IV. Blossoming sensations

Ventilaba el interior de su camiseta con su mano libre, aireándose una vez llegó a la puerta del departamento que compartía con su padre. Anteriormente había saludado al agradable conserje, quien se encontraba levemente asombrado de ver a Raichi pasarse de su horario habitual. El menor solía ser increíblemente puntual al momento de arribar a casa. Sin embargo, se sentía en la obligación de no preguntar.

Quien custodiaba el portón general del complejo de departamentos —de unos cincuenta años de antigüedad aproximadamente— tenía alrededor de unos setenta años. Y Raichi mentiría si asumiese que no sentía cierto afecto por Yamagawa-san, quien siempre lo saludaba con respeto (cuando veía que el joven andaba de humor o no tan cansado como de costumbre) a través de la pequeña ventana donde solía resguardar llaves, recados, entre otras labores que llevaba realizando desde hacía treinta o cuarenta años.

En cuanto al padre del joven basebolista y estudiante, por el contrario, Yamagawa Hideo persistía en regañarlo cada vez que saliese dejando a su hijo de lado, no importándole a primera vista cómo pudiese sentirse el jovencito. Si Hideo fuese padre de semejante irresponsable le daría un merecido tirón de orejas, seguido de un fuerte y sonoro coscorrón. Ya Raizou estaba bien mayor como para pasarse de copas creyéndose un adolescente que aguantaría la resaca como si nada a la mañana siguiente. Por mucho que se lo planteara en todos los tonos, parecía no comprender o no querer hacerlo.

Con nostalgia recordaba sus descuidados años de juventud, y era por eso mismo que trataba con sus pocas herramientas de guiar al mayor de los Todoroki por un mejor camino. Raichi-kun no se merecía tan poco respeto, ni tampoco tanta ligereza ajena, más aún cuando su único familiar jugaba así sin más con su frágil condición de salud. Como la gran mayoría de los adultos pasados los cuarenta y tantos años de edad, Raizou padecía la muy común hipertensión, por lo que era más propenso a que su sistema se alterase con facilidad. Y la bebida jugaba un papel no menor en ello.

Raichi-kun, a ojos de Yamagawa, se veía despistado, sudoroso y alegre. Seguramente se encontró con alguien que le agradase, y suficiente tuvo con imaginar a ese chico tan atento y tranquilo conocer a alguien que le ayudara a salirse de la rutina. Y le alegraba, además, porque no conocía a nadie más que Eijun-kun, un absoluto opuesto y que en variadas ocasiones visitó el complejo de apartamentos en solitario, y con su acompañante. Ah, la juventud ha cambiado bastante. Cuando reposaba su cuerpo en el rechinante asiento recordó haberse topado con Kazuya-kun una vez, también, y mientras éste esperaba a su compañero de equipo. Hablaron un poco de aquello una tarde que fueron de visita mientras Raichi se preparaba para los exámenes finales de tercer año.

—Dígame algo, Yamagawa-san —habló el muchacho de gafas, recargando su espalda en la cabina de recepción mientras desviaba su mirada hacia el anciano—, y sea sincero, por favor. ¿A usted le molesta que venga con Eijun a visitar a Raichi? —esto no se lo preguntaba sencillamente "porque sí", sino que pudo jurar que antes de ingresar al complejo de departamentos, fueron observados cuando con Eijun se dieron un pequeñito beso en los labios, ínfimo e inocentón. Quería saber si habría problemas futuro o no, sin contar que, no mentiría, tanto a él como a Eijun les agradaba muchísimo Yamagawa-san.

