Capítulo X

El corazón de Len no paraba de bombear sangre y su cara estaba roja como nunca. No daba crédito a lo que sus oídos han escuchado de la boca de Katakuri. Aquel hombre aún mantenía su sonrisa, divertido ante la escena. Len puede notar como su cuerpo estaba temblando e intenta respirar con normalidad. Los nervios la estaban traicionando.

—Katakuri, dime por favor que no te has tomado nada raro.

—Soy consciente de lo que digo, pequeña hobbit.

—¡No es momento para que me digas eso, pedófilo de mierda! —Definitivamente nunca pensó tener encima suya a un Katakuri salvaje.

El hombre de cabellos de color granate no dijo nada, tan solo veía con diversión como su presa intentaba por todos los medios controlar sus nervios. Es la primera vez que tendría sexo con alguien que le ve su rostro. Toma el rostro de la joven con su mano. Era demasiada grande que hasta es posible que puede arrancar perfectamente la cabeza de la chica. Y no lo hace. Solo lo mueve de un lado para otro como examinándola.

Un gruñido gutural sale de su garganta como si le estuviera gustando lo que estaba viendo. Tenía planes con ella. Si Len iba ser definitivamente su esposa tiene que pasar la prueba final. ¿Podrá aguantar a una bestia parda como Charlotte Katakuri?

Con su mochi, hace aparecer aquella bolsa llena de donuts. La verdad es que al ser un hombre de mochi tiene sus ventajas, por ejemplo, guardar objetos en el interior de su cuerpo sin necesidad de utilizar bolsillos. Len observaba cada movimiento de aquel hombre de cinco metros. Le gustaría saber qué es lo que tramaba en esos instantes. Solo deseaba romper aquellas cadenas embuidas por ese Haki. ¡Se sentía débil!

—Katakuri, dime por lo menos que intentas hacer —suplica poniendo cara de niña inocente a lo que al mencionado alza la ceja.

—Digamos que divertirme un rato.

—Eso no me da buena señal, ¿lo sabías?

—Puede —saca de la bolsa un donut para mirarlo fijamente,— ¿sabías que es mi comida preferida?

—Se te veía en los ojos cuando estábamos en aquel puesto.

—¿Tanto se me notaba?

—Eras como un niño.

Por alguna razón, a Len le hacía gracia esta conversación hasta pudo notar como las mejillas del comandante se sonrojan. Vaya, creo que le dio en el clavo. Katakuri fija su mirada en el rostro de la joven. Esos ojos reflejaban algo que desconocía Len. ¿Qué tramará con ese donut?

Vuelve a tomar su rostro con su gran mano y, sin hacerle daño alguno, la obliga a abrir la boca completamente haciendo presión para que no la cerrase. Len no estaba entendiendo hasta le estaba doliendo un poco de que la agarrase de esa manera. Katakuri, por su parte, hinca el diente ese gran donut ya dándole poca importancia si la chica le estuviese comiendo de esa manera. En la cabeza de Len solo pasaba una cosa: «Pero si es igualito a mí, aunque más salvaje».

Sin embargo, no se esperó que aquel hombre la besa con furor invadiendo su boca con la lengua. ¡Estaba compartiendo la comida con ella! Era una sensación extraña. Era una mezcla de rabia y de excitación. La lengua de Katakuri explora sin pudor la boca de la chica hasta separarse de ella donde sus lenguas se conectan con un hilo de saliva. Pero lo rompe cerrando la boca de la chica para que comiese y se tragase los restos de aquel donut.

La chica traga y comienza a toser casi faltándole aire.— Katakuri... —respira profundo,— ¡¿por qué has hecho eso?!

—Quiero que mi futura esposa esté bien alimentada —dice con una sonrisa de oreja a oreja mostrando sus colmillos.

—¡¿Y para ello tienes que hacer eso?!

—Que yo recuerde, esta mañana me dijiste que deseabas comer conmigo.

Las mejillas de Len eran como dos volcanes a punto de erupcionar.— ¡Pero no de esta manera!

La risa de Katakuri resuena por toda la habitación como si hubiera escuchado un chiste. Para Len, esa risa característica de aquel hombre, le pareció de lo más tierno. En el fondo tenía ganas ya de quitarle aquella horrenda bufanda y ver su rostro que, para ella, no era feo. Era curioso y único. Hasta diría que algo natural. Quería tocar aquella cicatriz y aquellos colmillos que le llamaban la atención. Aunque hay un problema: ¡está encadenada!

