25.- Ducha

No tengo perdón de Dios, lo sé, he tenido malos días y eso tiene súper muerta mi inspiración, mis musas son caprichosas y no les gusta cuando está todo negro por acá. Tengo toda la intención de terminar los retos, les pido un poco de paciencia. 

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La primera vez que lo tuvo detrás de él sintió miedo, sobre todo porque estaba desnudo en las regaderas y porque le cubrió los ojos sin que pudiera detenerlo, tenía toda la intención de escapar, no obstante la voz grave susurrando a su oído y la suavidad con que era acariciado le dejaron desarmado.

- Tranquilo... no te haré daño... - Prometió el otro antes de besar su cuello.

Su respiración se agitó sin que pudiera evitarlo, el cuerpo que le tenía atrapado contra el azulejo era considerablemente más grande y fuerte que él imposibilitándole cualquier posibilidad de presentar resistencia, sin embargo esta seguro que la adrenalina que le recorría en ese momento más tenía que ver con las manos que le acariciaban sin contemplación alguna que con el miedo que debería de haber sentido ante lo inesperado de la situación.

Se sumergió en el placer de ser tocado sin siquiera esperarlo, aferrándose a la mano apoyada en la pared, que era lo único a que podía aferrarse en esos momento para liberar un poco la ansiedad de sentirlo frotar su miembro duro contra su trasero, al sentirlo acariciar su propia virilidad con un ritmo delicioso.

- Déjame poseerte... - pidió con la voz ahora ronca, quemándole con su aliento aun cuando el agua de la ducha que los mojaba era fría.

- Hazlo... - se escuchó respondiendo sin pensarlo, presa de la necesidad que ahora recorría su cuerpo.

Sintió que se soltaba de su mano solo para segundos después sentir aquel primer dedo en su entrada, empujando.

- Relájate... - Escuchó de nuevo la ronca voz cuando intentó sostenerse de algo rasguñando simplemente el azulejo frente así.

Asintió con la cabeza, y apenas su cadera había comenzado a moverse, sintió un nuevo dedo invadir su cuerpo, haciéndole gemir suavemente. Esta vez no hubo palabras, pero si los besos de aquel que acariciaba su hombro, suaves, cálidos, contrastando el roce de la rasposa barba sobre su piel sensible.

Para el tercer dedo ambos respiraban ansiosos, deseando lo que venía después y un cuarto nunca existió porque ninguno de los dos lo hubiera resistido sin venirse, entonces lo sintió entrar en él.

Aun cuando tenía los ojos vendados, cerró los ojos con fuerza, conteniendo la respiración hasta que lo sintió detenerse cuando llegó hasta el fondo de su cuerpo.

Siente los dientes rozar su nuca, entonces inclina la cabeza para darle más acceso antes de que el vaivén de las caderas comience. Inicia lento, como si quisiera conocer su cuerpo, entonces poco a poco cuando ambos han encontrado el ritmo correcto, ni siquiera el agua ahora fría es capaz de eliminar el calor de ambos cuerpos.

El pelinegro empuja su cadera hacía atrás, buscando que el otro se clave más profundamente en él, al mismo tiempo que siente los dedos de su amante secreto atenazar la blanca piel de estas con tanta fuerza que está seguro al día siguiente tendrá los largos dedos dibujados con demasiada claridad, como la indiscutible muestra de que aquel hombre misterioso que ahora gruñe sobre sus hombros no es parte de una loca fantasía suya.

Aun cuando su mente debería estar ocupada en otros pensamientos más preocupantes, le excita pensar que ha provocado en él ese grado de deseo para tenerlo acariciando su cuerpo como un poseído, llevándole a tocar el éxtasis de una forma nunca antes conocida. Gime y jadea sin poder contener expresar el placer que siente, lamentando no tener un nombre al cual aferrarse, lamentando también no escuchar su nombre en medio de los gruñidos que le queman cuello, de las mordidas que mañana marcaran la piel de su espalda y sus hombros. No tiene tiempo de seguir pensando en eso, el orgasmos le golpea con fuerza, le deja sin aliento y hace que presione también al otro posesivamente dentro de sí, llevándole al cielo y dándole a él la satisfacción de haber provocado en aquel fuerte cuerpo tales sensaciones.

