• Capítulo tres •

• Bajo la lluvia •

La tensión era palpable en el ambiente, la mala cara que le estaba regalando su padre empezaba a causar estragos amargos que amenazaban en convertirse en lágrimas mientras que podía observar como su bonita progenitora intentaba acercarse a todo el revuelo.

No entendía la actitud de su padre —Desde hace años ciertamente— pero le seguía doliendo ver la mirada de desaprobación que normalmente le ponía el mayor.

"– Chifuyu. — Lo llamó, con aquella voz severa que lo hacía temblar como si aún tuviera cinco años— Puedes decirme ¿Qué está pasando contigo?

– Na... Nada papá. — Balbuceó tratando de sonar seguro — Mis calificaciones siguen siendo las mejores y el arrendamiento del departamento va al corriente, llevó mis cuentas para administrar el dinero y...

– Esos son tus obligaciones, no tendría porque darte un quinto demás porque no supieras hacer las cosas."

Un ligero asentimiento fue brindado por inercia, ahí estaba la razón por la que siempre evitaba ir a la casa de sus padres; la lengua filosa de Matsuno Hideki — desgraciadamente su padre—.

No tenía el valor para enfrentarse a siquiera una de sus réplicas, mucho menos podía hacerle frente y contestarle; y no era por la fuerza, sino por la hermosa mujer que le dió la vida.

Matsuno Yukiko era la luz que aún lo mantenía preso a acercarse a la vieja casa en Kōtō, sinceramente no le importaba tener que levantarse temprano un sábado para tomar el tren a las siete de la mañana en punto y llegar al lugar tres horas después con tal de ver a su madre feliz.

"– No has traído a ninguna chica, tienes diecisiete años y nunca tuviste la decencia de presentar a alguien. — Bufó con evidente enojo el pilar de la casa al mostrar los puños cerrados— A tu edad...

– Me gusta un chico. — Soltó, sin conectar la lengua con el cerebro para detener los mismos reclamos— No me van las mujeres papá, me gustan los hombres."

El estrepitoso ruido que hizo los puños de Hideki al golpear la mesa que tenían en medio lo hizo saltar, retrocediendo, unos segundos para recordar precisamente lo que había dicho.

No mentía, le gustaba Baji Keisuke, todo de él lo tenía en un limbo de felicidad que no quería romper.

Pero, debía hacerlo porque estaba cansado de ir siempre tras la sombra de lo que su progenitor quería; y por ello había ido ese día, decidido a dejar de ser la expectativa de su padre.

"– Mira, Chifuyu. — Un escalofrío recorrió su columna al escuchar como el señor Matsuno recalcaba su nombre— Puedes hacer lo que se te venga en gana ahora, mientras que nadie se entere porque en un futuro te encargaras de nosotros cada fin de semana y traeras a mis nietos y a mi linda nuera para vernos.

– No. — Musitó con cierta pizca de valor al sentirse rechazo por su propia familia— Está vez no, ya fue demasiado, ¿Me quitarás el apoyó? Está bien hazlo, pero en el momento que no me aceptes dejaras de tener hijo.

– Prefiero eso, a tener un maricón en casa."

Con el corazón roto al igual que el nudo en la garganta, se levantó de la vieja silla donde normalmente desayunaba antes de mudarse a Shibuya, pensando, en si realmente su padre lo quería por lo que era o simplemente por lo que quería lograr hacer de él.

El sonido de sus pisadas en el frío suelo, lo hacían mantener la poca cordura que tenía antes de soltarse a llorar; había planeado decirle a su padre que iba a tomar medicina veterinaria al final de cuentas, que empezaría a trabajar y podría apoyarlos aunque sea a distancia y sobre todo sobre su atracción por el azabache pero — desgraciadamente — no había tratado bien ningún punto.

Cuando se dió cuenta, se encontraba caminando por la calle; con las lágrimas brotando en sus mejillas y sus puños cerrados en las bolsas de su sudadera sintiendo como una parte de él le rogaba regresar a su antigua casa para abrazar a su madre y después irse con la satisfacción de que la volvería a ver.

Una ligera gota golpeó su cabeza, logrando que su vista se fijara en el cielo que se encontraba totalmente oscuro dando la advertencia que la lluvia no tardaría en llegar.

Palmeando los objetos dentro de su bolsillo sintió que el mundo le estaba dando la espalda, al percatarse que no traía efectivo solo la simple tarjeta dónde Matsuno Hideki le depositaba cada mes — la cual ya no necesitaría—.

Un ligero gimoteo fue emitido al sentir como la brisa empezaba a llevar restos de agua, el cajero más cercano estaba junto a la estación del tren y no estaba en condiciones de caminar más de treinta minutos en medio de la lluvia.

Tal si llamaba a Takemichi podía ayudarlo, podría aunque sea desahogarse en el momento que le contestara y era lo único que necesitaría.

Tecleó rápidamente un número, el número que se sabía a la perfección, el de su lugar seguro que le brindaban una mano y en ese mes y medio no lo había dejado ni un solo día.

" – Chifuyu. — Escuchó, la voz ronca retumbar sobre la bocina—

– Baji-san. — Murmuró al escuchar la voz del otro lado de la línea— ¿Está ocupado?

