Capítulo IV
Seguir los pasos de aquel gigante de cinco metros no era nada fácil. Len daba zancadas como podía para seguir a Katakuri, ya que éste último no le gustaba ir muy lento y más si había una inquilina en su hogar. De vez en cuando la miraba de reojo y le hacía la gracia la forma en que caminaba la chica. ¿Por qué hacía esto? Técnicamente lo hacía por su madre. Tenía la sospecha de que, si la chica no se decidía con quien casarse, Big Mom la obligará a casarse con él. Provocó un gruñido alertando a la chica.
—Oye, no tengo culpa de que midas cinco metros y caminas como si estuvieras corriendo —reprochó Len inflando un poco los mofletes.
—No gruñía por eso —aclaró Katakuri, sin dejar de caminar.
—Entonces, ¿de qué estás molesto?
—Eso no te incumbe, mocosa.
—Como si me importara.
¿Por qué sentía que esa niña le sacará de sus casillas siempre que sacan algún tema de conversación? Katakuri no era muy hablador que digamos y más si se trataba de una inquilina como ella. Len se estaba aburriendo por no tener con que hablar. ¿Valdría la pena hablar con ese gigante? Seguro que no tenía cosas interesantes que contar como, por ejemplo, sus batallas con piratas o marines.
Eso a ella le habría gustado ya que era una bruta al igual que él. Su curiosidad aumentaba cada vez que miraba la bufanda de Katakuri. ¿Por qué se cubría la boca con ello? Una de dos: o tenía frío o estaba ocultando algo. Quería pensar en la primera opción; no obstante, desde que llegó al castillo no ha notado que tuviera la voz más grave o un poco constipada por algún tipo de enfermedad.
Debería sacarle algo de información si quería cumplir el deseo de Linlin, aunque lo haría con mala gana y era el único al que le veía... interesante.
—Te llamas Katakuri, ¿no?
—Charlotte Katakuri.
—Es igual. —Llevó las manos hacia su cabeza a modo de que le importaba poco si se nombraba así.— De todos los hermanos que tienes, ¿en cuál puesto estás?
—Soy el tercero, aunque soy el segundo varón de la familia y el primero en ser parte de los primeros trillizos que tuvo mi madre.
—O sea... tienes cuarenta y ocho años.
—Exacto —¿En serio que estaba comenzando a interesarse por él o es porque estaba aburrida?— ¿Tú que edad tienes?
—Soy veinticinco años más joven que tú —dice con toda la tranquilidad del mundo.— Así que eso te convertiría en un pedófilo.
—Como si me interesasen las mocosas como tú.
—Entonces, ¿por qué me sigues hablando y estás cayendo en el juego de tu queridísima madre?
En cuanto escuchó eso, el comandante de la familia Charlotte se detuvo haciendo que Len chocase contra su pierna. No se dio cuenta de ello, pero al menos no cayó al suelo. Katakuri se giró lentamente para luego mirar a la joven. El tamaño entre ellos dos era abismal, ¿cómo era posible que esos dos puedan ser pareja? Ni ellos mismo lo saben con certeza.
—Obedezco las órdenes de mi madre —comentó Katakuri, agarrando del brazo de la joven para luego elevarla. Len empezó a patalear como nunca, pero se dio cuenta de la cercanía que hay entre ellos dos. Tan cerca que con un solo toque de sus dedos podía desaparecer aquella bufanda,— si ella quiere esto, yo haré que se cumpla.
—¿Sin importarte que la otra persona te guste?
—Prefiero que no haya sentimientos entre los dos porque nos haríamos daño mutuamente. —La mirada del comandante se volvió sombrío y su voz se volvió algo más serio de lo normal.
—Nos estamos conociendo, Katakuri —aclaró Len estando lo más tranquila posible.— Deberías de dar una oportunidad a esta... ¿nueva experiencia?
—No me conoces en absoluto.
