Capítulo 67: La Muerte no Descansa
-Mansión de Vestevia, Pueblo de Caronte-
Tres horas han pasado desde que dimos el primer paso dentro de la mansión de los señores de Vestevia. Desde que encontramos los cuerpos difuntos de los dueños de dicha mansión.
A punto de perder la esperanza de encontrar a alguien con vida, logramos descubrir a un par de sobrevivientes en lo más profundo de esta mansión. Uno de estos siendo el hijo y ultimo descendiente de la casa noble de Vestevia, el cual yacía ahora dormido y aseado en una de las alcobas que aún seguían pulcras dentro de la mansión.
La otra persona era una sirvienta, de cabello largo color marrón y ojos color purpura, vistiendo ahora un nuevo traje que pudimos conseguir de los almacenes de ropa de la mansión.
Tanto el heredero como la sirvienta mostraban signos de desnutrición, y deshidratación, de modo que nos tomó algo de tiempo y uno cuantos hechizos curativos el devolverlos a un estado de salud aceptable.
Las chicas habían decidido dividirse para cumplir diversas labores, Sephirina y Tyrel se habían dirigido a la primera planta para reestablecer las barricadas antes puestas por los sirvientes de esa mansión.
Valupla se quedó vigilando a la sirvienta inconsciente, ya que aún no estábamos seguro de si estaban libres de la infección que asedió este pueblo decidimos separarlos y vigilarlos hasta que recobraran la consciencia.
O hasta que pudiéramos deducir si también eran una causa perdida.
Elena se había tomado la labor de reorganizar y utilizar la cocina de la mansión para preparar una cena abundante para los presentes, lo cual motivó aún más a Tyrel a terminar pronto de su labor.
Mientras Valupla vigilaba a la sirvienta inconsciente, yo vigilaba al joven heredero y por descarte, nuevo jefe de la casa de Vestevia.
Verlo convaleciente y debilitado me provocaba un sentimiento de lastima y pesar, después de todo había perdido todo lo que una vez consideró como su hogar.
Familia y conocidos, a excepción de la sirvienta que yace en otra habitación, este joven ha quedado completamente solo en el mundo.
Y perder aquello que uno considera importante, es algo con lo que puedo simpatizar con facilidad.
Tenía la intención de sacar a este niño y a los demás de este infierno, pero no podía descuidar nuestra misión secundaria, que era la de hallar el origen de la infección zombi que devastó este pueblo.
Pero tratar de hallar la causa mientras tenemos a dos personas inconscientes y un límite de tiempo es casi una misión imposible. Haciendo que me tuviera que repensar nuestros movimientos para el día de mañana.
Tenemos solo dos días antes de que la barrera se cierre, es por eso que al menos debemos descansar esta noche, misma razón por la cual levanté una muralla de piedra alrededor de la mansión, la cual debería protegernos por lo que queda de noche.
Habiendo resuelto el problema de nuestra seguridad, solo nos quedaba decidir cómo movernos mañana. Si dividirnos para mantener a los sobrevivientes a salvo mientras buscamos la posible causa, o dirigirnos directamente al borde de la barrera para evacuar a los sobrevivientes, y usar el tiempo restante para eliminar a los zombis restantes y buscar la causa al mismo tiempo.
En un mundo perfecto, podría pedirle a Astaroth que nos lleve hasta el borde con [Teleportación], pero eso me obligaría a revelar su existencia a aquellos que no son parte de nuestro grupo. Por lo cual queda descartado.
Aunque nada me detenía de pedir su consejo en esta situación.
-Maestro, ¿Qué opina de todo esto?
Hice esta pregunta con una intención profunda en mi voz, buscando que mis palabras llegaran más allá de lo que deberían por el tono en que las dije.
Pocos segundos después pude sentir un escalofrío cruzar mi cuello, siendo sin lugar a dudas un presagio de la llegada del [Rey no Muerto]
Justo por encima del inconsciente heredero un portal oscuro se manifestó, del cual surgió Astaroth con su usual expresión hostil al verme.
-Desearía que no interrumpieras mi tiempo de lectura por pequeñeces sin importancia.
Las palabras de Astaroth demostraron claramente su poco interés por mi actual predicamento.
-Lamento interrumpirlo Maestro, pero quisiera su opinión acerca de la situación a la que nos enfrentamos.
Comencé a explicarle al maestro todos los eventos ocurridos desde que llegamos al campamento base hasta que encontramos a los primeros, y quizás únicos, sobreviviente de la catástrofe ocurrida en el pueblo Caronte.
Luego le empecé a contar sobre mis posibles elecciones a tomar para nuestras acciones de mañana, queriendo obtener siquiera un indicio de su parte de cuál sería el mejor curso de acción a seguir.
Mientras me escuchaba, Astaroth mantenía la vista fija en un libro que sostenía en el aire con su usual magia levitante, aunque el brillo de su mirada se agudizó luego de escucharme mencionar sobre las variantes zombis que solo había conocido en las historias escritas en mi mundo.
Curiosamente el libro que él se encontraba leyendo era nada menos uno con el título que mencionaba a la amenaza que enfrentábamos. Fuera que lo estuviera leyendo por coincidencia, o fuese una acción premeditada, logré ver el interés del maestro en nuestra situación.
-Entonces Maestro, ¿Qué piensa que debería hacer ahora?
-Que tengas que preguntarme llegado a este punto demuestra nuevamente que no mereces todo el poder que has logrado acumular hasta ahora humano.
Soporté su usual desprecio inicial ya que sabía que casi siempre venía un consejo útil de su parte.
-La respuesta a tu duda es tan simple como obvia. Si quieres cumplir tus objetivos solo debes destruirlo todo. Usa el poder que posees para arrasar estas tierras, elimina cada resto de amenaza presente, y luego saca a los sobrevivientes y a tu grupo una vez terminado.
¡!...
Las palabras de Astaroth hicieron eco en mi cabeza, y pude entender su punto de vista casi al instante.
Si fuera con todo, sin contenerme, podría arrasar con el pueblo Caronte y con todo lo que estuviera dentro de la barrera de luz que nos rodea en cuestión de horas.
Tengo el equipamiento para mantenerme fuera del alcance de cualquier zombi, y las armas y potencia de fuego para eliminarlos como si se tratara de aplastar hormigas.
Lo único que me detenía de hacer esto, era quizás un pensamiento que ya se había arraigado firmemente dentro de mí.
-Tiene razón Maestro, ciertamente si solo me importara cumplir con mis objetivos, hacer lo que dice sería lo más lógico por hacer.
Dije esto sin verlo fijamente, para luego levantar la mirada y enfrentarlo con las siguientes palabras.