Espera, se da cuenta de que sus pies estaban libres. Podría tener la oportunidad de golpear al hombre de cinco metros para que dejase este estúpido juego. Con toda la determinación del mundo, levanta las piernas con toda la rapidez del mundo; sin embargo, no se esperó que Katakuri sujeta sus tobillos formando mochi y las encadena también a cada extremo de la cama.

—Sabía que me faltaba algo.

—... Tendrás que decirme tu truco para predecir mis movimientos.

—Si te lo digo ya no es un secreto.

Len iba a decir algo al respecto, pero otra vez la mano de Katakuri se posa en su rostro y, en esta ocasión, tapa su boca ya que no quería escuchar, de momento, a la chica. Tenía que pensar con claridad cual es el siguiente movimiento. Los ojos granates del hombre empiezan a recorrer por todo el cuerpo de la joven que estaba debajo suyo. Se siente tan indefensa ante él. Le daban ganas de marcar todo el cuerpo de Len para que todos vean que ya tiene dueño.

Ruge de excitación con solo pensar aquello. El cuerpo de Len se tensa al escuchar ese sonido por parte del comandante. ¿Cuál será su siguiente movimiento? Ni ella misma lo sabe. Aquella mano va retirándose de su boca para comenzar a acariciar la piel de la joven. El dedo recorre por su barbilla, descendiendo lentamente, pasando por su esternón hasta llegar a la zona de su vientre. Con el guante no podía averiguar si la piel de la chica era sedosa, pero un escalofrío recorre por su columna vertebral al tocarla de esa manera.

Y no era el único. Len ha suspirado en cada momento, en cada caricia de aquel dedo. Es como si ese hombre sabe dónde tocar. Cuáles son sus puntos débiles. Hasta que se detuvo en dicho zona nombrada haciendo que Len alzara un poco la cabeza para ver el siguiente movimiento. No se percató de que tiene cerca el rostro de Katakuri que éste mantenía la boca abierta, asombrado. Y de un movimiento rápido, besa de nuevo a la chica, y esta vez, no había comida que compartir.

La recuesta en la cama mientras él apoya las manos a cada lado de la cama manteniendo en una posición cuadrúpeda, para no aplastarla con su cuerpo. Tiene que admitir que se ha hecho adicto a los labios de Len. Desde que se besaron accidentalmente, deseaba volver a probarlas. Con la punta de su lengua acaricia los labios de la chica como pidiendo permiso para entrar. Y conociendo a Len, no lo hace, su orgullo se lo impedía.

«Quiere ir por las malas, ¿eh?», el Katakuri salvaje que todos no conocemos se pone en acción dando una leve mordida al labio inferior de Len, provocando que la chica se queje y abra la boca. Una pequeña herida aparece donde sale sangre. Eso no era problema, ya que lo lame con gusto y aprovecha para invadir la boca de la joven. El de Katakuri era mucho más grande que el de la joven por lo que no tenía dificultad alguna en realizar dicho movimiento. Su lengua roza con la de Len y empieza a generarse una batalla entre ellos, a ver quien dominaba a quien. Pero aquel hombre nunca ha perdido una batalla y no lo hará en ésta.

Los pulmones de Len aclamaban con algo de aire. Ese beso estaba durando demasiado. Pero ¿de qué está hecho este hombre? Puede sentir como su boca le comenzaba a doler con tanto movimiento de besos por parte del mayor. Katakuri se da cuenta de ello y se separa de los labios de Len formando de nuevo aquel hilo de saliva de ambos. Sus ojos vuelven a conectarse y, está vez, había deseo. Granates y avellanas. Brillaban con un toque de lujuria deseando más. Katakuri rompe el hilo para lamerse uno de sus colmillos muy satisfecho.

—Pensé... qué moría... —dice con dificultad Len retomando la respiración.

—Exagerada.

—En serio, debes controlar más tu fuerza. Me duele la boca.

—Habló a quien le hacen llamar "la chica más fuerte de Grand Line" —ronronea Katakuri muy cerca de la oreja de la chica dándole un leve mordisco en su lóbulo.

—Yo por lo menos... mido mi fuerza... —reprime algún que otro gemido, no quería doblegarse ante él.

—Menos cuando te enfadas. —De un movimiento rápido, gira a la chica dejándola boca abajo. Menos mal que las cadenas eran de mochi y podrían estirarse perfectamente a la orden de su dueño o sino ya hubiera roto los brazos y piernas de Len.

—¡Katakuri!

