Capítulo 22
Mientras se dirigía a los establos, Otabek no pudo evitar sentir un creciente dolor en el lado izquierdo de su pecho, cerca del tatuaje de la flecha de su clan. Él sabía de qué se trataba ese dolor pero no podía concebir que fuese tan insoportable siendo que su creación no le había provocado ni cosquillas.
Allí estaba el pequeño Guang Hong preparando un semental color café y una alforja con algunas provisiones, así como también el arco y carcaj que habían quedado en su cuarto. Otabek sintió un peso sobre uno de los hombros.
-Otabek -dijo la voz entristecida de su amigo.
-Leo...
Había tantas cosas que quería decirle. No sabía por cuál de todas empezar, pero estaba seguro que lo correcto sería que le dijese perdón.
-No digas nada -trató de sonreírle.
-Sí, que no diga nada. Es lo que sabe hacer -escuchó mascullar a la tercera voz presente.
Otabek no podía creer la amargura en las palabras de Guang Hong. El chico nunca lo había tratado con nada que no fuera cordialidad y algo de simpatía bajo su timidez pero ahora lucía como si Otabek lo hubiese decepcionado terriblemente.
Y tal vez lo había hecho.
-Guang Hong -masculló Leo-. Ya basta.
-No, no -intervino Otabek-. Déjalo...
-No es tu culpa -suspiró el zorro-. Quizás nosotros nos dejamos elevar demasiado con la esperanza y nos terminamos estrellando contra el suelo.
-Todavía la hay -le dijo con decisión-. No te des por perdido aún.
Tanto su amigo como Guang Hong lo miraban con cierta sorpresa por sus palabras. Leo rompió el tenso silencio con su iluminada sonrisa.
-Cuídate -susurró al ver a Otabek montarse al caballo.
-Ustedes igual, por favor. Yo ganaré todo el tiempo posible.
-Nos volveremos a ver -dijo Leo a modo de despedida.
Otabek tomó las riendas del caballo y espoleó para que el animal galopara a todo lo que daba en dirección al bosque.
* * * *
Cabalgó por al menos dos o tres horas a toda velocidad. No sabía cuánto podría soportar el caballo pero Otabek tenía que llegar a Os Gashma antes del amanecer, que seguramente sería cuando JJ se dirigiera a atacar el castillo con sus improvisadas tropas.
Todavía no podía creerlo. O de hecho, sí que podía. Ojalá hubiese tomado más en serio lo delirios de su hermano sobre tomar la corona. Solo ahora se daba cuenta que habían sido puras amenazas que esperaban la oportunidad perfecta para poder cumplirse.
Y todos los factores se habían puesto a favor de aquello: la muerte de Isabella, la desaparición de Otabek... JJ estaba completamente descarriado y tenía mucho miedo de lo que se encontraría en el pueblo usando el cuerpo de su hermano. Temía que fuera demasiado tarde y el viejo JJ ya no estuviera allí, consumido por los deseos de venganza y grandeza.
Intentaba concentrarse en eso y no en la mágica noche que había tenido al lado del Rey Yuri. Seis semanas atrás no quería aceptar tomar el desayuno con él y ahora cada vez que lo miraba sentía que su interior se transformaba en un huracán.
¿Qué había cambiado en ese tiempo? No podía ser nada suficientemente fuerte ya que la maldición seguía funcionando como siempre.
¿Qué más tenía que hacer Otabek? ¿Qué tenía que sacrificar?
A lo lejos podía ver la luz de las antorchas que iluminaban su pueblo en la noche. Parecía relativamente tranquilo, pero para que Yuuri se hubiese mostrado tan alterado tenía que ser porque algo siniestro estaba ocurriendo en el corazón de Os Gashma.
Nadie se asomó por las ventanas a observar al extraño que recién llegaba. Aquel que no debería ser un extraño pero que se veía como tal, vistiendo caras sedas y con el alma completamente cambiada. Aquel lugar no se sentía como su viejo pueblo y eso dolía más de lo que pensaba.
Otabek cambió la dirección del caballo hacia la plaza principal, cerca de la vieja biblioteca de Celestino donde rentaba los libros o de la panadería de Igor en la que trabajaba.
¡Cuánto hacía de eso! Se sentían como memorias lejanas y cercanas, luchando por ver cuál de las dos cosas ganaba.
