7

Jungkook

Las cuatro horas seguidas que recibo de clases, están a solo unos minutos de finalizar, escucho a la maestra dar su cátedra de manera excelente. La clase de psicología no es mi preferida, pero debo fingir que lo es y sacar buenas notas para no tener discusiones con mi padre.

Algunos de mis compañeros de clases recargan sus rostros sobre sus manos y se acomodan, en el transcurso de la cátedra son los que la maestra escoge para hacer sus preguntas sobre todo lo que ha dicho, y que más de la mitad del salón hemos pasado por alto.

La maestra observa el reloj que lleva en su muñeca izquierda, da unas últimas palabras y luego da por concluida la clase.

De forma rápida todos guardan sus laptops, Tablet o cuadernos y libretas de apuntes. Por mi parte, permanezco sentado mirándolos cuando me doy cuenta que el salón está quedando vacío, guardo mi laptop en mi bolsón y luego me pongo de pie.

Mi relación con los maestros no es tan buena que se diga, pero intento reponer mi mal carácter con la entrega de mis tareas, investigaciones o trabajos demás que deba hacer para tener una nota excelente al final de todo.

La maestra ordena algunos folletos en su cartera color café con un enorme sello de Chanel sobre el cuero. Me acerco a ella mientras me coloco mi bolsón sobre mis hombros.

—¿Se le ofrece algo, joven Jeon? —pregunta, alzando un poco su rostro, mientras lucha con sus manos por acomodar los folletos dentro de su cartera lujosa.

—No. Bueno, sí —trastabillo al responder.

—¿Si o no?, decídase joven —retira su mirada de mi persona y la lleva de nuevo a su cartera.

—Sí —me acerco un poco más a ella.

—Dígame entonces en qué puedo ayudarle —suelta un suspiro de alivio y victoria cuando ha logrado acomodar e introducir los folletos a su cartera.

—No es con referencia a su clase, pero es la única buena persona que puede decirme lo que es correcto hacer —hago una pausa al sentir la seria mirada de ella sobre mí de nuevo. —Bueno eso espero —agrego.

—Ok, no sé si pueda ayudarle joven Jeon, pero no perdemos nada —toma sus lentes con sumo cuidado y se los coloca.

—¿Cómo puedo ayudar a un joven ciego a ayudar a un niño ciego? —suelto nervioso.

Ella permanece en silencio por unos segundos, escucho una suave risa y luego un resoplido de su parte.

—Bueno, es curioso y un tanto raro joven Jeon, pero un ciego no puede guiar a otro ciego —suelta con semblante serio.

—Está diciéndome que no puede —digo confuso.

—Joven Jeon, supongamos que ambos somos ciegos —asiento. —Al menos que yo conozca este lugar como la palma de mi mano, podré guiarte a ti que eres otro ciego —alza sus manos y hace comillas con sus dedos, asegurándome que seguimos en una suposición. —Lo contrario, si ni usted ni yo conocemos el lugar en el que nos encontramos no podríamos guiarnos el uno al otro, porque ambos no podemos ver y porque ambos desconocemos el territorio en el que nos encontramos —finaliza su punto.

—Lo entiendo —hablo un tanto pensativo.

—Pero... —habla la maestra obteniendo mi atención de nuevo. —Si hablamos emocionalmente, un ciego si puede ayudar a otro ciego —observo fijamente a la maestra y estoy dispuesto a escuchar sus palabras. —Quien mejor para motivar y sacar de la depresión a un niño ciego, que un joven ciego y con experiencia en ese ámbito —está vez ella sonríe y puedo presenciar como unas arrugas finas se forman a los costados de sus deteriorados ojos color café.

—¿Entonces emocionalmente el joven si puede ayudar al niño? —pregunto para corroborar si he entendido bien.

—Así es joven Jeon —me asegura la maestra.

—¿Y dónde quedó yo? —pregunto.
—Se supone que seré el ayudante del joven ciego —añado.

