La vida del niño después de que su padre lo vendió de, cambio. El señor y la señora Lee se hicieron cargo del pequeño de mofletes regordetes.

Los señores lo adoptaron como su hijo, al principio fue difícil para los tres, el pequeño con el nombre de Park Jimin lloraba todas las noches al no poder ver nada.

Los brazos de la señora Lee, siempre lo reconfortaban y le decían que todo estaría bien.

El señor Lee se encargó de enseñarle a Jimin los lugares de su humilde vivienda, las escuelas para el pequeño fueron tan distintas. Los señores se encargaron de criarlo de la mejor manera para que el niño dejara de acomplejarse por su discapacidad.

El pequeño crecía cada año convirtiéndose en un fuerte adolescente. Jimin a los seis años empezó a ver visiones de personas en su mente, se atemorizaba un poco al inicio, pero con el pasar de los años logró acostumbrarse.

Los señores Lee, consiguieron un empleo en una enorme mansión haciendo oficios varios, la señora Lee les rogó a sus jefes que le permitieran llevar al pequeño Jimin a su casa que él no sería una molestia. La señora dijo que sí, pero todo se vio a su favor cuando ambos se enteraron del estado de Jimin y de las condiciones en las que los tres vivían en su humilde casa.

Los señores Kim, tenían un hijo de la misma edad de Jimin, el pequeño Taehyung se encargó desde el día que conoció a Jimin a describirle todo lo que veía y hacerlo reír, aunque no pudiera ver.

Taehyung le prometió a Jimin nunca dejarlo y que siempre estarían juntos, los señores Kim se encariñaron demasiado de Jimin, tanto que le pagaban sus estudios y su ropa.

Los señores Lee jamás abandonaron su humilde casa ya que Jimin la conocía a la perfección, y si ellos decidían mudarse el pequeño debía aprenderse un nuevo recorrido.

A la edad de dieciocho años ambos chicos debían estudiar en la Universidad, aunque Jimin optó por trabajar ambos tuvieron que viajar a Seúl ya que ahí se encontraban los mejores estudios y trabajos.
Con mucho sentimiento Jimin se despidió de los señores que con el pasar de los años aprendió a llamar padres.

Las visiones de Jimin nunca pararon y desde que se mudaron a Seúl, las visiones que se proyectaban en su mente se intensificaban.

Taehyung nunca creyó que Jimin mentiría, pero si creía que lo que le contaba podrían ser solo imaginaciones o recuerdos de su amigo de cuando él tenía aún sus córneas.

Jimin siempre le comentaba a Taehyung que quizás existía una esperanza de que, él pudiera ver a través de los ojos de alguien más.

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Jimin

Me encuentro en mi habitación tratando de despertarme bien, recuerdos de cuando era niño vienen a mi mente. Mi madre, la señora Lee, siempre decía que la forma en la que yo observo el mundo es distinta, y sí, mi madre tiene razón. Todos apreciamos la vida de una forma diferente.

Las visiones de una mujer, un hombre y una anciana ahora son más frecuentes en mi mente, cuando estaba en Busan las visiones no eran tan continuas como ahora. Cuando estaba pequeño me atemorizaba porque en mi mente veía personas que jamás en lo poco que tuve visión había conocido.

Luego parecía que la persona se encontraba en una escuela recibiendo clases o distintos lugares que veía en mi mente en blanco y negro.

—Buen día, Jimin —escucho la voz de Taehyung.

—Buen día —correspondo con voz adormitada mientras me siento en la cama.

—Creo que los ojos de esa persona pertenecen a un chico —le comento a Taehyung.

—¿Por qué lo dices? —pregunta Tae, mientras siento como coloca su cabeza en mis muslos.

—Observé a una chica mostrándole sus pechos —hago una pausa. —Aunque, también vi que tocaba a un chico —murmuro confundido.

—Basta, Jimin —me reprende.

—¿Qué tal si encontrará a esa persona que me da la oportunidad de ver en diversas ocasiones?

Tae retira su cabeza de mis muslos.

—Ok, creo que eso sería imposible, Jimin, nunca lo has visto y, aunque así fuera jamás lo reconocerías.

Taehyung, es así, pero tiene toda la razón.

—Lo sé, porque no puedo ver.

Coloco mis pies sobre la alfombra y lentamente me coloco mis sandalias para luego tomar una ducha.

—Lo siento, Jiminie —se disculpa Taehyung.

—Tranquilo, Tae, sabes que no me ofendes.

Tomo una ducha de forma rápida.
Mi ropa está totalmente separada en el armario, tengo un espacio de ropa normal y cómoda, otro espacio de ropa de vestir, y un cajón alterno con mi ropa desgastada de dormir, dos cajones hacia la izquierda en el superior mi ropa interior y en el inferior mis calcetines.

El gran apartamento tiene algunas líneas en la cerámica que me indican qué camino tomar al sentir como la planta de mis pies tocan la estructura de las líneas. En el apartamento al igual que en mi casa de Busan no necesitaba mi bastón ya que conozco todo a la perfección.

—¿Día soleado o nublado? —indago alzando mi voz.

—Esta soleado, pero por seguridad lleva una chaqueta —dice Tae.

Camino hacia la puerta, pero antes busco la silla y cuando estrello mis rodillas contra está, con mis manos busco mi mochila, me aseguro que mi bastón este dentro y luego lo coloco en mi hombro.

Doy tres pasos hacia la izquierda, extiendo mis manos y me aseguro que sea el área de la puerta.

—Te ves hermoso.

