Capítulo 2 - "Ella"
—¡Chloe! ¿Qué haces aquí? —Hiraeth la miró desconcertada.
Su amiga no tenía muy buena pinta, llevaba la ropa rasgada y tenía un corte en la pierna. Su corto pelo rubio estaba cubierto de sangre, y sus normalmente radiantes ojos verdes habían perdido su brillo habitual; pero aun así, mantenía una leve sonrisa conciliadora. Se fijó en sus manos, llevaba un cuchillo ensangrentado. Probablemente se hubiese encontrado con algún infectado y no haya acabado muy bien. Al menos no parecía tener ningún mordisco ni arañazo, lo cual era buena señal. Hiraeth prefirió no preguntar.
—Bueno... —No sabía cómo empezar—. Es una larga historia, pero lo importante es que sigo viva, o al menos de momento. Pensé que lo mejor sería venir a buscarte, no sabía qué hacer... Lo he pasado fatal. —Instantáneamente se borró la sonrisa de su cara y unas ligeras lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Su amiga lo notó.
—¿Sabes algo de los demás? —la interrumpió, tratando de cambiar de tema. Intuía que algo grave había pasado y no quería hurgar en la herida.
—No, no he sido capaz de hablar con nadie, sigue sin haber cobertura... —En realidad ni siquiera lo había intentado, estaba demasiado asustada y no sabía cómo actuar—. ¿Y tú? ¿Sabes algo de...? Bueno, ya sabes.
Hiraeth sintió una puñalada en el corazón.
—Yo... No, no sé nada, no sé siquiera si está bien. Tendría que haber sido la primera persona a quien debería haberle hablado ayer, pero no lo hice. —En el fondo no sabía por qué no había contactado con ella; si había sido por miedo, por el agobio de todo lo que estaba sucediendo, o incluso por orgullo. Tal vez aún seguía enfadada con ella...
Sin embargo, lo que Hiraeth sí sabía era que jamás se perdonaría aquel error. Quizás nunca podría volver a hablar con ella. Quizás ya era demasiado tarde. Su última conversación había acabado en discusión, por una tontería, como solía ser habitual.
—¿Por qué no vas a buscarla? —sugirió Chloe—. Sabes de sobra que si le pasa algo nunca te lo perdonarás —dijo como si fuera capaz de leerle el pensamiento. Chloe aún conservaba ese misterioso poder de leer la mente de su mejor amiga, algo que sin duda era un arma de doble filo.
—Tienes razón... —admitió asintiendo lentamente con la cabeza—. Tal vez debería ir a buscarla, pero no sé... —Hiraeth agachó la cabeza y miró para otro lado. Tan valiente para unas cosas, pero tan temeraria para otras. Cómo odiaba eso.
—No seas imbécil Hiraeth, vamos, antes de que sea tarde.
Chloe cogió del brazo a su amiga y la arrastró hasta el coche, ambas se montaron en él. Chloe siempre empujaba a Hiraeth a hacer aquello que tanto quería, pero que tanto miedo le daba decir o ejecutar; una de las razones por las que su amiga estaría eternamente agradecida con ella, pasase lo que pasase.
Hiraeth se apoyó en el volante y suspiró. Su mente estaba por colapsar. Su acompañante se limitó a mirarla.
Hiraeth se apoyó en el volante y suspiró. Su mente estaba por colapsar. Su acompañante se limitó a mirarla.
A los pocos segundos, arrancó el coche. Llegarían en cinco minutos.
—La quieres —dijo Chloe de repente, mientras que miraba a través de la ventanilla del coche. Ese era un dato que Chloe conocía de sobra, pero que quería escuchar de la propia boca de Hiraeth, ya era hora de dejar las tonterías atrás.
—¿Qué? —Hiraeth sabía perfectamente a lo que se refería, pero prefería evadir el tema.
—Digo que la quieres, a ella, la quieres.
Hiraeth tragó saliva.
—Ya sabes que la quiero. ¿A qué viene esto ahora?
—Entonces, ¿por qué no querías venir a por ella? —Desvió la mirada y se giró hacia Hiraeth, esta lo notó por el retrovisor. Chloe quería que la morena se desahogase por completo.
—¿Cómo que no quería venir? Claro que quiero —reprochó.
Conforme los nervios de Hiraeth iban aumentando, más borrosa veía la carretera. Notaba cómo el sudor comenzaba a recorrer toda su cara. Trató de concentrarse únicamente en la carretera.
