❧ 38
No pude quitarme de la cabeza el modo en que la magia se descontroló, arrebatándome las riendas de la situación. Después de que Altair me elogiara por haberle brindado a lord Ephoras la oportunidad de arrancarle de las puertas de la muerte, dándole un poco más de tiempo, me había arrastrado de regreso a mi rincón, vigilando que ninguno de nuestros compañeros hubiera sido testigo de lo que había hecho.
La posibilidad de recuperar el sueño se escurrió entre mis dedos cuando me encogí de nuevo sobre la hojarasca del suelo. Imágenes fugaces de cómo mi magia, amplificada por el arcano, había sido capaz de sanar el cuerpo de lord Ephoras mientras que el mío había parecido languidecer, afectado por la demanda que parecía exigir tanto el arcano como el hombre.
El amanecer me encontró sin haber podido tan siquiera rascar horas alternas de descanso. Escuché al resto del grupo despertar poco a poco; fingí estar profundamente dormida, a la espera de que Vako y el resto descubriera que el estado de lord Ephoras había dado un cambio titánico en cuestión de tan poco tiempo.
Recé para que ninguno de ellos me relacionara con aquel milagro. Altair parecía convencido de que el arcano podía ser usado por cualquiera y que yo, de algún modo, había logrado controlarlo; no quería sacarlo de su error, no quería confesarle la dolorosa verdad y exponerme ante él.
Cuando no pude seguir retrasando más tiempo el unirme a ellos, por lo que abandoné mi papel y me desperecé de manera convincente, echando un vistazo hacia la zona donde sabía que reposaba lord Ephoras. El pulso se me aceleró al descubrir a Alousius inclinado sobre el hombre, comprobando que aún siguiera respirando; Greyjan tampoco parecía querer perderlo de vista: pude percibir cómo su atención estaba clavada en el más joven pese a que estuviera hablando con Vako y Dex.
De Altair no había rastro alguno.
Si ver a Alousius cerca de Ephoras había logrado acelerarme el pulso, descubrir que mi amigo no estaba allí provocó que lo hiciera el doble. Me incorporé con premura, aplastando la hojarasca y alertando al resto del grupo.
—¿Dónde está Altair? —pregunté con más aspereza y urgencia de la que pretendía.
Vako se removió en su sitio.
—Ha ido a reconocer el terreno —respondió.
Aquello no hizo más que aumentar la ansiedad que me había producido no verle en aquel rincón donde habíamos buscado refugio para intentar recuperar nuestras energías antes de iniciar nuestra huida hacia Merain.
—¿Solo? —insistí, alzando la voz.
Dex frunció el ceño.
—Nos lo ha pedido expresamente...
Un grito ahogado a nuestra espalda interrumpió lo que estaba diciendo. Todos nos giramos en la dirección de la que había provenido, descubriendo a Alousius retrocediendo ante un lord Ephoras lúcido e incorporado sobre el brazo que le quedaba.
El vello se me erizó cuando nuestras miradas se encontraron a través de la distancia.
Un cosquilleo de temor me recorrió el cuerpo. ¿Recordaría algo de la noche pasada? ¿Sospecharía de mí?
—Lord Ephoras —la intervención de Greyjan me salvó de mis propios pensamientos. El rostro de mi amigo no era capaz de esconder la zozobra que le había producido ver al hombre en un estado totalmente diferente al casi cadavérico habitual.
La atención de lord Ephoras se desvió entonces hacia Greyjan, permitiéndome tomar una pequeña bocanada de aire mientras el resto del grupo continuaba digiriendo la milagrosa visión de ver a un hombre que había estado a las puertas de la muerte con un aspecto opuesto por completo.
—¿Qué ha sucedido? —la voz le salió ronca y pude comprobar que sonaba fatigado.
Mi magia había sido capaz de curar la gangrena, de eliminarla de su cuerpo, pero había empezado a pedir más de mí si quería que recuperara las fuerzas. Dejé que Greyjan y el resto del grupo rodeara al confundido lord, procurando marcar las distancias; la ausencia de Altair todavía rondaba por mi mente, haciendo que la preocupación se enroscara en mi estómago.
—¿No recordáis nada? —preguntó Dex.
Lord Ephoras tuvo que reclinarse sobre el tronco que había a su espalda, llevándose la única mano que le quedaba al espacio donde antes había estado su brazo. La manga cercenada cubría su carne, impidiendo que el resto pudiera ver que la piel ennegrecida se había desvanecido.
