03 | Cosas buenas y no tan buenas.
Salí con una sonrisa de oreja a oreja de esa cafetería, bueno, actualmente siendo mi lugar oficial de trabajo.
El sentimiento que provoca es demasiado reconfortante. Al final conseguí lo que buscaba y mi paga mensual no está para nada mal, podría incluso quedarme sin problema alguno un año completo con este empleo. Mi nuevo jefe es un señor organizado, demasiado organizado en realidad; pero fue claro conmigo a la hora de decirme lo que tenía que hacer, a qué hora llegar, cuáles días trabajar y hasta me dio un pequeño repaso de cómo solía ser un día común en la cafetería. Ah, y por el momento solo se encuentran tres personas trabajando, incluyéndome. Tan contento me sentía que no hubo reclamo de mi parte para levantarme a las cinco de la mañana, me sentía como en el típico cuento de hadas dónde el protagonista comienza su día bailando y cantando junto con los animales que aparecían de la nada en su hogar, con la diferencia que el único animal que tengo en casa es una rata de alcantarilla que no alcancé a atrapar.
El punto es que me siento feliz.
Ahora estoy bajando de mi motocicleta previamente estacionada y con una mochila pequeña color gris conmigo, creo que llegué puntual como quería Kunikida, y si no, solo se tratarían de unos pocos minutos de diferencia, nada grave según yo.
Al abrir la puerta, lo primero que me topo es con el rubio contando billetes sacados de la caja registradora. Él nota mi presencia, así que para de contar el dinero y lo deja a un lado. Yo, suponiendo que va a saludarme, me acerco con una sonrisa de lado.
—Buenos días, espero no haber llegado tarde —alcé una ceja al terminar de hablar, recordando de cierto modo la escena de ayer con Dazai y Kunikida peleando por la puntualidad.
—No te pases de chistoso —acomodó sus lentes—. Igualmente buenos días, ya debes de saber dónde están los uniformes y utensilios de limpieza. El tuyo tiene tu nombre en un costado de la camisa, llévatelo a casa cada vez que termines de trabajar para lavarlo. Ah, y amárrate el cabello, no quiero que una hebra sea encontrada en el café o algo así.
Asentí en respuesta para luego dirigirme hacia el almacén, lugar donde de hayan la mayoría de las cosas─y entre esas cosas, están los uniformes─. Tomé el mío, que consistía en una camisa simple de botones blanca y un pantalón negro, vistiéndome rápidamente para luego guardar mi ropa anterior dentro de mi mochila y posteriormente salir de ese cuarto. Kunikida me dio una liga para el cabello y yo sin objeción la agarré para hacerme una cola de caballo algo alta.
La cafetería abre a las siete de la mañana, instintivamente miré hacia el reloj colgado en la pared: 06:31am.
Tiempo suficiente para acomodar las mesas, barrer y demás.
Empecé con los manteles, tirando de ellos y sacudiéndolos al aire para quitar cualquier rastro de polvo o posibles restos de comida, y casi de inmediato, Kunikida se acercó a mi con el ceño fruncido.
¿Ahora qué hice?
Me quitó el mantel de las manos, dejándome algo descolocado por el acto tan repentino y haciéndome fruncir el ceño también, el tipo sacudió la tela pero de forma diferente, con más cuidado y lentitud, volviendo a colocar el mantel sobre la mesa correspondiente con una exactitud estúpidamente perfecta, terminando por pasar el dorso de su mano y dedos a forma de escoba para quitar lo que sea que haya quedado sobre el mantel.
—Así se sacuden los manteles, lo que estabas haciendo era solo arrugarlo y darle de tirones. Voy a estar corrigiendote constantemente, así que no te sorprendas mucho.
—Sí, señor.
[...]
Admito que estuve un poco, pero solo un poco pendiente de la llegada del suicida. No es por ser dramático, sino que no se había dignado a aparecer en todo el santo día. ¡Nada, ni sus luces!
Kunikida no deja de decirme cosas como "Es normal en él" o "Algún día vendrá". Un suicida suelto por la calle no es buena señal para mi. Es increíble que todavia no pueda sacarme de la memoria el hecho de que casi veo a alguien morir, de seguro estoy más traumatizado que el propio Dazai. Pareciera que no le importaran muchas cosas, se le ve tan tranquilo, relajado y para nada agobiado. Dios sabrá qué tipo de cosas está pensando en realidad.
Estaba tan distraído divagando en mi mente, que apenas y fui consciente que había pasado un buen rato tallando la mesa con el trapo en un mismo sitio.
