Capítulo XXI

La tensión que hay en el ambiente era indescriptible. Ambos contrincantes en pie hechos polvo provocado por aquella pelea tan intensa. Las respiraciones agitadas con el corazón en la garganta. Tambalean un poco, pero su fuerza de voluntad les impide caerse. Ninguno de los dos desea perder. Desde la lejanía, Len mira a cada uno averiguando quien da el movimiento falso para acabar esta batalla. Esos dos se han respetado durante este combate, pero todo tiene que tener un fin.

Si pierde Luffy, los Mugiwara se rendirán. Y si pierde Katakuri... sería la perdición para la tripulación de Big Mom por la derrota del comandante más fuerte. Ve que su esposo está a punto de hablar echando el último aliento, donde quiere saber la respuesta de Mugiwara.

—¿Volverás para derrotar a Big Mom?

—¡Claro que sí! ¡Porque yo seré el Rey de los Piratas!

«Nadie le puede quitar esa idea de la cabeza», Len está asombrada porque ese chico tiene un sueño que cumplir. El comandante esboza una sonrisa en donde ella no pudo comprender.— Estás viendo demasiado lejos el futuro.— Y como si todo fuera a cámara lenta, Katakuri va cayendo poco a poco de espaldas hasta que tocar el suelo definitivamente. La señal de derrota.

Luffy no daba crédito a lo que ha sucedido. Al fin pudo acabar con el enemigo más complicado que ha tenido en la historia. El joven pirata se acerca a él para inspeccionarlo de cerca a ver si esto era un sueño o no. No lo era. Ya no se levanta de su sitio. Saca su sombrero de paja de aquel otro sombrero que le dio Bege y lo coloca sobre la boca de Katakuri a modo de respeto. Se gira para buscar el espejo que lo sacaría de ahí y para ello debe encontrar a Brûlée.

Grave error. Enfrente suya, a escasos metros, está Len con una mirada de pocos amigos. ¿Debe enfrentarse a ella ahora? Ambos se miran como si estuvieran diciendo muchas cosas. Tal vez una rivalidad que es difícil describir. Luffy se coloca en posición de combate, en caso de que la chica le ataque. Ya ha probado dos puñetazos y no es débil. Piensa que Len es más fuerte que Katakuri, pero ¿podrá pelear en esas condiciones?

En cambio, ella mira de vez en cuando el cuerpo de su esposo ya sin poder mover ningún músculo. Verlo así la enfurece y, por otra parte, no. En esta batalla pudo ver a un Katakuri muy diferente al que está acostumbrado a ver. Un hombre que no es un súper humano sino todo lo contrario. Que es fácil derribarlo si te lo tomas en serio y sacas todo el valor para derrotar a una bestia parda. Alza el brazo, alertando a Luffy, para señalar a su derecha. Esto desconcierta un poco al pirata no entendiendo nada.

—La salida está por ahí.

¿Debe confiar en ella? ¿Y si es una trampa? No parece que ella quiera pelear con él sabiendo en las condiciones que se encuentra. Luffy no lo dudó en ningún momento y caminó en la dirección que le dijo Len.

—¡Mugiwara! —Y se detiene en seco al escuchar que le llama—. La próxima vez que nos veamos y esté en mejores condiciones, no dudaré en golpearte hasta verte en el suelo. Y Katakuri no volverá a caer ante ti.

Aquella advertencia hizo que la sonrisa de Luffy se ensanchara gustándole la idea.— ¡No dudaré en combatir contra él y contigo!

Ella sonríe a lo que asiente viendo como el enemigo quien venció a Katakuri se marcha. Len se acerca lentamente al cuerpo de su marido hincando las rodillas al suelo, sujetando con firmeza su vientre para no hacerse daño. Verlo así la enfurece, pero se contuvo. Lleva la mano hacia el sombrero para quitarlo lentamente y ver aquel rostro fatigado de Katakuri por aquella pelea. Ese chico lo motivó y lo mejor de todo es que dejó de lado aquello que le aterraba y pudo ser él mismo.

Sonríe complacida comenzando a acariciar con gentileza el rostro de su esposo, importándole poco de manchar su mano de sangre. No tiene botiquín a mano para sanar las heridas de Katakuri. Y no debe emplear aquella habilidad especial en ella, pero si quiere curar esas heridas tan graves y profundas debe hacerlo. Lo hace por el bien de él. Cierra los ojos para concentrarse en donde aquellas marcas que nacen del tatuaje comienzan a extenderse por todo su cuerpo. La luz que emite es de color blanco, una muestra de sanación. Junta las manos para apoyarlas luego en el pecho de Katakuri y comienza a sanarlo. El proceso iba ser lento, pero efectivo.