—¿Por qué debería, Kazuya-kun? —respondió, dejándole sorprendido—. Veo que hacen muy feliz a Raichi-kun. Y, entre nos, él es como un nieto para mí. ¿Sabes? —añadió luego de una pausa—. Anda muy solo por la vida para ser tan buen chico. Lo he cuidado como he podido y me da gusto que se le estén dando bien los deportes y que, de paso, los haya conocido a Eijun-kun y a ti —observó al contrario y vio que negaba con la cabeza. Creía que no había entendido la naturaleza de su consulta—. Sé muy bien a lo que te refieres con esa pregunta, no me tomes por tonto —añadió, con humor. Miyuki sonrió, aun temiendo lo peor—. Hace unos siete u ocho años que uno de mis sobrinos nos contó a todos que llevaba cuatro años viviendo con su pareja, quien siempre imaginamos sería un amigo más —suspiró y continuó con su relato—. Mi hermana le prohibió venir a su hogar por meses, y ni hablar de su esposo, que inclusive pensaba en desheredarlo. Mi sobrino, su segundo hijo, este del que te hablo —aclaró—, sufrió muchísimo y nos llamó a mi esposa y a mí una noche desesperado.

» Anteriormente, su pareja, Tetsurou-kun, nos había escrito una carta con muchísimo detalle contándonos qué había ocurrido y discutido en el hogar que compartían con mi sobrino. Pero no por ello terminarían su relación, pues, nos decía, se amaban. No —se corrigió después de breves segundos—, se aman muchísimo. Por un lado la familia de él, de Tetsurou-kun, lo comprendió y hasta le dieron su bendición, pero no así la familia de mi hermana. Mi sobrino estaba llorando casi sin parar y me dolía escucharle, así que decidí dejar de ignorar esta realidad. Nosotros no dudamos en apoyarlo ganándonos la falta de comprensión y desprecio por parte de mi propia hermana —Miyuki le observaba incrédulo, pero comprendiendo a la perfección recordando la reacción del abuelo de Eijun al enterarse hacía unos meses de la relación de su nieto con el cátcher—. He de confesar que sigue siendo difícil de entender para nosotros, no te lo puedo negar, pero debe ser la edad. Esto último me lo dijo Raichi-kun —finalizó, sonando bastante orgulloso y no ofendido como Kazuya imaginó.

—¿Le contó de esto a Raichi? —pese a que no lo demostrase, Miyuki se encontraba extrañado.

—Hace un tiempo, y entre líneas —afirmó el caballero mayor—. Se veía muy abierto a ello y me dejé sorprender puesto que Raizou es, sin duda e irónico es que lo diga yo, un hombre bastante anticuado aun siendo veinte años más joven. Sin embargo —tomó aire, algo agotado—, a lo que quiero llegar es que, ninguno de los tres, ni mi sobrino, Eijun-kun, o tú, Kazuya-kun, son malos chicos. Al contrario, se mantienen igual de respetuosos con nosotros y con nuestros tesoros, nuestros seres queridos —aclaró—. No puedo permitir que ustedes sufran por ser como son. No más ya. El egoísmo ha sido mucho, ¿no lo encuentras así? —el menor asintió, más en paz. Era increíble y admirable además de sumamente inusual que un hombre japonés promedio y más cercano que lejano a los ochenta años de edad pensase de ese modo—. Si Raichi gusta de un chico, no puedo hacer nada más que observar y desearle lo mejor.

—Yamagawa-san... —murmuró—, me... me alegra enormemente oírle decir eso.

Ojalá le hubiese enseñado eso a mi viejo, pensó.

—No es nada. Y prefiero que me digas Hideo, no hay problema —añadió el adulto cano, sonriéndole. Dicho eso, bebió de su té, ahora frío.

—Bien, bien —rió—. Muchas gracias, Hideo-san, por compartir lo que le ocurrió —agradecido, Kazuya se despegó de la pared e hizo una pequeña reverencia a Yamagawa-san. Éste le respondió de forma leve, emitiendo sutilmente una pausada carcajada llena de gozo.

—Hablarte me es bastante cómodo, Kazuya-kun. ¿O es que converso con poca gente a estas alturas?

🌸

Descalzó sus zapatillas y las dejó en el pequeño mueble del costado donde únicamente se encontraban unos cuatro o cinco pares de zapatos. La mala costumbre de su padre de dejar todo apagado cuando quería ver algo de luz le carcomía los nervios. Enfurruñado, encendió la luz con fuerza; sólo se oían sus fuertes pisadas en el piso de madera. Suspiró al no escuchar ni el televisor o los constantes quejidos de Raizou. Estaba solo, imaginó.

