Capítulo 3 - "El principio del fin" (Parte 2)

—Manda huevos… —dijo Kourtney. Hiraeth no pudo evitar reírse—. Bueno, al menos ya saben que nos hemos ido por ahí. La cosa es, ¿a dónde vamos exactamente?

Hiraeth miró a su alrededor.

—Ni idea, podríamos dar una vuelta por todo el pueblo y así ver si encontramos a alguien o lo que sea, ¿te parece? —preguntó mientras se subían al coche.

—Está bien.

Mientras tanto, en la Universidad.
—¿Esa era Hiraeth? —preguntó Aria, desconcertada. Se acababa de despertar por culpa de los gritos del walkie-talkie.

—Sí —respondió Magus, con los ojos cerrados—. Ella y Kourtney han salido a dar una vuelta por no sé dónde.

—¿Que quién se ha ido a dónde? —intervino Chloe, que también se acababa de despertar. Su pelo rubio estaba todo alborotado y tenía unas ojeras como si llevase sin dormir dos semanas enteras.

—Dios mío, así no hay quien duerma. Os estoy diciendo que Hiraeth y Kourtney han salido a dar una vuelta por ahí. ¿Me podéis dejar dormir ya? Gracias —dijo al tiempo que volvía a recostarse en el suelo.

Chloe y Aria se miraron entre sí.

—Nosotras podríamos ir mientras tanto al supermercado y tal, para ir trayendo cosas que vayamos a necesitar, así aprovechamos el tiempo —sugirió Aria dirigiéndose hacia Chloe.

Esta se detuvo unos segundos a mirarla. Estaba tan dormida aún que apenas veía nada.

—Espera que me arregle un poco y vamos, que debo de tener unas pintas espeluznantes. Creo que colaría fácilmente por un zombie —dijo mientras se dirigía al baño—. ¿Y tú, Magus? ¿Vienes o te prefieres quedar aquí?

—Mhm —respondió vagamente—. Dejadme dormir.

Chloe se llevó una mano a la cara y continuó su camino hacia el baño. Aria la siguió.

Se lavaron la cara y se secaron con algo de papel higiénico que quedaba en el baño, era lo único que tenían a mano. Aria se paró a revisar su bolso, algo le faltaba.

—No puede ser. ¡Joder!

—¿Qué pasa? —preguntó Chloe.

—El puto rímel tía, no lo he cogido. Mierda —dijo maldiciendo algo ininteligible entre susurros.

—Aria, ¿hasta en medio del apocalipsis vas a ponerte así de dramática? Anda ya. ¿Para qué cojones necesitas el rímel? ¿Para que los zombies te vean más guapa y no te coman por compasión? —preguntó irónicamente.

—Tienes razón —dijo Aria aún rebuscando en el interior de su bolso—. Total, tampoco creo que nadie no muerto me vaya a ver. Pero el eyeliner sí que me lo voy a hacer, que me resalta los ojos.

Chloe suspiró.

Coche de Hiraeth, afueras de Whitebridge Creek.
Kourtney y Hiraeth acababan de aparcar junto a una de las farmacias del pueblo, allí podrían conseguir el equipo médico que necesitaban.

El viaje había sido tranquilo, no habían tenido ningún problema a la hora de llegar hasta el lugar. Por el camino se habían encontrado, esta vez sí, con algunos infectados, pero no les hicieron mucho caso. En el coche estaban a salvo, al menos de momento.

—Espera aquí —dijo Hiraeth mientras abría la puerta del coche—, creo que hay alguien dentro.

A través del ventanal de la farmacia podía ver a una chica que estaba saqueando los estantes de medicamentos. Hiraeth se adentró con cuidado. Pudo ver a la intrusa más de cerca, esta era morena, ni muy alta ni muy baja, de complexión normal, y el pelo le caía por encima de los hombros. Iba vestida con una sudadera negra de los Lakers y unos vaqueros rasgados. Hiraeth prestó especial atención a sus manos, llevaba un tatuaje con el símbolo zodiacal de Tauro. ¿Esa no era…?

—¿Jennifer? —preguntó Hiraeth al tiempo que se acercaba a la chica.

Esta se giró y la miró. Al instante su cara expresó sensación de sorpresa mezclada con alegría. Efectivamente, era Jennifer.

