Capítulo 21 - Descanso de los no-muertos
Layla estaba temblando, deseando salir de allí. Incluso Karen, con sus doscientos años, no había podido evitar llevarse la mano a la boca ante una situación tan traumática. Golda se sentía inservible. Ya no podía detener a su hermano. Había vidas en juego. Vidas que respetaba. No podía rebajarse a la metodología sádica de su hermano.
Gwen fijó su vista en Dag, quien observaba en silencio la escena. También paralizado, pero sin dejar ver su verdadera preocupación.
—Bueno, ahora que todo está claro podemos continuar —finalizó Asaf agarrando a Alex del brazo para levantarla del suelo.
Ella volvió a mirar a Dag como intentando avisarle de lo que haría a continuación.
—Necesito que vengan —susurró.
—No estás en posición de pedir nada.
—Podríais eliminarlos si quisierais, ¿qué os importa?
Asaf y Ansgar cruzaron miradas antes de dar un veredicto.
—Más os vale no intentar ninguna tontería —advirtió el mayor.
Dag se acercó enseguida a la muchacha pelirroja y aunque uno de los Suecos que les rodeaban se puso a su lado de manera intimidante no le importó. En lugar de eso clavó su mirada en el secuaz arremangándose y le amenazó, con una seriedad tal que incluso Alex se asustó.
—¿Sabes lo que le hice al resto de vosotros? Mutilados, partidos en dos, sin cabeza... Así que qué corra el aire.
El vampiro dio unos pasos atrás, pero a sus jefes no les importó. Si trataba de impedirles lograr su objetivo, lo matarían en un parpadeo.
Dag puso su mano en la espalda de Alex con delicadeza para que caminase, como había hecho al principio de la velada. Sus ojos se encontraron durante unos segundos en los que ella le daba las gracias sin hablar y él le sonreía.
—Va a salir bien.
Layla se colocó al lado de su amiga cuando cruzaron las puertas para salir al patio encabezados por Elizabeth Edevane.
Había varios lobos muertos y ni rastro de cazadores. Gwen sabía que perdería aliados aquella noche, pero eso no impidió que se le escapase una lágrima. Puck encontró caras reconocidas entre los fallecidos, pero se mantuvo firme.
Pronto llegaron a la parte trasera del auditorio del instituto. Allí se alzaba un gran roble que destacaba entre el resto por su frondosidad y por la gran cantidad de arbustos, helechos y flores que cubrían sus raíces.
Fue entonces cuando Liz se agachó a sus pies y comenzó a remover la tierra.
—¿Aquí está la tumba? Creí que tendríamos que caminar un poco más —se sorprendió Layla observando las acciones de la cazadora.
—En medio de un instituto llamaría más la atención si alguien quisiese entrar —replicó esta.
—Pero también llamaría más la atención intentar defenderla. No es que paséis desapercibidos con estacas, escopetas y demás.
Asaf escuchaba la conversación con impaciencia mientras no quitaba un ojo de encima a la vidente. Cuando Alex se dio cuenta y se puso nerviosa, Dag la abrazó con más fuerza para distraerla. Karen miró al muchacho con un gesto de aprobación en el rostro, por fin orgullosa de verle hacer algo bueno.
—A parte de que hasta ahora nadie sabía dónde estaba... No es necesario defenderla.
Todos dirigieron la atención al suelo, donde Liz había desenterrado un asa de metal y tiraba de él. Al abrirse la trampilla a la que pertenecía, los vampiros soltaron un ruido de repulsión. A algunos los ojos incluso les cambiaron y a Dag le sorprendió que Ansgar continuase impasible.
—¿Por qué demonios no te afecta la violeta? Con los nómadas tampoco reaccionaste.
—Eso a ti no te incumbe —sonrió Ansgar.
—BASTA —gritó Asaf con furia—. Cazadora, ¿como podemos evitar la violeta?
—No podéis. Vais a tener que resistir el olor. El material con el que se construyó este sitio se mezcló con la flor.
Dag pidió a Karen que se acercase.
