Estar con Gunther era como estar con un hermano mayor cuyas hazañas superaban a la de su hermanito.

—Mira—dijo Sigfrid regresando a la habitación que compartían.

En su mano portaba un cartel que había encontrado en el camino. Gunther estaba leyendo un libro, sentado en una silla de paja, pero al verlo entrar alzó la mirada y enarcó una ceja.

—¿Un dragón?

—Lo han visto por las montañas. Emprendamos viaje ahora mismo, la recompensa es generosa y la experiencia que ganemos lo será aun más—dijo Sigfrid emocionado, yendo por sus cosas para guardar lo poco que había dejado en algunos muebles de la habitación.

—Un dragón no es un trabajo fácil, Sigfrid—dijo Gunther todavía sentado en su silla de paja—. Los dragones son criaturas gigantes con una piel tan dura como el acero y una fuerza tan grande como la de cien hombres juntos. Luchar contra él no será un trabajo sencillo.

—No, pero tenemos que intentarlo. Realmente me emociona luchar contra uno—Sigfrid no cabía en sí de la emoción.

Gunther no dijo más, simplemente se preparó y lo siguió cuando dejaron atrás la posada sobre sus caballos. No hubo charla de ningún tipo hasta tres horas más tarde, cuando Gunther comenzó a hablar.

—Los dragones son criaturas especiales. Dicen que su sangre es capaz de brindar la inmortalidad a aquel que se bañe en ella, endureciendo cada centímetro de su piel y volviéndola tan dura como el acero. Todos los que conocían sobre esto siempre han luchado por obtener la sangre de estos seres, pero nadie ha conseguido jamás asesinar a uno, ni siquiera han sido capaces de atravesar su piel. Así que todo esto solo se queda en un cuento sin pruebas. Incluso avistar un dragón ya es de por sí una gran hazaña. Estas criaturas salen una vez cada cientos de años al mundo humano y muy pocos son capaces de verlos. Así que nuestro viaje podría terminar en una gran decepción para ti.

Bueno, no fue así. Al final terminaron por encontrarse con el dragón, contra el cual Sigfrid peleó con valentía, usando su vieja espada. Pero como era de esperarse, la vieja espada forjada por un humano no era rival para este inmenso animal el cual la destruyó en segundos. Sigfrid se vio acorralado, pero había algo que este humano no conocía y era el miedo. Así que lanzándose contra el inmenso animal, lo atacó usando las lianas de los árboles en lo que lo había visto descansar al llegar. Si las lianas podían soportar su peso al dormir, entonces no se romperían fácilmente.

No necesitó de una espada para someter al dragón. Usando su ingenio, Sigfrid logró hacer caer en una trampa al inmenso animal. El dragón fue sometido, pero todavía estaba vivo frente a Sigfrid, quien podía ver sus enormes ojos fijos en él. Gunther se acercó, viendo al dragón contra el suelo sin oportunidad de moverse.

—Debajo del cuello dicen que hay una zona vulnerable. Tu daga podría penetrar en ella y podrías usar su sangre para tu beneficio.

Pero Sigfrid no prestó mucha atención a sus palabras. Fue en ese momento, en que sometió al dragón, que se dio cuenta de que no quería matarlo. Una enorme criatura, tan fantástica y tan maravillosa, ¿por qué asesinarla? Por lo único que se ofrecía recompensa fue porque este gran dragón derribó unos cuantos árboles, nada más. Literalmente Sigfrid lo encontró durmiendo en lianas antes de que molestara su descanso. Si contara esta hazaña como la de dos humanos, claramente el villano sería Sigfrid. O sea, querer asesinar a alguien que tiró un par de árboles y luego se fue a dormir una siesta sonaba como algo cruel y estúpido.

La mano de Sigfrid fue a la piel del dragón, tocando suavemente las escamas duras y suaves. Era como tocar el pelaje de un gato.

—Que ser...tan increíble—dijo maravillado sonriendo feliz.

—Sigfrid, ¿me has escuchado antes?—preguntó Gunther.

—Sí, pero ¿por qué lo mataría? Solo míralo. Un ser tan fantástico como este, que no hizo daño a nadie, ¿por qué lo mataría?

—¿No vinimos a eso? ¿Por la recompensa?

—Sí, pero...cambié de parecer—Sigfrid acarició la suave piel del dragón, quien lo seguía con su ojo—. Lo siento por perturbar tu descanso. Creo que aquí el monstruo soy yo.

Había sido divertido el desafío, pero no quería terminarlo. No ahora que la realización llegó a él luego de ver a tan majestuoso animal sometido cruelmente por él.

El ojo del dragón lo siguió, pero su pupila ya no parecía contraída en señal de amenaza. Parecía haberse calmado lo que era una buena señal para Sigfrid quien quería liberarlo de las lianas.

Sigfrid sacó su daga y se acercó a las lianas que ataban al dragón. Gunther no dijo nada, simplemente lo miró a unos metros de distancia, con las manos detrás de su espalda. En el momento que liberó el hocico del dragón, este levantó la cabeza e hizo algo que nunca pensó Sigfrid que ocurriría.

