Parte Única

Aclaración: No es necesario escuchar la canción en ningún momento de la historia, solo la pongo porque me fue de mucha inspiración al momento de escribir. El tema es la versión francesa de "Veo en ti la luz" de la película Enredados. Pero si la escuchan, imaginen a JJ como Rapunzel y Otabek como Flynn Ryder (Eugene), obviamente.

Otabek no se había creído ni por un segundo las repentinas excusas de Leo para no asistir a la acampada que él había organizado para el trío de amigos.

El problema de Leo es que se creía demasiado sutil cuando en realidad era más obvio que un niño que trataba de ocultar el hecho que se había robado las galletas. Después de tanto insistir en que salieran a acampar como en los viejos tiempos, de repente se encontraba diciéndoles a él y a JJ que su novio Guang Hong había enfermado por lo que tenía que quedarse a cuidarlo.

—¡Pero te juro que la próxima saldremos los tres! —exclamó fingiendo inocencia.

—No hables —le ordenó Otabek mientras depositaba su mochila sobre el jeep de Leroy.

—Se divertirán —acabó por encogerse de hombros—. Ustedes eran amigos desde mucho antes que yo apareciera.

—Leo —lo cortó—. Sabes muy bien en la situación que ambos estamos. Si los dos acabamos colgados de un árbol será por tu culpa.

Pero a Leo ni siquiera parecía importarle ya que seguía sonriendo tontamente como era usual en él. A Otabek no le quedó más opción que suspirar resignado.

Y es que de verdad iban a necesitar la sonrisa bobalicona del alegre Leo ya que ni él ni JJ estaban en el mejor de sus momentos de sus vidas amorosas. Quizás Jean podía enmascararlo con su burbujeante personalidad pero Otabek sabía lo dolido que en el fondo estaba. Y ni hablar de cómo se sentía él mismo.

Probablemente acabarían la noche con algunas molestas lágrimas mientras recordaban las malas experiencias.

Observó a JJ salir de la casa mientras despedía con la mano a su madre, provocando que casi se llevara por delante uno de los adornos que decoraban el jardín delantero. Otabek rodó los ojos mientras se metía a esperarlo en el auto e ignorando los brazos abiertos de Leo que le reclamaban un abrazo de despedida.

JJ sí se lo dio, sin embargo. A veces esos dos se le hacían un tanto parecidos en cuanto a muestras de afecto y se preguntaba cómo es que podían tolerar tener un amigo tan frío y seco como lo era él.

Con una sonrisa de oreja a oreja, su amigo se metió del lado del conductor. Aún si Otabek lo miraba con el ceño fruncido, a él no se le iba el gesto tan simpático de la cara.

—¡Pobre Guang! Esperemos se mejore —exclamó JJ girando la llave así el jeep arrancara.

—Me suena a mentira.

—¿Por qué nos iba a mentir Leo? —preguntó como si fuera algo totalmente absurdo— ¡Es nuestro mejor amigo!

Otabek simplemente se encogió de hombros mientras jugueteaba con los flecos de su bufanda.

—Me ha dado esa sensación.

—Pues qué estupidez, Beka. Desconfiar así de nuestro colega...

Sin decir más arrancó el jeep. Se preguntó si la acusación contra Leo le había molestado un poco y por otros motivos ya que era un tanto extraño que JJ no parloteara.

Pero es que las mentiras y todas esas cosas lo tenían un tanto sensible. La separación de Isabella era demasiado reciente —y no solo era eso sino cancelar todo el compromiso— así que tal vez no quería ni siquiera imaginar en que alguien a quien tenía en tanta estima podría mentirle para no pasar tiempo con él.

—Tienes razón —coincidió Otabek finalmente—. No hay motivos para desconfiar de él.

—Se veía muy apenado de no poder venir, pero ¡descuida! No publicaremos fotos ni nada de eso así no se sienta tan mal.