—Deberías quedarte fuera. Podrías perder el control ahí dentro.
—Quédate tú fuera —refunfuñó—. Tú también podrías volverte loco ahí abajo.
—Karen, tiene razón —dijo Layla.
—Soy más viejo que tú, puedo resistirlo. Además tú sigues bebiendo de bolsas, no es seguro. —Ella agachó la cabeza frustrada—. Si pasa algo lo oirás y podrás bajar, ¿vale?
Alex se lanzó a los brazos de Karen para abrazarla y Layla la imitó.
—Gracias —sollozó Alex—. Por si no vuelvo a verte.
La vampira devolvió el abrazo con fuerza y luego se apartó para mirar a sus dos amigas.
—Volveremos a vernos. Lo prometo.
—VAMOS —ordenó el Anciano.
Alex pudo ver los pelos blancos saliendo de las orejas de Gwen, que incluso empezaban a apuntarse, fruto de la tensión del momento.
Los Suecos que los acompañaban también se quedaron fuera con la vampira.
De un salto, uno a uno fueron bajando a la tumba. Abajo todo estaba oscuro hasta que Elizabeth encendió una linterna que guardaba hasta ahora en un pequeño zurrón que le colgaba de la cintura. Alex decidió sacar su teléfono para iluminar con él.
El olor a violeta era casi insoportable allí. Dag no podía evitar gruñir de vez en cuando tratando de reprimir su ansia. Aun con su esfuerzo no logró evitar que Alex viese como aparecían las venas de sus ojos y se preocupara.
—Tranquila, estoy bien —intentó calmarla, pero mirando hacia otro lado para que no le viese más.
—No es verdad.
Layla cambió su puesto con Dag quitando la mano del vampiro de su cintura y cambiándola por la suya.
—Déjamelo a mí —sonrió, al tiempo que él se quedaba detrás.
Puck se adelantó y se puso al otro lado de Alex para ayudar a Layla a sujetarla. La vidente parecía agotada por el shock.
Ansgar se burló.
—Patético.
—Yo no me cabrearía ahora mismo —le amenazó Dag.
El estrecho pasillo parecía interminable y los vampiros afectados se movían con cansancio. La cazadora sólo consiguió aumentar el nerviosismo.
—Ni se os ocurra tocar las paredes o será lo último que hagáis —advirtió Liz.
Cuando el camino convergió en lo que parecía un recibidor, Elizabeth les hizo esperar mientras se adelantaba para desactivar las trampas.
Allí no había tanta concentración de violeta en el aire por lo que los vampiros pudieron relajarse un poco.
Los nómadas, que hasta ahora habían permanecido en silencio se pronunciaron.
—Van está tras esas puertas. Sus cenizas.
—Y cuando le encontremos, ¿qué pasará? ¿Qué tendrá que hacer Alex? —preguntó Carlos.
—Actuará como canalizador del alma de Van. La pasaremos de un cuerpo a otro.
—¿A qué cuerpo?
—Al mio.
Todos se quedaron boquiabiertos ante las palabras de Ansgar. Asaf aclaró sus intenciones.
—Un vampiro está condenado a su cuerpo. No se puede transferir un alma de vampiro a un cuerpo humano —comenzó—. Pero claro, la única manera de que un alma pase de un cuerpo a otro es que el cuerpo receptor esté vivo. Es un gran problema.
—Entonces es imposible —analizó Alex con extrañeza.
Ansgar sonrió con malicia mordiéndose el labio.
Dag ató todos los cabos justo en ese instante y abrió los ojos como platos.
—Un vampiro que aún sigue vivo —levantó la vista que tenía clavada en el suelo. Todos le miraban con inquietud y preocupación—. Alguien en transición —tragó saliva—. Por eso huele a vampiro, por eso es débil para la edad que tiene, por eso sólo le hemos visto de noche y por eso no le afecta la violeta. Cuando la estaca de Liz estalló Asaf tuvo que llevárselo antes de que nos diésemos cuenta...
Todos quedaron perplejos ante el descubrimiento. El aludido no pudo evitar soltar una carcajada y aplaudir.
