Capítulo 5
El tal Guang Hong llegó poco menos de una hora después. Se trataba de un muchachito pecoso con cuernos y piernas de cabra, que se puso a balar en cuanto Otabek agarró su arco inconscientemente. Tuvo que disculparse tres veces hasta que logró calmarlo.
La comida que el chico le dejó consistía de una deliciosa carne asada y rociada de papas especiadas, con un poco de sopa de cebolla y al menos tres variedades de queso. Otabek estaba que se moría de hambre pero su parte caprichosa no lo dejó probar ni un solo bocado. Sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo ya que no quería morirse por inanición pero unos días de huelga de hambre quizás le dirían al Rey que poco le importaban sus atenciones. O puede que al Rey no le importaba si Otabek se moría. Solo se atrevió a tomar un vaso de kisel frutal, que sabía como a la misma gloria.
Se alejó de la tentadora comida y decidió mirar al horizonte por la ventana. Los montes nevados que separaban el Reino del desierto de Sibír eran un espectáculo que no podía observar desde su casa en la aldea, todo culpa de la planicie en la que estaba construido Os Gashma.
Sabía que el Rey estaba paseando en los jardines. Pudo ver su sombra deslizarse entre las plantas, moviéndose como la bestia que era. Decidió fingir que no estaba allí y aprovechó de la vista un poco más antes de dirigirse a la cama.
Se durmió apenas se apoyó sobre la almohada. Ni siquiera se molestó en desarmar la cama, su mente estaba tan cansada que podría haberse quedado dormido sobre la ventana.
Pensó un poco en JJ, sólo, seguramente borracho, en la casa. Si había tomado pésimo lo ocurrido con Isabella no sabía de lo que sería capaz ahora que no tenía a Otabek para ayudarlo a no salirse del camino.
Por favor, por favor, por favor. No me busques, no hagas ninguna locura.
Quiso culparlo por todo lo que estaba pasando pero Otabek no podía. Después de todo era él quien decidió tomar su lugar como tributo del Korol Zver. Podría haber dejado que JJ se pudriese entre las paredes del palacio y entonces Otabek nunca más debería preocuparse obsesivamente por su bienestar.
Pero nunca se hubiera perdonado que la vida de JJ encontrara su fin en un lugar como ese. JJ era una persona amada por la gente, que necesitaba del sol y el amor de otros para seguir existiendo. Otabek podía soportar ser un prisionero.
Tenía que averiguar en qué consistía su trabajo y cumplirlo antes de los dos meses. Tenía que hacerlo, por él y JJ. Por Isabella. Por todos los tributos caídos.
O podía deshacerse del Rey en el camino.
* * * *
A la mañana siguiente hizo exactamente como Yuuri le pidió y se vistió con las mejores ropas que había en el armario. Una chaqueta celeste con una camisa blanca de seda y unos pantalones a juego con unas botas que parecían de cuero de montar.
Quizás ahora pensaba las cosas con más claridad pero hacer cabrear al Rey no se veía como una idea tan buena al igual que la noche anterior. La huelga de hambre era estúpida y digna de alguien que se comportaría como un niño malcriado.
La puerta se abrió sigilosamente y pudo ver por el rabillo del ojo la rojiza cola de zorro de Leo. Tendría que empezar a agudizar sus sentidos para que todos aquellos locos no lo pudieran tomar nunca por sorpresa.
-¿Listo? -preguntó.
-Buenos días -masculló Otabek un poco molesto. Odiaba la falta de modales. Leo le enseñó los colmillos en una sonrisa maquiavélica.
-Me da un poco de risa que aún pienses que son buenos.
Intentó no dejarse intimidar y lo volvió a seguir entre los pasillos. Todo se veía aterradoramente más silencioso que en la noche.
Pensó que almorzarían en el asqueroso salón comedor que parecía más un zoológico que un lugar para alimentarse. Se equivocó. Leo lo condujo a una lujosa y espaciosa habitación con las paredes hermosamente decoradas con pinturas de viejos artistas del reino.