—Me has sorprendido, humano.

La sorpresa había sido tanta que Sigfrid retrocedió unos pasos.

—Tú... ¿puedes hablar?

—Naturalmente—el dragón lo miró, su voz era grave pero amable—. Humano Sigfrid, has sido puesto a prueba por el todopoderoso Odín, quien deseaba probar tu valía, pero, sobre todo, la nobleza de tu corazón.

—¿El dios Odín me puso a prueba?

—El destino te ha señalado como uno de los humanos más importantes de la historia. Como es natural, Odín solo quería ver con sus propios ojos que eso sea cierto—usando sus filosos dientes, el dragón desgarró las otras lianas que lo mantenían prisionero—. Realmente, la nobleza de tu corazón me sorprende, sobre todo viniendo de un humano. Humano Sigfrid, me has perdonado la vida, a cambio, te daré el regalo que tanto codician los humanos.

De la boca del dragón surgieron llamas azules que ondearon por el cuerpo de Sigfrid. Las llamas no ardieron ni causaron dolor alguno, ni siquiera desintegraron su ropa. Solamente pasaron por él, a través de él, hasta que desaparecieron, dejando en el lugar a Sigfrid y Gunther.

—¿Qué...?

Gunther rio acercándose finalmente a Sigfrid.

—El dragón te ha dado el regalo de la inmortalidad. Las leyendas humanas están mal. La sangre del dragón no es lo que te brinda la inmortalidad, es su fuego azul el que lo hace.

Sigfrid miró entonces a Gunther, quien parecía tranquilo viendo el cielo.

—Lo sabías, siempre supiste que su sangre no me haría inmortal.

—Lo sabía.

—¿Entonces por qué me dijiste...?

—Era una prueba, necesitaba saber si eras realmente lo que el destino decía que eras.

—Lo que el destino...—entonces las palabras del dragón vinieron a su mente—Tú eres...

Frente a él, el cuerpo de Gunther comenzó a mutar. El joven de su altura que conoció se volvió mucho más alto, con el cabello mucho más largo y una barba tan larga como su cabello. En uno de sus ojos tenía un parche y sus ropas se volvieron mucho más majestuosas que las humildes que lo había visto usar. Un aura de poder se cernía sobre él, algo que nunca antes había visto.

—Tú... ¿Odín?

—Efectivamente, lo soy—incluso su voz era mucho más grave que la que había conocido, pero su sonrisa seguía siendo tan suave y gentil como la que conoció—. ¿Sabes? Me has sorprendido a mí también con tu elección. Ningún humano antes ha tomado la opción de dejar al dragón con vida, tú eres el primero en hacerlo.

Sigfrid entonces recordó las palabras que Odín, en ese momento Gunther, le dijo:

Todos los que conocían sobre esto siempre han luchado por obtener la sangre de estos seres, pero nadie ha conseguido jamás asesinar a uno.

Y de hacerlo, tampoco se hubieran vuelto inmortales. El secreto de la inmortalidad nunca estuvo en su sangre, por lo que matarlos era condenarse a sí mismos.

—La codicia humana siempre nubla el buen juicio.

—Y eso los hace cometer errores—dijo Odín asintiendo a sus palabras—. Eres especial, Sigfrid—entonces el poderoso dios extendió una mano hacia el humano—. Ven conmigo a Asgard.

Sigfrid vio la mano extendida del dios. La mano de su amigo que lo acompañó por años en este viaje lleno de aventuras. Gunther lo siguió por años, era su turno de seguirlo.

Extendiendo su mano, Sigfrid atrapó la mano del dios.

—Vamos, Odín.

—Gunther—Odín sonrió—. Cuando estemos solos, solo llámame Gunther.

Sigfrid rio.

—Bien, vamos, Gunther.

***

Interceptaron a Rasputín mientras iba con su valquiria por el largo pasillo por el que ingresaba la humanidad. Luego de contarle este pequeño cambio, el ruso se vio encantado y curioso, aceptando gustoso el cambiar de roles solo para ver desde las gradas de la humanidad la gran sorpresa del dios.

—Estos desgraciados jugaron sucio, creo que esto es lo mejor que les pasará—dijo Grigori viendo a Sigfrid—. ¿Y tu valquiria? Si quieres puedes quedarte con la mía, todavía no hemos hecho el volundr.

—Soy una valquiria, no una moneda de cambio.

—Joven doncella, es un caso de emergencia—dijo Grigori tomando la mano de la valquiria.

—No será necesario—interrumpió amablemente Sigfrid—. Ya tengo una valquiria que me ayudará.

—Mm, en ese caso, le deseo mucha suerte, señor Sigfrid.

Tanto el ruso como su valquiria se marcharon dejándolos solos. Buda miró a Sigfrid y posó una mano sobre su hombro.

—Dale la sorpresa más grande que ese vejete haya visto jamás.

—Lo haré.

Buda asintió y se marchó con Zerofuku para conseguir un buen lugar para el show. Realmente quería ver la reacción de todos ante esto.