JJ siempre estaba atento y pensando en los sentimientos de los otros. Recordaba cómo Yuri Plisetsky decía que tenía la cabeza llena de aire pero el corazón lleno de buenas intenciones. Y eso era muchísimo viniendo de alguien que decía detestar a su amigo canadiense.

Todavía dolía pensar en Yuri. En sus ojos verdes y su cabellera dorada y en lo tembloroso de sus labios cuándo le dijo que no podían estar juntos. Otabek, aunque no lo dijera, se había hecho tantas ilusiones con él que ante la negativa sintió como si estuviera hecho de cristal y lo arrojaran desde la cima del Empire State.

Observó entonces a JJ que canturreaba una canción de amor que la radio estaba pasando. Se veía sereno, animado e incluso feliz de imaginar las cosas que la letra iba recitando. Deseó haber podido tener su fuerza y valentía para seguir creyendo en el amor como algo que era hermoso.

Pero no la tenía.

No necesitaban de mucho tiempo de viaje considerando que Calgary —la ciudad en que vivían— estaba apenas a una hora y media del Parque Nacional de Banff, una de las zonas boscosas más ricas en naturaleza de todo el territorio canadiense. Era parte de la extensa superficie llamada Montañas Rocosas Canadienses y que era patrimonio de la humanidad desde muchos años atrás. Si bien Otabek no era del todo canadiense, se sentía un poco orgulloso de la belleza del país que lo había acogido desde niño.

JJ se detuvo para comprar algunas botanas y también objetos básicos de campamento como cerillos, baterías extra para la linterna, un mapa y también una tarjeta descartable para los teléfonos públicos. Todo lo demás había sido empacado minuciosamente por Leo, como varias mantas y también un botiquín de primeros auxilios junto con un potente repelente contra cualquier clase de insecto.

—La pasaremos genial, Beka —dijo JJ con más emoción de la usual. Podía decirlo por como tamborileaba los dedos contra el volante—. Me recuerda a cuándo acampamos el primer año de secundaria.

Otabek esbozó una pequeña sonrisa ante los recuerdos.

—Y pisaste un panal de abejas que acababa de caerse —siguió diciendo—. Fue Leo el que tuvo que curarte porque era el único con botiquín.

—Con razón me sigue dando crema contra la picadura de abejas —rodó los ojos con diversión—. Lo bueno es que eso lo trajo a nuestras vidas.

—Mientras que ahora se aleja él solo...

—Otabek, ya basta.

Ni siquiera él mismo podía decir la razón de por qué le molestaba tanto que Leo los abandonase. Tal vez porque en los últimos seis años habían hecho todo juntos, y Otabek apenas sí recordaba lo que era estar completamente a solas con Jean.

Además, no podía quitarse la espinita de la cabeza que le decía que tal vez Leo estaba planeando alguna cosa que involucraba el total desconocimiento de JJ y Otabek. Muchas ideas se cruzaban por su cabeza pero no se atrevía a formular ni uno solo de esos extraños pensamientos.

Más te vale que lo que sea que estés pensando, Leo, no sea alguna locura colosal. Por tu propio bien, era lo que le decía a su amigo en su cabeza. Podía escucharlo reírse en sus pensamientos.

Otabek se metió por una de las autopistas en dirección a las orillas del precioso lago Louise. Era uno de esos paisajes que parecían sacados de un cuadro, con su superficie completamente espejada que reflejaba las hermosas montañas nevadas y los bosques de coníferas con una precisión que ni las fotografías serían capaces de captar.

Era un lugar casi sagrado para los tres amigos y Otabek lo sentía casi como un santuario. Quería pensar que la belleza del ambiente tal vez le devolvería algo de vida a su moribunda alma, pero podía no ser suficiente para resucitar sus ganas de sentir el amor.

JJ notó su pequeño desgano, ya que sus ojos zumbaban de la desértica carretera hasta la nostálgica mirada de Otabek. Deslizó su mano por su antebrazo hasta que encontró la muñeca y después los dedos. Se los apretó con fuerza, un gesto un tanto extraño y muy íntimo pero su amigo no tenía mucho concepto acerca del espacio personal.