Tuvo razón al dirigirse hacia allí. Con el corazón latiéndole a doscientos por minuto, vio el tumulto de los aldeanos en torno a la vieja fuente que fue alguna vez regalo del Rey Aleksandr durante el aniversario de la ciudad. Vio muchísimos rostros conocidos: a Celestino, a Igor, a Annushka y su nieta Dunya, Lazar el cantinero y otros más. Pero el más conocido de todos estaba en el centro, vociferando alguna sarta de fantasías de guerra.
Su hermano.
-Todos tomen el arma que más se les ajuste -les dijo a los aldeanos-. Marcharemos a través del bosque, de paso quemando ese demoníaco lugar al que tanto le tememos. Llegaremos al castillo para el atardecer y veremos perecer al enemigo.
La gente coreó ante aquellos planes, alzando puños y antorchas. Otabek sentía que el oxígeno le faltaba a pesar de que estuviesen al aire libre. JJ tenía el rostro y los brazos cubiertos de heridas que no cicatrizaban bien, algunas nuevas quemaduras que no estaban la última vez que lo vio. Pero lo peor de todo era el brillo sádico de su mirada, el que tenía una persona que sabe que pronto hará pagar a todos los que le dañaron.
A su lado había un chico bajito y de rasgos similares a los de Yuuri. Por su cercanía a su hermano debía suponer que era su nuevo amigo -o más bien su nueva sanguijuela- pero no parecía cómodo con aquel lugar en el que estaba, a pesar de que intentaba fundirse con los gritos de la multitud.
-No será fácil llegar hasta el rey -siguió hablando JJ-. Tendremos que atravesar la barrera de todos sus criados también monstruosos: un lobo, un halcón, serpientes, un zorro... a quien sea que le arranque la cabeza a al menos uno le daré un lugar de honor en mi reinado.
-¡JJ! ¡Jean!
Otabek apenas había notado que el grito provino de su garganta en cuanto todos giraron completamente estupefactos al oír aquella voz que regresaba de entre los fantasmas.
El mismo JJ estaba más pálido que uno.
El corazón de Otabek estaba a punto de estallar pero no se dejó intimidar por las miradas. Con una mano sujetó la cuerda del arco que llevaba colgado de un brazo y con el otro se quito la capucha que revelaba su rostro. Todos chillaron, otros ahogaron alarmados suspiros de sorpresa, mirando de JJ a Otabek constantemente.
-¿Otabek? -preguntó con un hilo de voz- ¿Otabek?
-He vuelto -declaró-. Y lo he hecho para que pares todo esto.
-¿Cómo es posible...?
-¡Me han liberado!
La gente volvió a ahogar varios grititos. Otabek caminó lentamente hacia el centro de la fuente, en dirección a JJ y a su temeroso acompañante. Cuando ambos estuvieron frente a frente, su hermano le puso ambas manos sobre las mejillas, asegurándose de que fuera su Otabek el que estaba allí y que no era un espejismo. Luego, lo envolvió en sus brazos.
Otabek lo dejó. Porque no sabía cómo se pondrían las cosas en pocos minutos. Y en parte porque de verdad lo había extrañado como nunca, y también quería comprobar que no fuese algún sueño.
-¿Cómo escapaste? -murmuró en su oído- ¿Qué te ha hecho esa bestia?
En cuanto escuchó el tono que JJ usó para referirse a Yuri se separó abruptamente. Sonaba como si hubiera escupido más que nombrado a una persona. Un humano que también tenía sentimientos y miedos, no importa cómo de horrible se viera en su exterior.
-¡Nada! Y te digo que me ha liberado -exclamó-. No es tan horrible como tú piensas.
JJ frunció las cejas como si no se lo creyera. El resto de los aldeanos de Os Gashma no se atrevía a pronunciar ni una sola palabra.
-Eso no puede ser posible, Otabek. Se me hace que tu cerebro está alucinando cosas para superar el trauma vivido como prisionero en su palacio.
Algunos cuchichearon, asintiendo a las venenosas palabras de JJ. Otabek se apartó un poco más, apretando los ojos con fuerza para no explotar ante su hermano.
-No he sido un prisionero. Me han tratado más que bien.
Son mis amigos, quiso decirle. Pero no sabría cómo acabaría por reaccionar JJ ante esa declaración. Ya se veía bastante alterado.
