02 | ¿Suerte?

Dicho y hecho, lo invité a subir en mi motocicleta luego de que yo ya estuviera sobre ella, Dazai miro el vehículo con un poco de desconfianza pero no hizo ningún comentario e hizo lo que le pedí. Ahora bien, actualmente nos encontramos frente a una cafetería, yo ya había estacionado mi moto a un lado de la banqueta, ambos de pie frente al recinto. Mi ceño se frunció al ver que, sorpresivamente para mi, se podían apreciar a través de las grandes ventadas que habían unas pocas personas dentro. Eso es nuevo.

¿Qué clase de cafetería sigue abierta a estas horas de la noche? No, ¿quién diablos va a una cafetería a estas horas de la noche? 

Ah, es verdad, yo lo estoy haciendo.

—¿Ya te arrepentiste de traerme? ¿Tan rápido?

Volví a concentrarme en el suicida al escuchar su voz, quien me miraba con una sonrisa calmada y mantenía sus manos dentro de los bolsillos de su gabardina luego de terminar de abrochar los botones de la prenda hasta más arriba del cuello, causando que su boca y parte de la nariz estuvieran cubiertas.

—No es eso, entremos de una vez. 

Dimos unos cuantos pasos adelante, siendo yo quien abre la puerta de entrada para posteriormente hacerme a un lado y dejarlo entrar también. El lugar tiene un ambiente muy acogedor, la mayor parte de sus muebles hechos en madera clara y sus paredes de ladrillo rojizo, una gran barra con asientos para los clientes y un poco más alejado se hallaban cuatro mesas pequeñas en fila. Opto por dirigirme a la barra siendo seguido por Dazai, ambos tomamos asiento en los bancos de madera a esperar que nos atendieran, cosa que no tardo mucho, haciendo acto de presencia al otro lado de la barra un hombre alto y de cabello largo y rubio sostenido por una liga. 

El tipo acomodó sus lentes.

—Bienvenidos, ¿que les gustaría... —con extrañes el rubio entrecerró sus ojos a la par que tenía la mirada clavada en el suicida, frunciendo su ceño al instante. En cambio, Dazai le dirigió una mirada de inocencia, bueno, "inocencia"—. Una vez de haya ido la clientela, te quiero en mi despacho puntual. 

Mi rostro hizo notar lo confundido que me encontraba ante la situación, es decir, según yo íbamos a tomar un capuchino y nos pondríamos a charlar como gente civilizada, pero ahora tengo el pequeño presentimiento de que aquí va a correr sangre por la mirada que le daba el rubio a Dazai, me atrevo a pensar que de seguro ya encontró miles de maneras en su mente para matarlo. No quería preguntar en voz alta un "¿Se conocen?" porque creo que la respuesta es mas que obvia, pero tampoco sé que decir en realidad...

—Y... —carraspee mi garganta, un tanto incomodo—. ¿Se conocen? 

—Oh, para mi desgracia, sí—no tardó en responder el de lentes, recibiendo una mirada ofendida del castaño—. Soy su jefe.

—Eso fue cruel, Kunikida-kun.

—Crueldad es no ir a trabajar en tres días y tampoco dar señales de vida —regañó con el mismo tono de molestia.

—¡Pero es que mira! —de los bolsillo interiores de su gabardina, sacó un libro de tamaño mediano y comenzó a ojear las paginas al mismo tiempo que se acercaba al de cabello largo—. ¡Hay tantas técnicas de suicidio para probar, el trabajo solo me consumiría tiempo para hacerlas, es lógica básica! — Dazai habló con tanta emoción en sus palabras y con un raro brillo en sus ojos que hizo que me sintiera un poco aterrado. No entiendo nada.

El tal... ¿Kunihida? Bueno, ese hombre masajeó su cien con sus dedos indice y pulgar, notablemente estresado.
—Veo que viniste acompañado — ahora me miró—. Déjame adivinar, ¿lo encontraste a punto de matarse?