***

La vida en Asgard no fue mala. A Sigfrid le había gustado mucho. Había conocido guerreros admirables, leyendas increíbles y había probado las cosas más deliciosas de todas. Vivía en el palacio de Odín, siendo una especie de mano derecha del dios. No podía decirse del todo que lo era, pero cuando Odín necesitaba ayuda con algo buscaba su asesoría. Sigfrid no lo creía necesario, pero Odín insistía en que su sabiduría podía ayudarlo a ver cosas que seguramente él pasaría por alto.

También era una especie de mensajero personal de Odín. Había veces en que debía enviar paquetes muy importantes o mensajes que no podía confiar en cualquiera, así que le brindaba a Sigfrid la tarea de llevar dichos mensajes o paquetes a su destinatario. Era en esos viajes donde Sigfrid conocía divinidades o seres interesantes.

Fue en uno de esos trabajos de mensajería en que la conoció. A Brunhilde, la valquiria.

Recuerda que simplemente tuvo que llevar una carta, algo simple, al palacio de las valquirias. Una joven llamada Krimilda le dio la bienvenida, su apariencia era casi igual a la de la primera valquiria, pero su mirada era suave y amable. La mirada de Brunhilde, descubrió después, tenía una chispa de coraje y vida que había llamado la atención de Sigfrid.

Ella no le dijo mucho, solo agradeció que se tomara la molestia de llevarle dicha carta y siguió con su trabajo. Pero fue a partir de ese momento que Sigfrid comenzó a visitar más seguido el palacio de las valquirias, buscando la oportunidad de hablar con la valquiria Brunhilde. Pero cada vez que iba, quien hablaba con él era la doncella Krimilda.

—Debe entender, joven Sigfrid, la hermana Brunhilde tiene siempre mucho trabajo—decía siempre la doncella Krimilda.

Pero el joven Sigfrid era terco y luego de mucho insistir, consiguió hablar directamente con la primera valquiria. Ella no parecía muy encantada con él, como si estuviera cansada de lidiar con hombres que parecían buscar su favor. No era lo que él quería.

—Valquiria Brunhilde, es un honor para mí poder hablar con usted.

Se inclinó ante la valquiria, mostrándole sus respetos. Esto no pareció impresionarla.

—He escuchado que lleva tiempo buscando hablar conmigo.

—Es así—admitió manteniendo su mirada hacia el suelo en señal de respeto.

—¿Puedo saber qué busca de mí?

—Desde la primera vez que la vi quedé prendado de su fiera mirada y he deseado conocerla más. Saber más sobre qué hay detrás de ese fuego en su mirar, el secreto que esconde detrás de esa firmeza que muestra. Usted se ha ganado mi entera atención, valquiria Brunhilde, y pido formalmente que me dé el permiso de conocerla mejor.

Brunhilde permaneció en silencio para lo que Sigfrid fueron horas, pero al final ella rio estruendosamente, haciendo que el joven alzara su mirada.

—Se nota que todavía eres humano—dijo ella tras su risa—. No has sido contaminado por los dioses, eso es algo bueno. Bien, si lo que quieres es conocerme, entonces te concederé ese honor.

Sigfrid sintió su corazón latiendo acelerado, la emoción pintada en su rostro. Sin poder evitarlo, esbozó una gran sonrisa.

—Muchas gracias, prometo que no la defraudaré.

Brunhilde sonrió de lado.

—Ya veremos.

***

Brunhilde miró desde arriba el comienzo de la última ronda del ragnarok, acompañada de Göll. La pequeña valquiria se agazapaba en su costado, mirando con temor la última ronda del ragnarok en la que Odín, el dios más fuerte del panteón nórdico, lucharía contra Rasputín. Ella misma estaba nerviosa por este encuentro, en especial porque sabía sobre las habilidades de Odín y sabía sobre el peligro que representaba para el humano. Pero confiaba en Grigori Rasputín, uno de los pocos humanos en sobrevivir a un sinfín de cosas casi de manera milagrosa.

Heimdall se acomodó, ya preparando el cuerno para dar la presentación, comenzando esta vez del lado de los dioses.

—¡Y esta es la última ronda del ragnarok! ¡La pelea que definirá si la humanidad se extinguirá o no!—extendiendo el brazo derecho, continuó—¡Del lado de los dioses! ¡Él es el padre de los dioses nórdicos! ¡Su hambre de conocimiento no conoce límites! ¡Es el dios que junto a sus hermanos derrotó al temible Ymir y fundó en sus restos a la gloriosa Asgard! ¡El gran Odín!

Odín apareció con su porte elegante y serio. Pero Brunhilde conocía al desquiciado que se escondía en su interior. A ese maldito bastardo que haría cualquier cosa con tal de obtener lo que quería.

Heimdall entonces pasó a extender el otro brazo para empezar con la siguiente presentación.