—Bueno, el pequeño tendrá la ayuda psicológica o motivadora —agita sus manos haciendo sonar las pulseras de plata que cuelgan en su muñeca derecha. —Tú serás la ayuda visual, el guía, el instructor y cerraras la ayuda motivadora. No tendrá un trabajo fácil joven Jeon —su celular suena, observa la pantalla, toma su cartera y la coloca sobre su hombro derecho. —Debo dejarlo, mi esposo espera por mí —dice con una sonrisa dulce.

—Claro, claro —me alejo un poco de ella dándole espacio para que abandone el salón.

—Lo veo en mi próxima clase, y quiero que me cuente todo sobre su trabajo joven Jeon —dice con su tono de voz un poco alzada, desapareciendo por la puerta del salón.

Sonrío burlonamente y lo siguiente que hago es abandonar el salón, voy al baño e intento verme un poco presentable para llegar a la fundación, el ser juzgado por el encargado y por la persona que recibe el reporte de mis horas sociales no es grato para mí maldito carácter.

Me dirijo hacia el estacionamiento, camino hacia mí auto y a lo lejos puedo ver a Hoseok, alzo mi mano y la muevo un poco como saludo. Abro la puerta de mi deportivo, me retiro el bolsón y sin importancia lo lanzo al asiento del copiloto, le doy un último vistazo a mi amigo y luego entro a mi auto.

Conduzco hasta el primer MC Donald que diviso en la calle, conduzco hasta el autoservicio y ordeno dos combos grandes y un combo pequeño con cajita feliz. De algo de lo que si estoy seguro es de que no dejaré que ese niño le haga berrinches a Jimin como se los hace a su madre.

Le pago al chico que me ha atendido y luego abandono el lugar, enciendo la radio y cambio las estaciones una tras otra, hasta encontrar una emisora que me agrade, al fondo suena Finding Hope ~ Love.

Trato de relajarme en lo que conduzco hasta la fundación, no dejo de pensar lo que puede llegar a pasar si el niño se descontrola, intento pensar positivamente, apago la radio al percatarme que estoy frente al estacionamiento.
Con cuidado busco un lugar en el cual poder estacionar mi deportivo, mientras giro el volante un poco observo a mi jefe, mueve su cabeza al mirarme y simplemente me limito a observarlo.

Me coloco el bolsón y lanzo mi chaqueta al asiento trasero, tomo lo que he comprado y luego salgo del auto con sumo cuidado. Entro a la fundación, el vigilante me ayuda sosteniendo los alimentos, saco la tarjeta de mi cartera y la paso frente al aparato que marca mi hora de llegada.

—Gracias —me dirijo al vigilante, mientras guardo de forma rápida la tarjeta en mi cartera.

—De nada, Jeon —me devuelve los alimentos y luego entro por completo a la fundación.

Le pido a Joy que me cuide los alimentos y luego voy a mi casillero, tengo mucho trabajo que hacer y es justo por lo cual odio los días miércoles.

Empiezo la limpieza como lo hago todos los días, luego ordeno los papeles de mi jefe, atiendo algunas llamadas y luego me dirijo hacia los baños. Me hago cargo de ellos para luego dar por finalizado mi trabajo de aseo en la fundación.

—Jungkook —escucho la voz de Joy.

Dejo los utensilios de limpieza en la bodega, para luego salir y encontrarme con la señora Joy.

—Sí —sacudo mis manos frente a ella.

—Jimin está preguntando por ti —me hace saber.

—¿El niño y su madre han llegado? —pregunto.

—Después de que tu llegaste.

Saco mi celular del bolsillo de mi pantalón y veo que ha pasado casi más de una hora.

—Estaré en su cubículo en unos segundos, pasaré por la comida.

Ella asiente, mientras yo me alejo.

Voy al baño, lavo mis manos con jabón y agua, las seco y luego me dirijo hasta donde Joy se encuentra, le agradezco por cuidar de la comida y a pasos rápidos llegó hasta el cubículo de Jimin.