Habían compartido clase en la Universidad alguna vez y se solían llevar bastante bien, realmente era una grata sorpresa haberse encontrado con ella. Jennifer era la típica alma de la fiesta, aportando siempre felicidad allá por donde pasase y sacando sonrisas incluso en las peores situaciones. Seguro que ella conseguiría reanimar la ilusión del resto del grupo. Además, sería una gran combatiente, era agresivamente violenta cuando se le cruzaban los cables y sería capaz de fulminar grupos enteros de zombies, de eso Hiraeth estaba segura. Tenía un carácter bastante fuerte.

—¡Hiraeth! —exclamó con una sonrisa—. ¿Cómo estás? ¿Has venido con alguien más? ¿Estás con Aria, Chloe, y todos esos?

—Sí, sí —respondió asintiendo enérgicamente con la cabeza—. Estamos todos bien. Kourtney está fuera, esperando en el coche. Los demás están en la Universidad, digamos que nos hemos asentado temporalmente ahí ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

—He venido con unas amigas y mi hermanastro, veníamos en busca de medicinas, pero no me esperaba para nada encontrarme con vosotras; apenas hay señales de vida afuera más que algún gilipollas de esos infectados por ahí. Nosotros también hemos venido en coche, está aparcado fuera, justo detrás del vuestro. ¿Os importaría si nos unimos?

—No, para nada, al contrario. Estaría genial que vinieseis con nosotros, cuantos más seamos mejor —afirmó Hiraeth—. Y bueno, ¿quiénes decías que habían venido contigo?

En ese momento alguien se asomó por el mostrador de la farmacia. Era ella. Espera, ¿era ella? No, no podía ser. ¿O sí? No se lo podía creer. Hiraeth se quedó de piedra.

Perspectiva de «ella», unos segundos antes.
Acababa de meter las últimas vendas en su mochila cuando escuchó una voz, era de alguien que acababa de entrar en la farmacia. Era ella. Espera, ¿era ella? No, no podía ser. ¿O sí?

Decidió asomarse lentamente y apareció desde detrás del mostrador. Sí, era ella. Se fijó en sus ojos negro azabache, seguían siendo tan brillantes como siempre. Percibió que se había cortado el pelo, ahora su sedosa melena color castaño oscuro le caía por la altura de los hombros. Qué cara de tonta tenía, estaba pasmada; pero seguro que ella estaba igual, también se había quedado de piedra.

Hera no era capaz de moverse, no sabía cómo reaccionar. Esa dichosa muchacha siempre la dejaba sin saber qué hacer. Le aceleraba la respiración y los latidos, hacía que sus manos sudasen y que su habla se cortarse. Le hacía la persona más torpe del mundo. No le gustaba admitirlo, pero Hiraeth tenía el poder de hacer todo aquello sobre ella. ¿Estaba enamorada? La respuesta era sí.

—¿Os conocéis? —preguntó Jennifer extrañada.

—Ehhh —comenzaron las dos a la vez.
Ambas soltaron una risa nerviosa.

—Sí —se aventuró a responder Hiraeth, con una sonrisa en la cara.

Antes de que nadie pudiese hacer alguna nueva intervención, alguien más entró en escena. Era el hermanastro de Jennifer, Hades. Había estado en el almacén de la farmacia buscando más medicamentos. Iba bastante cargado.

—Hola —dijo saludando a Hiraeth—. Veo que aquí todas os conocéis. Yo soy Hades, el hermanastro de Jennifer, un placer.

Era un chico bastante alto y robusto. Tenía un peinado al estilo mullet y se había teñido de castaño, se podía apreciar que la raíz de su cabello era originalmente rubia. Era bastante atractivo. Sus ojos azules y cejas pobladas le daban cierto aspecto intimidante. Aparentaba unos 25 años. Por el acento se averiguaba que era originario de Puerto Rico. Hiraeth apenas sabía de su existencia, pero, Jennifer solía hablar constantemente de él. Mi hermanastro esto, mi hermanastro lo otro, estaba completamente obsesionada con él. Siempre decía que era el chico perfecto, que tenía una sonrisa radiante, un carácter fuerte, una personalidad atrapante y dominante... En resumen, todo lo que Jennifer adora.

—Encantada, yo soy Hiraeth. Soy una antigua compañera de clase de Jennifer —se presentó—. Le estaba diciendo a tu hermanastra que nos encantaría que vinieseis con nosotros, juntos tendríamos más posibilidades de sobrevivir.

—Me parece bien —dijo Hades con una sonrisa. Como no, tenía unos dientes perfectos.