La mesa era larga y estaba a rebosar de alimentos, pero no contó más que solo dos lugares puestos con la vajilla y cubertería correspondiente.
-¿Nadie más? -preguntó con algo de sorpresa. Leo agachó las orejas con algo de pesar.
-Nosotros somos las alimañas del castillo. Nadie quiere comer con un zorro o un gato o un lobo.
¿Y alguien querría comer con tan desagradable monarca?
Leo no se despidió y desapareció tan veloz como siempre. Otabek empezó a sentirse sólo y asfixiado.
Pronto pudo sentir la presencia de la Bestia a sus espaldas. Debía ser el andar ligero de sus patas junto con el leve rasguño que hacían sus garras al chocar contra la cerámica.
-Buenos días -anunció con su voz de ultratumba. Otabek inspiró aire, antes de asentir con la cabeza y susurrar lo mismo a modo de saludo.
El Rey tomó su lugar a la cabecera. Otabek demoró unos segundos en acercarse a un asiento lo suficientemente alejado, hasta que el Rey le gruñó para que se apurase.
En el preciso momento que se acomodó en la mullida silla recubierta de terciopelo, las puertas traseras de la habitación se abrieron y de ella salió un aterrador joven de cabello negro, ojos azules y unas pinzas de escorpión a modo de manos. También salió Sara la serpiente, que se deslizaba de una forma elegante y grotesca a la vez. Ella se posó al lado de Otabek y el otro muchacho a la derecha del Rey.
-¿Qué desea que le sirva nuestro dulce invitado? -preguntó la chica con sus sonidos sibilantes.
-Cualquier cosa está bien por mí -tragó saliva. No se atrevía a decir que le causaba un poco de desagrado comer frente al enemigo.
Sara esperó que el otro chico sirviera al Rey un plato que no se veía nada como un típico zavtrak -desayuno- de Novokabirsk. Tenía varios tipos de carnes a medio cocer, huevos revueltos, jamones, pan cubierto de picadillo y una insólita cantidad de mermeladas sobre todo ello. La mezcla le dio náuseas.
Su plato entonces también se llenó, pero con unos blinis bañados en melaza y mantequilla, una buena rebanada de pan negro de centeno, huevos, salchichas ahumadas y también un poco de requesón para acompañar. El estómago se le revolvió al ver que ese inmenso plato equivalía a la comida de casi tres días -si no era más- de él y JJ en su hogar. Pudo imaginar a su inútil hermano intentando prepararse su propio desayuno y fallando estrepitosamente, mientras se le quemaba el pan tostado y los huevos salían demasiado crudos. Otabek ahora sí que no podría comer.
Tenía la vista clavada en el vaso lleno de mors hecho a base de arándanos rojos cuando sintió al Rey empezar a comer. Sus dientes hacían un sonido desagradable al desgarrar la carne y se rehusaba a mirarlo porque devolvería todo su estómago a pesar de no haber comido nada en las últimas horas.
Sara y el chico escorpión miraban nerviosos a Otabek, pero él no se dejó intimidar. El Rey detuvo su espectáculo y se dedicó a fulminar con la mirada al pobre campesino.
-¿Acaso no piensas comer, bruto? ¿Te crees demasiado especial como para comer junto con una bestia? -preguntó con sorna. Sara soltó un siseo de advertencia que Otabek no supo descifrar para quien iba dirigido.
Lo miró entonces. Tenía el pelaje cerca de la boca chorreante de la grasa y la sangre de la carne semi cruda. Otabek tuvo una horrorosa imagen de todos los jóvenes anteriores a él siendo desgarrados por esa misma boca.
-No tengo apetito -dijo con toda la entereza de la que fue capaz.
-Come -ordenó el Rey, con la rabia empezándole a brillar en los ojos verdosos.