—Y por ello te mereces un castigo —toma los pantalones de la joven y las hace bajar junto con sus bragas dejando al descubierto su trasero.

—¡¿Qué demonios...!? ¡Ah! —Un golpe en una de sus nalgas es lo que recibe por parte de Katakuri.— ¡Desgraciado! ¡Deja mi trasero en paz!

—Eso será imposible, ya que me gusta darle palmadas. —Su voz se vuelve ronca y varonil mientras que con su mano masajea la zona golpeada y, de vez en cuando, lo aprieta.— Hasta tus nalgas caben a la perfección en mis manos —acerca la otra mano para acercarla en el otro trozo de carne.

—Cuando me libere, te romperé la... ¡Ah!

Otro grito, otra nalgada y, esta vez, en la otra nalga. Pero ¿qué le pasaba a este hombre? Se notaba que este juego estaba yendo muy lejos. Quería levantar su cuerpo para apoyar las rodillas en las sábanas; sin embargo, aquel hombre la empuja hacia la cama, inmovilizándola.

—Bien, vamos a empezar con unas cuantas nalgadas para que aprendas la lección —acaricia suavemente para golpear con fuerza.— En primer lugar, esto es por subirte aquellas escaleras de la biblioteca y dejar que mis hermanos te viesen la ropa interior. —Otro golpe en el otro pedazo de carne.— Ésta por aparecer esta mañana en la sala de entrenamiento con el albornoz solo. —Y ya, por último, golpea ambas nalgas con fuerza.— Y ésta por irte con mi hermano Cracker.

Len solo se disponía a morder la almohada con fuerza hasta unas cuantas lágrimas van resbalando por sus mejillas. No era dolor lo que estaba sintiendo. Era sumamente extraño. Es como si le hubiera gustado la forma de castigo de Katakuri que hasta sus bragas estaban mojadas. Leer tanto libro relacionado con posiciones sexuales, kamasutra o BDSM la ha convertido en una verdadera pervertida.

El olfato de Katakuri se agudiza al notar un olor un tanto raro y exquisito. Sus ojos descienden un poco clavando la vista en el trasero de la chica. Podía ver una pequeña viscosidad salir de sus entrañas, pero claro, no había bajado del todo las ropas de Len. Amplía más la sonrisa al saber que fue el causante de todo. Después de todo dar nalgadas ha sido buena idea.

—Veo que a cierta persona le ha gustado demasiado mi castigo —inclina más su cuerpo para susurrar cerca del oído de Len mientras aspiraba su aroma.— ¿Quieres más?

No hubo respuesta. Solo una mirada de ira mezclada con la excitación reflejaba en los ojos de Len que gira un poco la cabeza al escuchar aquella pregunta. Esto a Katakuri le producía gracia que hasta lame la mejilla de la joven mientras aprieta sus nalgas casi dejando marca. Con decisión y sin miedo alguno, muerde el hueco que se encuentra entre el cuello y el hombro de Len, pero sin clavar sus colmillos en ella haciendo que la chica gima bajito.

Len intentaba por todos los medios quitarse aquellas esposas porque, de verdad, esa tortura la estaba matando y más teniendo una urgencia ahí abajo. Siente la mano de Katakuri posar en su hombro para darle vuelta poniéndola en la posición de antes. Con sus dientes, no sintió pudor alguno, y rompió de cuajo la camisa de la chica. Ésta pega un grito tremendo al ver el salvajismo de Katakuri.

—¡Me debes una camisa!

Aquel hombre ríe y sus ojos se posan en aquel sujetador que era un gran estorbo para su vista. Antes de seguir con su labor, se va quitando los guantes y la chaqueta de cuero comenzando a sentir como el calor corporal va en aumento. Nunca antes se había sentido tan caliente hasta ahora. No quería recibir otro enfado de Len por lo que opta en levantar aquella prenda colocándola por encima de sus pechos dejándolas a la vista.

Otro gruñido. Otro ronroneo por parte del comandante sweet. Esos pechos cabían a la perfección en su gran boca e incluso con sus propias manos. Ser grande tiene sus ventajas. Una idea pasa por su cabeza y sus ojos se clavan en aquella bolsa de donuts que estaba en las sábanas. Lo coge, y en vez de una, saca dos y coloca uno en cada pecho. Len se estremece viendo como sus pezones se erizan poniéndose demasiado duros. «No pensará comerlos ahí, ¿verdad?», piensa la chica ya temiendo lo peor.