-Pero estoy seguro de que si lo hiciera las demás se podrían sentir bastante tristes, y seguro Sephirina me regañaría por lanzarme nuevamente por mi cuenta contra el enemigo. Al final también quería hacer esto por mi cuenta, pero hacerlo sería traicionar los sentimientos de mis compañeras de equipo.
Dije esto con determinación, aun sabiendo que podría ganarme la ira del maestro por intentar desafiar sus palabras. Aun así, seguí hablando.
-Si logramos sobrevivir y volver a salvo de este infierno, será porque confié en la fuerza de ellas, y porque decidí superar lo que se nos presenté trabajando como equipo.
-...
El Maestro se me quedó viendo fijamente por unos segundos antes de devolver su mirada hacia el libro en frente de él.
-Si deseas arriesgarlo todo por puro sentimentalismo es tu decisión, solo no vengas llorando cuando algo terrible suceda por tu incoherente elección.
Las palabras de Astaroth tuvieron peso en mí, aunque no iba a dejar que aquello diezmara mi decisión.
-Si no tienes otra cosa que pedirme, entonces me retiraré, pero te daré una última advertencia, ya que dudo puedas superar esta adversidad sin perder algo importante para ti.
Me quedé expectante, ya que muy raramente el maestro me advertía de algo por su propia voluntad.
-Si fuera tú, no esperaría hasta mañana para actuar, al parecer te has hecho a la idea de que el enemigo que tienes de frente es el único del que debes temer. Si ignoras o subestimas el origen de esta anomalía, entonces solo te aguarda la perdición y el arrepentimiento.
Aquellas palabras lograron abrumarme en más de un sentido. Ya que aun ignoraba el origen de este evento zombi, no podía hacerme una idea clara de que podría ser, siendo que, por lo general, se desconoce su origen exacto en casi todas las historias de zombi, en especial en el libro que el Maestro se encuentra leyendo.
Quizás lo más aterrador de este evento zombi, no sea lo que hemos encontrado hasta ahora, sino aquello que no hemos descubierto aún.
Antes de que pudiera pedirle al maestro más información, este se desvaneció en otro portal oscuro sin siquiera despedirse, dejándome a solas con nuevas interrogantes y ninguna respuesta a las preguntas que le había hecho.
A veces me cuesta creer que sea un familiar subordinado a mí.
TOCK TOCK
El golpeteo de la única puerta en esta habitación me devolvió a la realidad, dando así el permiso de que pasara quien estuviera del otro lado de la puerta.
Al abrirse esta pude ver a Valupla con su usual semblante serio, para luego ver a una segunda persona a quien no había tenido el placer de conocer hasta ahora.
-Vengo a informarle al amo, que la segunda persona encontrada bajo la mansión se ha despertado, y desea ver a quien ella considera como su propio amo.
Aquellas palabras sonaron extrañas viniendo de su parte. Aun así, di una afirmación con la cabeza para ver a la susodicha persona adentrarse a la habitación.
-Mi nombre es Shimon, un aventurero RANK B enviado por la princesa de este reino en búsqueda de los sobrevivientes que aun existan dentro de este pueblo, ¿Podrías decirnos tu nombre?
Siendo un poco más alta que yo y Valupla, la chica presente de cabellera larga y color marrón se adentró en la habitación lentamente para luego hacer una reverencia formal al agarrar los bordes de su nuevo y limpio vestido de sirvienta.
-Disculpe mi tardía presentación, mi nombre es Violeta, sirvo a la casa de los señores de Vestevia.
Luego de su reverencia los ojos purpura de ella se dirigieron inmediatamente al chico que yacía recostado en la cama, para luego correr con un momentáneo desespero hasta llegar al borde de la cama y ver de cerca al que sería su joven amo.
-Joven señorito ¿Puede escuchar mi voz? ¡Por favor despierte joven señorito!
Las lágrimas corrieron su pálido rostro, al punto en que me sentí con la responsabilidad de calmar sus inquietudes.
-Esté tranquila, puedo asegurarle que el joven Redstone se encuentra bien, nos aseguramos de reponer su salud con magia curativa, ahora mismo se encuentra dormido como efecto secundario de la magia que usé para evitar que su vida siguiera en riesgo. Momentáneamente despertará, así que no tiene que preocuparse.
Dije estas palabras con las mejores intenciones, más solo sirvieron para calmar y detener las lágrimas que corrían por su rostro.
-Me alegra demasiado saber que va a estar bien... En serio me alegra escucharlo...
Sentí algo de calidez al ver aquella escena, saber que nosotros éramos la razón por la cual estos dos se encontraban momentáneamente sanos y salvos, me provoco una sincera felicidad.
Terminé desviando mi mirada hacia Valupla, para encontrar una sonrisa similar a la mía en su rostro, ella se percató de esto y me desvió la mirada. Supongo que no le gustaba que la viera sonriendo de esa forma.
-Perdone, ¿Podría decirme si el señor y la señora Redstone también se encuentran bien?
Aquella pregunta de la sirvienta Violeta disipó la momentánea alegría que había sentido hasta ahora, y sabiendo que era hacia mí a quien se dirigió la pregunta, decidí responderla sin rodeos.
-Lamento informarle que los señores de Vestevia ya no se encuentran en este mundo, dieron sus vidas con tal de protegerles y de guiarnos hacia donde se encontraban usted y su joven amo.
La expresión de preocupación en el rostro de la sirvienta fue rápidamente sustituida por una de estupefacción y desesperanza, haciendo que sus lágrimas volvieran a surgir, pero no siendo de felicidad esta vez, sino de profundo dolor.
-No... ¿Por qué algo como esto tenía que sucederles a los amos?... No puedo creer que en verdad hayan muerto...
Aquellas palabras las decía mientras se cubría los ojos y lloraba sin contenerse. Aquella reacción mostraba el enorme aprecio y devoción que ella sentía por quienes fueron antes sus empleadores.
Dicho aprecio y devoción no la he visto hasta ahora en todos los sirvientes que he visto en este mundo.
Y aunque fuera algo desconsiderado de hacer, sabía que no podía dejarla encerrarse en la tristeza, pues aún hay muchas cosas que necesitamos saber de ella, y sobre lo que pasó en este pueblo.
-Se que es difícil, pero agradecería si pudiera responder algunas de nuestras preguntas, necesitamos saber que sucedió aquí, y que fue lo que viste antes de bajar hasta el almacén bajo la mansión.
Me agaché para estar al nivel de su rostro, entendiendo el dolor que sentía, pero sabiendo que ahora mismo no podía quedarse en el suelo llorando, no cuando ahora es su responsabilidad preservar la vida del joven acostado en la cama.
-Entiendo... Hare lo posible por decirles lo que pueda, aunque no sé si servirá de algo.