Si Katakuri estuviese consciente le dirá que no lo haga. No sabe las condiciones que saldrían los pequeños si se esfuerza tanto. Y no hay opción. No hay nadie alrededor como para ayudarles. Ella puede levantarlo gracias a su fuerza sobrenatural y no lo hace por un simple motivo. No sabe cuántos minutos han pasado, hasta que escucha a alguien acercarse a lo que para definitivamente. La respiración de esa persona se vuelve un tanto agitada a lo que gira la cabeza para ver quién era.

—¡Len-chan! —Es ni más ni menos que Brûlée trayendo consigo un gran botiquín.

—Brûlée.

—¡Rápido hay que vendar el cuerpo de onii-chan! —Está histérica, motivo por su preocupación por Katakuri.

—Tranquila, él está bien. —La tranquiliza con una sonrisa.— Está durmiendo plácidamente.

—¡Traje el botiquín! —dice mostrándolo—. Espero que esto funcione.

—Claro que funcionará. —Apoya la mano en el hombro de la Charlotte para, luego, ayudarla.

«Esto debe ser suficiente», piensa la chica sin dejar de mirar a Katakuri por si, en algún momento, despertara. No deja de acariciar su rostro a modo de saber que ella está ahí y no se irá a ningún lado. Vendas en la cabeza, en el costado... Todo para que aquel hombre abra sus ojos y sabes que está bien. Es lo único que desean ambas mujeres. Brûlée explica la situación a Len diciendo que los Mugiwara han escapado de las garras de Big Mom. Por alguna razón, si escuchase esto Katakuri, se alegraría.

Luffy tuvo suerte de salir vivo de aquel océano y más con esas condiciones. Sus oídos se agudizan al escuchar un leve suspiro. Katakuri está despertando. Un sonido de dolor y angustia aparece en su garganta a lo que la chica apoya la mano, no desea verlo sufrir más.

—¿Dónde...? —pregunta con los ojos abiertos.

—Bienvenido al mundo de los vivos, Katakuri —Bromea con una simple sonrisa.

Y como si lo viera venir, Katakuri utiliza sus fuerzas para abrazar a la joven. Es un signo de preocupación.— Dios, estás viva.

—Claro que lo estoy. Ese idiota no me tocó un pelo.

—No me refería a eso.

—¡Onii-chan! —escucha a su hermana pequeña llamarlo—. ¡Menos mal! ¡Pensé que te había perdido!

—Estoy bien. —Calma a Brûlée con una pequeña sonrisa, pero la cambia al recordar una cosa que le tiene intrigado—. ¿Y Mugiwara?

—Ese desgraciado ha escapado —refunfuña muy enfadada.

Aparece una sonrisa sincera de Katakuri, le gustó escuchar aquello. «Lo sabía», Len sonríe también. La única que no le gustó demasiado fue a Brûlée. Sin embargo, tiene la sospecha de que su hermano deseaba que Luffy escapase sano y salvo. No lo puede discutir, al fin y al cabo, ese chico hizo que Katakuri dejase su miedo. Los recuerdos empiezan a cobrar fuerza, ambos rememoran aquel accidente. Un Katakuri que no le importaba lo que pensasen de él, cambió por completo al ver a su hermana herida.

Nunca se lo perdonó. Y ahora debe proteger a su verdadero familia. Len y sus hijos. No quiere dejar de abrazar a la joven; sin embargo, ella le recuesta de nuevo para que no se moviera de su sitio. No es bueno que haga movimientos bruscos. Desvía la mirada, a la lejanía, viendo los cuerpos de los piratas y de Flampe. Esa cría no supo respetar la pelea de Katakuri contra Luffy. Le disgustó que se burlara de su rostro. Katakuri tiene un gran rostro.

—Len yo...

—Katakuri. —Le corta posando el dedo en sus labios—. No quiero que pienses en lo sucedido con Flampe. Esa niña no sabe apreciar lo que tiene delante de sus ojos.— No deja de acariciar el rostro de él. El contacto visual siempre está ahí, presente—. Eres el hombre más maravilloso del mundo. Te amo con todas mis fuerzas. Amo cada imperfección, cada sonrisa, cada mimo... Lo amo todo.