Cuando Otabek giró para encontrar su mirada, lo pilló sonriendo. De alguna forma, le estaba diciendo que lo entendía y que estaban juntos. Porque aunque Otabek tuviera una idea muy diferente del amor, él sabía que eso era lo que quería transmitirle ya que estaba sintiendo exactamente lo mismo.

El lugar que habían escogido para acampar era bonito y pintoresco. Bueno, el que había elegido Otabek en realidad ya que tenía cierta pasión por los lugares hermosos a cualquiera de los cinco sentidos. Tenía como pequeño pasatiempo pintar en acuarelas y pensó que el lago Louise se vería precioso sobre una hoja enganchada en su bastidor.

Así que estaba haciendo el boceto rápidamente a lápiz en su cuaderno así no olvidara los detalles. Mientras la mano de Otabek trazaba rápidamente todas las líneas y curvas, su amigo JJ estaba armando la carpa en la que pasarían aquella noche y tal vez incluso la siguiente.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó algo dudoso, pero es porque en el fondo prefería seguir con su cuaderno antes que ponerse a armar una tonta carpa.

—No, no. Tú sigue con lo tuyo —dijo Jean adivinando sus pensamientos— ¡El rey lo puede con todo!

Otabek simplemente se encogió de hombros y siguió garabateando sombras encima de su dibujo del lago Louise y las montañas rocosas de fondo. Deseó poder tener el amarillo y el naranja de sus acuarelas para poder crear el tono más cercano que pudiera al dorado así pintara el sol. También quería sus azules y el blanco con el que pintaría la superficie espejada de aquel bello cuerpo de agua, y tal vez un poco de verde para los pinos en la lejanía.

Inconscientemente se dio cuenta que esos eran los colores de Yuri y que solo se hacía daño sí mismo al verlo por todas partes.

Quisiera ser como Jean, pensaba al verlo tan tranquilo al darse un descanso contra el tronco de un árbol de coníferas, bebiendo de la cantimplora tan rápidamente que el agua se le escurría por la curva del mentón.

JJ se percató de pronto que estaba observándolo, abriendo enormemente sus ojos azul mar con algo de sorpresa pero sin incomodidad. Estiró la botella hasta Otabek.

—¿Quieres agua?

—No —contestó seco—. Estoy bien.

—No luces del todo bien —habló con cautela— ¿Seguro que no quieres agua?

—Mira, no es sobre la estúpida agua ¿de acuerdo? —dijo con severidad, cerrando su cuaderno— Y no estoy mal.

—Yo solo dije que no lucías bien. Lo que no significa que estés mal.

Otabek no le contestó sino que se levantó de su lugar en un tronco caído hasta su mochila, donde guardó el cuaderno y se sacó un viejo libro en el cual podría enfrascarse. JJ suspiró al ver la acción del kazajo por lo que tomó su celular así podría al menos distraerse con algo.

El silencio nunca había sido un problema para ellos ya que no era algo que existiese si Jean estaba presente. Pero ahora existía una nueva e incómoda sensación de vacío, de algo que Otabek sentía la necesidad de que fuera llenado otra vez.

Aún no entendía qué es lo que era.

La noche comenzó a caer y con ella un inmenso manto de estrellas que cubría el cielo, tan brillantes y lejanas que parecían tocar las puntas nevadas de la oscura montaña. Todas ellas parecían danzar en el cielo, unirse entre sí formando cúmulos de polvo estelar que podía ser visto desde el lugar tan diminuto en el que se encontraba Otabek en la Tierra.

Con Jean habían preparado una pequeña fogata donde ahumaron algunas salchichas y luego un poco de malvaviscos con el cual prepararon s'mores. JJ tenía la cara tan embadurnada de chocolate que buscaba limpiarlo con su propia lengua pero le era imposible alcanzarlo.