—No me mientas, sabes de sobra que reconozco cuando mientes. Ni se te ocurra volver a negármelo porque sabes que es verdad —replicó Chloe cruzándose de brazos. Realmente conocía bien a su amiga; la morena y la rubia habían crecido juntas desde que tienen uso de razón y nunca se habían separado. Sabían todo la una de la otra.
—Está bien. Me daba miedo —admitió al fin—. Me daba miedo ir y que la encontrásemos convertida en una de esas cosas, me daba miedo ir y mirarla a los ojos, porque no sería capaz de hacerlo. Me he comportado como una imbécil con ella, y temo que ese sea el último pensamiento que haya tenido sobre mí. Siempre digo que pase lo que pase cuidemos a los demás, y que en vez de discutir deberíamos arreglar los problemas, porque nunca vas a saber cuándo será la última vez que veas a una persona, o hables con ella, o lo que sea. O la última vez en general que hagas algo. Luego ya es demasiado tarde. Esa es mi filosofía de vida. Pero me he saltado mi propia regla, soy una idiota.
Su amiga no respondió, no sabía qué decirle, en el fondo la entendía, pero no era su culpa. Sabía que Hiraeth era incapaz de fallarle a alguien, pero el miedo se había apoderado de ella. A veces tu mente se puede convertir en tu peor enemigo.
Llegaron a una calle cerca del McDonald's de su pueblo, Whitebridge. No era un pueblo muy grande, pero era acogedor. Llevaba siendo su hogar desde hacía veinte años. Pero ahora se había convertido en el propio infierno.
Bajaron la calle hasta que llegaron a casi las afueras del pueblo, allí era donde «ella» vivía. Apenas se veía con la niebla, que cada vez era más espesa. Todo pintaba cada vez más siniestro.
Hiraeth bajó del coche, y tras ella, Chloe. Recorrieron la calle con la mirada, no parecía haber nadie cerca; las luces de las casas estaban apagadas y las puertas cerradas, solo eran ellas contra la oscuridad. Hiraeth echó un rápido vistazo a su reloj, apenas eran las cinco de la mañana. Aún les quedaba tiempo más que de sobra.
—¿Y ahora? —preguntó Chloe, sin saber muy bien qué hacer.
—Vive ahí —dijo Hiraeth señalando al número 25 de la calle.
Llegaron hasta un bloque de pisos. Parecía estar en muy buen estado, o al menos el exterior. Las paredes estaban recién pintadas de blanco y las ventanas de los balcones eran relativamente nuevas.
—Pff, aquí vive mucha gente... —dijo la rubia apreciando lo enorme que era el edificio—. ¿Sabes en qué planta y puerta vive?
—Ni idea.
Hiraeth se paró frente a la puerta del portal y vio que al lado del telefonillo había una lista con los vecinos de cada piso. Por algún sitio tendrían que empezar.
Chloe se puso de puntillas y comenzó a leer el listado.
—Primero A: Claudia García, primero B: Manuel Díaz, segundo A: Ainhoa Cifuentes, segundo B... —se detuvo.
—¿Segundo B, qué? ¿Es ella?
—Sí -sentenció.
Chloe pulsó el timbre; una, dos, y hasta 4 veces, pero no hubo respuesta.
—Pues nada, entraremos a la fuerza —Hiraeth cogió su mochila y sacó una ganzúa de uno de los bolsillos laterales. Sabía que algún momento la iba a tener que necesitar.
—Vaya, sí que venías preparada —dijo su amiga sorprendida.
Tras forcejear un poco con la puerta, consiguió abrirla. Echaron un vistazo rápido al portal, no parecía haber nadie. Encendieron la luz y comenzaron a subir por las escaleras. El interior del edificio estaba bastante menos cuidado que el exterior, había una gran falta de pintura en las paredes y algunos escalones estaban comenzando a desquebrajarse por los bordes.
—Sangre... —dijo Chloe señalando a una de las paredes del edificio.
Hiraeth tragó saliva. El rastro de sangre provenía del piso de arriba. Parecía reciente. Por si fuera poco, las luces del techo comenzaron a parpadear. Los corazones de ambas dieron un brinco.
—Esto no me gusta ni un pelo —susurró Chloe.