Sonreí al ver que sería capaz de cooperar con nosotros, y ya que solo estábamos los tres presentes, decidí aprovechar y preguntar algo que quizás podría ser inapropiado preguntar en frente de todas las chicas.
-En ese caso... Espero no le moleste, pero quisiera hacerle una pregunta que me llevo haciendo desde hace varias horas sobre su joven señorito.
Dije esto mientras me detenía a ver al chico en la cama cubierto por un par de sabanas de seda, cuya apariencia me había llamado la atención desde el momento en que lo vi salir del elevador en los brazos de Sephirina.
Un niño de cabellera verde pálida, orejas redondeadas y cuerpo diminuto, aun para su edad según la habilidad [Análisis Absoluto]. La cual de por si reveló información que llamó por mucho mi atención.
- ¿Podría explicarme por qué el heredero de la casa de Vestevia, es un niño de la raza Enano?
-Media Hora Más Tarde-
-Comedor Principal, Mansión de Vestevia-
La noche se ha manifestado por completo, y las barricadas han terminado de ser montadas por parte de las chicas, la cena se ha servido y todos nos hemos reunido en el comedor donde antes comían los dueños de la mansión.
El salón se encontraba iluminado por una combinación de velas y esferas de luz cortesía de su servidor, mientras que los platillos frente a nosotros fueron preparados por la misma Elena, garantizando que todos eran de primera calidad, dignos del paladar de la realeza.
A excepción del joven heredero de la casa Vestevia, quien seguía inconsciente y recostado en la cama de su habitación, los seis presentes nos encontrábamos sentados frente a la mesa disfrutando de los manjares servidos frente a nosotros.
Sobra decir que algunos disfrutaban de la comida mucho más que el resto, al punto de devorarse la porción de al menos cuatro personas en lo que llevábamos comiendo.
Aunque por lo general me estresaría su excesiva glotonería, lo dejé pasar luego de su ardua labor del día de hoy, de hecho, todos nos mereceríamos disfrutar de la comida servida esa noche.
La única que fue tímida a la hora de comer fue la sirvienta Violeta, quien parecía bastante incomoda al comer en la misma mesa que usaron antes sus empleadores.
De no ser porque Elena hizo el ademan de sentarse a su lado y comer como todos nosotros, es posible que no hubiese probado un solo bocado, a pesar de haber pasado días sin comer bajo tierra.
Ciertamente me preocupaba que ella se contuviera a la hora de comer, pero de momento otro pensamiento ocupaba mi mente.
Ese pensamiento era la historia que había escuchado de Violeta minutos antes de que bajáramos a comer.
-Hace Diez Años-
La historia de origen del heredero de la casa de Vestevia, y de cómo un niño de la raza Enano pasó a ser hijo de los nobles que antes habitaban esta mansión.
La historia se remonta a hace diez años, antes de que la misma Violeta fuera empleada en la mansión.
Los señores de Vestevia, que carecían de un heredero propio, vivían sus vidas con plena felicidad, siendo amados por el pueblo y respetados por los nobles de tierras vecinas.
Lo único que podía faltar en sus vidas era la felicidad que solo podía ofrecer un hijo propio, pero por razones que ninguno podía comprender, los señores no habían sido bendecidos con la gracia de un heredero tras sus ocho años de matrimonio.
Los rumores sobre un problema en su matrimonio a veces caían en los oídos de sus sirvientes, pero rápidamente eran desmentidos al ver la felicidad y amor que ambos se profesaban el uno al otro.
Para todo el mundo, la razón del por qué aún no había un heredero se resumía simplemente en que la diosa Casiopea no había decidido bendecirlos con uno aún. Y nadie se atrevía a cuestionar la voluntad de la diosa por obvias razones.
Aun así, el vacío de la voz de un infante hacía eco en los señores de Vestevia, y el deseo de poder compartir su amor y felicidad con uno era tal que rogaban a la diosa en sus mentes y corazones que llegara el día en que su deseo se hiciera realidad.
Y aquel deseo se cumplió, pero de una forma que jamás se hubiesen esperado.
En una noche de tormenta, tan oscura que solo era visible tras la luz de los relámpagos que se manifestaban cada par de minutos, una alerta se activó en el perímetro de la mansión.
Los sirvientes y guardias que protegían la mansión se movilizaron para buscar el origen de la alerta, poco tiempo se necesitó para que todos se enteraran de que un intruso había traspasado el portón de la mansión, y se encontraba merodeando la mansión.
El lord de la mansión, quien se encontraba entonces en su estudio, dio la orden de que los sirvientes civiles se encerraran en las habitaciones que encontraran con llave, mientras que los guardias buscaran por los alrededores de la mansión al supuesto intruso.
Ya que la señora de la mansión se encontraba durmiendo en ese instante, la sirvienta personal de la mansión fue encargada de custodiar y proteger la puerta de su mansión, mientras que el señor se unía a la búsqueda del intruso junto a los guardias.
Tras casi media hora de búsqueda no se encontraron señales del intruso, y casi se rindieron en ubicar al intruso por la posibilidad de que ya hubiese escapado.
Sin embargo, antes de que se diera la orden de retirada, unos sonidos de lucha y quejidos se escuchó en la parte de la trasera de la mansión, haciendo que el grupo liderado por el señor de Vestevia se apresurara a ir tras el origen del sonido.
Poco tiempo pasó antes de que los soldados y el mismo señor de la mansión vieran al intruso en medio de cinco guardias ya noqueados, pero sin heridas mortales a su alrededor.
Antes de que pudiera escapar el señor y sus hombres lograron rodear al ladrón, cerrándole toda posible ruta de escape.
Pero antes de que pudieran apresarlo, el intruso completamente encapuchado empezó a ver por encima de su cabeza, mirando directamente a la pared de la mansión, más específicamente a la ventana de la mansión que se encontraba iluminada tenuemente por una vela.
El señor de Vestevia pudo notar como veía dicha ventana el intruso, y no le tomó casi nada reconocer que esa era la ventana que daba a la habitación que compartía con su amada esposa.
Lo siguiente que pasó fue que antes de que pudieran atrapar al intruso, este dio un salto de gran altura hacia la pared de la mansión, para luego empezar a correr sobre esta y así atravesar la misma de una patada.
Aquello alertó y atemorizó al señor, quien ordenó a todos los presentes a adentrarse en la mansión para tratar de detener al intruso que se había adentrado en el dormitorio donde su esposa se encontraba dormitando.
La siguiente parte de esta historia se cuenta desde la perspectiva de la sirvienta que cuidaba de la puerta del dormitorio esa noche, quien se adentró en el cuarto al momento de escuchar la ventana quebrarse.