Y, efectivamente, ocurrió. Katakuri abre completamente su boca, agrandándola como nunca y se mete de lleno el donut junto con el pecho a sus fauces. Len grita y gime de sorpresa por el atrevimiento de aquel hombre que hasta movía su cuerpo por recibir tal sensación extraña. Él, por su parte, comía sin cesar mientras su lengua recorría toda la extensión del pecho de la joven. No dejó ni una miga. Y se dedicó a devorar aquel monte dando leves mordiscos al pezón de Len.

Escuchar los gemidos de ella le producía satisfacción porque era él quien causaba esos sonidos. No pararía de escucharlos. Eso lo tiene más que claro. Deja el pecho para hacer lo mismo con el otro, comiendo como amante de donuts que es. Mientras masajea el otro con su mano pellizcando de vez en cuando su pezón. Len no tenía otra opción que arquear la espalda a causa del hambre del hombre de cabellos granates. Esto es demasiado para ella. ¿Tanta tensión sexual había entre ambos que no lo ha notado? Todo su cuerpo temblaba por cada mordida, por cada lamida del comandante.

No sabe cuánto tiempo ha pasado, pero Katakuri detiene su labor separándose un poco del cuerpo de la joven para ver su obra maestra. Estaba claro, había dejado alguna que otra marca en cada pecho. Esto no le hacía gracia a Len por lo que mira con rabia al hombre. Katakuri solo sonríe complacido y se acerca al rostro de ella para encararla. Ninguno de los dos tenía miedo del otro.

—Eres un animal —confiesa Len ya recuperando el aliento.

—Y todavía no he terminado —¿Es que piensa seguir torturándola?

Agarra con firmeza ambos pechos para juntarlas y llevarlas a su gran boca devorándolas al mismo tiempo. Un gran gemido sale de los labios de Len que hasta arquea la espalda dándole más accesibilidad al hombre. Ninguna persona sería capaz de hacer ese movimiento. Pero estamos hablando de Charlotte Katakuri, un hombre que puede con todo. Estimulaba ambos pezones con la lengua haciendo leves círculos mientras mira las expresiones de Len.

El rostro de la chica reflejaba excitación ya que no paraba de gemir ante las lamidas del comandante. Katakuri puede notar una gran urgencia entre sus pantalones ya que le estaba apretando demasiado. Un toque de brillo refleja en sus ojos que succiona con fuerza los botones sensibles de la joven. Algo tramaba aquel hombre de cinco metros. Por su parte, Len ya estaba de lo más sensible del mundo que hasta siente una descarga va recorriendo por su columna vertebral y va descendiendo a su zona baja.

Espera, ¿no será que...?— ¡Katakuri! —da un grito tremendo en donde todo su cuerpo se tensa y tiembla. «¿Eso fue un orgasmo?», se preguntaba así misma.

El nombrado suelta de golpe los pezones de la chica y sonríe muy satisfecho.— Muy receptiva.

—¿Qué es lo que...?

—Quería saber si podrías tener un orgasmo tocando esta zona —posa un dedo sobre uno de los botones en donde la chica gime.— Y veo que sí.

—¿Pretendes matarme a base de orgasmos? —Le produjo cierta gracia a Katakuri.

—¿Eso es posible? —Una mirada fulminante recibe de aquella chica.— No. Lo que quiero es si mi futura esposa es muy receptiva ante mis caricias —comienza a recorrer con sus dedos el cuerpo de Len,— ante mis lamidas y mis mordidas —vuelve al cuello de la joven y la muerde de nuevo dando un poco de presión en sus dientes.

—Kata...

—Y veo que lo estás haciendo muy bien.

Dirige las manos hacia los pantalones de la chica donde los va retirando lentamente mientras seguía jugando con el cuello de Len. La verdad es que el olor natural de ella le era excitante y adictivo. Estaría así un buen rato con ella. Len intentaba por todas las maneras mover sus brazos como queriendo estirar aquellas cadenas para tocar aquel grandullón. Pero parece que solo se mueven a petición de Katakuri.

La nariz desarrollada del comandante empieza a oler la dulce esencia de Len. Da un gruñido bastante varonil muy cerca de ella dando entender que le gustaba. Se aparta un poco hincando las rodillas en la cama y se va desabrochando aquel pantalón ante la atenta mirada de la chica. Aunque querría mantener los ojos abiertos, le era imposible. Su cerebro le pedía a gritos que los cerrase un momento y que tomase bocanadas de aire.