—Lamento la tardanza —me disculpo adentrándome despacio al cubículo.

—Creí que no vendrías —habla Jimin, moviendo su rostro como si tratase de encontrarme con solo escuchar mi voz.

—Los miércoles tengo cuatro horas clases, pase por alto ese detalle —coloco en el escritorio lo que he comprado. —Ahora estoy frente a ti —le hago saber.

—Gracias por venir —dice fijando su rostro al centro, como si me mirara.

—¿Cómo lo lleva el pequeño? —indago.

—Mal, no sé qué hacer —dice desesperado y con notaría frustración en su rostro.

—Bien, no soy bueno tratando con las personas y menos con los niños, pero creo que debemos ganar su confianza o al menos intentarlo —me alejo del escritorio y voy por una silla.

Regreso y está vez me detengo a un costado de dónde Jimin se encuentra sentado, coloco la silla a una distancia no tan lejana de él y luego tomo asiento.

—¿Huele a hamburguesa? —pregunta mientras utiliza su nariz para distinguir el olor exacto de la comida.

—Sí, pero volviendo al tema —hago una pausa mientras me acomodo en la silla. —¿Qué piensas? —cuestiono.

—Creo que tienes razón —suelta, girando un poco su cuerpo cuando se ha percatado de que estoy a un costado de él.

—¿Lo dices en serio? —pregunto incrédulo.

—Claro que sí, primero intentemos ganar la confianza del pequeño, esta tarde será para convivir con Minho y así él pueda confiar en ambos.

Una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro blanquecino de Jimin.

La madre hace aparición con el pequeño, le ayuda a que tome asiento y luego ella nos observa.

—Soy Jeon Jungkook —me presento formalmente.

—Es mi ayudante, señora An —agrega Jimin.

—Ok —dice con voz apagada la señora.

—Señora An, porque no nos deja a solas con Minho —le pide Jimin, sonriendo cálidamente.

—¿Se refiere a dejarlo con ustedes? —pregunta, pero su mirada está fija en mi persona.

—Sí —responde Jimin.

—Es solo que necesitamos que el pequeño confíe en nosotros, para que se deje ayudar por Jimin —digo mientras me pongo de pie—. Le aseguro que su hijo estará bien, vaya a su casa y descanse un poco, lo necesita.

Estoy nervioso y espero que no se note en el tono de mi voz.
El tratar con las personas de está manera nunca ha sido mi fuerte.

—Yo... bueno, está bien. Pero prométame joven que cuidara de mi hijo —dice acercándose más a mí.

—Lo prometo, señora An.

Ella asiente unas cuantas veces, mientras observa a su hijo sentado frente a Jimin, ambos sin poder verse.

—Minho, mamá volverá pronto —se acerca a su hijo, le acaricia suavemente su cabello y deja un beso sobre la sien del pequeño. —Iré por manzanas para ti. Jimin y Jungkook te cuidarán —deja una caricia más en el cabello de Minho y luego camina hacia la salida del cubículo.

—Venga a las cinco —le indica Jimin, cuando ha escuchado el sonido de los tacones de la señora An. —Minho, la voz que escuchaste de más es de Jungkook —le hace saber Jimin al pequeño.

—Hola Minho, soy Jungkook —me acerco al pequeño y tomo su mano.

—¿Puedes mirarme? —me cuestiona.

—Yo... Sí, sí puedo verte —respondo a la interrogante del pequeño.

—¿Jimin, es ciego como yo? —lanza su segunda pregunta.

—Sí, si lo es, pero él va ayudarte —le aclaro a Minho.

—¿Y tú? —sostiene mi mano de manera fuerte y gira su rostro hacia mí.

Trago grueso y por primera vez no sé qué responder, no soy una buena persona, o mejor dicho la persona indicada para ayudarle a un niño ciego sobre cómo sobrellevar su vida y cómo aprender algunas ubicaciones de la fundación.