—¡Y el representante de la humanidad! ¡Este hombre es considerado el hombre más controversial de toda Rusia! ¡Ni el veneno más letal pudo matarlo, ni siquiera un disparo pudo con él! ¡Un hombre cuya influencia se extendía a los círculos sociales más altos! ¡El hombre a quien los hombres temían y las mujeres amaban! ¡El monje más atrevido de todos! ¡Grigori Rasputín!

Sin embargo, desde la puerta de la humanidad no salió Rasputín. Las puertas estaban abiertas, pero el humano no salió. Brunhilde frunció el ceño desconcertada mientras escuchaba los cuchicheos de dioses y humanos creyendo que el monje se había acobardado y huido.

—Ha pasado tanto tiempo, Odín—se escuchó desde la puerta de la humanidad.

Cada vello del cuerpo de Brunhilde se erizó al escuchar esa voz. Una voz que creyó que nunca más volvería a escuchar. Una voz que le hablaba con dulzura y amor, tanto amor, que Brunhilde había sentido su cuerpo entero derretirse por este hombre.

Odín se tensó en su lugar al oír esa voz. No era para menos, él la conocía perfectamente.

Del lado de la humanidad apareció un hombre. Tenía el cabello suelto y pálido, un pantalón sucio como única vestimenta. Pero su mirada brillaba con la llama del odio y el resentimiento. Era una mirada tan cautivadora como aterradora.

—Tú...

Sigfrid sonrió, a pesar del gesto amable sus ojos estaban sombríos.

—Yo seré el último representante de la humanidad. Sigfrid, el erróneamente conocido como Asesino de Dragones, será tu oponente, Odín—el humano alzó la mirada, encontrando con ella la de Brunhilde—. Mi amada, ¿me harías el honor de unirte a mí para este propósito?

Sigfrid extendió su mano hacia ella, sus ojos habían dejado de brillar con odio y ahora refulgían con amor. Tanto amor como el que recordaba haber visto hasta el último instante en su mirar.

Brunhilde sonrió en su dirección, pero su sonrisa se borró al notar el aura oscura de Odín crecer. El bastardo tuerto alzó su arma divina para atacar a Sigfrid y terminar con él antes de empezar con una batalla formal. No, ella no lo iba a permitir.

Saltando desde su posición, cayó frente a Sigfrid y lo protegió con la espada que ella solía mantener oculta entre el plumaje de su ropa.

—Tú, maldito desgraciado, no te dejaré que vuelvas a lastimarlo—dijo oscuramente la valquiria haciendo retroceder a Odín.

Sigfrid la tomó de los hombros, calmando la ira asesina que burbujeaba en su sangre.

—Mi amada Brunhilde, no sabes cuánto te he extrañado—el hombre, que era unos centímetros más bajo que ella, se le puso enfrente—. Me hubiera encantado que nuestro reencuentro fuera en mejores condiciones, pero me temo que no puede ser.

—Sigfrid—los ojos de Brunhilde se llenaron de lágrimas mientras veía a su amado frente a ella—, está bien, cualquier momento es el indicado contigo.

Sigfrid sonrió acariciando su mejilla.

—Mi amada, lo siento por la brusquedad, pero necesito que pelees a mi lado—suavemente Sigfrid unió sus frentes—. ¿Lo harás?

Brunhilde sonrió tomando las manos de Sigfrid.

—Siempre.

Volundr.

***

Krimilda siempre había sido la más cercana a Brunhilde. A pesar de que por su fuerza no podía ser una valquiria, todavía era feliz siendo la doncella del palacio que se encargaba de ayudar a las demás valquirias. Conoció a Brunhilde desde que eran muy pequeñas y su relación no hizo más que estrecharse con cada día que pasaba. Ambas eran hermanas en todo menos en la sangre.

Por eso, como la más cercana a la primera valquiria, Krimilda notó la diferencia en la personalidad de Brunhilde. Notó el cambió de su mirada, suavizándose poco a poco con cada visita de Sigfrid. Incluso la tensión que solía envolverla al ser la mayor responsable de las valquirias desaparecía en gran medida estando el humano apodado el Amigo de los Dragones. Era bonito ver el amor crecer poco a poco en el corazón de una mujer tan buena como Brunhilde. Krimilda lo veía todo a distancia, una mera espectadora de este nuevo amor. Ella era feliz con solo ver a su hermana siendo feliz.

Pero había cosas que a Krimilda le molestaban, cosas que parecía ser la única que notaba. Ella había notado el repentino desagrado del dios Odín hacia su hermana. Se había dado cuenta de la mirada sombría que le dirigía cada vez que iba a entregarle un mensaje. Mensaje que Sigfrid ya no entregaba porque, según Odín, tenía otras cosas que hacer. Krimilda había notado, desde hacía tiempo, lo posesivo que Odín era con Sigfrid. Era como si quisiera mantenerlo siempre con él, como si deseara ser el único a quien Sigfrid recurriera para todo. Lo quería solo para él y la existencia de Brunhilde era solo un obstáculo para Odín.

Por eso, el día que todo explotó, Krimilda no se sorprendió de que Odín fuera al palacio para deshacerse de Brunhilde. En realidad, Krimilda ya lo esperaba desde muy temprano en la mañana.