Hiraeth asintió.

—¿Te parece si mi hermanastro y yo vamos subiendo a mi coche? Así vamos cargando las mochilas y tal; luego ya arrancamos —propuso Jennifer—. Mis otras dos amigas deberían de estar por ahí saqueando alguna tienda cercana, seguramente estén en la ferretería de la acera de enfrente, se llaman Leila y Olivia, por si te las encuentras. Una es pelirroja.

—Está bien, sí, podríais ir subiendo las cosas al coche—intervino Hera antes de que Hiraeth pudiera articular palabra—, nosotras podemos recoger algo más mientras tanto.

Jennifer parecía de acuerdo con la idea. Ella y su hermanastro salieron de la farmacia y comenzaron a cargar el material en el maletero de su coche. Kourtney se había quedado dormida.

—Bueno —comenzó Hera mientras se acercaba lentamente a Hiraeth—, ¿qué tal?

Hiraeth automáticamente se rió.

—Buena forma de intentar romper el hielo —dijo cruzándose de brazos—. Tenemos que hablar.

Ambas se pusieron más serias.

—Lo siento —dijo Hiraeth en primer lugar—. Te había descuidado y no me había preocupado por ti. Quiero decir, sí que me preocupaba por ti, pero no te lo dejé saber. Me refiero, ayer intenté incluso ir a tu casa a buscarte, pero quizás ya era demasiado tarde; no fui capaz de tener el valor de hablarte cuando debí y...

—Para —dijo Hera, interrumpiéndola de forma calmada—. Se te están atropellando las palabras, no te preocupes, sé a lo que te refieres. No estábamos en un buen momento y todo se torció con el tema este del virus, el apocalipsis y todo ese rollo. Ha estado igual de mal por mi parte, tampoco intenté contactar contigo. Pero es por eso, era una mezcla de sentimientos de culpa y miedo. Preferí abstenerme y estuvo mal. La hemos cagado las dos, pero no pasa nada, ya te he dicho muchas veces que de los errores se aprende. Además, la pelea que tuvimos en aquel momento fue muy tonta, no tenía la más mínima importancia. Ahora todo está bien, nos hemos vuelto a encontrar y estamos juntas, aquí y ahora.

—Tienes razón, como siempre —admitió Hiraeth dejando escapar una leve sonrisa. Hera quizás era muy tímida, vergonzosa, e incluso reservada, pero los tenía bien puestos y sabía arreglar los problemas con tranquilidad, tenía soltura para ello. No quería perder a Hiraeth y eso ella lo sabía—. Las dos hicimos mal. Pero todo ha vuelto a la normalidad, dentro de lo que nos permite el estar en medio de un maldito apocalipsis zombie, claro. Bueno, tú me entiendes.

Ambas rieron.

Siempre mantenían esa perfecta sintonía, parecían perfectamente armonizadas la una con la otra. Al fin y al cabo, todo siempre pasa por algo, ¿no? Al menos eso es lo que ellas tenían siempre en mente. Ambas estaban satisfechas, se habían vuelto a reencontrar y ahora podían comenzar de nuevo, juntas.

Hiraeth se paró a mirarla un instante. Seguía siendo tan guapa como siempre, esos ojos verdes destacaban en su cara de una forma hermosa; y combinaban perfectamente con su largo cabello rubio oscuro. A sus ojos, Hera era perfecta.

Siempre conseguía que su respiración y sus latidos se acelerasen, hacía que sus manos sudasen y que su habla se cortase. No le gustaba admitirlo, pero Hera tenía el poder de descuadrar todos sus esquemas. ¿Estaba enamorada? La respuesta era sí.

—Vamos —dijo Hiraeth—, los otros ya habrán acabado de cargar las cosas.

Se sonrieron mutuamente y salieron a la vez de la farmacia. Jennifer y Hades ya habían subido a su respectivo coche; en la parte trasera estaban las que suponía que eran Leila y Olivia, las conocía únicamente de vista, por habérselas cruzado alguna vez en la Universidad. Ya tendría tiempo para conocerlas más tarde.

Kourtney acababa de despertarse.

Subieron al coche y Hiraeth comenzó a conducir hacia su destino. Jennifer las siguió.

Mientras tanto, en el aparcamiento subterráneo de Walmart.
—Jo-der —dijo Aria mientras se recostaba en el asiento del copiloto—. Estamos muertas.

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