Los ojos granates de aquel ser, quién le consideran un monstruo, brillan con intensidad. Esas palabras llegan a lo más profundo de su corazón. Alza la mano acariciando su rostro. Esa piel aterciopelada que le gusta tanto, manchada por su propia sangre. A ella no le importaba.— Por eso te amo demasiado. Lo eres todo para mí. Removería tierra y mar para encontrarte. Nunca dejaré de amarte, ni a nuestros hijos. —Desciende la mano hacia su vientre para sentirlos—. Ya estoy deseando verlos y darles todo el cariño del mundo. —Esboza más la sonrisa mostrando sus colmillos.

Brûlée está viendo una película romántica que hasta sus ojos destellan de emoción. Esos dos están profundamente enamorados y se nota en el ambiente. Por eso el matrimonio ha ido bien. Fue bueno para Katakuri al conocer a una mujer tan maravillosa como Len. Y eso que Brûlée, en un principio, sintió odio en la chica. Pero durante estos meses el amor de esos dos crecía aún más.

En esos mismos instantes, Katakuri se siente el hombre más afortunado del mundo. Ya no importa el dolor que siente. Eso es secundario. Tiene a Len, quién le cuida, teniendo cuidando de no causar daño alguno. Y ella en ningún momento ha dejado de sonreír. Sin embargo, eso no perdura porque Len cae lentamente hacia a un lado tocando el suelo. Los ojos de Katakuri y Brûlée se abren completamente al ver esa escena. La mujer Charlotte rodea el cuerpo de su hermano para llegar hasta ella y tomar la temperatura.

—Está caliente. —Alerta clavando su mirada en las piernas de Len. Un líquido está saliendo en ellas. ¿Es posible que...?—. ¡Onii-chan ha roto aguas!

—¡¿Qué?! —A modo automático, se levanta de golpe para ver aquello que mencionó Brûlée—. ¡Pero si todavía le queda tres meses!

—Algo anda mal. Algo anda mal —repite una y otra vez, nerviosa.

El rostro de Katakuri refleja preocupación y miedo en su querida esposa. No puede dejar que muera ahí así sin más. Utilizando todas sus fuerzas, se levanta, ignorando ese dolor y coge a la joven en brazos para caminar en dirección hacia uno de los espejos. Brûlée le grita que no debe salir, todos verán su rostro. Él la ignora completamente. Ahora su deber es llevar a Len al hospital cuanto antes. Tiene un mal presentimiento. ¿Y si sus hijos están en peligro?

Sale de aquel espejo que lo lleva a la gran plaza donde todos, hermanos y aldeanos, se encuentran ahí. Todos sonríen al ver a su hermano o héroe de pie, pero sus rostros cambian con horror viendo el rostro deformado de Katakuri. Los hermanos pequeños no entienden el porqué su hermano mayor ocultaba algo tan horrible. Oven, quién estaba ahí, se acerca a toda prisa.

—¿Se puede saber que haces? ¿Dónde está tu bufanda? —pregunta muy preocupado.

—No hay tiempo, Oven. Len ha roto aguas.

—¡¿Que?! ¡Pero si todavía le queda tres meses!

—Algo anda mal y no estoy nada tranquilo. —Se queja de dolor, a lo que cae al suelo, apoyando las rodillas en él—. Debo ir... al hospital. —No debe fallar, esta vez no.

Oven no daba crédito lo que ven sus ojos. Su hermano mellizo deja el lado el miedo para llevar a Len al hospital. Chasquea la lengua, no soportando verlo así. Lo ayuda a levantarse mientras agarra a la chica.— Yo la llevaré. En esas condiciones no llegarás tiempo.

—Oven, por favor. —Ruge llevando la mano a su costado—. Date prisa.

Él asiente con la cabeza y se retira de ahí con prisa llevando a Len cuanto antes al hospital. Katakuri siente la mirada de todos los seres que viven en ese reino, viendo a un monstruo deformado. No mira a ninguno. Tan solo quiere llegar hasta ella. Camina con algo de torpeza ignorando a todos aquellos y siente que su hermana Brûlée le sigue de paso. Smoothie, Galette, Mont'Dor, Daifuku y Perospero vieron que Oven se lleva con prisa a Len alguna parte. Los cinco se sorprenden al observar que su hermano mayor no tiene puesto la bufanda.