—Es por eso que estamos aquí, ¿no? Para conocernos, saber los gustos de la otra persona...
—¿Y por qué no lo haces con mis otros hermanos? —Dio en el clavo.
—La respuesta es más que obvia, ¿no?
El comandante no entendía lo que quiere decir realmente, ¿se estaba burlando? Técnicamente empezó a recordar lo sucedido de antes en la biblioteca. ¿Será por que sus hermanos no la respetaron? ¿O era por que eran gente no tan normal? Más dudas surgían en la cabeza de Katakuri sin dejar a la joven. ¿Qué estará tramando? Con tantos pensamientos le dio un dolor de cabeza que ni él mismo pudo soportar.
Relajó el brazo dejando a la joven Len en el suelo, pero sin apartar la mirada en ella. Quería saber más de ella. ¿Por qué? No era una chica cualquiera; es más, era alguien que tenía un pensamiento meticuloso, algo que al hombre más alto le llamaba la atención. Espera, no se estará fijando en ella, ¿verdad? No podía gustarle, era una mocosa, al fin y al cabo.
—Mis hermanos son mejores que yo. —Escuchó como Len ríe ante tal comentario dejando al hombre un tanto desconcertado.
—Oh vamos, no me hagas reír. Tú tienes cerebro, los otros, en cambio, piensan en sus músculos —comentó Len poniéndose a su lado.
—O en su estómago.
—Vaya, veo que te estás dando cuenta por donde van los tiros —Len sonríe.
—¿Con eso me quieres decir que soy mejor hombre que ellos? —Desconcierto era lo que tenía ahora, alzando un poco la ceja.
—Eso nunca lo sabré, ya que tú no quieres conocerme realmente.
Por una parte, quería conocerla a fondo, averiguar si era muy diferente a las otras mujeres que ha conocido o a sus hermanas. Por otro lado, estaba el miedo en que la chica vea lo que había detrás de la bufanda y se ría de él o, peor aún, que lo mirase como un monstruo. No deseaba confiar en ella porque no sabe lo que haría capaz esa mujer. Muchas dudas resurgían en su cabeza que empezó a tener un leve dolor en su cerebro, casi en la zona de su frente.
Mejor no hacer un comentario y seguir adelante, dando pasos firmes hacia la dirección adecuada. Len solo le miró de reojo por lo que le sigue. No quería perderse más en este sitio. ¿Y si su comentario no fue buena idea y afectó al corazón de Katakuri? ¿Tendrá sentimientos o es un solo soldado más de Big Mom? Un soldado frío y sin corazón que le importaba lo más mínimo si hace daño a alguien. Era posible que sea eso.
La joven detuvo sus pasos al visualizar algo por medio del rabillo del ojo y se acercó al gran ventanal que daba acceso al exterior. Katakuri se dio cuenta que la chica no le estaba siguiendo, giró sobre sus talones para encontrar una joven expectante. Por un momento, vio como sus ojos destelleaban con un brillo único. Era como si sus ojos de color avellana habían adoptado a uno de color esmeralda. Su rostro algo rudo se volvió apacible y algo sumisa. Era como si estuviera viendo una maravilla.
El comandante, curioso, da pequeños pasos hacia Len y se dio cuenta de lo que estaba mirando la chica. Era la gran ciudad decorada por todos los dulces de todo tipo y, más allá, el mar. Era toda una belleza ante ojos de cualquiera. Ver como la gente se movía de un lado para otro comprando y probando los exquisitos manjares de esas tierras. El hombre miró de nuevo a Len, expectante de su rostro.
Era raro ver a una joven con un carácter fuerte en ese estado. ¿Le gustaba lo bello? Verla con ese rostro un tanto angelical le reproducía una sensación de paz y tranquilidad. Algo que anhelaba mucho tiempo atrás cuando comenzó aquella tragedia. Un recuerdo que lo marcó de por vida. Con solo pensarlo, llevó su mano inconsciente en su bufanda intentando reprimir ese dolor. Sus oídos se agudizaron al escuchar un pequeño suspiro por parte de la joven que colocó ambas manos en la barandilla, observando el paisaje con un poco de encanto en su mirada.
