10
La primera semana en el servicio había sido un poco pesada. Me di cuenta de que la vida en la Sierra no era para mí comenzando por mi fobia a los insectos y mi intolerancia al frío. Si bien es cierto que por la mañana hacía bastante calor, la temperatura bajaba a menos cero por la noche y yo no llevaba abrigos suficientes así que también comenzaba a resfriarme.
―Yo te sugiero que vayas a la enfermería por algún analgésico o qué-sé-yo ―dijo Gina acomodando las sillas de los niños.
―De verdad no es nada ―manoteé al aire y la ayudé con las sillas.
―Necia.
Después del descanso, los niños volvieron al salón y nosotras continuamos con las clases. Las dos ya nos habíamos encariñado con varios de ellos.
―Maestra ―llamó una pequeña en el fondo, su nombre era Juliana pero todos la llamaban Juli, incluyéndome.
―¿Qué pasó pequeña? ―me incliné un poco hacia ella.
Juli no dijo nada, se limitó a alzar su pequeña mano y la colocó frente a mi cara. Su pequeño dedo índice estaba sangrando.
―¿Cómo... ―no pude terminar la oración. Vi un par de tijeras sobre la mesita de trabajo y una hoja a medio cortar. En el dibujo se veían dos pequeñas aunque arriba de cada una se leía Juli y –Maestra Ale―. Vamos a la enfermería.
Le avisé a Gina que llevaría a Juli a que le curaran el dedo y de la mano salimos hacía el pequeño cuarto frente a la dirección.
Toqué un par de veces hasta que alguien abrió.
Jos.
―Ale ―sonrió.
―Er, hola ―alcé mi mano y puse a Juli delante de mí.
―Pasen.
Al entrar me percaté de que el lugar no era tan pequeño, incluso había otros dos chicos vestidos igual que Jos, cada uno atendiendo a un niño.
―¿Qué pasó? ―preguntó sentándose al borde del escritorio.
―Dile ―alenté a la pequeña a hablar.
Juli explicó lo sucedido y Jos estuvo atento a la historia. Incluso le había contado que el dibujo era para mí. Después sus voces se volvieron lejanas y mi mirada se posó en la foto detrás de él. Una chica, él y una señora.
―¿Sí, Ale?
―¿Huh? ―fruncí el ceño y parpadeé un par de veces―. Lo lamento estaba en las nubes.
―Ale ―lo miré―, te juro que estás equivocada―fruncí el ceño―. Estás en la enfermería de la primaria Benito Juárez, no en las nubes.
Reí ante su comentario.
―Es un decir ―sonreí y negué con la cabeza.
Jos se acercó a mí y de inmediato di un paso atrás. Él dio un paso adelante.
―¿Q-qué?
―Necesito que convenzas a Juli de que no le va a doler cuando le ponga el mertheolate en la herida.
Menos mal.
Mientras Jos buscaba las cosas en un mueble, yo hablaba con Juli.
―¿Lista? ―preguntó Jos y Juli asintió.
Jos colocó una bandita sobre la herida y luego volvimos al salón, no sin antes darle las gracias al doctor.
―El doctor es muy guapo ¿verdad?
Me limité sonreír.
Muy guapo.
Por la noche me sentía indispuesta a ir al comedor a cenar. Mi garganta comenzaba a dolerme más y aunque tuviera muchas ganas de comer, no podría hacerlo.
―¿Ni siquiera un jugo? ―negué―. Bueno, descansa.
Gina salió de la habitación y entonces me quedé sola. El lugar se quedó en completo silencio y sin las chicas por aquí el frío se sentía más.
Saqué mis hojas de planeación para la clase del día siguiente y las leí una y otra y otra vez.
Busqué mi teléfono en la bolsa de mi pantalón y a falta de recepción me puse a jugar Candy Crush.
Estaba a punto de terminar el nivel cuando alguien tocó la puerta.
―Er, ¿adelante?
La puerta se abrió y vi una sombra.
―Ale.
Jos, por favor.
―Oh, pasa ―me enderecé.
―Tu amiga me dijo que te sentías mal.
―Gina ―murmuré.
―Sí, ella ―cerró la puerta y caminó hacia mí―. ¿Quieres medicina? ―negué―. No importa, igual te voy a dar algo para el dolor. Ven conmigo ―dijo jalando de mi mano.
―Jos, no ―puse fuerza pero él insistió.
―Alejandra ―me miró mal.
―No tienes que hacerlo, voy a estar bien ―me solté de su agarre.
―La primera vez te pregunté pero ahora te voy a llevar a mi dormitorio y te vas a tomar algo. Puedes contagiar a los niños.
Touché.
A regañadientes me levanté de la cama y me puse mis tenis. Seguí a Jos por el pequeño caminito empedrado y llegamos al dormitorio.
―Pasa, no te voy a hacer nada.
―Me vas a medicar.
―Es por tu bien y el de los niños.
Me senté en donde me indicó.
―¿Es tu cama? ―asintió mientras sacaba un botiquín de debajo de su cama.
Lo observé mover un montón de cajitas y cuando encontró lo que buscaba se giró hacia mí.
―Toma, voy por agua.
Jugueteé con la caja de pastillas mientras él volvía.
―Sólo una ―extendió el vaso de agua hacia mí y lo tomé.
―Gracias ―lo miré rápidamente y saqué la pastilla de la caja.
―Si te sientes mal, dímelo ¿sí? ―asentí―. Vamos, te acompaño a tu dormitorio.
La temperatura estaba bajando rápidamente y no pude evitar abrazarme a mí misma.
―Toma ―extendió su chamarra.
―¿Huh? No, no. Ya casi llegamos al dormitorio, descuida.
Jos ignoró mi comentario y puso la chamarra sobre mis hombros.
―No te pregunté.
Cuando llegamos al dormitorio Gina ya me esperaba.
―¡Ale! ¿Dónde estabas? Te traje algo de comida.
―Oh, gracias ―sonreí―. Jos, ella es Gina. Gina, él es Jos.
De inmediato se levantó de la cama y se acercó a besar la mejilla de mi ¿amigo?
―Mucho gusto ―dijo él.
―¿Eres doctor?
¿En serio Gina? ¿A eso le llamas coquetear?
―Sí, eso creo ―sonrió―. Bueno, yo me tengo que ir. Por favor cuídate Ale.
―Oh, tu chamarra ―dije quitándomela.
―Consérvale ―dijo antes de salir.
―Ah, qué envidia ―miré a Gina―. Le gustas tú, no yo. Ni si quiera se ha despedido de mí.
―Estás loca. ¿Qué tenía la comida eh?
―Es en serio Ale.
―Tiene novia ―me quité los zapatos.
―¿Y por eso no le puede gustar alguien?
―Ya vete a dormir ―me reí y le lancé una almohada―. Gracias por la comida.
―No te apures ―sonrió―. Y si yo fuese tú, no desaprovecharía la oportunidad con Jos.
―Tengo novio.
―Eso no es problema ―se encogió de hombros.
―No tienes remedio Gina.
―Ni que fuera una enfermedad ―se rió.
Que chiste tan malo, pensé.
+ + +
¡Alooooooooo theeeere!
¿Cómo va su inicio de año? Espero que con toda la actitud, ah.
Hoy no tengo mucho que decir así que les deseo una bonita semana.
+¿Cuál es su canción de Disney favorita? (Que no sea de su película fav) La mía serían todas las de Mulán. Incluso podría considerarla como mi segunda película Disney fav.
Todo el lof,
Cit.
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