❧ 35
Aquel plan era producto de mi desesperación.
La cabeza me martilleaba con violencia tras lo sucedido, quizá un dolor residual por haber empleado aquel objeto mágico, pero tenía que intentarlo de nuevo. Altair aún estaba tendido en el suelo, la herida continuaba sangrando y el tiempo corría en nuestra contra. Podía ver en la mirada de mi amigo el esfuerzo que estaba haciendo por mantenerse consciente, por permanecer conmigo.
Mis dedos se cerraron con más fuerza sobre la esfera que todavía sostenía en mi mano, notando su calidez.
La petición de hacía unos segundos aún flotaba en el ambiente, entre nosotros. Había sido gracias a mi naturaleza mestiza —pues no podía seguir esquivando más esa dolorosa verdad— la que me había permitido emplear el arcano... Había sido mi sangre, la poca magia que corría por mis venas, la que me había conducido hasta él en Merain.
Podía utilizarlo sin que el poder que contenía pudiera afectarme del mismo modo que a Altair. Que a un humano cualquiera.
Las dudas me asaltaron a traición, haciendo que mi mano libre empezara a temblar. Mi instinto había tomado las riendas al enfrentarme al fae, pero ahora no sabía bien cómo proceder; aún podía sentir la conexión con la magia que nos rodeaba, gracias al arcano, pero no sabía cómo emplearla para curar a mi amigo.
Mi mirada conectó de nuevo con los ojos azules de Altair y una punzada de ansiedad me traspasó al ser consciente de los segundos que transcurrían, lo peligroso que podía resultar.
Tomé una insegura bocanada de aire y busqué aquel hilo que continuaba estando ahí, en mi interior. Dejé de nuevo que aquella parte desconocida de mi ser me guiara del mismo modo que había hecho durante mi lucha contra Faurak: arranqué la daga que aún seguía enterrada en el cuerpo de mi amigo y presioné mi palma contra la herida, humedeciéndomela con su sangre. Un chispazo recorrió mi brazo, seguido de una inconfundible sensación de calor acumulándose en la zona; un gruñido brotó de los labios de Altair, haciendo saltar mis alarmas. Haciéndome creer que había sido una temeridad, un error.
Pero una voz, no la misma que me había acompañado mientras me enfrentaba al fae, me instó a que no rompiera el contacto y que dejara que la energía siguiera fluyendo entre nosotros.
La expresión de dolor de mi amigo fue desvaneciéndose, siendo sustituida por otra llena de desconcierto e incertidumbre. El calor que había sentido en la palma fue desvaneciéndose poco a poco, junto con mis propias fuerzas; me hice a un lado y el arcano rodó por mi mano hasta caer al suelo, cortando la conexión... pero no haciéndola desaparecer, no del todo. Tal y como había sucedido la noche en que lo encontramos, el poder residual que envolvía a la esfera aún seguía en mi interior; aunque ahora no podía evitar preguntarme si no sería mi propio poder, despierto gracias al arcano.
El miedo comenzó a trepar por mi espalda al observar a mi amigo. ¿Habría unido las piezas? ¿Habría adivinado la verdad que Morag había compartido conmigo unas noches atrás? El efecto del arcano era distinto en Altair, pues había visto un extraño brillo en su mirada tras entrar en contacto con aquel objeto. Había percibido la atracción que ejercía sobre él...
—Verine —el susurro ahogado de Altair me devolvió al bosque. Al presente.
Pestañeé, saliendo del trance, y mis ojos bajaron inconscientemente hacia la herida. La sangre había desaparecido y parecía estar cerrada, pero continuaba enrojecida; mis habilidades para curar con el arcano dejaban mucho que desear, pero debía ser suficiente... por el momento.
—Altair —dije con voz ahogada, luego tragué saliva, recordando que teníamos que marcharnos de allí lo antes posible—. Tienes que ponerte en pie. Ahora.
