CAPÍTULO 51


Oscuridad

Natasha.

Habían pasado meses desde que me habían drogado y secuestrado. Me sentía con trece años otra vez, salvo que en esta historia no había nadie que me dijera que todo saldría bien y que tuviera paciencia. Sabia que Simón vendría por mi, pero no imagine que le llevara tanto tiempo, debía admitir que hasta yo estaba sorprendida por la organización que tenían mis captores.

Ellos sabían que luchar contra mi no era viable, los destrozaría, entonces me drogaron con algo lo suficientemente fuerte para dejarme nock out.

Había tratado de escapar en varias oportunidades, pero ellos me mantenían lo suficientemente drogada como para tener diez puntos de lucidez y el maldito lugar parecía un fuerte.

Ahora estaba sentada en un colchón viejo y un grillete encarcelando mi tobillo derecho.

También estaba más delgada. Todavía no sabía si la droga me la metían en la comida o el agua, así que trataba de comer y tomar lo menos posible y solo lo suficiente para mantenerme viva. Estos meses me habían servido para saber qué no era un secuestro común y corriente, había algo más, algo que no habíamos tenido en cuenta cuando armamos la ecuación.

No había visto, ni descifrado ningún rostro. El que me traía la comida vestía de negro y llevaba una máscara africana, no hablaba y sus gestos corporales eran indescifrables, estaba entrenado para este tipo de situación.

Dejo la bandeja en la mesa como siempre y salió dejándome sola. Mi estomago rugió, pero lo obligue a contenerse, debía idear un forma de salir de esta basurero o por lo menos de enviarle alguna señal a Simón sobre mi paradero.

Comí en silencio, necesitaba recargar energías. La puerta se abrió y dos hombres con mascaras entraron y se dirigieron hasta mi. Mantuve la calma y deje que me sacaran el grillete y que pensaran que no tendrían problemas, mientras yo estudiaba mi entorno.

Era la primera vez que me sacarían de mi prisión y debía ser astuta. Me pusieron unas esposas y me sacaran de la habitación. Una mujer menuda nos estaba esperando, llevaba su cabello rubio perfectamente peinado, gafas e iba vestida formalmente.

-Llévenla a bañarse y que se cambie de ropa, ella no querrá desatar la ira del jefe al verla en este deplorable estado.

Su acento era ruso, pude entender perfectamente lo que les había ordenado. Los dos hombres me agarraron con fuerza y me llevaron a otra habitación, en donde me esperaban dos mujeres.

Ella me recibieron y quisieron desvestirme-si me quitan estas-les mostré las esposas-puedo hacerlo sola.

Una de ella me miro aterrorizada y negó frenéticamente-No podemos hacer eso señorita, el amo nos castigara. Por favor coopere y déjenos asearla y ponerla guapa para la ocasión.

Al final termino desistiendo y dejándolas lavar mi cuerpo y vestirme como a una maldita muñeca de porcelana. El vestido que me ponen es rojo y tienen piedras incrustadas en el pecho y el escote, mi rostros es sutilmente maquillado y mi cabello es recogido en un moño desordenado.

-Es usted hermosa señorita.

-Gracias ¿Cómo es el jefe?

Ellas se miraron entre si y la que me había respondido antes fue la que me respondió ahora- cuando lo vea agache la cabeza y solo hable cuando el así lo quiera. Responda lo que le pregunte y no lo desautorice o insulte, eso haría que la mataran y usted es muy joven para morir, he visto su anillo ¿es casada?

Mis ojos se centran en dedo y el anillo que lo adorna, una sonrisa nostálgica aparece en mi rostro tan fugaz que así como vino se fue. Ese anillo es lo que me mantuvo viva todo este tiempo, lo que me motiva a no dejarme vencer.

-Si.

La mujer se acerca y me susurra-entonces luche Natasha. Usted no es cualquier mujer, lleva sangre de guerrera.

En el momento en que iba a preguntarle como diablos sabia mi nombre, la puerta se abrió y entraron los dos hombres con macaras y me llevaron afuera de la habitación. Me di vuelta y mire a la mujer por ultima vez, había algo tan familiar en su ojos que me desconcertó, ella me sonrió y susurro tu puedes, antes de perderle de vista e internarnos en el pasillo.

Me llevaron a través de el, hasta llegar a un gran salón decorado al estilo bizantino. Un hombre canoso me daba la espalda mientras bebía algún licor. Quise adelantarme, pero los hombres me sujetaron con fuerza.

-Suéltenla.

Esa voz ¿Por qué se me hacia tan familiar? ¡Mierda! No podía ser.

Cuando el hombre se dio vuelta, mis sospechas fueron confirmadas y mi mundo se rompió en mil pedazos.


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