Siente como su cuerpo estaba siendo levantada por aquel hombre de cinco metros, estirando aquellas cadenas para que no se hiciera daño la joven. Los cuerpos de ambos estaban pegados y la conexión vuelve en sí. Los dos se deseaban y solo se podía transmitir de esa manera. Len estaba sentada entre las caderas de Katakuri mientras éste la sostenía aún. Y de un movimiento pélvico, los sexos de ambos se rozan provocando que una gima y el otro gruña.

Len abre los ojos completamente y su cara se torna al color de un tomate al sentir el miembro de Katakuri. La expresión de aquella chica le hacía gracia a él como si nunca hubiera sentido uno antes. O tal vez sea por notar que es...

—Kata... es... —Se estaba quedando sin habla.

—¿Es qué?

—¡Tu polla no va a caber! —Eso se define como: es grande.

—Oh, cabrá si te preparo bien. —Para él esto es divertido que hasta se lame uno de sus colmillos.

—¡No va...! ¡Ah!

No dijo nada más porque otro roce entre los dos sexos hace que gima. Y menos mal que aún Katakuri tiene los boxers puestos y ella las bragas. Sin embargo, ambos lo sienten. Una la dureza y el otro lo caliente. Esos movimientos que daba Katakuri en la chica daba la señal de que estaba desesperado en penetrarla o más bien para que se diese cuenta lo que está a punto de venir.

Y lo curioso de todo es que la estaba masturbando de esa manera. Su miembro rozando con la de ella, moviendo a Len de arriba a abajo como si fuera una simulación. Para la joven esto era una tortura, no tuvo más opción que apoyar las manos en el pecho de él y dejarse llevar. Ambos se deseaban, querían llegar más lejos aún. Sin embargo, Katakuri quería seguir jugando y torturando a la chica.

Una idea se le cruza en la mente. Era un fetiche un tanto raro, pero quería saber cómo es escuchar a Len decirlo. Al final y al cabo, ella es el doble de joven que él. Con su brazo sostiene su cuerpo mientras con su mano libre toma el rostro de la joven para que le mire a la cara.

—Quiero pedirte un favor.

—¿Qué favor?

Katakuri se acerca más al rostro de la joven para susurrarle.— Llámame Daddy.

Las mejillas de Len se sonrojan como a punto de explotar por lo que le ha dicho Katakuri.— ¡¿Por qué cojones quieres que te llame así?! —pregunta furiosa.

—Es mi mayor fetiche y es mi gran oportunidad, ya que tengo delante mía una cría.

—¡Soy una adulta como tú! ¡Y me niego a decirte eso! ¡Por mí cadáver!

De un movimiento rápido, la acuesta de nuevo en la cama y la gira con brusquedad por lo que Len se queja con algo de dolor. Katakuri posiciona sus rodillas a cada de las piernas de la joven muy cerca de su trasero. Len intentaba incorporarse, pero, como de costumbre, el hombre la detiene obligándola a estar acostada completamente. Esto a la chica no le estaba haciendo gracia, gira la cabeza para encararlo. Sin embargo, no se esperó que aquel hombre sujetase su cabeza y la obligue a pegar la frente en la almohada.

Katakuri gruñe con satisfacción mientras se baja un poco los boxers liberando ya su virilidad. «La tendré que torturar de esta manera», se posiciona, colocando su miembro entre las nalgas de la joven y comienza a masturbarse entre ellas. Los ojos de Len se agrandan, hasta su rostro está rojo como un tomate al sentir ese gran miembro en su trasero.

—Hasta que no me llames Daddy, no tendrás el derecho de ver mi polla —alega Katakuri apoyando las manos en la cama.

—Me niego a... llamarte así... —Len es tan orgullosa que es imposible quitarle una cosa de la cabeza. Pero la gran monstruosidad que hay entre sus nalgas le llamaba mucho la atención.

—Entonces, no dejaré hacer esta simulación hasta que me lo digas. —Ya acostumbrado a estar en esa posición, se mueve un poco más rápido.— Joder, hasta diría que tienes un buen culo. —No hubo castigo, pero se no se contuvo en dar una palmada en una de sus nalgas provocando que la chica grite.— Dímelo, joder.

—N... No...

¿Por qué es tan terca esta niña? ¿Acaso no ve que está muy necesitado y quiere explotar? Los gruñidos de Katakuri se hacen cada vez más frecuentes, gustándole esta nueva sensación que no pararía de repetir. Por cada movimiento que daba, el cabezal golpeaba con fuerza en la pared. Y era verdad, no podía controlarse y más teniendo a Len debajo suyo.