Su aspecto no era natural. Está herida de pies a cabeza y parece ser que desea ir a donde está Len. Todos sus músculos le fallan y cada dos por tres cae al suelo, apoyando las manos y rodillas para no hacerse daño. «Debo llegar. No puedo dejarla sola», hace el esfuerzo posible para volver a ponerse en pie. Hasta que siente a alguien ayudarlo. Smoothie y Daifuku no soportaron ver a su hermano así, por lo que optaron en ayudarle. Katakuri lo agradece mentalmente, lo necesitaba. Ahora debe llegar hasta ella.

Se tomaron su tiempo para llegar al hospital donde hay unos cuantos heridos, a causa de la pelea con los Mugiwara y por los piratas de Capone Bege. Y al fondo, se ve a Oven donde escucha unos leves gritos de dolor por parte de Len. Katakuri se aparta para llegar hacia su hermano, sin importar caer o tropezar al suelo. Oven lo detiene.

—No puedes entrar. La están atendiendo.

—Tengo que estar con ella. Me necesita. —Desea entrar, no puede dejarla sola. Aquellos gritos de dolor lo destacaban.

—El doctor me ha dicho que nadie debe entrar. Ella está grave y necesita concentrarse.

—¿Hace cuánto que despertó?

—Desde que la dejé en la camilla.

No puede hacer nada al respecto, tan solo esperar a que esos gritos disminuyeran. Tiene la sensación de que algo anda mal y solo desea que no sea nada grave. Se sienta en una silla utilizando toda la paciencia del mundo mientras sus hermanos están con él, apoyándole. Cracker, se enteró de la movida, por lo que corrió con prisa hacia la habitación donde está Len y encontrándose con sus hermanos. Quién está destrozado es Katakuri que no ha desviado la mirada en ningún momento.

No sabe cuántos minutos han pasado, aquellos gritos de lamento y dolor no cesaban. Hasta que, de repente, sus oídos se agudizan al escuchar unos llantos de un bebé. Su corazón palpita con emoción al escucharlo y sus hermanos están felices de que todo haya salido bien. «¿Todo ha salido bien? ¿De verdad?», solo escuchó un llanto, pero ¿el otro? Solo quiere entrar y ver lo que ha sucedido.

Y como si sus súplicas fueron escuchadas, la puerta se abre apareciendo el doctor quién mira con horror al comandante. Nunca pensó que ese hombre sea un monstruo ante sus ojos, es mejor no decir nada por si acaso que le matase en ese mismo instante.

—Katakuri-sama, debo informar la situación.

—Dígame que está bien —dice preocupado.

—Ella está bien —comenta colocándose las gafas—, ha roto aguas muy temprano. Debió de pasar algo.

—¿Y los bebés? Solo escuché el llanto de uno.

—... Entre, por favor.

El temor aparece en aquel hombre de cinco metros. Mira con duda a sus hermanos y Brûlée apoya las manos en su espalda para que entrase. Coge toda la determinación del mundo y camina en dirección a la sala, entrando junto con el médico. Ver a Len dormir plácidamente es de lo más tierno que ha visto, pero sus ojos brillan al ver un pequeño bulto en sus brazos. Se acerca en silencio tomando al bebé en los suyos y lo ve. Es un niño precioso que ha heredado el cabello de su padre. Se enternece verlo dormir, igual a su madre.

Sin embargo, algo capta su atención desde el rabillo del ojo. Una máquina y en su interior hay un bebé con varios tubos conectados en él. Camina con lentitud para ver al pequeño y es una niña que heredó el cabello de su madre. Ambos son mellizos. La bebé es más pequeña que su hermano y se ve más débil. ¿Eso es malo?

—El niño nació sano y fuerte; sin embargo, la pequeña no tuvo la misma suerte —comenta el doctor poniéndose al lado del comandante—. Parece ser que su hermano le robaba la comida durante la gestación y Len-sama ha hecho algo para que nacieran ambos prematuros.

—¿Está... viva?

—Sí. Más no lloró. Por eso está en la máquina, teniendo esperanzas a que despierte. Si dentro de 24 horas no da señales, entonces damos por hecho que está muerta.

«Muerta», esa palabra se repite una y otra vez en su cabeza como si fuera una grabación. No puede creer que esa bebé, tan frágil y tan pequeña, no sobreviva. ¿Que hizo mal? No quiere perderla, quiere que viva y que vea el mundo. Apoya la mano en aquel cristal no apartando la mirada en la bebé, en el fondo no quiere alejarse. Escucha un pequeño quejido de alguien, a lo que se gira, encontrándose a Len ya despierta quién miraba de un lado para otro.