Otra vez. Ya, qué importa.

Ingresó por completo, ya sintiendo el sudor frío bajo de sus ropas, procurando de igual forma no hacer tanto ruido, quizá Raizou dormía y no esperaba menos. Aunque él fuese alborotador al llegar a casa, Raichi no quería molestar jamás. Sabía lo precioso que era tener un merecido descanso. Y —lo pareciera o no— Raizou trabajaba de Lunes a Viernes, no quizás de una forma tan "común" o "trabajólica" pero sacaba a los chicos de Yakushi adelante y, de paso, aseguraba su puesto junto con resultados dignos. Sobrevivían así, solo que... faltaba administración. Junto a tantísimo orden.

Los platos sin lavar salvo lo que Raichi se preparó en la mañana, una botella de cerveza abierta y desvanecida, el televisor apagado, ropa en los dos descuidados sofás individuales... Ya parecía más costumbre que indignación. Empero, el joven estudiante se hallaba cansado. La fuerza que tenía para enfrentar escenarios similares ni sabía de dónde la sacaba, hasta que, nuevamente, se le agruparon diversas imágenes en mente: Eijun, sus compañeros del equipo universitario, Haruichi-kun y Furuya, agregando ahora a Hirahata-san y Sanada-san.

Podía avanzar gracias a sus amigos, y empezaba a creer un poco más en sí mismo.

Un cúmulo de tibieza se volvió a alojar en su interior, ayudándole a observar en la habitación de su padre esa figura que aún no se quitaba el uniforme a rayas blancas y negras, descalzo y plenamente extendido por todo el futón.

—Te vas a resfriar así, papá idiota... —olor a sudor y un leve hedor le invadían las narices al tiempo que se acercaba a la figura contraria, aún con su mochila en la espalda, muchísimo más pesada producto de todo lo que corrió. Quería odiar a Raizou y sus infinitas desidias, sin embargo esa vibración contaminada jamás llegó. No arribaba nunca, y esa era la razón por la cual lo cubría con una manta.

Ello y que, después del autodenominado "suceso del hospital", se sentía más y más incapaz de odiarle.

Le vio sonreír de costado, cosa muy rara en él. Mientras prestaba atención a sus desaliñados vellos faciales, que bien pudieron formar parte de una rediseñada o sutil barba, vio a Raizou relamerse los labios, resecos. En la mesa de noche tenía un vaso de agua porque, sabía, mientras conciliaba el sueño sí o sí llegado un punto de la madrugada tendría sed. Raichi tomó aquel recipiente de vidrio y pensaba llevárselo a Raizou para luego servirse un poco de arroz del desayuno con sobras del día anterior que el menor había preparado, cabe destacar, gracias a tutoría de Miyuki-san meses antes de ingresar a la universidad-, además de, como es de esperar, estudiar.

—Oye —murmuraba su padre entre sueños, a regañadientes—, ¿lo... lo estoy haciendo tan mal, querida*? —Raichi no se movió. Primera vez en muchísimo tiempo que le oía a Raizou soltar tan descuidadamente la palabra "querida" así como así, aunque fuese cuando no estaba consciente.

Claro, la madre de Raichi.

Las imágenes de ella —de su madre— eran muy vagas, pero no tan llenas de malos recuerdos. No hasta que se marchó, al menos. Ahora que era más mayor tendía a imaginarse y empatizar más con ella, por qué lo hizo, la razón detrás, las peleas o desacuerdos. Inclusive, no mentiría que en algo se sentía culpable, usado, triste, e inútil.

