Comandante Kim • kth
Relato realizado para el libro de One Shots de 1001 noche de placer.
El comandante Kim era un abusivo, trataba a todos como perros, siempre mandando sin sentido alguno y poniendo castigos porque si, no era la actitud que debía de tomar alguien de un cargo de comandante en un internado militar en donde venían los chicos a pasar su servicios y obviamente eran nuevos, novatos en todo esto, pero no, él seguía tratándolos como el completo imbécil que siempre era, un imbécil guapísimo, porque lo era, era tan guapo que dolía al verlo, y me daba rabia, porque al ser mujer aquí dentro, era de las que admiraba a los chicos, y el comandante Kim tenía lo suyo con muchos crecs.
Había cogido una carrera militar, la única de mi año que se había atrevido a formar parte de las milicias, pensé que al entrar aquí encontraría otras mujeres y las encontré, porque las había, todos los años aquí se integraban muchísimas mujeres, además de hombres, más del sexo masculino que el femenino pero eso era bastante evidente.
Aún así, éramos muchas, sin embargo, teníamos muy pocos acercamientos con los chicos, era prácticamente prohibido, con la excepción de Kim, que era nuestro superior y profesor. Odiaba cuando le tocaba hacer guardias nocturnas porque siempre quería que cumpliéramos todo al dedillo: bañarse en diez minutos, comer en cinco y dormir a las ocho de la noche, ni un minuto más ni uno menos. Y a veces creía que era mucho más estricto conmigo que con otras, era como si mi mínimo movimiento le cayese mal. Era insoportable.
Me coloqué la ropa adecuada para mi próxima clase, en el ejército si no sabías defenderte y usar un arma no eras nadie, aunque ¿si no aprendías a disparar para qué estabas en el ejército? Era irónico.
Este tipo de clases las practicábamos con armas que lanzaban bolsas pequeñas de pintura, aún así, podía decir que dolían, la fuerza era igual que cuando lanzaba una bala, no te mataba, pero te dejaba lesiones, por eso quien recibía golpes al no saber protegerse adecuadamente recibía un castigo, nunca había recibido uno, y pensaba no recibirlo y mucho menos que fuera de parte del comandante Kim.
Cuando me equipé con un rifle bastante cómodo para mi, me posicioné detrás de un montículo de piedra que encontré en el campo a esperar la señal de comienzo.
Cuando Kim comenzó la batalla, el grupo contrario al que pertenecía comenzó a atacar al que pertenecía. Nos dibidían en dos grupos, ninguno era el malo ni el bueno, simplemente el que quedara con más reclutas al final era el ganador, era tipo un juego, uno en donde te podías lastimar, pero era tan normal como dar matemática en la escuela. Yo me mantuve escondida, había aprendido -desgraciadamente- de Kim, que no siempre era bueno ser el fuerte, el que quería imponer cara al peligro, simplemente, si tenías la necesidad de atacar, atacabas.
—¡Consentrate Choi! —me gritó mi superior desde un lado, varios de mis compañeros ya tenían un castigo asegurado, o sea, ya había caído —¡Te veo desconcentrada, Choi! —siguió gritándome.
Más desconcentrada iba a estar con todo su gritería, ¿Qué le pasaba conmigo? ¿Qué tenía yo que no tenías las demás como para que me estuviese riñendo en todo momento y en cualquier lugar? Era un puto grano en culo, lo odiaba con muchísima fuerza.
Y con toda esa rabia que me suponían sus putos gritos, salí de mi escondite y disparé, sin embargo, el disparo regresó más temprano que tarde, porque en cuestión de minutos tuve mi blusa blanca manchada de rojo en un costado, y caí, dolorida, había dolido más que si incluso me hubiesen disparado con una bala, me agarré el costado con fuerza, era un dolor con rabia unido, porque había sido culpa de Kim, si él no me hubiese desconcentrado no hubiese fallado de esta manera.