Sabiendo que Odín iría por su hermana, Krimilda la mandó a buscar a Sigfrid hacia la guarida de los dragones, donde usualmente estaba el humano, con la excusa de que necesitaba hablar con él. Como Krimilda no era una valquiria y no era una diosa fuerte, no sería capaz de entrar a la guarida de los dragones. Solo por eso Brunhilde no sospechó la verdad.

Mandó a las demás valquirias a realizar otras tareas y ella esperó, usando las ropas de su hermana y aprovechando el parecido que ambas tenían para engañar a Odín. El dios, cegado por los celos, no se dio cuenta de que había caído en la trampa de Krimilda, y en el momento en que la mató, todas las valquirias llegaron de sus tareas y contemplaron la escena.

—¡Krimilda!

Incluso en sus últimos momentos, Krimilda escuchó la voz de su hermana por encima de las demás valquirias. Tan impactada y horrorizada que le dolía el corazón al ser causante de ese dolor. Pero todavía era feliz porque Brunhilde estaba viva y eso era todo lo que importaba.

Con sus últimas fuerzas, Krimilda giró su cabeza hacia Brunhilde y sonrió. Una sonrisa suave y cargada de cariño, como la que solía dedicarle cuando estaban paseando juntas por el jardín.

—Hilde...

Y en ese palacio fue donde Krimilda dio su último suspiro.

***

El volundr de Sigfrid resultó ser una armadura completa de color azul y blanco, con una espada brillante con runas marcadas en el medio. El humano sonrió al ver su espada y la armadura, recordando a la que alguna vez llegó a usar antes de que todo se fuera a la mierda. Antes de que Odín se desquiciara y se volviera un idiota.

Miró al dios, cuyo ojo brillaba con intensidad. Sigfrid no se quería molestar en identificar los sentimientos que cruzaban por él, lo único que quería era matarlo.

Por Brunhilde. Por Krimilda.

Odín solo era un dios caprichoso que puso en peligro a todos los que amaba por el simple hecho de rechazar su "amor". Sigfrid no creía que alguien como Odín fuera capaz de amar.

—Odín, es momento de saldar deudas—dijo Sigfrid señalando al dios con su espada.

Odín estrechó el ojo, su poder fluyendo agresivamente de él y alzando las piedras del suelo. Un viento feroz lo azotó, pero Sigfrid no se inmutó en lo más mínimo, aunque Heimdall salió volando por el impacto y no fue capaz de darle una presentación digna al nuevo oponente humano.

Antes de que todos pudieran notarlo, ambos participantes se lanzaron al ataque. La espada de Sigfrid era resistente y podía repeler incluso los hechizos de Odín. Pero no era capaz de llegar más lejos porque la fuerza de Odín no se lo permitía. Eran dos contrincantes prácticamente igualados, repartiendo ataques que cargaban consigo años y años de dolor y resentimiento acumulados.

Años de resentimiento por la traición de alguien a quien Sigfrid consideraba un hermano.

***

Sigfrid se lo había contado a los dragones, las criaturas más maravillosas que alguna vez conoció. Luego de su primer encuentro, Sigfrid comenzó a frecuentar la guarida de los dragones, donde conversaba con ellos. Fue luego de un tiempo en que se volvió amigo de todos y las visitas comenzaron a tornarse más largas.

Los dragones se volvieron en sus más grandes confidentes. Aunque quisiera confiarle sus secretos a Gunther, sería difícil. Mayormente estaba ocupado, yendo de un lado a otro o encargándose de cuanta cosa diferente apareciera en Asgard. Eran cortos los momentos en los que estaban juntos ahora y por ese motivo, Sigfrid ya casi no le contaba algunas cosas que vivía. La vez que lo intentó, Gunther tuvo que irse a atender un nuevo problema con los gigantes que molestaban a Asgard. No volvió a hacerlo desde entonces y basó sus charlas en cosas que, para Sigfrid, no tenían gran valor. Ni siquiera le llegó a contar de Brunhilde, la valquiria de la que estaba enamorado. La mujer que tenía su corazón era muy bien conocida por sus amigos dragones, pero no por Gunther.

—Joven Sigfrid—llamó un mensajero de Gunther quedándose fuera de la guarida—, el señor Odín solicita su presencia en el palacio.

Sigfrid se preocupó por eso y se acercó al mensajero.

—¿Ha ocurrido algo?—el mensajero negó con la cabeza.

—El señor Odín solo me ha dicho que quiere hablar con usted.

—Comprendo, gracias por informarme, iré enseguida—Sigfrid se giró hacia los dragones—. Nos vemos mañana.

—Ve con cuidado, pequeño Sigfrid—saludaron los dragones.

Sigfrid se dirigió al palacio, encaminándose a los aposentos de Gunther. Bueno, el mensajero lo estaba guiando hacia ahí, aunque no era un lugar desconocido para Sigfrid. Ya había estado anteriormente en los aposentos del poderoso dios y no era un lugar muy extraño. A veces la gente tenía imaginación de más.

Solo cuando el mensajero se marchó, Sigfrid ingresó a los aposentos del dios.