Le ayudé a incorporarse, pasándole un brazo por la cintura para que se mantuviera en pie. Mi mirada cayó entonces en el arcano; era un objeto demasiado valioso para dejarlo abandonado en aquel rincón perdido de aquel bosque y una parte de mí aullaba ante la idea de dejarlo atrás después del esfuerzo y el recelo con el que el lord había velado por mantenerlo en secreto, lejos de las ambiciosas manos de nuestros captores: advertí a Altair de mis intenciones antes de inclinarme para recogerlo. La caja que lo había mantenido escondido durante todo aquel trayecto estaba a poca distancia, abierta entre la hojarasca.
Nos acercamos a ella renqueando para que pudiera tomarla, devolviendo a su legítimo lugar la esfera. Luego se la pasé a mi compañero para que la sostuviera mientras yo seguía siendo un punto de apoyo; no se me pasó por alto cómo los ojos azules de Altair barrieron la zona de la orilla del río donde había tenido lugar aquel sucio enfrentamiento que no había dejado ningún fae superviviente. Una bola pareció instalarse en mi garganta al rememorar en mi cabeza la última imagen que guardaba de Faurak atrapado en aquel nido de raíces que había invocado.
No quise ver por última vez su cadáver, por lo que nos hice girar a ambos hacia el otro extremo de la orilla, hacia donde el resto de mis amigos habían tenido la fortuna de salir huyendo.
Avanzamos con torpeza, dejando atrás los cuerpos de los fae, sin preocuparnos lo más mínimo qué sería de ellos, si no atraerían a criaturas de peor calaña. La tensión que había notado acumulándose por todo mi cuerpo fue diluyéndose levemente al poner distancia, al intentar seguir el rastro de nuestro grupo; Altair presionaba la caja contra su pecho, con el aliento escapándosele entre los dientes en forma de jadeos llenos de esfuerzo... y dolor.
—No ha funcionado —comprendí entonces, desviando mi mirada hacia la herida que le había causado Faurak—. No he podido cerrarla bien.
—Verine —su voz sonaba fatigada, provocándome un vuelco en el corazón—: me has salvado la vida y has podido... has podido controlarlo.
Un escalofrío descendió por mi espalda ante la mención implícita del arcano. Altair debía estar recordando su primer —y único— contacto que había tenido con él; al contrario que a mí, el embelesador poder que producía el arcano había sido demasiado potente para el lord, sin darle una sola oportunidad de doblegarlo.
Me mordí el labio inferior, con las dudas resurgiendo de nuevo. ¿Debía compartir con Altair mis recién descubiertos orígenes? Las advertencias de Morag habían resultado ser ciertas, desvelando mi propio mestizaje. La fae me había observado con severidad mientras trataba de sonsacarme una verdad desconocida para mí hasta ese momento y, a pesar de haberme intentado engatusar, una diminuta parte de mí sospechaba que había sido sincera al ofrecerme un hueco con los suyos. Una tentadora oferta porque ella sabía que, de saberse mi sangre mestiza, los que eran mis amigos terminarían por darme la espalda.
Me considerarían tan monstruo como los fae.
Por el rabillo del ojo no pude evitar espiar a Altair. Creía conocerle, creía que los años de amistad nos habían permitido a ambos llegar a saberlo todo el uno del otro... Quería creer que confesarle que mi madre había resultado ser una de ellos no cambiaría nada, pero las palabras se me atascaron en mitad de la garganta cuando traté de hablar. Desde que Altair pusiera en marcha su ambicioso —por no decir peligroso— plan de encontrar a Gareth había podido ver algunas facetas de mi amigo que desconocía por completo y el desagrado que sentía por los fae, la frialdad que había mostrado tras dar la orden de que Orei fuera ejecutada, hizo que no pudiera decir nada.
Debía mantener mi secreto conmigo, ni siquiera podría compartirlo con Greyjan o Alousius... mucho menos con Dex o Vako. La aversión que les provocaban aquellas criaturas borraría de un plumazo todo lo que habíamos compartido y yo me transformaría en un enemigo a abatir.
—Que hayas podido controlar el arcano... —Altair habló de nuevo, provocando que todo mi cuerpo se tensara ante lo que pensaba decir a continuación. Tenía miedo.
—No puedo... no puedo controlarlo del todo —le contradije, procurando usar un tono que no me delatara frente a mi amigo, que no levantara sus sospechas—: tu herida puede abrirse en cualquier momento.