Aceleraron el paso y llegaron a la segunda planta. Se situaron enfrente de la puerta B. Hiraeth volvió a sacar la ganzúa de su bolsillo e intentó abrir la puerta, pero esta se resistió. Rebuscó en su mochila y sacó un martillo.
Era un método mucho más ruidoso, pero era la única forma de entrar que tenían. Hiraeth le dio un golpe a la puerta, pero no se abrió. Otro golpe, pero tampoco se abrió. Sin embargo, no se iba a rendir fácilmente.
—Sujétame esto —le pidió al tiempo que le entregaba su mochila a Chloe. Dio un paso hacia atrás y le dio con todas sus fuerzas a la puerta.
Al fin se abrió.
El piso no tenía muy buena pinta. En el recibidor, colgaba del techo una pequeña bombilla que apenas alumbraba la estancia; la cocina, contigua a la entrada, estaba repleta de platos y vasos rotos, y había algo de sangre repartida por el suelo. El resto de las habitaciones tenían un aspecto similar. Los muebles estaban descolocados y la televisión encendida. Registraron todo, pero no había nadie.
—Esto está hecho un desastre —señaló Chloe tras analizar todo el piso.
—Ya... Aquí desde luego no está, pero al menos si no hay cuerpo significa que puede haber sobrevivido, ¿no?
—Ahí tienes razón. Yo diría que está viva, tiene toda la pinta —afirmó su amiga.
Hiraeth alzó una ceja.
—Fíjate —indicó señalando una ventana que daba hacia las escaleras exteriores, las cuales conectaban los balcones de las distintas plantas—, diría que salió por aquí, la ventana está abierta. Además, hay indicios de forcejeo, pero no hay ningún cuerpo, seguramente escapó. Debe de estar viva, o como mucho, herida.
—Eso es mucho suponer. Pero puede ser que tengas razón y haya escapado, o al menos eso espero. ¿Pero con quién forcejearía? Como bien hemos dicho, no hay cuerpos en ninguna parte. —Hiraeth tenía sus dudas respecto a esa teoría.
—Hasta ahí ya no llego, pero seguro que si ha escapado la encontraremos. Vayamos primero a la Universidad a ver si están los demás, por si han visto algo, y luego ya tratamos de buscarla a ella, ¿vale? No te preocupes, seguro que está bien, ella sabe cuidarse sola. —Chloe le guiñó un ojo. No era una situación para nada fácil, pero debían ser optimistas, algo que sin duda sería de lo más complicado para Hiraeth.
Hiraeth asintió con la cabeza. «Ella» sabía cuidarse sola, en eso tenía razón.
Salieron de allí a toda prisa y entraron de nuevo en el coche, fueron directas a la Universidad. Por el camino no se encontraron con nadie, ni vivo ni muerto. ¿Dónde estaría la gente? No se habían encontrado con nadie desde que salieron de la casa de Hiraeth. Todo era demasiado extraño.
La niebla seguía espesando y la lluvia empezaba a caer con más fuerza, Hiraeth no era casi capaz de ver nada a través del cristal, sentía que estaba a punto de estrellarse. Aminoró la marcha y siguió avanzando.
Con dificultad llegaron hasta su destino. Alguien les abrió la puerta del aparcamiento. Hiraeth siguió hacia adelante, aunque sin saber muy bien hacia dónde se dirigía.
—¡Para! —exclamó una voz.
—¿Quién es? —preguntó la copiloto.
—No lo sé, no veo nada. ¡Mierda! Creo que hemos chocado contra algo.
—¡Te dije que parases! —repitió la voz.
Hiraeth y Chloe salieron del coche, habían chocado contra una de las vallas del aparcamiento, al menos el golpe había sido leve. El coche no había sufrido ningún daño más que un simple rasguño.
Se giraron para ver quien estaba con ellas. Eran Kourtney y Aria. Sintieron un gran alivio al saber que sus amigas estaban sanas y salvas.
—¡Aria! —gritó Hiraeth—. ¿Cuándo habéis llegado? ¿Habéis visto a los demás?
—Llegamos hace unos 20 minutos, como no vimos a nadie decidimos entrar. Magus llegó poco después, está dentro. Me alegro mucho de veros.
Tras una oleada de abrazos entre todas las amigas, cerraron la puerta del aparcamiento y entraron al edificio principal de la Universidad. Parecía estar vacío.
—Por fin, ya estabais tardando. ¿Dónde os habíais metido? —Magus arqueó una ceja.