—Gunther, ¿ha pasado algo?

—Ven, Sigfrid—Gunther extendió su mano hacia él, Sigfrid no dudó un segundo en tomarla—. Hay algo que necesito decirte.

—Por supuesto, ¿qué es?

—Nosotros hemos estado juntos por mucho tiempo, Sigfrid. Y posiblemente esto te tome por sorpresa, pero necesito decírtelo—Gunther sostuvo su mano, mirándolo como si fuera un tesoro preciado—. No te lo dije antes porque no me animaba a arruinar nuestra amistad, pero ya es difícil de mantener en secreto—Sigfrid podía intuir por donde iba Gunther, pero una parte de él se negaba a creerlo, incluso cuando el dios tomaba con demasiado cariño su mano—. Estoy enamorado de ti, Sigfrid.

Realmente no sabía cómo reaccionar. De todas las personas y divinidades del mundo, de quien menos se podía esperar una confesión era de Gunther. De su hermano, el joven que lo acompañó en sus aventuras. No sabía si fue muy estúpido por no ver las señales o en realidad nunca las hubo. O tal vez confundió la amabilidad y el cariño de Gunther con el de un hermano. Posiblemente no se dio cuenta de que el amor de su hermano no era precisamente el de un hermano.

Tal vez fue un idiota.

—Gunther—carraspeó mirando la mano que sostenía la suya—, yo...lo siento...No sé si te di señales equivocadas, pero solo te veo como un hermano.

—Entiendo que no me ames igual—dijo Gunther negándose a soltar su mano—, pero no es algo que no podamos intentar. Si me lo permites, podríamos llegar a...

—No funcionará—interrumpió separando amablemente su mano de la de Odín—. Lo siento, Gunther, pero esto no va a funcionar.

—¿Por qué no?—la mirada del dios se ensombreció—Sigfrid, ¿por qué no es posible lo nuestro?

Al ver esa mirada, Sigfrid supo que decir la verdad sería peligroso. Claramente su hermano estaba comenzando a dejar de pensar racionalmente, lo podía notar en su semblante, en su aura. Era peligroso y podría serlo para Brunhilde si decía algo.

—Gunther, lo siento, pero realmente solo te veo como un hermano. Nada que hagas podría cambiar eso.

La mano del dios tomó su mentón suavemente y elevó su mirada.

—¿Es eso? ¿O es por esa valquiria?—Sigfrid sintió que la sangre desaparecía de su cuerpo, un frío intenso acariciando su espalda— ¿Acaso creíste que no lo sabía? ¿Que no estaba enterado de sus encuentros?—los dedos de Gunther dejaron de tomar su barbilla para apresar su mandíbula con fuerza—Te lo di todo, todo lo mío fue tuyo, ¿y esta es tu forma de agradecer lo que te di? ¡¿Así valoras mi cariño por ti?! ¡¿Qué te dio ella como para tenerte?! ¡Ni siquiera le importabas!

—Gunther, cálmate y suéltame, hablemos como dos personas civilizadas—dijo Sigfrid haciendo un vano intento para quitar la mano del dios de su rostro.

—¿Hablar? ¿De qué hablaremos?—la sonrisa de Gunther se había vuelto la de un demente, Sigfrid no sabía si este hombre era el mismo al que llamaba hermano—¿De la manera en que caíste en sus garras? ¿De la manera en que mi amor te valió poco y saliste a buscar otros brazos?

—Gunther, no hables así, lo que pasó con ella fue inevitable. No se trata de si valoro poco tu amor o no, realmente te aprecio mucho, pero...

—No soy suficiente, es eso ¿no?—el dios sonreía de tal forma que Sigfrid se sintió incómodo.

—Gunther, por favor, ya detente.

—Te amo, Sigfrid.

—Gunther—Sigfrid cerró los ojos, incómodo con toda esta situación.

—Mi corazón es tuyo, Sigfrid. Eres el único a quien le pertenece.

—Basta.

—Siempre voy a amarte.

Sigfrid quiso pedirle que se detuviera una vez más, intentar liberarse de los dedos que sostenían su rostro. Pero antes de poder decir algo, sintió la boca del dios sobre su boca, sus labios deseosos y desesperados por su cooperación. Se paralizó por unos segundos antes de reaccionar de manera brusca, empujando con tanta fuerza al dios que este trastabilló y amenazó con caer al suelo.

—¡Basta, Odín!—dijo furioso, limpiando su boca.

No tenía sentido llamar por un nombre a un hermano que ya no existía. O quizás nunca existió.

—¿Cómo...me llamaste?

—Por tu nombre, tu nombre real—Sigfrid caminó con cuidado hacia la puerta para salir de ese lugar.

—Te dije que me llamaras...

—No puedo usar un nombre de un hermano que no existe—cortó Sigfrid tomando el picaporte—. Creo que es mejor que vayamos por caminos separados ahora. Adiós, Odín.

—¡Si sales de aquí ahora mismo, te arrepentirás, Sigfrid!