Al ver que no me levantaba, se acercó a mi, estaba claro en su rostro que estaba emocionado por ponerme mi primer castigo en esta clase, nunca había fallado, y ahora se alegraba de que lo hubiese hecho. Aún así, se puso de rodillas hasta quedar de mi altura.
—¿Te duele mucho? —preguntó con voz grave, la que lo caracterizaba.
—¿Usted que cree? —interrogué con ironía, como si no fuese obvio que me dolía como los mil demonios.
—Que eres una llorica —puse mis ojos en blanco. Mi actitud no era bien vista para un superior de su magnitud, pero al parecer tampoco le importaba.
—¿Se alegra de castigarme?
—Más de lo que tu piensas, te espero en mi oficina en la noche, después de la cena —fruncí el ceño.
—Los castigos no son privados —inquirí.
—El tuyo si que lo es. Y yo hago lo que me de la gana, Hana —me nombró, y así mismo se puso de pie y se fue sonriendo con verdadera alegría.
Yo me quedé mirando su silueta mientras se alejaba y meditando lo que me había dicho, un castigo privado, esto era de locos, a parte de querer hacerme la vida imposible ahora me quería explotar, esto no era normal.
~*~
—Dice el comandante Kim que te pongas ropa para limpiar y lleves utensilios de limpieza.
Fue lo que me dijo Jennie una hora antes de la cena. Bufé y maldije como me dio la real gana, excelente, iba a limpiar su oficina, ¿Qué más iba a limpiar sino? Había llegado a una conclusión que terminó por asegurarse en mi cabeza después de eso: que yo realmente le caía tan mal a Kim como él a mi. Lo odiaba con todo mi ser.
Cuando terminé mi cena y me cambié a una ropa más cómoda para limpiar, unos shots verdes por mitad de muslo y una camisa del mismo color y mangas cortas, agarré los utensilios que necesitaba para limpiar y me dirigí a su oficina. El cubo con agua realmente pesaba, y cuando llegué a mi destino me dolía mucho el brazo. Lo dejé descansar para tocar la puerta. Solo oí un "adelante" que me hizo empujar la puerta de madera y entrar a la oficina del diablo, cerré la misma detrás de mi cuando estuve dentro.
Todo estaba muy ordenado, y no me sorprendía, con lo estricto que era con todo, esto era lo mínimo. Sin embargo, el no pegaba con la organización de su oficina. Traía los pantalones del uniforme camuflajeados, las botas que pesaban más que mi vida, y solo una camisa de mangas cortas enseñando sus brazos, además de que estaba apollado en la silla con los pies sobre su escritorio, y al verme, sonrió. Me dieron unas ganas inmensas de irle encima y quitarle la puta sonrisa de mierda que me ponía de los nervios.
—Ya estoy aquí —anuncié, innecesariamente, pero me valía, él me miró, y no se me pasó desapercibida la recorrida que le dio a mi cuerpo entero con sus ojos, incluso me incomodó.
—Te sienta mucho mejor el uniforme de limpieza que el normal, Choi —mencionó, bajó los pies de encima de la mesa para colocarse de pie y acercarse a mi, yo di un paso hacia atrás.
—He venido a limpiar, a cumplir con mi castigo, señor Kim —le recordé, solo por si se le había olvidado.
—Y cumplirás con tu castigo, nadie a dicho lo contrario —me rodeó hasta que lo sentí detrás de mi, tan cerca que lagraba ponerme nerviosa. Esto no era ni de cerca lo que me imaginaba.
—¿Qué hace? —pregunté cuando me hizo soltar los utensilios que sujetaba con ambas manos.
—¿No te has dado cuenta Choi? —inquirió, yo me perdí.
—¿De qué le caigo como el culo? —lo oí soltar una risilla divertida.
—Qué me traes loco, desde el día uno en que entraste aquí me tienes muy mal, ¿acaso no te has dado cuenta? —sus mano acariciaron mis brazos y cada vello de mi cuerpo se erizó.