-No gracias, Alteza.
Ahora sí vio la rabia centellear en su mirada. El Rey clavó las garras en la mesa. Sara y el chico escorpión intentaron mantenerse impasibles.
-¿Te invito a compartir mi mesa, con una comida que ningún campesino pobre sería capaz de ver jamás, y tú te vienes a hacer el exquisito? ¿Sabes que puedo obligar a Georgi que te abra la boca con las pinzas y te obligue a comer?
Trató de no verse aterrorizado. Otabek ya había enfrentado bestias en la entrada del bosque, cuando salía a cazar faisanes y conejos para preparar la comida de cumpleaños de JJ. De vez en cuando podía toparse con un oso o un lobo al que luego remataría con alguna de sus flechas. Intentó imaginar que esto era similar.
Pero esta bestia es peor y no tienes flechas.
Apretó los labios decidido. Si durante algún segundo había pensado en flaquear ante sus amenazas y animarse a probar bocado, ahora estaba seguro que no lo haría.
Las paletas de la nariz del Rey se movieron como las de un animal planeando como atacarte.
-Georgi -llamó al chico escorpión sin quitar la vista de Otabek-. Llévate a este ingrato a la mazmorra por hoy. Asegúrate que no le den más que agua y que sea sacada de la parte más asquerosa del lago. Si no comerá conmigo, ten por seguro que no lo hará solo.
-Como ordene, Alteza -murmuró el muchacho con voz grave.
El corazón de Otabek empezó a martillear cuando vio las amenazadoras pinzas en las manos de Georgi. También descubrió que tenía un aguijón que salía de la parte baja de la espalda.
Pero el chico no hizo por tomarlo con sus mortíferas manos. Solo le dio un fuerte empujón en un uno de los omóplatos.
-Muévete -exclamó entre dientes-. No quieres que te arrastre yo mismo.
Otabek no dudó ni en segundo en hacer caso. Pero las cosas no quedarían así. No dejaría que ese Rey lo atropellase de esa forma y mucho menos si sus días estaban contados.
Antes de llegar a la puerta, se detuvo. Georgi chasqueó la pinza derecha, retándolo a seguir moviéndose.
-¿Sabe, Alteza? -preguntó con despreocupación- Estoy seguro que cualquier campesino preferiría el agua del estanque antes que compartir una sola comida con usted.
No se quedó a ver la reacción del monarca. Georgi ahora sí lo tomó del brazo con la pinza, enviando un inmenso dolor a través de todo el brazo.
Cuando escuchó el rugido del Rey Yuri desde la otra mitad del pasillo, supo que Georgi se lo estaba llevando lo más rápido posible por su propio bien.
* * * *
La mazmorra era... bueno, como una mazmorra debía ser. El colchón era una simple manta raída y sucia en una esquina. Ni siquiera había un orinal en la mohosa y húmeda celda. Tampoco ventanas. Otabek deseaba regresar a las comodidades del cuarto pero no se arrepentía de su comentario.
Pasaron unas cuantas horas. Lo supo porque se contaba los viejos cuentos folklóricos a sí mismo una y otra vez. Cada vez que terminaba de recitar en su mente el tomo entero, Otabek sumaba una hora extra a su cautiverio.
Se contó a sí mismo la historia del legendario Pájaro de Fuego, la de la Bruja del Duva, la de Baba Yaga y su pierna de hueso, la de las hermosas veelas que conquistaban a todos los hombres, también la de la araña Mizguir y el pez de oro. Entre toda la otra veintena de cuentos que incluía el Narodnyye Novokabirskiye Skakzi.
Por primera vez omitió la del Rey Bestia, la que solía ser su favorita. Ahora que él mismo era parte de esa historia dudaba que le siguiente gustando tanto.
Estaba recitando la historia del gato y la zorra que engañaron a todos los animales del bosque haciéndoles creer que el gato era una bestia feroz cuando sintió que la aldaba de la mazmorra se abría y chirriaba.
