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—Me alegra que no hayas hecho una locura, Mikey-kun.
—...Me inyectaron un tranquilizante.
La risa suave de Takemicchi hace revolotear el estómago de Mikey.
No recuerda mucho, de hecho sólo recuerda un golpe de viento, un deseo imparable, sus venas ardiendo y su sangre burbujeante cual lava.
Sólo sabe que llamó desesperadamente a Shinichiro cuando lo vio, ese momento, ese preciso instante, un segundo, en ese instante su única meta era buscar ayuda. Levantar a Takemichi y subirlo a su espalda aún con sus reclamos y quejas. Desesperado pues aunque intentó llamar a las demás personas, el pelinegro le había callado la boca diciendo que sería incluso más peligroso que la policía se enterará de su ubicación.
Mikey no sabe que pasó, sólo sintió apretujarse su corazón, desesperación inmensa tapando su garganta, náuseas terribles y temblor que se expandió por todo su cuerpo.
Verlo ahí, sangrando, a ese hombre que le prometió tantas veces protegerlo, ese que juraba y perjuraba taparlo con su manto, a través de simples textos había cumplido su palabra.
No pudo detenerse luego, no cuando dos tipos se lo arrebataron, llenos de golpes y con trajes elegantes sucios y desgarrados. Aún cuando se negó no pudo hacer anda cuando el mismo Takemichi pidió a un tal Ran que lo sostuviera, aún cuando sostuvo con fuerza su cuerpo, negándose a que alguien más lo toque, no pudo evitarlo ni siquiera cuando Takemichi fue arrebatado de sus brazos y ambos fueron trasladados dentro de una lujosa caminoneta a un lugar extraño.
No dijo nada aún cuando la cabeza de su Takemicchi se apoyó en su hombro. Aún cuando la sangre manchaba su ropa, esa que Mikey eligió especialmente para su cumpleaños porque quería impresionar a Takemicchi.
Cuando llegaron y el inconsciente Takemichi fue llevado a cirugía, Mikey se quedó solo, sin saber que hacer, sin hablar, con sus pensamientos y sentimientos transformándose, alguien dañó a Takemichi, alguien atravesó su cuerpo con una katana, alguien había intentado matarlo, alguien quería extinguirlo...
Alguien deseaba quitárselo...
Eso fue todo, no recuerda bien, sólo un golpe rápido en su espalda, Izana mirándolo y nada, despertar en una sala aparte.
Se levantó y corrió entrando al único cuarto ocupado de ese piso, ignorando a la enfermera y al doctor.
Es traído a la realidad después de su recuento por el quejido de Takemicchi, no sabe cuanto pasó pero Takemicchi yace en la cama de hospital, con el cuerpo vendado y con la intravenosa conectada, el sonido de las maquinas calculando los latidos de su corazón es lo único que les acompaña.
—Me duele reírme, pero estoy mejor. Y estoy tranquilo sabiendo que tú también, Mikey-kun. De seguro me veo más feo que Kazutora.— Susurra sonriendo.
Tan suave, se ve tan delicado y Mikey no puede creer que ese es el hombre que lo amenazaba para cuidarlo, ése que profesa hacer lo que sea con tal de que sonría.
—Te ves como una muñequita de porcelana.
—Y Mikey-kun se ve cómo un modelo, siempre ha sido tan guapo.
La conversación es tan extraña que Mikey siente el calor subir a sus mejillas, sabe que es guapo pero se siente diferente, dicho por Takemicchi se siente diferente, quiere más que eso.
Takemichi parece cansado pero directo y rápido en palabras, fingiendo que no duele, debe tener una resistencia al dolor impresionamte.
—¿Por qué te sonrojas? Mikey-kun se ve bien siempre, suave piel y lindos labios, me gustaría tocarte.
Mal interpretada o no la frase, Mikey siente que le están coqueteando, se siente irreal y su cara arde todavía más, quiere más, es egoísta, sabe que Takemicchi está delicado pero desea más, algo le llama a desear más afecto de ese hombre.
—Yo... Cállate, hay dos tipos atrás, me incomodan— Silencia Mikey intentando recordarse que Takemichi está bien pero aún herido. Eso le sigue molestado pero le alivia saber que está fuera de peligro.
—Cierto. Inupi por primera vez no ha acatado mi orden de que nos deje solos. Lo siento, Mikey-kun. Y Ran simplemente debe estar molestando.— Aclara el ojiazul, calmado.
Mikey se gira levemente sintiendo la mirada pesada de esos dos, más de uno que de otro.
—Son como perros, siento que ese rubio me está oliendo para saber si soy amigo o enemigo.
—Estamos esperando a que te largues, eres un estorbo, Takemichi debe descansar.— Seishu salta rápidamente.
Mikey frunce las cejas, ellos se supone que estaban con Takemicchi, ellos están ilesos y el ojiazul está herido, eso le molesta.
Ataca llevado por su preocupación: —Si te preocupas tanto no debiste permitir que lastimen a Takemicchi, perro mal adiestrado.— Reclama.
Inupi cierra los labios cohibido y Ran sonríe molesto.
—MIKEY, BASTA.
Mikey por primera vez oye la voz molesta e Takemichi y se siente horrible, se encoje en su lugar.
—No voy a permitir que le hagas tales majaderias a Inupi-kun.
Aún en cama Takemichi logra que el invencible Mikey sienta vergüenza y oculte su rostro, sostiene su ropa, arruga con sus manos las mangas de su chaqueta, no le gusta que Takemicchi de enojé con él, le arden los ojos, no le gusta.
El ojiazul lo observa un segundo de manera silenciosa.
Tan bonito cuando quiere, eso es por haberlo malcriado tanto.
El pelinegro se aclara la garganta en un llamado conocido, Inupi se acerca alegre, Ran mira mal a Mikey pero de igual manera se acerca.
—Vayan a revisar el estado de los demás, estoy bien.— Es lo único que dice antes de que en silencio ambos hombres salgan del lugar.
—Yo lo siento Takemicchi, estoy asustado y no quise-
La pequeña disculpa de Mikey es interrumpida.
—¿Quieres salir conmigo?
—¿Qué?
—Cuando me den de alta, saldrás conmigo, tengamos una cita, Mikey-kun.
Los colores parecen escapar de la cara de Mikey, se sonroja mucho más de lo posible, olvida todo, su miedo, su angustia, esa masa asquerosa que intenta escapar de su mente se calla. Lo único que siente es su corazón latiendo deprisa.
—¡Sí!
Acepta antes de meditarlo, sin saber donde se está metiendo.
Takemichi lo observa y le sonríe con dulzura.
Y es así como la enfermera entra y le pide que salga, ahí donde Shinichiro y Emma lo abrazan preocupados, y donde también Izana se lo queda mirando antes de darle un ligero golpe en la frente antes de irse.
Sanzu.
Sanzu:
¿Crees que podrás detenerme, idiota?
Has tenido suerte.
La próxima vez no fallaré.
Te mataré.
Le devolveré su reino a mi
Rey.
No podrás detener su destino.
No lo guardarás en esa jaula
de oro, no podrás. No por
más tiempo.
Lo traeré de nuevo a su lugar.
Takemichi:
Callate maldito drogadicto.
No puedes ganar. Es mi juego
lo sé y lo manejo todo, a todos,
y tú eres un simple títere.
Auxilio, necesito contarle a alguien toda la trama porque cada vez que preguntan estoy tentada a contarles todo.
Pd: sigo sin saber un choto de medicina.
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