—¿Mi bebé? —Es lo primero que pregunta no sintiendo calor cerca de su pecho.

—Está conmigo —responde Katakuri acercándose a la joven con el bebé en brazos.

—Katakuri. —No puede evitar en sonreír al verle y con el pequeño—. ¿A qué es precioso? —pregunta ya teniendo al bebé en sus brazos viendo que aún sigue durmiendo.

—Lo es —responde, pero está preocupado por la niña que está en aquella máquina horripilante.

Len se da cuenta de ello a lo que agacha la cabeza, sintiéndose culpable.— Es por mi culpa. —Esto llama la atención del comandante—. Mientras estabas en el piso, utilicé aquella extraña habilidad para curar tus heridas. Nunca pensé que pasaría esto. —Unas cuantas lágrimas resbalan por sus mejillas. La angustia y el dolor están presentes en ella—. Me siento responsable. Lo siento. Lo siento.

—Len. —Guía su mano hacia el rostro de la joven, retirando esas lágrimas—. Ya verás que todo saldrá bien. Ella es fuerte como tú. —Intenta subir el ánimo de la joven. Ambos están destrozados. Tienen miedo de perder a la pequeña para siempre.

Deben tener esperanzas, sin ello es imposible saber si la niña sobrevivirá. Y de repente, un llanto llama la atención de ambos y era el pequeño quién ha despertado de su sueño. Parece que tiene algo de hambre. Len saca un poco el pecho para pegarlo, se queja al sentir un leve tirón. Es un bruto al igual que su padre. Katakuri esboza una sonrisa al ver esa acción; sin embargo, se encamina a dónde está la bebé y se sienta en una silla que encontró ahí. Tiene un pensamiento bien claro: no se iba a ir hasta ver que su hija despierte.

Len no ha dicho nada, sabe la preocupación que tiene Katakuri en la niña. Y ella también. Solo tiene 24 horas para que despierte y en esas horas debe tener esperanzas. Ahora que lo piensa, debería de poner un nombre al bebé que está comiendo aún.

—¿Qué te parece Glutton?

—¿Glutton? —Al escuchar el nombre se gira para verla.

—Es un glotón, al fin y al cabo. —Ríe ante la idea—. Como su padre.

—Me gusta el nombre. —Confiesa el hombre esbozando más la sonrisa.

Y a la pequeña deben esperar para ponerle nombre, que salga viva de ésta. Hay como una especie de guante en donde los médicos meten las manos, para no abrir la cápsula y que la niña muera al instante. Katakuri duda si meter la mano ahí. Quiere tocar aquella manita, tan pequeña y tan delicada, que ella sepa que él está ahí, que no se irá hasta ver qué despierta.

Dos horas. Tres horas. Las horas se pasan volando. Los médicos curaron las heridas profundas de Katakuri, cambiando a cada hora aquellas vendas. La joven Len no tiene fuerzas como para estar despierta, optando en dormir. Solo abre los ojos para alimentar a Glutton que, ahora mismo, está como su madre. El comandante sweet ni siquiera ha dormido en estas 23 horas. Solo quedaba una hora para dar por sentado de que la niña no iba a despertar. ¿Tan débil está? Todo su cuerpo tiembla, angustiado de que la bebé no despierte.

Escucha como la puerta se abre, mirando de reojo a ver quién era. Sus hermanos no aguantaron más de saber si todo está bien. La primera en acercarse a la cuna donde está Glutton es Galette quién miraba con dulzura al pequeño.

—Pero míralo, si es idéntico a nii-chan.

—Se ve tan adorable —comenta Smoothie poniéndose al lado de su hermana pequeña.

—¿Heredará los colmillos de Katakuri? —pregunta Daifuku asomándose, pero recibe un buen golpe de su hermana de piernas largas.

Oven se acerca hacia donde está Katakuri quien no ha apartado a la mirada en aquella incubadora. El de cabellos extravagantes observa con detenimiento a su sobrina.— ¿Estás bien?

—Estoy destrozado —responde cabizbajo—, tengo miedo en perder a mi hija.

—Ten fe, hermano. —Apoya la mano en el hombro de Katakuri, una forma de subir el ánimo.