La chica no tuvo más remedio que morder con fuerza la almohada como si estuviera a punto de venirse, pero realmente estaba necesitada. Esos vaivenes que provocaba Katakuri, masturbándose entre sus nalgas, le excitaba. ¡Joder, hasta pedía que la penetrase ya! El deseo la invade por completo que hasta sus ojos quedaron en blanco por unos segundos y grita:

—¡Joder! ¡Déjame ver tu polla de una maldita vez, Daddy!

Y los movimiento se detuvieron de golpe en donde la chica aprovecha para respirar cómo es debido. Katakuri también aprovecha la ocasión, pero estaba sonriendo. ¡Al fin lo dijo! Y parece que le gustó mucho que le llamara de esa manera. Debería acostumbrarla. Ella cumplió su parte del trato, ahora le tocaba a él. Ya Len ni se quejaba por tanta vuelta, estaba demasiada necesitada como para pensar. Era como una muñeca.

Siente como sus rodillas se apoyan en la cama y estaba siendo sostenida por Katakuri. Y de un momento a otro abre los ojos encontrándose con aquella monstruosidad. Era grande y bastante ancho. «¡Demasiado grande!», gritaba en su interior Len. ¿Como demonios piensa meter eso? Traga en seco y alza la cabeza para mirar a Katakuri. Grave error. La mirada de ese hombre mostraba lujuria y con gran orgullo. Mira que es pequeña, pero esa mirada le hacía empequeñecer aún más.

Katakuri hace el gesto de alzar la mano y acariciar la mejilla de la joven para tranquilizarla. Pero la lleva hacia atrás donde estaba su moño, ya algo despeinado, y se lo quita dejando que sus cabellos formaran una especie de cascada en su espalda. Ese gesto, para él, era demasiado bonito. Hacer él mismo de quitarle la coleta y ver como sus cabellos caían. Y los sostiene con fuerza echando atrás su cabeza y Len no se queja, ya estaba doblegada por él.

—A partir de ahora, quiero verte sin el moño.

—¿Me vas a decir que peinado hago en mi cabeza?

—Me gusta verte así —confiesa Katakuri en donde Len se impresiona ante sus palabras. ¿Era un pequeño paso de abrirse ante ella?

—Bueno, si me lo dices tú, está bien.

—La palabra —rectifica Katakuri haciendo más presión en sus cabellos.— Quiero escucharla —estaba a escasos centímetros de sus labios casi rogando.— Dilo.

—... Daddy.

Sus labios se juntan y, esta vez, es más suave que antes. El hombre de ojos granates controla su brutalidad para sentir bien aquellos labios de Len. Tan adictivos y tan suyos. Se sentía el hombre más afortunado de todo Grand Line al encontrar a alguien que le acepte tal y como es. Sin importar como es su rostro y que no le tenga miedo. Su corazón bombea con rapidez al sentir todas esas emociones en su ser. Por primera vez, en mucho tiempo, se siente atraído por alguien. Una joven y pequeña hobbit había conquistado una pequeña parte el corazón de Charlotte Katakuri.

Len aprovechaba la ocasión en que aquel hombre estaba sumido en sus pensamientos para besar aquellos colmillos que sobresalían de su boca. Se veía atractivo con ellos y con aquella gran cicatriz que recorría por ambas mejillas. Sus dedos lo acarician lentamente recorriendo cada punto de aquella herida. Katakuri estaba embobado ante el cariño que le estaba dando. Sin darse cuenta, estaba sonriendo como un tonto enamorado a lo que Len se percata y le mira con ternura. Parece ser que el lado salvaje de aquel hombre ha cesado.

Le da un pequeño pico en sus labios recibiendo una pequeña risa por parte él y devuelve el mismo gesto. Ahora se estaban repartiendo besos con todo el amor del mundo. Poco a poco, aquel hombre serio y frío que todos conocemos, se estaba abriendo ante una desconocida. Una desconocida que llegó a su vida y va conquistando su corazón poco a poco. ¿Esto es amor? Si es así, no deseaba que acabase. Le gustaba esta sensación.

Al fin, libera aquellas cadenas que rodeaban las muñecas y los tobillos de Len a lo que aprovecha para masajearlos. Y no se esperó que Katakuri sujeta con firmeza sus manos y se dedica a lamer lentamente aquella zona dañada. Ahora la que estaba embobada es Len. «Tiene una lengua bastante habilidosa», con ese pensamiento no pudo evitar sonrojarse y mojar aún más.