Otabek soltó una pequeña risa. Su amigo alzó los brazos.

—¡Se va a caer el cielo! ¡Beka se ha reído!

—No seas tan así —masculló un poco avergonzado. Ese era el motivo por el cual no solía reír nunca: odiaba que se lo recalcaran o alabaran su sonrisa, lo cual JJ por suerte no había hecho aún.

—Pues discúlpame por asombrarme de este acontecimiento tan único en la vida. Podría decirse que tu sonrisa es como un cometa: sabes que algún día aparecerá pero podrían pasar muchos años para ello.

—Eso es una exageración.

—No entiendo porqué no sonreirías. Pareces una persona viva de verdad cuando lo haces.

Podría haberle dado la razón un par de meses atrás cuando aún no tenía roto el corazón. Otabek sabía que tenía que dejarlo ir pero le era imposible. Y eso no era más que su culpa por haber permitido que aquel muchacho de ojos esmeraldas se metiera en absolutamente todos los rincones de su alma.

Lo único que no había llegado a arruinarle eran Leo y JJ. Y, curiosamente, solo tenía a uno de ellos esa noche.

JJ pinchó otro de los malvaviscos y lo metió directamente en el fuego, sin importarle que al muy poco tiempo empezó a ennegrecerse sus puntas.

—Extraño un poco a Isabella. A ella le gustaba mi risa.

Otabek resopló. Por supuesto la charla iría para ese lado.

Decidió que era mejor no decirle ninguna palabra. De nada servían los mensajes de aliento sobre cómo superar a un amor perdido de la forma más cruda y desalmada. Mejor era dejar que su amigo se desahogara de las penas que lo estaban asfixiando.

—¿Cómo puede ser que quisiera regresar con ese novio suyo siendo que nos habíamos comprometido? ¡Es insólito e irrespetuoso! —arrojó el palo con el malvavisco quemado— Ya sé que ese tipo fue su primer amor, pero vamos... ¡Salieron cuando tenían catorce!

—Pero piénsalo de esta manera —empezó a decir Otabek—. Isabella fue tu primer amor y probablemente siempre querrías volver a ella.

JJ se cruzó de brazos, sin afirmar o negar las palabras de su amigo. Otabek levantaba y apoyaba las yemas de los dedos de la cálida superficie de la taza de metal en la que bebía un té caliente de frutos del bosque.

—¿Está mal si me espero tener un romance de película? Yo creía que había tenido eso con Isabella... ya sabes, las mariposas en el estómago y el corazón acelerado cada vez que se inclinaba a darme un beso. Un amor que se sintiera como el mismo Big Bang —dijo con los ojos puestos sobre el cielo lleno de estrellas.

—¿Como el Big Bang? —replicó Otabek confuso.

—Exacto. Un amor que explotara así de fuerte y creara algo tan maravilloso como el universo, que lo único que haría sería expandirse más y más a través de los años como si no existieran límites para ello.

Otabek se quedó de piedra al escuchar sus palabras. Nunca había escuchado que JJ dijera algo tan lindo, profundo y poético. No sabía que era capaz de sentir todas esas cosas o de tener un concepto tan elevado e idealista del amor.

Todo lo opuesto a él.

—¿Tú no quieres algo así? —le preguntó con un poco de cautela.

Otabek no quería contestarle, pero sabía que le insistiría hasta el hartazgo. No quería darle una respuesta amarga pero tampoco iba a mentirle para alimentar sus fantasías idílicas acerca del amor.

—No existe algo así, JJ —contestó sin mirarlo—. El amor no es como el Big Bang, es más bien como los agujeros negros. Una fuerza imparable de la que nadie puede escapar al principio pero luego de que caes en su trampa, lo único que queda es vacío, frío y oscuridad.

—¡Otabek! —masculló JJ horrorizado— ¿Cómo es posible que pienses algo tan nefasto? Me haces pensar que hay algún problema muy serio contigo.

—Es la verdad. Lo que tú haces es cegarte con falsas esperanzas, Jean. No me pidas que haga lo mismo.