Lo que vio fue a un hombre encapuchado de pie frente a la cama donde se encontraba recostada la señora de la mansión.
Al darse cuenta del inminente peligro que corría su señora la misma sirvienta grito a todo pulmón mientras se ponía en medio del intruso y la sirvienta.
Por el grito dado por la sirvienta la mansión entera se percató de la situación presente, por lo que los guardias que se dirigían a dicha habitación redoblaron el paso con tal de llegar lo antes posible al cuarto.
En ese escaso minuto de tiempo, donde se encontraban los tres presentes en la habitación, el intruso se acercó a paso lento a la señora de la mansión, quien era entonces protegida por la sirvienta presente.
Al acercarse a una distancia prudente, el intruso enmascarado sacó de sus prendas un bulto de gran tamaño cubierto por trapos opacos y manchados con sangre.
Dicho bulto ensangrentado fue acercado y ofrecido a la señora de la mansión, quien se asustó al principio por la súbita acción del intruso.
Más ese temor fue sustituido rápidamente al escuchar el sonido de un llanto provenir de aquel bulto.
Dicho llanto activó en ella un instinto que había desconocido hasta ahora, pero que se encontraba latente en ella desde hacía muchos años.
Sin siquiera pensarlo la señora estiró una de sus manos hasta dicho bulto, ignorando por completo los gritos de su sirvienta para que se detuviera y alejara.
El hombre se quedó de pie esperando a que ella tomara el bulto sin decir una sola palabra, sin siquiera explicarle el por qué estaba haciendo esto.
Y aunque este fuera a decir algo en ese instante, ella no sería capaz de escuchar nada, pues su mente se encontraba centrada únicamente en aquel llanto incesante.
La sirvienta se veía incapaz de detener a su ama, y antes de que pudiera intentar apartar al intruso de su señora, el sonido de varias pisadas junto al de varios hombres armados hizo que girara su mirada y perdiera de vista al intruso por un instante.
¡¡ZAAAAPP!!
Fue en aquel mismo instante que un fuerte relámpago se manifestó, cegando momentáneamente a los que entraron y anulando el sonido de escape del intruso por la misma ventana.
La sirvienta fue incapaz de ver al intruso luego de aquel instante, simplemente se encontraba ella y su ama en la habitación, junto a varios hombres armados quienes se habían aproximado hacia la ventana abierta y rota en busca de algún rastro del intruso.
Sin embargo, así como apareció el intruso se desvaneció en las sombras de aquella noche tormentosa, dejando muchas preguntas acerca de por qué se apareció.
Lo único que dejó atrás aquel intruso fue el bulto harapiento, que yacía ahora en el regazo de la señora, quien lo veía fijamente como si de una joya valiosa se tratase.
La sirvienta se tardó apenas unos segundos en entender que ese bulto ensangrentado no era algo, sino alguien.
Un bebé que no podía tener más de una semana de nacido, de cabello verde pálido y tan pequeño que podría caber su cuerpo entero en ambas manos con facilidad.
El mismo señor de la mansión, preocupado por su amada esposa se acercó a esta para ver que se encontrara bien.
Pero, así como su esposa, sus pensamientos se vieron interrumpidos al ver al infante que se encontraba en los brazos de su amada.
Nadie pudo entender lo sucedido esa noche, y por qué alguien se arriesgaría tanto para dejar a un infante en la mansión de una familia tan reconocida en el reino.
Pero para los señores de Vestevia, las razones o explicaciones carecían de todo sentido e importancia.
Lo único que importaba para ellos ahora era aquel pequeño bebé que se encontraba en los brazos de ella, y que había empezado a verlos fijamente con curiosidad y fascinación.
Fue en ese instante que el destino de esos tres cambió para siempre, una pareja sin hijos de sangre, y un bebé sin nadie en el mundo que lo protegiera.
Fue entonces cuando el pueblo de Caronte obtuvo al ya esperado por muchos, heredero de la casa de Vestevia.
-Volviendo al Presente-
- ¿Te vas a comer eso Shimon?
Fui traído de vuelta a la realidad por Tyrel, quien se sentaba a mi derecha con medio bistec de Bipo en su boca, señalando con uno de sus cubiertos mi propio bistec.
Para responder a su pregunta aparté mi plato de ella y le di un gran mordisco al bistec en mi plato, para luego dirigir mi atención a la conversación que había iniciado entre las chicas con traje de sirvienta.
-Se que puede ser muy difícil para ti señorita Violeta, pero podrías decirnos que es lo que recuerdas de los últimos eventos dados en el pueblo.
Las palabras dichas por Elena buscaban conseguir lo que todos queríamos saber, que era lo que sucedió al principio de la infección zombi en este pueblo.
Si pudiéramos tener más información de lo acontecido en Caronte quizás podríamos dar con el origen de la infección y así detenerla aquí mismo, evitando que la misma se propague a otros pueblos y consecuentemente a todo el continente.
Aunque fuera casi nada, cualquier cosa que Violeta nos pudiera decir ahora sería información valiosa para nosotros.
-... Entiendo que esperan encontrar las respuestas a todo lo que sucedió de mí, pero creo que los decepcionaré.
-Sabemos que has pasado por mucho, pero necesitamos que nos digas todo lo que puedes recordar, para así encontrarle una razón a todo esto y así descubrir cómo detenerlo.
Estas palabras fueron dichas por Sephirina, quien se mostraba bastante comprometida a impedir que esta infección llegue a otros pueblos.
-... Muy bien, en ese caso les diré todo lo que sé. Todo esto empezó en la parte central del cuerpo, al principio ninguno creyó que esto fuera algo más allá de una fiebre de temporada.
En ese momento la sirvienta Violeta empezó a narrar lo acontecido antes de nuestra llegada al pueblo Caronte.
-Hace una Semana-
El pueblo y la mansión se jactaban de tener una atmosfera pacífica y llena de dicha. Las cosechas y la economía del pueblo iban en viento en popa, y la baja cantidad de impuestos demandados por el señor de estas tierras les daban mucha libertad a sus pobladores para crecer y mantener una buena estabilidad económica para sus hogares.
Cualquiera que fuera un habitante de este pueblo bien podría exagerar y presumir que Caronte es el mejor pueblo en el reino para vivir.
Lamentablemente, dicha exageración perdió su base en una mañana tranquila, donde un gran número de pobladores fueron declarados enfermos simultáneamente.
La causa de la enfermedad era desconocida, pues había afectado a casi todas las clases de personas, de entre niños a ancianos, hombres y mujeres, e incluso aquellos que vivían en soledad o hasta familias enteras.