—Las vistas se ven mejor cuando está anocheciendo —comentó por encima Katakuri, recibiendo la atención de la chica.
—Tiene que ser una maravilla —Len no aparta los ojos en el lugar,— ver como la gente van a sus casas con sus hijos ya todo comprado, para luego hacer la comida. Y más allá, el sol escondiéndose para dar la bienvenida a la luna. Y cuando eso ocurra, los rayos de la estrella se expanden por todo el mar dándole un toque de magia.
El gran hombre fornido se sorprendió ante las palabras de Len. Eran pura poesía para sus oídos. ¿Cómo era posible que está joven tenga su inocencia y su encanto? ¿Es bipolar acaso? ¿Tsundere? No estaba muy seguro. Aunque, se sentía agradable verla así, tan sumida en sus pensamientos. ¿Y si era buena idea conocerla un poco más? Debería, pero se mantuvo firme. No creía en esas cosas del amor; sin embargo, en lo más profundo de su ser siente la curiosidad crecer en él.
Por otro lado, Len se giró topándose con la mirada de Katakuri. Los ojos de cada uno, por un instante, se han conectado como si ya con la mirada bastaba con decir unas pocas palabras. Se sentía extraño, pero al mismo tiempo, agradable. ¿Qué era esta sensación que estaban sintiendo los dos? La joven apartó la mirada en cuestión de minutos sintiéndose incómoda.
—Si quieres, esta tarde podemos ir a un sitio en donde puedas ver el anochecer.
—... ¿Me estás pidiendo una cita?
—Solo te estoy ofreciendo algo que deseas ver.
¿Por qué este hombre que tenía toda la pinta de ser un salvaje es tan adorable? Las mejillas de Len se volvieron de un color carmesí como las flores mismas notando su calor, apunto de erupcionar como un volcán.
—¿Estás enferma? —preguntó Katakuri, posando la mano en la frente de la joven al ver eso.— No parece que lo estés.
—E-Estoy bien —Apartó la mano del hombre; sin embargo, se da cuenta de su tamaño. Era un poco más grande que la de ella. Y el como la posó en su frente podía arrancarle la cabeza perfectamente. Esbozó una pequeña sonrisa,— y deberías dejar de crecer, en serio. ¿Que te dan de comer? ¿Panecillos con relleno de leche de tu madre?
—¿Eso fue literal o es una forma de burla?
—¿No sabes coger un chiste?
—Soy demasiado mayor como para entender los chistes de una mocosa como tú. —Una leve y pequeña sonrisa, aunque no notable debajo de su bufanda, apareció en Katakuri. La joven sabía perfectamente que estaba sonriendo el condenado.
—Puede que sea una mocosa, pero tengo más carácter que tú, pedófilo.
—¿Ahora me llamarás así siempre? —En el fondo se estaba divirtiendo con ella.
—Claro, ya tienes un mote. Ahora te doy permiso para que me digas uno —¿Quería que le ponga un mote?— Vamos, ahora hay confianza ¿no?
—... Hobbit —dijo eso y Len puso cara de pocos amigos.
—¡Puede que sea pequeña, pero soy una adulta hecha y derecha! —Gran error por parte de la joven. Katakuri cogió uno de brazos para alzarla de nuevo como antes.— ¡¿Qué manía tienes en cogerme así ahora?!
—¿Hecha y derecha? —Rio divertido Katakuri, acercando a la joven a su rostro.— Eso ya me gustaría verlo con mis propios ojos. —Por un momento, los ojos granate del comandante brillaron con intensidad alertando a Len. Nunca, hasta ahora, vio ese toque en sus ojos, ¿estaba pensando en cosas pervertidas?