Se puso más serio que de costumbre, provocando que su amigo diera un respingo por la sorpresa.

—Porque no podría soportar otra desilusión.

Decirlo en voz alta lo hacía más real que en su cabeza. Ventilar sus sentimientos le recordaba el momento en que Yuri Plisetsky lo rechazó luego de que escupiera su corazón en frente de él solo porque su mejor amiga, Mila Babicheva, estaba enamorada de Otabek.

Y Yuri nunca podría haber lastimado a su amiga. Pero lastimar a Otabek —e incluso a sí mismo— no le parecía tan importante.

JJ inspiró hondo fuertemente pero no se dejó alterar más por las oscuras palabras de Otabek. Simplemente tomó otro malvavisco y lo pinchó en su rama, esta vez dejándolo a una distancia prudente del fuego.

—Las desilusiones pueden ser como las nebulosas. Allí nacen las estrellas pero también es el lugar donde muchas de ellas se apagan —hizo algunos gestos con su mano libre antes de cerrarla en un puño—. Así pasa con los corazones rotos. Algo se apaga pero gracias a eso es que puede nacer otra cosa totalmente hermosa.

—¿Qué pasa contigo y el espacio? —preguntó Otabek al instante, no queriendo mostrar la turbación que sentía por sus palabras. De todas formas, siempre era experto para ocultar lo que sentía.

Jean se encogió de hombros con una creciente sonrisa.

—Me gusta el espacio. Y es muy parecido al amor, tan vasto y desconocido durante gran parte de nuestras vidas. Podemos tener cientos de relaciones y aún así no conocer nada acerca del amor, Otabek.

Otabek casi empezaba a esbozar su propia sonrisa, los ojos clavados en la imagen del cielo estrellado, con su polvo cósmico manchando las constelaciones. Era avasallante el pensar que aquel pequeño fragmento del firmamento que se desplegaba ante su visión no era ni siquiera un pedacito minúsculo de la grandeza del espacio exterior.

Y miró entonces a Jean, masticando felizmente un trozo de s'more lleno de malvaviscos y chocolate. Se había preguntado durante semanas cómo es que el dolor de la pérdida no lo había consumido por completo igual que a él.

La respuesta estaba en que Jean creaba algo bello a partir del dolor. Quizás no fuera tan consciente de ello —el chico era un poco inconsciente acerca de todo— pero con su optimismo respecto del amor era capaz de tomar su corazón roto para rearmar algo que muchos creerían no tenía más arreglo.

JJ era como una inmensa galaxia, en constante cambio, con estrellas que morían y nacían, que a veces brillaban más fuerte que la luz mientras que otras tantas se dejaban arrastrar por la materia oscura. Una energía cambiante que albergaba millones de misterios en su interior.

—Igual que esta noche —dijo Otabek finalmente.

—¿Uh?

—El amor y el universo. Son vastos y desconocidos así como esta noche, en la que estamos aquí y no sabemos cómo es que acabará.

—Ah, pero yo si sé cómo es que acabará —dijo con algo de picardía.

—¿Sí? —replicó Otabek siguiendo un poco su juego.

Se quedó callado unos segundos, fingiendo hacerse el misterioso. Por mucho que Otabek se muriera de la curiosidad, sus labios y sus gestos no le darían ni una sola pista a JJ, el cual acabaría hablando eventualmente.

—Mejor de lo que esperaba, seguro. Porque estoy con una de las personas que brillan más que el sol en mi vida.

Ya durante la fría madrugada, con el cielo de la noche aún vigilándolos en lo alto, Otabek no podía dormir.

No era solo el cálido cuerpo de JJ contra el suyo y su respiración pausada sino también las palabras que le había dicho horas atrás. Otabek se sentía en esos momentos donde una simple oración podía hacer un enorme click en tu vida.

No es como si todos sus problemas se solucionaran de repente, pero algo estaba diferente.