—¡Bravo! Una pena que ahora sea demasiado tarde...
—¿Cómo has podido aguantar 700 años sin sangre?
—Sin sangre humana, Dag. No sin otros tipos —aclaró entre risas
Liz regresó a tiempo para escuchar lo suficiente de la conversación como para entender lo que sucedía.
—Por eso quiso morderme. Porque los cazadores somos algo más que humanos.
—Una sangre exquisita la de los cazadores. Quizá luego puedas unirte al festín que tengo planeado para las familias —se relamió.
Sin mediar palabra la cazadora dio la vuelta y cruzó las puertas que llevaban a las cenizas de Giovanni, esperando que el grupo la siguiera.
De nuevo, el olor a violeta se hizo más fuerte y al llegar a una sala más grande con un altar cubierto de ceniza casi se hizo insoportable.
Alexandra Whitmore contempló la pila de ceniza con respiración agitada. Sólo con verlo sabía que allí descansaba algo poderoso.
Dag se acercó al altar también para observar los restos del que fue su creador y compañero de viaje más de quinientos años. En tantos siglos y aunque no le gustase, se había convertido en la única figura paterna que conocía y en uno de los miembros de la poca familia que tenía. No pudo evitar recordar el pasado. Giovanni había hecho muchísimas cosas malas como él. Le había hecho daño en más de una ocasión. Física y psicológicamente.
Pero en ese momento —lo achacó a la confusión de la violeta— sólo le vinieron buenos recuerdos a la cabeza y pensó en todas aquellas veces que habían estado hablando como padre e hijo de su hogar, de como Van lo extrañaba. Añoraba pertenecer a un lugar, había perdido su tierra. Era lo primero que se le arrebataba a los vampiros.
Los nómadas se acercaron a la vidente y esta reunió fuerzas para despegarse de sus amigos.
—Vamos Zanahoria, confío en ti. Tienes que vivir para nuestro baile de graduación —sonrió convencida mientras la abrazaba.
—No podemos dejar que tu última pareja para el baile haya sido ese chupasangres —rió Puck para intentar hacerla sentir segura. Luego se unió al abrazo.
Alex recordó las palabras de Dag en la biblioteca. Aquel día que se habían reencontrado tras descubrir su oscuro secreto.
«A mi me puedes llamar como quieras mientras me hables».
La chica logró sacar de lo más hondo una sonrisa tranquilizadora para el resto y se sintió por primera vez preparada.
Calum extendió las manos frente a ella.
—Alexandra, únete a mí.
—¿Y Ansgar? —preguntó Asaf.
—Él debe permanecer quieto para que el alma de Giovanni lo encuentre.
Alexandra obedeció y puso sus manos sobre las de la nómada.
—Ahora concéntrate. Llama a Giovanni.
Ella cerró los ojos ante la atenta mirada de los presentes e inspiró.
—Van, estamos aquí.
Al espirar y abrir los ojos vio como la ceniza tomaba forma, volumen y color hasta mostrar a Van yaciendo. Éste se incorporó y Alex descubrió que la ceniza seguía como la habían encontrado y la transformación había sido una alucinación suya.
—Buenas noches, Alexandra. Al fin nos encontramos —saludó echando un vistazo a sus restos.
—Está aquí —avisó la vidente.
—Bien. Arlet, trae los ingredientes —ordenó a la otra nómada.
Esta sacó de una bolsa de cuero bajo su túnica varias hierbas y frascos con líquidos.
—Primero, la salvia de Madre para recuperar lo que se perdió —enumeró mientras esparcía un líquido amarillo y viscoso sobre la cabeza de Alex y los restos de Van—, después lo que lo redujo a cenizas —continuó, esparciendo un polvo de violeta y mezclándolo con las cenizas— y por último... el canalizador.
Arlet sacó un cuchillo, que por las florituras, detalles y gemas que lo adornaban parecía ceremonial, y cortó la palma de la mano de Alex. Esto hizo que Dag apartase la mirada por unos segundos hasta comprender que tenía que hacer todo lo posible por resistirse una vez más si quería que todo lo que había hecho mereciese la pena.
