Algo muy pequeño cambió esa noche. Los días siguieron pasando en el castillo, no muy diferentes a su llegada: comía en su alcoba -de vez en cuando era invitado por los criados-, Yuuko le preparaba más ropa para andar por allí y se paseaba por los alrededores por Leo. El cambio era más bien casi imperceptible, sutil. Todo aquello podría haber permanecido exactamente igual de monótono de no ser por las visitas nocturnas del rey.
Cada noche, durante no más de una hora, visitaba los aposentos de Otabek en un sepulcral silencio y tomaba su asiento en la esquina. Siempre era cuando Otabek estaba a punto de dormirse y se leía un cuento a sí mismo para finalmente sucumbir al mundo de los sueños.
Él y el Rey Yuri no hablaban demasiado. Ninguno era fanático de las palabras habladas, pero les encantaban las que estaban escritas. Otabek leía hasta que se quedaba ronco, a veces hasta dos o tres cuentos por noche. Muy de vez en cuando escuchaba los gruñidos del rey y sus acotaciones innecesarias.
-Pero que insectos más estúpidos -masculló el rey algo enojado- ¿Se puede ser tan crédulo?
Otabek suspiró y cerró el libro. Acababa de relatarle la historia del valiente héroe Mizguir que cazaba a todas las plagas que azotaban el reino. Un día tuvo piedad de una mosca pero ésta fue a alertar a todos los demás bichos de que Mizguir les estaría dando caza con sus redes hechas a mano. Mizguir urdió un plan, complotado con un escarabajo, una cigarra y grillo e hizo que mintieran a los demás insectos sobre su propia muerte. Así, todos salieron de su escondite y perecieron bajo las redes de Mizguir, que se los comió a todos incluidos sus tres socios.
-Es una fábula, Alteza. La idea es que debes aprender algo de ella -respondió Otabek con mucha paciencia.
El rey rodó sus ojos verdes. Era extraño, todavía, mirar su aterradora apariencia y verlo comportarse como un chico normal de su edad. A veces se olvidaba de lo joven que era.
Lo vio levantarse erguido y caminar a la ventana. Con una de sus garras corrió levemente la cortina, asegurándose de no rasgar la suave seda en el proceso. Otabek lo observaba detenidamente mientras el rey estaba concentrado en el cielo.
-Te enseña de una forma muy estúpida que no debes confiar en nadie -habló-. El relato debería ser más cruel y realista, como en la vida cotidiana.
-No creo que la moraleja sea no confiar en nadie -respondió Otabek. Se levantó de la cama y caminó lentamente hasta el rey-. Supongo que la idea es... mejor confirma por ti mismo antes de tomarlo como real.
-¿Y si te lo dice alguien cercano? -preguntó el rey- ¿Acaso tú nunca has confiado en alguien de tu entorno y ha acabado decepcionándote? ¿E igual seguirías confiando en esa persona?
La bestia giró a verlo. Otabek se apretó los labios, mirando al suelo. Escuchó soltar al rey un sonido que sonaba como una risa de camino a un rugido.
-Eso es lo que pensé.
Apoyó todas sus patas en el suelo y se encaminó hasta la puerta. Otabek no se giró a verlo mientras se zambullía en la oscuridad del pasillo.
-Por eso es mejor cuando no confías en nadie en particular.
Y se fue.
* * * *
Leo lo había invitado a pasear por los jardines la mañana siguiente de su último encuentro con el rey. Otabek todavía tenía un nudo en la garganta por la forma en que la conversación había acabado.
El zorro ya estaba esperándolo en el jardín, observando detenidamente a Guang Hong comer hierba fresca detrás de los arbustos.
-¿Acaso esto no podría considerarse acoso? -inquirió Otabek cuando llegó a su lado.
-A veces él se asusta cuando ve mis colmillos -suspiró Leo, mirando hacia él-. No todos quieren ser amigos de un zorro.
Se giró otra vez para espiar a Guang Hong, agitando la cola.
-Yo quiero.
Leo sonrió al oír su balbuceo, pero no quitó la vista de su objetivo. Otabek se sentó en el suelo a su lado.
-He oído que tú y el rey tienen citas nocturnas -soltó de repente. Otabek corrió el rostro totalmente avergonzado.
-¿Quién te lo ha dicho?
-Nadie -contestó frunciendo la nariz-. Los he oído, literalmente. Tengo oídos desarrollados. De hecho, creo que todo el castillo los ha escuchado.
-Bueno, entonces habrás escuchado que no eran citas de verdad sino que solo era yo leyéndole al rey unas historias de dormir -intentó excusarse. Leo hizo una sonrisa ladeada.
-Que dulce. En mi mundo eso es una cita.
-¿Sabes algo de citas? No quiero ser grosero, pero estás espiando a la persona que te gusta.