Fue lo último que escuchó que le gritaba el dios antes de salir corriendo de sus aposentos para alejarse todo lo que pudiera.

***

El odio en cada ataque era palpable desde ambas partes. No había charla de por medio, no había palabras, solo golpes y furia. Ambos descargando la ira de su corazón, cada quien por un motivo diferente. Sigfrid había acumulado odio durante todos esos años preso por un crimen que no cometió, solo siendo castigado por un dios que no aceptaba que estaba enamorado de una valquiria. Odín, por su parte, estaba lleno de celos y envidia hacia Brunhilde, a quien Sigfrid seguía eligiendo sin importar el tiempo que pasara. No podía aceptar que el hombre al cual seguía amando estuviera con alguien más que no fuera él.

Odín había intentado asesinar a Brunhilde con la idea de quitarla del camino. Incluso si Sigfrid lo odiaba al final, el motivo de su amor ya no existiría y eso traería algo de paz al dios. Pero Krimilda le tendió una trampa y al final fue descubierto por las demás valquirias, quienes no tardaron en esparcir la verdad. Creyeron que eso detendría a Odín, pero se equivocaron. Odín usó eso a su favor. Ya que no podía deshacerse de Brunhilde, entonces se desharía de Sigfrid. Si él no podía tenerlo, Brunhilde tampoco lo haría.

Sacrificando a su hijo Baldr, Odín lo "asesinó" e incriminó a Sigfrid. Los demás dioses no solo creerían en él porque era un dios, sino también porque creyeron que esto era una venganza por lo de Krimilda. De esa forma, pudo condenar a Sigfrid a la parte más profunda del Tártaro, donde Brunhilde jamás sería capaz de llegar aunque lo deseara.

Odín evitó el veloz ataque de la espada y contraatacó con un hechizo rúnico. Pero Sigfrid lo conocía, así que evitar sus ataques no había sido complicado para él. No ayudaba que su armadura fuera parte de su volundr. Esa maldita valquiria siempre metiéndose en asuntos en los que no le importaba en lo más mínimo. Si ella no hubiera existido, Odín todavía tendría la atención de Sigfrid solo para él. Ella era el problema, esa maldita valquiria.

El golpe que envió, cargado con todo su odio, hizo volar a Sigfrid. Lastimarlo no era algo que le agradara, pero Odín no podía sentir compasión por el hombre que amaba cuando este amaba a alguien más. Simplemente no podía sentir nada más que odio en este momento.

Aunque su odio estaba destinado a la valquiria que le robó a Sigfrid.

Bien, si ella pensaba que desafiarlo era divertido, entonces se llevaría una gran sorpresa.

***

Buda y Zerofuku decidieron que esta última ronda la verían cerca de las gradas de la humanidad y no en el cuarto. Consideraban que un evento tan importante tenía que ser visto en vivo y en directo y no a través de una pantalla. Buda todavía recordaba el rostro del viejo amargo de Odín, la sorpresa en su ojo al ver a alguien de su pasado que seguramente creyó que moriría olvidado en un lugar profundo del Helheim. Con suerte, ellos no terminarían así por saquear el territorio de Hades. Bueno, siempre podía fugarse con Zerofuku a terreno seguro.

—Buda, espera—dijo el pequeño dios mirando hacia un costado—. Hay alguien herido, ¿no hueles la sangre?

Fue entonces cuando Buda lo notó, el olor a sangre era fuerte. Un humano normal claramente no sentiría el olor, pero Buda era un dios igual que Zerofuku y solo por eso su olfato era más agudo. Fue con eso que pudo sentir el olor a sangre y guiarse por lo mismo hasta el lugar donde estaba el cuerpo.

Apresurándose hacia la zona del olor, llegaron a una zona del pasillo poco iluminada porque parecía ser que alguien había roto la luz. Pero a pesar de la poca iluminación, Buda reconoció a Hera, la esposa de Zeus. La diosa estaba apoyada contra la pared, sosteniendo una herida en su vientre. Pero la sangre también venía de su pierna quebrada por donde sobresalía su hueso.

—Señora Hera—dijo acercándose a ella—, ¿qué ha pasado? ¿Quién la ha dejado en este estado?

—Buda–ella tomó su mano manchándolo de sangre—, tienes que advertirles...Deben detener la pelea...

—Señora Hera, por favor, no se fuerce—dijo Zerofuku cubriendo la herida de la mujer.

Hera sostuvo con más fuerza la muñeca de Buda.

—Odín planea revivir a los primordiales, gane o pierda la batalla. Deben detenerlo antes de que empeore todo—dijo ella que parecía más preocupada por los demás que por su propio estado que, de por sí, no era bueno.

Su piel se veía claramente más pálida y parecía estar cerca de desmayarse por la cantidad de sangre perdida.

—Zerofuku-chan, llévala a la enfermería, iré con Zeus a advertirle.

Zerofuku asintió, cubriendo la herida de la diosa para poder cargarla en sus brazos y llevarla hasta la enfermería. Por su parte, Buda corrió hacia la zona VIP donde debía estar Zeus viendo esta última ronda del ragnarok. Lo encontró ahí, en compañía de Afrodita, Ares y Hermes.