—Salieron de la nada... —empezó a relatar el hombre, con la mirada perdida en algún punto—. Ellos... ellos eran... —los dedos de su única mano se crisparon al recordar la naturaleza de los asaltantes—. Nos tendieron una emboscada.
No añadió que no tuvieron piedad con los soldados veteranos del Círculo de Hierro, a quienes asesinaron sin miramientos. Observé cómo su expresión fue ensombreciéndose poco a poco, dejando que las difusas imágenes que debía guardar de aquel día siguieran pasando en su mente, ayudándole a unir las piezas.
—Usaron magia para adoptar la apariencia de Dolgran —dijo una voz a nuestra espalda, sobresaltándonos.
Altair había aparecido de la nada entre dos árboles. Mantenía una postura estoica, pero su mirada azul delataba que aún no había logrado perdonarse —como tampoco quitarse ese peso de los hombros— que Morag hubiera conseguido sostener su farsa hasta hacer saltar la trampa, convirtiéndonos en sus rehenes.
Los ojos de lord Ephoras se abrieron de par en par, deslizándose hacia donde yo me encontraba casi oculta durante unos breves segundos. El segundo al mando de Altair siempre había defendido que yo no era más que una farsante; descubrir que uno de sus hombres había sido sustituido por una vil criatura para acercarse a nosotros y guiarnos como un simple rebaño de inocentes corderos... Él había estado en Elphane aquel sangriento día y ahora la culpa de lo sucedido se dividió entre Altair y el lord.
—No quise... verlo —lord Ephoras pareció perder fuerza. Su mirada fue directa hacia mi amigo con un brillo de culpabilidad—. Dolgran pareció cambiado después de que abandonáramos aquel asentamiento... Y cuando murió Gwynedd...
La expresión de mi amigo se tornó con pesar.
—Fue la fae que se hizo pasar por Dolgran, Morag —le reveló—. Ella fue la responsable de su muerte.
La atención de ambos se deslizó hacia mí, haciendo que me estremeciera. Lord Ephoras me había responsabilizado de ello desde el inicio, tratando de volver a Altair en mi contra con sus insidiosos susurros a mis espaldas; ahora que conocía la verdad sobre ello, me pregunté si su perspectiva hacia mí habría cambiado. Si su actitud lo haría.
—Entonces era su voz...
La intriga hizo que me inclinara hacia delante. El rostro del lord parecía haber perdido color y en sus ojos había aparecido una sombra de pánico y horror; se llevó la mano a la sien, apretando las yemas contra ella.
—Tras la muerte de Gwynedd, los hombres estaban listos para regresar a Merain —mi cuerpo se tensó, anticipándose al relato de lord Ephoras. «Entre otras cosas, bonita», fueron las palabras que me dirigió Morag después de que la acusara abiertamente de asesinar al soldado—. Entonces me reuní con ellos para tomar una decisión y así poder transmitírosla... —recordaba vagamente ese momento, cuando los miembros más veteranos se habían apartado de nosotros—. Una voz que parecía ser la mía se opuso a la idea de volver; no tuve oportunidad de oponerme a ella porque resultaba tan convincente... Ahora entiendo perfectamente su juego: uso su poder para internarse en nuestras mentes, para guiarnos en la dirección que necesitaba.
Un escalofrío descendió por mi espalda. El poder de los fae era mortífero y apenas conocíamos sus límites; Morag había logrado hacerse con la voluntad de todos aquellos hombres, susurrándoles en su mente lo que deseaba, convirtiéndolos en sus marionetas para conseguir conducirnos hacia el Gran Bosque, hacia su propio terreno. Una sensación desagradable se extendió por mi piel. ¿Mi poder me permitiría hacer lo mismo?
—Morag nos condujo hasta sus hombres y nos tomaron como rehenes, hiriéndoos durante la emboscada —recordó Altair con voz controlada—. Fuimos tratados casi como animales, con el propósito de entregarnos a una de los monarcas de los Reinos Fae. Luego se volvieron los unos contra los otros, acabando todos muertos.
Lord Ephoras no hizo ninguna pregunta al respecto, como tampoco Altair entró en más detalles sobre el período que pasamos prisioneros en manos de Morag y los fae que eran sus subalternos. De igual modo que no mencionó el estado en el que había terminado tras haber sido derrotado durante la emboscada.