¿Tan normal es para él que su amigo trate de suicidarse? Aunque no pareciera ser su amigo del todo.

—Eh... Sí, ¿no es la primera vez que pasa? —pregunto con sospecha hacia el castaño, este se mantenía tranquilo como siempre. Demasiado tranquilo en realidad.

El rubio sacó un pequeño bloc de notas, tomándome por sorpresa cuando comenzó a leer lo que había escrito allí.

—19 de junio de este año, Dazai se intenta suicidar con su cabeza metida dentro de un horno por su cumpleaños, sus conocidos ayudamos a pagar los daños hechos a su antiguo departamento y por alguna extraña razón el suicida sobrevivió. 30 de julio de este año, encontramos a Dazai en un parque publico intoxicado por beber demasiado alcohol farmacéutico-

—Kunikida-kun... —interrumpió el castaño con la cabeza gacha, levantándola con firmeza pocos segundos después—. ¡Quién diría que serías un excelente documentalista para programas de televisión! 

Miré con tensión en mi cuerpo como el ceño del rubio solo se fruncía a más no poder y procede a gritarle con algo de fuerza y a sermonearle, el ruido se movió en un segundo plano para mi, pues ahora miraba un punto vago en la madera de la barra. ¿Cómo no lo había despedido antes? Este señor ha de tener una paciencia infinita, según yo, esto no es muy común. Tengo muchísimas mas dudas en mi mente que de seguro no me iban a dejar dormir tranquilo esta noche.

Y admito que comienzo a sentir pena por el rubio, al parecer tratar con Dazai no le es nada sencillo.

Definitivamente hoy no voy a pegar el ojo. Ya hasta casi olvido mi angustia por no poder conseguir trabajo, exacto, casi. Apenas mi mente vuelve a concentrarse en ese tema, llevo mis manos a mi rostro, deslizándolas hasta que llegan a mi cabeza y provocar que la agache un poco.

Los regaños por parte de rubio hacia el castaño cesaron en ese momento, también sentí una mano en mi hombro. Con extrañes quite mis manos de la cabeza y alcé la mirada, encontrándome con la del rubio.

—Mis disculpas, debería haberte agradecido desde un principio por traer a Dazai, como pago déjame traerle algo para beber, la casa invita.

—Ah, no es necesario, no hay de qué —conteste con simpleza. Si supiera que pensé que solo veníamos a por un capuchino, Dios mío. 

Lo vi alejarse para recoger las tazas vacías de una de las mesas. Quisiera aprovechar un poco y hablar con el suicida, hay cosas que no me quedan claras todavía y...

—Supongo que quieres que te explique porqué te pedí que me llevaras hasta acá —Dazai se me adelanto al hablar—. La respuesta no es muy complicada, lo hice para acortar tiempo y demostrarle a Kunikida-kun que todavía sigo vivo, lamentablemente para mi. Creo que por suerte sigo teniendo trabajo, con un bajo sueldo, pero tengo trabajo.

—Es un milagro que sigas con trabajo. Bien por ti.

—¿De verdad? Bueno, sé que vinimos a hablar sobre mi, pero no creo que tenga mucho que aclarar, fui al puente porque quería suicidarme, solo eso. ¿Pero qué hay de ti?

Me preocupa que lo diga tan normalmente, mas creo que él de seguro ya se cansó de las palabras emotivas, no creo que eso le ayude mucho.

—Pues... Tuve un día de mierda.

El castaño arqueó sus cejas hacia arriba y pareció aguantar una risa, que termino por soltarla a todo pulmón. 

—Qué directo, digo, para estar hablando con un pobre muchacho que se intentó suicidar hace unos minutos.

—Por los sermones que te dio Kurita no creo que seas exactamente un angelito. Ah, espera no, ¿se llama Kunihita? ¿o era Kukida?

Si antes estaba solo riendo, ahora se encontraba carcajeándose sin pena alguna.