Leo no pareció sentirse ofendido ante aquello sino más bien halagado. Guang Hong ya había dejado de comer pasto y ahora se dirigía feliz de regreso al castillo, sacudiéndose el cabello claro que tapaba su pequeña cornamenta.
-Solía tener muchas citas antes de ser un zorro.
-¿De verdad?
-Pues no, en realidad.
Otabek suspiró.
-¡Pero las tenía en mi mente! Nadie le presta atención al portero. Lo único que hacen las damas es quejarse de que no las has ayudado a bajar las escaleras con esos zapatones que usan y los caballeros te regañan por confundir el orden de su decena de nombres al presentarlos.
-Suena bastante mal, creo -dijo Otabek con cierta duda.
-Es peor ser acompañante del rey como Phichit. Solíamos discutir a ver quién la pasaba peor.
Otabek se retorció las manos con nerviosismo. Leo parecía ignorar que a su acompañante lo estaban acongojando muchas cosas. El chico se estaba rascando detrás de una oreja con la pata.
-¿Cómo funciona todo esto, sin embargo? Quiero decir... ¿por qué un zorro? ¿O un gato?
¿O un tigre blanco? se tentó de también preguntar.
-¿Alguna vez has escuchado eso de que tenemos un animal guía? Como que... el destino de cada persona está unido al de alguna criatura. Es como una conexión especial con algún animal, y su imagen te da calma cuando más lo necesitas ¿me entiendes, verdad?
-No -contestó Otabek, parpadeando- ¿Tu animal guía es un zorro, entonces?
-Debe serlo, supongo. Tiene sentido con algunos de nosotros... Seung-Gil y la guardia real solían usar lobos para proteger y atacar. Yuuko era una sastre y tejedora como las arañas. Lilia siempre estaba diciéndole a Su Majestad que debía ser tan elegante como un cisne. Sara y Michele son dos bichos venenosos...
-No creo que esa última cuente.
Leo soltó una risita sin prestarle atención.
-Los zorros tienen mucho simbolismo si lo piensas. Somos taimados y tramposos, ya sabes, pero también son los animales más inteligentes y adaptables. Siempre encontramos una solución al problema. Además el zorro es un símbolo de unión familiar ya que es el animal que puede soportar cualquier adversidad. Como las familias. Y para mí, mi familia -esta familia- es lo más importante que he tenido desde que vivo en el palacio. No hay collar de espinas que me haga evitar protegerlos -señaló a su cuello-. Podríamos decir que es el instinto animal.
Otabek no pudo evitar sonreír. Era curioso pensar todo aquello de Leo, su nuevo y curioso amigo mitad humano mitad animal.
-No puedo evitar notar que has empleado la primera persona para hablar de los zorros.
-Es que soy uno. Incluso si la maldición se rompiera... creo que soy una persona diferente desde aquel día, y sería difícil deconstruir la personalidad que tengo ahora.
Se sacudió el cabello, golpeando un poco a Otabek en el proceso.
-¿Qué animal crees que podrías ser tú?
Suspiró pensativo. Otabek nunca había sentido una conexión con ninguna criatura del reino animal. Para él se dividían en tres grupos: los acompañantes, como los perros, caballos o gatos; la comida, como las vacas, cerdos o gallinas; y las amenazas, como los lobos y los osos -también los zorros lo habían sido, pero ahora le costaba temerle a uno de ellos-.
-La verdad es que no tengo idea.
-Creo que podrías ser un caballo -se apresuró a responder-. Según mi madre, son símbolos de humildad y valentía, de generosidad y altruismo. También hablaba de algo de grandeza y la capacidad de ser noble y leal.
Otabek sintió que se le coloraban las mejillas. Intentó permanecer estoico pero se le estaba complicando demasiado.
-No digas esas cosas...
-Los zorros no mentimos nunca.
-Leo, creo que ahí ya estás mintiendo -replicó Otabek.
-Puede que tergiversemos la verdad a nuestro antojo pero tenemos la capacidad de engañar aún cuando somos honestos. Aunque si quieres me llevo una mano al corazón y te juro que no hay más que verdad en mis palabras -dijo con una mano sobre el pecho- ¡Ay, pero casi me olvido! ¡Tengo que seguir espiando a Guang Hong!
Dio unas cuantas vueltas sobre sí mismo antes de encaminarse dando largos pasos hasta la entrada del castillo.
-¡Suerte, Otabek! -gritó ya lejos.
Otabek quiso alzar la mano para saludarlo pero fue demasiado tarde porque Leo ya no podía ser visto desde donde estaba.
Se acostó sobre la hierba. El sol estaba en lo alto del cielo, le daba calor en las mejillas y le fortalecía los músculos.
