Segunda Parte | Capítulo 10 - "Gira, gira, y vuelve a girar" (Parte 1)

El laboratorio, 15:30 del 5 de noviembre.
Descompuestas, derrotadas, machadas. Así es como se sienten las cuatro chicas que aún yacen sentadas en el suelo del frío pasillo del complejo.

Han notado la muerte cerca, la han sentido, la han acariciado suavemente, y han visto cómo se llevaba uno a uno a todos sus seres queridos. Los han visto partir a todos, de las formas más horribles y violentas posibles. Jennifer aún tiene la mirada perdida, mientras recuerda sus últimos instantes con Hades. Se había esfumado. Ya no quedaba nada de él, más que el simple recuerdo.

—Deberíamos movernos —se atrevió a sugerir Hiraeth pasado un rato, en vista de que sus amigas no decían nada—. No podemos quedarnos aquí esperando que por obra y gracia del espíritu santo todo se arregle de repente.

Había sido tajante y algo fría con lo que acababa de decir, así que inmediatamente se dio cuenta y se arrepintió.

—Tienes razón —se aventuró a contestar Hera, aún algo descolocada—. Debemos continuar. Es lo único que podemos hacer.

—¿Continuar con qué? ¿Para qué? Ya estamos muertas —intervino Jennifer con desgana—. No hay ninguna salvación.

Hiraeth suspiró.

—Algo tendremos que hacer, no podemos dejar que todo esto haya sido en vano. No podemos dejar que la muerte de Hades haya sido en vano tampoco. Tenemos que seguir adelante.

—Estoy cansada tía, no somos nadie. No somos literalmente nadie. No podemos hacer nada ya.

Hiraeth la miró extrañada.

—Hiraeth tiene razón —dijo de repente Leila, metiéndose de a poco en la conversación—. Tenemos que continuar y buscar esa puta cura. Es o eso o morirnos aquí del asco. Los hijos de puta esos no tardarán mucho en volver a encontrarnos.

Se produjo un incómodo silencio que duró apenas unos segundos.

—Está bien, ya me da igual lo que pase. Total, no tenemos mucho más que perder a estas alturas. —Jennifer se incorporó e invitó a sus amigas a seguirla— Por aquí se va al laboratorio de mi padre.

¿?, 16:00 del 5 de noviembre.
—¿Qué cojones? —susurró García.

—Bienvenidos a la casa de los horrores —repitió la voz radiofónica—. ¿Preparados para luchar?

Seguido de esto, unos hombres encapuchados entraron en la sala con unas esposas en las manos.

—Arriba, inútiles —les ordenó una voz grave.

—¿Quiénes sois? —interrogó Henderson tratando de zafarse de las cuerdas que le mantenían atado sin éxito.

—No os importa —continuó la voz—. Arriba.

Uno a uno, fueron esposando a todos los que habían encerrado en aquella extraña sala y los fueron sacando poco a poco al exterior. Nada más salir por la puerta, se podía ver en el frente una gran arena de combate rodeada por fuego y grandes aglomeraciones de gente balbuceando sabe dios qué entre griteríos.

Los amigos fueron desfilando lentamente alrededor de la arena, observando cada mínimo detalle. Encerrados en jaulas, contiguas a la arena, había infectados de todos los tipos, incluyendo un gran mutante que cargaba con un hacha. A todos se les erizó la piel al verlo.

—Tú, eres el siguiente —dijo el hombre de la voz grave empujando sutilmente con su dedo índice a Henderson por la espalda.

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