-¡Deja de delirar, Otabek! ¿Qué te han tratado bien? ¿Y cómo han tratado al resto de tributos que se llevaron al castillo?
-No tienes idea de lo que pasó. Ellos no tienen la culpa...
-Hablas como si tuvieras aprecio por esas alimañas -farfulló. Luego, levantó sus brazos llenos de cicatrices- ¡Mira! ¡Solo mira! Muchas de estas me las hizo una de esas bestias cuando me alejó de ti, ¿es acaso tu amiga ahora?
-JJ...
-No, Otabek ¡no tienes idea lo que me duele ver lo cegado que estás! ¿Qué sigue? ¿El rey es un gatito adorable que solo necesita amor?
-Si tan solo te detuvieras a mirar algo fuera de tu burbuja de egocentrismo -escupió Otabek totalmente harto-. Tú no has vivido allí. Yo sí.
-Y por eso mismo no confío en tu criterio ¡Te han lavado la cabeza!
-¡Tú eres el que le lava la cabeza a todas estas personas!
JJ soltó una terrorífica carcajada. El chico detrás de él dio un salto a causa del miedo. Otabek se clavaba las uñas en las palmas de las manos, tan fuerte que pronto comenzarían a sangrarle.
-¿Llenarles la cabeza? Pero si todos ellos ya querían matar al rey desde antes que dijera ni mu. Yo solo les di el valor para ventilar sus pensamientos.
-¿Y qué piensas hacer luego de matarlo? ¿Gobernar tú?
-Pues es exactamente lo que pienso hacer y lo sabes. Supongo y espero que ese velo de autodefensa que has creado en tus recuerdos para mentirte que la pasaste de maravilla estas últimas semanas acabará por deshacerse.
Los ojos de Otabek se llenaron de lágrimas. Nunca, nunca había llorado en frente de otra persona en todos sus años de vida pero pensar en toda la gente del castillo desmembrada, en el mismo rey siendo atravesado por las flechas de JJ...
Lo mataba por dentro.
-Enviarás a inocentes a morir. Los del castillo no se dejarán vencer. Por favor, JJ, detén esta locura.
Un rugido proveniente de otra parte del bosque llamó su atención. Otabek era el único que se veía alterado y asustado ante ese enigmático sonido que parecía sacado de los avernos mientras que los aldeanos, aunque tensos, parecían estar habituados a oír aquellos chillidos de terror.
-JJ... ¿qué has hecho? -susurró alejándose más de él.
-Solo he intentado garantizarme la victoria -sonrió.
Luego, JJ hizo una seña a Lazar y otros grandulones del pueblo, los cuales entendieron al instante aquel gesto del chico. Entre cuatro sujetaron con fuerza los brazos de Otabek, quien ya se había puesto a la defensiva pero su fuerza no logró equipararse a la de todos esos mastodontes que lo acorralaban. Le quitaron el arco y uno incluso lo sujetó de la nuca, empujándolo hasta que cayó de rodillas sobre los adoquines de la plaza.
JJ se arrodilló para mirarlo a los ojos. En ese momento, siendo reprimido por la fuerza bruta y viendo que su hermano no hacía absolutamente nada para protegerlo de eso, algo dentro de Otabek se rompió por segunda vez en esa noche.
-Ahora dime, hermano, ¿no piensas acompañarme a destronar a nuestro rey? ¿No serás capaz de luchar junto con todos nuestros compatriotas por la vida que nos merecemos? ¿Para vengar a nuestros caídos?
-Isabella nunca te perdonaría lo que estás por hacer. Ella dijo que...
Otabek se mordió la lengua en cuanto vio que el brillo de los ojos de JJ cambió completamente. Parecía como sin una flecha invisible le hubiese ensartado el corazón de repente ante sus palabras. Sujetó con fuerza a Otabek de la fina camisa de su traje celeste.
-¿Ella dijo? ¿Ella dijo qué? ¿Dónde la tiene al rey? -gruñó.
-¡No! No es así. Ella no está...
-¡No intentes mentirme! ¡Tu propia lengua te ha traicionado! Y también me has traicionado a mí al guardarte esta información... Otabek, nunca en mi vida algo me había dolido tanto como este momento.
-¡Ya basta! ¡Escúchame de una vez, por favor! -le suplicó. Lazar aumentó la presión sobre su nuca. JJ lo ignoró por completo y miró a los otros aldeanos.