El olfato de Katakuri se activa de nuevo y sus ojos brillan con deseo mirando a Len. Vaya, el comandante salvaje hace su aparición de nuevo. La acuesta de nuevo en la cama abriendo completamente sus piernas, le quita las bragas y mete la cabeza entre ellas empezando a lamer gustoso el sexo de la joven. Len gime con sorpresa ante el ataque del hombre que dirige las manos hacia los cabellos de éste sujetándolos con fuerza. Un gruñido es lo que recibe. De satisfacción. Aquella lengua va recorriendo por los labios mayores y menores de aquella zona, pero se entretenía jugando con el clítoris de la chica.

Alza la mano dirigiéndola hacia uno de los pechos de Len para apretarlo como nunca mientras muerde y succiona aquel botón. Los gemidos de Len hacían eco por toda la habitación. No había nadie. Solo estaban ellos. Y quién puede escucharlos es Katakuri quien ronroneaba con gusto.

—Katakuri —gime su nombre.

—La palabra —muerde uno de sus muslos dando entender que si no lo decía dejara más marcas en su cuerpo.

D... Daddy... —¿Por qué demonios le gusta tanto los hombres dominantes como él?

—Dime.

—M... Me estás volviendo loca.

—Y tú me estás volviendo loco. —Se sincera donde alza todo su cuerpo para estar a la altura de su rostro.— Y no sabes las ganas que tengo de follarte.

—Hazlo... —siente algo invadir en su vagina que da un pequeño grito y que empieza a moverse dentro de ella. Baja la mirada encontrándose con el dedo de Katakuri en su interior.

—Tan caliente —recalca el de cabellos granates soltando un gran suspiro,— tan apretada. —El dedo de Katakuri era como dos dedos por lo cual llenaba a la chica.

—Katakuri.

—Imagínate tener mi polla dentro de ti. Es una monstruosidad, sí. Te partiré en dos, puede. Pero vas a disfrutar el doble, tocando cada parte de tu ser y te volverás loca y adictiva. Me pedirás más y más, y yo, con gusto, te lo daré.

La velocidad de aquel dedo aumentó provocando que Len arquease la espalda recibiendo pequeñas descargas en su columna vertebral.— Katakuri... —siente que está a punto de tener un segundo orgasmo.

—Pero no podré hacerlo si no me lo pides adecuadamente.

—¡Ya mi orgullo esta para el arrastre, joder!

—¡Y yo solo te pido que lo hagas! —mete un segundo dedo sin ninguna dificultad y el movimiento llega a su máxima velocidad.— ¡Dilo, maldita sea! ¡Quiero escucharlo, joder! ¡Hirawashi Len, dilo!

—¡Quiero la polla dura de Daddy en mi vagina! ¡Quiero que me folle hasta que tengamos el mejor orgasmo de la vida! —Un grito desgarrador sale de su garganta llegando al bendito orgasmo.

Las paredes vaginales aprisionan los dedos del comandante sweet dando entender que había llegado a su final. Los retira lentamente y aprovecha para lamer aquella esencia que ha dejado rastro en sus dedos. Pero sus ojos se clavan en Len y su cerebro va procesando aquellas palabras. Gruñe con gusto a lo que toma las caderas de la chica y va alzándola dejando que la parte superior del cuerpo de ella descanse en la cama. Los sexos de ambos se rozan y Len estaba ya demasiada sensible a lo que gime.

—¿Sabes? No me esperaba esa confesión —dice Katakuri inclinando un poco su cuerpo mientras posiciona su miembro en la entrada de ella.— Me bastaba que me dijeras: "Métemela Daddy". —Su sonrisa se ensancha y recibe una mirada fulminante de Len.

—Eres un... ¡Ah, Katakuri! —No pudo terminar la frase porque ya estaba sintiendo como aquella monstruosidad entraba por sus entrañas.

—Estrecha, joder. —Un sonido ronco y varonil se hace presencia en Katakuri metiéndolo hasta el fondo.

—¡Me vas a partir en dos! —mira que ha soportado muchos golpes, pero esto era el límite. ¡Y menos mal que no era virgen!

—Demasiado tarde. —La punta de aquel miembro llegó a su destino tocando la zona del cérvix. El sexo de Len estaba lleno y eso que faltaba poco para que Katakuri lo metiese del todo.— Esto es... demasiado... delicioso... —Su respiración se vuelve entrecortada cada vez que sentía aquellas paredes vaginales apresar su miembro.

—¡Muévete!

—¿Tan desesperada estás?

—¡Muévete, por favor, Daddy!