Raizou, en efecto, no lo había hecho bien. Cuando Raichi tenía dos años nada más intentaba buscar trabajo y no resultaba, no sabía hacer los quehaceres del hogar, y mantenía todo de forma descuidada, ida y fantasmagóricamente: sencillamente, era como si no estuviese presente jamás. Y su esposa no podía buscar continuar moviéndose tanto trabajando con un hijo tan pequeño. Resultaba prácticamente imposible, por muchas cosas que dejase preparadas de antemano, encomendárselo todo a un ser ineficaz como su, en ese entonces, marido.

Raichi no sabía exactamente cómo nombrar los sentimientos que desde los trece años empezaban a inundarle entero. Y, no obstante, no lograba desobedecer a su padre, dejar de entrenar o batear. Sentía que... que era parte de lo que debía hacer. Con lo que podía aportar a ese status quo.

Mas, ¿era realmente de ese modo?

—Si te lo propones puedes cambiar, tonto —ah, no podía ser. Había vuelto a emocionarse. El joven de dieciocho años de edad hablaba y decía poco en el día a día, asimismo quien observaba con sus ojos cristalizados, perdiéndole el foco—. Pero hazlo, ¿sí? —susurró, con la voz quebrándosele.

Después de aquello, regresó a su habitación, sucumbiendo ante las emociones. El peso de su cuerpo cayó tras cerrar la puerta, y suspiró con tantísima fuerza que creía Raizou se despertaría de sopetón. Al mismo tiempo, creía que importunaría a Eijun, pero vació su mente justo como cuando no se comprendía a sí mismo o a lo que le rodeaba. Como llevaba haciendo años.

Tomó su teléfono —regalo conjunto de sus amigos pero que ahora mantenía con parte de la beca—, lo abrió con desgano e introdujo un mensaje, que fue respondido quince minutos después seguido de un kaomoji que denotaba preocupación.

« ¿Estás bien, Raichi? (゚ペ) Me preocupo por ti, ¿lo sabes? »

Cuánto le hubiese encantado encontrar a Eijun antes.

🌸

Dos semanas después

—¡Senpai, otra vez! —el calor en su cuerpo le gritaba continuar bateando, y así lo expresaba libremente al pitcher de turno: su senpai de quinto año de arquitectura quien acomodaba su jockey, asintiéndole sin necesidad de mover la cabeza o alzar el pulgar. Su acción le indicaba todo.

—Estás bastante entusiasmado hoy, ¿no, Todoroki? —respondió, preparándose para lanzar luego de recogida la pelota de baseball.

Los demás jugadores continuaban en labores aisladas a pedido del entrenador. Los jugadores de los "West Tokio Lions" (WTL), con sus trajes entre rojos, tonos anaranjados y amarillos decoraban el ambiente que brillaba por ser de un sutil y tenue celeste; el pasto de atrás y los lados, algo opaco pero evidentemente próspero si se cuidaba más. Raichi, rebosante de emoción, estaba feliz de pertenecer a lo que vivía. Uno que otro compañero posaba sus ojos en él y le brindaba o palabras de aliento o pequeñas "amenazas" diciéndole o más bien gritándole: "más vale que nos ayudes a ganar, Raichi. Confiamos en ti, eh", por supuesto que a modo de broma.

—¡Así es, senpai! ¡Estoy listo, así que no se contenga! —agitó el bate y aligeró sus hombros. Posterior a ello dio unos pequeños brincos, alegrándose— ¡Kyahaha! —rió, clavando sus zapatos en el suelo. Su superior lo miraba conforme. En un par de ocasiones había visto desanimado a Raichi, cosa que, de alguna u otra forma, se notaba pues la mayoría de las veces, apenas tocaba el campo, juraba que se transformaba en otra persona. La razón era desconocida.

—Bien, ¡allá voy, Todoroki!

Al ser nombrado, se sintió extraño a medida que reafirmaba su postura.

Todoroki...

Todoroki...

Todoroki...

Qué inusual risa, Todoroki-kun

Un foul. Raichi se rió con ganas, justo logró distraerse. Justo. —Perdón, perdón —arqueó sus hombros hacia atrás, buscando centrarse. Justo ahora, eh, Sanada-san... No podía ser menos, pues justo se lo ideó como pitcher frente a él y no al senpai que tenía, vistiendo su mismo uniforme, sólo que a diferencia de él portaba una visera y no un casco de metal.