Otabek no pudo creer su suerte y las casualidades de la vida cuando vio en persona a su gato y a su zorro en persona.
-No creí que harías enojar a Su Alteza tan rápido -rió Leo-. A algunos les toma mínimo una semana.
-El Rey tiene que aprender que existen opiniones y decisiones diferentes a la suya.
-Exacto -concordó Phichit rascándose una oreja-. Por eso nosotros te hemos traído comida que robamos mientras la tonta serpiente de Michele estaba defendiendo a su hermana del cocodrilo Emil.
Phichit dejó rodar entonces el impecable paño que cargaba entre las manos. De allí salieron varias frutas silvestres, queso, pan de cerveza y cecina. Leo hizo aparecer entonces una botella de kvas de debajo de su brazo.
Otabek abrió los ojos con sorpresa.
-El Rey ha prohibido que me den alimentos -murmuró. Phichit rodó los ojos y Leo rió sin separar los labios.
-Soy un gato.
-Y yo un zorro.
-Podemos hacer lo que queremos -dijeron al unísono.
Otabek asintió y tomó un par de frambuesas después de dar las gracias. Sabía que aquellas dos criaturas empezarían a reírse de él en cuanto diera el primer bocado ya que seguro se veía un poco hambriento y desesperado. Pero por primera vez en las más de veinticuatro horas que llevaba en ese castillo, sintió que tenía al menos un par de aliados de verdad.
O quizás solo estuvieran jugando con él. Podrían estar prolongando su vida para luego divertirse cuando el Rey lo rajara en canal con sus garras.
No se rieron en ningún momento mientras devoraba con ansiedad su pequeño festín. De hecho lo miraban con curiosidad cuando se limpiaba la boca y buscaba trozar los pedazos de queso y pan.
-¡Ah, modales! -exclamaba el zorro- Hace cuanto que no los veo en este palacio.
-La última vez que intenté tener modales este collar me dejó una cicatriz muy dolorosa -dijo Phichit con el ceño fruncido.
-¿El collar? -preguntó luego de tragar.
-La cadena de las bestias -ronroneó el chico gato-. Esto nos detiene de comportarnos como humanos y hacerlo más como bestias.
-No podemos ser educados ni dormir en camas. Tampoco podemos intentar salir del castillo para recorrer las ciudades -se lamentaba Leo- ¡Y no hablemos de sentir el amor!
-Es que el amor es la principal cualidad humana, zorro estúpido, ¿por qué si no iban a maldecir al Rey con aquello? ¡Él es una bestia hecha y derecha! ¡No puede sentir amor!
-Pero la maldición no habla del Rey.
Otabek tragó como pudo el pedazo de pan que le quedaba. Recordó el cuento del Korol Zver y las palabras del brujo de la corte. Había algo en ese texto y en las palabras que decían aquellos dos que le estaba poniendo los pelos de punta.
Decidió que no pensaría en ello por ahora.
¡Y llegó el capítulo 5! :D No quería dejar que pasara mucho más tiempo y me decidí a terminarlo hoy. Ya vamos viendo un poco de interacción entre Yuri y Otabek, pero no es nada buena. También conocemos un poco más al personal del castillo.
Les cuentos que, los cuentos populares que Otabek menciona son todos reales (exceptuando al del Rey Bestia). Uno de ellos (La Bruja del Duva) es en realidad un relato escrito a modo de cuento folklórico por mi escritora favorita de todos los tiempos, Leigh Bardugo, y que también escribe fantasía inspirada en Rusia. Muchas cosas las aprendí con sus libros <3
¡Les agradezco muchísimo todos los comentarios y votos! En estos días iré a ver la nueva peli de la Bella y la Bestia y espero salir con muuucha inspiración para escribir más de esta historia.
¡Besitos y nos vemos pronto!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top