Nuevamente es consciente del sonido de la regadera, y siente como el hombre tras de sí, apoya nuevamente su mano al lado de su nublada cabeza, buscando un punto de apoyo ahora que no aferra con fuerza sus caderas. Se sostiene también a ella y suspira, lamentando no estar en su cama para disfrutar de los restos del orgasmo que al despojarle de la deliciosa tensión, le han dejado los músculos debilitados. Tal vez el otro es capaz de percibir aquello porque repentinamente lo sujeta del torso y amablemente le deposita en el piso de las duchas para que no caiga. Siente un beso en la base del cuello, donde comienza su espalda, y sabe que es una despedida, su respiración y el sonido agua del agua como únicos compañeros por los siguientes minutos mientras recupera fuerzas se lo confirman.

Los días siguientes le satisface ver en el espejo las marcas del aquel hombre sobre su cuerpo, e incluso en una ocasión el vivido recuerdo del encuentro es suficiente para darse placer por su cuenta, imaginando un rostro y un nombre para aquella grave voz, sintiendo en su propio toque, las manos del otro nuevamente recorrerle, el caliente aliento quemando su piel aún en la soledad en su alcoba.

Cuando las huellas del encuentro comienzan a borrarse y empieza a pensar que la escena podría ser parte de una alocada fantasía fruto del estrés, nuevamente vuelve su amante secreto cubriendo sus ojos, y esta vez no tiene miedo, esta vez tiembla ante el esperado encuentro.

- Te extrañé - confesó sobre su oído, pegando su grande cuerpo al suyo, dejándole sentir su marcada anatomía contra él. - No podía dejar de pensar en ti...

El de ojos verdes se estremece, por las palabras, por la cercanía, y sin pensar siquiera en lo irracional de sus actos, se aferra a los brazos que le abrazan por la cintura, recargando su cabeza en el hombro del más alto.

- Te necesito... - agrega luego de varios minutos de suaves y silenciosos caricias, mientras ambas anatomías se reconocen.

- Hazlo... - ordena sin esperar siquiera la pregunta, sintiendo como su cuerpo pide pertenecer al otro, dando comienzo nuevamente a una sesión de sexo bajo la ducha.

No recuerda si es en el tercero o el cuarto encuentro cuando se besan por primera vez, sonríe dentro de la desesperada caricia cuando percibe el agua de la regadera colarse entre sus bocas, ser parte del dominio que ejercen sobre sus labios.

El orgullo se le hincha considerablemente al saberse dueño del deseo de aquel que aun cuando no lo conoce físicamente, posé un cuerpo envidiable, saberse capaz de provocar que un extraño le busque de manera clandestina y le posea con esa necesidad que le deja el trasero adolorido al día siguiente, le genera mucha satisfacción, la suficiente para permitir que los encuentros continúen de manera anónima.

La frecuencia de estos aumenta, no sabe si ante la seguridad de saber que no habrá rechazo de su parte o ante necesidad que sienten ambos cada vez que están juntos, solo sabe que luego de sentirle entrar en él, cuando el ritmo comienza a hacerles perder la razón, lo escucha en aquella ocasión pronunciar su nombre.

- Loki... - la voz es tan gruesa, tan ronca, que le sacude como cuando se escucha un trueno surcar el cielo con violencia.

Entonces el placer aumenta considerablemente en los siguientes encuentros, porque sabe que lo conoce, se sabe dueño de su deseo, de su necesidad, de sus orgasmos, y aun cuando siente que aquello le hace sentir aún más placer durante el acto, sigue necesitando gritar el nombre de aquel que le permite encontrar el paraíso entre sus brazos, sin embargo se conoce y teme que al eliminar lo sensualmente misterioso de los encuentros, la situación termine como todas y cada una de sus relaciones, donde la monotonía le hace simplemente alejarse.

No busca indicios de saber quién es él, no presta atención a las voces cuando llega a las regaderas y ve a los otros salir, sin embargo como tentando a su determinación, esa ocasión cuando el delicioso orgasmo le tiene aún bajo sus efectos, siente como por primera vez la venda cae de sus ojos, permitiéndole ver al lado de su cabeza el brazo de aquel que aún recupera su respiración al lado de su oído, encontrándose con cuatro sencillas runas tatuadas sobre la piel y sabe que las conoce. 

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Sé que terminó un poco abrupto este reto, sucede que en mi cabeza tengo la versión extendida jajaja y si le sigo nunca voy a terminar así que espero terminar pronto con los retos restantes para continuar con los proyectos que tengo pendientes, entre ellos está darle una segunda parte a un par de las historias de aquí ya después tal vez les pregunte cual les llama la atención.

Espero pueden dejar un par de mensajitos. Gracias por la ciencia y por continuar leyendo a pesar de la espera, de verdad no lo hago adrede :(

Saludos

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