La noticia de aquel padecimiento llegó a oídos del lord, quien de inmediato movilizó a su personal médico y dio la orden a algunos guardias para coordinar a los clérigos y miembros de la casa de la luz en el templo del pueblo para asistir en el tratamiento de los enfermos que padecían esta extraña enfermedad.
Los síntomas de esta iban de resequedad de la garganta a severos dolores de cabeza, dificultad respiratoria y sangrado repentino por los ojos.
Tales síntomas que se manifestaban con tremenda rapidez y de manera simultánea sorprendió y tomó con la guardia baja a los sanadores y farmacéuticos locales, quienes usaron remedios y magia sanadora para contener sus efectos, más no podían combatir ni eliminar aquello que estaba matando a esas personas.
Solo se necesitó de un día para que los primeros cuerpos sin vida se encontraran por las calles y en las camas donde mantenían a los enfermos de dicha infección.
El pueblo habría pasado por una época de luto y de alarma, sino fuera por lo que aconteció horas después.
Antes de que pudieran llevarse los cuerpos al crematorio o a la zona de entierros los mismos cuerpos empezaron a mostrar signos de aparente vida. Se empezaron a sacudir y convulsionar sin control, haciendo creer a los presentes que habían vuelto a la vida.
Pocos minutos hicieron falta para que los supuestos difuntos se levantaran y empezaran a atacar a todos los que aún se encontraban sanos.
Los que intentaron razonar con ellos fueron los primeros en ser devorados vivos. Los que escaparon aterrorizados tuvieron solo un poco más de suerte, aquellos que habían escapado ilesos lograron encerrarse en sus hogares y prolongar su tiempo de vida unos días más.
Los que no escaparon ilesos de los zombis solo terminaron condenando a todos los que estaban cerca de ellos antes de sus propios colapsos.
Uno de los sanadores de la mansión del señor de Vestevia logró escapar con vida e ileso, y usando uno de los Bolgaris logró volver a la mansión para informar a los señores de la situación que se había desatado en el pueblo.
El señor de Vestevia reunió a todos los que trabajamos en la mansión para ponernos al tanto de la situación en el pueblo. Aunque todos teníamos familia en el pueblo y queríamos ir en búsqueda de estos para ver si estaban bien, el señor nos rogó que permaneciéramos en la mansión por seguridad.
El señor mandó a la mitad de sus tropas hacia el pueblo para tratar de contener los disturbios formados por los enfermos, mientras que mandó a dos soldados a que traspasaran el pueblo y De directamente al pueblo más cercano, que era Yakob, para avisar de la emergencia presente.
El resto de los guardias se quedaron para proteger la mansión y a los presentes, de la amenaza que no tardó siquiera medio día en alcanzar los portones de la mansión.
Los soldados y hombres versados en la lucha se quedaron fuera de la mansión con tal de impedir que los infectados entraran a la mansión, el mismo señor de la mansión se les unió con tal de frenar la amenaza.
Lo que ninguno esperó fue que la amenaza incluyera no solo a los habitantes infectados, sino también a aventureros que mostraban el mismo comportamiento errático y violento que la gente del pueblo.
Los aventureros eran comúnmente superiores en fuerza al soldado ordinario, de modo que cuando estos se acercaron al portón frontal fue inevitable que este fuera derribado en cuestión de minutos.
Una vez derribado el portón la batalla para proteger la mansión se desató, siendo todos los sirvientes testigos de dicha lucha al ver el exterior desde las ventanas de los pisos superiores.
Yo también me asomé por el borde y vi con horror la masacre de personas que una vez conocí y fraternicé en el pueblo. La sola idea de que mi familia estuviera corriendo el mismo riesgo me llenaba de pavor.
Pero un mayor terror me invadió luego de ver a uno de los atacantes saltar y estrellarse contra la ventana de un segundo piso, atravesando esta y provocando los gritos de horror de los que habían estado en esa misma habitación.
Pocos segundos pasaron para que pudiéramos escuchar el sonido de las barricadas del primer piso romperse, así como de otras ventanas siendo quebradas por los invasores.
Los que estábamos en el tercer piso rápidamente subimos a la cuarta planta, llevando a la señora de la mansión y a su hijo hasta el cuarto piso.
Una vez allí empezamos a sacar todos los muebles que pudimos de la cuarta y tercera planta para formar una nueva barricada entre ambos pisos, todo con tal de mantener a salvo a la señora y al joven señorito.
Si tan solo lo hubiésemos logrado a tiempo, quizás la señorita seguiría con vida.
Cuando buscábamos cerrar del todo el acceso al cuarto piso el sonido de varias pisadas retumbó cerca nuestro. Eran las pisadas de los invasores, que se encontraban furiosos y bañados de la sangre de otros.
Al verlos sentí que se me congelaba el pecho, y mis piernas se entumecían.
Si no fuera por la señora que jaló de mí en ese entonces, bien pude quedar atrapada en el tercer piso como algunas de mis compañeras.
Una vez sellamos el último piso de la mansión, los que aun seguíamos presentes nos quedamos aterrados ante aquel escenario de pesadilla que se manifestaba frente a nosotros.
Fuimos atacados por la misma gente que adoraba al señor de estas tierras, y ahora el señor bien podría ser una víctima más junto a los demás soldados restantes que quedan de pie a las afueras de la mansión.
Estábamos cansados y aterrados, pero por un momento respiramos con tranquilidad al pensar que ya estábamos a salvo, puesto que la barricada debería de resistir lo suficiente hasta que alguien pudiera rescatarnos.
En ese momento fuimos ingenuos, yo fui ingenua, y por esa ingenuidad, todos pagaron el precio máximo.
¡¡UGGGHHHHGHHHH!!
Los quejidos de dos sirvientes, una mucama y un mayordomo que tenían la mirada perdida, resonaron cerca nuestro, eran dos miembros del personal que servía a la mansión, y que vinieron del segundo piso en busca de auxilio mientras montábamos la barricada.
Aquel par que se habían quedado aterrados en el cuarto piso, ahora se tambaleaban y nos veían de una forma antinatural.
Casi como si fueran...
¡CRUNCH!
No pude completar mi pensamiento, ya que de pronto el mayordomo derribó a la chica que estaba de pie al lado de mí, sujetándola de los hombros y arrancando un trozo de su cuello de un solo mordisco.
La sangre que brotó de su cuello salpicó por todas partes, incluso ensuciando mi vestido notoriamente.
Antes de que pudiera gritar del miedo, pude ver a la mucama repetir la misma acción con otro de mis colegas, más este pudo quitársela de encima y derribarla contra una pared. Acto seguido usó un perchero para destrozar su cráneo a repetidos golpes.
Quizás él ya sospechaba lo que algunos estaban creyendo, que fuera lo que estuviera pasando en el pueblo y en los pisos inferiores de la mansión, estaba relacionado con la enfermedad que se propagó antes en el pueblo.