—Eso está mucho mejor.

No esperó mucho por lo que saca su miembro para volver a meterlo con una gran estocada provocando que ambos gimiesen al mismo tiempo. Volvió hacer el mismo proceso una y otra vez hasta que los dos se hayan acostumbrado. Una ante aquella monstruosidad y otro ante el apretujón de su sexo. Por alguna extraña razón, se compenetraban. Hay química entre los dos en esa habitación.

Bella y bestia. Dos bestias. Dos brutos. Dos amantes. Dos personas que los ha unido el destino por algo. Puede que el hilo rojo no existiese para ambos; no obstante, algo los unía para que llegasen a esto. Katakuri no es un hombre de palabras. Es un hombre con hechos. Por eso le es difícil abrirse ante alguien, pero con ella es diferente. No tiene miedo de él.

Los movimientos rítmicos de aquel hombre se vuelven un tanto salvaje con un toque de pasión. Len toma el rostro de Katakuri para besarlo como nunca. La cama comenzaba hacer ruido por los movimientos bestiales que daba el comandante, hasta el cabezal golpeaba con fuerza en la pared. La estaba partiendo en dos, sí. Pero es que la tensión sexual de ambos era tan grande que ya les importaba menos si se rompía algo. Y eso le incluía a ella.

No paraba de mirar aquel rostro lascivo que le dedicaba Len. Era un recuerdo bastante bonito para él. «La follaría todos los días y a todas horas», un pequeño rubor aparece en sus mejillas con tener ese pensamiento. No era mala idea, pero dejaría agotada a la joven. Siente una presión en su zona baja y sabe lo que va a venir. Estaba a punto de correrse y no era el único. Las paredes poco a poco van estrechando el miembro alertando que va a tener su tercer orgasmo.

—¡Katakuri yo ya no puedo más!

—¡Córrete para mí! ¡Quiero que te corras conmigo!

Y ambos llegaron al bendito orgasmo. Katakuri se corre dentro de ella con fuerza llenándola por completo al sentir como las entrañas de Len aprisionaban su miembro casi sacando todo su semen. Estaba pasando. Las respiraciones de los dos se hace presente en la habitación. Exhaustos, cansados, relajados. La tension sexual desapareció. Pero ninguno ha apartado la mirada.

Katakuri se separa de ella sacando su miembro dentro de ella mientras posa la frente en la suya, sin apartar sus ojos en las avellanas de Len. La mano de la joven Hirawashi se posa en la mejilla del comandante acariciándolo con cariño, pero le da una cachetada tremenda dejándolo confuso.

—Te has corrido dentro —¿En serio está molesta por eso?

—Bueno, si finalmente vas a ser mi futura esposa, no debería preocuparme —dice con toda la tranquilidad del mundo acostándose a su lado, estirando todo su cuerpo.

—Ya te dije que te escogí a ti —afirma acercándose a él para apoyar la barbilla en el pecho de él.

—Pero... en ningún momento te he conquistado.

—Cierto. No obstante, hoy vi que te estabas abriendo por mí. Eso es un gesto muy bonito por tu parte.

Las mejillas de Katakuri vuelven a tomar ese color tan natural de él. ¿De verdad piensa eso sobre él? Se quedó mudo. De piedra como una estatua. No sabría que decir en realidad. En cambio, Len echó un vistazo hacia la bolsa de donuts que aún seguía ahí. Lo coge para ver si quedaba algo y, efectivamente, quedaba uno.

Iba a comérselo, pero se le cruzó una idea en la cabeza. Da una pequeña mordida al dulce y se acerca al hombre para implantarle un beso en sus labios. Katakuri se sorprende y aún más cuando siente los labios de Len moverse queriendo que los abrirse y accedió recibiendo la comida. Se separan y la cara de aquel hombre era de puro poema.

—A eso le llamo yo venganza —ríe Len ante la expresión de Katakuri.

Sin embargo, no se esperó que aquel hombre la tomase de nuevo y la besara de nuevo, pero con más furor. Se separan formando un hilo de saliva que se rompe fácilmente y una sonrisa traviesa y juguetona de Katakuri se forma en sus labios.— No juegues con fuego, porque te puedes quemar. —¿Habrá una segunda ronda?

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¡Jesús bendito! El Katakuri salvaje ya ha hecho su cometido. Vamos a darle un aplauso. Ahora la pobre Len estará en una silla de ruedas. ¿Quien tiene una?

Nos vemos en el próximo capítulo, ¡chau!

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