—Sí, él también te ayudará —responde Jimin por mí.

Observo como el pequeño asiente más relajado, suelta un suspiro y suelta mi mano.

—Jungkook, ha comprado hamburguesas —suelta Jimin, feliz.

—Sí —confirmo mientras tomo la pequeña cajita del pequeño y la coloco frente a él.

Hago lo mismo con Jimin, dejo la hamburguesa, las papas y la soda frente a él, y luego les indico que la comida está frente a ellos.

—Abre tu cajita —le pido a Minho.

Al instante él niega, mientras hace un sonido de desaprobación con su boca, el cual es escuchado he identificado por Jimin.

—No temas Minho, la forma en la que puedes identificar la comida es por el olor y por el tacto —le hace saber Jimin el cual se encuentra retirándole la envoltura a su hamburguesa. —Vamos ábrela —lo motiva Jimin, para luego morder su hamburguesa.

El pequeño de manera lenta y nerviosa, alza sus manos y las extiende hacia el frente, palpa la caja y le ayudo a llevar sus manos hasta arriba. Con dificultad y torpeza abre la caja de cartón la cual tiene dibujos impresos que, Minho jamás podrá ver.

—La averíe —suelta, asustado.

—No —digo rápidamente.

—Tranquilo, cariño —la voz pacífica de Jimin relaja al pequeño. —No averiaste nada, simplemente la abriste —dice sonriendo, Jimin. —Ahora que te parece si sacas lo que tiene dentro —le pide.

Minho con cuidado saca la hamburguesa con su mano derecha, con su mano izquierda palpa la mesa y la coloca sobre esta, hace lo mismo con las papas y las bolsitas de salsa de tomate.

—Falta algo —le hago saber.

Introduce su mano de nuevo a la cajita y tanto como Jimin, el pequeño y yo escuchamos el sonido de la bolsa en la que el juguete está empaquetado.

—¿Qué es Minho? —lo cuestiona Jimin, emocionado.

—Creo que... —palpa con sus dos manos el juguete. —Creo que es un juguete —dice Minho, esperando la aprobación.

—Así es, ahora puedes comer —le dice Jimin.

El pequeño coloca el juguete sobre sus piernas, y con miedo palpa la mesa, toca las papas y por último la hamburguesa, la coge felizmente de haberla reconocido y se queda sosteniéndola por unos segundos. Jimin por su parte, disfruta de la hamburguesa y de la bebida que le he regalado.

—¿Pasa algo, Minho? —cuestiono al pequeño, mientras me alimento.

—¿En serio es un juguete? —pregunta, incrédulo sobre la respuesta que Jimin le ha dado.

—Claro que lo es pequeño, ahora come —le aseguro, sacudiendo su cabello.

Por primera vez en todos los días que llevo asistiendo a mis horas sociales en la Fundación Miradas de Esperanza, no me he sentido aburrido. Por momentos debo dejar a Jimin y Minho solos ya que tengo que cumplir con mis qué haceres en la fundación.

Tengo todos los ojos sobre mí, en especial los de mi jefe y los de Joy, que se puede decir que son los que más me juzgan por lo que hago y por lo que no.

La hora de salida se aproxima, le hago saber a Jimin que debo acomodar los cubículos de los demás instructores, y dejar ordenado todo en la fundación.

La madre de Minho, la señora An se acerca a mí, me saluda y hago lo mismo. Dejo la escoba recargada sobre la pared y camino junto a ella al cubículo de Jimin.

—Jimin, es la hora —le hago saber.

—Ok, Minho, esto es todo por hoy —sonríe enormemente, Jimin.

—¿Se ha portado bien, Joven Jimin? —pregunta la señora An, la cual sostiene una bolsa con manzanas dentro de esta.

—Claro que sí —dice Jimin, poniéndose de pie.

—Mamá —articula Minho al identificar la voz de la mujer que lo dio a luz.