—Que me diera cuenta de que, si lo único que hace es pelear y exigirme más que a las demás —le impuse.
—Porque me encanta tu cara de cabreo, Hana —aquello lo había susurrado en mi oído, tan ronco que tuve la necesidad de cerrar los ojos. Esto no podía ser, no cuando lo odiaba tanto, o al menos eso creía.
—Lo odio —dije, pero mi tono de voz no era ni de cerca el tono de voz que debía de emplear para decir esas dos palabras.
—¿Y? Dicen que del odio al amor, solo hay un paso —esta vez me tocó reír a mi.
—¿Y pretende que me enamore de usted tratándome de esa manera? Es un poco infantil ¿no cree? —fui girada por mi brazo con brusquedad, y la misma fuerza que empleó en girarme la empleó cogiendo mi cuello con una de sus enormes manos, aún así, no perdí la postura firma al mirarlo a los ojos. Él se veía enojado, y a la vez sediento.
—No me importa que parezca infantil, solo quiero toda tu atención, Choi —dijo, tan cerca de mi rostro que sentí su caliente respiración sobre mis labios.
Lo odiaba y todo, pero todo de él era la viva tentación para quien tuviera al frente, y sus labios se me antojaron muchísimo cuando dirigí accidentalmente mi vista hacia ellos. Esbozó una sonrisa al darse cuenta, estaba claro que ya sabía que no me iba a resistir mucho.
—¿Quiéres besarme, Choi? —sus labios rozaron los mios de manera provocadora, haciendo que entreabiera mis labios a modo de necesidad.
—Ni que estuviese loca —logré decir, pero todo lo que escupía en su contra, hacía aumentar sus ganas. Kim era posesivo como ningún otro, y le gustaba el morbo.
—Que malo, porque yo si quiero, y te voy a besar.
Tampoco es puse mucha resistencia. Apenas hice el amago de apartarlo cuando sus labios voraces atacaron los mios, y en mi interior sentí que un volcán hizo erupción en ese mismo instante, y que por todo mi cuerpo recorrió la lava. Sus labios eran tan calientes, la menera en la que su lengua invadió mi cavidad al instante tocándose con la mía, recorriendo cada centímetro de mi interior, mordiendo mis labios con una voracidad que me dejó seca, pero no quería que se detuviera. Sus besos eran tal cual su personalidad, tan dominante, queriendo ir un paso adelante que yo, para que me quedase claro quién mandaba, y en esos momentos, mi mente quedó en blanco, y solo sentía lo que mi cuerpo entendía con su boca.
Sus manos fueron hasta mi trasero, apretándolo y estrujándolo sin ninguna vergüenza, pegándome a él como si quisiera fundir mi cuerpo en el suyo, jadeé en su boca y mis manos también se movieron hasta agarrar sus brazos entregando mis uñas. Necesitaba respirar.
—Hana... Joder, me vuelves loco —susurró sobre mis labios cuando se separó al entender mi pedido de que necesitaba oxígeno.
—E-Esto no... Mierda —maldije cuando embistió hacia arriba con sus caderas y su bulto logró impactar en mi entrepierna, ¿qué iba a decir antes? —Otra vez —lo ví sonreír, pero lo hizo, y esta vez fui yo la que retrocedí con él hasta sentarme encima de su escritorio y abrir las piernas para darle un mejor acceso, y esta vez sentí mucho más a flor de piel la estocada que dio.
Doblé mi cuello hacia atrás, y gemí, sensible. Siquiera me acordaba de la ultima vez que un hombre me había tocado.
—¿Qué ibas a decir? —preguntó, esta vez, sobre la piel de mi cuello, y busqué oxígeno para mis pulmones cuando lamió con su lengua en línea recta -o intento de serlo- hasta mi oreja, en la cual succionó entre sus labios mi lóbulo. Tenía un incendio dentro de mi cuerpo y mis bragas lo sabían, Taehyung lo sabía y yo lo sabía.