– Para ti nunca lo estoy. — Aclaró Keisuke, regresandole un poco de estabilidad perdida— ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?"

La pequeña calidez que emergió dentro de él en ese instante lo hizo apasiguar un poco el llanto, Baji se estaba convirtiendo en su pilar y extrañamente no le molestaba, al contrario sentía que no podía haber escogido a alguien más.

Porque Matsuno Chifuyu necesitaba a Baji Keisuke y no tenía miedo de decirlo...

El sonido del motor de su motocicleta retumbaba fuertemente en sus oídos, las manos empezaban a dolerle debido al frío que provocaba la lluvia y sus piernas empezaban a sentirse pesadas.

No le había tomado más de treinta segundos decidir ir por Chifuyu, a pesar de que el menor le aclaro que solo necesitaba desahogarse para poder llegar a salvó al cajero más cercano y tomar el tren de regreso al complejo donde vivían.

Si, lo había entendido, el rubio no quería tocar el tema de porque había salido de la casa de sus padres pero sabía claramente que no tenía nadie que lo apoyará a una distancia tan lejos.

Y por eso tomo las llaves de su motocicleta, dejando una nota a su madre para que no se preocupara.

El camino en tren era largo debido a las paradas consecutivas de las estaciones dónde — inconscientemente— la gente se aglomeraba, pero en un vehículo propio podía bajar el tiempo considerablemente.

No sabía cuánto tiempo estuvo en la carretera, mucho menos a que velocidad iba pero cuando encontró a Chifuyu sentado fuera de la estación de tren abrazando sus piernas en una banca se le partió el corazón.

"– Chifuyu. — Llamó al detener su vehículo frente al nombrado—

Ba... Baji-san."

El hilo de voz con el que le contestaba el de iris azules empezaba a preocuparlo, siempre había establecido que los ojos de Chifuyu eran su perdición.

Eran profundos como el mar — ahora entendía porque se había perdido en ellos—, llenos de un brillo particular que le hacía sentir las famosas mariposas en el estómago y sobre todo siempre eran gentiles como si nadie se mereciera ver una mirada severa de ellos.

Pero, nunca espero verlos aperlados en lágrimas de dolor, irritados y sobre todo apagados; al diablo la motocicleta, al diablo las personas y sobre todo al diablo el mundo.

Con rapidez tomo al pequeño chico en brazos, abrigandolo en su calor, en sus brazos; porque ese era el lugar de Chifuyu, a su lado para protegerlo de cualquier cosa.

Él había ido por Matsuno Chifuyu porque lo necesitaba, quería creer que —egoístamente— el rubio era el de la necesidad pero no era así.

Él había decidido partir inmediatamente debido a que quería hacer sentir seguro al menor, quería sacarle pequeñas risas y que lo viera con ternura.

"– Brilla por mi Chifuyu. — Pidió egoístamente al sentir los brazos ajenos rodear su cintura— Búscame a mi, piensa en mi, recurre a mi pero por favor no dejes de brillar."

Los sollozos que eran amortiguado por su pecho le daban las ganas de ir a buscar al señor Matsuno y quemar su casa, no tenía derecho en hacer llorar a su Chifuyu.

"– Quiereme a mi, Chifuyu. — Susurro al momento de observar los pequeños hipidos del más bajo— Y yo me encargaré de quererte a ti."

Era irónico, porque no habían pasado ni dos meses que había empezado a charlar con Matsuno y aún así ya lo llevaba en todo su ser.

En sus pensamientos, las costumbres y en su corazón; como si fuera su escencia lo que había llegado a amedrentarlo sin piedad.

Las gotas golpeando su rostro eran prueba de ello, disfrutaba la lluvia cuando era tranquila, serena, apasiguable.

Odiaba las tormentas, las que estaban llenas de truenos, de soledad, de dolor.

Pero en esos momentos daba igual, porque estaba con Chifuyu.

"– ¿Quieres comer Peoyung Yakisoba? — Preguntó al sentir como el llanto del rubio había cesado completamente— Yo invito.

– Gracias, Baji-san."

Con delicadeza, tomo la pequeña mano de Matsuno; desde aquella vez tenía la libertad de hacerlo al igual que depositar pequeñas mordidas — casi invisibles— que se encargaba de acariciar con ahínco.

Sintiendo como inmediatamente su acompañante hacía la unión más íntima, llenando los huecos entre sus dedos con los ajenos; entregándose aún más en esa pequeña acción, siendo más suya, más cálida, más correspondida.

Podía asegurar que él necesitaba más que nada eso, afirmaba sin dudar que volvería a viajar bajo la lluvia con tal de vivir nuevamente eso.

Chifuyu lo estaba sacando del infierno para llevarlo al cielo, no importaba que en un futuro lo dejará caer; él recibiría gustoso todo lo que el menor le diera —fueran cosas buenas o malas—.

Porque en esa fría tarde, dejando que la lluvia se llevará sus penas se dió cuenta de algo.

Quería a Matsuno Chifuyu, lo quería hasta morir.

Hola, hola personitas ❤️.

¿Cómo se encuentran el día de hoy? ✨

Espero que muy bien.

Quería saber ¿Que opinan de este Flufftober? Realmente soy malísima para las cosas bonitas pero estoy intentando hacer lo mejor que puedo.

Comentarios, sugerencias ———>

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