•05•

El acercamiento de la tarde dejó a Jaemin en un estado febril. Era ya pasada la medianoche y no lograba conciliar el sueño. Llega hasta su habitación el eco de la risa de los invitados de Youngi.

Por supuesto que culpa a Youngi por hacerle recordar aquel abrazo de despedida que tanto había intentado borrar del torrente de su memoria.

No se resistió a llorar. Nunca lo hacía, pero esa noche lloró con todos sus sentimientos. Con toda su pena y su amor.

Volvió a llorar por Youngi como la primera noche que pasó sin él en la casa. Como aquella noche en la que el vuelo del chico lo alejaba de su país y de él mismo. Como aquel día que Youngi lo dejó con las lágrimas en los ojos y el corazón en la mano en medio del aeropuerto internacional, suplicando que no se fuera. Lloró como venía llorando desde hacía quince años.

Sería una absurda mentira decir que su amor se había aplacado al menos un poco; una falsa ilusión que ni siquiera él podría tratar de creer.

Seguía doliendo. Seguía latiendo. Seguía quemando el alma no tenerlo; pero qué hacer ante un sentimiento que no puedes arrancar. Podría ser fácil despertarse un día y decir que Youngi no significa nada en su vida, que solo fue un amigo que quiso mucho, más nada. Pero lo difícil es que un día se levante y no piense en él. Eso era difícil.

Miró la hora en su reloj. Suspiró y se restregó la cara con las manos.

Se levantó y caminó hasta el baño, viéndose demacrado en el reflejo del espejo. Sus ojos parecían dos cristales sin otro brillo más que los de las propias lágrimas. Su nariz rojiza y sus labios del mismo tono eran las evidencias de lo doloroso que era amar sin ser amado.

Abrió el grifo de la llave de agua y dejó que el líquido se derramara en el cuenco que hizo con sus manos unidas. Solo se le quedó viendo como si lo hipnotizara, pero en realidad se había hundido en sus pensamientos, nuevamente.

—Vamos Jaemin, sácalo de tu mente —Se mojó la cara y levantó la mirada para encontrase con su rostro rojizo en el espejo—. Se va a casar, irá de luna de miel a Europa y tú solo te quedarás con el corazón roto, limpiando la mansión en la que vivirá con sus hijos. Deja de ser ridículo.

Suspiró y se despojó de su ropa de forma brusca. Abrió la llave de la ducha luego de cerrar la del lavabo y se metió bajo el agua templada, confundiendo los temblores del frío con los de la soledad, y lamentándose, una vez más, el no poder dejar de pensar en él.

Florentino Ariza lo habría acompañado en su dolor de ser alguien real; le diría que los amores de paso son los mejores para aplacar el dolor del amor despreciado, y se fundirían en cerveza y llorarían por sus amores como nunca lo habían hecho.

Él por Fermina Daza y Jaemin por Min Youngi. Pero se consoló en el hecho de que alguien sufrió mucho más que él, por más ficticio que fuese.

Salió de la ducha con cierta calma. Los ojos pesados y el cuerpo tambaleante.

Se tumbó en la cama como un niño: desnudo y con gotas surcando su piel. Se colocó unos auriculares para evitar escuchar el murmullo que había en el jardín.

No logró dormir como esperaba. Recién eran las cinco treinta de la mañana y él iba saliendo de su habitación. Estaba vestido con su habitual vestimenta de mayordomo, que solo consistía en un pantalón negro, una camisa blanca y un chaleco del mismo material que el pantalón.

Decidió preparar el desayuno para los muchachos en la cocina especial que tenían y dejarles todo servido para cuando despertaran. De vez en cuando le gustaba mimarlos por lo duro que trabajaban siempre. Él solo bebió café.

En medio de esa cocina recordó los inicios de Youngi. Él siempre lo tuvo todo, un chico con cuna de oro, básicamente. Pero cuando volvió de Alemania cambió, no con él... o bueno, sí un poco. Pero su mirada era diferente con todos, y más con sus familiares.

Recordó que cuando Jaemin estaba terminando la carrera de administración, Youngi le pidió un préstamo a su padre para abrir su propia empresa. La condición, según le contó Min en secreto, fue que le presentara a una novia. La primera imagen femenina agarrada de la mano del mayor apareció en esa ocasión.

Pero lo logró. Después de diez años ese préstamo se convirtió en una de las empresas nacionales mejor valoradas del mercado, superando a la de su padre.