Con sus piernas lo apreté mucho más contra mi, no me importaba nada, necesitaba que acabara con lo que había comenzado ahora.
—Folleme —pedí, mirándolo a los ojos, con autoridad, con ansias. Su sonrisa no se iba, orgulloso de tenerme de esta manera.
—¿Porqué debería de hacerlo, Choi? Hasta hace unos minutos, me odiabas —presumió en mi cara, jugando conmigo, yo contraje la mandíbula. Me acerqué a su oreja, jugando su mismo juego.
—Porque también lo necesita —susurré lo más seductora posible, y sentí a Kim gruñir, hasta hacerme hacia atrás y volver a besarme.
Sus manos se desesperaron en quitar mi ropa, de manera rápida, con desespero, también usó la misma brutalidad al quitarme la ropa interior, yo hice mi parte como pude, quitándole por su cabeza su camisa y haciendo el intento de zafar sus pantalones, sin embargo, esto último se me complicó de una manera espantosa, no podía controlar mis manos, además de que los labios de Taehyung no me daban tregua alguna.
Cuando sus manos se deslizaron por mis piernas sujetando mi braga hasta quitarla completamente, su mirada se centró en mi intimidad, y me sentí arder el rostro cuando lo hizo. Me miró, esta vez no sonreía, porque el deseo lo había dominado por completo. Una de sus manos se coló entre ambos, y cuando sus fríos dedos rozaron mi vientre bajo, temblé. Pero no lo detuve.
No dejó de mirarme a los ojos cuando llegó a mi centro y con uno de sus dedos esparció mi humedad por toda mi hendidura y jadee, cerrando los ojos de placer puro, se sentía mejor de lo que recordaba.
—Mírame, Hana, quiero que abras tu ojos y me mires —pidió, yo, a duras penas, le hice el caso que pedía, y sus ojos me atravesaron.
Contuve las ganas de volver a cerrar los ojos cuando comenzó a masajear mi clítoris de manera circular, estimulándome hasta la máxima potencia. Tenía un incendio, pero enorme, dentro de mi, necesitaba con urgencia extinguirlo.
—Joder... Kim... M-Más r-rápido —pedí, y él lo cumplió, maltratando mi botón como quiso, haciéndome ver estrellas con sus caricias.
Mis uñas se apretaron contra su espalda, Taehyung tenía una piel que quería marcar mi vida entera, tan acaramelada, tan bonita, y su rostro, lleno de sudor y cabello pegado a su rostro, necesitaba también verlo todos los días de mi vida.
De un momento a otro, se detuvo, y solté un suspiro lleno de desaprobación, no quería que parara, yo...
—Espera un segundo, buscaré un preservativo —eso me puso más alerta. No iba a detenerse, o bueno si, pero pasaríamos a lo que tanto necesitaba.
Kim desprotegió mi cuerpo cuando se apartó, no se me pasó desapercibida su gran erección, aprisionada bajo sus pantalones y ropa interior. Me mordí el labio mientras lo veía caminar en busca de su objetivo. Me mantuve allí, esperando pacientemente, pero se me hacía muy larga la espera, al parecer no encontraba un preservativo, y comencé a tocarme por mi misma, yendo hasta hacía minutos cuando él me tocaba, imitando sus movimientos sobre mi clítoris, estimulándome, y cuando Kim volvió, también se mordió el labio al verme, yo me desesperé más cuando lo vi, esta vez, desnudo ante mis ojos.
—Hana, ¿me echaste de menos? —preguntó acercándose a mi lentamente, observándome mientras me tocaba. Cuando lo tuve entre mis piernas otra vez, me detuve —¿Porqué te detienes?
—Quiero que ya... No me hagas esto, por favor —pedí cuando paseó su punta cubierta por el látex por toda mi hendidura, de largo a largo.
—¿Qué quieres, Hana?