—¿Señor Buda? ¿Qué...?—Hermes rápidamente notó la sangre en su brazo, pero antes de que pudiera preguntar, Buda se adelantó y se acercó a Zeus.

—Tienes que detener esta pelea. Odín planea revivir a los dioses primordiales sin importar el resultado de su batalla. Intentó asesinar a Hera para evitar que dijera algo.

Hermes y Ares se tensaron al escuchar eso, mirándolo fijamente. Afrodita incluso lo miró cuando mencionó a Hera. Zeus se levantó de su asiento, mirando a Buda.

—¿Hera cómo está?

—Todavía vive, Zerofuku la llevó a la enfermería.

Zeus asintió, sus piernas crecieron, creando dos pozos en el suelo.

—Hermes, ve a ver a Hera—sin pensarlo, el dios pronto abandonó el lugar—. Gracias por avisar de esto, Buda.

Zeus se acercó al balcón y miró hacia la arena, donde Sigfrid y Odín se cernían en batalla. Subiéndose al mismo, dio un gran salto hacia la arena, deteniendo el ataque de Odín con su mano.

—Hasta aquí llega este encuentro, Odín—dijo Zeus manteniendo a Odín en su lugar con su mano—. La humanidad ha ganado.

—¡Zeus, maldito bastardo! ¿Qué crees que haces?—preguntó Ishtar desde otro sector especial.

—¡No puedes detener la pelea!—gritó otro dios que Buda no pudo reconocer.

—Esto va en contra de lo que...

¡BAM!

De un solo puñetazo, Zeus estrelló a Odín contra el muro más cercano.

—No tienes derecho a decirme qué hacer, no cuando intentaste asesinar a mi esposa.

Los murmullos no se hicieron esperar del lado de los humanos, del lado de los dioses.

Odín rio, levantándose luego del gran golpe de Zeus.

—Así que sobrevivió—dijo el dios tranquilamente—. Qué lástima. ¿No te dijo nada más?

—¿Qué pasa por tu mente para creer que es buena idea revivir a los primordiales?—hubo un jadeo de sorpresa por parte de las gradas de los dioses—Ya te has enfrentado a ellos, sabes de lo que son capaces, ¿para que los traerías de nuevo?

—No hay una razón, simplemente no tengo motivos para no hacerlo.

La mirada de Odín se dirigió hacia Sigfrid. Era obvio que se detendría si Sigfrid iba con él y se sometía a su voluntad. Pero todos sabían que eso jamás pasaría.

Odín suspiró, sonriendo con una gentileza que los tensó a todos. Esto no era bueno, no era nada bueno.

—¡Odín!—gritó Sigfrid lanzándose al frente para detenerlo.

Pero entonces Odín se cortó los antebrazos verticalmente. Su sangre fluyó al suelo de donde salieron unas brillantes runas. Para cuando la espada de Sigfrid lo apuñaló, ya era demasiado tarde.

—Es hora de reescribir la historia—dijo Odín.

El suelo tembló y el cielo se partió, truenos escuchándose sin control, vientos feroces barriendo la tierra. Las runas brillaron con intensidad, cegando a todos. El viento los obligó a aferrarse a lo que tuvieran cerca, la tierra temblando los dejó de rodillas en el suelo mientras los truenos los ensordecía a todos. Fue un momento en donde nadie podía ver u oír exactamente lo que pasaba. Todo fue caos por un instante y para cuando recuperaron sus sentidos, para cuando eran capaces al menos de ver, fue que consiguieron notar a las tres figuras nuevas en la arena, cerca del cuerpo de Odín.

Tres de los dioses primordiales habían regresado a la vida.

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.

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Título del capítulo parte de la canción: Wolf in sheep's clothing de Set it off 

Desmadre total todo yupiii

Bien, la historia de Sigfrid claramente no esta ni cerca de lo que se cuenta de él, porque como dije en los datos, aqui yo creo sus propias historias y tomo algunas cosas del canon para complementar. Pero muchas cosas son inventadas por mi.

Lo de los dioses primordiales se que es algo que se ve en el manga y esta relacionado con Odin, pense en esto desde el inicio del fic, por eso nunca planee las trece rondas. Bueno, si, las planee, pero tuve un problema. Verán, cuando me puse a hacer el conteo, resultaba ser que la humanidad ya había ganado en la decimo primera ronda, dejando las dos rondas mas importantes fuera (la de qin y hades, y la de sigfrid vs odin). Así que tuve que meter esto de los dioses negandose a dejarlos ganar para poder agregar las ultimas dos peleas jajaja

Zeus esta teniendo su desarrollo de personaje, lo cual me sirve para sus extras con Calix.

A continuacion se viene la pelea contra los dioses primordiales, de los cuales uno de ellos tiene broncas con Poseidon jajaj Ya se verá por qué

Me encantan hacer escenas de peleas aunque me cueste describirlas un poco jaja

Espero que les esté gustando! Nos vemos! besos :D

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