—¿Ves? Eres un pedófilo, te pega demasiado. —Rio bajito. La verdad no se sentía incómoda a su lado y al parecer, en el fondo, él tampoco.
El silencio se hizo presente en la sala dando entender que no había nada más que conversar. No obstante, esos dos no se dejaban de mirar. Una mirada vale mil palabras como bien dice aquel dicho. Aunque Len tenía los ojos clavados en aquella bufanda que daban ganas de quemarlo en cualquier momento. Inconsciente alza la mano libre para alcanzarlo, pero no se esperó que el mismísimo dueño de aquella prenda la detuviese.
—No lo hagas.
—¿Por qué?
—Porque... no querrás ver lo que hay detrás. —Por primera vez, vio en sus ojos algo de miedo con lo que entendió.
—Está bien, pero te aseguro que en cualquier momento me lo tendrás que enseñar.
¿Quería ver aquello que lo consideraba como un monstruo? No, tonterías. Ella no desearía ver eso; sin embargo, sus ojos de color avellana mostraban ese toque de encanto y de determinación que, por una extraña razón, le cautivaba.
Granate y avellanas. Una combinación extraña para ambos sujetos. Una mostraba lo dulce que puede ser, y el otro un simple monstruo donde la gente huye de él. No se estaban dando cuenta de que sus cuerpos no tienen suficiente espacio. Era demasiado íntimo; en efecto, no les importaba en absoluto.
No obstante, el primero en darse cuenta de lo que estaba sucediendo era Katakuri por lo que dejó a la joven en el suelo. Ella se quejó un poco del brazo donde da un leve masaje en la zona. Sus oídos se agudizaron al escuchar al comandante alejarse de ella, dando entender que reinició la caminata dejándola atrás. Len no dudó ni un segundo y corrió hacia él antes de perderle de vista.
Y de nuevo, el silencio. No hablaron durante todo el camino. ¿Por qué lo complican tanto? Podía ser que sean personas que lo dificultaban todo y no porque tuvieran un carácter fuerte, sino también en sus vidas. Nacieron así, tuvieron una vida difícil para ambos. Y no queríann hablar de ello como si se tratase de un tabú. Algo prohibido para ellos.
Len quería sacar algún tema en concreto, pero, de verdad, era difícil. Era un hombre con mucho misterio y quería intentar ser, por lo menos, su amiga. Sabía perfectamente que no era así, por lo que suspira rindiéndose finalmente. Tal vez no sea la persona que buscaba ella para no tener que casarse con los otros.
Por su parte, Katakuri no dejaba de mirar de reojo a la joven que se encontraba caminando atrás suyo. Observó como Len estaba sumida en sus pensamientos como si estuviera planeando algo. ¿En qué estaría pensando? Podía predecir el futuro con su Haki, pero no leer las mentes de otros. Ojalá estuviera aquí su hermana Brülée para que le ayudase en este momento de tensión entre ambos.
—¡Oni-chan! —Y parece ser que sus plegarias se escucharon. Su hermana apareció en uno de los espejos que había en el pasillo.— ¡Al fin te encontré, hermano!
—¿Ocurre algo, Brülée?
—Al parecer llegaron unos saqueadores de tesoros y están en Sweet City asustando a la gente.
—¿Y dónde están los soldados? —Saber que los soldados eran unos incompetentes le ponía furioso al comandante, pero se mantuvo firme.
—... Fueron derrotados fácilmente —comentó Brülée agachando la cabeza.— Yo quería detenerlos hermano; sin embargo, ellos...
—Será mejor que te quedes aquí y estate atenta en los espejos.
—¡Eso haré hermano! —Brülée se dio cuenta de que Katakuri no estaba solo. Len observaba cada detalle de la conversación entre los dos hermanos.— ¡¿Has estado espiando?! —gritó eufórica la bruja, apuntando a la joven con el dedo índice.
—Más bien estaba caminando con Katakuri hasta que llegaste con esa noticia. —La joven caminó poniéndose enfrente de Brülée.— ¿Dónde están esos saqueadores?