-¡Gente de Os Gashma! ¡Ya han escuchado a Otabek! El rey claramente tiene prisioneros a nuestros hermanos, hijos, parejas que fueron sus tributos. Probablemente estén sufriendo tanto como lo ha hecho Otabek, para que quede tan trastornado de esta forma ¡No podemos esperar ni un minuto más!
-¡Sí!
-¡NO!
-Nos dirigiremos al castillo en este mismo momento. Si nos apuramos, para el amanecer no quedará más que cenizas ¿Quién de todos ustedes está conmigo?
La gente chilló enrarecida ante sus palabras. Algunos gritaban los nombres de todos los tributos que habían desaparecido hace meses. Wiktoria. Leonid. Natasha. Isabella. Una y otra vez.
-No pienso permitirlo -masculló Otabek entre dientes. JJ le dedicó una mirada más indiferente que la que le daría a un vagabundo-. No me detendrás.
Y luego vio estrellas. Un puño se estrelló contra una de sus mejillas y el dolor explotó en todo su rostro. Sintió el momento exacto en que la mano de su atacante impactaba con el hueso. Otabek acabó en el suelo, incapaz de moverse. Vio a uno de los grandulones con el puño apretado y los nudillos ensangrentados al haber chocado contra el duro rostro de Otabek.
-No le hablarás así a nuestro futuro rey. No me interesa la relación que hayas tenido con él -le escupió.
JJ alzó una mano para detener a aquel tipo de seguir moliéndolo a golpes. Caminó lentamente hasta Otabek y lo miró allí, abatido sobre el suelo.
-Yo te amo. No importa lo que digas o hagas, eres y serás mi hermano -dijo lentamente-. Pero si tengo que tomar medidas para impedir que me detengas... lo voy a hacer.
Se dirigió a sus hombres.
-Enciérrenlo. Y pónganlo maniatado.
-¡JJ, no!
Lazar, el tipo que lo golpeó y los otros dos se le arrojaron encima, torciéndole los brazos por detrás de la espalda mientras JJ miraba todo con una fría expresión en sus ojos.
-Por favor, no -suplicó-. No los mates. JJ, hay niños, inocentes, gente mayor. No los puedes matar...
-Otabek -dijo para llamar su atención.
Se llevó una mano a una bolsita de cuero que colgaba de su cinturón, donde rebuscó algo con los dedos hasta que dio con ello y lo alzó ante Otabek. Su corazón se detuvo ante lo que vio.
Un montoncito de hojas y flores con forma acampanada y frutos negruzcos que salían de los tallos. A simple vista parecía totalmente inofensiva, pero...
-Belladona -fue todo lo que JJ dijo.
Tragó saliva mientras negaba con la cabeza, con el dolor azotándole por todos lados.
-¿La reconoces, no? -rió JJ- Claro que sí, si tú me enseñaste para lo que servía.
La agitó frente a los ojos de Otabek, regodeándose del dolor que tenía en el rostro.
-Si mojo un poquito mis flechas con su jugo ni siquiera tendré que apuntar a los puntos vitales. En pocos minutos, el rey y su gente caerán completamente muertos.
Otabek quiso gritarle y golpearlo. Nunca había querido reaccionar de forma tan violenta ante la persona que más quería en el mundo. Claro que antes solo había tenido una persona a la que quisiera y ahora eran muchas más por las que debía preocuparse.
Se imaginó las piernas temblorosas de Guang Hong. El rostro calculador de Seung-Gil. Las dulces manos de Sara. La lengua afilada de Phichit. La extravagante magia de Yuuri. La sonrisa de Leo.
Los ojos de Yuri.
Para cuando Otabek estuviera libre, todos ellos podrían estar ya muertos.
Capítulo bien, bien intenso ¡Estamos a nada de la batalla final! JJ conduciendo sus tropas al castillo, listo para liquidarlos a todos y Otabek atrapado.
¿Cómo saldrán todos de esta?
Próximo capítulo: viernes :D Y tengo un examen el lunes así que probablemente no habrá actualización durante el finde u_u
Muchas gracias por todos los votos y comentarios en el capítulo de ayer <3 ¡Me alegra mucho que les haya gustado el extra de nuestro hermoso lobito!
Cada vez nos acercamos más al final... T_T pero no hay que deprimirse por esto aún.
¡Nos vemos el viernes! Besitos c:
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