Capítulo 1: Los Bosques de Midgard
En un bosque de Noruega, un grupo de enormes y horrendos seres humanoides se encontraban comiendo los restos de animales y algunos cazadores. Aquellos eran trolls; monstruos que vagaban entre los reinos saqueando, violando, matando y causando todo tipo de caos.
Los huesos de sus víctimas eran triturados por sus poderosos y feroces dientes. Ellos se estaban dando un festín de carne, sangre y tripas que pronto sería interrumpido. Un gran hombre se hizo presente en el lugar con un gran hacha en su mano. El llevaba unos pantalones negros y una remera sin mangas y con escote en v de color azul claro. Su pelo corto y barba algo abundante eran de un color rubio claro aunque se veía oscurecido por las sombras de la noche. Sin embargo sus ojos tenían un leve brillo furioso con el color de la sangre.
—Más comida —exclamó uno de los trolls.
—¿Quién es el idiota que viene a morir?
—No vine a morir, maldito monstruo —exclamo el rubio—; vine a destriparlos.
El feroz guerrero arrojó con furia su hacha y esta se clavo en la cara de uno de los gigantes; matándolo en el acto. Tras esto corrió al ataque y de un salto impacto sobre la cara de otro monstruo rompiéndole algunos dientes entre ellos uno de los afilados colmillos el cual tomó en su mano para luego clavárselo en el cráneo. Aterrizo en el suelo y tomo su hacha mientras esquivaba un golpe descendente de un garrote. Rápidamente le corto la cabeza a su atacante pero no pudo esquivar el impacto de otro garrote que lo mando a volar varios metros. Las fieras bestias rieron ante su hazaña pero sorprendentemente aquel guerrero se levantó con algo de sangre en su boca, la cual escupió. El rubio dio un grito de guerra mientras corría hacia sus enemigos los cuales hicieron lo mismo. Un troll con un hacha se adelantó e intento matar al poderoso guerrero pero este se agachó para esquivarlo. Tras esto le corto la pierna con su afilada hacha para luego atravesarle el cráneo con esta cuando cayó. Dio un giro en el lugar y lanzo su arma hacia otro enemigo logrando clavársela en el pecho y derribarlo. Tomo el hacha de su enemigo muerto y con esta le atravesó desde la clavícula hasta casi el estómago a otro monstruo que se acercaba; partiendo gran parte de su cuerpo. El último que quedaba en pie, aquel que portaba una lanza, intento apuñalarlo con esta pero el rubio la esquivo y le salto a la cabeza. Allí empezó a propinarle feroces golpes con los cuales rápidamente atravesó el cráneo de su enemigo y perforó su cerebro. Finalmente el coloso cayó y el hombre observo los cadáveres a su alrededor. Camino hacia donde estaba su hacha clavada y noto que aquel troll, uno de los más viejos, aun estaba vivo. Este lo observo mientras tosía sangre y sonrió con cansancio.
—Esa furia, esos ojos rojos… esa forma de pelear. Conozco la leyenda.
El rubio le puso un pie encima y le saco bruscamente el hacha haciéndole gritar del dolor.
—No eres un mortal… eres Thor.
—Ya no.
El hijo de Odín decapitó a su enemigo y, tras esto, se alejó entre los árboles para perderse en la oscuridad.
Días más tarde, el que una vez fue el poderoso Thor bebía solitario en un bar de mala muerte. En la mesa había ya varias botellas de las cuales la mitad no podría pagar. Mientras hacia fondo blanco con su novena cerveza un hombre algo mayor se le sentó en frente.
—Buenas noches, señor Blake —habló aquel sujeto aunque el rubio siguió bebiendo.
Una vez que vacío completamente la botella y la dejó en la mesa se digno a ver al hombre que osaba molestarlo. Él era alto, de cabello negro ondulado y con varias arrugas recorriendo su rostro. Sus ojos eran inusualmente grises.
—Un amigo me conto sobre usted y vine a pedirle un favor —el hijo de Odín contestó con un eructo—. Veo que es mucho más amable de lo que Eric me contó.
—¿Qué queres? —pregunto de mala gana.
—Verá; yo soy un profesor. Mi nombre es Richard Wednesday y enseño literatura. Otra profesora y yo queremos llevar a los alumnos a acampar este fin de semana largo como una clase especial. Mi amigo Eric me contó que usted es una especie de guardabosques y que podría sernos de ayuda.
—No me interesa.
—Lo sé, por eso estoy dispuesto a pagarle una gran cantidad de dinero.
—No. Me. Interesa —repitió notablemente molesto—. No soy un maldito guía de turistas.
—Le daré diez mil dólares, cinco ahora y cinco después del trabajo. Así podrá seguir aplastando su apestoso culo en este sillón lleno de cucarachas y ahogarse en este licor de cuarta —exclamó Wednesday manteniendo una gesto neutro y levemente expectante.
—¿Cómo te atreves a hablarme así?
—Ni que fueras Thor.
—¿¡Qué dijiste!? —pregunto exaltado mientras se ponía de pie.
—Ni que fueras Dios —respondió con total calma mientras cruzaba sus dedos sobre la mesa.
—Dijiste Thor —exclamo Donald mientras apretaba los dientes.
—Dije Dios. Hazte un favor y quítate la cera de tus oídos.
Donald volvió a tomar asiento aunque aún alterado.
—Digamos que aceptó, ¿qué es exactamente lo que quieres que haga?
—Simplemente que nos ayudes a no perdernos y mantengas a raya cualquier bestia que ande por allí.
—¿Bestia?
—Sí, ya sabes, como lobos y osos.
El hijo de Odín sabía bien que en aquel bosque había mucho más que animales salvajes. Hacia poco tiempo la actividad de las criaturas había aumentado considerablemente y no sabía bien el porqué. Aunque no quería tener a un montón de adolescentes estúpidos correteando por allí sabía que si los dejaba a su suerte serían asesinados o peor.
—Aceptó pero quiero la mitad para mañana al medio día.
El profesor Wednesday saco un fallo de billetes y lo arrojó a la mesa sin importancia alguna.
—Trata de no ahogarte en alcohol antes de llevarnos, Donald —exclamó el mayor mientras se levantaba—. Nos vemos el sábado a la entrada del bosque.
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