Pese a que la herida no fue profunda ni demasiado dolorosa en comparación con otras que le habían hecho, no pudo impedir hacer un ruidito de sorpresa y dolor.
Después Arlet hizo que colocase la mano sobre las cenizas y comenzó a recitar. Asaf se le acercó y le susurró amenazadoramente, pero Arlet y Calum no se detuvieron y se limitaron a asentir.
—Espero que sepan lo que le depara el futuro a quien me traiciona. Sé que no se les puede matar de manera normal. Pero los vampiros pierden el alma al ser transformados, ergo...
«Ergo...»
Alex recordaba esa palabra de la conversación que había tenido con Van. No había escuchado a nadie no-ficticio decirlo, y por eso le había llamado la atención. En medio de sus pensamientos, otra voz empezó a elevarse gritando y alertando y al mirar a su derecha la vio. Kelly Prankett. No la había visto desde el día en que se había desmayado.
—ALEX APARTA LA MANO—gritó—. VAN NO TIENE QUE VOLVER. VAN N-
En ese momento, una mano surgió de las sombras a espaldas de Kelly y le tapó la boca mientras lloraba. La mano tenía venas rojas sobresaliendo. Era la de Giovanni. Hizo cada vez más y más presión hasta que empezó a romper los dientes de Kelly y después su cuerpo empezó a resquebrajarse como si fuese porcelana hasta estallar y desaparecer en una nube de polvo.
—¡NO! —gritó, intentando apartar la mano, pero Asaf la detuvo.
Elizabeth le disparó con su ballesta directamente al corazón pero este atrapó la flecha y se la devolvió, clavándosela en el hombro y haciendo que perdiese el equilibrio y cayese rendida al suelo.
Calum y Arlet habían entrado en trance y no podían parar.
Cuando Golda, Dag y Gwen corrieron para intentar apartar a Asaf, Ansgar se lanzó sobre Puck y le mordió para que no pudiese moverse. Layla trató de ayudar, dándole una patada en la cabeza que logró que se separase. Pero entonces fue a por ella.
Puck intentó redirigir su atención pero eso sólo consiguió que le asestara una coz que lo lanzó contra la pared e hizo que se golpearse la cabeza tan fuerte que quedó inconsciente.
Layla esquivaba sus golpes con velocidad, pero no la necesaria. Ansgar consiguió atraparla y fue entonces cuando sacó una estaca que había guardado en su vestido, ahora ya roto, para clavársela. Lo apartó de un cabezazo lo suficiente como para poder ver dónde apuntaba. Aprovechó la ventaja de que sabía que no le morderia. Finalmente dirigió la estaca al corazón de Ansgar con toda la fuerza que tenía y le atravesó el pecho.
Pero falló.
Al vampiro no le tomó más de unos segundos repetir lo que había hecho con Puck y dirigirse a la vidente.
Alexandra estaba concentrada en lo que Giovanni hacía. Era la única que podía verle y quizá la única que podría detenerlo.
En un momento el alma se transformó en una bruma y comenzó a moverse rápidamente por la habitación. El cambio era inminente.
Entonces Karen entro en la sala a toda velocidad y se subió sobre Asaf intentando arrancarle la cabeza con todas sus fuerzas. Tenía la ropa y la boca manchadas de sangre y parecía más desinhibida que nunca.
Asaf tuvo que usar una de sus manos para apartarla y eso le dio tiempo a Golda para darle un puñetazo en la barbilla. Ansgar apareció a su lado para atacarla pero Karen se recuperó más rápido que nunca y pudo detenerlo antes de que intentase nada.
Dag se fijó en que la mirada de Alex se movía rápidamente recorriendo la sala y entonces comprendió que estaba viendo el alma de Van. Conforme se acercaba a ella, él soltó a Asaf y agarró a Calum.
Le mordió velozmente propagando su veneno. La vidente observó anonadada como se mordía la muñeca y le daba su sangre antes de partirle el cuello.