Altair se acercó hacia nosotros con lentitud. Sus ojos azules seguían clavados en el rostro cansado de lord Ephoras.
—Por eso mismo he decidido que es hora de regresar a Merain —la mirada de mi amigo se encontró entonces con la mía—: A casa.
❧
La noticia pareció subir el ánimo al grupo. Ninguno de nosotros contradijo la decisión de Altair de no compartir lo cerca que había estado lord Ephoras de morir, pero podía sentir la incertidumbre y la sorpresa de algunos ante la repentina mejora que había sufrido de la noche a la mañana.
Centrados en la idea de abandonar el Gran Bosque, reunimos las pocas pertenencias que habíamos logrado recuperar y las cargamos en las alforjas de nuestras monturas. Vako y los otros rescataron tres caballos de la orilla donde dejamos abandonados los cuerpos de nuestros captores, lo que nos condujo al dilema sobre cómo viajaríamos, ya que los animales eran el medio que necesitábamos para movernos más rápido.
—Somos demasiados —observó acertadamente Greyjan.
Altair contemplaba a los tres ejemplares mientras el resto permanecíamos cerca, a la espera.
Era evidente que lord Ephoras tendría que viajar sobre uno de ellos, ya que su situación no le permitiría hacerlo de otro modo; el hombre permanecía reclinado sobre el mismo árbol, aún debilitado. Su tez había recuperado algo de color, alejándose de esa tonalidad macilenta que había lucido desde que cayéramos en la emboscada de Morag y los suyos, aunque las fuerzas todavía le fallaban para poder valerse por sí mismo.
—Que alguno de nosotros viaje a pie no hará más que retrasarnos —apuntó Vako al mismo tiempo que Dex miraba de refilón a lord Ephoras.
El joven noble no había vuelto a hacer ni una sola insinuación tras la discusión que mantuvo con Altair después de que hiciera esos comentarios sobre dejar atrás al hombre moribundo, abandonándolo a su suerte porque estaba condenado. En aquellos momentos parecía limitarse a tener un perfil bajo frente a nuestro amigo, como si quisiera enmendar el error que cometió... o simplemente buscara pasar página al ver que la salud parecía haber regresado a lord Ephoras.
Altair recorrió con la mirada los caballos, pensativo. La idea de regresar de nuevo a la orilla donde el grupo de Morag se había vuelto los unos contra los otros quedaba fuera de toda discusión: nuestro único objetivo en aquel momento era escapar del Gran Bosque. Viajar hasta dar con el primer asentamiento humano y enviar un mensaje urgente a Merain para que el tío de Altair nos brindara un salvoconducto hacia allí.
Mi amigo alzó el brazo para señalar una de las monturas.
—Ése podría ser lo suficientemente fuerte para poder cargar con tres de nosotros —nos explicó, sin apartar la mirada del animal, que resoplaba ante la atención que parecía haber suscitado—. Las alforjas que porta las llevará otro para compensar el peso.
Tras haber tomado aquella decisión, el resto del grupo nos miramos entre nosotros con una pregunta flotando sobre nuestras cabezas: ¿cómo nos dividiríamos para viajar? ¿Quién tendría que hacerse cargo de lord Ephoras?
—Dex y Vako viajarán juntos en el semental, con Ephoras —continuó entonces Altair y su orden hizo que los aludidos fruncieran el ceño, excepto el soldado, que se limitó a asentir con esfuerzo—. Greyjan y Alousius lo harán en el otro —intenté que mi rostro se mostrara inexpresivo cuando la mirada azul de mi amigo se dirigió hacia mí, sabiendo lo que diría a continuación—: Verine y yo viajaremos juntos. Ella es la que mejor conoce el Gran Bosque y nuestra única oportunidad de salir de aquí.
❧
Mis dedos se aferraron con más fuerza al desastrado tejido del uniforme de Altair. Habíamos consensuado continuar en aquella orilla y deshacer el camino hasta alejarnos lo suficiente del punto donde Morag y los suyos habían caído para volver a cruzar el río; el grupo se mantenía en un inquieto silencio, roto únicamente por las contundentes pisadas de los caballos sobre los pequeños cantos de piedra gris.