Andaba desconcentrado en demasía. Y sus compañeros lo notaban bastante a decir verdad.

Mas, ¿qué podían hacer? Ni siquiera el menor sabía qué pasaba con él. ¿O sí?

🌸

Aquel mismo día, consultorio estatal n°3.

—Bienvenido, Shunpei-kun. ¿Cómo te encuentras el día de hoy?

—No te miento, Kaori-san, pero estoy medio extraño —comenzó—. Verás, me cuesta concentrarme. Usualmente lo llevo bien con las grabaciones y todo eso, también al momento de tener evaluaciones con los profesores pero, uhm... —dudó—. Sabes que soy despreocupado y tal, pero...

—No has podido —completó su idea—. Te noto ansioso —sonrió ella—. ¿Deseas contarme al respecto?

Se lo pensó dos veces. Sí, aceptaba que a Kaori-san no le era difícil abrirse pero por supuesto que no le soltaba toda la información. Sin embargo... resultaba extraño. Logró acomodarse en el sillón, sintiendo en las palmas de sus manos la textura suave y relajante. Carraspeó un poco y suspiró. Kaori lo observaba atenta: sin dudas estaba nervioso. Y era muy extraño dado el tipo de personalidad que Shunpei-kun tenía.

—Ya lo sabes, ¿no? Soy bisexual y no debiese ser tema —ella asentía. Sanada se atrevió a quitarse las gafas, pues sabía que la luz dentro de la consulta no era tan invasiva y que, además, no sería observado en menos o cuestionándole. Sus ojos: algo claros, no denotaban mucho, más lo hacían sus movimientos; cómo movía los pies o los dedos de las manos—. Y ese día, hace un mes creo me topé con Rai... Todoroki-kun —se corrigió. Ella alzó las cejas, innegablemente curiosa, cuando notó que su paciente se había frenado—. Y... —dejó espacio sin hablar.

—No dejas de pensar en Todoroki-kun, ¿cierto? —él asintió—. Bueno, es muy normal, Shunpei-kun. Estos sentimientos que tienes, ¿cómo los vives?

—Honestamente no sé qué está pasando conmigo. No quiero confundirlo con lástima o algo similar. Creo que no es por eso que me interesa Raichi. Pero, ¿sabes? Me cuesta... aceptar esto.

—Entiendo. Lo hemos conversado en sesiones anteriores, que resulta común que la gente no desee obrar mal u ofender pero las palabras caen como estacas. Es un hecho —afirmó—. Hemos trabajado en tu autoestima pero es un proceso largo y en el que me has permitido apoyarte. Esto, si me lo preguntas, lo veo como una prueba.

—¿Una prueba, Kaori-san?

—Así es. Para atreverte a aceptar a alguien más y que no sea únicamente a Ryo-kun u otro compañero de la secundaria y que te conoció o antes del accidente, o bien con quien conversabas o te relacionabas de buena manera. O que éste se acerque a ti. Por lo que he oído de este Todoroki-kun, sentiste que no te haría ningún mal. ¿Por qué no pruebas escuchando tu intuición?

Porque esa misma intuición me dijo que me sentara de copiloto ese día.

—Lo intentaré —respondió, no muy confiado—. Pero sabes, es algo poco menos sobrecogedor. Me suele dar igual cómo surjan estas cosas, pero... no sé, lo estoy pensando mucho.

—Tranquilo, es tremendamente normal que estés interesado en alguien. No soy ninguna consejera romántica pero te ofrezco verlo así: es una oportunidad para conocer más de ti mismo, de tus límites o lo que, claro está, Todoroki-kun desee. ¿Crees que le gusta estar contigo?

—¿A-Ah? —Shunpei se sonrojó y enmudeció al instante, con la guardia bajísima. Ella sonrió en grande y sumamente interesada—. Me pillaste, Kaori-san, no me esperaba esa pregunta —confesó, enormemente nervioso—. Pero me gustaría que sí, aunque él es muy nervioso y me cuesta leerlo.