—Me encontré con Chloe cuando iba saliendo de mi casa, pero tuvimos que ir a buscar una cosa, por eso hemos tardado tanto. Lo importante es que ya estamos aquí.
Ambas intercambiaron una mirada conciliadora.
—¿Qué fuisteis a buscar exactamente? —preguntó Kourtney, curiosa.
—Bueno... Es una larga historia —intervino la rubia. No tenía intención alguna de contar el culebrón por el que pasaba su amiga.
Hiraeth carraspeó. Todos dirigieron su atención hacia ella.
—Deberíamos revisar el edificio, por si hubiese "alguien" más por ahí —interrumpió—. Vosotros cuatro quedaros aquí, Chloe vendrá conmigo.
La aludida asintió con la cabeza.
Hiraeth dejó todo lo que llevaba sobre una de las mesas del hall, aunque se quedó con el martillo, por si acaso lo llegaba a necesitar nuevamente.
Fueron aula por aula buscando cosas que pudieran resultarles útiles; las patas de las mesas servirían como armas provisionales y los tableros serían para tapar ventanas. También aprovecharon para cerrar todas las puertas exteriores. Recorrieron los tres edificios de los que se componía la Universidad, incluyendo el huerto y el laboratorio, pero seguía sin haber rastro de ninguna presencia humana.
—¿Queda algo más por revisar? —preguntó Chloe.
—Creo que no, ya hemos pasado por todos bloques de la Universidad. Todo está vacío. No entiendo nada, ¿dónde está todo el mundo? ¿Tú vistes a alguien cuando ibas hacia mi casa?
—Qué va. Ni siquiera estaban mis padres en casa cuando me fui, y tampoco he podido llamarles porque sigue sin haber cobertura. ¿Y los tuyos? ¿Los has visto?
—Sí. Bueno, lo que quedaba de ellos —respondió Hiraeth bajando la voz.
—Vaya... Lo siento mucho —Chloe se arrepintió inmediatamente de la pregunta que acababa de hacer.
—No te preocupes. Lo importante ahora es averiguar qué coño está pasando. Deberíamos volver con los demás. —Hiraeth tenía demasiado reciente esa herida y no quería seguir hablando del tema.
Su amiga asintió.
Sin embargo, Hiraeth sentía que había algo que estaban dejando pasar.
—Oye... —titubeó—. ¿Te acuerdas del puesto de policía que había al lado de la Universidad? El que compartía valla con el campus. Podría haber armas de fuego, nos serían muy útiles.
—Es verdad, no me acordaba. Podríamos ir a revisarlo, seguro que algo encontramos.
Hiraeth sonrió.
Saltaron la valla del campus y dieron con el puesto, parecía estar desierto. Hiraeth golpeó varias veces la puerta para comprobar si alguien se asomaba por la ventana, pero nada. Decidieron entrar.
Hiraeth agarró una bolsa y empezó a cargarla con armas que habían colgadas en la pared. También recogió un cargamento de balas que había bajo el mostrador de la entrada.
—Tú busca a ver si encuentras algún walkie-talkie o cualquier cosa que pueda sernos útil para comunicarnos. Yo seguiré revisando por aquí.
Chloe hizo caso a su amiga y entró en otra habitación que había contigua a la entrada. Había varios cuadros colgados en la pared, tenían bastante polvo. Todo estaba sorprendentemente sucio, como si nadie hubiese pasado por allí en mucho tiempo. Chloe siguió caminando por la habitación y encontró varios armarios, parecían muy antiguos.
También había un reloj de pared, pero no funcionaba. No parecía haber nada más interesante por allí, así que decidió registrar los armarios. Abrió el primero y solo vio uniformes. ‹‹Quizá podamos aprovechar la tela para algo››, pensó. Se disponía a abrir el segundo cuando escuchó la puerta de atrás.
—¿Hiraeth? ¿Eres tú? —Chloe se acercó a la salida para ver quién era.
—¡Hiraeth! —gritó.
Por la puerta de atrás se asomaba uno de ellos, un infectado, iba vestido de policía. Este se abalanzó sobre Chloe mientras seguía gritando el nombre de su amiga. ¿Dónde coño se había metido?
Consiguió quitárselo de encima de una patada y lo empujó contra la mesa, recogió su arma del suelo y le dio un golpe directo a la cabeza. El golpe fue tan brutal que Chloe acabó completamente salpicada de sangre. ¿Lo había matado? Eso parecía, al menos no se movía.