—Que me folle, comandante Kim —dije como pude, y lo hice sonreír, acompañado de un movimiento de caderas de su parte que hizo que se introdujera completo en mi, sentí que me hizo dos, y el gemido que solté, pudo haberse confundido con un grito, pero muy lejos de ser de dolor. Esto era mucho mejor que los dedos, sin duda alguna.
Sus manos subieron hasta mis pechos, y tomó ambos, llevándose uno a su boca. No se movió, y lo agradecí, me había atravesado la vida, necesitaba acostumbrarme. Gamí cuando su lengua rodeó mi pezón para luego succionarlo.
—Muevete por favor —pedí, desesperada.
Él salió de mi interior y volvió a entrar en mi atravesándome, creo que era su tamaño, no su fuerza, y se sentía muy placentero. Taehyung me tenía al borde del colapso, no se movía, y cuando lo hacía era brutal, una, dos, tres, cuatro estocadas cada cierto tiempo mientras se entretenía con mis pechos, succionándolos, masajeandolos y dejándolos húmedos por su saliva. Por eso, tuve la necesidad de buscar penetración por mi misma, moviendo mis caderas de adelante hacia atrás, pero no era suficiente, no era la fuerza que buscaba.
—Joder, Taehyung, muevete —lo tuteé en un intento por llamar su atención, dejó mis pechos y me miró.
—¿Muy desesperada?
—Sí sí, joder —respondí agitada.
—¿Rápido o despacio? —bufé, sin creer que me estuviese preguntando eso en estos momentos.
—Rómpeme —fue lo que respondí, y lo hice sonreír muy grande.
—Como pida, Choi.
Tal cual lo había pedido, tal cual lo cumplió. Taehyung realmente comenzó a destrozarme, con cada embestida, de manera rápida, profunda. Su manos me sujetaron de la cintura intentando que no me separase de él, mis piernas quedaron colgadas a su cintura en intento de lo mismo. Nuestros cuerpos sudorosos impactaban con cada acercamiento haciendo un ruido obsceno, húmedo, llenando el lugar.
Kim gemía de manera sensual, me decía cosas obsenas al oído haciendo que gimiera, nuestros gemidos y gritos de desesperación se acoplaban en una sincronía perfecta. Sus embestidas comenzaron a subir de nivel y mi orgasmo se comenzaba a formar en mi vientre, muy cerca de estallar.
—Choi... Tus tetas se mueven muchísimo —añadió, incrementado mi clímax.
—M-Me voy a... a... —no pude siquiera terminar cuando sentí que todo mi cuerpo se deshizo en un espasmo, en una corriente eléctrica que descendió por mi columna hasta hacerme estallar.
Kim no se detuvo, siguió torturándome con sus embestidas hasta que gruñó, sintiendo su orgasmo dentro de mi, y me miró. Agitado igual que yo, sudoroso igual que yo, con ganas de repetir, igual que yo.
Ambos éramos tan iguales y a la vez tan irremediablemente opuestos, pero habíamos encontrado en lo que encajábamos perfectamente.
—Ha cumplido su castigo, señorita Choi —susurró sobre mis labios.
—Creo que pensaré mejor de ahora en adelante recibir un castigo de usted, comandante Kim —dije con su mismo tono. Sonrió.
—No tiene que hacer que la castigue, solo venir a mi y pedirlo —su voz ronca me caló las extremidades.
—Pues entonces continuemos, comandante.
—Tú lo has pedido, ahora sufrirás las consecuencias.
Como ven, debido a algunos problemas referentes al libro que tal vez conozcan como 1001 noche de placer, cada escritora ha estado subiendo sus One Shots en sus perfiles y yo estaré subiendo los mios, si encuentran a los demás One Shots del libro en los perfiles de las escritoras correspondientes denle apoyo, muchas personas trabajaron duro en ese libro y acabaron tumbándolo varias veces.
Bueno, me despido.
Lxs sarangheo❤
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