Cuando tuvo el dinero suficiente para poder comprarse una casa modesta pero cómoda, le propuso a Jaemin mudarse con él nada más se recibiera de la universidad y éste lo siguió sin vacilar. Abandonaron la casa donde se criaron sin mirar atrás, pero lo hicieron como si cada uno tomara un camino diferente. Solo el padre de Jaemin sabía que nunca se fue porque le ofrecieron trabajo en una empresa conocida, sino que se iba para ser el mayordomo del señorito. Era el pequeño secreto de los Park. Su madre no lo aprobaría jamás. Las razones de Youngi las desconocía, pero sus padres no saben siquiera donde vive, tampoco quiere preguntar. Tendrá motivos válidos.

Cuando se mudaron a una casa más grande Youngi decidió que necesitaban a más personas que los ayudara. En ese momento conocen a Namsook, que vivía con Beomgyu, su sobrino, y trabajaba en un puesto de comida rápida. A Jaemin le gustó su sazón y se lo recomendó a Youngi.

Ambos quedaron contratados y viven con ellos desde entonces. De eso ya han pasado seis años. Luego se sumaron Hoyeon como jardinero; Soojin, Haneol y Heeji para encargarse de la limpieza general. Ellos cuatro no dormían en la mansión como Nam y Beom, pero aun así les preparó su porción del desayuno para cuando llegaran.

Les dejó la mesa lista y caminó hasta el jardín para limpiar el desorden que dejó la cena de ayer.

Chasqueó la lengua y empezó a recoger los platos y utensilios para llevarlos a la cocina. Volvió para sacar el mantel y cuando lo hizo lo llevó hasta la lavandería. Todo con una tranquilidad que difería mucho de su situación en la madrugada.

No se dio cuenta de la mirada que lo seguía desde la terraza de la habitación principal y siguió con su labor hasta que un silbido le hizo levantar la mirada y encontrarse a Youngi en pijama con una sonrisa que resplandecía.

—Espérame. Ya bajo —le dijo, y desapareció de su vista.

Suspiró y siguió limpiando el lugar. Para cuando Youngi estuvo a su lado no quedaba otra cosa más que el esqueleto de la mesa por remover.

—Buenos días —saludó el menor.

—Son buenísimos —La alegría se notaba en la voz de Youngi—. No sabes todo lo que pasó ayer—comentó eufórico.

—Lo sé. Te fue bien, ¿no?

—Fue bueno —Se rascó la cabeza.

—Me alegra que las clases hayan servido —Le dedicó una sonrisa que no llegaba a ser sincera.

—Fueron más productivas de lo que creí.

— ¿Vas a desayunar? Namsook aún no está listo, pero puedo prepararte algo antes de que vayas a la empresa.

—Beberé café, no te preocupes —Se sentó en un peldaño y miró a Jaemin. Este dejó su tarea y también lo miró.

—Siento que quieres decirme algo —El tono informal comenzaba a salirle sin ganas de forzarlo, pero lo hacía más por falta de respeto que por gusto.

No quería admitirlo, pero Youngi cambió.

—No es nada. Solo quería hablar un poco, ya sabes...

—Entiendo —Se sentó en un peldaño más alto. El aspersor hacía su primer riego del día y traía consigo el fresco de la mañana.

—No me caen bien los familiares de Misuk —confesó—. Me esmero en que no me desprecien, pero no me siento cómodo con ellos. Es como si no pudiera pertenecer a su familia.

—Solo no te acostumbras.

—Sé que no es solo eso —Apoyó los codos en otro escalón y suspiró—. No puedo sentir el cariño en ellos como con tus padres, por ejemplo. Ellos no son mi familia; sin embargo, me quieren como a un hijo y yo los aprecio de igual forma.

Jaemin frunció los labios.

—La situación es diferente. Mis padres te vieron crecer y, además, eras el único amigo de su hijo pequeño.

—Lo sé, pero me refiero a la acogida en una familia que no es la mía —Se levantó de un salto—. Pero bueno, es lo que hay—Sonrió hacia Jaemin y le tendió la mano. El menor lo miró sin comprender—. Levántate y desayunemos.

El contacto de su piel provocó en Jaemin una corriente eléctrica que comenzó con ese tacto y se extendió por todas sus extremidades.

¿Qué sucedía con esos gestos repentinos? ¿Lo hacía a conciencia?

Pero lo siguió hasta la cocina sin hablar, solo escuchando lo que Youngi decía. Su corazón no sana y el tiempo corre sin pedir tregua. El amor tiene un límite; él estaba llegando al suyo.

🥀

Perdonen la demora, la uni no me da tregua :c

oigan, ando leyendo un fic despues de mucho y es muy adhakdkahd quiero delulear con alguien. ¿Han leído Kintsugi?

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