—¿Qué cojones ha pasado aquí? -Hiraeth acababa de llegar—. ¿Estás bien?
—Sí, genial. ¿A ti qué te parece? —dijo señalando su ropa ensangrentada.
Hiraeth captó la ironía.
—Ha venido un bicho de esos y casi me come la puta cabeza. Y tú casualmente no estabas aquí —replicó alzando la voz—. No me ha matado de milagro. Menos mal que el contacto con sangre no es una forma de contagio porque si no estaría jodida.
—Joder... Lo siento, había salido a revisar los coches, si les queda gasolina podemos usarla. No te había escuchado. ¿Tú has encontrado algo? Aparte de... bueno, esa cosa.
—No, iba a revisar este armario cuando llegó el tío este. No sé si habrá alguno más, ha entrado por aquí —dijo al tiempo que cerraba la puerta trasera.
Chloe se dirigió a abrir el armario que le faltaba y encontró justo lo que buscaban, walkie-talkies. Los lanzó contra el pecho de su amiga y se marchó por donde habían entrado hacía un rato.
Hiraeth corrió tras ella.
—Oye.
Chloe la ignoró.
‹‹Como quieras››, pensó Hiraeth, entornando los ojos. Cuando Chloe se enfadaba era insoportable.
Pasó por su lado y la adelantó. Entró de nuevo en el edificio principal de la Universidad y llegó hasta el hall, junto con los demás. Dejó su bolsa de armas junto a las provisiones, se quedó con una pistola y repartió otras cuantas entre sus amigos, también les entregó unos walkie-talkies para mantenerse en contacto.
—¿Y Chloe? —preguntó Aria extrañada.
—Por ahí detrás viene —respondió de forma cortante.
Fue hasta una de las ventanas que daban al exterior de la Universidad y se asomó, la niebla seguía siendo muy espesa y apenas se veía, pero se conseguía distinguir alguna forma. «¿Pero qué cojones...?»
Se despegó de la ventana, abrió la puerta del edificio, y salió al aparcamiento. Sus amigos se dieron cuenta al instante y la siguieron hacia al exterior.
Justo detrás de la puerta principal se erguían dos figuras humanas, o al menos eso es lo que aparentaban ser. Hiraeth se acercó cuidadosamente.
—¿Hola?
—Ho... hola, ne... cesitamos ayuda. Por... favor... —dijo una de las figuras.
Cuando se acercó lo suficiente pudo verlo con más claridad, eran un hombre y una mujer. La mujer estaba embarazada.
Hiraeth se giró a mirar a sus amigos. No sabía qué hacer. ¿Y si estaban infectados? No podía arriesgarse a que contagiasen a los demás.
—¿Estáis infectados? —preguntó con incredulidad. ‹‹Ni que lo fuesen a admitir en caso de que fuese así. Idiota››, pensó al instante.
—No, no —respondió el hombre apresuradamente. Tenía mal aspecto, su cara estaba pálida y le temblaban las manos—. Estamos bien, solo queremos algo de ayuda. Por favor, mi mujer está embarazada. Dejadnos entrar, os lo suplico.
Kourtney se adelantó.
—¿Y cómo sabemos que no estáis infectados? —preguntó.
—¡Lo juro! No estamos infectados, no nos han mordido. Estamos bien. Podéis revisarnos si queréis, pero dejadnos entrar —suplicó el hombre nuevamente poniéndose de rodillas.
Se hizo silencio.
Antes de que nadie pudiese responder, la situación se complicó. La mujer embarazada comenzó a vomitar de forma compulsiva. No tenía muy buena pinta.
—¡Camila! —gritó el hombre—. ¡Ay dios mío! ¡Ayudadnos! ¡Necesitamos ayuda!
Hiraeth se bloqueó. No sabía qué hacer. Los vómitos eran síntoma de embarazo, ¿no? Pero ¿y si eran síntomas de ZV-22 también? No se podían arriesgar. Pero tampoco podían dejar que la mujer muriese frente a ellos, ¿o sí? ‹‹¡Joder!››
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de un balazo. ¡Bang! Otra vez. Ahora los dos cuerpos yacían muertos en el suelo. Hiraeth estaba salpicada de sangre.
Miró hacia atrás, aún en shock, y vio a Magus con una pistola en la mano. Él había disparado
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