—... ¡No te metas en este asunto! ¡Esto se encargará mi hermano!
La bruja vio como la chica corrió hacia donde fue Katakuri ya que no quería escuchar a donde estaban ese tipo de gente. Gracias a que Len era muy rápida y, además, era difícil perder de vista a un hombre de cinco metros. Sin embargo, no se esperó que aquel hombre fornido haya utilizado el poder de la Fruta del Diablo para trasladarse hacia la ciudad.
Len posó las manos en el ventanal observando como aquella masa de mochi se posa en uno de los techos de una de las casas. Nunca se imaginó que Katakuri estuviera hecho de ese tipo de comida, aunque pensándolo bien, era por culpa de aquella fruta. La joven se quedaba atrás, tenía que alcanzarlo como sea. Con determinación, se subió en el borde del ventanal para luego saltar hacia uno de los techos.
La ventaja de ella era que tiene los pies ligeros y no pesaba demasiado como para romper la parte de arriba de una de las casas. No obstante, no era tiempo para pensar en ello, temía que llegar hacia donde están los ladrones porque su mayor preocupación era que hicieran daño a los niños de la ciudad. Con mucha destreza va saltando en cada techo obteniendo una gran velocidad un tanto no humana para ella.
Los gritos de los ciudadanos se hicieron presente por culpa de aquellos saqueadores de tesoros. Tuvieron mucho valor para adentrarse en un reino custodiado por Big Mom. Al fin y al cabo, no tuvieron miedo ante nada y lo hicieron para ganar algo de dinero.
—¡Estáis tardando! —gritó el supuesto jefe de los ladrones.— ¡Tenemos que salir pitando antes de que lleguen los comandantes!
—Creo que tus palabras se cumplieron.
Todos los saqueadores se detuvieron al escuchar aquella voz áspera y representando dominancia en esas calles. Giraron sus cuerpos lentamente para encontrarse con aquella persona que era un verdadero monstruo para el Gobierno. Charlotte Katakuri los observaba con tranquilidad mientras jugueteaba con uno de sus caramelos.
—¡Charlotte Katakuri! —gritó uno de ellos.
—¿Y has venido tú solo? —Rio el jefe de los ladrones, levantándose de un barril sin dejar de observar al comandante.— Es extraño verte solo sin la compañía de los otros dos comandantes.
—Puedo apañármelas sin ellos.
El jefe de los saqueadores sonrió ampliamente sabiendo perfectamente que éste sería su perdición si no atacaba al hijo de Big Mom. El miedo lo estaba dominando, pero una cosa estaba clara, sabe perfectamente la debilidad de aquellos que consumen la Fruta del Diablo. De la nada, hizo aparecer una gran pistola que era imposible de sujetar si no tienes unas manos expertas.
—¡Desaparece!
Antes de disparar, el Kenbunshoku Haki de Katakuri se activó presenciando el futuro en escasos segundos por lo que tuvo la oportunidad de esquivar aquel cañón de agua. El líder se molestó porque aquel hombre lo esquivó, pero disparó sin cesar hacia todas las casas, sin importar si había gente allí.
El de los ojos granate analizó con detalle a su enemigo. No era un contrincante bastante fuerte por lo que puede aprovechar y noquearlo en cualquier momento. No obstante, sus oídos se agudizaron al escuchar a unos niños muy cerca de ellos que lloraban desconsoladamente por una gran piedra iba directo hacia ellos.
Iba a utilizar su habilidad para detener aquello, pero, desafortunadamente, su Haki se activó advirtiéndole del peligro detrás suyo. Esquivó a la perfección otro de los cañones, pero iba directo hacia esos niños. Iban a morir aplastados por una gran roca y por una de esas balas. Tenía que salvarlos o si no sería su perdición.