—Nakahara.
Al escuchar mi nombre, gire mi cuerpo para ver a la persona que lo pronunciaba, tratándose obviamente de Kunikida con su cara seria. Solté un pequeño ruido de afirmación para que siguiera hablando o por lo menos dándole a entender eso. Escuché al rubio exhalar de manera profunda antes de prosiguiera.
—Ya pasó tu horario, te contrate para que trabajes de seis a doce por la mañana —Uh, es cierto. Al oírlo hablar sobre la hora, miré hacia el reloj colgado en la pared y, a la vez, confirmando lo que recién había dicho Kunikida —. Puedes irte, no tienes mucho qué hacer aquí ahora -se acercó lo suficiente a mi como para pedirme en silencio en trapo con que limpiaba la mesa, cosa que no tuve más remedio que hacer—. No te preocupes, hiciste un buen trabajo para ser tu primer día.
Asentí con una ligera sensación de orgullo en el pecho. Mi jefe no alguien de piedra por lo visto.
—Gracias, Kurita —le respondí con una amplia sonrisa.
—Es "Kunikida" —corrigió volviendo a su tono de molestia.
Es mejor que no lo altere.
Recogí mis cosas con calma, y sí, incluyendo el uniforme que me dijo que me llevara, y me cambié la ropa por la que había utilizado al salir de mi departamento. Me despedí en voz alta de Doppo mientras caminaba hacia la puerta de la cafetería, esperando a que el contrario me devolviera la despedida para por fin abrirla y salir.
Mi cuerpo sintió un gran escalofrío de tan solo pisar la banqueta. El cielo estaba gris a pesar de ser como las doce y media del medio día, la brisa helada era acompañada con los copos de nieve que caían con delicadeza y lentitud desde el cielo. Todo esto se escucha como una pintura u obra de arte, pero no lo es, es horriblemente frío y hasta dan ganas de meterse en dentro de una piscina de agua hirviendo. Sería tan hermoso imaginarse en una playa, el Sol tan caluroso como siempre, el agua fresca, en traje de baño. De solo pensarlo hace que me olvide un momento de las bajas temperaturas que hay en la ciudad.
No pude evitar abrazarme a mí mismo y frotar varias veces mis brazos para intentar transmitirme algo de calor, cosa que fue prácticamente inútil. No perdí más tiempo y fui a por mi motocicleta, colocandome el casco y procediendo a montarme sobre ella y luego dar arranque.
La carretera estaba relativamente tranquila, nada fuera de lo común, así que el trayecto hasta el complejo de edificios donde vivo se me hizo bastante rápido. Tanto que sentí que un pestañeo había llegado a donde quería: al estacionamiento. Detuve mi motocicleta en el espacio que me correspondía para luego bajarme de ella y quitarme el caso, saliendo del estacionamiento a pie una vez terminé.
Por regla general—y de los constructores de los edificios y estacionamiento— el edificio en que vivo estaba literalmente al lado de donde me hallaba, solo tuve qu doblar una esquina y listo. Já, comodidades de la vida. Aunque hubo algo que me tomó en completa sorpresa, bueno no, no algo, sino alguien. Una persona que se encontraba cómodamente apoyada de la pared de la construcción.
Jesús, María y José... ¡¿Y este qué hace aquí?!
—Buenas tardes —lo escuché canturrear—. ¿O debería decir "Buenos días"? Todavía son las 12...
Juro que sentí una especie de tic en mi ojo izquierdo por la impresión. Bien, no se había presentado en toda la mañana para ir a trabajar pero lo estoy viendo en frente de MI casa.
—Oye... Tu ojo se está poniendo rojo, ¿estás bien? —volvió a hablar, aunque encontraba cierto tono gracioso en sus palabras.
—Mira... —traté de tranquilizarme, pero eso fue hasta imposible de pensar para mi, puesto que pronto exploté en gritos—. ¡¿Cómo carajos sabes dónde vivo?!
El contrario se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
—Anoche me crucé con tu motocicleta cerca de acá mientras yo iba a mi casa, lo supuse.
Suicida y maniático. Esto es increíble. Si no me mata el frío que está haciendo, lo hará Dazai de un infarto algún día.
—Tuviste tiempo de esperar a que yo llegara y de caminar hasta acá, ¿pero no tuviste tiempo para ir a la cafetería?
—No quería ir —respondió con fastidio, para después cambiar su actitud "triste" a "emocionado" se forma repentina—. ¡Oh, también quiero recordarte que me prometiste un Capuchino!