—Estoy aquí, cariño —se acerca al pequeño y lo abraza fuertemente.

—Práctica recordando la voz de Jungkook y la mía —indica Jimin al pequeño. —Y usted señora An, dele objetos, que los palpe y que Minho intente identificarlos con su ayuda —le recomienda.

Minho toma su muñeco y se sostiene del vestido de su madre.

—Muchas gracias, jóvenes —dice con lágrimas en sus ojos, al ver que el rostro de su hijo no es el mismo que antes.

—Te dejaré solo, debo terminar de acomodar todo.

Jimin asiente, mientras palpa con sus manos la silla y busca su bolso.

—Claro —escucho su suave voz.

Salgo de su cubículo y termino de acomodar todo, me cercioro de dejar todo en orden y me dirijo de nuevo hasta el cubículo de Jimin.

—¿Aún no vienen por ti? —indago con un pañuelo en mi mano, para empezar a limpiar la mesa del escritorio.

—No —responde sencillamente.

—Voy a arreglar tu cubículo —le hago saber.

No responde nada, por mi parte, hago mi trabajo, pero no puedo dejar de ver sus ojos incoloros. Son hermosos.

—¿Estás viéndome? —pregunta, sacando una botella con agua de su bolso.

—Claro que no —respondo y miento a la defensiva.

—Estoy ciego, pero puedo sentir como alguien está observándome —refuta a mi respuesta.

—Voy a guardar las sillas —digo evitando el tema.

Termino de hacer todo en la fundación, me aseguro de cerrar las ventanas y puertas de los cubículos. Veo a Jimin salir de su cubículo con su bolso sobre su hombro izquierdo.

—Hasta mañana, Jungkook —se despide Joy.

—Hasta mañana, Joy —me despido de la misma manera. —Aún estás aquí —apago las luces del cubículo de Jimin y cierro la puerta. —Creo que tú amigo saldrá tarde de nuevo —agrego, haciendo plática.

—No lo sé —dice seriamente, mientras saca su bastón del bolso.

—¿Quieres que te haga compañía mientras viene por ti? —pregunto.

—No. Bueno, es que no quiero estar aquí —acota con nerviosismo.

—Ok, te parece si voy por mis cosas y damos un paseo —propongo dudoso.

—Umm, claro —responde.

—Bien, espérame en la entrada iré por mis cosas.

Asiente sonriendo, para luego caminar a pasos lentos mientras se guía con su bastón.

Tomo mi bolsón del casillero, me lo coloco y luego me dirijo hacia la entrada en donde Jimin espera por mí.
Observo mi deportivo rojo a la distancia y luego veo a Jimin.

—Has traído un auto —menciona.

—Como...

—Es una pregunta —me interrumpe de manera rápida y nerviosa.

—Está bien —musito incrédulo a su interrupción.

—Mi auto está a unos cuantos pasos —le informo.

—Bien —murmura mientras dobla el bastón. —Extiende tu mano —me pide.

Hago lo que me pide, sin saber porque lo ha pedido.

—¿Ya extendiste tu mano? —me pregunta.

—Sí.

Alza su mano izquierda buscando algo, y ese algo es mi mano, se agarra fuerte de mi antebrazo acercándose más a mí.

—Guíame —me pide sin importarle el acercarse tanto a una persona que apenas conoce.

No digo nada y simplemente camino junto a él, mientras lo guío, lo dejo de pie frente a la puerta del copiloto y luego la abro.

—¿Quieres que te ayude, Jimin?

Se queda en silencio por unos segundos.

—No, quiero intentarlo yo —habla nerviosamente.

—Dame el bolso.

Le retiro el bolso y lo sostengo mientras estoy atento a sus movimientos.

—Ok, aquí voy —dice, riendo nerviosamente.

—Agáchate un poco más —le indico.

—¿Así? —duda, cuando ha hecho lo que le he pedido.

Solo hago un sonido con mi boca para hacerle saber que sí.