La vida en el castillo no era excelente pero tampoco era horrible. Sí era solitaria, sin embargo. No importaban los encuentros casuales con él ni las visitas del rey: Otabek se sentía sólo.
Se preguntó por qué aquello le afectaba tanto. En Os Gashma también estaba siempre sólo. JJ siempre había sido popular y estaba rodeado de personas, y ni hablar de cuándo apareció Isabella. Luego de que ella fuese llevada como tributo a lo único que JJ se dedicaba era a emborracharse.
Se sentó de golpe.
Isabella.
En las dos semanas que llevaba ya en el castillo no tenía ni idea aún de lo que había sido de ella y del resto de tributos. Puede que todos los criados dieran a entender que todos ellos estaban muertos -o desaparecidos- pero Otabek necesitaba la verdad completa.
Y había una sola persona que se la daría.
* * * *
Caminó entre los pasillos, esquivando a quien se cruzase, en busca de Yuuri. El brujo siempre estaba en sus aposentos meditando o con la cabeza enterrada en un libro de hechizos. Nunca tenía problemas de recibir a Otabek y también era un terrible mentiroso.
Era la persona perfecta para interrogar.
Podía ver una resplandeciente luz de luna que salía de la puerta entreabierta de su cuarto, así como también se podían escuchar un par de murmullos. A Otabek no le gustaba ser un chismoso o espiar conversaciones ocultas, pero allí en el castillo toda la información que se pudiese robar era relevante.
-¿Cómo van las cosas con el nuevo tributo? -preguntó una voz desconocida, pero se oía casi distorsionada.
-No estoy muy seguro. Algunos dicen que el rey lo visita por las noches pero nunca he visto que interactúen fuera de eso -respondió la cansada voz de Yuuri.
-¡Es un comienzo! -exclamó emocionado el otro- Podría ser el principio del fin de la maldición.
Escuchó a Yuuri suspirar.
-A veces te odio por hacer esas maldiciones irreversibles hasta para ti.
-Sé que sigues enojado. Pero si Yuri se comportaba así solo siendo un príncipe... Imagina que le esperaba al reino cuando lo coronaron.
-No es que ahora sea mejor persona -reclamó con molestia.
-Pero no es el mismo odioso de antes.
-Viktor... ¿qué haremos si la maldición nunca se rompe? ¿Qué pasará con el trono de Novokabirsk?
Hubo un silencio que hizo que el corazón de Otabek latiera con mucha velocidad. Cometió el error de exhalar todo el aire que estaba conteniendo.
-Eh, Yuuri, creo que tienes un espía.
-¡Ay, por los cielos...!
Otabek escuchó un ruido de cerámica golpeando contra el suelo, junto con el ruido de agua cayendo de su recipiente.
Abrió la puerta ya sin dudarlo. Yuuri estaba con la mano encima del escritorio y, a sus pies, estaba un charco de un líquido brilloso y una fuente plateada de cerámica. Parecía que el brujo acababa de arrojarla.
-¡Otabek! ¡Qué gusto verte! -balbuceó- Pasa, pasa.
Le hizo señas para que se acomodara en una de las antiguas sillas que tenía. Otabek frunció el ceño al recordar la voz que estaba charlando recién con Yuuri. Sabía que no era de su incumbencia, pero...
-¿Era ese el brujo que hizo la maldición?
-¡Bueno...! -dijo con nerviosismo acomodándose el cuello de la túnica- Ejem, sí. Él y yo tenemos una relación un tanto cercana. Es gracias a él que yo estoy atado a este castillo. Bueno, en realidad fui yo el que quiso atarse para mantener todo bajo control... ¡Pero Viktor provocó todo así que es su culpa! Yo no puedo escapar a mi naturaleza.
Otabek lo miró un tanto confuso y asustado. Yuuri aplaudió una vez, antes de retorcerse todos los dedos con ansiedad.
-¿Querías hablar conmigo? -preguntó con una sonrisa fingida.
-T-tengo muchas dudas. Todavía las cosas se sienten extrañas aquí.
-Creo que eres el primero de muchos que quiere tener todas las respuestas -dijo con más calma.
Yuuri caminó a través del piso hecho con cientos de pedazos de mármol de colores que formaban algún enorme escenario folklórico. Pudo escuchar el taconear de sus zapatos al son de sus aún nerviosos latidos.
-La mayoría solo se encierran a ser miserables o se dedican a ser unos odiosos. Que no es que los culpe, claro, es totalmente entendible. Pero tú...
Lo miró a los ojos con detenimiento. A Otabek incomodaba que aquel ser hecho de luz de luna lo observase de formas tan intimidantes.
-Eres diferente.
-Siempre he sido diferente. En Os Gashma era el raro de los libros -le contó con un poco de tristeza en la voz, a pesar de que su rostro parecía enojado.