—Esto se lo contaré a Kunikida-kun. Y no, se llama Doppo Kunikida —me aclaró. Menos mal que no dije el nombre mal frente del rubio, con ese carácter posiblemente me echaría de su cafetería—. ¿Escuchaste cuando me reclamó por lo de limpiar las mesas con aerosol de manzana en vez de usar el de vainilla? ¡Eso no fue es mi culpa, cualquiera de los dos olían bien! 

—¿Y que tienes que decir en tu defensa por poner el café en el frasco donde se supone que va el detergente en polvo?

— ... Olía mejor el frasco del detergente, olía a limpio.

Sin poder evitarlo, ahora era yo quien reía hasta mas no poder, llegando incluso a poner una de mis manos sobre mi estomago.

—¡Qué bastardo! ¿ibas a servir café con sabor a limpio? 

—De hecho lo hice, la señora a la cual le di el café dijo "Sabe a limpio". Fue ahí donde Kunikida-kun se dio cuenta de que había puesto el café en el frasco equivocado. Primero estuvimos media hora discutiendo con la señora preguntándole "¿A que se refiere con que sabe a limpio?".

—Ay, Dios... —llegué a retirar una lagrima que se había escapado por reír tanto, pero como si una palanca hubiera sido bajada en mi mente, paré de carcajearme al cruzar una duda obvia por mi cabeza—. ¿No le pasó nada malo a la señora, verdad?

Dazai negó con su cabeza. 

—Noup, le dijimos que el sabor a limpio venía de la taza, que posiblemente en un descuido no terminamos de lavarla bien, así que la señora siguió viniendo como de costumbre —yo asentí, dándole a entender que lo había captado—. Cambiando el tema, ¿por qué dices que tuviste un mal día? 

—Umm... —me crucé de brazos—. Además de que presencié la casi muerte de alguien y me pegué un buen susto —al decirlo levanté una ceja y lo miré directamente a la cara, provocando que el suicida solo sonriera con una pizca de diversión en su rostro—. En la mañana iba con mis mejores ánimos en busca de trabajo, y cuando creí encontrarlo, el viejo calvo que había como jefe me desecha después de estarle prácticamente trabajando de a gratis todo el día.

—Uy...

—Sí, uy

—Aunque... Ya sé. — Inhaló profundo, sin saber qué era lo que iba a hacer, acerqué un poco mi torso para preguntarle. Muy mala idea. —¡Kunikida-kun!

Me alejé por inercia al oír el repentino grito de su parte, tapándome los oídos también. Hombre, nunca creí que este tuviera la voz tan chillona al gritar. 

—Idiota, ¿era necesario el grito...? 

—¡¿Qué pasa ahora?! 

El rubio había salido de una puerta al fondo de la cafetería, bastante exaltado. ¿Cuándo había entrado ahí?  Estaba tan distraído y metido en la conversación que no me di cuenta de que no había nadie más, aparte de nosotros tres, dentro de este sitio.

El castaño le hizo una señal con la mano para que su jefe se acercara, cosa que el contrario hizo pero con evidente fastidio en su rostro. 

—¿Sigues buscando a alguien que limpie en el día? Porque creo que ya tienes un voluntario —después de hablar, Dazai me señaló con su dedo indice.  

¿Eh? 

La expresión de Kunikida cambio a una más relajada, hasta se podría decir que estaba contento a pesar de que no mostraba ninguna sonrisa. Carraspeó su garganta, acercándose a mi con paso firme. 

—Antes que nada, necesito hacerte algunas preguntas generales, hoy mismo organizamos el contrato. Así que por favor sígueme a mi despacho.

Bien, este sí se organiza. 

—Perfecto, no hay problema.

Me levanté de la silla y le seguí como pidió, escuchando un pequeño pero audible "Suerte" que canturreó Dazai desde su asiento. Supongo que si consigo trabajo hoy como tenía planeado desde la mañana, sí me consideraría suertudo.

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