Jean tenía razón con lo que decía. Otabek podía perderse en la oscuridad de su nebulosa y matar a todos los astros hermosos que podrían nacer de ella. O...

Que tal vez ya se habían formado. Podría ser que estaba tan ocupado pensando en los agujeros negros de su vida que no era consciente de las hermosas constelaciones que le suplicaban por un poquito de atención.

Giró sobre sí mismo para observar a JJ, la curva de los rasgos de su cara marcando una perfecta silueta que casi parecía esculpida. Su pecho bajaba y subía de forma rítmica, tranquila. Era una imagen pacífica, sumado a los leves sonidos de la noche allí en las montañas rocosas como el cantar de los grillos y el rumor de las hojas que crujían con el viento.

—¿Jean? —preguntó en susurros cerca de su oído.

El chico se removió ligeramente en su lugar, frunciendo las cejas por aquella voz externa que perturbaba sus sueños.

—¿Hm? —balbuceó.

—¿Podrías despertar?

JJ movió la cabeza, tronando sus endurecidos huesos por la incómoda posición en la que estuvo durmiendo durante poco más de una hora. Se talló los ojos con los nudillos y entonces los abrió, mirando con sus enormes irises azules a Otabek.

—¿Qué? —preguntó con voz ronca. Sonaba molesto pero sus gestos decían exactamente lo contrario.

—Yo... nada en particular —confesó Otabek—. Tan solo quería seguir escuchándote divagar acerca del amor.

JJ se apoyó sobre su codo para poder mirar mejor al kazajo, algo sorprendido de que lo despertara para una cosa tan... insulsa.

—¿Por qué?

El tono usado era de pura curiosidad pero con un atisbo de complicidad. Otabek no sabía si se notaría, en su voz, en sus ojos o en sus palabras, pero JJ lucía como si supiera exactamente lo que quería decirle.

—Hay algo que me gustaría comprobar acerca de lo que has dicho.

—¿Y es tan urgente?

—No puede esperar más, o temo que sea consumido por un agujero negro.

Lo vio parpadear con estupor pero su mirada brilló con anhelo. La mano izquierda de Jean tanteó a través de la tela de los sacos de dormir y se deslizó hasta descansar sobre el espacio que unía el cuello y la fuerte mandíbula de Otabek, justo donde le empezaba a latir fuertemente el pulso.

Después lo atrajo hacia él para posar sus labios sobre los de Otabek, estirándose para recargarse sobre su peso mientras volvía a apoyarlo contra la suave bolsa de dormir.

Otabek no se opuso sino que le permitió incluso hacerlo, sintiendo el sabor a chocolate que nunca se había limpiado de la boca y respirando el olor a colonia y a agujas de pino que desprendía JJ. Las pestañas le cosquilleaban con suavidad sobre la mejilla cada vez que el otro movía los labios para amoldarse a los de Otabek.

No era un beso desesperado sino uno tranquilo, uno exploratorio en el que ambos querían descubrir algo que llevaba allí desde años atrás pero nunca le habían prestado la debida atención. Siempre enfocándose en muchachas que se iban con sus novios de la infancia o chicos con el cabello dorado que tenían como prioridad a otras personas.

Pero con JJ y Otabek... ninguno tenía otras prioridades. O quizás podría haber sido Leo, pero ahora que empezaba a dudar que los sucesos del momento fueran todo parte de un plan maestro trazado por su amigo, supo que jamás lo pondría en el aprieto de tener que elegir. Eran solo ellos dos, besándose en una fría carpa en la cual empezaba a subir la temperatura a causa de sus aceleradas respiraciones.

JJ le dio un último y corto beso antes de separarse y mirarlo a los ojos. Otabek descubrió que la razón por la que nunca solía mantenerle la mirada era porque sentía que sus ojos azules se clavaban como estacas de hielo en su pecho, pero ahora estaba demasiado lejos de sentirse así. Era como una caricia sobre su corazón.

