Capítulo 7 - "Ottawa. Grupo Alpha" (Parte 1)
Autopista principal, 22:00 del 4 de noviembre.
Era completamente de noche y los párpados de Hiraeth estaban comenzando a cerrarse lentamente por el cansancio.
—¿Quieres que conduzca yo? —le preguntó Hera, que iba de copiloto.
—¿Qué? No —respondió—. Así está bien.
—Pero si vas medio dormida —reprochó—, será mejor que conduzca yo, y que tú descanses un poco.
Leila, mientras tanto, iba dormida en los asientos traseros del coche. Ya llevaban aproximadamente la mitad del trayecto completado.
—Déjalo, así está bien —negó.
Entonces, Hera acercó sutilmente su mano al muslo de la conductora, acariciándolo suavemente. Esta le dirigió una mirada rápida, corta pero intimidante, y volvió a centrarse en la carretera.
Hiraeth odiaba admitirlo, pero cada vez que Hera se acercaba a ella, la ponía extremadamente nerviosa. Siempre había tenido ese peculiar poder sobre ella, y eso Hera lo sabía.
—Vaya… ¿ya estás algo más despierta? —preguntó en un leve susurro.
—Hiraeth, ¿me escuchas? —Era Jennifer, comunicándose a través del walkie-talkie.
—Sí —contestó la aludida. «Salvada por la campana», pensó.
—Debería de haber un motel de carretera a unos dos kilómetros, tras un pequeño desvío, podríamos parar allí a pasar la noche; puede ser peligroso conducir a estas horas. Además, necesito dormir algo, estoy reventada.
—Tiene razón, deberíamos buscar algún sitio donde dormir —susurró Hera acercándose al oído de Hiraeth, provocando en ella un pequeño escalofrío.
Hiraeth hizo una pequeña pausa para pensar.
—Está bien, me parece buena idea —aceptó—. Avísame cuando estemos llegando, vamos justo detrás de vosotros.
—Vale.
Coche de Jennifer, 22:10.
—No veo yo muy bien esa idea —replicó su hermanastro.
Jennifer frunció el ceño.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Sabe dios lo que habrá en ese motel. A lo mejor está hasta arriba de infectados y nos vemos cavando nuestra propia tumba —contestó mientras miraba a través de la ventanilla del copiloto—. Podríamos dormir en los coches.
—Ya, claro, como si eso fuera más seguro —reprochó—. A mí me parece bien lo del motel. Le echamos un vistazo por dentro y si vemos que está despejado nos quedamos. Además, llevamos días sin dormir en una cama en condiciones. Merecemos descansar un poco aunque sea.
Hades suspiró.
—Como veáis, pero si luego pasa algo yo salgo corriendo sin mirar atrás; avisadas estáis.
Su hermanastra entornó los ojos. A veces era insoportable, pero le quería igualmente. Hacía dos años que eran hermanastros, por parte de madre, y desde el principio habían conectado muy bien. Sin embargo, con lo que no contaba Jennifer, era con que al poco tiempo se acabaría pillando de su propio hermanastro. Aunque pensándolo bien, ¿seguían siendo hermanastros? Al fin y al cabo sus padres habían muerto y ya no había nada que los uniese como familia.
—Ahí está —dijo disminuyendo progresivamente la velocidad del vehículo—. Ese es el motel.
Hiraeth percibió cómo poco a poco el coche de delante iba frenando, así que ella hizo lo mismo. Habían llegado al motel.
—Sunset Paradise —dijo mientras aparcaba en el parking—. Bonito nombre para un motel que está perdido en mitad de la nada.
—¿Dónde estamos? —preguntó Leila, que se acababa de despertar.
El edificio era bastante grande, tendría unas quinientas habitaciones. El rótulo exterior de Sunset Paradise estaba conformado por letras neón de color naranja y un par de ellas estaban fundidas. Varias de las ventanas del último piso estaban rotas y se podía ver algo de sangre en alguna de ellas. Al menos el exterior del motel no tenía muy buena pinta.
Ambos grupos descargaron sus pertenencias de los maleteros de sus respectivos coches y entraron al hall principal del hotel.
—Bueno, podría ser peor —intervino Leila recorriendo con la mirada toda la entrada del motel.
—Menos es nada, supongo —añadió Hiraeth—. Deberíamos cerrar bien la puerta principal y registrar el edificio. Podríamos quedarnos en la primera planta, ¿cómo nos vamos a dividir en las habitaciones?
—Yo duermo contigo —dijo Hera instantáneamente. Hiraeth dejó escapar una leve sonrisa.
—A mí me dejáis en paz —dijo Leila cortante—. Yo duermo sola, y así nadie me toca los cojones.
Los demás no pudieron evitar reírse.
—Yo y Hades dormimos en la misma habitación —declaró Jennifer ante la expectante mirada de su hermanastro. Este se limitó a alzar una ceja.
—Vale pues… Al lío.
Subieron las escaleras hacia el primer piso y se establecieron en las primeras tres habitaciones contiguas del pasillo derecho; 200, 201 y 202.
Las habitaciones eran bastante modestas, contaban con un baño y un dormitorio, el cual constaba de: una cama de matrimonio, un mini-bar, una pequeña televisión y un armario no muy grande. Cada uno colocó sus cosas en su respectivo espacio y trancaron las puertas con lo que pudieron. En el caso de Hiraeth y Hera, desplazaron el pequeño armario hasta la puerta y con él cerraron el acceso a la habitación.
Al menos de momento estaban seguros.
—A ver qué hay por aquí… —dijo Hiraeth mientras registraba el pequeño mini-bar del dormitorio—. Estoy hambrienta.
Sacó un pequeño paquete de cacahuetes y se giró hacia Hera.
—¿Quieres? —le preguntó ofreciéndole el paquete.
Hera se lo arrebató de las manos y lo dejó sobre la mesilla que había al lado de la cama.
—¿Qué…?
Hiraeth no pudo acabar la frase, se encontró de frente con los labios de Hera. Esta la empujó y cayó de espaldas sobre la cama.
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