GRRRRR....
Habiéndome distraído por la brutalidad frente a mis ojos contuve la respiración al ver como el mismo mayordomo que atacó a mi compañera ahora estaba apuntado al joven señorito, quien se estaba escondiendo bajo un gran jarrón floral.
Particularmente me encontraba en medio de ambos, así que me movilicé para ponerme en el camino del mayordomo si es que intentaba atacar al joven señorito.
Aun si terminaba corriendo el mismo destino que mi compañera, no iba a permitir que un viejo colega cometiera la deshonra de atacar a nuestros empleadores.
Por eso abracé al joven señorito y me puse en medio con tal de protegerlo de feroz mayordomo bañado en sangre.
Pero aun cuando estaba dispuesta a protegerle, jamás me preparé para que también intentaran protegerme.
Cuando estuve a punto de ser atacada por mi antiguo colega, la señora de la mansión se puso en medio también, deteniendo a su antiguo empleador, pero siendo mordida en su antebrazo derecho.
Todos nos quedamos estupefactos al ver a la señora ponerse en peligro de esa forma, quizás fue por eso que los demás que aun seguíamos ilesos se unieron para separar al atacante de la señora e inmovilizarlo para que así no los fuera a atacar nuevamente.
En ese agitador momento habíamos perdido a una de nuestras colegas, y varios de los presentes poseían heridas de rasguños o mordidas, incluida nuestra señora.
Solo quedábamos el joven señorito y yo ilesos tras este altercado, pero si lo que pensábamos se hacía realidad, era muy probable que igual todos estuviéramos condenados a terminar del mismo modo que esos dos.
Fue entonces que la señora dio la que sería la última de sus órdenes. Les pidió a todos los presentes crear una última barricada, encerrándose ella, el joven señorito, y yo en la habitación privada que ella compartía con el señor, mientras que el resto debía amontonar tantas cosas pudieran en la puerta para que nadie pudiera entrar o salir de la habitación.
Aterrado por la situación que pasaba ante nuestros ojos el joven señorito se refugió en la falda de mi vestido, mientras yo trataba de consolarlo para hacerle entender que todo estaría bien.
-Violeta...
Fue en ese instante que escuché a la señora llamarme por mi nombre, algo que apreciaba mucho de ella era que siempre recordaba los nombres de todos nosotros.
Para ella no éramos mera servidumbre, sino parte de la familia que buscaba proteger junto al señor.
-Tengo un favor que pedirte...
Al escuchar esas palabras yo carecía de cualquier conocimiento sobre que podría yo hacer por ella. Aun así, estaba dispuesto a cumplir con cualquier orden dada por mi señora.
El favor que me pidió era simple, desmontar el cuadro familiar gigante que había en una de las paredes. Al hacerlo se desveló una caja metálica que desconocía existía en la mansión.
Según la señora, era un elevador manual que llevaba al sótano secreto de la mansión, un lugar seguro para esperar por el rescate.
El verdadero favor que la señora pidió fue que bajara al fondo con el joven señorito, que ella nos bajaría y luego bajaría ella después, así los tres esperaríamos debajo por el rescate.
Seguí al pie las ordenes de la señora, y tomé al joven señorito para así bajar por el elevador hasta el piso subterráneo bajo la mansión, el cual se encontraba completamente oscuro. Fue una suerte que pude encontrar una linterna mágica en el suelo con una roca de encendido integrada, era una de las herramientas utilizadas en la mansión que recientemente el señor había adquirido de un noble vecino.
Al encenderla pude ver que el sótano de la mansión era más alto de lo que podría haber imaginado, siendo además un sitio espacioso que parecía apenas tener algunas cajas con provisiones para algunos días.
Me preocupaba enormemente la idea de quedar encerrada aquí debajo, pero tenía que hacer a un lado mis preocupaciones y confiar completamente en que la señora sabía qué hacer.
Vi junto al joven señorito como el elevador metálico subía hacia el cuarto piso, para luego esperar a que el elevador volviera a bajar.
Esperamos minutos, pero luego los minutos se volvieron horas, y no tardé mucho en entender que la señora nunca pensó en acompañarnos ni en bajar después de nosotros.
Llamé a la señora con todas mis fuerzas y le rogué que bajara, el joven señorito también le rogó y la llamó con las lágrimas cayendo por su rostro.
Pero sin importar cuantas veces le llamamos ella no respondió ni apareció.
O quizás si deba decir que respondió, pero no de la forma que esperábamos.
Ya que lo único que pudimos escuchar desde la superficie fue un lamento y un quejido lleno de ira.
-Volviendo al Presente-
-Después de eso nunca volví a ver a la señora o a algunos de mis antiguos compañeros. Pasamos días en espera de que la ayuda llegara, pero pronto las reservas de comida se terminaron, y se nos fue imposible seguir pidiendo por ayuda.
Aquellas palabras fueron dichas por Violeta, quien había terminado de contar su historia sobre todo lo que sabía acerca del inicio de la enfermedad.
-Pensaba que moriría allí bajo suelo junto al joven señorito. No tengo suficientes palabras para agradecerles el haber venido a salvarnos. Se los agradezco de todo corazón.
Estas palabras las dijo ella mientras se levantaba del gran comedor para así hacer una reverencia a todos los presentes.
-No tienes nada que agradecer, a nosotros nos alegra el haber podido encontrarlos.
- ¡Así es! Estamos muy felices de haber podido encontrar a sobrevivientes en este sitio.
Aquellas fueron las opiniones sinceras de Sephirina y Tyrel, mientras que el resto, que éramos Valupla, Elena, y yo nos quedamos pensativos por un tiempo.
Según la historia contada por Violeta, el origen de la infección zombi se dio tras una enfermedad de varios síntomas y que no pudieron frenar, y que causo varias decenas de muertes en el lapso de un día.
A partir de allí y casi al instante, los que murieron por dicha enfermedad se levantaron y empezaron a atacar a todo el mundo indiscriminadamente.
Y si todo en la historia es real, significa que las demás personas que terminaron siendo infectadas lo fueron a través de mordidas o rasguños, es decir, a la exposición de la sangre propia a la infectada.
Eso claramente define la ruta de infección que se da en casi todas las películas de terror del género zombi.
Lo que ahora me preocupa es el origen, que fue una enfermedad que se dio esporádicamente y que infectó a casi todos los tipos de población en el pueblo.
Si fuera un virus selectivo entonces podría atribuirlo a una causa natural, pero que lograse abarcar a tantas personas a la vez, y que de paso se esparciera tan rápidamente a partir de los infectados originales. Me dice que en realidad esta infección comparte influencia de vida inteligente.