—Pero has acabado con ese fae —me rebatió. No me gustó la dirección que estaba tomando la conversación, pero no supe cómo redirigirla sin que Altair creyera que algo me incomodaba—. He visto cómo esas raíces brotaban del suelo y he sentido... he sentido una extraña corriente rodeándonos.
—Cualquiera con el arcano en su poder habría sido capaz de hacer lo mismo.
Pero no estaba del todo segura. No sabía cómo actuaría el arcano si lo empleara un humano como Altair, el poder que canalizaba de todas partes quizá sería demasiado para alguien que no tuviera ni una sola gota de magia corriendo por sus venas; pero Orei había insinuado que el objeto podía ser empleado por cualquier persona.
La nota cortante de mi respuesta pareció disuadir a mi amigo de seguir con la conversación, sumiéndonos a ambos en otro silencio. Me permití aprovecharlo pensando en qué hacer con la herida que Altair todavía tenía en el pecho; a pesar de mis intenciones de sanarlo por completo, no había cumplido con mi objetivo. Era posible que hubiera restado gravedad a su estado, pero no podía confiar del todo en ello.
Y menos aún cuando no teníamos al alcance los medios necesarios para encargarnos de la herida, pues volver a usar el arcano no entraba en mis planes.
❧
Decir quién dio con quién sería complicado: tropezamos los unos con los otros mientras íbamos en direcciones contrarias, pues Greyjan y el resto de nuestros amigos habían decidido dar media vuelta, ignorando la orden que les había dado al ver cómo no aparecíamos Altair y yo.
Nos tambaleamos hacia el grupo y le dediqué una cansada, pero llena de sincero agradecimiento, sonrisa a Alousius cuando acudió en mi ayuda, cubriendo mi posición y sirviéndole de apoyo a un dolorido Altair. Pude advertir la intriga en algunos de sus rostros al ver que nuestro amigo continuaba presionando la caja contra su cuerpo; tragué saliva al creer atisbar un leve brillo sobrenatural en sus ojos azules, producto del arcano encerrado en su interior.
Di un paso hacia él, extendiendo mis manos en su dirección.
—Yo lo portaré, Altair —le dije.
Por unos segundos pensé que recibiría una negativa como respuesta pero mi amigo me tendió la caja casi a regañadientes. Dex optó por intervenir tras ver el intercambio de la caja de las manos de Altair a las mías; en el fondo de su mirada había un brillo de recelo e inconfundible preocupación.
—Estás herido —sus ojos se desviaron hacia mí con acusación.
La observación del chico hizo que toda la atención se centrara en Altair. Vako se acercó a su amigo mientras Alousius continuaba actuando de soporte, sosteniendo su peso para que pudiera seguir en pie; la culpa volvió a retorcerse en mi estómago, entremezclándose con el miedo a las preguntas que podrían surgir, al contemplar el corto alcance de mi propio poder, aunque hubiera querido disponer del arcano.
—¿Qué hay de lord Ephoras? —inquirió Altair, ignorando a su amigo.
Me sentí absurdamente egoísta por no haber recordado su presencia hasta que había escuchado al chico pronunciar su nombre. Dex chasqueó la lengua con visible fastidio e hizo un movimiento hacia el bosque; Alousius y Greyjan bajaron la mirada al suelo a la par, casi con vergüenza.
—Lo dejamos escondido —respondió pero, a juzgar por las reacciones que la pregunta de nuestro amigo había generado en algunos miembros del grupo, era evidente que no estaba siendo sincero.
Altair entrecerró los ojos, atrapando la mentira que Dex había empleado para tratar de encubrir lo que realmente había sucedido con lord Ephoras si nuestros caminos hubieran tardado un poco más en cruzarse.
—Ibas a dejarlo atrás —le acusó.
Mi parte más retorcida dio gracias en silencio de aquel giro en la conversación: si nos centrábamos en los planes de Dex respecto al moribundo lord, las preguntas sobre lo sucedido se retrasarían. Ganaría algún tiempo más para preparar las respuestas que tendría que dar.
Así que me mantuve al margen y dejé que la discusión que estaba gestándose a causa del herido siguiera su curso, estallando finalmente entre ambos.