Parece que esto va a buen puerto. La terapeuta esbozó una sonrisa.

—Claro que no te la esperabas, Shunpei-kun. Imaginarte estos escenarios o bien proponerlos como una posible realidad es algo que no solemos hacer. A menos que, claro, desees algo más —ella se divertía.

Observó a su paciente, quien jugueteaba con sus manos y ya lucía más colorado.

—¿Tú no crees, Kaori-san, que a él le desagrade que yo sea bisexual?

—Te confieso algo, Shunpei-kun. Ya lo sabes, pero yo no soy parte del colectivo. Sin embargo, apoyo fielmente la idea de que, si te nace hacerlo y él no se siente incómodo, lo converses como lo que es: tu propia forma de amar y ya. Estoy en una situación de privilegio, recuerdo que también lo conversamos las primeras sesiones. Tantear este terreno desconocido, a final de cuentas, es como la vida en sí. Y quién sabe, quizá se vuelvan a encontrar pronto y, podría ayudarte a conocer más personas.

—Voy a probar qué tal, Kaori-san. Pero sabes, agh, esto es raro y triste a la vez. Él... él juega béisbol. Probablemente está becado, no lo sé. Pero eso honestamente me hizo sentir, me hizo sentir... —apretó su camisa—. Mal, extraño... y triste. Y, pese que ya haya pasado un tiempo, yo... Yo... quiero ver su rostro —confesó, con las mejillas aún levemente coloradas.

Ver si es tan dulce como su voz o su risa extraña.

Ara pensó ella.

🌸

Mismo lugar, más tarde, entrega de exámenes.

Salió de sus trámites, enojadísimo porque ahora debería esperar un montón para tomar hora. Rascó su nuca con pereza. ¿Por qué cree Raichi que odia los exámenes de rutina? ¡Porque no atienden! Al menos, no con constancia. Bueno, no esperaba menos de un servicio público.

—Agh, maldición. Ahora, ¿dónde agendo?

Probablemente lo llamen, pensaba, al tiempo que se movía lentamente por los pasillos. No había mucha gente, la verdad.

El hospital le deprimía en demasía. Ver gente enferma, con pañuelos en la cabeza, ojeras, sentadas esperando su turno, familias enteras apoyando a un ser querido, niños, adultos mayores... Y no evitó pensar en Hideo. Últimamente el querido guardia, conserje y amigo de los residentes del complejo de departamentos había estado con alzas de presión, pero logrando ser detectado a tiempo y tratado. No lo negaría, no desearía que le pasase algo pues le tenía estima. Quizá más de lo que esperaba. Después de todo, le había conocido cuando se mudaron a los departamentos con su mujer, ahora exesposa. ¿Qué será de ella?

—Ah... —soltaba parte del aire de sus contaminados pulmones con desgano.

¿Qué puedo hacer para no acabar igual?

Continuó vagando, y de tanto en tanto posó su vista en un árbol en medio de las sombrías salas y olor del hospital. Eso lo tranquilizó un poco: ver un objeto con vida en un espacio que parecía más inerte que nada. Sonrió de lado, aún sin nada en concreto, hasta que...

Todoroki Raizou-san, favor comunicarse en el mesón. Todoroki Raizou-san, favor comunicarse en el mesón.

—¡Mierda!

Eso quedaba a unos buenos metros donde estaba él.

Más de alguna vez vio pegatinas de "por favor evite correr en el hospital". Al carajo con eso, si no se apuraba quizá en cuánto lo atenderían. Y no tenía ganas de esperar, no de nuevo. Despabiló como pudo y comenzó a trotar lo más rápido como para no ser interceptado por algún guardia o enfermeros.

Avanzaba, zigzagueaba, y movía los brazos sin ningún tipo de forma o decoro, apresurándose lo más que le daba el cuerpo. Sudaba, y eso que no estaba lejos, y era tanto el afán de no esperar, de tomarse una merecida... vaso de agua, que ni se percató de que chocó con alguien. Frenó en seco al oír que algo cayó.