No había cruzado una sola palabra con Altair desde que habíamos dejado atrás el rincón donde buscamos refugio: me había limitado a trepar a la grupa del caballo y a intentar controlar mis propios pensamientos. Pero el silencio y las horas muertas mientras marchábamos a través del bosque me hicieron fracasar estrepitosamente; fugaces fragmentos del momento que compartí con Altair en la orilla del río se repitieron en mi mente, haciendo que sintiera un extraño ardor en el cuello.
«No quiero volver a sentirlo, Altair.
»Te he echado de menos.»
Ninguno de los dos habíamos tenido oportunidad de retomar la conversación que habíamos dejado inacabada en aquel lugar, antes de que la sensación de que alguien nos vigilaba nos obligara a volver.
No me arrepentía de lo sucedido. Tampoco de las palabras que le había dirigido, porque eran totalmente ciertas: la simple idea de pensar en el cuerpo frío de Altair y su mirada vidriosa me desgarraba por dentro como una criatura llena de afiladas púas. De igual modo que lo había hecho la distancia que nos había separado por la decisión que le comuniqué en Merain, antes de iniciar aquella travesía.
Nuestra relación aún continuaba en un punto indefinido, pero nuestra prioridad en aquellos momentos era dejar atrás el Gran Bosque... y devolver el arcano a su legítimo lugar.
Todo mi cuerpo se puso en tensión cuando noté cómo Altair alzaba el brazo en un silencioso mensaje: «Deteneos». A mis espaldas oí a los dos caballos detenerse, saboreando un extraño amargor en la punta de la lengua.
Recorrí con ojos ansiosos el bosque que nos rodeaba. El dulce canto de algunas aves parecía indicar que no había nada anómalo; sin embargo, la experiencia me había demostrado que en el Gran Bosque nada era lo que parecía.
Nos quedamos unos minutos detenidos, paralizados sobre nuestras monturas y prácticamente conteniendo el aliento.
Rememoré la sensación de tener la vista de algo sobre mí, el modo en que todos mis sentidos habían chillado ante la amenaza invisible que escondía en algún punto del follaje. Estudié mi entorno, buscando que se repitiera esa sensación... pero no percibí nada fuera de lugar.
Los segundos siguieron pasando hasta que el brazo de Altair bajó con lentitud, indicando que podíamos reanudar la marcha. Lentamente, como si temiéramos atraer una presencia indeseada, hicimos que los caballos volvieran a ponerse en movimiento, siguiendo la estela de la montura en la que viajábamos Altair y yo.
Un resplandor rojizo incidió sobre mi mirada, arrancándome un gemido ahogado. Mis dedos se clavaron en los costados de mi amigo para impedir que resbalara de la manta que cubría el lomo del animal; el corazón arrancó a latirme con violencia cuando divisé fugazmente entre las ramas a la criatura que había causado ese efecto óptico.
Era la misma que había creído ver al adentrarnos en el Gran Bosque, siguiéndonos la pista como un silencioso depredador, y que ahora se apresuraba a desaparecer entre la parte superior y más frondosa del árbol donde segundos antes había estado.
Una enorme ave cuyo plumaje se asemejaba a unas feroces y ardientes llamas.
* * *
¡FELIZ SAN VALENTÍN!
Os envío un abrazo y un besito virtual a todes, agradeciéndoos la paciencia que tenéis conmigo
y... porque hemos tenido la casi presentación de uno de los personajes que está a la vuelta de la esquina (véase el capítulo 40)
Sé que he estado desaparecida durante mucho, mucho tiempo, pero la vida adulta me ha golpeado con fuerza. El estrés de estar sometida a trabajo/estudio/repeat me tiene loquita, ya que apenas me deja unos minutos para poder dedicarme a escribir; eso, sumado a que tenía tremendo bloqueo escritor, han hecho que diciembre hasta febrero apenas haya podido avanzar nada.
Por eso, para no estar en modo fantasma, he tomado la decisión de pasar mis actualizaciones a una por mes, siendo el día de actualización el segundo sábado. Entiendo que pueda ser una mala noticia, pero es el único modo que se me ha ocurrido para darme tiempo a coger la habitualidad que tenía antes de que la hecatombe de las responsabilidades que están apareciendo en mi vida me hayan dejado KO.
A modo de ¿compensación? os propongo que digáis en este párrafo qué historia os gustaría que actualizara (entre La Nigromante, Daughter of Ruins o Vástago de Hielo) y quien lleve más comentarios será actualizado, siendo la dinámica de cada mes.
So... ¿con qué historia nos leemos próximamente? Os leo y gracias por la comprensión.
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