—Es un lastre, Altair —Dex al menos tuvo la valentía de reconocerlo, sin tratar de buscar otra justificación—. Y, pese a lo que dijo Verine, no queríamos abandonaros.
Vako se situó junto al otro muchacho.
—Optamos por dejarlo lo suficientemente oculto para que no corriera peligro —contuve las ganas de recordarle que, en el Gran Bosque, los fae no eran las únicas criaturas que podían ser consideradas peligrosas... y más en aquella zona, tras haber cruzado la frontera—. Llevarlo con nosotros no habría hecho más que retrasarnos al ir en vuestra búsqueda.
Dex extendió los brazos, lanzándole a Altair una mirada llena de exasperación.
—Lord Ephoras está a las puertas de la muerte —a pesar de que no guardaba intenciones de herir a nuestro amigo, las palabras de Dex hicieron que Altair apretara la mandíbula con fuerza—. ¿Por qué seguir alargando su agonía? ¿Por qué no brindarle un poco de clemencia? No hay nada que podamos hacer por él...
Me tensé cuando los ojos azules de Altair se clavaron en mí.
Me tensé al descubrir un poso de esperanza en el fondo de ellos y me maldije en silencio.
—Quizá aún no esté todo perdido.
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Tras un escueto y vago relato por parte de Altair de lo que había sucedido en el lapso de tiempo que había transcurrido desde que yo les hubiera empujado a huir a través del bosque hasta que nos hubiéramos reunido de nuevo, llegamos a la conclusión de que no podríamos viajar por el Gran Bosque sin nada. Era posible que la amenaza que suponían nuestros captores se hubiera desvanecido, ya que todos estaban muertos, pero eso no nos garantizaba ni un mínimo de seguridad.
Mientras me inclinaba junto Alousius hacia un casi inconsciente lord Ephoras, Altair debatía con el resto del grupo nuestro próximo movimiento. Mi amigo aún seguía herido y necesitaba urgentemente cualquier tipo de tratamiento para impedir que pudiera aparecer una infección; Dex así lo hizo saber, señalando a lord Ephoras para convencer a Altair de que no participara en lo que tuvieran en mente.
—Greyjan, Vako y yo podemos regresar —se ofreció Dex con seguridad—. Si queremos regresar a Merain tenemos que tomar todo lo que podamos para el viaje.
Altair guardó silencio ante la suposición de Dex sobre el futuro. La caja del arcano pareció vibrar entre mis manos, recordándome su presencia; los planes de Altair siempre habían sido usar el arcano como moneda de cambio, sabiendo gracias a Orei lo importante que era aquel objeto, para intentar encontrar a su primo perdido. La compañía de miembros del Círculo de Hierro que el rey había escogido para proteger a su potencial heredero había sido masacrada sin piedad por Morag y sus secuaces. ¿Admitiría su derrota y nos haría regresar a Merain, aunque eso supusiera aceptar finalmente el futuro que su tío le tenía reservado desde que Gareth desapareció y toda esperanza de su regreso se redujo a cenizas?
Observé en silencio a mi amigo mientras repartía órdenes, enviando de regreso a la orilla donde había estallado la revuelta a Dex, Vako y Greyjan para que trajeran consigo todos los víveres que pudieran servirnos.
No pedí acompañarlos, no dije una sola palabra mientras mis amigos asentían con severidad y se internaban de nuevo en el bosque, deshaciendo el camino que habíamos seguido al huir de la masacre.
Con el arcano siempre cerca de mí, ayudé a Alousius a colocar a lord Ephoras, intentando que encontrara algo de comodidad. El estómago se me revolvió al ver el deplorable estado del hombre... al recordar cómo Altair se había negado a liberarle de aquel sufrimiento que arrastraba desde la noche de la emboscada. Sabía la idea que había pasado por su mente, la esperanza que guardaba al respecto.
Porque Altair quería que empleara de nuevo el arcano para intentar curar a lord Ephoras y yo no estaba segura de ser capaz de hacerlo por segunda vez.
* * *
Deseando como agua de mayo que aparezcan ciertos personajes ªªªªªªªªªªªªªªªªªª (uno de ellos ha tenido sus pequeños guiñitos en capis anteriores jujuju)
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