Quedó como un imbécil ante los ojos de sí mismo y una madre que caminaba con su hija por el pasillo del frente. Botó el bastón de apoyo de un joven no vidente. La sangre le cayó a la punta de los pies de lo embarazoso. Sabía que era idiota, de sobra. Pero eso ya era bajísimo. Mandó a la mierda todo tipo de decoro. Y mientras el joven iba a agacharse con una calma increíble (bastante alto y agraciado que hasta tenía madera de modelo, por cierto), Raizou se agachó y recogió su bastón.

—Pido disculpas, muchacho. De verdad —estaba avergonzado de su estupidez—. Me llamaban y...

—No, no se preocupe —respondió él, alivianando el ambiente con una mueca despreocupada. Escuchaba cómo el mayor frente a él estaba con la respiración agitada y sintió su mano sudorosa al devolverle su bastón de apoyo. Se acomodó las gafas y le sonrió.

Último llamado a Todoroki Raizou-san, de no presentarse cederemos su turno a otra persona.

¿Todoroki... Raizou? ¿Todoroki...? ¿...Raichi? ¿Ese Raichi?

—Quiero disculparme de otra forma, muchacho —habló Raizou—. ¿Para dónde vas? ¿Tienes prisa? —obvió un segundo su último llamado e inclusive optó por enmendar su error. Si algo no era, dentro de los miles de defectos que tenía, era desconsiderado con gente con capacidades distintas.

Se parecen —pensaba Shunpei. Y rió con ganas.

—¿Qué pasa? —le preguntó el mayor, algo aturdido por la repentina risa. Estaba consciente de que no había hecho ningún tipo de chiste.

—Ah, nada... No se preocupe, Todoroki-san —contestó algo abochornado—. Me recordó a alguien —tomó aire—. Usted, ¿tiene alguna relación con un estudiante de nombre... Todoroki Raichi?

—¿Raichi? Sí, es mi hijo.

¡Lo supuse!

—Ah, comprendo... Muchas gracias —con suerte podía responder, su corazón latía con tal fuerza que sus oídos los sentía abombados y sordos—. Por favor... apresúrese y no se preocupe por mí.

—Oye, muchacho —le llamó la atención, oliéndose algo extraño—. Si conoces a Raichi, ¿quieres que le diga algo? Es... raro, él no tiene muchos amigos. Por eso debes ser importante para él.

Sanada se quedó mudo. Su corazón se le saldría del pecho aunque tenía un don increíble para ocultar sus emociones bajo un manto gigantesco de templanza. Era una oportunidad que, algo le decía, no debía desaprovechar.

—Ahm, mándele mis saludos y dígale... que a Sanada Shunpei le gustaría hablar con él un día. Y tal vez ir a la estación después de clases. Para que, s-si me ve, me lo diga... —sus últimas dos oraciones definitivamente no salieron como planeó. Ni de lejos. Flaqueó muchísimo porque... Dios santo, ni pensó en lo ridículamente cursi de sus palabras. Dicho esto, hizo una pequeña reverencia, posicionó su bastón y volvió a caminar con prisa, colorado como un tomate.

¿Qué demonios le pasa? Pensó Raizou, ahora sí después de tan extraño encuentro volviendo de golpe con la secretaria, quien, en efecto, ya estaba atendiendo a otro paciente.

—Ya qué...

Raichi ni solía pasearse por la estación en su recorrido habitual. Creía. ¿O no era así del todo?

Por lo menos no se quedó con la culpa. Pero sí con un hambre y, sobre todo sed, que estaban lejos de ser saciadas.

🌸

Apenas logró verlo, sirviéndose un gran vaso de agua con el cabello aún húmedo después de ducharse y con una banana a medio comer en la boca, lo saludó sin mucho ánimo. Estaba cansado y ya eran las cuatro o cinco de la tarde. ¿Y qué había hecho antes de llegar a su humilde morada? No mucho, la verdad. Pasearse por la escuela, tomar locomoción y, en el camino comer algún ramen por ahí, lo más barato que encontró. Cansado de tanto, fue reprendido por Hideo-san en la entrada.