—Espero no haberme equivocado en lo que querías comprobar o voy a sentirme muy estúpido —dijo finalmente.

Otabek levantó una de las comisuras de su boca. Se veía un poco inocente, fingiendo sentirse culpable cuando en realidad estaba lejos de aquello.

—De hecho, me ha servido para descartar por completo mi teoría.

—¿Cuál teoría? —le preguntó algo temeroso.

—La de que el amor es un agujero negro. No porque uno lo haya sido significa que todos los demás lo serán.

Ahora fue el turno de JJ para sonreírle, tomándolo otra vez del mentón para nivelar su rostro a la altura del suyo. Otabek puso su fría mano sobre la cálida de él.

—Y aún falta comprobar la mía, entonces.

—¿La de las nebulosas?

JJ asintió una vez, sin quitarle la vista de encima.

—Me gustaría averiguar si un corazón roto es como las nebulosas: el lugar en dónde puede que algo aún más maravilloso nazca.

—Todavía queda tiempo para comprobarlo.

Sin borrar la sonrisa boba de su rostro, JJ volvió a acostarse sobre su saco de dormir, no antes de arrastrarlo hasta que quedara pegado al de Otabek, abriendo el cierre para que no hubiera barreras que separaran sus cuerpos. Otabek hizo lo mismo y se acercó hasta el suave y cálido cuerpo de Jean, recargando su cabeza contra el hueco de su hombro. Sintió como el peso de la cabeza del otro descansaba en la suya. Estiró entonces su mano a través del ancho pecho de JJ para depositarla contra sus suaves cabellos, los cuales empezó a acariciar.

—La verdad es que no me molestaría nada que mi teoría tardase en comprobarse si la investigación se sentirá así —rió JJ.

—Yo creo que de esta forma podrá comprobarse más rápido.

Jean se quedó en silencio, una acción bastante insólita en el muchacho.

—Aunque ahora que lo pienso... lo más probable es que nunca pueda confirmarlo. Recuerda que el amor es como el universo tras el Big Bang: repentino y perfecto, vasto y desconocido en el futuro mientras se expande más allá de los límites.

Otabek sonrió contra su cuerpo, bajando la mano de sus cabellos hasta apoyarla sobre su pecho, justo por encima del corazón.

Lo vasto y desconocido no sonaba mal para él. De esa forma no podría catalogarlo como agujero negro, sino que lo dejaría avanzar y avanzar, por quien sabe cuánto tiempo sus sentimientos lo permitieran. Podía ser sólo por aquella noche o quizás para siempre.

—De alguna manera, eso me gusta más.

Ok, necesitaba escribir esto.

Muchas saben que el JJBek es mi ship culposo y pues... no me arrepiento de nada. Seguramente en el futuro haga más cositas de ellos porque la verdad es que me gustan bastante.

¿Y creían que tendría lemon? ¡Nooooo! Porque en esta cuenta se respeta la virginidad de JJ >:v ¡Dejen al niño seguir siendo inocente!

Y ahora viene la parte de las dedicatorias, que ciertamente será larga (?)

Primero, para blconsumemysoul que es con la que enloquezco por este ship en secreto. Hace mucho le vengo prometiendo algo entre estos dos y lo prometido es deuda.

Para tetsu-mi  y sehmsucht que de alguna manera inspiraron a este oneshot sin darse cuenta (Sofia sabe por qué). Además, puede contar como regalito atrasado de cumpleaños para Pëko <3

Para las preciosuras de PortgasDRaven y ziall-x-phan  porque la verdad es siempre un placer encontrar escritoras Otayuri que les guste el JJBek dfbfsdgf

Y por último pero no menos importante... para Denna-chan ya sé que por mi culpa caíste al lado oscuro y no me arrepiento :')

Eso es todo <3 Esta es una cuenta multishipper (pese a que mi otp sea el Otayuri) así que espero no recibir ningún comentario negativo por el tema :c

Nos veremos pronto quizás en otro oneshot... ¡Besitos!

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