Capítulo 2: Excursión
Donald Blake estaba en la entrada del bosque donde vivía; recostado contra un árbol mientras bebía tragos profundos de una botella de cerveza. Traía puestos unos jeans azules muy desgastados y una sudadera gris con la capucha puesta. Un grupo de jóvenes se acercaba con el profesor Wednesday a la cabeza y una profesora a su lado.
—Nada me da más confianza que ver a nuestro guía y guardaespaldas ebrio antes de comenzar el trabajo —exclamó Wednesday con claro sarcasmo.
—Cállate, Wednesday —respondió Donald sin ganas.
—¿Sabes qué tu olor a alcohol se siente a kilómetros? —cuestionó con una malvada sonrisa el profesor.
—¿Sabes qué te podría partir a la mitad de un golpe? —pregunto el rubio notablemente molesto.
—Eso lo tengo más que claro grandote —aseguró Wednesday—. Ahora, ¿qué te parece si dejamos de pelear por quien la tiene más grande y entramos al maldito bosque? —habló en un tono tan calmado que algunos ni se dieron cuenta de la palabra “maldito”.
Blake prefirió no responder y simplemente les dio la espalda mientras les hacia una señal para que lo siguieran. El bosque no tenía un sendero establecido por lo cual cualquiera que no tuviera experiencia podría perderse pero el ex dios llevaba cientos de años viviendo allí.
—¿Por qué debemos venir a este aburrido bosque? —pregunto una chica rubia mientras se maquillaba sin prestar atención al camino.
—Porque los bosques son lugares mágicos —exclamó Wednesday—. Los antiguos nórdicos creían que estos eran lugares donde podían encontrarse todo tipo de criaturas. Seres como trolls, jottuns, hadas, elfos, duendes; incluso los propios dioses.
—Y nos puede morder un león —exclamó la estudiante.
—Los leones son de África, idiota —le respondió una compañera.
—Dah, es lo mismo —en ese momento la rubia se tropezó con una raíz de un árbol provocando la risa de varios compañeros.
—No se retrasen —advirtió de mala gana Blake.
Unos pocos kilómetros después llegaron hasta donde estaba la cabaña del ex dios y comenzaron a dejar en el suelo sus objetos de campaña como las tiendas.
—¿Hay alguna regla que debamos seguir, buen señor Blake? —pregunto Wednesday en un tono más que desinteresado.
—No entren a mi cabaña —advirtió en un tono que parecía más una amenaza.
—Créeme que prefiero ser comido por un lobo. Por cierto —exclamó girándose hacia sus estudiantes—, ¿quién sabe que dios de los mitos nórdicos morirá por las fauces de un lobo?
—Odín y creo que Tyr también —respondió un joven de cabellos castaños.
—Correcto y no tanto —afirmó Wednesday—. Tyr morirá por un mordida de Garn, el perro de Hela. Aunque cierto es que algunos consideran a Garn un lobo o incluso creen que es otro nombre para Fenrir; el lobo asesino de Odín. Aunque tal vez hablar de Ragnarök sea muy pronto para ustedes además que aún no llegamos a ese punto.
—¿No volveremos a hablar de como Odín y sus hermanos despedazaron a Ymir, cierto? —pregunto un estudiante.
—Tampoco volveremos al principio. Estos días aprovecharemos para hablar de otro dios muy importante: Thor.
Algunos voltearon a ver a Donald pues este pareció gruñir al escuchar aquel nombre. El rubio simplemente entró en su cabaña y trabó la puerta. El interior era solamente un horno de barro, una cama bastante desprolija y en el centro estaba semienterrado en el suelo el poderoso martillo Mjolnir.
Donald se acercó al martillo, sujeto su mango e intento levantarlo pero el martillo no se movió en lo más mínimo. El rubio soltó el mango y escupió al suelo con desprecio.
—Vete a la mierda, padre.
El rubio se recostó en su cama y colocó un brazo derecho detrás de su cabeza mientras cerraba los ojos para dormir un poco. En sus sueños, no podía evitar revivir sus pasado.
—¡Estas fuera de control! —exclamaba Odín con gran furia en su voz y algo de pesar también.
—Estoy haciendo lo que debí hacer desde un principio —exclamaba Thor con sus ojos totalmente rojos y su martillo en mano invocando rayos—. ¡Voy a exterminar a esos malditos monstruos!
—¿¡A costa de qué!?, ¿¡Cuantos mortales morirán por tus peleas, Thor!?
—Los que hagan falta —afirmó el dios del trueno lanzándose a atacar a su padre.
En ese momento un ruido despertó a Blake; alguien golpeaba su puerta.
—¡Señor Blake! —se escucho una voz femenina del otro lado de la puerta.
El ex dios se levantó y la abrió de mala gana, casi arrancado la puerta.
—¿Qué?
—Soy la profesora Darcy Lewis —se presentó la mujer—. Ya está anocheciendo y ninguno de nosotros sabemos hacer una fogata.
—¿Y eso en qué me afecta?
—Necesitamos su ayuda.
Darcy retrocedió cuando el colosal hombre empezó a caminar hacia afuera cerrando la puerta tras de sí.
—Tomamos algunos pedazos de leña que estaban apilados a un costado de su cabaña, espero no le moleste —dijo Darcy pero Donald no contestó.
El rubio simplemente se limitó a prender la fogata con suma facilidad ante la mirada de los presentes.
—Ah, nuestro héroe —exclamó Wednesday con una sonrisa irónica—. Como recompensa te invitaremos a comer, cantar y contar historias a la luz de las llamas.
—No me interesa —aseguró Blake.
—Pero te necesitamos aquí —afirmó Wednesday—. Imagina que alguna bestia del bosque se nos aparece y no llegas para protegernos.
El ex dios rodo los ojos y volvió a su cabaña tan solo para tomar su hacha. Muchos de los jóvenes e incluso los docentes quedaron impactados al ver aquella enorme arma.
—Wow, ¿haz matado a alguien con eso? —pregunto un joven de cabellos oscuros.
—Solo bestias —afirmó Donald.
—Me parece que esto es algo muy ofensivo y violento para los niños —dijo la directora de la escuela; una mujer obesa y con un rodete en el pelo.
—Oh, cállate Greta —exclamó Wednesday—. Si un oso aparece no va a defendernos con rosas y bombones.
Donald se sentó alrededor de la fogata de mala gana, quedando incómodamente frente a Wednesday. A su lado estaba la profesora Darcy y la joven rubia que se había tropezado hacía rato. Pronto se dio cuenta que habían más docentes de los que Wednesday le había dicho en un principio pues noto a dos hombres más a parte de él y a otra profesora cuyo rostro recordaba a un roedor pero se suavizaba al sonreír. Wednesday saco de su mochila unas varas metálicas que colocó sobre la fogata y en las que se puso a cocinar un enorme cerdo que salió de la gran hielera que trajo otro profesor.
—Bueno, mientras la comida se cocina creo que sería bueno empezar con una historia —afirmó Wednesday—. Thor, el poderoso dios del trueno, es el primogénito de Odín pero no lo tuvo con su esposa Frigg sino con una jotnar llamada Jord. Ella era una diosa de la tierra y de ahí que Thor tenga su conexión con los campos de cultivo, eso y su esposa Sif. Eso me da una idea perfecta; les contaré como Thor obtuvo su martillo.
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