-Ser diferente es bueno a veces.
-A veces -recalcó Otabek tras hacer una pausa-. Otras veces ser diferente es tu condena.
Yuuri se levantó de su silla y empezó a pasear en círculos por el cuarto. Juntó las yemas de ambos dedos y las separó, repitiendo varias veces el proceso con parsimonia.
-He venido por algunas respuestas.
-Si quieres respuestas entonces tendrás que empezar a hacer algunas preguntas.
Otabek tragó saliva con nerviosismo, pero no dejó que la presencia del brujo lo intimidara.
-Quiero saber qué le ha pasado a Isabella. Quiero ver qué le ocurre a los tributos que fallan. Y quiero saber en qué consiste la maldición, si lo que dice el cuento es real.
Yuuri golpeó un poco el piso con su zapato.
-¿Algo más? -preguntó, aunque sonaba un poco sarcástico.
-Quiero saber si puedo hacer algo para romper la maldición.
El brujo chasqueó la lengua un par de veces.
-De acuerdo. Te lo voy a mostrar.
-¿Mostrar?
-Te mostraré a alguien que puede darte la respuesta a dos de tus inquietudes. Creo... que es mucho más impactante y creíble que te lo diga una persona que haya estado en contacto directo con lo que pasó.
Otabek abrió los ojos con sorpresa y también curiosidad. Yuuri cerró las cortinas de la habitación haciendo solo un movimiento con las manos, dejando en oscuridad el inmenso cuarto. Las pinturas del techo parecían brillar más que cuando estaba iluminado, igual que el mismo brujo.
Tomó un libro de la mesa en la que había estado el cuenco lleno de agua -el que aún estaba desparramado por el suelo- y lo abrió cerca del final, hojeando primero rápido y luego más lentamente para buscar el pasaje que necesitaba.
Yuuri cerró los ojos y empezó a musitar en algo que sonaba como la lengua antigua del reino. En realidad Otabek no tenía mucha idea de cómo sonaba la lengua antigua ya que tenía varios años de muerta, pero suponía que sería como el cántico del brujo.
La habitación se puso más fría y las pinturas del techo comenzaron a apagarse al igual que la luz de luna que rodeaba a Yuuri. Su canto se aceleraba junto con la oscuridad, y Otabek quería salir huyendo en ese preciso momento.
Entonces todo se puso oscuro y demasiado silencioso; Yuuri ya no recitaba nada. Ni siquiera podía escucharlo respirar.
Una luz azulada empezó a tomar forma en el centro del cuarto. Primero los brazos, su larga falda abombada y luego el cabello corto cubierto por un pañuelo. Cada detalle de ese cuerpo hecho de luz parecía querer darle realismo a la figura, como si fuese una persona real lo que estaba allí y no los ecos de lo que alguna vez fue. El brujo Yuuri quedaba totalmente opacado con el brillo de la criatura que acababa de invocar.
Otabek se acercó, lentamente, con temor y cautela. Sin poder creer lo que sus ojos veían. Se detuvo solo cuando la tuvo a escasos centímetros, para poder analizar todos esos detalles que parecían acentuarse con cada segundo. Ella le sonrió, como le sonreía a cada persona con la que cruzaba camino en el pueblo.
Era Isabella. El amor de la vida de su hermano, y ahora no más que un fantasma.
Yo sé que odian mis eternos cliffhangers... ¡Pero es que son necesarios! Ahora pueden teorizar y fantasear con todo lo que dirá Isabella a Otabek :D todas las verdaderas que ella y los viejos tributos tienen para contar. Además de que tuvimos una escena muy bonita con nuestro querido zorrito <3
¿Y que ha pasado con Yuri? ¿Volverá a escuchar los cuentos de Otabek? ¿Lo va a recibir Otabek luego de que Isabella le cuente su verdad?
Por cierto... ¿han visto el teaser que salió ayer de Yurio patinando Welcome to the madness? ¡Y Otabek aparece allí! No les puedo explicar la reacción que tuve cuando me lo pasaron sfbeujsdksbshvsiregsmn necesito más de mis hijos y más gente con la cual enloquecer sobre esto (?)
Por cierto... más cortes comerciales :D para los que no sepan, ayer he seguido con mi serie de Coffee Shops <3 ¡Y he subido un SaraxMila! Se llama Celos muy amargos por si quieren leerlo. Y aprovecho para agradecer a todas las que lo han leído y que se que están leyendo esto porque siguen este fic jeje las quiero y aprecio mucho su eterno apoyo :')
¡Eso es todo por hoy! Espero estar subiendo el próximo capítulo el jueves, así que espero disfruten este en ese tiempo... ¡Les mando abrazos! <3
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