Se dio cuenta de lo que intentaba justo antes de sentir como Giovanni la atravesaba y recorría su cuerpo. Intentaba salir por el lado donde Ansgar se encontraba, pero Alex se concentró y lo redirigió a sus brazos, donde con un impulso de estos consiguió que entrase en el cuerpo que Calum ocupaba.
La nómada se desplomó y sus mechones marrones y sus rasgos juveniles desaparecieron para dar paso a canas y arrugas. Van estaba corrompiendo su cuerpo. El aura que hasta ahora la había rodeado se apagó y la del vampiro apareció.
Alex volvió a sentir la vida, pero esta vez comprendió el motivo. Giovanni quería arrebatar vida, acumular, destruir...
Dag lanzó a Calum hacia la pared para que se quemase pero entonces Asaf lo atrapó en el aire y desapareció. Gwen se transformó en lobo en pleno salto e intentó seguirlos pero su velocidad no fue suficiente.
Habían perdido.
Se habían confiado. Y ahora todo lo que lograron no servía de nada.
Karen echó un vistazo a Dag y luego a Layla y descubrió que no respiraba. Su corazón ya no latía. Alex se percató de sus dos amigos tirados en el suelo. Pero Layla tenía un charco de sangre bajo su cabeza y estaba totalmente quieta.
La vidente se abalanzó sobre ella con las pocas fuerzas que tenía y la tomó entre sus brazos.
—No se mueve —lloró—. No se mueve —repitió.
Karen se acercó y miró desde arriba y entonces se vio a sí misma. Se dio cuenta de que lo que había hecho no había servido para salvar a todos y lanzó una mirada rápida a Dag con los ojos llorosos. Una despedida.
Karen desapareció en apenas unos segundos.
—Gwen, intenta detenerla —ordenó el vampiro antes de arrodillarse junto a Alex.
Seguía molesto por la violeta y la sangre pero nada de eso le importó cuando la vio llorando desconsoladamente junto al cadáver de la que una vez fue su amiga. Por primera vez en siglos sintió compasión.
—Dag dale tú sangre. Cúrala —suplicó la vidente.
—Eso ya no va a funcionar...
—Por favor... ¡POR FAVOR! —aulló, hecha un mar de lágrimas.
—Alex... —dijo intentando apartarla del cadáver y cerrándole a Layla los ojos—. Vamos Alex. Vamos a casa.
—No puedo volver sin ella —negó. Luego se volvió furiosa hacía el muchacho—. Tú... Prometiste que saldría bien... Han muerto por mi culpa... Philip y Layla han muerto por mi culpa. Han hecho daño a gente por mi culpa. Y no ha servido para nada. ¡ME MENTISTE!
—Alex...
La muchacha reconoció la voz de inmediato. Layla estaba justo a su lado, con los ojos llorosos, cubierta de sangre, tal como lo estaba su cuerpo en el suelo. Le tomó la mano, aunque ella no lo sintió. Se limitó a escucharla, desesperada.
—Estaré bien, tienes que seguir adelante. Aún se les puede parar. Tienes que pararl-
Entonces Alex dejó de escucharla y su imagen fue haciéndose cada vez más y más borrosa hasta desaparecer. Ya no la veía, ni la oía, ni la sentía. Lo único que sabía es que estaba a punto de desmayarse.
Dag, junto a ella, vio como los ojos se le cerraban y perdía fuerza y la tomó en brazos antes de que se cayese.
Antes de salir de allí, Gwen regresó y recuperó su forma humana para ayudar al vampiro a cargar con los heridos junto con la nómada que quedaba. Puck pudo levantarse, aunque estaba tan mareado que ni siquiera se dio cuenta de que Layla estaba en el suelo. A Elizabeth, que no había podido hacer otra cosa que observar la pelea, tuvo que cargarla sobre su hombro porque se había quedado inconsciente debido a la pérdida de sangre.
Gwen y Dag se miraron.
—Ha huido. He intentado convencerla pero...
—Gracias Gwen —asintió, cortando la conversación de forma tajante.
Después salieron de la tumba.
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