—¡Te lo iba a dar ayer, pero te fuiste antes de tiempo!
—Detalles, detalles.
De alguna manera me terminó convenciendo para ir a un puesto de ramen para almorzar. Fuimos caminando, no quería volver a sacar mi motocicleta solo con la intención de ir a la vuelta de la esquina, sitio donde de hallaba el puesto de ramen, por cierto. Lo malo era que el recinto estaba casi lleno de gente, así que tuvimos que esperar a que nos dieran nuestra comida.
—¿Entonces? —comencé a hablar—. ¿Me dirás por qué no fuiste a trabajar?
—Tienes una curiosidad muy grande como para ser tan pequeño.
¿En serio le salvé la vida a un tipo como él?
Admito que en un principio se trataba de pena, después lastima, luego de... ¿Ahora qué sigue?
Alargué un suspiro la par que arrugaba mi entrecejo.
—Y tú muy confianzudo como para ser un vagabundo.
—Uy, perdón, señor —soltó una risa, en cambio yo gruñi—. Tranquilo. La cosa es que me quedé sin casa —explicó con el mismo tono casual al que rápidamente ya me había acostumbrado.
Sin leer entre líneas lo que me acababa de decir, casi como si me hubiera contagiado su actitud tranquila.
—Ah, ya —respondí sin más y por inercia. Luego procesé sus palabras otra vez, haciendo que abriera los ojos de par en par—. ¡¿Qué?! —hablé exaltado—. ¡¿Qué hiciste?!
—No se si ofenderme porque la pregunta sea un "¿Qué hice?" y no un "¿Qué pasó?", pero igual te contaré porque me caes bien.
—Ajá, ve al grano.
Dazai se mantuvo un buen rato hablando y dandole vueltas un mismo asunto y a cosas que no necesitaban de tanta explicación, por lo que escucharlo fue como intentar prestarle atención a un profesor de física en plena secundaria, es decir, aburrido a más no poder. Incluso la comida había sido servida en nuestra mesa y aún el suicida se hallaba contando su gran historia. Yo no hacía más que asentir con indiferencia y comer el ramen que habían traído. Por suerte y gracias al cielo, Dazai contó lo que realmente interesaba acá y también explicaba todo.
—Y entonces vinieron unos tipos con camiones como de mudanza y... —se llevó parte de su ramen a la boca, masticandolo poco y después prosiguió—. Me dijeron: "Llevas atrasado doce meses con el pago de tu condominio".
Trague la comida que tenía en la boca y terminé por opinar sobre el tema.
—¡Entonces era eso! —dije. Es que...¿A quién se le ocurre dejar pasar doce meses sin pagar condominio? Ah, claro, la persona que tengo en frente—. Déjame decirte que eres un caso serio, muy serio.
—Qué decirte —su voz salió desganada—. Le preguntaré a Kunikida-kun si no tiene espacio en su casa para mi.
Al escuchar eso, sentí que casi me ahogaba con el ramen, comenzando a toser de forma repentina.
—¿Estás seguro que él tenga ganas de recibir gente en su casa? —pregunté con escépticismo—. Con ese temperamento... Lo dudo mucho.
—Es cierto —concordó asintiendo— Ya sé, tú sí que debes de tener espacio en tu casa. ¡Muchas gracias por la idea!
Já, sí, seguro lo decía bromeando.
[...]
¿Hola?
Calma pueblo, no me tiren piedras, hAY ACTUALIZACIÓN.
¿Cómo están? ¿Qué tal les trata la vida? Yo no encuentro qué decir, en parte estoy avergonzada por pasar tanto tiempo sin actualizar, pero bueno, aquí estoy amikos.
Tengo un celular, creo que tengo WiFi(va y viene el desgraciado). Y les cuento, si no es una cosa es la otra, porque parece que mi SIMCARD se dañó, se niega a que le recarguen datos móviles. Nosi, de paso los de la compañía no hacen caso para averiguar de dónde viene el problema, en fin.
La cosa es que pOR FIN TENGO CELULAR. LO TENGO QUE VOLVER A LLENAR DE MEMES POR CIERTO.
Aquí está la actualización, se me cuidan mucho, cuidado con el coronavirus. ¡GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO Y POR SER TAN PACIENTES CONMIGO!
Se les quiere :")✨.
Pd: Si ven que de repente les llegan noticaciones de yo publicando otra vez los primeros dos capítulos del fic, es porque quiero corregir errores ortográficos y todo eso. Hasta aquí mi reporte, Joaquín.jpg
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top