Sin embargo, como un milagro se tratase, cierta persona detuvo la roca a tiempo y empujó a los niños a un lado para recibir de lleno aquella masa de agua dejándola algo herida. Los dos niños miraron desconsolados por aquel acto de aquella persona. Katakuri abrió sus ojos de par en par al averiguar quien estaba ahí. Era ni nada menos que Hirawashi Len.
—Una mujer... —habló uno de los saqueadores.
—Recibió el impacto del cañón de agua.
—Oh, mira lo que has hecho Charlotte Katakuri —habló el líder sin dejar de esbozar esa sonrisa burlona.— Has dejado que una mujer fuese golpeada por...
—Idiotas. —Era lo único que pudo articular en ese instante Len. Sus manos, finas y fuertes, rompieron de cuajo la gran piedra mostrando su gran fuerza hacia los saqueadores. Estaba furiosa y se notaba en su mirada.— ¡¿Cómo os atrevéis a atacar a unos niños inofensivos!? —Sin que uno actuase, ya la joven golpeó a unos cuantos ladrones dejándolos aturdidos y rompiendo que algún que otro hueso.
—¡¿Qué demonios...?!
—¡Y en cuanto a ti! —Len se aproximó con velocidad hacia el enemigo para agarrarlo de su camisa y lo miró con amenaza.— ¡Cavaré tu tumba por hacer tal acto!
—¡Lo siento! ¡No volveré hacerlo, lo prometo! —El líder se estaba poniendo nervioso, ya que nunca había visto tanta brutalidad en una mujer como ella.
—¡No me vale! —Alzó aquel hombre de dos metros del suelo para luego estampar su cabeza en éste donde se rompió dejando un gran agujero por tal impacto.
La gente de Sweet City se asomaron al ver tal acto de aquella chica. Aunque se fijaron que era la chica que tanto quería Charlotte Linlin. Todos pusieron cara de pánico al ver tal monstruosidad de aquella joven. Sin embargo, los niños que fueron rescatados por ella se acercaron con una gran sonrisa de oreja a oreja.
—Gracias por salvarnos.
—No hay que darlas —dijo Len, dándoles una pequeña sonrisa un tanto sincera.
Quien estaba impresionado era Katakuri. ¿Esa joven le siguió hasta aquí? Aunque, sinceramente, si no estuviera aquí ya esos niños hubieran muerto. Sus ojos se clavaron en el cuerpo de la joven por unos instantes. Tenía la ropa un tanto rasgada por aquel impacto de la masa de agua y mostraba algún signo de herida. Pero ella ni se percataba de aquello, tan solo tenía ojos en esos niños.
¿Daría su vida por unos críos? Él haría lo mismo pero por sus hermanos. Sus pasos se hicieron presentes alertando aquel pequeño grupo y Len se levantó, ya que estaba hablando con los pequeños de la ciudad.
—Eres fuerte de naturaleza —comentó Katakuri, sin desviar su mirada en ella.
—¿Solo eso? ¿No me vas a preguntar si estoy bien?
—Ya viéndote, sé que estás bien.
—Aunque si me lo preguntases te diría eso. —Len rio bajito ensanchando su sonrisa.— Y una cosa... —La joven, con mucha determinación, agarró la punta de las ropas de éste obligándole a agacharse estando a su altura,— ¡la próxima que esquives algo así en presencia de unos niños a quien cavaré su tumba es a ti!
—No volverá a pasar —dice muy tranquilo manteniendo una sonrisa burlona.
—¡Más te vale!
La gente de la ciudad observó la discusión de esos dos, era como si se llevasen bien, pero en tan solo unas horas. Aunque sus pensamientos van más allá de eso, ¿qué pasaría si la joven descubriese lo que hay detrás de aquella bufanda? Ojalá que ese momento nunca llegase, pensaban.
Mientras, esos dos volvieron a sus andadas hacia el castillo para informar de aquel sucedido.
__________________
¡Cuarto capítulo terminado! Espero que os esté gustando.
Nos vemos en el próximo capítulo, ¡chau!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top