Introduce su pie izquierdo mientras con sus manos se sostiene de los bordes de la puerta, introduce la mitad de su cuerpo, me acerco un poco a él, se suelta de los bordes del auto y se desbalancea un poco.

—Tranquilo, estoy aquí —le hago saber. —Desliza tu cuerpo hacia dentro —le pido.

Hace lo que le digo y queda completamente sentado. Sube su pie derecho y lo introduce al auto.

—No lo he logrado por completo —comenta, desilusionado.

—La siguiente vez lo harás.

Dejo su bolso sobre sus piernas y luego cierro la puerta.
Entro al auto y lo enciendo.

—Prefiero la motocicleta —suelta de la nada, mientras conduzco. —Pero el motor del auto suena bien —agrega, moviendo su cabeza de un lado hacia el otro.

Paseamos un poco ya que ninguno de los dos nos decidimos por un lugar para pasar el tiempo. Veo un carrito de sorbetes en un parque pequeño, se lo hago saber a Jimin el cual al instante le encanta la idea de poder degustar un lado.

Ambos comemos el sorbete mientras charlamos de cosas triviales, y permanecemos sentados en una banca de hierro de color verde oscuro. El viento mueve el sedoso cabello de Jimin, luego que ha terminado de comer su helado se cruza de brazos y se calienta de esa forma.

Lo dejo solo por unos segundos mientras voy por mi chaqueta, le ayudo a colocársela y luego me pide caminar un poco.

—Jungkook —pronuncia mi nombre, acaparando toda mi atención.

—Sí.

—Dime lo que ves —me pide deteniéndose.

Miro a mi alrededor y luego lo veo a él.

—Te escucho —dice, introduciendo sus manos a los bolsillos de mi chaqueta.

—Hay luces alrededor del parque —empiezo a describirle lo que veo. —Son amarillas —específico el color, y él cierra sus lindos ojos incoloros.

—Son hermosas —murmura.

Ignoro su comentario y decido pensar que está imaginándolo en su mente.

—Hay niños corriendo alrededor del parque.

—Puedo escuchar sus risas —dice feliz.

—Hay unos cuantos, puestos de ventas, entre ellos flores, sorbetes, carne y juguetes para niños —le narro lo que veo sin omitir ningún detalle. —¿Escuchas ese llanto? —le pregunto.

—Sí —contesta.

—Es el de una niña, está sobre el suelo llorando porque su madre no le compra un lindo globo color rosa —le platico haciéndolo reír, alza su mano derecha y tapa su boca. —Para concluir, el parque está lleno de familias y parejas —hago una pausa y observo bien. —Muchas parejas —específico.

Después de haberle descrito lo que veo lo llevo a su casa, disfruta de la música que escucha en la radio, tararea y canta, mientras yo simplemente me limito a conducir, a escucharlo y a mirarlo unas cuantas veces, riéndome de su forma de cantar tan divertida.

—Gracias por traerme —dice cuando ha salido del auto.

—De nada. Has salido excelente —lo felicito.

—Sí, bueno. Gracias —sonríe orgulloso.

Se acomoda su bolso y al instante escucho como la puerta de la casa se abre.

—He estado preocupado por ti, Jimin —escuchamos la voz de su amigo.

—Gracias de nuevo, Jungkook —me agradece por segunda vez.

—¿Quieres que te ayude a subir? —pregunto.

Niega al instante.

—Lo haré yo. Yo le ayudaré —dice su  molesto amigo.

—No —verbaliza Jimin, rápidamente. —Lo haré yo solo —espeta. —Nos vemos mañana, Jungkook —se despide.

Observo como sube la rampa, su amigo me mira furioso y luego observa a Jimin.

—Hasta mañana, Jimin —me despido alzando un poco mi voz, mientras observo como su amigo le ayuda a entrar a casa y le retira su bolso.

Tal vez un ciego no puede enseñarle a otro ciego, pero si puede enseñarle mucho a alguien que, si dice mirar el mundo después de todo.

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