Es decir, que el origen de esta causa posee un causante único o grupal, y que no se trató de un accidente, sino de un evento premeditado.
El pueblo Caronte fue el conejillo de indias de alguien o algún grupo que logró desarrollar en este mundo el mítico virus zombi.
-Varias Horas Después-
Ya se acercaba la medianoche y a la vez el final de este complicado día. La mansión se encontraba fortificada por nuevas barricadas en los primeros y segundos pisos, las cuales pusimos luego de terminar la cena.
Habiendo hecho un mapeo del interior de la muralla de piedra, ubicamos que había un segundo acceso subterráneo en forma de pozo de agua, el cual llevaba a un túnel del tipo acueducto que había sido trabajado por manos humanas.
Dicho túnel fue fabricado por uno de los anteriores señores de Vestevia antes de los tiempos de la familia Redstone, seguramente hecho como vía de escape en caso de una rebelión o invasión de la raza demonio.
Aunque a la final no le sirvió mucho al último señor de sangre de la casa de Vestevia.
Exceptuando esa vía que se encontraba sellada en su salida por barras de metal, la única forma de sufrir un ataque enemigo sería por el cielo, ya que la muralla pétrea que había creado para defender la mansión era totalmente recta y lisa, de modo que le sería muy difícil a un zombi el escalarla sin algún incentivo continuo o ayuda externa.
...
-Espero que en serio no se dé el último caso.
Me dije esto a mí mismo mientras suspiraba y veía el cielo nocturno, enfocándome en ver más que nada al par de lunas que iluminan esta noche.
La luna de Auron se mostraba mucho más grande en comparación a la de Casiopea. En este mundo eso sería el signo de desastre y surgimiento de maldad.
Aunque soy escéptico a las leyendas de este mundo, sí estoy de acuerdo en que nuestra situación actual solo se le puede describir como desastre.
Solo espero podamos salir de esta todos juntos.
-Disculpe...
Una voz que no me era muy familiar me sacó de mis pensamientos, al voltearme a la derecha me encontré con la sirvienta Violeta, quien parecía estar nerviosa y con ganas de decirme algo.
-Buenas noches señorita Violeta. ¿Necesita algo de mí?
Dije esto con una sonrisa puesto que parecía tener mejor cara ahora que en la cena, donde terminó desahogándose y llorando por última vez en el pecho de Elena.
- ¡No! T-Todo está bien, es solo que me cuesta dormir un poco y pensé que si caminaba un poco se me pasaría...
La sirvienta que se mostraba algo torpe y tímida provocó un sentimiento refrescante en mí. A pesar de que nos encontrábamos en el peor de los escenarios su torpeza y sencillez me permitían olvidar por un instante mis preocupaciones.
-Ya veo, en ese caso espero que pueda dormir pronto y descansar bastante.
Dije esto ya que pensé que era lo correcto para decir, puesto que no estaba seguro de como iniciar una conversación con ella al no conocerla de nada ni tener algo en común.
- ¿Usted no piensa dormir pronto señor aventurero?
-Supongo que sí, aunque estoy tentado a pasar la noche en vela, después de todo no me puedo sentir del todo tranquilo en este pueblo.
Fui honesto con ella ya que me sería muy difícil dormir en estas circunstancias.
Una vez terminamos de cenar Violeta fue a alimentar con una nutritiva sopa al joven Enano a quien servía, quien apenas había recobrado la consciencia y aún seguía muy debilitado para ponerse de pie.
Ante ese escenario todas las chicas se trasladaron a una habitación de huéspedes con varias camas, y una vez reforzada la ventana con tablas se pusieron a dormir todas juntas, incluyendo al joven heredero que seguía en reposo.
Lo ideal en escenarios así es dormir todos juntos para evitar algún incidente o riesgo con zombis al estar separados.
Aun así, la idea de dormir en la misma habitación que cinco chicas que no se alejan mucho de mi edad actual hace que mi corazón no pueda estar tranquilo, en especial si me acuerdo de lo sucedido aquella noche en el pueblo Runser.
- ¿Le importa si le hago una pregunta señor aventurero?
-Para nada, y puede llamarme Shimon si así lo desea.
Dije esto para que entendiera que no tenía que ser del todo educada conmigo.
-Entonces señor Shimon, ¿Podría decirme que los motivó a venir a salvar este pueblo?
Aquella pregunta me llegó con la guardia baja, aunque me alegró a la vez que alguien me preguntara esto.
Ya que así podría hablarle a alguien más que mi equipo, alguien quizás imparcial, sobre mi sueño en este mundo.
Sobre lo que espero recibir de la princesa, y lo que pienso hacer con mi recompensa.
-Verás, hace poco tuvimos la fortuna de encontrarnos con la realeza de este reino, conocimos al príncipe Rastiel y tomamos un encargo de su parte.
-Habla de su alteza, ¿El príncipe Rastiel Von Verdis?
-El mismo, estaba buscando armamento en un pueblo donde estábamos, y al final nos contrató para que nos uniéramos a una incursión en el Templo Sagrado del Agua. Cumplimos el encargo y fuimos recompensando, pero una de las recompensas era algo que él no me podía dar, es por eso que nos envió con su hermana mayor, la princesa Roselia.
-Para poder conocer a dos príncipes, deben ser muy afortunados.
Me encantaría decir lo mismo... Si es que pudiera.
-Bueno, al conocer a la princesa ella accedió a recompensarnos, pero solo si podíamos descubrir lo sucedido en este pueblo, y si podíamos rescatar a los señores de Vestevia o a los sobrevivientes que siguieran dentro.
El rescate era algo secundario, aunque no podía decirlo en voz alta, ya que ella era parte del grupo de personas que teníamos que sacar de este pueblo.
-Entiendo... Así que esa es la razón...
La sirvienta apretó con fuerza y con ambas manos la tela de la falda de su traje de sirvienta.
- ¿Entonces podría decirme qué es tan importante y valioso como para que pongan en riesgo sus vidas al venir a un lugar como este?
Aquella pregunta fue hecha con una pica de emoción y otra de necesidad, parecía importarle mucho el saber por qué nos atreveríamos a correr tal riesgo, en especial luego de entender qué clase de amenaza contenía este pueblo.
Decidí ser honesto y contestar a su pregunta.
-Yo tengo una meta, algo que quiero realizar a como dé lugar, algo que podría cambiar el mundo si es que lo consigo, y por qué es tan importante para mí lograrlo, es que mis compañeras de equipo están dispuestas a poner en juego sus vidas también, porque ellas también creen en mi meta.
- ¿Y cuál es esa meta? Si no le molesta decirme.
En su última pregunta su tono de timidez volvió momentáneamente, lo cual no me molestaba.