Siento los labios de Taehyung, posarse en mi mejilla.

—Olvidas la chaqueta.

Sonrío mientras él va por mi chaqueta yo me dirijo a la sala.

—Arregla mi cabello —le pido.

Toma mis manos y coloca la chaqueta sobre ellas, luego siento sus manos jugando con mi cabello.

—No debería arreglarte el cabello, eso hace que te veas más hermoso —dice Taehyung.

—No me molestes —lo reto.

Al sentir su respiración cerca de mi rostro alzo mi mano en un puño y golpeo su estómago.

—Eso dolió —se queja entre risas.

—¿Listo para tu primer día de trabajo? —pregunta Taehyung.

—Sí, bueno... eso creo, quiero ayudarles a mis padres —resoplo.

—Todo estará bien, Jimin.

Toma mi mano y escucho sus llaves resonar, eso me indica que estamos por salir de casa.

—Serás el asistente de un experto que da charlas a personas ciegas como tú y a sus familiares. Sé que lo harás bien, bebé —presiona más fuerte mis manos.

—¿A qué horas sales de tus clases? —pregunto moviendo mi cuello.

—Creo que, al mediodía. Al salir iré por las comprás y cuando tu trabajo culmine, iré por ti —me pone al tanto.

El sonido de la rampa me advierte que estamos bajando.

Subo al auto con la ayuda de Tae y dejo que me lleve a mi lugar de trabajo.

—¿Alguna historia sobre tus visiones? —cuestiona, mientras siento que el auto no está en movimiento.

—Ninguna, creo que cuando la persona está molesta no me deja ver nada y todo se vuelve oscuro para mí de nuevo —le comento.

—Ok, eso es malo o bueno —dice, sonando dudoso.

—No lo sé. Bueno, si esperas mi opinión es mala ya que es malo enfadarse, al igual que es malo dejarme en la oscuridad de nuevo —digo entre risas.

—También es malo que observes lo que no debes, Jiminie —replica Taehyung en son de burla.

—Oye —me quejo entre risas.

Taehyung me deja en mi lugar de trabajo, él es todo el tiempo demasiado protector, les agradezco mucho a los señores Kim ya que gracias a ellos he tenido la oportunidad de conseguir este trabajo. Después que Tae me dejó en la oficina del encargado hablé con la persona que será mi jefe, me explicó mi función y lo que debo hacer.

—¿Listo, Jimin? —pregunta, guiándome fuera de su oficina.

—Eso creo —respondo nervioso, con mi bastón extendido.

—Iré por unos folletos, espera aquí —escucho la firme voz.

Luego escucho unas fuertes pisadas golpear contra la cerámica y por unos segundos un par de silbidos.

—Hola —articulo nervioso mientras el sonido de las pisadas se detiene.

La desventaja de no ver absolutamente nada es que literal, no podemos adivinar en qué dirección se encuentran las personas, aunque nos giremos. Es chistoso porque Taehyung dice que existe una película de un chico ciego que con solo escuchar los pasos sabe que hacer y en qué dirección la persona se encuentra, vaya idea más loca.

—Vengo por mi turno.

Es la voz de un chico.

—¿Eres nuevo? —pregunto, moviendo mi rostro ya que no sé con exactitud donde se encuentra.

—Escucha —dice fuertemente, causando que de un leve salto y me deje de mover.

—¿Eres ciego? —su voz se escucha más cerca y sorprendida.

—Sí, ¿algún problema con eso? —contesto a la defensiva.

—No, es solo que no pareces alguien ciego a la distancia.

Mis manos sujetan fuertemente mi bastón.

—Señor Jeon, al fin temprano —esa era la voz de mi jefe.

La ventaja de ser ciego es que logro recordar con claridad las voces de las personas que pasan a mi lado.

—Sí —escucho la respuesta del chico.

—Bien, Jimin. Ven acá.

Toma mi mano y caminamos lentamente.

—La silla esta frente a ti —me indica.

Me giro de manera lenta y luego tomo asiento con su ayuda.

—¿Qué espera señor Jeon? a trabajar —habla mi jefe un poco más fuerte de lo debido. —Es un chico que hace horas sociales —agrega mientras yo asiento.

—Es bueno tener a alguien que ayude —comento, tratando de encajar en la conversión.

—Él no lo hace porque quiere, Jimin.

Se escucha un sonido fuerte de algo cayendo al suelo.

—Cuando no hace las cosas con interés, él arruina todo —agrega mi jefe.

No fue un día tan largo, me presenté con los padres, familiares o parejas de las personas ciegas al igual que yo. Les expliqué que es lo que alguien ciego tiene que hacer en el transcurso de su estadía en el grupo de apoyo para cómo ayudar a sus familiares afectados por la ceguera.

Tengo claro que no soy experto en los consejos y la ayuda que le brindare a las personas, solo quiero compartir todos y cada uno de los consejos que mis padres habían practicado conmigo sin tener idea si estos funcionarían.
Mi madre siempre luchó para que me aceptara como soy limpiando mis lágrimas por las noches. Mi padre se encargó de hacerme alguien fuerte y que mi mente se memorizara todos los recorridos de la casa y a como distinguir las voces de las personas y reconocerlas. La familia Kim y mis padres me habían enseñado a apreciar la vida de una manera totalmente distinta.

Las palabras que compartire con las personas serán basadas en mis experiencias y espero que sirvan de ayuda para ellos y para las personas ciegas al igual que yo. Siempre quise poder ayudar a alguien y ahora que tengo la oportunidad, en definitiva, no pienso desaprovecharla.