Aquel día Raichi salía temprano de la universidad, pero resulta que ahora estaba acompañado de Eijun. Vaya, inusual pero al ver a su visita, Raichi observó cómo la actitud de su padre cambiaba. Lo mismo de siempre. Un trato con él, otro con las visitas. No pensó mucho, ya estaba demasiado cansado de pensar con la universidad. Sobre todo después de recordar lo mal que lo pasó con las evaluaciones. Ahora con Eijun se relajarían hablando de trivialidades y, obviamente, béisbol. Hasta  que Raizou recordó algo e hizo una cara un tanto extraña que llamó la atención de Raichi.

—¿Qué pasa, viejo?

—Me topé con un tal Sanada... ¿Shunzu? ¿Shun? Ay, no recuerdo bien su nombre.

—¿¡Sanada Shunpei!? —exclamó— ¿Sa-sanada Shunpei... san? —tanto Raizou como Eijun lo observaron sorprendidos. No esperaban ese tipo de reacción, ni de lejos. Raichi lucía emocionadísimo, además de impactado.

—Sí... —comentó extrañado su padre—. Él quería saber de ti. No entiendo de qué podría ser —finalizó. Total, no era como si pudiese jugar béisbol ¿cierto?—. Y que si lo vieras, ah, dijo algo de ir a la estación... No sé bien, pasaron muchas cosas hoy —eso, en rigor, era una vil mentira—. Sólo encontré que fue... tan repentina y rara —enfatizó con cierto asco; al menos, así lo sintió Raichi, al instante— su petición. Ni lo he visto y bueno, él como que no pensó mucho tampoco —añadió, sincerándose.

Raichi lo vio dolido sin saber la razón en concreto. Tragó con dificultad y dejó de comer. Permaneció serio y callado luego de susurrar un tenue: "ah, sí, ya veo". Eijun entendía bien: rechazo, eso era lo que tanto hirió a su compañero de shojo mangas. Su padre lo disfrazaba de "no entiendo qué es esto", pero todo se resumía a un "no quiero aceptarlo, Raichi", o peor aún: "no quiero entenderlo". La emoción que su hijo tenía —y se moría por preguntar, pero no correspondía— se apaciguó casi de golpe. ¿Estaba mal haberse entusiasmado por escuchar de Sanada-san? ¿Que quisiese saber del él era... malo? ¿Era asqueroso?

Su amigo palmoteó su espalda y lo animó a que fueran a su habitación, luego de ver con gran reprobación y tristeza a Raizou. Se sentía en confianza para emitir tal gesto. Y si bien no esperaba semejante input por parte de su amigo, no lo atosigaría de preguntas. Tenía algo de educación. Después de haberla jodido varias veces, claro estaba.

—Raichi, ¿quieres conversarlo?

Él sólo veía al piso, sin ánimos de comer en un rato ni mucho menos tomar agua.

Notas finales:

(*): Sí, quise meter a la madre de Raichi a colación asíes. Si no saben de quién hablo, no recuerdo bien el capítulo del manga, pero se hace mención de ella muy por encimita. No entraré en spoilers porque puede serlo.

Holaaa <3 ¿Cómo han estado? Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que escribí, de hecho. Anyways, ya el próximo cap creo que se vendría la salsa. Also, ¿creían que vendría todo lo dulce de golpe? No mis cielas, nope. Trato de ser realista con algunos temas, como Raizou de verdad no siendo empático como vi y leí en el manga (fuera del deporte). Quiero explorar con eso y también con las emociones per se. Díganme, ¿qué les parece cómo va esto? ¡Les leo! Ahora bien, ¡Muchos ambientes diferentes y personajes nuevos aparecieron! ¿Qué les ha parecido este nuevo capítulo? 

Cuídense mucho,

Carls.

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