-Quiero crear un sitio donde todas las razas puedan convivir, sin distinciones raciales o de clase. Un lugar que sea el punto de inicio para que todos puedan llevarse bien, y así ponerle fin al conflicto y la discriminación.
Dije estas palabras que había contenido en mi pecho por mucho tiempo, a una persona nativa de este mundo.
Que quería cambiar las reglas por las cuales este mundo se rige.
Violeta se quedó viéndome por unos segundos, pareciendo querer decir algo, pero conteniéndose a sí misma al mismo tiempo.
En cambio, me hizo una pregunta que no me esperaba escuchar aquella noche.
- ¿Es posible que el señor Shimon haga esto por la chica demonio que le acompaña? La que suele llamarle amo.
Aquella pregunta me tomó con la guardia baja así que me fue difícil responder sin titubear.
-Bueno... Mentiría si digo que no tiene relación... Supongo que después de conocerla pude entender que no existen diferencias entre nosotros y los demonios. Quizás hay una larga historia de guerra y conflicto entre nuestras razas, pero en el fondo todos somos personas. Y ahora mismo vivimos en un mundo que juzga a los demás por su raza en vez de por quienes son. Quiero cambiar eso, o quiero intentar cambiarlo, aunque sea algo ingenuo, quiero crear la posibilidad de un cambio y el fin de este odio ciego entre razas.
Ante mi respuesta la sirvienta Violeta me habló con franqueza, quizás por qué sintió que tenía que hacerlo al ser mayor que yo teóricamente.
-Mi padre me dijo una vez que puedes cambiar la forma de pensar de una persona, pero no es posible cambiar la forma de pensar de todo el mundo. En verdad dudo que pueda lograr lo que desea señor Shimon.
Si fuera cualquier otra persona quizás me desanimaría tanta honestidad, pero aquellas palabras eran algo que ya me había mentalizado a escuchar.
-Su padre era un hombre sabio señorita Violeta. Aun así, pienso intentarlo, no... Pienso hacerlo.
Dije esto para luego ver nuevamente al cielo nocturno, no viendo directamente a las lunas, sino yendo más allá, viendo hacia donde supuestamente se encontraban las dos entidades que gobiernan este mundo.
-Porqué lo único que se necesita para que el mal triunfe, es que las personas buenas no hagan nada.
Si vivía tranquilamente en este mundo junto a todos, el ciclo de violencia nunca terminaría, y si mi destino es vivir en este mundo hasta el final, entonces quiero usar el poder y el conocimiento que se me ha sido legado para cambiarlo para bien.
Así me tome años o décadas, no pienso quedarme de brazos cruzados.
No pienso permitir que ese par de dioses se sigan saliendo con la suya.
-Señor Shimon...
La voz de Violeta llegó a mis oídos, para luego verla haciendo una reverencia de pie, tomándome por sorpresa nuevamente.
-Espero no haber insultado al señor Shimon con mis palabras, no quiero que piense que subestimo al benefactor del joven señorito.
-No, no te preocupes al respecto, por supuesto que entiendo tu punto de vista.
-Y además...
Violeta me interrumpió por un instante, para así incorporarse y hablarme con una mirada sincera en su rostro.
-Espero de todo corazón que el deseo del señor Shimon, aunque no pueda serle de ayuda, sí le estaré brindando todos mis ánimos. ¡Así que no se rinda nunca señor Shimon!
Sus palabras de aliento fueron bastante bienvenidas, y me provocaron una alegría difícil de describir con palabras.
-Muchas gracias señorita Violeta.
-A usted, le puedo asegurar que siempre tendrán mi agradecimiento por venir hasta aquí... Pero me veo en la obligación de pedirle un favor más si no es problema.
Al decir la última parte de esa oración sus ojos se enseriaron, al punto que me vi obligado a tomarla con seriedad.
-Por favor, asegúrese de que el joven señorito pueda salir sano y salvo de este sitio, no importa lo que me pase a mí, pero por favor protejan al joven señorito a como dé lugar.
Su petición dejaba en evidencia la lealtad que sentía ella por la familia a quien una vez sirvió, y por supuesto que decidí aceptar dicha determinación.
-Le puedo asegurar que lo protegeremos, a él y a usted, lograran salir sanos y salvos de este pueblo.
Una vez respondí a su petición su semblante se suavizó y volvió a sonreír.
-Gracias, ahora volveré a la habitación, creo que ya seré capaz de dormir tranquila.
-Que descanse señorita Violeta.
-Usted también señor Shimon.
Una vez concluida nuestra conversación la vi alejarse y desaparecer por uno de los pasillos, con dirección a la gran habitación donde el resto se encontraban descansando.
Al perderla de vista volví a ver fijamente el cielo nocturno, con un mejor animo ahora que recibí los ánimos de una persona común en este mundo.
Si persisto y me esfuerzo al máximo, podré conseguir el apoyo de más personas como ella, y así ver mi objetivo volverse realidad.
Lo único que me detiene es esta misión, por eso debemos completarla sin incidentes.
-Sin importar que pase... Saldremos de esta todos juntos.
Me dije esto a mí mismo para así irme a la habitación más cercana a la del resto, la cual por suerte no se había visto afectada por los ataques de zombis dados al inicio de la infección.
Recostarme en la suave cama, la cual estaba al nivel de la posada de alto nivel en Belef, me hizo sentir como todo el cansancio me consumía y mi mente era nublada por el sueño.
Los últimos pensamientos que tuve antes de quedar dormido, fueron más un deseo que una ambición.
El deseo de proteger a todas las almas que me acompañan en esta aventura.
-Horas Después-
¡¡BOOOOOOOOOMMMMMM!!
[Prevención del Peligro]
Un súbito estallido, más mi habilidad pasiva de detección de peligro me despertaron de golpe sobre la cama, haciendo que me levantará de prisa y fuera hasta la ventana de la habitación, de la cual emanaba un fulgurante y peligroso brillo anaranjado.
Aquel brillo eran las llamas que emanaban alrededor de la mansión, dentro y por detrás de la muralla de varios metros de altura que había levantado horas antes para separarnos de los zombis.
Pero lo que más me robaba la atención no eran las llamas que seguían tomando terreno, sino el enorme orificio hecho en la muralla que yo mismo había forjado. Y de ese orificio que estaba cubierto por una nube de polvo, una gran cantidad de zombis estaban emanando, todos corriendo con dirección a la mansión.
Que tal orificio hecho deliberadamente estuviera en la muralla, y que los zombis aparecieran justo al instante de haber sido abierto, solo podía llevarme a una conclusión.
Que quien sea que causara este incidente, sigue dentro de este pueblo, y es consciente de nuestra presencia.
Y que busca eliminarnos a como dé lugar.
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