«Tener fe», y lo tuvo en esas 24 horas mirando a la pequeña. El cansancio lo estaba dominando, pero no debe rendirse. Esa niña tiene un futuro por delante y no debe rendirse. Es fuerte como él y como su madre. Ya no soportando más, mete la mano en aquel guante donde posa su gran dedo en la manita de la bebé. La niña debe sentirle antes de que la desconecten definitivamente. «Sé que eres una niña fuerte. Saldrás de ésta. Mamá desea verte, al igual que yo. Por favor, despierta», con ese pensamiento, no puede evitar en que unas lágrimas resbalen por su rostro, sin ser observado por sus hermanos.

Y, de repente, siente una leve, pero pequeña presión en su dedo. Alguien está agarrando con firmeza esa articulación. Sus ojos granates se clavan en la pequeña que empieza a moverse y comienza a llorar con fuerza. Los hermanos y la mismísima Len se alertan al escucharla. La niña ha despertado con una energía increíble, casi rompiendo los tímpanos a cualquiera. ¡Era un milagro! Un médico entra para ver el estado de Len, pero al ver que la bebé ha despertado, llamó al doctor para chequear y sacar a la niña de la incubadora.

Katakuri ya desea tener a esa niña tan frágil en sus brazos, a modo de protección. El doctor aparece con unas cuantas enfermeras para sacarla de ahí, con cuidado, y llevarla hacia Len que no daba crédito a lo que ven sus ojos. Su bebé, su angelito está viva. Unas lágrimas resbalan por su rostro ya teniéndola en brazos y, automáticamente, la pequeña se calmó al sentir a su madre. Instinto maternal, como dicen algunos.

—Hola, mi niña. —La saluda besando su cabeza—. Mi niña linda. Perdona a mamá por provocar esto, no deseaba hacerte daño ni a ti hermano. —No dejaba de mimar a la jovencita que, por instinto, lleva su manita a la zona del pecho—. Lo sé, estarás hambrienta.

—Entonces, ¿vamos a ver tu pecho finalmente? —A cierta persona, no le gustó mucho aquel comentario de Cracker. El ambiente se vuelve tenso.

—Largaos si no queréis que os mate uno a uno. —Parece ser que se ha vuelto un tanto protector Katakuri.

Galette ríe ante el comportamiento de Katakuri y se acerca a Len para entregarle a Glutton quién seguía durmiendo plácidamente. Los hermanos de Katakuri se retiran, dejando a solas a esa pareja con los dos bebés que están sanos y salvos. El comandante se acerca a la cama viendo como la pequeña comienza a amamantar el pecho de su madre, y parece que su hermano mayor despertó con algo de hambre.

Pero primero debe alimentar al bebé que está débil. Viendo el tamaño de ambos era abismal, Glutton es más grande que su hermana, debido al comentario que dijo el doctor en su momento. La pareja ya está relajada, pero aún debe vigilarla por si algo malo ocurriese.

—Ahora hay que cuidar a Hoppe como nunca.

—¿Hoppe? —Se sorprende ante el nombre que le puso Katakuri a la pequeña.

—Dio esperanza a esta familia —comenta él sin dejar de acariciar la cabecita de la pequeña.

—No sé que habrás hecho, pero me alegra ver que está viva. Y tiene mucha energía.

—Como su madre.

—Y como su padre.

Ambos ríen y Katakuri apoya la frente en la de ella para mirarla directamente a los ojos, a punto de confesar lo que siente.— Gracias por darme una familia. Gracias por aceptarme tal y como soy. Eres la mujer más maravillosa que he tenido en mi vida. Te amo demasiado.

—Y tú qué me hayas soportado durante estos meses y me hayas cuidado. Yo también te amo y más como nunca. Y nuestros hijos amarán a un padre que les protegerá de cualquier cosa.

—Y su madre también los protegerá. —Esboza más la sonrisa acariciando la cabeza de la pequeña.

El amor surgió en dos personas desconocidas y que se odiaban mutuamente. Katakuri no confiaba en ella, pero poco a poco, el deseo de estar juntos siempre ha estado ahí. Una mujer hermosa pudo amar a un monstruo como él. Esto es lo que siente es amor de verdad. Esto es amor. Amor verdadero. Y lo mimará y lo cuidará hasta que la muerte los separe.

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Aquí el penúltimo capítulo de esta obra tan maravillosa que a todos os está gustando demasiado.

El próximo capítulo ya será el final, así que os aconsejo tener pañuelos en mano para decir adiós a este libro.

Nos vemos en el próximo capítulo, ¡chau!

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